Estamos
de aniversario: hace 70 años, concretamente el día 6 de junio, se inició el
desembarco de Normandía. Dramático aniversario. Y tergiversado acontecimiento.
Para la historiografía occidental dominante, el momento decisivo, es decir, el
inicio de una contraofensiva aliada protagonizada, en mayor medida, por tropas
británicas y estadounidenses que abrirían la liberación de Francia, primero,
Bélgica y Países Bajos, después, y la rendición de Alemania, finalmente. Para
mucha gente lo ocurrido está reflejado en el mundo del cine realizado en
Hollywood. El día más largo y tantas
otras películas serían las crónicas de lo que acabaría siendo un paseo
triunfal. Pero ¿fue así realmente en toda su dimensión?
Un poco de historia
En 1941
una buena parte del el mundo estaba dominada por las conocidas como potencias
del Eje: Alemania y Japón, y en un plano mucho menos destacado, Italia. Pero en
ese año se sucedieron dos ataques de gran envergadura e importancia: en junio
se inició la "operación Barbarroja", que supuso la invasión alemana de
la URSS; y en
diciembre tuvo ligar el episodio de Pearl Harbour, en las islas Hawai, con la aviación japonesa atacando a la
principal base de EEUU en el Pacífico. Como consecuencia la situación bélica
quedó totalmente alterada, lo que acabaría en poco tiempo marcando el signo de
la guerra.
Alemania
buscaba en la URSS
el control de sus cuantiosos recursos naturales. Y esos objetivos parecía que
iban a cumplirse desde el primer momento, toda vez que sus tropas llegaron
rápidamente a las proximidades de Leningrado y Moscú, a la vez que ocuparon Ucrania.
En la batalla de Stalingrado, sin embargo, iniciada en el verano de 1942, acabó
siendo un serio contratiempo en los planes alemanes, convirtiéndose en el
inicio de su declive tras la contraofensiva soviética en noviembre.
En
el Pacífico, por su parte, se desarrolló una amplia e intensa guerra aeronaval
entre EEUU y Japón, que, como estaba ocurriendo en el continente europeo,
también se fue tornando dificultosa para Japón. Las victorias estadounidenses
en el mar Coral y Midway lo corroboraron.
Más
cerca, en el norte África, se desarrolló un tercer escenario bélico que también
acabó mal para las potencias del Eje, especialmente Alemania. La derrota en El Alamein,
en otoño, de las divisiones alemanas del Africa Corps frente a las británicas
puso fin a su aventura por controlar la ruta mediterránea y diezmar el imperio
colonial británico.
Las
derrotas de las potencias del Eje durante 1942 abrieron un escenario muy
diferente, de manera que a partir de 1943 la iniciativa pasó a los países que
acabaron aliándose para combatir al enemigo: EEUU, Gran Bretaña y la URSS. Fue el año en que
se sucedió una serie de contraofensivas, abriendo tres frentes en Europa
(oriental, Balcanes y occidental), acabando con la presencia alemana en África
y ampliando el campo de batalla en el Pacífico hacia el sureste asiático. En todas
las zonas ocupadas se desarrolló, además, una la lucha guerrillera, que causó un
hostigamiento permanente a las tropas alemanas, japonesas e italianas.
Eso fue el motivo para que Alemania y Japón, con una
Italia pronto en fuera de juego, empezaran a resentirse del esfuerzo por mantener
sus posiciones. Y aquí el papel jugado por EEUU y la URSS resultó muy importante, a la vez que
diferenciado. EEUU contó con la ventaja de ver su territorio alejado del
conflicto, por lo que mantuvo su territorio y su maquinaria productiva intactas,
lo que le permitió incluso fortalecer la recuperación económica que habían
empezado a notar a finales de los años treinta. La URSS, por su parte, empezó a
beneficiarse del funcionamiento de la industria al este de los Urales, que
apartó los recursos necesarios para hacer frente a la maquinaria de guerra
alemana.
En
julio de 1943 se produjo el desembarco norteamericano en Sicilia, a la vez que Mussolini
era derrocado tras una conspiración del alto mando militar, con el general
Badoglio al frente. Si bien la intervención alemana permitió que el dictador
italiano pudiera formar una efímera república fascista en el norte de Italia,
este país dejó de aportar la poca ayuda que hasta ese momento había dado.
En
el frente oriental la situación resultó más decisiva. La batalla de Kursk en julio
fue la llave principal para que la
URSS acabara
recuperando Ucrania, lo que fue simultaneado por otras operaciones en la
misma línea meridiana hacia el norte. El intento de contención del avance
soviético hizo que cada vez fuera mayor el esfuerzo bélico alemán, por lo que
el coste económico y humano se tornó elevadísimo por las dos partes. En los
Balcanes las fuerzas guerrilleras, especialmente las dirigidas por Tito y controladas por los
comunistas, no dejaron de hostigar la presencia alemana.
