sábado, 13 de diciembre de 2025

Andrés Vázquez de Sola y el patio dedicado a la literatura de la II República, en la Casa de la Memoria de Jimena de la Frontera

El segundo patio que se ha acondicionado recientemente en la Casa de la Memoria La Sauceda está dedicado a la Memoria Poética de la II República. Consta de varios paneles, en los que se reproducen los retratos que el brillante y original artista sanroqueño Andrés Vázquez de Sola realizó sobre escritores y escritoras que vivieron esos años, y que durante la guerra y lo que le siguió sufrieron los rigores, en distintas formas, del fascismo. Junto a cada retrato se ha añadido una breve semblanza y un texto literario. 


En su mayoría, poetas. Así, pueden contemplarse a Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, José Bergamín, el algecireño José Luis Cano, Luis Cernuda, León Felipe, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Juan Ramón  Jiménez, Antonio Machado, Emilio Prados. 


Pero no solamente. Están también el novelista Max Aub; el polifacético Francisco Ayala (narrador, ensayista, periodista...); el dramaturgo de la postguerra Antonio Buero Vallejo; el periodista cubano Pablo de la Torriente Brau; o el también polifacético Miguel de Unamuno (ensayista, novelista, poeta...).  No falta dos mujeres: María Teresa León y María Zambrano. La primera, autora de cuentos, teatro, relatos o poesía. Y la segunda, filósofa y también poeta.


El texto seleccionado de María Teresa León, un fragmento de su autobiografía Memoria de la melancolía (1963), sintetiza con emoción y una excelente prosa el espíritu que se respira en el patio:

"Porque todos los desterrados de España tenemos los ojos abiertos a los sueños. León Felipe aseguró que nos habíamos llevado la canción en los labios secos y fruncidos, callados y tristes. Yo creo que nos hemos llevado la ley que hace al hombre vivir en común, la ley de la vida diaria, hermosa verdad transitoria. Nos la llevamos sin saberlo, prendida en los trajes, en los hombros, entre los dedos de las manos… Somos hombres y mujeres obedientes a otra ley y a otra justicia que nada tenemos que ver con lo que vino y se enseñoreó de nuestro solar, de nuestros ríos, de nuestra tierra, de nuestras ciudades. No sé si se darán cuenta los que quedaron por allá, o nacieron después de quienes somos los desterrados de España. Nosotros somos ellos, lo que ellos serán cuando se restablezca la verdad de la libertad. Nosotros somos la aurora que están esperando".


Por lo demás, mencionar a quienes han hecho posible el Catálogo editado para la ocasión: Andrés Rebolledo Barreno (coordinación), Juan Manuel Pizarro Sánchez (texto y documentación), José M. Fernández (diseño gráfico) y el Ayuntamiento de Jimena de la Frontera en la financiación. 

viernes, 12 de diciembre de 2025

El patio de las matuteras y recoveras, "buhoneras de la supervivencia", en la Casa de la Memoria de Jimena de la Frontera


Hace unos días visité 
en Jimena de la Frontera  la Casa de la Memoria La Sauceda. Allí estaban Andrés y Juan Manuel, que me recibieron, como siempre han hecho, con una gran amabilidad. Y en el transcurso de mi visita me enseñaron dos novedades del encomiable trabajado que está desarrollando: el acondicionamiento de los Patios de la Memoria. Dos, concretamente. Uno, dedicado a las matuteras y recoveras. Y el otro, el de la memoria poética de la II República.


Ahora me voy a centrar en el primero, esas mujeres "buhoneras de la supervivencia" que, como cuenta Juan José Téllez en las primeras líneas del catálogo que han editado,

"venían en los trenes del amanecer, traqueteando desde las Serranía del Ronda hasta la Estación de San Roque: desde allí, diez kilómetros hasta el Peñón, tan ilusionadas como temerosas. Otras llegaban desde Casares, por vericuetos y caminos que orillaban por la costa. Y aún había quienes portaban sus zurrones desde Tarifa por trochas, carreteras militares, arrecifes o bosques de niebla".


En los paneles que han situado sobre las paredes del patio  pueden verse fotografías y leerse información acerca de la geografía y las rutas por las que transitaban esas mujeres, los rostros de algunas de ellas, la represión que sufrieron por sus andanzas de supervivencia, el papel auxiliar que jugaron los conocidos como perros mochileros, la relación que había con el contrabando desde Gibraltar o con la guerrilla que operaba por los montes, la presencia del hambre y el racionamiento en medio de la autarquía impuesta por el régimen...

