Hoy, 21 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Poesía. Y apara la ocasión he optado por recuperar la poesía hecha por mujeres. Mujeres de otro tiempo y más concretamente aquellas que escribieron durante el primer tercio del siglo XX, hasta 1939, cuando se puso fin a la Guerra Civil española. Se trata de mujeres, colectivamente, excepcionales, más allá de los méritos de cada una o de la mayor o menor profusión que dedicaron a hacer poemas. Mujeres de varias generaciones poéticas -la del 27, la de 1930, la de la guerra...-, si es que se las puede encasillar en ellas, dado que en la mayor parte de los casos fueron marginadas, si no ninguneadas, por quienes valoraban y decidían -varones, por supuesto- si llegaban a la altura literaria debida.
Mujeres que en algunos casos ya escribieron en los años 20, entre los momentos previos a la dictadura primorriverista y su plenitud, y que con su audacia se atrevieron a romper moldes. Literarios y de costumbres. Por ejemplo, "las Sinsombrero", entre las que también estuvieron mujeres del mundo del arte y contaron con la complicidad de algunos varones (Lorca, Dalí...).
Mujeres, claro, que aprovecharon el aire fresco que trajo la Segunda República, a cuyo rebufo se lanzaron, como nunca había ocurrido, a la aventura de las palabras y, a la vez, dejaron sus sombreros, dinamizaron sus peinados, se pusieron pantalones, llenaron sus ropas de colores... La guerra trajo un tiempo de turbulencias que no impidió -e incluso en algunas de ellas las impulsó más- que siguieran en la senda iniciada.
En sus versos hay de todo. En el estilo y en los temas. De éstos, el amor, el amor lésbico, los desengaños, los recuerdos, la naturaleza, la guerra... y hasta el reproche a esos "mis amigos de entonces, aquellos que leíais mis versos".
Otra cosa fue lo que vino después, en forma y fondo, de represión, dictadura y exilios. En plural, sí. La mayoría sufrió el exilio exterior, porque hubieron de refugiarse en otros países, sobre todo de allende el océano. Allí hicieron lo que pudieron, algunas regresaron con el paso de los años, y algunas también alcanzaron la cima de su madurez intelectual. Hubo otras que sufrieron el exilio interior, donde, como pudieron y cuando pudieron, siguieron escribiendo a la sombra de ese fascismo que estuvo acompañado de oscurantismo cultural y llevó a las mujeres a los ámbitos de los que habían intentado salir años atrás. Pero esto último pertenece a otro momento.
Presento ahora 20 poemas de otras tantas poetas. Sólo de una, Concha Zardoya, he incluido un texto posterior, de 1947, por no haber podido encontrar algún poema publicado durante la guerra. De otras, sin embargo, no he encontrado siquiera ninguno de sus poemas. Por ejemplo, de Ruth Velázquez. Por suerte, también fue pintora e ilustradora, y para compensarlo he encabezado esta entrada con la fotografía de uno de sus libros, cuya portada fue hecha por ella misma.
Los poemas de todas estas mujeres han construido -creo- para este día un bonito monumento a base de sus versos.
Te
regalo mis días…
Te regalo mis días
y mis noches,
azul viento,
viento azul.
Que así te quiero
con ese esmalte
de ojos, ese bogar
marinero y esas
ráfagas, antojos
de destrozar mi velero.
(María Dolores Arana, 1910-1999).
Pájaros
perdidos de verano vienen a mi ventana
Madre, ¿los ves?
ahí están los pájaros en mi ventana cantando a mi perdida
juventud.
Nací el 31 de agosto de 1887 cerca del mar. De esa infancia solo
queda hoy un recuerdo:
los pájaros amarillos golpeando la luz
la luz de un verano en el mar.
Madre, ¿no los ves?
son lo único que me salva estos días mientras mi encierro comienza
mira a las muchachas caminando por las aceras
¿y los niños?
¿y nosotras?
Frente a mí hay un espejo que ni siquiera miro.
¿Por qué se fijó en mí, madre?
Me gustan los árboles porque crecen sujetos a la tierra pero
despliegan sus raíces por el mundo
son como los pájaros de mi ventana,
están ahí porque quieren arrancarme este dolor.
