Eso escribió Pablo Neruda, lo cantó después Víctor Jara y ahora podemos ver, una vez más, cómo de nuevo la cabalgata del imperio se pone en marcha. Esta vez en Ecuador. Hace quince meses, en Honduras; ocho, desde que fracasó en Venezuela; dos décadas, desde que hostigaron, hasta ahogarla, a Nicaragua; treinta y siete, desde que se llevaron a Salvador Allende con Víctor Jara y Pablo Neruda... Para qué seguir, si es más de lo mismo.
¿Fue un éxito la huelga general? Está por ver. El número de huelguistas: ¿alguien lo sabe? Ayer mismo, pensando, me vino a la cabeza la audiencia de la final del último mundial de fútbol: unos quince millones de personas. Es decir, un tercio aproximado de la población española en un evento deportivo en el que la mayoría se podía sentir identificada con su selección y en el deporte más seguido por la población. Una selección que no tuvo a todos los grupos mediáticos empresariales hostigando a los sindicatos de una forma permanente. Que no paró de incentivar al miedo con lo de los piquetes violentos y demás monsergas, cuando no de airear tonterías de todo tipo. Pues mira, el que todo un país estuviera pendiente de la huelga general, como huelguista o como esquirol, ya se puede considerar un éxito para quienes la propusieron y, por supuesto, para quienes la secundaron. ¿Los resultados? están por ver. Pero que conste que lo que ha hecho el gobierno en mayo, primero, y en septiembre, después, son los primeros pasos de la nueva ofensiva lanzada contra las conquistas sociales obtenidas a base de lucha y sacrificios. Y si no al tiempo. Otra cosa será lo que la gente quiera hacer, cómo pueda responder, hasta dónde está a punto de llegar...
Esta misma mañana he podido leer en Público estas palabras pronunciadas por una empleada de comercio: "Como lo manda el jefe tenemos que abrir, si te hacen venir y no vienes, te echan"; y también de la misma persona: "Me costó bastante encontrar este empleo y la situación no está como para correr riesgos".
El miedo es una de las claves del funcionamiento del sistema capitalista. Actúa sobre la conciencia de la gente, condicionando sus acciones. Superarlo es un reto y ha sido una de las vías que ha alimentado la rebeldía social. Una huelga es el principal momento de confrontación no sólo entre quien controla la propiedad y quien trabaja para ella, sino entre el miedo y la dignidad.
Cuando se habla de piquetes y de violencia, dos palabras que tanto gusta unir a quienes controlan y están al servicio de la propiedad, habría que responder con otro argumento: la violencia, en el caso que nos ocupa, del miedo. Es la que coarta la autonomía real de las personas y con ella su dignidad.
Lo que faltaba, ahora el mundo de la cultura apoya la huelga general. "Los artistas", como dice la derechona, buscando, quizás, enlazar con esa tradición conservadora de lo libertino de ese mundo, al que sólo la gente rica se acercaba para aparentar y para buscar amantes. A mediados de los setenta, en vida de Franco, saltó a la fama, no profesional, sino política, cuando llevó a cabo una huelga que resultó muy sonada. Recuerdo de entonces el protagonismo de Lola Gaos, Jaime Blanch, Juan Diego, José Mª Rodero, Tina Sainz, Pedro Mari Sánchez..., entre tanta gente conocida. También de esquiroles como Fernando Esteso, que gustaba de ese humor zafio, o Camilo Sesto, a quien la revista Cambio 16 llegó a llamar Camilochet... Mucho rojo de entonces, con un protagonismo importante de CCOO, el PCE, el FRAP y otros grupos de izquierda, pero no sólo.
En ese "baile de famosos" estuvieron también cantantes como Ana Belén, Víctor Manuel, Rocío Dúrcal, Pachi Andión... A Víctor Manuel le inspiró la composición de la canción "Cómicos", iniciando una fase más crítica en sus temas. La acción represiva del gobierno no estuvo ausente, sorprendiendo con las detenciones de Tina Sainz o Pedro Mari Sánchez, con acusaciones graves de violencia, y hasta de Rocío Dúrcal, a quien no le faltó el apoyo de Lola Flores, que se debió escandalizar por lo ocurrido.
