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martes, 21 de junio de 2022

Elecciones andaluzas 2022: los peligros de la izquierda dividida

Dos han sido las candidaturas a la izquierda del PSOE que se han presentado con posibilidades de obtener escaños: Por Andalucía y Adelante Andalucía. En líneas generales, las dos han salido de lo que en 2018 fue Adelante Andalucía, el acuerdo suscrito entre IU, Podemos y dos pequeños grupos andalucistas. 

Los intentos previos por llegar a un acuerdo

El panorama organizativo en este espacio se ha modificando ampliamente en los últimos años. Mientras IU ha mantenido una gran estabilidad interna, no ha ocurrido lo mismo con Podemos, desde el cual se han desgajado Más País y Anticapitalistas. Con anterioridad a la convocatoria electoral hubo intentos por formalizar una candidatura común y evitar la dispersión del voto. Pero no tuvieron el fin deseado. 

IU y Podemos han mantenido una situación de buenas relaciones, como componentes de la marca electoral Unidas Podemos, con la que concurrieron a las dos elecciones generales de 2019 y bajo la cual pactaron en 2020 con el PSOE el actual gobierno de coalición.  

Anticapitalistas no estuvo nunca por la labor de llegar a un acuerdo. Alegaron que habían sido expulsados del grupo parlamentario Adelante Andalucía, pero añadieron dos elementos más que no conviene olvidar: su oposición desde el primer momento al acuerdo de coalición de gobierno entre Unidas Podemos y el PSOE, que fue el motivo de su marcha de Podemos; y su voluntad de formar un grupo andaluz soberano. Finalmente Anticapitalistas acabó presentándose bajo el nombre de Adelante Andalucía, en coalición con dos grupos andalucistas.

Más País, por último, estuvo tanteando acuerdos con Equo y algún grupo andalucista, si bien, ante la convocatoria de elecciones para el 19J, acabó aceptando el acuerdo con IU y otros dos grupos bajo el nombre de Por Andalucía y al que en el último momento se sumó Podemos. Se ha hablado mucho de lo que ocurrió, de las reticencias mostradas por la dirigencia de Podemos desde Madrid, de la imagen que generó en el electorado de izquierda, de su utilización por buena parte de los medios de comunicación...  

Lo que fue el 19J

El caso es que la división ha sido una realidad y los resultados han dejado constancia que ha sido muy perjudicial. Sin entrar en el optimismo/triunfalismo que ha mostrado Teresa Rodríguez, lo cierto es que en la suma de votos de las dos candidaturas de izquierda, de alrededor de 450.000 votos (12'3%), se han  quedado por el camino unos 135.000 (-3'9%). Por separado, Por Andalucía ha conseguido 281.700 votos (7'7%) y Adelante Andalucía, 168.000 (4'6%). 

En el número de escaños Por Andalucía ha obtenido 5, repartidos entre Cádiz, Córdoba, Granada, Málaga y Sevilla. Adelante Andalucía, por su parte, se ha quedado con 2, correspondientes a Cádiz y Sevilla. Pero haciendo una proyección aritmética, la suma de los dos grupos habría permitido una optimización de los resultados, lo que hubiera permitido obtener 5 escaños más, que corresponderían a Córdoba, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla.

Por Andalucía ha superado a Adelante Andalucía en siete de las ocho provincias andaluzas, siendo Cádiz la excepción. En la primera sus resultados han sido más homogéneos, oscilando entre el 7'5% y el 9'9%, con la salvedad de Almería (5%),  Huelva (6'5%) y Jaén (5'6%). En el caso de  Adelante Andalucía los mejores resultados los ha tenido en Cádiz (8%) y Sevilla (8'3%), donde además han obtenido escaño, mientras que ha tenido niveles muy bajos en Almería (1'7%) y Jaén (1'8%)

Los resultados provinciales  (y lo que podrían haber sido)

Almería: ninguno de los dos grupos ha obtenido escaños, perdiendo el de 2018, a la vez que los resultados han sido bastante malos; cada grupo ha obtenido, respectivamente, el 5% y el 1'7%, con una suma del 6'7%; la pérdida sobre 2018 ha sido de 8.100 votos y 2 puntos porcentuales. 

Cádiz: es donde se han dado los mejores resultados, con el 7'5% y el 8%; la suma llega al 15'5%, pero en relación a 2018 han perdido 18.800 votos, 3'4 puntos porcentuales y 1 escaño. 

Córdoba: cada grupo ha obtenido el 9'9% y el 3'5%, lo que supone una suma del 13'5%; sobre 2018 han perdido 12.500 votos, 1'3 puntos y 1 escaño. 

Granada: con el 7'7% y el 3'2% de los votos, respectivamente, suman el 10'9%; las pérdidas sobre 2018 han sido de 17.200 votos, 4'2 puntos y 1 escaño.

Huelva: está entre las tres provincias sin representación; los resultados del 6'5% y el 4% suman el 10'5%; y en cuanto a las pérdidas, han sido de 10.000 votos,  3'8 puntos y el único escaño obtenido en 2018.

Jaén: es la tercera de las provincias sin representación y, además, con resultados muy bajos: el 5'6% y el 1'8%, que suman el 7'4%; las pérdidas han sido de 15.200 votos, 4'8 puntos y también del único escaño de 2018.

Málaga: ha sido la provincia en la que Por Andalucía presentaba la candidata a la presidencia de la Junta Andalucía, que ha obtenido el 8'1% de los votos; con el  3'8% del otro grupo la suma se eleva al 11'9%; las pérdidas han sido de 22.500 votos, 3'9 puntos y 2 escaños.

Sevilla: los resultados han sido de 8'3% y 6'2%, que suman el 14'5%; las pérdidas se han elevado a 35.300 votos, 4'3% puntos y 1 escaño. 

¿Alguna(s) enseñanza(s)?

Salta a la vista que el panorama en la izquierda es, si no desolador, bastante malo. No existen indicios de que Pedro Sánchez esté decidido a convocar nuevas elecciones generales y más después de lo que ha ocurrido desde hace algo más de un año en Madrid, Castilla y León, y Andalucía. La siguiente cita sería la de las municipales y autonómicas de 2023, para que le siguieran las generales. 

Otra cosa es lo que  pueda ocurrir en el seno del gobierno, teniendo en cuenta las diferencias palpables que existen entre las dos partes que lo conforman, y entre el gobierno y los grupos que, de distinta manera, lo apoyan en el Congreso. No creo que  en todos ellos exista voluntad por romper los acuerdos, porque, salvo algún caso, a todos les interesa en estos momentos mantener la legislatura, y más después del peligro que se atisba ante el crecimiento de los apoyos al PP y a Vox.  

Y en cuanto a Unidas Podemos y el proyecto Sumar de Yolanda Diaz, que tiene vocación de extenderse a más grupos políticos, no estaría de más evaluar la experiencia andaluza. Por mucho que se diga lo contrario, lo cierto es que la división resta. Lo hemos visto el domingo. Como también restan las actitudes que reflejan reticencias y desconfianzas. Ocurrió con el nacimiento de Por Andalucía. Se requiere, por tanto, de un grado elevado de generosidad y flexibilidad. También, de originalidad y audacia. Sin olvidar, en nuestro caso, la identidad andaluza, que ha quedado desdibujada durante las elecciones en el caso de Por Andalucía. Y que parta de unos puntos comunes (que existen), para configurar un programa político de acción y, si es posible, de gobierno desde unos presupuestos basados en la solidaridad social, la defensa de lo público, el respeto del planeta, la reivindicación del feminismo, el respeto de la diversidad, la promoción de la paz... 

lunes, 20 de junio de 2022

Elecciones andaluzas 2022: el día después

Los resultados de ayer, no porque pudiera haberse vislumbrado una victoria rotunda del bloque de la derecha, han sido en gran medida sorprendentes. Y es que la mayoría absoluta tan rotunda obtenida por el PP, que no era previsible, ha conllevado que haya frenado a Vox, vaciado aún más a Ciudadanos y arrancado votantes al PSOE. Una especie de voto útil entre esos sectores del electorado que han preferido dar al PP su confianza, pero por razones distintas. Desde el flanco más extremo de la derecha, para garantizar estabilidad. Desde Ciudadanos, para dar utilidad a unos votos que se percibían como perdidos. Y desde el PSOE, para evitar que Vox entrara en el gobierno andaluz o que lo condicionara en demasía. 