Hoy me desperté llorando, madre
¿no es el horizonte lo que tiembla?
Golpes, madre
es el futuro que no veré quien golpea en mi ventana.
¿Puedo hablar de amor? Cuando escribí mi primer poema acababa de
nacer
tenía ocho años siete años seis
estaba al borde de la cama con las hojas grises sobre mis rodillas
¿adónde van los sueños, madre?
Una vez escribí que tenía miedo de la muerte miedo al fin que te
sobreviene como una gran ola que lo cubre todo
por eso este silencio, madre
y mi propia vida atravesada por la suya.
Solas, estamos solas
hasta que nuestro vientre sangre.
(Zenobia Camprubí, 1887-1956).
La
sílice es una afirmación...
La sílice es una afirmación con un círculo duplicado. Tierra y
Dios: mi barro y mi atmósfera.
La química lo afirma; pero se engaña. No existe la saturación.
Hidrocarburos que dais la vida: Sabed que se puede morir aunque
sigáis reaccionando; porque no tenéis risa ni aliento, ni mirada ni voz. Sólo
cadenas.
Balanza, urna de sensibilidad: Eres el crucifijo de la mirada.
La sonoridad de las ebulliciones y de los alambiques es como un
viento sin mar y sin molinos.
¡Ansia de la transmutación! Para conseguirte, cada vez más
pequeña, más minúscula, más átomo
(María Cegarra Salcedo,
1899-1993).
A la
orilla de un pozo (II)
A Rafael Alberti
Cuando la mar esté bajo tu almohada
¡Alegría de turbas infantiles!
¡Triunfo de los egregios, varoniles
pámpanos que estremece la alborada!
Frutos dará la náyade dorada
que llamea en los ínclitos candiles
y en sus perlas de amor claros abriles
hervirán al compás de tu mirada.
¡Qué ventura te aguarda en el impacto
si alcanzar logras la divina orquesta!
Tu frente surtirá con el contacto
de la escondida nuez templada y presta
que a trompa airada vibrará en el acto.
¡La vida es gracia y el reír no cuesta!
(Rosa Chacel,
1898-1994).
Ahora
Goce íntimo y quedo en que el alma se admira
de su propia belleza:
minuto de egoísmo eterno como el mundo,
divina complacencia
de todo lo creado
al contemplarse mudo
en la múltiple esfera del corazón humano.
Delirante alegría
de palpar la consciencia que hace cierta la vida.
¡Silencioso placer de escucharse sin miedo
y arrancar a la nada nuestros propios secretos,
mientras huye la tierra, bulliciosa y maldita!
(Ernestina de Champourcín,
1905-1999).
XXVIII
Costado a costado, boca a boca, cuerpo a cuerpo, el Tiempo y yo
esta noche nupcial de inauguración del invierno.
Guerra. Me aprieta la sangre sus collares de venas. Guerra. Suben
por mi cuerpo los pasos que dejé de andar voluntariamente. Guerra. Aprieto mis
manos contra mis piernas tensas, duras y morenas. Guerra. ¡Guerra con barro, sangre,
plumas de ángeles y de palomas, mantos de Mediterráneo y aleluyas de cielos
dispares!
Mano a mano, nosotros, Tiempo amante, llevamos la órbita de la Guerra.
(Carmen Conde, 1907-1996).
¡Soy…
lo que no soy!
Soy pobre falena con el ala rota,
que inestable y feble, por el aire flota.
Caña sin azúcar, colmena sin miel;
soy de jugo amargo, de exprimida hiel.
Zarzal espinoso que no tiene flores,
nido del que huyeron greguescos cantores.
Soy árbol sin savia, que no cría fruta
invernada triste, que todo lo enluta.
Campana sin voz, arpa sin cordaje,
surtidor sin linfa, mar sin oleaje.
Amustiada rosa que perdió fragancia,
candela apagada de fúnebre estancia.
¡Soy lo que no soy!
porque soy incierta,
soy arcilla viva con el alma muerta.
(Maruja Falena/María Ferrer,
1905-197¿?).
No
moriré mientras tú vivas…
No moriré mientras tú vivas.
Desesperadamente
mis raíces se alargan.