Contemplando las imágenes, me vinieron a la memoria algunas barbateñas que se desplazaron a la zona para proveerse de pequeñas cantidades de azúcar, tabaco, café, jabón..., que vendían luego en el pueblo. Algunas, viudas de represaliados. De vez en cuando, multadas. Siempre, como un medio de supervivencia en medio de tanta miseria.


El catálogo que han editado, Somos porque ellas fueron. Patio de las matuteras, ha sido posible gracias a Andrés Rebolledo Barreno (coordinación), Juan Manuel Pizarro Sánchez (texto y documentación) y José M. Fernández (diseño gráfico), habiendo sido financiado por el Ayuntamiento de Jimena de la Frontera. 

miércoles, 10 de diciembre de 2025

Fitero, Bécquer y la leyenda de la Cueva de la Mora

 

"(...)

Para cerciorarme de la verdad que pudiera haber en mis inducciones, después que salí de la cueva por donde mismo había entrado, trabé conversación con un trabajador que andaba podando unas viñas en aquellos vericuetos, y al cual me acerqué so pretexto de pedirle lumbre para encender un cigarrillo.

Hablamos de varias cosas indiferentes; de las propiedades medicinales de las aguas de Fitero, de la cosecha pasada y la por venir, de las mujeres de Navarra y el cultivo de las viñas; hablamos, en fin, de todo lo que al buen hombre se le ocurrió, primero que de la cueva, objeto de mi curiosidad.

Cuando, por último, la conversación recayó sobre este punto, le pregunté si sabía de alguien que hubiese penetrado en ella y visto su fondo.

-¡Penetrar en la cueva de la mora! -me dijo como asombrado al oír mi pregunta-. ¿Quién había de atreverse? ¿No sabe usted que de esa sima sale todas las noches un ánima?

-¡Un ánima! -exclamé yo sonriéndome-. ¿El ánima de quién?


(...)

Durante su cautiverio logró ver a la hija del alcaide moro, de cuya hermosura tenía noticias por la fama antes de conocerla; pero cuando la hubo conocido la encontró tan superior a la idea que de ella se había formado, que no pudo resistir a la seducción de sus encantos, y se enamoró perdidamente de un objeto para él imposible.

Meses y meses pasó el caballero forjando los proyectos más atrevidos y absurdos: ora imaginaba un medio de romper las barreras que lo separaban de aquella mujer; ora hacía los mayores esfuerzos para olvidarla; ya se decidía por una cosa, ya se mostraba partidario de otra absolutamente opuesta, hasta que al fin un día reunió a sus hermanos y compañeros de armas, mandó llamar a sus hombres de guerra, y después de hacer con el mayor sigilo todos los aprestos necesarios, cayó de improviso sobre la fortaleza que guardaba a la hermosura, objeto de su insensato amor.



(...)

La mora, herida de muerte, logró, sin embargo, arrastrarse a la entrada del subterráneo y penetrar hasta el fondo, donde se encontraba el caballero. Éste, al verla cubierta de sangre y próxima a morir, volvió en su corazón; y conociendo la enormidad del pecado que tan duramente expiaban; volvió los ojos al cielo, tomó el agua que su amante le ofrecía, y sin acercársela a los labios, preguntó a la mora:

-¿Quieres ser cristiana? ¿Quieres morir en mi religión, y si me salvo salvarte conmigo?

La mora, que había caído al suelo desvanecida con la falta de la sangre, hizo un movimiento imperceptible con la cabeza, sobre la cual derramó el caballero el agua bautismal, invocando el nombre del Todopoderoso.

Al otro día, el soldado que disparó la saeta vio un rastro de sangre a la orilla del río, y siguiéndolo, entró en la cueva, donde encontró los cadáveres del caballero y su amada, que aún vienen por las noches a vagar por estos contornos".

lunes, 8 de diciembre de 2025

Fitero, Bécquer y la leyenda de El Miserere



"Hace algunos meses que, visitando la célebre abadía de Fitero y ocupándome en revolver algunos volúmenes en su abandonada biblioteca, descubrí en uno de sus rincones dos o tres cuadernos de música bastante antiguos cubiertos de polvo y hasta comenzados a roer por los ratones.