Pero para mí lo más llamativo son dos cosas: una, la dimensión del apoyo electoral del bloque conservador, que ha sumado el 70'5% de los votos; y la otra, ver cómo el vuelco electoral, iniciado en diciembre de 2018 y continuado en las siguientes elecciones (generales y municipales), ha puesto de manifiesto un cambio radical en los rasgos que hasta ahora había tenido la sociedad andaluza. Autodefinida como de izquierdas desde 1977, ahora lo hace claramente como de derechas. El progresismo ha dado paso a lo conservador. Y ante todo, ha dado paso para que desde el gobierno andaluz se apliquen sin rubor medidas propias de la derecha. Algunas ya fueron aplicadas durante los gobiernos del PSOE, como el caso de los recortes en los servicios públicos o las privatizaciones de los mismos, pero que desde 2018, entre el PP y Ciudadanos, se han ido intensificando. 

Con la mayoría absoluta, el PP tiene ahora manos libres para hacer y deshacer a su antojo. Recuerda lo ocurrido en 1996 y 2000, cuando en el gobierno central el PP pasó de un gobierno moderado, consecuencia de su dependencia parlamentaria con respecto a CiU y PNV, a otro en el que, con la mayoría absoluta, actuó sin tapujos. Queda por ver lo que va a hacer en relación al modelo productivo y con ello lo que tiene que ver con la gestión del agua, el campo, la construcción, etc. También, sobre la igualdad de género, los derechos LGTBI, la inmigración, etc., donde tiene un duro competidor por su derecha. 

Lo triste es que con los resultados de ayer se ha puesto de manifiesto que en buena parte de la población  se ha apostado por el modelo neoliberal, el mismo que generó la crisis de 2008, pero que desde décadas atrás intensificó la explotación de seres humanos, la depredación del planeta, el enriquecimiento de una minoría, la corrupción generalizada, el consumismo desmesurado o la pérdida de derechos sociales. Ahora quedarán aparcados aspectos cruciales del mundo en el que vivimos, como la solidaridad, ecología, el feminismo, la diversidad, la tolerancia... 

Algunos de esos aspectos están siendo tratados y aplicados por el gobierno de coalición en el ámbito central a instancias fundamentalmente de Unidas Podemos: ayudas durante la pandemia, subida del salario mínimo, ampliación de derechos laborales, nueva ley de aborto, medidas de carácter feminista, fomento del consumo responsable, etc. No parece que desde los sectores de población que han apostado por los grupos de la derecha les haya importado esa legislación. Es el signo del momento.

viernes, 17 de junio de 2022

Elecciones andaluzas 2022: el recorrido de la derecha política ante la autonomía

La actitud de la derecha política españolista ante la autonomía andaluza ha oscilado siempre entre el rechazo y el oportunismo. Conocido es el no de Alianza Popular en 1978 al Título VIII de la Constitución, por considerar que los estatutos de autonomía iban a romper España. Luego, en 1980, tanto UCD, que era el partido gobernante, como AP se opusieron en el referéndum del 28 de febrero de 1980 a caminar por la senda del artículo 151 de la Constitución. Iniciada meses antes desde buena parte de los ayuntamientos andaluces, y con el apoyo de los grupos de izquierda y del entonces PSA (luego Partido Andalucista y hoy desaparecido), suponía una decisión rotunda para acelerar la consecución de la autonomía. El resultado del referéndum, que reflejó una decidida voluntad del pueblo andaluz, llevó a que UCD acabara apoyando el que fue el primer Estatuto de Autonomía andaluz, que se aprobó en el Congreso el 1 de marzo de 1981 y fue ratificado el 20 de octubre en referéndum. 

Pasados los años, ya en el siglo XXI, se iniciaron en varias comunidades autónomas, entre las que se encontraba Andalucía, distintos procesos de reforma de sus respectivos estatutos. Y al estatuto andaluz resultante, que es el actual, no le faltaron dificultades en el proceso de elaboración y aprobación definitiva. Fue en 2006, el 2 de mayo, cuando el Parlamento de Andalucía aprobó el proyecto que debía mandarse a las Cortes. Contó con el apoyo del PSOE e IU-CA, mientras que el PP y el Partido Andalucista se opusieron. El primero, en su línea centralista y contra los nuevos aspectos sociales introducidos, y el segundo, porque no se aprobó el reconocimiento de Andalucía como nación, algo que fue rechazado también por el PSOE, no así por IU-CA.

Entre las novedades, en las que jugó un papel importante IU-CA, se reconoció más poder para Andalucía y sus municipios, la defensa de un empleo de calidad y seguro, la gratuidad de los libros de texto, la renta básica, la paridad política, la muerte digna, la atención a la dependencia, un tratamiento extenso del medio ambiente (Título VII) o la reivindicación de la todavía pendiente Deuda Histórica. El rechazo por el PSOE del término "nación" no impidió, sin embargo, que se reflejara el de "realidad nacional".  

Pero la cosa cambió en Madrid, cuando el PP decidió dar un giro en su postura. Aunque inicialmente el nuevo Estatuto pudo haberse aprobado por una mayoría parlamentaria entre los grupos de izquierda y la mayor parte de los nacionalistas, el PSOE prefirió acercar posturas con el PP. Y una de ellas fue el añadir al antes referido término de "realidad nacional" el de "indisoluble unidad de la nación española". Aprobado, pues, en el Congreso el nuevo texto el 2 de noviembre de 2006, finalmente fue ratificado en referéndum el 18 de febrero de 2007.

En la actualidad la actitud de la derecha ante la autonomía andaluza difiere, como expresión de lo que ocurre en su electorado. Mientras el PP ha sabido adaptarse a lo largo de su existencia (incluyendo la de AP) a la realidad del estado autonómico, donde por el camino fue encontrando importantes nichos de poder (Galicia, Castilla y León, Madrid...), Vox se muestra claramente contrario, mostrándose sin rodeos como un partido centralista. Ciudadanos, por su parte,  defiende en su programa la realidad autonómica, si bien con tics centralistas. 

En la Andalucía de nuestros días buena parte del electorado está dando su confianza a los partidos de la derecha españolista y en las elecciones del domingo hay previsiones de que puedan revalidar el gobierno obtenido a finales de 2018. Aun cuando Cs esté en el camino de su desaparición, sus votos se repartirían entre el PP, en mayor medida, y Vox.

Vistas así las cosas, no está de más hacer una profunda reflexión sobre lo que puede ser el futuro de esta tierra. Seguir dejándola en manos de la derecha supondría ahondar en el proceso de pérdida y/o deterioro de los servicios públicos, así como de los derechos sociales. Pero también supondría iniciar el camino de retroceso de todo cuanto se ha ganado para hacer de Andalucía una realidad política con entidad propia y soberana.

martes, 14 de junio de 2022

Elecciones andaluzas 2022: los dos debates televisivos

He visto los dos debates televisivos de las elecciones andaluzas. En general, han seguido el mismo guion, aunque en el segundo, el de ayer en Canal Sur, se ha podido ver una mayor vivacidad. Pero vayamos por partes.
 