Eres agua y te busco.
Me revuelco como un pez en la tierra
cuando tú pasas.
(Margarita Ferreras,
1900-¿1964?).
Muerto
al nacer
No aurora fue. Ni llanto. Ni un instante
bebió la luz. Sus ojos no tuvieron
color. Ni yo miré su boca tierna...
Ahora, ¿sabéis?, lo siento.
Debisteis dármelo. Yo hubiera debido
tenerle un breve tiempo entre mis brazos
pues sólo para mí fue cierto, vivo...
¡Cuántas veces me habló, desde la entraña,
bulléndome gozoso entre los flancos!...
(Ángela Figuera Aymerich,
1902-1984).
Soy
como esa isla ignorada…
Soy como esa isla ignorada
que late acunada
por árboles jugosos
-en el centro de un mar que no me
entiende,
rodeada de nada, sola sólo-.
(Gloria Fuertes, 1917-1998).
De muchas cosas he de hablaros...
De muchas cosas he de hablaros.
Quiero decirlas a tapadas en estas hojas que nadie leerá.
He salvado apenas unas cenizas alegres, vivido una lección. Estoy en
ese punto doloroso que es como un gemido que avergüenza y que mis maestros de
moral llamaban arrepentimiento.
Llevo los ojos cargados de verdades, que no me pertenecen.
No sé cómo hacerlas salir.
(María Teresa León, 1903-1988).
A Elisabeth
Mulder
Mujer-esfinge,
misteriosa, enigmática, compleja.
Abismo de inquietud, sima profunda.
Captadora de estrellas
y de humanos dolores;
poeta
de la luz y la sombra,
fe la nube y la tierra.
Supremamente erguida en el dolor.
Fuerte y serena,
contra todos los vientos
y mareas.
Ferviente apasionada
de la Idea.
Iluminada creadora
De Belleza.
Alma noble y limpia,
Que todo lo mezquino y lo bajo desdeña.
Corazón apasionado y bondadoso,
espíritu alerta,
en la clara aurora de los sueños,
y en la noche negra de las penas.
Mujer-enigma de pupilas verdes,
altiva, torturada, sensitiva y bella.
Inexpugnable en la cima de tu vida
cernida de tormentas.
¡Qué mano audaz sosegará el tropel,
de tus horas fantásticas e inquietas!
¡Y qué agua prodigiosa hará el milagro
de colmarte la boca de sedienta!
(Anna María Martínez Sagi,
1907-2000).
Ancho
es el mar…
Ancho es el mar; él ha de separamos;
quedarán nuestras almas enlazadas.
Como un último retrato, en nuestros ojos
impresas lucirán nuestras miradas.
El barco en que he de ir está en el puerto;
a éste seguirá otro en que tú vayas.
Te esperarán mis brazos, no sé en dónde...
tal vez en algún puerto... en una playa..!
(Concha Méndez,
1898-1986).
Fondo
…Y bendita tú seas.
Bendita tú que esparces
un puñado de estrellas
sobre las cosas feas
de la vida. Bendita seas
tú que dices palabras
milagrosas y bellas,
con aroma de nardos
y fulgor de centellas.
Bendita seas.
Tú, que sientes y labras
y palpitas y creas,
bendita seas!
Profunda y sensitiva.
Tu alma ―lava impalpable― se derrama
por las vertientes de la vida.
Te has hecho toda llama,
¡oh lámpara votiva!
Te has hecho toda llama…
Acaso, te has hecho toda herida.
(La espina que desgarra
deja abierto un resquicio
por donde se evapora la sonrisa.
Mas luego…
Tras nocturna penuria
viene el oro del sol,
y tus manos se tienden, trémulas
de celeste ambición).
La voz de tu alma es pura
y desnuda, sin un solo
reflejo
que empañe la armonía de su cuerda.
Solo tu acento de mujer acierta
a darle ese temblor a la materia.
La mujer es mujer… Compendio suave
del bien y el mal disperso por la tierra.
Pero el alma no sabe de locuras.
Pero el alma, asexuada, es siempre buena.
Tu alma está es cada verso de tus rimas
y en casa vibración de tus ideas.
