Los resultados de las elecciones andaluzas siguen dando mucho que hablar. Y así seguirá en las semanas que vienen. Los medios de comunicación y los corrillos de la gente hierven. Se habla de Andalucía, pero también del conjunto del estado, de España, de Cataluña, del independentismo, de Vox, del fascismo, de la xenofobia, de la tumba de Franco...
En clave andaluza lo previsible es un gobierno de la derecha. Veremos, pues, a Juan Manuel Moreno, por el que nadie daba un duro antes de las elecciones, en la presidencia de la Junta de Andalucía y a Juan Antonio Marín, de vicepresidente.
En clave estatal, la cosa resulta bastante diferente, por lo que intentaré explicarme. Después del avance habido por la derecha en Andalucía, de los sondeos hechos para el ámbito estatal con anterioridad al 2 de diciembre en el ámbito estatal y de los que están saliendo estos días, la suma de PP, Cs y Vox ha aumentado hasta colocarse por delante de la que permitió que triunfase la moción de censura contra Mariano Rajoy en junio pasado.
Se está hablando que con el desplazamiento hacia a la derecha de PP y Cs, además de su radicalización, el PSOE estaría recuperando el espacio del centro. Puede ocurrir que sea así, pero no se está teniendo en cuenta otro factor: el desplazamiento hacia la derecha de la opinión pública.Y aquí entra un aspecto que ya se empezó a resaltar en los análisis realizados tras las andaluzas: el papel que están jugando los sentimientos de identidad, en este caso el de la identidad española.
En Andalucía se habría votado en clave española, de manera que, además del cansancio generalizado de tantos gobiernos ininterrumpidos del PSOE, se ha dejado al lado lo propiamente andaluz. La única candidatura que se ha centrado preferentemente en ello ha sido la de Adelante Andalucía. Formada en torno a una alianza entre Podemos e IU, permitió la integración de parte de los restos del antiguo Partido Andalucista. Y sobre todo se centró en aspectos propiamente andaluces, con un acento en lo social, la vertebración territorial o la defensa del medio ambiente. Estaría por ver hasta qué punto eso habría sido una frontera y no otros aspectos, como esa actitud de buena parte del electorado de izquierdas que se muestra hipercrítica en los apoyos electorales y genera desconfianza ante quienes pueden ser sus representantes. ¿Cómo, si no, entender la elevada abstención entre quienes votaron a Podemos e IU en 2015?
Resulta evidente que el sentimiento de identidad española se ha disparado en el último año. La permanente presencia de Pablo Casado, Albert Rivera e Ignacio Abascal en los actos electorales, los mensajes lanzados en los discursos y el predomino de la simbología española a través de la bandera rojigualda han sido claros. Y lo que pueda ocurrir en otros territorios, quitando algunos de ellos, como Cataluña o el País Vasco, nos puede llevar a sacar las mismas conclusiones.
Ayer pudimos ver en el Congreso un debate muy sintomático. De un lado, Pedro Sánchez y su gobierno, atrapado por la línea marcada por la derecha e incluso por un sector de su partido, liderado por las baronías territoriales, pero con presencia en su propio gobierno, como es el caso de Josep Borrell. Intentando un equilibrio entre la firmeza y el diálogo. Frente a él, los líderes de las dos versiones parlamentarias de la derecha: Pablo Casado y Albert Rivera, crecidos ante las perspectivas que tienen, o se creen, que no pararon de lanzar diatribas anticatalanas, apelando a la aplicación del artículo 155, pronunciando lo del golpismo separatista, advirtiendo de la pérdida de la unidad de España, soltando disimuladamente lo de la complicidad... Y eso que faltó Vox, todavía sin presencia en esa cámara.
Está por ver lo que puede ocurrir con los apoyos electorales a lo que hoy son Unidos Podemos y las confluencias territoriales (en Galicia, Cataluña, País Valenciano, Baleares...). Está por ver si el caso de Andalucía puede servir de aviso a quienes podrían verse en la tentación de jugar con la abstención. Hay demasiadas cosas en juego. La desmovilización del electorado de la izquierda, ante una derecha envalentonada y raras veces pasiva, significaría abrir las puertas a algo que ya estamos viendo en Hungría, Polonia o Italia, en Europa, y en EEUU o Brasil, más allá del océano, y sigue creciendo en Francia, Alemania, Reino Unido, Austria...
Sería muy triste que Andalucía se convirtiera en lo que fue el lema de campaña del partido que consumó la sorpresa. Y frente a la reconquista, una esperanza basada en la solidaridad.