José Manuel Moreno Bonilla, del PP, no se ha salido del papel (que le han) marcado, de apariencia moderada, queriendo presentarse como el candidato que está por encima de las críticas desde los flancos derecho (Vox) e izquierdo (PSOE, Por Andalucía y Adelante Andalucía), y olvidando a quien hasta ahora ha sido su socio en el gobierno (Ciudadanos). Al fin y al cabo, el PP está persiguiendo los mismos objetivos que Alfonso Fernández Mañueco buscó hace medio año en Castilla y León: aprovecharse de la debilidad de la izquierda y fagocitar el voto de Ciudadanos. Moreno Bonilla se siente seguro de la victoria que le dan todos los sondeos y aspira a obtener una mayoría absoluta que, no obstante, se antoja muy difícil.  

Manuel Marín no ha parado de reivindicar la repetición de un gobierno de su partido, Ciudadanos, con el PP y hacer valer la gestión llevada a cabo, que valora, claro está, como muy positiva. Incluso no le ha faltado una reivindicación de lo andalucista, con tintes de ese victimismo frente a Cataluña, Navarra o el País Vasco, que es muy recurrente en esta tierra en medios conservadores. Acciones desesperadas de quien siente que las cosas no le van a ir bien.

Quien se ha mostrado en los dos debates más contundente, cuando no provocadora, ha sido la candidata de Vox, Macarena Olona. Ha insistido en dos cosas: su voluntad de entrar en el gobierno andaluz junto al PP; y el carácter ultraconservador de su programa. Y lo ha hecho a base de golpes de efecto: erigirse como vicepresidenta de la Junta y en ocasiones, como presidenta; reiterar su vocabulario "antiprogre", a base de términos como chiringuitos feministas, fanatismo climático, expulsión de inmigrantes musulmanes o corrupción de CCOO y UGT; sobredimensionar su paisanaje de andaluza... Y ayer añadió un elemento nuevo, en la línea de lo que hace Marine Le Pen en Francia, cuando insistió en su defensa de los trabajadores. 

Juan Espadas, del PSOE, se ha esforzado en presentarse en la alternativa del PP, como el único que puede conseguir superarlo en votos. Es consciente de la dificultad de ese objetivo, pues debe recuperar parte de los votos que se están yendo por su derecha y buena parte de los que en 2018 se fueron a la abstención.  Ha hablado de un voto oculto y dar la sorpresa, y confía en la colaboración, incluida la de formar gobierno, proveniente de los otros dos grupos de izquierda, especialmente de Por Andalucía. La dificultad deriva del enorme desprestigio que ha heredado de casi cuatro de gobiernos en Andalucía y, dentro de ello, el caso de los EREs y la experiencia negativa que ha supuesto la presencia de Susana Díaz tanto en el gobierno como en la oposición.

Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, se ha sentido cómoda en los dos debates, haciendo valer cosas como ser la única fuerza sin anclaje fuera de Andalucía, criticar con dureza al gobierno PP-Cs y no olvidarse de hacer lo propio al gobierno central. Ha defendido un programa claramente progresista, aunando el andalucismo, el feminismo, el ecologismo o la defensa de lo público. Y ha sido la única que, puntualmente, le ha recordado con contundencia a Macarena Olona lo reaccionario de su programa. La otra semana lo hizo con la acusación a Vox de ser  "el brazo armado del terrorismo machista". Y ayer, con lo de "Iberdrolona", por aquello de las acciones que tiene en esa empresa eléctrica y lo que gana en beneficios mientras sube el precio de la luz.

He dejado para el final a Inmaculada Nieto, candidata de Por Andalucía, por considerar que ha sido la que mejor ha estado en los debates y especialmente en el de ayer. Y digo esto porque, a la vez, se ha centrado en una crítica pormenorizada de las medidas tomadas por el gobierno PP-Cs (recortes en los servicios públicos, más privatizaciones, bajada de impuestos a las rentas altas...), ilustrándola con datos concretos (hospitales y centros de salud infrautilizados, colegios masificados, despedidos de personal, precarización salarial...), y en la exposición de las propuestas principales de su coalición electoral. Supo sacarle los colores a Moreno Morilla con su frase "usted es educado, como lo soy yo, pero no es moderado, [y es que] ha hecho polvo los servicios públicos". Ha sabido resaltar las contradicciones de PP y Vox cuando hablan de Andalucía y de su gente, pero han rechazado en el Congreso medidas como la subida de las pensiones, el aumento del salario mínimo interprofesional o la reforma laboral. Lo ha hecho también cuando ha denunciado que el gobierno andaluz haya tenido que devolver fondos provenientes de Europa por no haber sabido emplearlos a su debido tiempo.

jueves, 22 de abril de 2021

Elecciones en Madrid: un debate por televisión que ayuda a creer que sí se puede derrotar a la derechona

Anoche vi el debate electoral. Lo hice con atención. Tenía interés por ver qué iba a decir Isabel Díaz Ayuso, remisa a participar en debates. Cómo podía Ángel Gabilondo su mala oratoria. Qué podía dar de sí Mónica García, prácticamente novata en ese tipo de lides. Cuál iba a ser en Rocío Monasterio el grado del tono agresivo esperado. Cómo podía Edmundo Bal deshacer el entuerto en el que se ha (o lo han) metido. Y hasta dónde podía llegar la habilidad de Pablo Iglesias en los debates. 

Pues bien, vista y oída la cosa, ¡vaya si se correspondió con mis expectativas! Ayuso se vio acorralada en todo momento, pero sobre todo por Iglesias y García. El primero supo sacarla de quicio, llevándola al ridículo de demostrar su mala oratoria y, sobre todo, su ignorancia, sin contar el empleo de esas malas artes en el empleo de insultos y palabras degradantes. Además de conocer poco la realidad de donde vive, más allá de la foto y de la burbuja neoliberal en la que se mueve, fue incapaz de responder con datos las preguntas que le formularon y con argumentos las interpelaciones que le hicieron. 

Por lo demás, Ayuso recibió dos ayudas inestimables y no sé si impagables. Una fue la de Monasterio, que, haciendo de fiel perro de presa, la defendió con denuedo y atacó con toda clase de tópicos y mentiras a Iglesias, Gabilondo y García, a los que, además, interrumpió sin cesar. No le faltó, claro está, lanzar el discursó propio de su partido, cargado de clasismo, neoliberalismo, xenofobia y demás lindezas políticas. Y otro detalle, aunque sea menor, estuvo en el momento en que le soltó a García, a modo de recuerdo en un debate parlamentario, que "le tuve que explicar yo lo que era el covid". Y se quedó tan pancha. 

Por parte de Bal, ¿qué podemos decir de quien se dedicó casi todo el debate a rogar a Ayuso una revalidación del gobierno PP-Ciudadanos? Se olvidó que fue precisamente ella la que rompió el gobierno, convocando las elecciones. Ignoro quién le asesoró para que se centrara en esa línea, pues flaco favor le hizo. Tal ardor por ese pacto no dejó de ser una invitación a quienes tenían dudas en darle su voto para que no hacerlo.

Gabilondo estuvo formalmente en su línea, pero lo más destacable fue su "Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones". ¿Por qué lo dijo? Supo leer de inmediato la voluntad y, sobre todo, las posibilidades de Ciudadanos. Por otro lado, también supo superarse cuando tocó algunos aspectos sociales de gran  actualidad, como cuando aludió a "las colas del hambre" y "los mantenidos  subvencionados", a las que se refirió dos días antes Ayuso, o al cartel xenófobo contra los "menas" de Vox. Patinó, una vez más, en su defensa de no subir los impuestos.

García estuvo en un tono notable, si bien con ciertos altibajos. Fue contundente en los temas sanitarios, desmontando la pobreza de Ayuso y las mentiras de Monasterio. Y supo estar a la altura en todo lo relativo a la defensa del sector público y la denuncia de los grandes contrastes que hay en la comunidad autónoma más rica, pero a la vez más desigual.