A lo largo de la transición y durante los años siguientes se hizo importante y permanente en los distintos avatares políticos la presencia del colectivo de la cultura, donde cabían intelectuales, escritores y escritoras, artistas plásticos, del cine y del teatro, y cantantes. No deja de ser un referente simbólico de cara a las elecciones, los movimientos sociales, las "causas perdidas" y, en este caso, una huelga general...
Es cierto que no es un mundo muy homogéneo, que a la vez que una buena sigue participando de las representaciones o se muestra muy activa en la defensa de causas concretas, otra parte se ha ido decantando por el poder, una mayor pasividad, el abandono... En 1986 hubo quien apoyó al gobierno del PSOE en su causa de la OTAN (Julio Caro Baroja, Eduardo Chillida, Antonio López, Rafael Sánchez Ferlosio, Jaime Gil de Biedma, Jorge Semprún, Amancio Prada...). Otra gente se fue acercando al gobierno del PSOE en los años posteriores, olvidando "viejos radicalismos" (Víctor Manuel, Ramoncín, Ana Belén, Imanol Arias, Rosa León...). En el inicio de la guerra de Iraq mucha de esta gente estuvo en las movilizaciones, protagonizando el famoso acto de rechazo durante la entrega de los premios Goya en 2003 y ayudando a popularizar el lema "No a la guerra". Hace tres años hubo quienes apoyaron a Zapatero en las elecciones, con su conocido gesto de la ceja. No han faltado quienes, como Willy Toledo, están en la vanguardia de solidaridad con el Sáhara Occidental... Un mundo que se ha ganado la fama de rojillo o progre, lo que ha llevado que desde la derechona se le muestre tanta hostilidad.
Ayer salieron de nuevo a la actualidad política. Con los dirigentes de CCOO y UGT estaban Miguel Ríos, Adriana Ozores, Pilar Bardem, Juan José Millás, Juan Diego, Almudena Grandes, Antonio Carmona... Una imagen donde había algunas caras de siempre, caras nuevas, ausencias, abandonos... El caso es que allí estuvieron para decir que apoyan la huelga general.
He seguido estos días algunos debates en varias cadenas de televisión o radio, donde la mayoría de quienes participan, para tertuliar o para intervenir desde el público, se muestra muy hostil con los sindicatos. Quienes no se muestran así, suelen utilizar una suavidad entre paternalista y equidistante. La prensa del sistema ofrece unos titulares que van en la misma dirección. El que pongan el acento para criticar o defender al gobierno, o hacer lo mismo con el PP o los lugares donde gobierna, como Madrid, está en relación con su línea editorial, pero tienen en común su hostilidad a los sindicatos.
Se han hecho algunos sondeos sobre la huelga general, de los que se hacen eco los medios de comunicación. Los datos concretos varían, pero en general se dice que mucha gente considera que hay razones para hacerla, pero luego rebajan considerablemente el número de quienes la van a secundar. Los argumentos que aparecen para que haya gente que no vaya a la huelga, aunque la consideren razonable, es que van a perder dinero, que tenía que haberse convocado antes, que desconfían de los sindicatos, que es una farsa...
Desde luego como argumentos no valen, excepto si lo que se quiere es buscar una excusa. Son en sí mismos incoherentes. En todas las huelgas se deja de cobrar. La huelga ha sido un arma que inventó la clase obrera para defenderse, conseguir conquistas y ganarse su orgullo colectivo. Nada de lo que hoy tenemos como derechos laborales han caído del cielo como la lluvia, sino que ha sido producto de un largo camino de luchas dramáticas, pero que han tenido siempre recompensas. Todo lo demás son ilusiones.
El próximo 29 es el día en que se ha convocado la huelga general contra las medidas antisociales tomadas por el gobierno. No son muy distintas en su naturaleza a las que están tomando los otros gobiernos europeos, sean de "izquierda" o de "derecha". Bajo la excusa de crear condiciones favorables para salir de la grave crisis económica, se está actuando sobre los salarios, los despidos, el funcionariado, las pensiones, los años de cotización a la seguridad social...
