Me he enterado esta tarde la concesión a José Manuel Caballero Bonald del Premio Cervantes. Y me he alegrado. No es un escritor del que haya leído mucho, pero supe de él ya en los primeros 70, cuando en los estertores del franquismo que fenecía aparecían su nombre y sus hechos en la revista Triunfo. Fue un resistente y combatiente contra la dictadura, lo que le costó cárcel y exilio, pero no su dignidad, que ha seguido manteniendo hasta nuestros días.
Lo poco que he leído suyo lo hice no hace mucho. Primero fue un acercamiento a su obra poética a través de Somos el tiempo que nos queda. Obra poética completa 1952-2005 (Barcelona, 2007). Descubrí en ella una poesía densa, rica y, si se quiere, difícil, pero ante todo bella. Realidad, mito y fantasía se funden en sus versos, llenos de figuras literarias donde metáforas y alegorías campan sin cesar. Entre tantos poemas está "Tribunal del viento", del libro Diario de Argónida (1997):
El rudo viento de levante arrastra
la arena hasta los soportales
y entra en los dormitorios y toma posesión
de los enseres indistintos,
se asocia a las cortinas y las sábanas,
cuartea la vetusta madera de la noche.
Y sucede de pronto que también
hostigan a la vida esos furiosos aguijones,
ese acérrimo enjambre
de historias polvorientas, mientras
se van superponiendo alrededor
los lentos algodones del cansancio.
A mi querella el tribunal del viento.
El otro libro que leído de Caballero Bonald ha sido Ágata ojo de gato. Escrita en 1974, dicen que quizás sea su mejor novela. También que para el propio autor es su favorita. Se ha dicho, así mismo, que es una novela que, si no se inscribe, al menos se acerca al realismo mágico latinoamericano, tan en boga en esos años. En todo caso es un alegato contra el dinero y en favor de la simbiosis naturaleza-humanidad. Ambientada en las marismas del Guadalquivir, la noción del tiempo queda diluida hasta convertirse en una intemporalidad consciente que le sirve para mostrarnos el poder de corrupción que tiene el deseo de acaparar riqueza. Esa "criminal pasión por poseer" (Fernando Macías dixit) que se convierte para mucha gente en irresistible y que lleva a la apropiación de personas, de cosas y de la misma naturaleza para acabar destruyéndolo todo.
En otro de sus poemas, "Bienaventurados los insumisos", de Manual de infractores (2005), escribe:
Ni la justicia con su manos ciegas,
ni la bondad de ojos efímeros,
ni la obediencia entre algodones sucios,
ni el rencor que atenúa
la desesperación de los cautivos,
ni las armas que arrecian por doquier,
podrán ya mitigar esas lerdas proclamas
con que pretenden seducirnos
aquellos que blasonan de honorables.
Quien quiera que merezca el rango de insumiso
descree de esa historia y esas leyes.
El poder de los otros
nada sino desdén suscita en él.
Ha aprendido a vivir al borde la vida.
Versos inscritos en un tiempo, el actual, de otras formas de destrucción, aunque sean más sibilinas. Versos que invitan a no desistir para que no nos pisoteen. Poesía social pura. Una prueba más de que Caballero Bonald ni ha perdido la cordura, ni la dignidad, ni la coherencia ¿Acaso se puede decir más claro?
Historia, política, sociología, arte, música, geografía, literatura, pensamiento...
jueves, 29 de noviembre de 2012
domingo, 25 de noviembre de 2012
Cataluña y España: ¿choque de burguesías?
La confrontación entre el PP y CiU y, por derivación, entre los gobiernos catalán y español ha ido en aumento durante la campaña electoral. Aunque, siendo más preciso, lo que más ha aumentado han sido los golpes de efecto lanzados desde los entornos mediáticos de CiU y PP. En todo caso, ser trata de una confrontación distinta, aunque tenga elementos que se relacionan, con la existente entre amplios sectores de la sociedad catalana y el poder central del estado, que en este último caso es apoyado en Cataluña por algunos partidos, sectores de otros y una parte de la población.
Lo que está resultando una evidencia es el aumento durante los últimos meses del sentimiento independentista. Los datos ofrecidos por la encuesta del CIS del mes de octubre son muy reveladores: el 41% está más de acuerdo en contemplar "un estado en el que fuera posible la independencia". Sobre el recuerdo de las elecciones autonómicas de 2010, sería la opción preferida por casi el 90% de votantes de ERC y SI, el 57% de CiU, la mitad de IC-EUiA y el 45% de otros grupos. Si a ello añadiéramos la opción por "un estado en el que las CCAA tengan mayor autonomía", el porcentaje subiría al 84%. Mantener las cosas como están sólo es apoyado por el 16%, teniendo los mayores apoyos en el 41% del electorado de Ciutadans, seguido del PSC y PP, en donde son algo superiores al 25%. Disminuir las competencias de las comunidades autónomas o la opción de un estado centralista se reduce al 13%, teniendo los principales apoyos en casi la mitad del electorado PP. En los apoyos a este partido, además, el 34% se declara abiertamente centralista. La manifestación de la Diada del 11 de septiembre puso al descubierto, en primer lugar y ante todo, el anhelo colectivo de buena parte de la población de querer decidir acerca de su relación con el estado; y también, por supuesto, el creciente sentimiento independentista.
Lo que ocurra al final de la tarde, cuando acabe la votación y se haya hecho el recuento, está por ver, aunque las encuestas han apuntado en una dirección: victoria de CiU sin mayoría absoluta; derrumbe del PSC, que bajaría en torno al 10% (en términos reales perdería la tercera parte de sus votos), que pasaría a repartirse sobre todo entre el PP y Ciutadans; éstos crecerían y en el caso del PP optaría a ser la segunda fuerza en el Parlament; una subida importante de ERC, sin que exista coincidencia en los sondeos sobre el nivel que puede alcanzar; una subida más moderada de IC-EUiA, en parte con votos procedentes del PSC; y la incógnita de la CUP, un grupo independentista y de izquierda radical.
La perspectiva de los nacionalismos (tanto español como catalán) es la que más se ha visualizado estos días. Y el electorado se ha visto fuertemente condicionado por la misma a la hora de decidir su voto. El resultado de las urnas reflejará previsiblemente una mayoría clara de votos en favor de los grupos nacionalistas catalanes (CiU, ERC, CUP, SI), a los que se podría añadir IC-EUiA, teniendo en cuenta el escoramiento de su electorado en esa dirección.
La dimensión ideológica derecha-izquierda ha quedado en un segundo plano. En un contexto de profunda crisis económica y social este hecho resulta más que preocupante. Y me atrevo a decir que lo que ha ocurrido en realidad ha sido una acción deliberada, con el apoyo de los grupos mediáticos respectivos, para evitar que el debate electoral pudiera haberse centrado en el carácter de las políticas económicas que se están llevando a cabo desde las distintas instancias de poder. Un secuestro a la ciudadanía de algo que es tan sustancial como el debate sobre la forma de relación con el estado. Y no es casual que quienes gobiernan en el ámbito central y en el autonómico estén llevando a cabo a la vez medidas de naturaleza neoliberal muy duras, apoyándose mutuamente en sendos parlamentos. ¿Cómo es posible que quienes coinciden sin problemas en los aspectos sociales y económicos, se estén lanzando unos dardos tan envenenados en lo que se refiere a su identidad nacional?