¿E Iglesias? Respondió a las expectativas de hacer valer sus recursos en los debates. Siendo el principal destinatario de los ataques, muchas veces personales y casi siempre muy duros, por parte de Monasterio, Ayuso y Bal, no sólo los solventó con argumentos y respuestas rápidas y precisas, sino que marcó casi siempre las claves del debate. Puso de relieve en todo momento la naturaleza neoliberal del programa político del PP, las fallas en la gestión del gobierno de Ayuso y la corrupción sistémica inherente al PP. Y en todo ello, como muestras, dos detalles. Uno ocurrió al principio, cuando Ayuso le espetó que durante el confinamiento "ni se pasó por una residencia ni vino a un hospital" y al poco le dijo todo lo contrario, con un "los partidos políticos no tenemos que estar en los hospitales". La respuesta de Iglesias fue: "¿en qué quedamos?". El otro detalle, ya al final, tuvo que ver con Gabilondo y su defensa de no subir los impuestos: ¿entonces cómo se van a recuperar los deficits en materia sanitaria y educativa que hay en la comunidad madrileña, si no se recurre a gravar a quienes más tienen?

Por lo demás, fue llamativa la no beligerancia entre los tres grupos de izquierda,  que se acompañó con una clara voluntad de desmontar el entramado de las  políticas llevadas  cabo por el PP desde hace algo más de un cuarto de siglo. Un actitud positiva y que podría tener su correspondencia tras las elecciones del 4 de mayo. Esta misma mañana ha salido el nuevo barómetro del CIS, dedicado en exclusiva a dichas elecciones. Y la cosa lleva, si no al optimismo, sí a considerar que es posible derrotar a la derechona. La agresividad empleada ayer por Ayuso y Monasterio podría ser un indicio. 

Queda mucha campaña: dos semanas. Por de pronto, las encuestas siguen apuntando a que Ciudadanos se quedaría fuera, lo que perjudicaría al bloque de la derecha. Por parte del PSOE, en boca de Gabilondo, se empieza a mirar a su izquierda y ya no se desecha a Unidas Podemos. El CIS apunta que lo que gana Más Madrid sería a costa del PSOE y está por ver el grado de crecimiento de Unidas Podemos. Pero, por lo visto ayer, sería necesario que aumentara el número de personas que vean en esa última candidatura no sólo la posibilidad de un gobierno de la izquierda, sino por la izquierda, con el fin de marcar una agenda social y económica que sea favorable a la mayoría de la población. La misma en la que hay una parte que no tiene conciencia de que su enemigo lleva 25 años machacándola.

martes, 6 de abril de 2021

Elecciones en Madrid: parece que hay partido

Hace tres semanas Isabel Díaz Ayuso anunció por sorpresa la convocatoria de unas elecciones en la Comunidad de Madrid. La excusa fue la presentación en Murcia de una moción de censura a cargo de Ciudadanos y el PSOE. En ese momento la presidenta madrileña dijo que en Madrid iba a ocurrir lo mismo, algo que se negó desde Ciudadanos, tanto a través de Ignacio Aguado, vicepresidente de la Comunidad, y de la propia Inés Arrimadas. 

Entre las primeras reacciones políticas, dos provinieron de los grupos de izquierda. De un lado, cada uno por separado y por ese orden, Más Madrid y el PSOE registraron sendas mociones de censura. Por otro, Pablo Iglesias anunció su salida del Gobierno para presentarse como candidato a las elecciones. Para Ayuso, como es evidente, esos dos hechos le sirvieron para reforzar su justificación de convocatoria de elecciones.

A partir de ese momento el panorama político se ha visto trastocado. Madrid se ha convertido en una especie de test de cara al futuro. La inicial preocupación de Pablo Casado y su gente de la dirección del PP por lo de Murcia, la resolvieron al poco tiempo gracias a las maniobras dirigidas por Teodoro García Egea, cuando  lograron comprar a tres tránsfugas de Ciudadanos. Pero lo de Madrid les tocaba, pues Ayuso se estaba erigiendo en ese momento en el principal referente de la derecha, presentándose al frente de un modelo económico y político que se sitúa como contrapeso del Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, y con vocación de exportarlo allí donde pueda. Un modelo de neoliberalismo puro y duro, aderezado de un ventajoso dumping fiscal, de regresión en derechos políticos y civiles, y de un nacionalismo español exacerbado, teñido para la ocasión de un postureo casticista madrileño, para lo cuentan el apoyo de Vox en los dos casos. 

Y en ésas estamos. El 4 de mayo competirán principalmente seis candidaturas, tres por cada bloque. Desde el PP existe la confianza de un triunfo seguro, aunque conscientes de que necesitarían el apoyo de Vox. Un optimismo que está avalado por la crisis de Ciudadanos, que conllevaría la absorción de buena parte de su electorado, y por la aparición de un voto útil que penalizaría a Vox. Su lema "Comunismo o libertad", sustituto del inicial "Socialismo o libertad", lo sintetiza con claridad. 

Los grupos de izquierda, por otro lado, están optando por estrategias diferentes. El PSOE, a través de su candidato Ángel Gabilondo, apuesta por la moderación. Eso supone atraer parte del electorado de Ciudadanos, para lo que ha prometido un distanciamiento con respecto a Unidas Podemos. Más Madrid, por su parte, desechó una candidatura común con Unidas Podemos, como hizo público Mónica García al día siguiente del anuncio de Iglesias. Desde la seguridad de conservar lo obtenido hace dos años, confía en unos buenos resultados y, a la vez, está abierta a cualquier fórmula de pacto o coalición postelectoral con tal de desalojar al PP. 

La estrategia de Unidas Podemos se basa en dos aspectos. Uno, hacer frente a lo que sin tapujos llaman extrema derecha e implícitamente fascismo, que es lo que representan el actual PP y por Vox. El propio Iglesias lo expresó de esta manera: "hay que impedir que estos delincuentes, que estos criminales que reivindican la dictadura, que hacen apología del terrorismo de Estado, que promueven la violencia contra los migrantes, contra los homosexuales y contra las feministas, que cuando unos militares hablan de fusilar a 26 millones de rojos dicen que son su gente, puedan tener todo el poder en Madrid, con todo lo que eso implica para el resto del país". 

El segundo aspecto, relacionado con el aumento en las expectativas de voto, pasa, junto al trasvase de votos que pueda haber desde electorado de PSOE o Más Madrid, por hacer un gran esfuerzo a la hora de movilizar al electorado progresista. Y, ante todo, por conseguirlo en las zonas populares, tradicionalmente más abstencionistas, que son las situadas en mayor medida en los barrios del sur de la capital, y en las ciudades del este y sur del cinturón capitalino. Y para ello debe incidir en unas propuestas que pongan en valor lo social y, como consecuencia, la defensa de los derechos sociales (vivienda, educación, sanidad, lucha contra la marginación y la pobreza...).   
    
Las encuestas han estado marcando hasta ahora varias cosas: de un lado, el triunfo del bloque de la derecha, con un PP en alza, una Vox perjudicada por el voto útil y la caída, hasta la desaparición, de Ciudadanos; y de otro, la derrota del bloque de la izquierda, en el que Unidas Podemos subiría en votos y escaños, garantizando su presencia en la Asamblea.  

Pero la publicación ayer de la encuesta del CIS parece haber alterado las expectativas que se estaban anunciando y que en general se daban por seguras. Las previsiones del CIS han hecho saltar las alarmas en el PP y, a la vez, ha abierto esperanzas en los grupos de la izquierda. De esta manera, el PP seguiría  concentrando el voto de la derecha (39'2%), en detrimento de un Ciudadanos sin representación parlamentaria (4'4%) y de un Vox que correría el riesgo de quedarse también fuera de la Asamblea (5'4%). Por su parte, con respecto a 2019, la bajada de dos puntos del PSOE (25'3%) y el casi mantenimiento de Más Madrid (14'8%), se compensaría con la subida de tres puntos de Unidas Podemos (8'7%). 