Todo un ataque frontal más, dentro de un proceso regresivo que viene de lejos, desde hace tres décadas, cuando la señora Thatcher y el señor Reagan abrieron el camino de lo que empezó a denominarse entonces con el nombre de neoliberalismo. Los resultados han sido privatizaciones de empresas y servicios públicos, mayor desprotección social, desregulación laboral, subida de impuestos indirectos y bajada de los directos... Un camino que fue creando un nuevo consenso entre los partidos gestores del sistema capitalista y donde los partidos socialdemócratas y similares conocieron cambios importantes. En el Reino Unido el laborismo acabó adoptando, bajo el liderazgo de Tony Blair, el modelo neoliberal thatcheriano y de despolitización de la acción política, lo que le permitió gobernar durante tres legislaturas seguidas gracias al apoyo político de buena parte del electorado conservador. En torno a él y al alemán Schröder a finales de los 90 llegó a hablarse de un socialismo liberal, que tuvo en Felipe González un predecesor (sus gobiernos conocieron tres huelgas generales) y un entusiasta defensor. El propio Zapatero se hizo eco en sus discursos de ese modelo mientras estuvo en la oposición.
Estos cambios no se hicieron sin tensiones y desgarros internos, o fracturas en sus apoyos sociales. El partido laborista sufrió la inhibición de parte de sus apoyos tradicionales, que se siguen viendo desorientados y desmovilizados. El partido socialdemócrata alemán conoció la salida de uno de sus líderes, Oscar Lafontaine, que acabó creando con el partido del socialismo democrático Die Linke (La Izquierda). Hasta el partido demócrata estadounidense sufrió desde finales de los 70 la fuga hacia el republicano de los que acabarían llamándose neocon, artífices de las políticas económicas más duras en EEUU y uno de los pilares de la revolución conservadora junto con los grupos religiosos integristas. En tres décadas el partido demócrata sólo obtuvo dos mandatos presidenciales sobre cinco de los republicanos, los de un Clinton que en nada se salió del guión marcado por Reagan y Bush padre.
Los gobiernos del PSOE y PP en España han desarrollado la misma política económica. El que ahora el PP se niegue a apoyar las medidas tomadas por el gobierno sólo obedece a maniobras del más puro oportunismo. Pero nada de esto quita un ápice de razón a la necesidad de una huelga general. Como las habidas en Grecia o Francia. Siguen en juego las conquistas sociales que tanto ha costado conseguirlas.
Ha muerto otro viejo rojete: José Antonio Labordeta. Cuando era joven aprovechábamos cualquier ocasión para entonar su "Canto a la libertad", una de las canciones cuyas letras conocía más gente entre el rojerío de los setenta. Una canción con unos versos que emocionaban ("Hermano, aquí mi mano, / será tuya mi frente") y que hacían retumbar las paredes de tantos foros donde golpeábamos con nuestras voces a la dictadura y sus secuaces. En mayo de 1976 Labordeta fue uno de los artistas que estuvo en el Festival de los Pueblos Ibéricos y allí su voz y la de decenas de miles de personas volaron por el aire desde la explanada de la Autónoma de Madrid a toda la ciudad para decir que "Habrá un día en que todos / al levantar la vista, / veremos una tierra / que ponga libertad".
Suyas fueron otras canciones muy conocidas por esos años, como, entre tantas, la jocosa a ritmo de jota "Meditaciones de Severino el sordo", con su "Arremójate la tripa / que ya viene la calor"; la estremecedora "Somos", que acaba con un "Somos / como esos viejos árboles"; o "Ramón Cabeza", dedicada un alumno suyo, militante de la Joven Guardia Roja, que había sido detenido y torturado por la policía ("Hoy no ha venido a clase / Ramón Cabeza / y al preguntar por él, sus compañeros / me han mirado con rabia, con tristeza").
Labordeta fue un hombre polifacético: profesor de instituto, cantautor, poeta, guionista y actor de televisión, y hasta diputado en el Congreso. La serie de televisión Un país en la mochila le hizo famoso entre otro tipo de gente, fuera de los ambientes políticos de izquierda donde era más conocido. A través de su voz muchas personas pudieron descubrir otra forma de viajar y de mirar, siempre sacando a la luz a la gente corriente y sus formas de hacer y de vivir.
Estuvo también entre quienes reivindicaron el aragonesismo como una seña de identidad política y cultural de su tierra, lo que cultivó en sus facetas de cantautor, poeta y periodista, siendo uno de los impulsores de la revista Andalán, y le llevó a presentarse a las elecciones de 1977 en la lista del Partido Socialista de Aragón, y en 2000 y 2004, en la de la Chunta Aragonesista, siendo diputado en ambas legislaturas.