A
finales de este año tuvo lugar también la Conferencia de
Teherán, donde por primera vez los representantes de las tres potencias aliadas
se sentaron juntos para coordinar las acciones de guerra y plantear sus
reivindicaciones tras el fin de la guerra. La URSS puso de relieve su intenso esfuerzo bélico, cuyo
resultado era que se estaba llevando la mayor parte de las víctimas y de la
destrucción material, razón por la que pidió, una vez más, la apertura de un
frente occidental más decidido.
En
1944 prosiguieron los avances del ejército
soviético, que en el verano ya había recuperado sus fronteras y se puso a las puertas de Varsovia. No
tener en cuenta este hecho sería, además de injusto, no poder entender la
realidad, pues fue el factor principal del éxito en el mes de junio del avance
estadounidense en Italia y la toma de Roma, y del desembarco estadounidense y
británico en las costas de Normandía.
A
partir del 6 de junio en pocas semanas liberaron Francia, con la toma de París
en agosto, y Bélgica, situándose en la frontera de Alemania. Pero no fueron las
únicas fuerzas que actuaron. Ya desde 1941 el maquis francés, con una importante presencia española, había
organizado una fuerte resistencia que fue en aumento y acabó participando en el
avance anglo-americano. Las tropas aliadas occidentales llevaron a cabo
paralelamente bombardeos masivos contra varias ciudades alemanas (Dresde o
Leipzig quedaron destruidas).
En
los Balcanes Tito tomó Belgrado. Y en el Pacífico EEUU siguió llevando la
iniciativa frente a Japón con una estrategia de control de puntos clave,
basándose en su superioridad aérea.
En
abril de 1945 las tropas soviéticas, al mando del general Zukov, entraron en
Berlín. Hitler cedió el mando al almirante Doenitz y en los primeros días de mayo se firmó la capitulación. En Asia EEUU
ocupó la isla de Okinawa en abril y con el lanzamiento de las bombas atómicas
sobre Hiroshima y Nagasaki los días 6 y 9 de agosto forzó la capitulación
definitiva de Japón.
Un balance
A la hora de hacer un
balance de la destrucción humana y material nos enfrentamos con una gran
disparidad en los datos, en gran parte por lo difícil de la tarea, pero también por su manipulación e, incluso,
el ocultamiento consciente. Nadie ha puesto hasta ahora en duda que la
URSS fue el país que más víctimas y mayor destrucción tuvo.
Tampoco que hubo países más pequeños (como Polonia o Lituania, entre otros) que
en términos relativos sufrieron más. En el caso de Alemania resulta obvio que
tuvo que pagar un fuerte tributo por su osadía expansionista. En todo caso muy
superior al de las dos potencias occidentales, esto es, EEUU y Gran Bretaña.
Y aquí es donde viene la
tergiversación histórica, desde el momento en que de hecho se resalta la
actuación de estos países, especialmente en Europa, a la vez que se oculta,
como una forma descarada de minusvaloración, el papel jugado por la URSS.
El historiador ruso
Guennadi Bordiugov
escribió el año pasado un artículo en el que hace un balance, cuyos datos resultan
demoledores, dando una idea del esfuerzo bélico de cada uno de los
contendientes: “Según cálculos de hoy en día, el Ejército Rojo derrotó en el
frente oriental 674 divisiones (508 de la Wehrmacht y 166 aliados de la Wehrmacht). El ejército
anglo-norteamericano en África del Norte se enfrentó de 1941 a 1943 a entre 9 y 20
divisiones, en Italia de 1943
a 1945 fueron entre 7 y 26 divisiones y en Europa
Occidental, después de que se abriera el frente occidental en 1944, entre 56 y
75 divisiones”. Añade otros datos que complementan su balance, como que en el
frente oriental las pérdidas alemanas alcanzaron el 73% del total y que estas
bajas fueron cuatro veces más altas que en los frentes donde actuaron los
aliados occidentales; que el número de divisiones alemanas o de sus aliados
derrotadas en el frente oriental fue de 607 frente a las 176 de los otros frentes
europeos; o que en el frente oriental la Wehrmacht perdió el 70% de todos los aviones
durante la guerra, el 75% de los tanques y el 74% de la artillería.
Recientemente se ha vuelto
a publicar un artículo del periodista Rafael Poch
donde redunda en esos datos, que cualitativamente no son muy diferentes,
aportando algunos muy reveladores: “En las playas de Normandía se registraron
10.000 muertos aliados, 4.300 de ellos británicos y canadienses y 6.000
americanos. En las grandes batallas del este, los muertos se contaban en
centenares de miles. En la batalla de Moscú participaron unos 3 millones de
soldados y 2.000 tanques. La URSS
utilizó allí la mitad de su ejército, Alemania una tercera parte. En El
Alemein, una batalla importante del otro frente, los alemanes disponían entre
60.000 y 70.000 soldados”.
¿Qué más se puede añadir?
Bordiugov, Guennadi (2013). “Las
cifras de la victoria frente a la máquina de guerra nazi”, en Rusia hoy, 24 de
junio.
Poch, Rafael (2014). “Aniversario
en la vieja Europa: otra vez Normandía”, en
La Vanguardia, 5 de junio, publicado con anterioridad en Diario de
Pekín el 4 de junio de 2004.