Por bloques habría un empate técnico en votos. La derecha sumaría el 49% de los votos (1'5 puntos menos que en 2019), mientras que la izquierda alcanzaría el 48'8% (1'3 puntos más). El reparto de escaños, sin embargo, ha generado polémica. Para el CIS se repetiría el empate, asignando a cada bloque 66 escaños. Algo que ha sido criticado desde algunos círculos demoscópicos, políticos y mediáticos, pues la suma de escaños tendría que ser favorable al bloque de la izquierda (70) frente al de la derecha (64), optimizando el primero sus apoyos en detrimento del segundo. 

En todo caso, esto último sería lo de menos. Lo más importante es que de confirmarse por otras encuestas que se hagan el sentido general de lo publicado ayer por el CIS, la cosa cambiaría. O, dicho como reza el título de la entrada, parece que hay partido.

martes, 2 de febrero de 2021

A casi dos semanas de las elecciones catalanas 2021


Todo parece abierto de cara a las próximas elecciones catalanas. Los sondeos últimos apuntan en una misma dirección, pero sin un partido ganador claro. Las dos semanas que quedan puede que sean decisivas. Por otro lado, en la derecha unionista, con unas perspectivas negras, se está dilucidando una batalla propia, por ver cuál de los tres grupos quedará primero y cuál el último.

La batalla por ser el primero

Tres son los grupos que compiten por el primer puesto: Esquerra Republicana de Catalunya, Juntos per Catalunya, y Partido de los Socialistas Catalanes. Hasta finales de año el primero de ellos estaba erigiéndose en el más votado, pero en poco tiempo la cosa ha cambiado, hasta el punto de existir ahora cierta igualdad en las perspectivas de los tres grupos. 

Siguiendo los sondeos de este año, las previsiones para ERC se están moviendo en una horquilla que va del 19% al 24%, con una media de 32 escaños. En el caso de JxC, la horquilla estaría entre 20% y 21%, y una media de 30 escaños. Y con respecto al PSC se movería entre el 19% y el 24%, y podría tener también 30 escaños.

La clave se encuentra en la presentación de Salvador Illa como candidato por el PSC. Su labor al frente del ministerio de Sanidad le ha granjeado popularidad, descontando, claro está, el campo de la derecha españolista, en especial la más extrema. En Catalunya, además, ha conectado con una parte del electorado no nacionalista, antaño votante del  PSC, pero que se fue yendo hacia Ciudadanos en las últimas citas electorales y, sobre todo, en la de 2017, cuando se convirtió en el grupo más votado y el más numeroso del Parlament. Con Illa, pues, el PSC parece que puede recuperar parte de lo perdido, a lo que hay que sumar lo que pueda arañar en el electorado de En Comú Podem y posiblemente en el que estuvo más ligado a Iniciativa per Catalunya-Verds. Todo esto ha supuesto que el PSC esté en condiciones de disputar la primacía electoral.

ERC se ha visto perjudicada indirectamente por ello y en favor de JxC. Esto explica por qué intentó retrasar las elecciones, aprovechando como argumento la situación crítica de la pandemia en estos momentos. ¿Y por qué? La subida del PSC podría conllevar un posible acuerdo entre los grupos de izquierda: a dos bandas (ERC/ECP), tres (ERC/PSC/ECP) y, mucho más difícilmente, cuatro (ERC/PSC/ECP/CUP), independientemente de quién encabezara el gobierno y la forma de concretarse (coalición, pacto de legislatura...). Esto podría suponer que una parte del electorado independentista progresista esté reorientándose hacia JxC, que sigue haciendo del procès el eje de su acción política. Con márgenes tan estrechos, consecuencia de potenciales trasvases de votantes desde distintas direcciones para cada grupo, todo puede ser posible de cara al 14 de febrero.

La batalla entre los grupos independentistas

Cuatro son los grupos de este campo que compiten entre sí: ERC, JxC, CUP y el PDeCat. Los dos primeros, como hemos visto, luchando por conseguir la primacía y, como consecuencia, la presidencia de la Generalitat. Por eso entre los dos se está llevando a cabo una lucha feroz por ver quién se muestra más leal con respecto a lo que fue el procès y lo que pueda seguir siendo en el futuro. 

En el caso de JxC, haciendo valer lo que llevó a cabo mientras Quim Torra estuvo al frente del govern y aprovechando la referencia simbólica de Carles Puigdemont en el exilio. Y en el de ERC, con Pere Aragonés al frente, evitando que sea identificada como una fuerza posibilista, capaz de pactar con el españolismo, de manera que primara en las actuales circunstancias su faceta progresista sobre la independentista, como ya ocurrió durante las dos legislaturas del tripartito entre 2003 y 2010. Eso explica ese mensaje reiterativo que ha salido desde sus filas de que el triunfo del PSC con Illa supondría una vuelta hacia el españolismo y recordando el apoyo que el PSOE dio a la aplicación del artículo 151. 

La Candidatura de Unitat Popular, por su parte, parece que podría conservar el nivel obtenido en las últimas elecciones e incluso aumentarlo, tanto en votos como en escaños, pudiendo pasar de los actuales 4 hasta 7. Aunque no debe perderse de vista tampoco el riesgo que corre de que finalmente una parte de sus votantes pudiera optar por el voto útil a JxC o ERC, en caso de percibir el peligro de una victoria del PSC.

Muy difícil lo tiene el Partit Demócrata Europeu Català, un grupo desprendido de JxC y que ha heredado en gran medida la esencia de lo que fue Convergencia Democràtica de Catalunya. La posibilidad que le daban los sondeos de obtener uno o dos escaños por Barcelona parece que se ha esfumado ante el peligro de una victoria del PSC, lo que que estaría haciendo que su votos acabaran quedándose en JxC. 

La batalla en la izquierda 

Cuatro son los grupos que se encuentran en este espectro: dos, ERC y CUP, lo son independentistas; uno, ECP, es el más claramente federalista; y el cuarto, el PSC, está situado entre un federalismo teórico y el españolismo de una parte de su militancia y de una parte mayor todavía de su electorado. Todos esos ingredientes dificultan, de entrada, que pueda haber un acuerdo postelectoral. Y sobre todo porque, de un lado, ERC necesita mostrarse no menos independista que JxC para no perder votos y, de otro, el PSC tiene que hacer lo propio para despegarse de ese campo y atraer votantes que en buena medida abastecieron en 2017 a Ciudadanos.

ECP tiene difícil aumentar sus votos, por lo que conservarlos ya sería un éxito. Lo sondeos oscilan entre 6% y el 10%, si bien como media de escaños se mantendría en los 8 de 2017. No le está favoreciendo la falta de cohesión interna, que ha hecho que no haya dejado de perder dirigentes y militantes. En gran medida porque su conformación fue muy variopinta, tanto en grupos (Podems, IC-V, EUiA, el entorno de Ada Colau...) como en sensibilidades (soberanistas, federalistas, unionistas, partidarios del procès, contrarios...). A ello hay que añadir la coyuntura actual, que parece estar favoreciendo la utilidad del voto. Esto conllevaría, en suma, que podría perder votos hacia el PSC e incluso, aunque en menor medida, ERC. Su apuesta en estas elecciones es lograr un pacto de gobierno entre los grupos de izquierda. Algo que es difícil verlo ahora, pero que tras las elecciones se iría viendo. 
 
La batalla en el seno de la derecha españolista

Lo que parece más claro es la debacle de Ciudadanos, que de ser la primera fuerza en 2017, con el 25'4% de los votos y 36 escaños, podría caer hasta el cuarto lugar, con pérdidas sustanciales en votos (entre 13 y 16 puntos) y escaños (en torno a 22), para quedarse entre el 9% y el 12% de los votos y en una media de 14 escaños.