Era un Miserere.

Yo no sé la música, pero la tengo tanta afición que, aun sin entenderla, suelo coger a veces la partitura de una ópera y me paso las horas muertas hojeando sus páginas, mirando los grupos de notas más o menos apiñadas, las rayas, los semicírculos, los triángulos y las especies de etcéteras que llaman claves, y todo esto sin comprender una jota ni sacar maldito el provecho.

Consecuente con mi manía, repasé los cuadernos, y lo primero que me llamó la atención fue que, aunque en la última página había esta palabra latina, tan vulgar en todas las obras, finis, la verdad era que el Miserere no estaba terminado porque la música no alcanzaba sino hasta el décimo versículo.



(...)

Los monjes pronunciaban en aquel instante estas espantosas palabras del Miserere:

In iniquitatibus conceptus sum: et in peccatis concepit me mater mea.
[Fui concebido en iniquidades: y en pecado me concibió mi madre].

Al resonar este versículo y dilatarse sus ecos retumbando de bóveda en bóveda, se levantó un alarido tremendo, que parecía un grito de dolor arrancado a la Humanidad entera por la conciencia de sus maldades; un grito horroroso, formado de todos los lamentos del infortunio, de todos los aullidos de la desesperación, de todas las blasfemias de la impiedad; concierto monstruoso, digno intérprete de los que viven en el pecado y fueron concebidos en la iniquidad.


(...)

Escribió los primeros versículos y los siguientes y hasta la mitad del Salmo; pero al llegar al último, que había oído en la montaña, le fue imposible proseguir.

Escribió uno, dos, cien, doscientos borradores; todo inútil. Su música no se parecía a aquella música ya anotada, y el sueño huyó de sus párpados, y perdió el apetito, y la fiebre se apoderó de su cabeza, y se volvió loco, y se murió, en fin, sin poder terminar el Miserere, que, como una cosa extraña, guardaron los frailes a su muerte y aún se conserva hoy en el archivo de la abadía.

Cuando el viejecito concluyó de contarme esta
 historia no pude menos de volver otra vez los ojos al empolvado y antiguo manuscrito del Miserere, que aún estaba abierto sobre una de las mesas:

In peccatis concepit me mater mea
[En pecado me concibió mi madre].

Éstas eran las palabras de la página que tenía ante mi vista y que parecía mofarse de mí con sus notas, sus llaves y sus garabatos ininteligibles para los legos en la música.

Por haberlas podido leer hubiera dado un mundo.

¿Quién sabe sí no serán una locura?".

sábado, 6 de diciembre de 2025

Con Antonio Aragón, contra el abuso de poder del Alcalde de Barbate y contra los macroproyectos especulativos

Leo, veo, oigo... Y me encuentro con una triste noticia ocurrida el pasado día 3: la expulsión de un vecino del pleno del Ayuntamiento de Barbate por parte del Alcalde.  ¿El motivo? Haber gesticulado, negando con la cabeza, lo que el regidor estaba diciendo. Fue un pleno agrio, bronco, desagradable...  Uno de los puntos tratados, sintéticamente, fue dar vía libre al macroproyecto urbanístico Trafalgar-San Ambrosio.   

Entre el público, vecinos y vecinas que se oponen a ese proyecto. El tercero, junto a otros dos: El Següesal, entre Barbate y Vejer, y Serrezuela, en Zahara de los Atunes. Los tres, con la misma melodía: inversiones de grandes empresas para enriquecerse a costa de espacios naturales y de un turismo sostenible. 

¿Quién fue expulsado? Antonio Aragón Correro. Un veterano luchador barbateño,  ecologista, pacifista, comprometido con las causas sociales...

Todo un ejercicio de abuso de poder. 

Pero lo mejor es verlo a través del enlace del vídeo publicado en las redes sociales: 

Y, por supuesto, detenerse en la genial viñeta de nuestro amigo Paco Malia.

viernes, 5 de diciembre de 2025

Recordando a Manuel Abel Romero, el maestro de Zahara de los Atunes, en la Peña Flamenca de Barbate


La Peña Flamenca de Barbate fue ayer el escenario de la segunda presentación del libro Manuel Abel Romero (1903-1936): más sobre la vida y el asesinato del maestro de Zahara de los Atunes. Tras unas palabras de Javier Rodríguez, presidente de la Mancomunidad de La Janda, y Agustín Conejo Medina, alcalde de Zahara de los Atunes. Sergio Román leyó el poema "Versos cortos al maestro" que Eugenio Abel Maroto escribió en memoria de su tío y al final del acto hizo lo propio con un fragmento de su obra de teatro La Aurora de Barbate, centrada en el momento que vivió el pueblo durante los años de guerra y con una alusión a las víctimas mortales. 