¡Oh, tú, que das tu alma, que golpeas
con tu alado talón las altas cimas!
¡Bendita seas!
(Elisabeth Mulder, 1904-1987).
Alarma
Por tejas y chimeneas,
entre veletas y agujas,
por aceras y calzadas,
por callejuelas oscuras,
corre la Alarma de noche,
corre en un grito,
Ojos de fuego, y melena
al viento entregada, aúlla.
Asoma por las esquinas
en rauda, indecible fuga (…).
(María Luisa Muñoz de
Vargas, 1898-1975).
La vida
es así…
La vida es así.
Tú y yo.
Pero
por muy corta
que sea la distancia
de tu corazón
al mío,
tú no puedes sentir
mi sed,
mi doler,
mi hambre;
no puedes
reír mi risa
ni llorar mis lágrimas
(Hay sociedades benéficas,
almas caritativas,
generosos filántropos).
En la arena cálida
de las playas,
y a dos pasos
tan sólo
del agua
boca arriba
mirando al cielo,
está vacío
y seco,
el caparazón de la tortuga.
(Marina Romero, 1908-2001).
Caminos
del arco-iris
Eché mi corazón al mar
en busca de tu huella
Eres lo que no se sabe
bruma
Yo iba abriendo caminos de arco-iris
para alcanzarte
y tras tus pasos
seguían mis antorchas
cuando tu mano de oro
abrió mi costado izquierdo
(Lucía Sánchez Saornil,
1895-1970).
Mis
amigos de entonces…
Mis amigos de entonces,
aquellos que leíais mis versos
y escuchabais mi música:
Luis, Jorge, Rafael,
Manuel, Gustavo…
¡y tantos otros ya perdidos!
Enrique, Pedro, Juan,
Emilio, Federico…
¿por qué este hueco entre las dos mitades?
Vosotros ayudasteis
a la blandura del que fue mi nido.
Yo me formé al calor
que con vuestras palabras me envolvía.
me hicisteis importante.
Con vuestro ejemplo,
me inventé una ambición
y tuve
vuelos, insospechados de gaviota.
Gaviota, sí,
porque fue el mar mi espejo
y reflejó mi infancia, mis septiembres…
¡Amigos que de mí hicisteis nombre!
A la mitad vertiente de mi vida
hoy os llamo.
¡Tendedme vuestras manos!
Yo me sentí nacer,
para luego rozar de los cimientos
la certera caricia.
Pero de pronto,
un día me cubrió lo indefinible,
algo sin cuerpo, sin olor, sin música…
y me sentí empujada,
cubierta de ceniza,
borrada con olvido.
¿Dónde estabais vosotros, compañeros,
vuestras letras de molde, vuestro ingenio,
vuestra defensa
contra el desconocido ataque?
¡Oh, amigos!
Enrique, Pedro, Juan,
Emilio, Federico…
nombre que no responderán mi voz.
Manuel, Gustavo,
lejos…
Luis, Jorge, Rafael…
Que aunque el afán
vientos nos dé para encontrarnos,
ignoro en qué ciudad
y si llegará el día
en que vuelva a sentirme descubierta”.
(Josefina de la Torre, 1907-2002).
Ni
brisa ni sombra…
Ni brisa ni sombra.
¿Por qué, muerte, así te escondes?
Sal, salte, sácate de tu abismo,
escápate tú, ¿Quién te retiene?
¿Por qué no borras con tu mirada el universo?
¿Por qué no deshaces las piedras
con tu sombra, muerte, sólo con tu sombra,
con tu mano desnuda,
con tu rostro de estatua,
desnuda presencia a quien nada resiste?
Enseña, muestra tu cara a los mundos,
que ya no haya espacio,
ni cielos, ni viento, ni palabras.
Quiero hundirme en el silencio.
(María Zambrano, 1904-1991).
Los
desaparecidos
Teníais una patria, dulces novia
que en los ojos besabais muchos días.
El amor con sus flores, como un río,
os anegaba el pecho dulcemente.
. . . . . . . . .
Erais la noble savia del mundo.
Mas un viento de muerte, brisa oscura,
acechaba terrible desde sima
donde el odio se esconde y no envejece.
(Concha Zardoya, 1914-2004).