CiU es una coalición de dos partidos: Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) y Unió Democratica de Catalunya (UDC). Les separa poco: el primero es el mayoritario; se sitúa dentro de la órbita liberal, frente a la democristiana del segundo; y hace gala de una mayor radicalidad. Han mantenido hasta ahora un equilibrio interno muy estable, coincidiendo en la defensa clara del neoliberalismo y el mantenimiento del modelo de relación con el estado. Son grupos que se insertan en una larga tradición de pactismo con el poder central. A principios del siglo XX destacó la Lliga Regionalista de Cambó y Prat de la Riba, pero también ya en el siglo XVIII y luego en el XIX el pactismo fue la prioridad en la actuación de determinados grupos sociales. La burguesía catalana fue poderosa, por ser dominante en ese territorio y por ser la más desarrollada en el territorio del estado. Una clase astuta, capaz de mantener su primacía aunando la defensa de sus intereses con el regionalismo o el nacionalismo moderado. Y también, según la circunstancia, capaz de aliarse con lo más negro de la esfera central del estado, como ocurrió en 1917 (abandonando la Asamblea de Parlamentarios ante la primera huelga general), 1923 (apoyando el golpe de estado de Primo de Rivera), 1939 (ensalzando la victoria del ejército franquista), 1976 (pactando con el gobierno de Adolfo Suárez) o 1978 (apoyando la Constitución). Y también 1993 (con el pacto de legislatura con el gobierno de Felipe González), 1996 (lo mismo con el de José Mª Aznar)...
¿Pero CiU es Cataluña? Sólo una parte. Importante, aunque desde 1979 la hegemónica, salvo el reciente y confuso periodo de gobierno del tripartito entre PSC, ERC e IC-EUiA, que acabó siendo un bipartito. Es una coalición apoyada por la burguesía, pero también por numerosas personas de los grupos sociales intermedios de las ciudades y del campo que evalúan, en cada caso, el peso de lo identitario y lo social. Hace dos años barrió en las elecciones, acabando con el periodo confuso de los gobiernos del tripartito. La crisis económica, sin embargo, ha puesto al descubierto la realidad de un sistema económico que hace aguas por numerosos sitios. Al ser una coalición de derechas y representar, por ello, los intereses de la burguesía y los sectores que la secundan, las medidas que están tomando generan impopularidad.
El PP se encuentra en una situación parecida. Tiene los mismos rasgos que CiU, claramente coincidentes en lo que expresan socialmente, aunque rivalizando en el contenido de la identidad nacional. Lo español, que es su seña, es muy fácil de entender fuera de Cataluña, pero no tanto dentro. La campaña electoral le ha servido al PP para dos cosas. La primera, más inmediata, arañar el mayor número de votos entre la población que se siente más española y que, dado su origen territorial y social (la inmigración española, sobre todo andaluza, de décadas atrás), tradicionalmente habían votado al PSC. La segunda, distraer a la población de los efectos perversos de su acción de gobierno. En la medida que tenga éxito en las elecciones de hoy, alcanzando en lo posible el segundo puesto -como ya lo tuvo ganando en Galicia-, podrá además rentabilizarlo políticamente.
¿Qué está ocurriendo, pues? ¿Dónde desembocará la confrontación entre CiU y el PP? Los resultados de esta tarde apuntarán el camino. La radicalidad con la que ha actuado Artur Mas estas últimas semanas no se corresponde con lo que espera la burguesía catalana. Romper con su tradicional opción pactista, que tantos réditos le ha dado, parece poco probable. Mostrarse dispuesta a romper con su representación política más usual, como ya hizo en otras ocasiones del pasado, no parece que tampoco sea lo más probable.
Negar el derecho del los pueblos a decidir es antidemocrático y aún más teniendo en cuenta el estado de la opinión pública que hay en Cataluña. Pero mientras el debate se centre fundamentalmente en ese aspecto, serán las derechas (catalanista y españolista) las que se lleven el gato al agua. Me temo que esta tarde el triunfo político lo será de ambas. Es decir, de las burguesías respectivas. Lo que le seguirá, por tanto, es más empobrecimiento, más paro, más recortes, menos derechos sociales... ¿Y en lo político? ¿Acaso está habiendo choque de burguesías?
Lo que está resultando una evidencia es el aumento durante los últimos meses del sentimiento independentista. Los datos ofrecidos por la encuesta del CIS del mes de octubre son muy reveladores: el 41% está más de acuerdo en contemplar "un estado en el que fuera posible la independencia". Sobre el recuerdo de las elecciones autonómicas de 2010, sería la opción preferida por casi el 90% de votantes de ERC y SI, el 57% de CiU, la mitad de IC-EUiA y el 45% de otros grupos. Si a ello añadiéramos la opción por "un estado en el que las CCAA tengan mayor autonomía", el porcentaje subiría al 84%. Mantener las cosas como están sólo es apoyado por el 16%, teniendo los mayores apoyos en el 41% del electorado de Ciutadans, seguido del PSC y PP, en donde son algo superiores al 25%. Disminuir las competencias de las comunidades autónomas o la opción de un estado centralista se reduce al 13%, teniendo los principales apoyos en casi la mitad del electorado PP. En los apoyos a este partido, además, el 34% se declara abiertamente centralista. La manifestación de la Diada del 11 de septiembre puso al descubierto, en primer lugar y ante todo, el anhelo colectivo de buena parte de la población de querer decidir acerca de su relación con el estado; y también, por supuesto, el creciente sentimiento independentista.
Lo que ocurra al final de la tarde, cuando acabe la votación y se haya hecho el recuento, está por ver, aunque las encuestas han apuntado en una dirección: victoria de CiU sin mayoría absoluta; derrumbe del PSC, que bajaría en torno al 10% (en términos reales perdería la tercera parte de sus votos), que pasaría a repartirse sobre todo entre el PP y Ciutadans; éstos crecerían y en el caso del PP optaría a ser la segunda fuerza en el Parlament; una subida importante de ERC, sin que exista coincidencia en los sondeos sobre el nivel que puede alcanzar; una subida más moderada de IC-EUiA, en parte con votos procedentes del PSC; y la incógnita de la CUP, un grupo independentista y de izquierda radical.
La perspectiva de los nacionalismos (tanto español como catalán) es la que más se ha visualizado estos días. Y el electorado se ha visto fuertemente condicionado por la misma a la hora de decidir su voto. El resultado de las urnas reflejará previsiblemente una mayoría clara de votos en favor de los grupos nacionalistas catalanes (CiU, ERC, CUP, SI), a los que se podría añadir IC-EUiA, teniendo en cuenta el escoramiento de su electorado en esa dirección.