El PP prolongaría su travesía en el desierto, en esta ocasión por la competencia que le ha salido a su derecha con Vox. Lejos de aprovecharse de la pérdida de Ciudadanos, apenas subiría entre 1 y 3 puntos, y sumaría como mucho 3 escaños más que en 2017, hasta los 7. El principal beneficiario por la derecha de la caída del partido naranja sería Vox, que irrumpiría en el Parlament, con una horquilla de votos entre el 4% y el 6'6%, y la posibilidad de obtener 6 escaños. El miedo, si no pavor, que hay en el PP deriva de que pueda sufrir un sorpasso por su derecha y acabe quedando como última fuerza política en la cámara legislativa catalana, lo que supondría una clara derrota para la actual dirección del PP y Pablo Casado.

Los resultados por bloques

Es importante no perder de vista los diferentes bloques políticos que existen en Catalunya. Si nos atenemos a los dos sondeos de organismos oficiales, el CIS estatal y el CEO catalán, hay algunos aspectos coincidentes, pero en uno, serias discrepancias. Para el CIS el bloque independentista sumaría el 39'8%, bastante por debajo de lo ocurrido en las elecciones anteriores, de las previsiones de los diferentes sondeos y, más concretamente, del sondeo del CEO, que apunta al 48'9% de los votos. La clave de esa diferencia tan sustancial por parte del CIS se encuentra en el 23'9% de votos que prevé para el PSC y, quizás lo más sorprendente, el escaso, por no decir raquítico, 12'5% que concede a JxC.

En cuanto al bloque de la izquierda, apenas hay diferencias entre los dos institutos demoscópicos: el CIS le otorga el 58'2% y el CEO, el 54'3%. En las elecciones de 2017 esa suma fue del 47'3%, lo que supone, en un principio, un aumento sustancial entre 7 y 11 puntos, a lo que no es ajeno la distorsión que supuso en su día la subida de Ciudadanos en detrimento, sobre todo, del PSC. 

Por último, el bloque de la derecha españolista oscilaría entre el 22% que le da el CIS y el 21'4% del CEO, es decir, alrededor de 8 puntos menos sobre 2017. 

La participación 

Las dos últimas elecciones catalanas alcanzaron las dos mayores cotas de participación: 77'5%, en 2015; y 79'1%, en 2017. Las previsiones, sin embargo, son que haya una bajada. En parte podría deberse a las circunstancias de la pandemia, pero puede que no sólo por eso. Según el último sondeo para El Periódico, estaría bajando, de manera que las previsiones han pasado del 74'6% de principios de enero al 61'5% de finales. 

La abstención afectaría en menor medida al electorado de los tres partidos que se disputan ganar las elecciones, llamando la atención la creciente movilización del electorado del PSC, consecuencia del denominado "efecto Illa". El electorado que se sentiría menos interesado en votar sería el de la derecha españolista, en mayor medida el del PP, y el que se siente menos independentista.    

Por grupos de edad, el interés por participar aumentaría de menos a más, de manera que por debajo de 30 años no llegaría al 50% y por encima de 65 años se alcanzaría casi el 70%. 
 
Algunas conclusiones

Las elecciones están muy abiertas entre los grupos que se disputan la primacía.

Sus electorados respectivos son, a su vez, los que parecen más movilizados.

El "efecto Illa" ha trastocado las previsiones que se hacían hasta finales del año pasado, de manera que habrá una recomposición del voto entre JxC y ERC, y hacia el PSC, cuyo candidato  se está convirtiendo en el principal referente político. 

Atendiendo a los bloques independentista y no independentista, apenas habrá grandes variaciones en el número total de votos. El primero seguiría sin alcanzar el 50% y sin que se prevea una subida, que, de darse, no sería tanto por una subida real de votos como por una mayor retracción del electorado no independentista. 

El bloque de la izquierda es claramente superior al de la derecha, con una subida entre 7 y 11 puntos sobre 2017, y en la línea de las elecciones generales.

La izquierda más radical, ECP y CUP, sumaría entre el 10% y el 16% de los votos, una horquilla muy amplia, pero que contempla en su interior el 12% que, por separado, consiguieron en 2017. 

No se vislumbran posibilidades de un pacto postelectoral entre los grupos de izquierda, aunque hay que esperar a los resultados finales. 

El bloque de la derecha españolista, que bajaría entre 7 y 8 puntos, seguiría siendo una minoría en Catalunya.

El PP va camino de una nueva derrota, con la posibilidad de ser superado por Vox.

El desarrollo de la campaña electoral puede dar lugar a nuevos cambios de cara al resultado final. Quedan casi dos semanas muy intensas, donde pueden suceder muchas cosas. 

lunes, 12 de octubre de 2020

Monarquía o república, en una encuesta de la Plataforma de Medios Independientes

 

Varios medios de comunicación han publicado esta mañana el "Informe monarquía PMI 2020", una iniciativa que ha partido de la Plataforma de Medios Independientes (PMI), formada por 16 cabeceras. El instituto de opinión a 40dB., que está dirigido por la socióloga Belén Barreiro,  ha sido el encargado de llevarla a cabo mediante una encuesta basada en una muestra de 3.000 entrevistas, recogidas en las cuatro comunidades autónomas de mayor población: Andalucía, Cataluña, Madrid y Valencia

Estamos ante informe muy extenso, con un formulario que ha abarcado un gran número de cuestiones, atendiendo a las variables de grupos políticos, grupos de edad y territorios. El resultado ha sido una radiografía bastante completa del estado de opinión sobre la monarquía, la opción por una consulta que dilucide la forma de la jefatura del estado y la intención de voto en caso de llevarse a cabo. Así mismo, ofrece información sobre otros aspectos, como la opinión sobre la democracia y su funcionamiento, la confianza en las distintas instituciones políticas y su funcionamiento,  la necesidad de reformar la Constitución, el interés por la información política atendiendo a los distintos tipo de medios, la opinión sobre los miembros de la Casa Real, el papel jugado por Juan Carlos I, etc.  

Como limitación se encuentra que la encuesta se haya reducido sólo a las cuatro comunidades autónomas antes referidas y que los datos sólo se ofrezcan sobre los cinco partidos de ámbito estatal. Eso impide, por un lado, que podamos conocer el estado de opinión del conjunto del estado y, por otro, que se tenga en cuenta a otros grupos con gran relevancia en ámbitos territoriales más reducidos.

Veamos las respuestas sobre algunas de las cuestiones, en este caso en lo concerniente a la opción monarquía/república.

Necesidad de un referéndum 

La población en general se muestra favorable en un 47'8%  a que se realice una consulta, frente al 36'1% que opina lo contrario; por grupos políticos destaca el 94% en el electorado de UP, muy por encima del 59'8% en el del PSOE; entre los tres partidos de la derecha el apoyo es minoritario: 17'2% del PP, 18'3% de Vox y 33'8% de Cs.  

Por edades, los grupos más jóvenes reflejan los valores más altos: 56'1% y 60'9%, respectivamente, entre los de 16-17 y 18-24 años; luego van disminuyendo progresivamente, de manera que en el grupo 55-64 casi hay un equilibrio (44'2%/43'1%) y en el de 65 ó más años la opción contraria a un referéndum ya es la preferida (41'1%/49'7%). 

Intención de voto en el referéndum

A favor de la república se muestra un 40'9%, cinco puntos por encima del 34'9% que prefiere la monarquía. La opción republicana es la preferida abrumadoramentecon el 91%, por el electorado de UP; un nivel bastante superior al electorado del PSOE, que la prefiere el 55%; entre los grupos de la derecha ocurre lo contrario, siendo mayoritaria la opción por la monarquía: abrumadora en el electorado del PP, con el 79%, y el de  Vox, con el 79'2%, y algo menos en el de Cs, con el 59'8%.