El poema, que ya publiqué el pasado 8 de noviembre, reza así:

En los campos de Zahara
germina silencioso un sueño:
son los Sentimientos de un hombre
dispersos, danzando al viento.

De aquellos días oscuros
renace un Amanecer nuevo:
una gaviota se eleva libre
sobre el profundo azul cielo.

En la arena de la playa
un niño dibuja un colegio:
quiere que se cumpla su sueño,
sueña con ser... Maestro. 


Mi disertación se centró en la figura del maestro de Zahara de los Atunes desde una doble perspectiva: de un lado, las distintas fuentes documentales utilizadas y la información recibida desde testimonios familiares y vecinas de la localidad de Zahara; y de otro, haciendo un recorrido de lo que fue su vida, las circunstancias de su detención en su casa familiar de Bonanza (Sanlúcar de Barrameda) y de su asesinato en el término municipal de Puerto Real en agosto de 1936, y el proceso de depuración que sufrió post mortem, que culminó con su separación definitiva del cuerpo de Magisterio en septiembre de 1939.

Uno de los aspectos que resalté fue la dura represión que sufrió el cuerpo de maestros y maestras mediante unas instrucciones y una normativa con una clara finalidad represiva. Valgan para ilustrarlo estas palabras que José María Pemán, responsable de la Comisión de Cultura y Enseñanza e impulsor de las comisiones depuradoras, pronunció en 1936:

"no se volverá a tolerar, ni menos a proteger y subvencionar, a los envenenadores del alma popular primeros y mayores responsables de todos los crímenes y destrucciones que sobrecogen al mundo y han sembrado de duelo la mayoría de los hogares honrados de España".

La muerte de Manuel Abel Romero se reflejó de múltiples formas en los distintos documentos del momento, una de las cuales resulta muy ilustrativa:

"falleció al principio del glorioso Movimiento Salvador de España, victima de sus yerros".


Sus yerros fueron haber inculcado entre sus alumnos y alumnas los valores  republicanos de democracia, laicidad y respeto, mantener unas ideas de igualdad y solidaridad entre la gente o denunciar el intento de interferir con propaganda en favor de una coalición monárquica el desarrollo de los comicios del 16 de febrero de 1936 en un colegio electoral. 

El eco de esa maldad sobre quienes querían hacer de su profesión una forma de ampliar la cultura y la educación por todos los rincones del país, desde la racionalidad y sin interferencias religiosas, se mantuvo incluso en los años de la Transición. Pedro Sainz Rodríguez, quien fuera el primer ministro de Educación Nacional desde enero de 1938, se expresó en estos términos ante un conocido periodista:

"Es que era gente muy mala, hijo mío, gente muy mala".

Hace un año la Junta Vecinal de la ELA de Zahara de los Atunes aprobó poner el nombre de una de sus calles recordando la figura de Manuel Abel Romero. Su nombre aparece también en el monumento que 2015 se erigió en Sanlúcar de Barrameda en honor de las decenas de víctimas mortales de la represión fascista:

"Cada uno de estos nombres es el alma de alguien que luchó por la justicia, la libertad y la II República".

 

(Imagen 1, Mancomunidad de La Janda; imagen 2, Felisa Rico Amores).

jueves, 4 de diciembre de 2025

4 de Diciembre: por Andalucía y recordando a García Caparrós

 

Hoy, en la Peña Flamenca de Barbate, presento Manuel Abel Romero (1905-1936): más sobre la vida y el asesinato del maestro de Zahara de los Atunes


Hoy estaré en la Peña Flamenca de Barbate presentando el libro Manuel Abel Romero (1905-1936): más sobre la vida y el asesinato del maestro de Zahara de los Atunes. Es la segunda vez que lo hago, después del emotivo acto realizado en el propio Zahara el pasado 7 de noviembre, donde contamos con la asistencia de varios familiares.