En política fue diverso y, además de esos dos partidos, también se presentó por el Partido Comunista de España, en 1979, e Izquierda Unida, en 1989. En los 80 estuvo en las movidas contra la OTAN, poniendo sus canciones para la causa cuando había artistas que ya habían dejando su ardor militante por el de la pasta. Ese ardor no lo perdió nunca, incluso cuando más artistas siguieron uniéndose al club del dinero. Como diputado se hizo famoso en 2003 con su "a la mierda" dirigido a la bancada del PP, que a través de su mayoría absoluta mostraba permanentemente su chulería y prepotencia. En plena provocación de "sus señorías" de la reacción, que no paraban de interrumpirlo y provocarlo, le salió al pobre Labordeta un "¿No puede uno hablar aquí o qué? Coño, a ver si no puede uno hablar aquí. A la mierda, joder". Tacos de indignación, de rabia, de desahogo... ¡Como si el Congreso tuviera que ser un templo de la pulcritud de formas, mientras se aprueban leyes y medidas que no hacen más que romper las conciencias!
En el "Canto a la libertad" nos dijo que "También será posible / que esa hermosa mañana / ni tú, ni yo, ni el otro / la lleguemos a ver; / pero habrá que forzarla / para que pueda ser". No pudo verla, es verdad, porque el cáncer lo ha aparcado de la vida, pero mientras pudo, no dejó de empujar. Hay que seguir haciéndolo, sin que nos callemos para gritar, al menos de vez cuando, que "a la mierda".
En julio de 2009 la revista Cuadernos de Pedagogía pidió colaboraciones acerca de cómo se vivió la primera experiencia en el mundo de la docencia y enseguida le envié la mía. Poco más de un año después el número del presente mes de septiembre, el 404, ha salido a la calle con el título Primer Día, primer año de escuela, dentro del cual aparece el artículo "Vivencias compartidas, en trayectorias dispares" (pp. 73-76), donde se hace una selección de extractos de varias colaboraciones. Dos de ellos son míos, aunque se han hecho algunas adaptaciones del escrito original, que tienen incluso algún error ortográfico. En esta entrada voy a reproducir el artículo en su totalidad, que es bastante más extenso.
Mi primera experiencia en la enseñanza
En julio de 1987 aprobé las oposiciones de profesor de bachillerato de Geografía e Historia. Había cumplido un sueño que tenía desde la adolescencia. Hice la carrera en la Universidad de Salamanca, de donde soy originario, me preparé concienzudamente en los últimos años de la misma, hice los cursos del CAP con ilusión, leí mi tesina a los nueve meses de acabar la carrera con la calificación de Sobresaliente por Unanimidad, hice los cursos de doctorado y en 1982 preparé con alguna esperanza las primeras oposiciones. Fueron, en parte, un fiasco. Sólo había entre una y dos plazas por tribunal para cerca de 300 aspirantes. Paralelamente se realizaban las oposiciones con reserva de plaza, una modalidad que encubría lo que antes eran las “restringidas”. Al año siguiente, más de lo mismo, sólo paliado porque había recibido una de las becas que había convocado el ministerio de Asuntos Exteriores, viviendo en Bulgaria los primeros meses de 1984. Ese mismo año estuve a punto de sacar las oposiciones, pero mi inocencia me llevó a quedarme en la “encerrona”, abriendo un periodo de desazón en el que tuve que trabajar de corrector en uno de los periódicos de mi ciudad. En 1987, ya en Andalucía, conseguí mi propósito, tras una preparación sistemática y autodidacta.Mi primer destino fue el pueblo de Rute, en la Subbética cordobesa, en el curso 1987-88. No me importaba dónde tuviera que ir, pese a que pasé un curso viendo a mi mujer, que trabajaba en Málaga, los fines de semana y las vacaciones. Allí me fui cargado de ilusión y durante nueve meses pasé lo que fue el curso más gratificante de mis 22 años de experiencia, sobre todo por el alumnado. Todavía recuerdo cuando llegué al primer claustro donde me asignaron los grupos a los que debía dar clase, mi viaje a la capital a hacer las gestiones burocráticas pertinentes y poco después, con un día de antelación y sin piso donde vivir todavía, ultimando en la habitación de una pensión mis primeras clases. No me resultó difícil, pues me considero una persona con recursos para solventar las situaciones que van surgiendo, aunque luego las pueda ir modificando.Me habían asignado cuatro grupos de 1º de BUP, en los que tenía que impartir