La dimensión ideológica derecha-izquierda ha quedado en un segundo plano. En un contexto de profunda crisis económica y social este hecho resulta más que preocupante. Y me atrevo a decir que lo que ha ocurrido en realidad ha sido una acción deliberada, con el apoyo de los grupos mediáticos respectivos, para evitar que el debate electoral pudiera haberse centrado en el carácter de las políticas económicas que se están llevando a cabo desde las distintas instancias de poder. Un secuestro a la ciudadanía de algo que es tan sustancial como el debate sobre la forma de relación con el estado. Y no es casual que quienes gobiernan en el ámbito central y en el autonómico estén llevando a cabo a la vez medidas de naturaleza neoliberal muy duras, apoyándose mutuamente en sendos parlamentos. ¿Cómo es posible que quienes coinciden sin problemas en los aspectos sociales y económicos, se estén lanzando unos dardos tan envenenados en lo que se refiere a su identidad nacional?
CiU es una coalición de dos partidos: Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) y Unió Democratica de Catalunya (UDC). Les separa poco: el primero es el mayoritario; se sitúa dentro de la órbita liberal, frente a la democristiana del segundo; y hace gala de una mayor radicalidad. Han mantenido hasta ahora un equilibrio interno muy estable, coincidiendo en la defensa clara del neoliberalismo y el mantenimiento del modelo de relación con el estado. Son grupos que se insertan en una larga tradición de pactismo con el poder central. A principios del siglo XX destacó la Lliga Regionalista de Cambó y Prat de la Riba, pero también ya en el siglo XVIII y luego en el XIX el pactismo fue la prioridad en la actuación de determinados grupos sociales. La burguesía catalana fue poderosa, por ser dominante en ese territorio y por ser la más desarrollada en el territorio del estado. Una clase astuta, capaz de mantener su primacía aunando la defensa de sus intereses con el regionalismo o el nacionalismo moderado. Y también, según la circunstancia, capaz de aliarse con lo más negro de la esfera central del estado, como ocurrió en 1917 (abandonando la Asamblea de Parlamentarios ante la primera huelga general), 1923 (apoyando el golpe de estado de Primo de Rivera), 1939 (ensalzando la victoria del ejército franquista), 1976 (pactando con el gobierno de Adolfo Suárez) o 1978 (apoyando la Constitución). Y también 1993 (con el pacto de legislatura con el gobierno de Felipe González), 1996 (lo mismo con el de José Mª Aznar)...
¿Pero CiU es Cataluña? Sólo una parte. Importante, aunque desde 1979 la hegemónica, salvo el reciente y confuso periodo de gobierno del tripartito entre PSC, ERC e IC-EUiA, que acabó siendo un bipartito. Es una coalición apoyada por la burguesía, pero también por numerosas personas de los grupos sociales intermedios de las ciudades y del campo que evalúan, en cada caso, el peso de lo identitario y lo social. Hace dos años barrió en las elecciones, acabando con el periodo confuso de los gobiernos del tripartito. La crisis económica, sin embargo, ha puesto al descubierto la realidad de un sistema económico que hace aguas por numerosos sitios. Al ser una coalición de derechas y representar, por ello, los intereses de la burguesía y los sectores que la secundan, las medidas que están tomando generan impopularidad.
El PP se encuentra en una situación parecida. Tiene los mismos rasgos que CiU, claramente coincidentes en lo que expresan socialmente, aunque rivalizando en el contenido de la identidad nacional. Lo español, que es su seña, es muy fácil de entender fuera de Cataluña, pero no tanto dentro. La campaña electoral le ha servido al PP para dos cosas. La primera, más inmediata, arañar el mayor número de votos entre la población que se siente más española y que, dado su origen territorial y social (la inmigración española, sobre todo andaluza, de décadas atrás), tradicionalmente habían votado al PSC. La segunda, distraer a la población de los efectos perversos de su acción de gobierno. En la medida que tenga éxito en las elecciones de hoy, alcanzando en lo posible el segundo puesto -como ya lo tuvo ganando en Galicia-, podrá además rentabilizarlo políticamente.
¿Qué está ocurriendo, pues? ¿Dónde desembocará la confrontación entre CiU y el PP? Los resultados de esta tarde apuntarán el camino. La radicalidad con la que ha actuado Artur Mas estas últimas semanas no se corresponde con lo que espera la burguesía catalana. Romper con su tradicional opción pactista, que tantos réditos le ha dado, parece poco probable. Mostrarse dispuesta a romper con su representación política más usual, como ya hizo en otras ocasiones del pasado, no parece que tampoco sea lo más probable.
Negar el derecho del los pueblos a decidir es antidemocrático y aún más teniendo en cuenta el estado de la opinión pública que hay en Cataluña. Pero mientras el debate se centre fundamentalmente en ese aspecto, serán las derechas (catalanista y españolista) las que se lleven el gato al agua. Me temo que esta tarde el triunfo político lo será de ambas. Es decir, de las burguesías respectivas. Lo que le seguirá, por tanto, es más empobrecimiento, más paro, más recortes, menos derechos sociales... ¿Y en lo político? ¿Acaso está habiendo choque de burguesías?
lunes, 19 de noviembre de 2012
Alto al nuevo ataque israelí contra Gaza
El gobierno israelí ha decidido un nuevo asalto contra la franja de Gaza. La última operación militar de gran calado, conocida como "Plomo fundido", tuvo lugar a finales de 2008 y principios de 2009, que tuvo un coste de 1.400 vidas humanas palestinas, la mayoría, un 82%, civiles. Fue tan criminal, que la Misión de Investigación de las Naciones Unidas concluyó en su informe que había sido dirigida "contra el pueblo de Gaza en su conjunto". No estoy exagerando en lo que digo. En la página de noticias de la BBC del 15 de septiembre de 2009, la BBC News, se informó con claridad sobre ello. Ayer Rebelión publicó un artículo de Nayi Surani, director del Centro Palestino de Derechos Humanos, que resulta altamente interesante, recordándonos lo ocurrido hace cuatro años y la pasividad de la comunidad internacional para hacer cumplir el derecho internacional. También ayer se reprodujo en Sin Permiso un llamamiento suscrito por varios reconocidos lingüistas, entre los que se encuentra Noam Chomski, con el título Los medios de comunicación sobre Gaza: nosotros les acusamos. Y la denuncia no sólo es contra el gobierno israelí y la complicidad del gobierno de EEUU y de los gobiernos occidentales, sino también sobre los grandes medios de comunicación que ocultan, mienten o tergiversan sobre lo que está ocurriendo en Gaza. Son rotundos cuando expresan su indignación "por la cobertura de estos actos reprobables en los principales medios de comunicación" Por ello hacen "un llamamiento a los periodistas de todo el mundo que trabajan para los grandes medios de comunicación a negarse a ser instrumentos de esta política sistemática de encubrimiento". Y acaban su escrito con llamamiento a la ciudadanía para "informarse a través de los medios de comunicación independientes, y dar voz a su conciencia por todos los medios que puedan".
domingo, 18 de noviembre de 2012
El antiguo joven del abrigo pollo pera
Saltábamos a la vista por la manera de vestir y de hacer. Ya se sabe: jersey de lama y cuello alto, pantalones de pana, zapatos de ante y, dependiendo, una trenca o una pelliza de piel al canto.