Por grupos de edad la república es preferida hasta los 54 años, disminuyendo progresivamente de más jóvenes a menos: 48'6%, 54'6% y 46'6, respectivamente, en los grupos 16-17, 18-24 y 25-34; sólo en los grupos de más edad se opta por la monarquía: 38'6% frente al 36'5, en el de 55-64,  y 47'3 frente al 35'8, en el de 65 y más años. 

El estado de opinión en Andalucía

En la opción por un referéndum, el rechazo es superior a la postura favorable: 42% frente al 39'8%.

Y en cuanto a la intención de voto el 43'2% prefiere la monarquía frente al 31'5% que se decanta por república.

Algunas conclusiones

Las preferencias por la república o la monarquía son marcadas atendiendo a las variables de bloques políticos y de edad.

Mientras el electorado de los grupos de izquierda opta por la república, el de los grupos de derecha lo hace por monarquía. 

Quienes votan al PSOE tienen unos rasgos contradictorios: aunque optan más por la república, siguen manteniendo un apego por los monarcas, quizás como una rémora del "juancarlismo" de otro tiempo.  

Cuanto más joven se es, más se prefiere la república y viceversa, cuanto más edad se tiene, más apoyos tiene la monarquía.

Sólo en las personas de 55 y más años se prefiere a la monarquía, que aumenta, además, con los años.

En el caso de Andalucía se refleja un claro comportamiento conservador, contrario a la celebración de un referéndum y más favorable por la monarquía.  

Dentro de una opción en general favorable a la república, el futuro de la monarquía se encontraría altamente condicionado por la variable de edad, de manera que el relevo generacional podría conllevar su sustitución. 

viernes, 8 de mayo de 2020

Demoledora encuesta para la monarquía española

El diario Público sacó ayer una encuesta realizada por el gabinete demoscópico Sináptica acerca de la forma de la jefatura del estado, bien manteniendo la forma monárquica de la actualidad o bien dotándose de una republicana. Llevada a cabo durante los días del confinamiento ocasionado por el covid-19, las preguntas se han referido también a la conveniencia de realizar un referéndum que lo decida y al papel jugado por la monarquía desde la última restauración. A ello hay que unir distintas variables, como son el grupo político, el sexo, la edad o el tamaño del municipio, que ayudan a conocer mejor el estado de opinión en la sociedad española. Y la verdad es que los resultados son demoledores para la monarquía. 

Monarquía versus república


Del total de personas encuestadas el 51% ha dado su preferencia por la república frente al 34% de la monarquía, lo que supone una diferencia, nada desdeñable, de 17 puntos.


Por grupos políticos la opción republicana es la preferida por las personas que han votado a los de izquierda, estando encabezada por ERC (100%) y Unidas Podemos(89,7%), y quedando por debajo el PSOE (54,8%). La monarquía no obtiene ningún apoyo por parte de quienes han votado a ERC, apenas es preferida entre quienes lo han hecho por Unidas Podemos (4,9%) y suben bastante en el electorado del PSOE (38,9%). Aunque entre los votantes de este partido la opción republicana está 15,9 puntos por encima de la monárquica, no deja de ser llamativo que esta última supere la media en 4,9 puntos.


En el caso de los partidos de la derecha, ocurre lo contrario, siendo el electorado del PP el más claramente monárquico (71,2%) y el que menos ha optado por la república (14,9%). Le siguen Vox, con el 66,8% y 21,5%, y Ciudadanos, con el  51,4% y 28,1%, respectivamente.     


En el resto de las variables, la república es siempre la opción preferida.


Las mujeres la hacen sobre la monarquía en una relación de 51,5% a 32,8%, que supone 18,7 puntos por encima; y los varones, de 51,7% a 36,6%, esto es, 15,1 puntos por encima.


Por edades: en el grupo 18-34 años el 58,9% prefiere la república, superando en 36,1 puntos a la monarquía; en el grupo 35-49 años, 46'8% y 19,9 puntos, respectivamente; en el de 50-64 años, 50,7% y 14,1 puntos; y en el de 65 años y más, 50,9% y 7,4 puntos.


Y atendiendo al tamaño de los municipios, en los menores de 10.000 habitantes la república es preferida por el 58,9%, superando en 20,7 puntos a la monarquía; en los que están entre 10.000 y 50.000 habitantes, 47,1% y 11,1 puntos, respectivamente; en los situados  entre 50.000 y 500.000 habitantes, 52,2%  y 14,6 puntos; y en los que superan los 500.000 habitantes, 54,4% y 25,7 puntos.  


Valoración de la restauración monárquica


Aquí de nuevo la monarquía se ve castigada: tan sólo el 29,6% hace un valoración positiva de lo que ha supuesto la segunda restauración de la institución, acaecida a finales de 1975, frente al 39,2% que lo hace negativamente, lo que supone una diferencia de casi 10 puntos. Llama la atención, no obstante, que es en esta pregunta donde las personas entrevistadas han manifestado mayor grado de indecisión, pues el 26,1% ha contestado que ni una cosa ni otra.


Por grupos políticos, sólo para quienes han votado a los de la derecha la restauración ha sido positiva: el 64,4%, en quienes han votado al PP;  el 55'8%, a Vox; y el 51,4%, a  Ciudadanos. Hay algunas diferencias entre quienes lo han hecho negativamente: 12,2%, en el PP, y 13,8%, en Vox, mientras que en Ciudadanos sube hasta el 20,8%.


La valoración es claramente negativa entre quienes han votado a ERC (83,6%) y Unidas Podemos (71,4%); que, por el contrario, apenas lo hacen positivamente: 3,4% y 7,7%, respectivamente. Diferente es el caso del PSOE, donde su electorado valora más positiva (31,9%) que negativamente (29,4%) el papel jugado por la institución monárquica, si bien con una diferencia de apenas 2,5 puntos.


Tanto en las mujeres como en los varones se valora negativamente por igual: 39,2%, aunque en éstos un 35,2% lo hace positivamente y en aquéllas, un 24,4%. Por otro lado, las mujeres, con un 30,5%, muestran un mayor grado de indecisión frente al 20,3% de los varones.    


Por edades, la mayor valoración negativa se da en el grupo de 18-34 años, con un 47,6%, lo que supone una diferencia sobre la positiva de casi 30 puntos; en los grupos 35-49 y 50-64 años se valora negativamente por un 36,9% y un 36,8%, superando a la positiva en 6 y 2,9 puntos. Sólo en el grupo de 65 años y más lo positivo (36,5%) supera a lo negativo (35,2%), aunque con una escasa diferencia de 1,3 puntos. Por lo demás, el grado de indecisión en los tres grupos es muy homogéneo, oscilando entre el 25,4% y el 27,2%.


En cuanto al tamaño de los municipios, en todos los tramos la restauración monárquica se valora más negativa que positivamente. Lo primero resulta muy homogéneo: 39,3%, en los menores de 10.000 habitantes; 39,6%, en los situados entre 10.000 y 50.000; 38,5%, entre los de 50.000 y 500.000; y 39,8%, en los de más de 500.000. Las diferencias, sin embargo, varían: son mayores en los tramos de menos habitantes (12,7 puntos) y de más habitantes (15,5 puntos); mientras que son menores en los tramos intermedios: de 8,4 en los municipios de 10.000-50.000 y de 6,2 puntos en los de 50.000-500.000.


Decidir o no mediante una consulta ciudadana


La tercera de las preguntas de la encuesta tiene que ver con la necesidad o no de que la forma de jefatura de estado se decida mediante una consulta a la población. Y aquí, de nuevo, entre la mayoría de las personas encuestadas se prefiere que así sea: 58,2% frente al 28,9%, que suponen 29,3 puntos de diferencia.


Por grupos, el electorado de izquierda es bastante más receptivo a la consulta. En dos casos, abrumadoramente: el 96,6% de ERC y el 92,6% de Unidas Podemos. Y en menor medida en el del PSOE: el 59,4%, que está 30,3 puntos por encima de quienes no la defienden. 