Geografía, y uno de 2º de experimentación de la reforma, con la asignatura Historia Universal. Y, lo repito una vez más, fue maravilloso. Me encontré con un alumnado con muchas ganas de trabajar, muy receptivo y en general con cierta complicidad. La directiva había introducido como novedad la elección de las tutorías por el alumnado al cabo de unas dos semanas y tuve la suerte de ser muy aceptado en los resultados, asignándome el grupo de reforma.Mi primera clase en 1º de BUP consistió en pedir al alumnado varios datos personales y familiares, y propuestas para hacer en clase (una práctica que mantengo todavía), además de formular una serie de preguntas sobre la asignatura, entre las cuales estaba una definición de Geografía y la realización de un mapa del mundo, hecho por cada cual y donde se tenía que reflejar lo que supieran. Hubo de todo y en ese momento me quedé sorprendido tanto de quienes habían mostrado un elevado nivel en el reflejo geográfico de la realidad como por las contestaciones de quienes no estaban dentro de lo que yo consideraba razonable.En el caso de 2º de reforma me centré primero en los datos personales (en los que incluí su futuro en los estudios y profesional) y familiares, y en las propuestas para la clase. Luego abrí un diálogo sobre la Historia y una posible definición, que completé durante alguna clase más con el reparto de una fotocopia donde aparecían varias definiciones, como las de Diderot, Voltaire, Ibn Yaldún, Gramsci, Febvre, Vilar, entre otras.
Recuerdo los clases de Geografía con un alumnado que en general disfrutaba de las actividades que hacíamos y resolviendo con facilidad los pocos e inocentes conflictos que surgieron. Intenté fomentar un aprendizaje basado en lo que entonces se llamaba pedagogía activa, en el diálogo permanente con el alumnado, un poco dentro de la mayéutica socratiana, y en la curiosidad por aprender. Dar clases en esos momentos era para mí un mundo por descubrir. Partí de una idea errónea que con el tiempo, a medida que fui comprendiendo mejor el hecho educativo, fui corrigiendo: no debemos basarnos en lo que creemos que el alumnado sabe, medido además por el rasero propio, en parte el del presente, como profesores o profesoras, y en parte el del pasado, porque en general fuimos alumnos o alumnas que estábamos por encima de la media. ¿Cómo si no pudo nuestra generación acabar los dos bachilleratos, la carrera y, en el caso del funcionariado, aprobar unas oposiciones?El alumnado provenía de varios municipios: Rute y su entorno rural, Encinas Reales, Benamejí, Iznájar y, de Málaga, Cuevas Bajas. Formaban grupos muy fáciles de controlar, en parte por la edad, sin que tuviera que llamara la atención nada más que por comportamientos inocentes e infantiles, que resolvía muchas veces medio en broma. Tengo bastantes recuerdos, de los que voy a referirme a dos. Uno fue la visita del inspector, que acudió al instituto en el mes de enero para cumplir con la rutina de hacer el informe correspondiente para cumplimentar mi fase de prácticas, y mis palabras del día anterior al alumnado, comunicándole que iba a venir a visitarnos y que por tanto esperaba que se portaran bien y demostraran todo lo que sabían. El inspector, con el que previamente me había entrevistado junto con el director, estuvo poco tiempo en clase y con discreción se despidió de mí, deseándome mucha suerte. El otro, al final del curso. Si a lo largo de él habíamos trabajado duro, al final, como suelo hacer con frecuencia, “puse el freno”, teniendo en cuenta sobre todo la acumulación de exámenes que tenían de otras asignaturas y los correspondientes nervios. Mis últimas semanas se dedicaron a la confección de diversos mapas, relacionados con los grandes conjuntos geopolíticos. Fue una actividad altamente gratificante y creo que eficaz.Lo vivido con el grupo de 2º de reforma fue mejor todavía. Era una “promoción muerta”, porque con ella se acaba la experimentación. En el instituto casi nadie quería la reforma, sólo el director, que daba Geografía de España. De hecho me dejaron la asignatura de Historia Universal porque otras dos compañeras querían el BUP y el COU. Todavía recuerdo en una reunión que asistí al poco de iniciado el curso, también en la capital, la cara que puso un profesor que estaba involucrado en la reforma al verme novel y a cargo de un grupo de reforma. Durante