El muchacho en cuestión, el que da origen a este escrito, ya iba ataviado desde COU o 6º -no lo recuerdo bien- de otra manera, con su abrigo verde de pollo pera. Un atuendo que sorprendía en cierta medida, dado la condición humilde de su estirpe. Su ropa y su peinado hacían juego con el ambiente donde se movía. Era asiduo de los lugares por donde pululaba el pijerío. Ignoro cuánto debía costarle en pesetas mantenerse por esos andurriales del buen vestir y el buen ver, pero tenía que resultarle más caro de lo que se estilaba en los nuestros.
Más locuaz que su inseparable amigo del alma -al que sí le pegaban más esos ambientes- y quienes le solían acompañar, sus puntuales intervenciones en las asambleas que hacíamos en el aula ponían el contrapunto -facha, como decíamos con mala leche- sobre lo que en el rojerío hacíamos gala.
Fue buen estudiante, lo que le permitió acumular el correspondiente cargamento de buenas notas. Coincidimos más en las optativas, donde un joven barbudo como era yo contrastaba en medio de algún cura, varias monjas y unos cuantos derechosos, que eran mayoría abrumadora. Supe ganarme la simpatía de la catedrática, célebre por su condición de religiosa, y hasta me puse por encima del muchacho en cuestión dentro de la clasificación que se fue estableciendo imaginariamente.
En las pocas concesiones de palabra que me hizo, una de ellas la guardo como un tesoro entre anecdótico y entrañable. En cierta ocasión me confesó algo ocurrido años atrás, cuando estudiábamos COU, con motivo de un festival -el de la Canción Azul, en honor a Pablo Neruda- que organizó el instituto. Fue testigo privilegiado, en su condición de miembro del tribunal, del veto al que me sometió el señor director del centro para que no pudiera recibir el primer premio por mi musicalización del poema "Sentado sobre los muertos" de Miguel Hernández.
Ya acabada la carrera, recuerdo el día que defendí mi tesina en el salón de grados de la facultad y a la profesora antes citada apremiándolo para que acabara la suya. Pese a ello, supo sacar buen partido de su expediente, lo que a la postre acabó llevándolo a la cumbre del mundo académico.
Dejé de verlo, pero sé que supo arrimarse a algunos profesores que se estaban orientando por aquellos años a la investigación del movimiento obrero socialista y, casi como si nada, acabó transmutándose en uno de ellos. Eran los años del cambio -ya se sabe, la frase con la que enamoraron a mucha gente los chicos sevillanos y su gente. No hace mucho lo vi por la calle en mi ciudad natal. Sus prendas y su imagen, ya con una barba discreta que cubría su cara, habían dejado de ser las del joven estudiante vestido de pollo pera. Todavía se le puede ver así cuando contemplo las imágenes que nos ofrece la red.
Tras la huelga general del 14N
Hubo huelga general. No sé si ha triunfado o ha sido un fracaso. Todo depende. Ya escribí el otro día sobre quienes no suelen hacerla aduciendo motivos variados ("no vale para nada", "no me lo puedo permitir", "tendría que ser indefinida"...). Hay en el país mucha gente que vota a los partidos de derecha, principalmente al PP, pero también a CiU, PNV... Potencialmente no es gente huelguista, pero seguro que una parte, quizás pequeña, puede haber parado o no la ha hecho por miedo. En general mucha gente no pudo hacer huelga. Quienes no tienen trabajo, que son varios millones, resulta evidente que no la han podido hacer si lo hubiesen deseado. Hay mucha gente que trabaja en la empresa privada y aquí han entrado varias situaciones: el miedo a perder el puesto de trabajo; las amenazas que se han hecho, rotundas (¡el que no venga mañana a trabajar, que se atenga a las consecuencias!"...) o veladas ("vosotros veréis", "la huelga va a arruinar la empresa"...); los servicios mínimos que se han impuesto, siempre en aumento; o la resignación. En las empresas o administraciones públicas donde gobiernan partidos conservadores ha ocurrido algo parecido. Peor lo han tenido quienes tienen contratos precarios o simplemente están trabajando sin ellos. Son los sectores más vulnerables y, por tanto, los que lo han tenido más difícil.
¿Cuánta gente ha ido? Los números varían. Habría que hablar más de sectores y territorios. En el metal, la distribución o los transportes parece que han tenido bastante incidencia. En el sector público ha sido desigual. Desde la asociación Economistas frente a la crisis se ha dado una información interesante, basada en los niveles de consumo eléctrico. Han rechazado la información del gobierno y algunos medios de que el 13% aproximado de descenso en dicho consumo pueda servir de medidor del seguimiento. Para esta asociación ese es el nivel que existe, por ejemplo, durante los domingo y festivos, cuando la actividad económica baja considerablemente. El error, cuando no manipulación, proviene de establecer una relación directa entre bajada de consumo y descenso de la producción. A esto se escapan el consumo doméstico, la iluminación, los equipos informáticos y los electrodomésticos de comercios y servicios, o los equipos de los procesos industriales continuos. En sus cálculos han aportado datos que se sitúan a lo largo dela jornada entorno al 60%, expresados a través de un indicador obtenido mediante un método específico. En cuanto a los territorios, ha llamado la atención que los sindicatos vascos ELA-STV y LAB no la hayan secundado. Sin entrar a valora esa actitud, ha sido un factor que ha incidido negativamente para que en el País Vasco y, en menor medida, Navarra la huelga haya podido tener éxito. No debemos olvidar que esas dos comunidades son de las más combativas en materia sindical y política, y que semanas antes ya habían protagonizada otra huelga general.
Se ha hablado mucho de los piquetes. Existen, claro, porque son inherentes a cualquier huelga. Son, en principio, informativos. Sirven para dar a conocer los motivos y, por qué no, para quienes no pueden hacer la huelga (miedo, amenazas...), que los ven como la posibilidad de hacerla. Quienes se oponen a las huelgas, los sienten, sin embargo, como una amenaza. Desde los medios de comunicación conservadores se los denigra, a los que acusan de las peores de las tropelías. Haber escuchado cualquier emisora de radio y televisión cada día y en cada momento tratando la huelga general y a los piquetes, ha resultado ser la puesta en escena de un guión unívoco y machacón. Han negado que se haya a los centros de trabajo a informar, a la vez que se han arrogado la exclusiva de hacerlo desde sus propios medios, cuando la desinformación ha sido la principal tónica.