Lo contrario ocurre con quienes han votado a dos grupos de los grupos de la derecha: el 65% de Vox; y el 59,5% del PP. Es una excepción el caso de Ciudadanos, pues el porcentaje de quienes prefieren la consulta, el 46%, supera al de quienes la rechazan, que son el 39%.


Las mujeres defienden la consulta en un 59,3% y los varones, en un 57%. 


Por edades en todos los grupos ocurre lo mismo: en el de 18-34 años, el 64,2%; en el de 35-49 años, el 54,5%; en el de 50-64 años, el 59,7%; y en el de 65 años y más, el 54,1%. Resulta llamativo el grupo más joven, con 43,1 puntos por encima, mientras que en el resto oscilan entre los 30,6 puntos del grupo de 50-64 años y el 24%, aproximadamente, de los otros dos. 


Finamente, por tamaño de los municipios, en los que tienen menos de 10.000 y más de 500.000 habitantes se muestran favorables a una consulta el 57%; en los que tienen entre 10.000 y 50.000 habitantes, el 59,5%; y en los de 50.000-500.000, el 58,5%. Las diferencias son mayores en los municipios con menos de 50.000 habitantes, con algo más del 30%; y son menores en los otros dos: 26,5%, en los de 50.000-500.000 habitantes; y 28,2%, en los de más de 500.000.   


Para acabar

Los datos que aportan Público y la empresa demoscópica Sinóptica son bastantes negativos para la monarquía. Sólo en la variable de grupos políticos, y gracias a los tres partidos de la derecha, mantiene importantes apoyos. La posición del electorado del PSOE es más contradictoria, pues, aunque ya está optando mayoritariamente por la república, no lo hace de una forma abrumadora. Además, sigue manteniendo el reflejo del papel positivo jugado por la monarquía durante la segunda restauración. No debemos olvidar que este partido ha sido el principal valedor de esa institución, donde ha mezclado el pragmatismo y, sobre todo, el sometimiento a los poderes fácticos del estado y del sistema. De alguna manera ha sido el que dado significado a eso del "juancarlismo".

Que las generaciones más jóvenes, por debajo de los 35 años, sean las que manifiesten menor apego a la monarquía dice mucho, porque no dejan de ser el futuro. Sorprende, incluso, que la monarquía no sea lo preferido en el grupo de más edad.

No debemos perder de vista dos cosas. Una, el cada vez mayor desprestigio de la figura del Juan Carlos I, rey emérito, cuasi beatificado por algunos sectores de la sociedad hasta hace unos años. Sus reiterados escándalos, en los que de menos son los asuntos de faldas y cacerías como de corrupción económica, ya le obligaron a tener que aceptar hace seis años la abdicación de la corona en favor de su hijo. Lo último está siendo su procesamiento en Suiza por movimientos bancarios relacionados con negocios turbios entre países y el cobro de las comisiones correspondientes, y la aparición de noticias sobre cuentas corrientes en paraísos fiscales. 

La otra, que Felipe VI tampoco ha sabido estar a la altura de las circunstancias requeridas para que la institución recupera el prestigio perdido. No lo estuvo en la crisis de Catalunya, donde se posicionó a favor de la mano dura. Y tampoco lo está haciendo en la actual situación de emergencia relacionada con el covid-19. En su contra está el hecho de aprovechar esa situación para anunciar, un año después, que renunciaba a la herencia económica de su padre. Como también está en el debe el que apenas haya dado la cara y mostrado empatía ante el drama general de la pandemia y las graves secuelas que está generando.

En pocas encuestas hay atrevimiento a la hora de mostrar lo que la gente piensa sobre la monarquía y la posibilidad de que la república la sustituya. Pero, por lo que estamos viendo, cada vez resulta más claro que lo que la gente quiere es un cambio. Y, además, ejerciendo un derecho democrático: votando. 

sábado, 9 de noviembre de 2019

Reflexiones en voz alta en una jornada de reflexión electoral

Pocas, que no llegan a los cinco dedos de una mano, han sido las campañas electorales en las que no he participado activamente desde que en junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones libres tras la larga dictadura. Con mayor o menor intensidad, he estado presente en cuantas tareas se llevan a cabo para hacer que el grupo político al que apoyas pueda obtener los votos necesarios. Esta última ha sido la más corta, de algo más de una semana apenas. Es cierto que llevamos tres convocatorias en medio año (abril, mayo y noviembre), a las que se puede unir la que en diciembre pasado tuvimos en Andalucía. Citas electorales que han tenido como común denominador la presencia, cada vez mayor, de un partido que representa a las claras lo más reaccionario. 

La campaña de Unidas Podemos me ha parecido trepidante y llena de emociones. No es algo nuevo. IU, que forma parte activa de esa confluencia y de las hermanas En Comú Podem (catalana) y En Común (gallega), tiene una trayectoria que lo avala. Sin irme muy lejos, no puedo olvidarme de dos de ellas, que se afrontaron en condiciones muy duras y en las que se jugaba su propia supervivencia: las elecciones andaluzas de marzo 2015 y las generales de diciembre de ese mismo año. Fueron heroicas para sus militantes y simpatizantes, que se esforzaron hasta el máximo para hacer posible que lo que representaba una rica tradición de lucha que tenía raíces lejanas no acabara en el olvido. Y llenaron de emoción los corazones de mucha gente, votantes anónimos que querían dejar constancia de ello. Fueron las elecciones andaluzas con ese vídeo tan maravilloso titulado Construir la luz. O las generales, en las que se marginó en el debate televisivo a IU y su candidato, Alberto Garzón

Sin embargo, desde 2016, mal que le pesó a ciertas personas, se volvió a la cordura y con ella se inició un camino de unidad. Fue el momento en que surgió  Unidos Podemos (la confluencia de Podemos, IU, Equo y otros grupos), de En Comú Podem, En Marea, A la Valenciana... Que dos años después dio lugar a Adelante Andalucía, cuyo bautizo electoral se vio surcado de incomprensiones internas en Podemos y de la pasividad de parte del electorado, permitiendo con ello que el huevo de la serpiente del fascista Vox acabara por romperse.

Desde el pasado abril, ya feminizada como Unidas Podemos, asistimos por desgracia a la cita con la marcha de Compromís en el País Valenciano y la ruptura de En Marea en Galicia. Algo que poco aportó a quienes se fueron y mucho quitó a lo que hubiera podido seguir haciendo posible que, lejos de restar, la unidad suma. Como luego se demostró en mayo, en unas elecciones municipales y autonómicas donde se dividieron las fuerzas y se atomizaron las opciones. 

En el momento presente Unidas Podemos, En Comú Podem y En Común han mantenido sus esencias. Sin los que se fueron en abril y sin la gente que le dio por formar una cosa llamada Más País. Lanzada interesadamente a bombo y platillo por algunos medios de comunicación, defendida por algunas mentes pensantes y utilizada por el PSOE en los primeros momentos, ha ido perdiendo fuelle y expectativas. Si no del todo, está lejos de lo que decían que iba a obtener. Y lo que es peor, llevándose votos muy valiosos que restan lo suficiente para que Unidas Podemos pueda perder escaños y se los lleve la derechona, sea pepera o sea fascista. 

Unidas Podemos representa la única opción para hacer posible un gobierno que defienda los intereses de las clases populares y, a la vez, haga frente al neoliberalismo económico y la regresión en todos los órdenes que defiende el fascismo en ascenso. 

Como reza la canción "Somos la revancha de los sueños rotos", de Lulü y sus colegas, y que ha dado música a la campaña a ritmo de rock-pop-rap: “Somos la revancha de los sueños rotos,/ pueblos levantados, corazón y arrojo/ persiguiendo la igualdad social./ Salta ya a la calle y grita como un loco,/ si esta democracia a ti te sabe a poco,/ únete que somos muchos más”. 

Pues claro que sí.