todo el curso fui viendo la distancia del profesorado hacia todo lo que suponía hacer cosas distintas. Y hasta yo mismo, que las estaba haciendo, empecé mostrando reticencias hacia la reforma, pero no tanto por lo que planteaba, como por lo que me contaban que se había hecho en el instituto o se hacía en otros lugares. Como todavía estaba bajo la creencia errónea de que el alumnado debía saber lo que consideramos como profesorado y no partir de lo que sabía para trazar estrategias de enseñanza-aprendizaje, el lío me duró algún tiempo.El grupo de reforma era pequeño, no llegando a 20 alumnos y alumnas. La disposición de las mesas era en forma de U, distinta a la de los otros grupos del instituto, lo que facilitaba una comunicación permanente. Se trataba de un grupo excelente en comportamiento, participación y trabajo, en el que sobresalía algún alumno por su elevada preparación.Recuerdos tengo muchos y conservo bastante del material utilizado. Entre todos, destacaría dos. Hacia mediados de curso organicé un debate sobre la Reforma del siglo XVI. Para ello puse al alumnado a buscar información en grupos de dos o tres componentes en el poco material del que disponíamos, pero que aprovecharon al máximo. Por otro lado invité a algunos profesores a que participaran, teniendo en cuenta su idiosincrasia: uno, de Matemáticas, era de confesión luterana evangélica; otro, de Religión Católica, era cura; y por último, el de Filosofía. Yo mismo fui el moderador y, siguiendo un guión que establecí, fuimos tratando los diversos aspectos del tema. Si algo hay que destacar del debate, fue el ejemplar comportamiento del alumnado, que se dedicó a intervenir con argumentos muy sólidos, racionales y circunscritos al momento histórico concreto, frente a la actitud doctrinaria del profesor de Religión Católica y más todavía del de Filosofía, que, lejos de mantener un visión, se dedicó a querer mostrar la superioridad del catolicismo.También por esas fechas asistí a unas jornadas sobre la reforma que se celebraron en Torremolinos. Allí me puse en contacto con el profesorado que trabajaba en el nuevo paradigma educativo. Me gustó mucho la ponencia de José Enrique Monterde sobre Historia y Cine, de quien aprendí a trabajar con ese medio e incluso a hacer alguna experimentación didáctica, incluido una asignatura optativa para 4º de ESO durante el curso 1999-2000. No se me ha olvidado tampoco una anécdota con María Galiano, actriz conocida tras su jubilación como profesora, que me rebatió mi defensa de los comentarios de texto como algo fundamental y que me sirvió para replantearme enseguida su validez.Ya finalizado el curso, me encargaron que acompañara al alumnado de 2º de reforma a las pruebas de selectividad, que se celebraron en Málaga. Allí estuve intentando animarles en unos momentos que se viven con tensión, pero que tuvieron como recompensa unos resultados excelentes. Cuando fui a buscar las calificaciones recibí las felicitaciones por parte del inspector responsable de la reforma y de varios profesores de Universidad. Especialmente en las asignaturas de Geografía de España e Historia Universal, que habíamos impartido “creyentes” en lo que hacíamos, junto con la de Lengua Castellana, impartida por un profesor que a lo largo de todo el curso había mostrado desconfianza hacia ese alumnado. En este caso parece como si hubiera confirmado lo que antes dije: la realidad había superado lo que ese profesor esperaba del alumnado.El año siguiente trabajé en Rincón de la Victoria (Málaga) y en 1989 fue destinado al instituto Trafalgar de Barbarte (Cádiz), donde voy a empezar el vigésimo primer curso. Ha habido de todo, incluidos los grandes cambios sociales que han hecho que alumnado sea muy diferente al de antes, con una mayor y diversa conflictividad, aunque persista la vieja lucha entre quienes no nos rendimos en la búsqueda de solución de cuantos retos se vayan planteando y quienes o nunca lo han hecho o han desistido.Mirando hacia atrás y analizando mi trayectoria profesional, no puedo por menos que mirar con cariño mi primer año de trabajo, lleno de ilusión e inocencia, sí, pero del que tuve la gran suerte de contar con unos alumnos y unas alumnas que me enseñaron muchas cosas, y entre ellas el permitirme estrenarme en el mundo de la educación de la mejor de las maneras. Por eso están en mis recuerdos preferidos.