Uno de los argumentos que se han repetido hasta la saciedad es el del derecho al trabajo, es decir, a poder estar en el puesto de trabajo. ¿Acaso no lo han ejercido, excepto que haya habido los retrasos que se derivan del conflicto en sí? Una visión del derecho al trabajo que no concuerda con uno de los motivos de la huelga: el escandaloso y creciente número de personas en paro, consecuencia directa de las políticas neoliberales que se están llevando a cabo. El capitalismo nunca ha generado pleno empleo, excepto cuando lo han considerado así sin contar a quienes trabajan eventualmente, a las mujeres que se tienen que quedar en el hogar o la gente que se tiene que ir a la emigración. El derecho al trabajo es, ante todo, disponer de un empleo digno para poder vivir. Lo otro son maneras de encubrir necedades, si no falacias.
Se ha dicho también que ha sido una huelga política. ¿Y cuál no la es? En este caso está inscrita dentro de la oposición a unas medidas políticas del gobierno del PP, como anteriormente ocurrió con el del PSOE, que atentan contra los derechos de las personas y que en ningún momento están arreglando la situación, sino todo lo contrario.
Y entre esta gente que nos gobierna y les apoya está aumentando quienes empiezan a plantearse el derecho a la huelga. Esperanza Aguirre lo ha dicho claramente el otro día y no ha sido la primera ni la única. La huelga es el instrumento más genuino de la clase obrera. Lo que le ha permitido avanzar en su mejora de las condiciones de trabajo y vida. Lo que le dio la robustez colectiva suficiente para poder enfrentarse a enemigos muy poderosos. Quizás la forma de solidaridad suprema, porque aúna las fuerzas mediante un esfuerzo que encierra anhelos de dignidad. Por su eficacia ha sido imitada por otros grupos sociales. A veces con fines también de dignidad o de solidaridad. En otras, con fines particulares, como ocurre con los grupos que actúan corporativamente. Negar el derecho de huelga es atentar contra una de las conquistas sociales, que es parte del patrimonio colectivo de la humanidad.
Se intenta acabar con un derecho, como se viene haciendo con otro, el de manifestación, en este caso limitando su ejercicio. Y las manifestaciones fueron el otro componente de la jornada de huelga. Desarrolladas por numerosas ciudades y pueblos, y alcanzando cantidades nada despreciables. Cientos de miles de personas, posiblemente superando el millón, han salido a la calle. Madrid y Barcelona han sido escenario de las más numerosas, pero en otras ciudades las previsiones han sido superadas con la afluencia de miles y, a veces, decenas de miles de personas.
La muy conocida frase "ladran, luego cabalgamos, querido Sancho" (por cierto, atribuida erróneamente a Cervantes en su Quijote) me sirve para concluir estas reflexiones. No he pretendido mostrarme triunfalista acerca de los resultados de la huelga general ni optimista sobre las posibilidades de que las cosas cambien rápidamente. Todo está por decidir, pese a la regresión que estamos sufriendo. Aunque no sea bastante, satisface que sigamos resistiéndonos, que es una forma de decir que existimos. Lo que no es poco.
¿Cuánta gente ha ido? Los números varían. Habría que hablar más de sectores y territorios. En el metal, la distribución o los transportes parece que han tenido bastante incidencia. En el sector público ha sido desigual. Desde la asociación Economistas frente a la crisis se ha dado una información interesante, basada en los niveles de consumo eléctrico. Han rechazado la información del gobierno y algunos medios de que el 13% aproximado de descenso en dicho consumo pueda servir de medidor del seguimiento. Para esta asociación ese es el nivel que existe, por ejemplo, durante los domingo y festivos, cuando la actividad económica baja considerablemente. El error, cuando no manipulación, proviene de establecer una relación directa entre bajada de consumo y descenso de la producción. A esto se escapan el consumo doméstico, la iluminación, los equipos informáticos y los electrodomésticos de comercios y servicios, o los equipos de los procesos industriales continuos. En sus cálculos han aportado datos que se sitúan a lo largo dela jornada entorno al 60%, expresados a través de un indicador obtenido mediante un método específico. En cuanto a los territorios, ha llamado la atención que los sindicatos vascos ELA-STV y LAB no la hayan secundado. Sin entrar a valora esa actitud, ha sido un factor que ha incidido negativamente para que en el País Vasco y, en menor medida, Navarra la huelga haya podido tener éxito. No debemos olvidar que esas dos comunidades son de las más combativas en materia sindical y política, y que semanas antes ya habían protagonizada otra huelga general.
Se ha hablado mucho de los piquetes. Existen, claro, porque son inherentes a cualquier huelga. Son, en principio, informativos. Sirven para dar a conocer los motivos y, por qué no, para quienes no pueden hacer la huelga (miedo, amenazas...), que los ven como la posibilidad de hacerla. Quienes se oponen a las huelgas, los sienten, sin embargo, como una amenaza. Desde los medios de comunicación conservadores se los denigra, a los que acusan de las peores de las tropelías. Haber escuchado cualquier emisora de radio y televisión cada día y en cada momento tratando la huelga general y a los piquetes, ha resultado ser la puesta en escena de un guión unívoco y machacón. Han negado que se haya a los centros de trabajo a informar, a la vez que se han arrogado la exclusiva de hacerlo desde sus propios medios, cuando la desinformación ha sido la principal tónica.
Uno de los argumentos que se han repetido hasta la saciedad es el del derecho al trabajo, es decir, a poder estar en el puesto de trabajo. ¿Acaso no lo han ejercido, excepto que haya habido los retrasos que se derivan del conflicto en sí? Una visión del derecho al trabajo que no concuerda con uno de los motivos de la huelga: el escandaloso y creciente número de personas en paro, consecuencia directa de las políticas neoliberales que se están llevando a cabo. El capitalismo nunca ha generado pleno empleo, excepto cuando lo han considerado así sin contar a quienes trabajan eventualmente, a las mujeres que se tienen que quedar en el hogar o la gente que se tiene que ir a la emigración. El derecho al trabajo es, ante todo, disponer de un empleo digno para poder vivir. Lo otro son maneras de encubrir necedades, si no falacias.
Se ha dicho también que ha sido una huelga política. ¿Y cuál no la es? En este caso está inscrita dentro de la oposición a unas medidas políticas del gobierno del PP, como anteriormente ocurrió con el del PSOE, que atentan contra los derechos de las personas y que en ningún momento están arreglando la situación, sino todo lo contrario.
Y entre esta gente que nos gobierna y les apoya está aumentando quienes empiezan a plantearse el derecho a la huelga. Esperanza Aguirre lo ha dicho claramente el otro día y no ha sido la primera ni la única. La huelga es el instrumento más genuino de la clase obrera. Lo que le ha permitido avanzar en su mejora de las condiciones de trabajo y vida. Lo que le dio la robustez colectiva suficiente para poder enfrentarse a enemigos muy poderosos. Quizás la forma de solidaridad suprema, porque aúna las fuerzas mediante un esfuerzo que encierra anhelos de dignidad. Por su eficacia ha sido imitada por otros grupos sociales. A veces con fines también de dignidad o de solidaridad. En otras, con fines particulares, como ocurre con los grupos que actúan corporativamente. Negar el derecho de huelga es atentar contra una de las conquistas sociales, que es parte del patrimonio colectivo de la humanidad.