Contaremos con la colaboración de Sergio Román, que leerá un fragmento de su obra de teatro La Aurora de Barbate

Animo a la asistencia, como una forma de honrar la memoria del maestro que ejerció su profesión en la localidad gaditana entre finales de 1930 y agosto de 1936. 

martes, 2 de diciembre de 2025

Un recuerdo de Puente Gentil con el poeta Juan Rejano: El Genil y los olivos

 

Durante el viaje que hemos hecho a Estepa y Puente Genil, con la asociación AGAJUDO Cádiz, me topé en esa última ciudad, bajando por la Cuesta Romero, con una placa dedicada al poeta ponteño Juan Rejano. Está situada en el comienzo de la Cuesta Pósito y, como puede verse, alude a la casa donde nació a principios del siglo XX. 


No voy a extenderme sobre su figura, más allá de su traslado años después a Málaga, donde trabajó como periodista y colaboró con miembros de la generación del 27 (Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Pedro Garfias...); o de su exilio a partir de 1939, recalando finalmente en México, en cuya capital murió en 1976.


De 1944 data un pequeño libro -muy pequeño- que tituló El Genil y los olivos, donde rememora sus años de infancia y adolescencia. Fue publicado en la revista Litoral, en lo que fue su segunda etapa, dado que había nacido en Málaga años atrás, en 1929, bajo el impulso de Manuel Altolaguirre y Emilio Prados.

Consta de una bella introducción y tres poemas. Los dejo para su lectura y deleite.           


(Nacieron estas canciones, que agrupo con el titulo de "El Genil y los olivos",  por una necesidad de aliviar el alma de tanto y tanto recuerdo como la embriaga, en esta lejanía amarga de España. Las publico, ahora, como homenaje de fidelidad a las horas de mi niñez y mi adolescencia. No tiene, no quiere tener, otra finalidad este libro. Pudiera decirse que la cerrada intimidad de donde ha brotado sólo busca volver a sí misma, gozarse en la recreación de su propio impulso, abriendo las puertas de su recinto para que, por un momento, salgan y vuelvan las mariposillas locas del sueño, los rayos del sol que estaban encerrados. La fidelidad suele llevar, escondida, una veta de gratitud. Si el poeta es siempre fiel a su pasado, el hombre no es menos agradecido a la luz que iluminó su edad más pura y virginal.

Es posible que, en algunos oídos, esta poesía deje un acento de brevedad, un límite menor, como el esquema de una melodía. Es posible, también, que, en otros, suene a estribillo de coro infantil, repetido en la tarde de provinciales silencios. Ni una ni otra cosa contrarían mi propósito. Ambas, con más o menos intención, estaban en él. Yo no sé si, además, habré logrado fundirlas, utilizando la menor cantidad de elementos estéticos, en un trasfondo popular, purísimamente popular, semejante al que ampara mi alma, dándole limpia sombra. Pero sí puedo asegurar que también ésta ha sido una de mis aspiraciones, al dar expresión conjunta a las expresiones sueltas de un mundo íntimo y pretérito. He intentado, como otros que me precedieron, abrir un camino a la canción, y seguirlo. Pero ignoro si mis pasos me han llevado a un lugar seguro, o si, por el contrario, no he hecho más que andar en balde. De cualquier manera, no es cualquier alegría poner en libertad un enjambre de minúsculos y febriles fantasmas, y verlos después danzar en las franjas recatadas de la luz, con el ardor de su propia vida).


El Genil

La mano de Genil puso en tu mano
Pedro Espinosa

En dónde estará mi vida,
en el río que pasó 
bajo mis ojos, un día, 
o en el que se hizo canción 
tras de estar mar infinita?

¿El río es vida o es muerte?
¿Mi sangre es río o es mar?
¿Dónde acabará su curso 
y Cuándo, yo, de soñar?


1

Desde Granada hasta Palma 
qué caminar por los cielos, 
Genil, 
qué cielos los de tu aguas 
tan ligeros.

En Loja eres la mañana, 
el mediodía en La Puente, 
la tarde en Écija llama.

Donde quieres sabes ir, 
donde quieres
y te mueres 
por ir al Guadalquivir.


2

¡Y qué verdes tus orillas!
¡Qué tierna tu tierna voz 
por entre juncos transida!

Si por la vega florida, 
un rumor;
un alboroto de linfas 
entre zarza y ruiseñor.

¡Qué suspirillos de amor 
al pie de la serranía!