En 1970 salió a la luz el libro de Pablo Neruda La espada encendida. A través de la historia de Rhodo (Adán) y Rosía (Eva) el poeta hace una interpretación personal, y bella a la vez, del mito de la expulsión del paraíso, toda una parábola fuertemente cargada de un humanismo que hace inútil cualquier connotación divina de la existencia. Casi al final del libro Neruda pone en la boca de Rhodo estas palabras dirigidas a Rosía:
Fue entonces: tú llegaste del incendio y con la autoridad de tu ternura comencé a continuarme y a extenderme.
Tú eres el infinito que comienza.
Los últimos versos son un diálogo entre los dos protagonistas acerca de su destino, que es el de la humanidad:
Dice Rosía: Rompimos la cadena. Dice Rhodo: Me darás cien hijos. Dice Rosía: Poblaré la luz. Dice Rhodo: Te amo. Viviremos. Dice Rosía: Sobre aquellas arenas diviso sombras. Dice Rhodo: Somos nosotros mismos. Dice Rosía: Sí, nosotros, al fin. Dice Rhodo: Al principio: nosotros. Dice Rosía: Quiero vivir. Dice Rhodo: Yo quiero comer. Dice Rosía: Tú me diste la vida. Dice Rhodo: Vamos a hacer el pan. Dice Rosía: Desde toda la muerte llegamos al comienzo de la vida. Dice Rhodo: No te has visto? Dice Rosía: Estoy desnuda. Tengo frío. Dice Rhodo: Déjame el hacha. Traeré leña Dice Rosía: Sobre esta piedra esperaré para hacer el fuego.
Casi cuarenta años después, en 2008, la escritora nicaragüense Gioconda Belli escribió la novela El infinito en la palma de la mano, donde hace su propia interpretación del mito, quizás más atrevida en el uso de personajes y con un matiz más favorable a revalorizar el protagonismo de la mujer a través de la figura de Eva. Ésta, en diálogo con la serpiente, anuncia el destino de su nuera Aklia, esposa de Abel, y sus descendientes:
No sufrirán la ceguera de la inocencia, el anhelo de saber de la ignorancia. No necesitarán comer frutas prohibidas para conocer el Bien y el Mal. Lo llevarán con ellos. Sabrán que el único Paraíso donde es real la existencia es aquel donde posean la libertad y el conocimiento.
En el poema "Romance de la guardia civil", del libro Romancero gitano, Federico García Lorca escribió en 1928: Con estas palabras se refirió el propio poeta a su libro en los años 30: "El libro en conjunto, aunque se llama gitano, es el poema de Andalucía, y lo llamo gitano porque el gitano es lo más elevado, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal. (...) Un libro donde apenas si está expresada la Andalucía que se ve, pero donde está temblando la que no se ve. Y ahora lo voy a decir. Un libro antipintoresco, antifolklórico, antiflamenco, donde no hay ni una chaquetilla corta, ni un traje de torero, ni un sombrero plano, ni una pandereta; donde las figuras sirven a fondos milenarios y donde no hay más que un solo personaje, grande y oscuro como un cielo de estío, un solo personaje que es la Pena (...); pena andaluza, que es una lucha de la inteligencia amorosa con el misterio que la rodea y no puede comprender" (Federico García Lorca, Obras completas, v. 6, p. 359).
Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras. Con el alma de charol vienen por la carretera. Jorobados y nocturnos, por donde animan ordenan silencios de goma oscura y miedos de fina arena.
También dijo por esos años que "yo creo que el ser de Granada me inclina en la comprensión simpática de los perseguidos... Del gitano, del negro, del judío" (Andrés Sorel, Yo, García Lorca Lorca, 1977, p. 79).
Vengámonos al siglo XXI y pongamos en vez de guardia civil, gendarmería francesa; en vez de Primo de Rivera, Alfonso XIII, Cánovas o quien se quiera de esa ralea, Sarkozy.
Dejemos de nuevo al poeta con sus versos.
¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Que te busquen en mi frente. Juego de luna y arena.
Por eso lo mataron. ¿Quiénes fueron? Siguen viviendo.
He leído hoy en el diario Público un artículo del profesor de ciencia política Juan Carlos Monedero, titulado Aznar, un mal español, en el que hace un retrato no sólo del personaje en cuestión, sino también de la derecha españolista de nuestros días y su conexión con el pasado. Digno de ser leído. Lo recomiendo.