Se intenta acabar con un derecho, como se viene haciendo con otro, el de manifestación, en este caso limitando su ejercicio. Y las manifestaciones fueron el otro componente de la jornada de huelga. Desarrolladas por numerosas ciudades y pueblos, y alcanzando cantidades nada despreciables. Cientos de miles de personas, posiblemente superando el millón, han salido a la calle. Madrid y Barcelona han sido escenario de las más numerosas, pero en otras ciudades las previsiones han sido superadas con la afluencia de miles y, a veces, decenas de miles de personas.
La muy conocida frase "ladran, luego cabalgamos, querido Sancho" (por cierto, atribuida erróneamente a Cervantes en su Quijote) me sirve para concluir estas reflexiones. No he pretendido mostrarme triunfalista acerca de los resultados de la huelga general ni optimista sobre las posibilidades de que las cosas cambien rápidamente. Todo está por decidir, pese a la regresión que estamos sufriendo. Aunque no sea bastante, satisface que sigamos resistiéndonos, que es una forma de decir que existimos. Lo que no es poco.
jueves, 15 de noviembre de 2012
Luchas, experiencias y conquistas sociales en Edward P. Thompson
He leído sobre la aparición de una nueva edición de la obra La formación de la clase obrera en Gran Bretaña. Escrita por el historiador británico Edward P. Thompson, fue publicada en Gran Bretaña en 1963, si bien hubieron de pasar bastantes años, 1977 concretamente, para que la editorial Labor la editase por primera vez en España. Ahora la iniciativa ha partido de la editorial Capitán Swing, contando con un prólogo del filósofo catalán Antoni Doménech. Resulta curioso que el nombre de esta última coincida con el título de una obra de Eric Hobsbawm, escrita en 1969 en colaboración con George Rudé, historiador de origen noruego, aunque de formación británica.
Ignoro cuál ha sido la razón de la reedición de The making, como se la mencionaba con frecuencia para abreviar, pero intuyo que tiene que ver con el contexto social y político que estamos viviendo. Thompson pertenece a la más que sui generis escuela historiográfica de marxistas británicos, que hizo de los estudios de las clases populares el centro principal de su atención. La conocida como "historia de abajo-arriba" o "historia desde abajo" es una corriente de larga trayectoria en ese país, que adquirió su máxima dimensión con la generación de los Dobb (algo mayor), Hobsbawm, Hill, Hilton o el propio Thompson. Como expuso en su día Harvey J. Kaye (Los historiadores marxistas británicos, Zaragoza, 1989: 202 y ss.), la concepción que tenían de la historia partía de una ampliación de la experiencia de clase, sin perder de vista su dimensión política, a modo, pues, de las dos caras de la misma moneda. Estos historiadores pusieron de manifiesto el papel activo y consciente que jugaron las clases populares en cada una de las luchas en que se vieron involucradas, dentro de contextos de luchas de clases explícitas. Sus experiencias de clase se fueron manifestando en ideas, valores, costumbres, formas de organización y prácticas económicas propias. La clase, de esta manera, lo era en tanto inserta en una formación social y cultural, y alejada de cualquier idea abstracta.
La influencia que tuvo la escuela marxista británica en el contexto de Guerra Fría donde se desarrolló fue importante, aunque lo fue en mayor medida en el mundo anglosajón. Durante esos años los intentos de renovación historiográfica en España se vieron más influidos por las escuelas francesas de Annales y la marxista de carácter estructuralista, lo que explica que se retardara en el tiempo el conocimiento de la corriente británica y su influencia fuera más limitada. Mi primer acercamiento a la obra de Thompson lo hice a través del libro Tradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios de la sociedad preindustrial (Barcelona, 1979), una colección de artículos sobre los antecedentes de la clase obrera británica, centrados en el siglo XVIII, en el que también aparece una interesante entrevista suya.
Thompson fue el historiador de la clase obrera por antonomasia. Y su obra paradigmática, The making, da fe de ello en un grado muy alto. Rompió con la concepción determinista sobre la clase obrera que estaba anclada en importantes ámbitos políticos y de investigación. Una visión simplista que hacía de las luchas obreras un mero reflejo del devenir de las sociedades. Una visión reduccionista de las aportaciones que Marx había hecho en el siglo XIX acerca del proceso social en el contexto de aparición y desarrollo del capitalismo, y con ello de una clase que, como se decía frecuentemente, estaba abocada a ser la liberadora de la humanidad. Desde esa perspectiva deformadora se establecía el automatismo de la adquisición de la conciencia de clase, sin tener en cuenta las condiciones sociales y políticas en toda su dimensión. El propio Thompson se manifestó de esta manera en una entrevista en 1976: "Yo polemizaba contra esa noción para mostrar que existía un conciencia plebeya reflejada en nuevas experiencias de existencia social, las cuales eran manipuladas en modos culturales por la gente, dando así origen a una conciencia transformada" (Tradición, revuelta y consciencia de clase: 295).
Desde esta perspectiva de poner el acento en el protagonismo y experiencia de los grupos populares, en lo que concierne a la clase obrera su formación en el sentido pleno que le dio Marx -es decir, el de la clase para sí- no coincidió con el de la aparición de la mano de obra que fue concentrándose en las fábricas para trabajar a cambio de un salario. Su conformación como clase recogió experiencias colectivas económicas, políticas y culturales de otros grupos populares heredadas como tradiciones y reinterpretadas en su propio contexto para dar lugar a nuevas formas. Las relaciones sociales se convierten para Thompson, pues, en relaciones de dominación y subordinación, a la vez que de resistencia y confrontación, por un lado, y de cooperación y solidaridad, por otro.
En el tiempo en que vivimos, sufriendo lo que puede ser el último asalto a unas conquistas conseguidas desde décadas, cuando no de siglos, no está de más prestar atención al mensaje que se desprende de la obra de Thompson. Si la clase obrera forjó en su lucha una forma de entender el mundo, desde la que se fueron consiguiendo conquistas sociales y políticas de gran trascendencia y extendidas a otros grupos sociales en numerosos países, hoy corremos el riesgo de perder dichas conquistas. El asalto iniciado en los años ochenta en EEUU y Gran Bretaña, con Reagan y Thatcher al frente, se ha ido extendiendo entre explícita y sibilinamente por otros países. El neoliberalismo se ha instalando en el mundo como la nueva forma de dominación del capitalismo. La crisis económica iniciada en 2008 está posibilitando que se produzca lo que puede ser el último asalto. Durante las tres últimas décadas se está haciendo un esfuerzo desde los círculos del poder para enterrar la conciencia del pasado que atañe a las experiencias colectivas de dignificación y liberación humanas. Olvidar esa cuestión nos condena aún más a la sumisión y la miseria a añadir de mucha más gente, si no a una mayor ignominia.
