
Hace 15 años publiqué en este cuaderno la entrada "El infierno nuclear", en la que que recordaba el lanzamiento por EEUU de las bombas nucleares sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Hace unas semanas mi amigo Chema me sugirió que escribiera algo sobre el acontecimiento, con el fin de publicarlo en nombre del Comité Antinuclear y Ecologista de Salamanca. Liado como estoy, le envié lo que escribí por entonces. Finalmente ha aparecido hoy en el periódico digital La Crónica de Salamanca, si bien con dos variaciones: una, en el título; y la otra, el añadido por parte de Chema del último párrafo, que supone una puesta al día. Helo aquí:
A 80 años de aquel infierno nuclear
El 6 de agosto de 1945 una bomba de uranio fue lanzada por USA sobre la ciudad de Hiroshima, que tenía entonces 140.000 habitantes. Se estima que cien mil las personas murieron en el acto.
El 9 de agosto de 1945, otra bomba, esta vez de plutonio, fue lanzada sobre Nagasaki, de 80.000 habitantes. Se estima que 73.000 personas perdieron la vida en el acto y otras 60.000 resultaron heridas.
A finales de ese año ambas bombas podrían haber matado a 140.000 personas y 80.000 en sendas ciudades y entorno. ¿Cuántas más fueron muriendo por los efectos de la bomba con el paso de los años, víctimas de tumores malignos, leucemia…? ¿Cuántas sufrieron síndrome agudo de radiación, diarreas, hematomas, pérdida total o parcial de pelo, disminución extrema de los glóbulos blancos de la sangre, cansancio generalizado, anemia, malformaciones, trastornos psíquicos, alteraciones de su conducta social…?
Ahora sabemos que estas dos ciudades no habían sido bombardeadas durante la guerra porque se quería evaluar los efectos de la radiactividad en toda su dimensión. Todo un experimento bélico.
También que el objetivo de EE.UU. no era forzar la rendición de Japón, aunque siga siendo la versión oficial. Fue una advertencia a la URSS. No era la Guerra Fría todavía, porque las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki alcanzaron miles de grados de temperatura.
El infierno existe. En la Tierra. Cientos de miles de personas estuvieron en él ese mes de agosto de 1945.
Y hoy, en 2025, hay en la Tierra más de 13.000 bombas nucleares, la mayoría mucho más potentes que las de Hiroshima y Nagasaki. El riesgo de guerra nuclear, por accidente o por decisión deliberada es alto. Trump se ha enfadado otra vez con Putin y ha desplegado dos submarinos con armas nucleares cerca de la frontera con Rusia. Los gobiernos europeos callan, ¿hasta cuándo vamos a permitir esta Europa lacaya de los EE.UU. que permite el genocidio en Palestina y obedece al 100% las órdenes de la política exterior del Pentágono? España debería ejercer su soberanía y firmar el tratado de Prohibición de las Armas Nucleares aprobado en la Asamblea de las Naciones Unidas -en vigor desde 2021-como ya lo han hecho casi 80 estados en el mundo.
(Imagen: "Una recreación de la bomba atómica impactando en un móvil. Imagen de XIAOLI362 en Pixabay", según La Crónica de Salamanca).
El 6 de agosto de 1945 una bomba de uranio fue lanzada por USA sobre la ciudad de Hiroshima, que tenía entonces 140.000 habitantes. Se estima que cien mil las personas murieron en el acto.
El 9 de agosto de 1945, otra bomba, esta vez de plutonio, fue lanzada sobre Nagasaki, de 80.000 habitantes. Se estima que 73.000 personas perdieron la vida en el acto y otras 60.000 resultaron heridas.
A finales de ese año ambas bombas podrían haber matado a 140.000 personas y 80.000 en sendas ciudades y entorno. ¿Cuántas más fueron muriendo por los efectos de la bomba con el paso de los años, víctimas de tumores malignos, leucemia…? ¿Cuántas sufrieron síndrome agudo de radiación, diarreas, hematomas, pérdida total o parcial de pelo, disminución extrema de los glóbulos blancos de la sangre, cansancio generalizado, anemia, malformaciones, trastornos psíquicos, alteraciones de su conducta social…?
Ahora sabemos que estas dos ciudades no habían sido bombardeadas durante la guerra porque se quería evaluar los efectos de la radiactividad en toda su dimensión. Todo un experimento bélico.
También que el objetivo de EE.UU. no era forzar la rendición de Japón, aunque siga siendo la versión oficial. Fue una advertencia a la URSS. No era la Guerra Fría todavía, porque las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki alcanzaron miles de grados de temperatura.
El infierno existe. En la Tierra. Cientos de miles de personas estuvieron en él ese mes de agosto de 1945.
Y hoy, en 2025, hay en la Tierra más de 13.000 bombas nucleares, la mayoría mucho más potentes que las de Hiroshima y Nagasaki. El riesgo de guerra nuclear, por accidente o por decisión deliberada es alto. Trump se ha enfadado otra vez con Putin y ha desplegado dos submarinos con armas nucleares cerca de la frontera con Rusia. Los gobiernos europeos callan, ¿hasta cuándo vamos a permitir esta Europa lacaya de los EE.UU. que permite el genocidio en Palestina y obedece al 100% las órdenes de la política exterior del Pentágono? España debería ejercer su soberanía y firmar el tratado de Prohibición de las Armas Nucleares aprobado en la Asamblea de las Naciones Unidas -en vigor desde 2021-como ya lo han hecho casi 80 estados en el mundo.
(Imagen: "Una recreación de la bomba atómica impactando en un móvil. Imagen de XIAOLI362 en Pixabay", según La Crónica de Salamanca).