Ignoro cuál ha sido la razón de la reedición de The making, como se la mencionaba con frecuencia para abreviar, pero intuyo que tiene que ver con el contexto social y político que estamos viviendo. Thompson pertenece a la más que sui generis escuela historiográfica de marxistas británicos, que hizo de los estudios de las clases populares el centro principal de su atención. La conocida como "historia de abajo-arriba" o "historia desde abajo" es una corriente de larga trayectoria en ese país, que adquirió su máxima dimensión con la generación de los Dobb (algo mayor), Hobsbawm, Hill, Hilton o el propio Thompson. Como expuso en su día Harvey J. Kaye (Los historiadores marxistas británicos, Zaragoza, 1989: 202 y ss.), la concepción que tenían de la historia partía de una ampliación de la experiencia de clase, sin perder de vista su dimensión política, a modo, pues, de las dos caras de la misma moneda. Estos historiadores pusieron de manifiesto el papel activo y consciente que jugaron las clases populares en cada una de las luchas en que se vieron involucradas, dentro de contextos de luchas de clases explícitas. Sus experiencias de clase se fueron manifestando en ideas, valores, costumbres, formas de organización y prácticas económicas propias. La clase, de esta manera, lo era en tanto inserta en una formación social y cultural, y alejada de cualquier idea abstracta.
La influencia que tuvo la escuela marxista británica en el contexto de Guerra Fría donde se desarrolló fue importante, aunque lo fue en mayor medida en el mundo anglosajón. Durante esos años los intentos de renovación historiográfica en España se vieron más influidos por las escuelas francesas de Annales y la marxista de carácter estructuralista, lo que explica que se retardara en el tiempo el conocimiento de la corriente británica y su influencia fuera más limitada. Mi primer acercamiento a la obra de Thompson lo hice a través del libro Tradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios de la sociedad preindustrial (Barcelona, 1979), una colección de artículos sobre los antecedentes de la clase obrera británica, centrados en el siglo XVIII, en el que también aparece una interesante entrevista suya.
Thompson fue el historiador de la clase obrera por antonomasia. Y su obra paradigmática, The making, da fe de ello en un grado muy alto. Rompió con la concepción determinista sobre la clase obrera que estaba anclada en importantes ámbitos políticos y de investigación. Una visión simplista que hacía de las luchas obreras un mero reflejo del devenir de las sociedades. Una visión reduccionista de las aportaciones que Marx había hecho en el siglo XIX acerca del proceso social en el contexto de aparición y desarrollo del capitalismo, y con ello de una clase que, como se decía frecuentemente, estaba abocada a ser la liberadora de la humanidad. Desde esa perspectiva deformadora se establecía el automatismo de la adquisición de la conciencia de clase, sin tener en cuenta las condiciones sociales y políticas en toda su dimensión. El propio Thompson se manifestó de esta manera en una entrevista en 1976: "Yo polemizaba contra esa noción para mostrar que existía un conciencia plebeya reflejada en nuevas experiencias de existencia social, las cuales eran manipuladas en modos culturales por la gente, dando así origen a una conciencia transformada" (Tradición, revuelta y consciencia de clase: 295).
Desde esta perspectiva de poner el acento en el protagonismo y experiencia de los grupos populares, en lo que concierne a la clase obrera su formación en el sentido pleno que le dio Marx -es decir, el de la clase para sí- no coincidió con el de la aparición de la mano de obra que fue concentrándose en las fábricas para trabajar a cambio de un salario. Su conformación como clase recogió experiencias colectivas económicas, políticas y culturales de otros grupos populares heredadas como tradiciones y reinterpretadas en su propio contexto para dar lugar a nuevas formas. Las relaciones sociales se convierten para Thompson, pues, en relaciones de dominación y subordinación, a la vez que de resistencia y confrontación, por un lado, y de cooperación y solidaridad, por otro.
En el tiempo en que vivimos, sufriendo lo que puede ser el último asalto a unas conquistas conseguidas desde décadas, cuando no de siglos, no está de más prestar atención al mensaje que se desprende de la obra de Thompson. Si la clase obrera forjó en su lucha una forma de entender el mundo, desde la que se fueron consiguiendo conquistas sociales y políticas de gran trascendencia y extendidas a otros grupos sociales en numerosos países, hoy corremos el riesgo de perder dichas conquistas. El asalto iniciado en los años ochenta en EEUU y Gran Bretaña, con Reagan y Thatcher al frente, se ha ido extendiendo entre explícita y sibilinamente por otros países. El neoliberalismo se ha instalando en el mundo como la nueva forma de dominación del capitalismo. La crisis económica iniciada en 2008 está posibilitando que se produzca lo que puede ser el último asalto. Durante las tres últimas décadas se está haciendo un esfuerzo desde los círculos del poder para enterrar la conciencia del pasado que atañe a las experiencias colectivas de dignificación y liberación humanas. Olvidar esa cuestión nos condena aún más a la sumisión y la miseria a añadir de mucha más gente, si no a una mayor ignominia.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
La Alpujarra en otoño
Al Busherat (tierra de pastos), Abuxarra (tierra de indomables), Albuxarrat (sierra blanca), Alp Sarrat (sierra alta)... Términos árabes, en su mayoría, y alguno hasta prerromano, sin que sepamos realmente cuál es su significado primigenio, aunque parezca que todos tienen sentido. En todo caso se trata de un territorio montañoso, de fuertes pendientes y escalón meridional anterior a las elevadas cumbres de Sierra Nevada, donde el Veleta y el Mulhacén apenas asoman para dejarse ver. Alimento de ríos como el más caudaloso Guafalfeo y el Andarax, y de afluentes como el Poqueira y el Trevélez. Un espacio donde se puede contemplar simultánea y sucesivamente, sin cesar, el cielo azul y encapotado, las nubes que te coronan, las que ascienden a bocanadas o las que dejas a tus pies.
La Alpujarra es un lugar donde se funden, en un sincretismo varias veces milenario, la naturaleza agreste y el esfuerzo humano por adaptarse. Sobre la roca pizarrosa grisácea se asienta una alfombra verde de árboles, arbustos y hierbas que hacia las cumbres se torna en el blanco de las nieves perpetuas. El agua constituye la fuente de la vida, fluyendo por doquier entre valles y barrancos, a veces amansada en las acequias que surten las huertas, los prados y las viviendas. Naturaleza en estado puro y creación humana en formas singulares. Bancales, parvas de aventeo, prados, albercas y acequias, donde se asientan castaños, viñas, almendros, naranjos, nogales, huertas legumbres y cereales, por donde pululan cabras, vacas, cerdos, caballos, perros, gatos y hasta abejas. Casas cúbicas entrelazadas y escalonadas a la vez, con sus balcones, tinaos y cubiertas grises de launa, y coronadas por chimeneas. Casas encaladas y salpicadas de colores que tiznan con sus flores buganvillas, geranios, hortensias o margaritas, las jarapas que recubren puertas y ventanas, y hasta los pimientos rojos que se secan al sol.
Fue escenario de la última revuelta morisca, ocurrida entre 1568 y 1569, que tuvo en Válor su capital efímera y en Aben Umeya su líder. La revuelta de unas gentes que en su mezcla de lo más primitivo y lo bereber habían formado lo mozárabe, lo mudéjar y lo morisco, para dar paso tras su derrota a otras nuevas que, procedentes del norte, volvieron a ser atrapadas en ese micromundo. Desde hace algunas décadas han ido llegando otras, esta vez buscado un lugar donde sentir que el paso del tiempo pueda tornarse más lento. Fue Gerald Brenan su pionero. Su obra Al sur de Granada abrió al mundo ese escenario a través de una prosa magistral.
Es otoño una estación bella. En la Alpujarra adquiere un encanto propio. Lo pude sentir hace unos días en la luz, la lluvia, los olores, los colores y hasta en el mar de nubes que se posaba como una alfombra bajo nuestros pies.
domingo, 11 de noviembre de 2012
A quienes no van a ir a la huelga el 14N
Hablaba el otro día con una compañera de trabajo sobre la huelga general convocada para el próximo miércoles. Se mostraba, como en otras ocasiones, entre enfadada y extrañada por la actitud pasiva de la mayoría. Ese comportamiento es algo que se viene detectando en mayor grado en las últimas convocatorias de huelga, que desde 2010 han sido, si no recuerdo mal, tres generales y una del funcionariado. Los argumentos que suelen darse para no secundarlas son diversos, a la vez que contradictorios, cuando no, si se quiere, peregrinos: "no vale para nada", "no me puedo permitir perder un día de sueldo", "estoy pagando una hipoteca", "es un mamoneo de los sindicatos", "tendría que ser indefinida"... Como entre quienes nos ponemos siempre en huelga resulta fácil que estemos de acuerdo, le planteé a mi compañera, entre medio en broma y medio en serio, un nuevo argumento que dar a quienes hacen de la pasividad su comportamiento habitual en momentos de tensión social. Helo aquí: ¿quién está perdiendo más dinero en términos relativos, quien va a la huelga o quien no va? Teniendo en cuenta que el resultado de las medidas que los gobiernos están tomando nos están afectando a los ingresos económicos (sueldo, pagas, impuestos, precios...) y las prestaciones sociales -que en el caso del funcionariado puede cuantificarse con la pérdida del poder adquisitivo en torno a un tercio con respecto a hace dos años-, ¿qué supone haber perdido el sueldo de cuatro -míseras- jornadas de trabajo?
viernes, 9 de noviembre de 2012
El nacionalcatolicismo de nuestro tiempo
Ana Botella ha pedido hoy a la Virgen de la Almudena que ayude a las familias de las víctimas del Madrid Arena. Hace unas semanas Fátima Báñez pidió a la Virgen del Rocío ayuda para acabar con el paro. En septiembre el gobierno condecoró a la Virgen del Pilar con la medalla de Mérito de la Guardia Civil. También en ese mes Mª Dolores de Cospedal se hizo la foto, mantilla por montera, con la Virgen de la Antigua. Más allá del Atlántico, en EEUU, un telepredicador dijo tras elecciones presidenciales del martes pasado que la victoria de Obama se debió a que no se había rezado lo suficiente. Durante la campaña los candidatos, sobre todo republicanos, no dejaron de mentar a Dios, incluso para justificar las violaciones. Como puede verse, Dios -el trino- y la Virgen -en numerosas imágenes- están por todas partes. Es el nacionalcatolicismo de nuestro tiempo. En EEUU, su versión adaptada, que podría llamarse nacionalcristianismo. Como en otras partes con otras religiones. Integrismo, vamos.
Desahucios
Dicen que hay unos 500 por día. Como si fueran diez, cien, mil o diez mil. Es lo mismo. Son muchos, es cierto, pero no es un problema de cantidad. Es la constatación de la maldad de un sistema. Es también la perversión de una Constitución tan dogmatizada. De su artículo 47, dentro de los derechos fundamentales, donde reza como "disfrute de una vivienda digna y adecuada". Un derecho dejado en esencia en manos de la iniciativa privada. Las administraciones públicas, y en ellas los ayuntamientos, lo han convertido en las migajas de la especulación urbanística. Pocos lo han priorizado en sus planes de desarrollo urbanístico. La mayoría lo han dejado en manos de bancos, inmobiliarias y constructoras. Ése ha sido el modelo seguido y el que ha generado la burbuja correspondiente. Ha sido la plasmación en nuestro país del modelo de capitalismo financiero llegado a sus últimas consecuencias. La avaricia en estado supremo. Y con ella, como el otro reverso de la moneda, sus víctimas. Quienes están perdiendo su casa. Su derecho. Su fundamento.
Un sueño de futuro
(30-11-1983)
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Obama o el dilema triste
Ha ganado otra vez Barak Obama. Lo ha hecho esta vez frente al candidato republicano Mitt Rommey por un estrecho margen de sufragios, aunque en votos electorales la diferencia haya sido mayor -cosas del sistema electoral estadounidense. Pese a haber incumplido la mayor parte de su programa electoral de 2008. Hace cuatro años ganó con eso del we cam y mucha gente se creyó que era posible un cambio profundo en su país. Por eso aumentó la participación en las comunidades afroamericana e hispana, que mayoritariamente optaron por Obama. EEUU es el país más rico del mundo y donde hay también más gente rica. Pero el reparto de esa riqueza es tremendamente injusto. No sé cuánta gente pobre hay, pero se cuenta por millones. Unos cincuenta son las personas que se dice que no tienen cobertura médica. Indicadores de bienestar como la esperanza de vida o la mortalidad infantil están por debajo de la que hay en los países europeo-occidentales. Un país pobre como es Cuba los tiene en su mismo nivel. El intento de Obama por sacar adelante una ley para crear una sanidad universal volvió a fracasar, como ya ocurrió en los años noventa con Bill Clinton. Los lobbys de las corporaciones de seguros y las farmacéuticas tienen demasiado poder e intereses. La mayor parte de quienes tienen un escaño en cualquiera de las dos cámaras legislativas depende de la financiación de las grandes empresas. Es una democracia secuestrada, si es que realmente lo es. Estoy seguro que mucha gente que ha votado a Obama ayer lo ha hecho para que no ganara Rommey. Es la expresión de lo más claro del neoliberalismo, del imperialismo, del racismo... Aun cuando sea a su vez la cara más amable de su partido. Ha querido dar una imagen lejana del tea party, pero su segundo era de esa corriente y en lo económico, de lo más extremo. EEUU es el corazón del modelo creado en los ochenta durante la presidencia de Ronald Reagan. El neoliberalismo y el imperialismo puros y duros, dentro, entonces, del contexto de guerra fría. Un modelo que, por lo que estamos viendo, Obama no va a cambiar. Mucha gente, sin embargo, ha optado por él para que no les vaya peor. Triste dilema.
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