El pasado 21 de diciembre The Washington Post publicó un reportaje acerca de las acciones encubiertas de nuevo tipo que EEUU lleva realizando desde algo más de una década en Colombia. Han tenido como destinatarios dirigentes de los grupos guerrilleros FARC y ELN, que en al menos dos docenas han sido víctimas de un nuevo sistema de ataque con "bombas inteligentes" dotadas de un sistema de GPS, capaces de rastrear y localizar objetivos en entornos difíciles, como la selva ecuatorial, y con un elevado nivel de precisión. Se trata de unas acciones financiadas por el gobierno de EEUU, desarrolladas a través de la CIA y la NSA, y relacionadas con el Plan Colombia, que empezó a funcionar en 2000. En su mayor parte coincidieron con las presidencias respectivas de George Bush hijo y Álvaro Uribe, aunque sus sucesores, Barack Obama y Juan Manuel Santos, han continuado con los programas. En varias ocasiones dichas acciones se llevaron a cabo dentro de territorio de países vecinos, como Venezuela y Ecuador, lo que motivó graves situaciones de tensión entre los gobiernos.
La noticia que ha sido desvelada ha generado aparentemente preocupación en las altas esferas estadounidenses. También viene a corroborar lo que ya se sospechaba. Según ha declarado el presidente de Ecuador, Rafael Correa, la noticia confirma un hecho gravísimo, pero también se pregunta si su publicación ha sido fruto de la casualidad o si tiene como objetivo socavar el plan de paz que se está trazando entre el gobierno colombiano y las FARC, sobre todo desde que en noviembre pasado se firmara un acuerdo prometedor. Todo está por ver, pero no se puede descartar nada. Y más, cuando andan tantos intereses en juego.
Historia, política, sociología, arte, música, geografía, literatura, pensamiento...
viernes, 27 de diciembre de 2013
martes, 24 de diciembre de 2013
Incrustado en la misma forma de vida
Fruto del azar me he topado esta mañana con su nombre. Lo demás, reconocer su imagen y saber más de él, fue producto de la red. El resultado: como si por él no hubiera pasado el tiempo. Y no exagero. Intentaré explicarlo.
Haciendo los dos últimos años del instituto -el masculino, claro-, le gustaba aparecer por el grupo con el que solía juntarme con frecuencia durante el recreo. Apostados sobre la tapia del instituto contiguo y vecino, el femenino, hablábamos de muchas cosas, en su mayoría intrascendentes. Poco de política y mucho de fútbol. Y ahí estaba el susodicho, que poco le pegaba al balón, pero estaba enterado de lo que ocurría por el mundillo de lo que por entonces los periódicos locales llamaban fútbol modesto. Era acompañante de uno de esos equipos en edad juvenil -el que tenía nombre de equipo inglés- y así se tuteaba conmigo, portero suplente de otro equipo -éste, con nombre de palacio renacentista. Nunca hubo amistad, sólo conocimiento mutuo.
Acabado COU, cada uno se fue a los estudios universitarios correspondientes, eligiendo él una de las carreras cortas. Pasaron algunos años, los centrales de la transición, donde quien esto escribe le dedicó tiempo, ilusión y más de algún disgusto, cuando en cierta ocasión lo vi en una situación que me dejó sorprendido. Ya le quedaba poco al gobierno del partido que había sintetizado por entonces el franquismo astuto y la oposición más edulcorada. Había pasado incluso la última gran movilización universitaria de esos años, respuesta a una ley que conocíamos por su sigla, la LOU, y que dejó algunas muertes por el camino (dos chicos y una chica). Regresaba yo a mi casa cuando lo vi con una piedra en las manos, refugiándose entre los coches ante la llegada de los antidisturbios. No sé cómo ni recuerdo por qué, pero su gente había convocado una manifestación. Eran pocos, pero allí estaban. Enseguida entramos en el palacio próximo y charlamos brevemente. Me confesó que estaba en las juventudes del partido que era el más numeroso de la oposición y no recuerdo más. Me quedé sorprendido de haber visto a ese antiguo conocido, insulso en lo político cuando estábamos en el fragor de la lucha contra la dictadura, y en ese momento militando en grupo político de la izquierda -moderada, sí- y en una actitud tan radical.
Uno o dos años después, poco antes del gran momento triunfal de su partido, volví a hablar con él, esta vez en su sede, donde las juventudes habían convocado un acto de apoyo a la revolución nicaragüense. Allí fui con mi amigo Chema, en pleno calor del mes de julio, y volví a ser testigo de una radicalidad sorprendente.
En las elecciones municipales siguientes pasó a ser concejal en un pueblo próximo a la capital y desde ahí ascendió a la cúspide de la institución provincial. Con el deporte como su especialidad. Alguna vez más lo saludé, aunque hace muchos años que dejé de verlo.
Hoy he descubierto que sigue en lo mismo. Que apenas se ha movido. Incrustado en la misma forma de vida. Jugando con las veleidades internas de su partido y soportando, al menos profesionalmente, la machacona mayoría que la derecha tiene en esas tierras. Cuando he visto su fotografía, me ha parecido el mismo, salvo que el paso del tiempo le ha puesto el pelo más blanco, algún entrante, arrugas y hasta un grado mayor de delgadez. No sé si recordará esos tiempos suyos de una sorprendente y breve radicalidad. ¿Fue una fiebre, una pose...? Hoy todo sigue igual.
lunes, 23 de diciembre de 2013
A propósito de "España y Cataluña: trescientos años de historia", de Josep Fontana
He leído la intervención de Josep Fontana en el simposio histórico "España contra Catalunya: una mirada histórica (1714-2014)", un evento que tuvo en Barcelona el fin de semana pasado. No voy a entrar en el título del citado simposio, si es o no adecuado, o en su propia celebración, que se ha criticado desde diversas instancias políticas y académicas bajo la acusación de parcialidad e incluso de falta de rigor científico. En el caso del título, ha habido un representante de ERC que aludió, antes de que comenzara, a una posible falta de idoneidad, no así de lo que en él pudiera tratarse. Fontana hace unos meses quitó importancia al título, manifestando que lo importante era valorar lo que se iba a tratar. Quienes han participado representan una parte nada desdeñable de la comunidad cultural de Cataluña, todas personas relevantes y en su mayoría del mundo universitario. Ha predominado gente del campo de la historia en sus distintas etapas, aunque no ha faltado la presencia de la sociología, la economía y el derecho. Por tanto, haber negado a priori su validez no ha sido nada más que una muestra de intolerancia, prejuicios y/o irracionalidad.
La ponencia de Fontana tiene el título de "España y Cataluña: trescientos años de historia" y a su contenido puede accederse desde la red en distintos lugares (por ejemplo, en la revista sinpermiso) (1). Negar su falta de rigor me parece un despropósito. Resultaría extraño que fuera así en quien no deja de ser uno de los principales exponentes de la historiografía europea y mundial. Pero vayamos a lo que me interesa, que es analizar su discurso.
La Guerra de Sucesión y sus consecuencias
Parte Fontana de una aseveración rotunda: la fecha de 1714 marca la pérdida de un proyecto político construido desde siglos anteriores, al que caracteriza como representativo, que estaba apuntando hacia la democratización, que estaba basado en la defensa de las libertades y que puede compararse con lo que estaba ocurriendo en esos momentos en otros territorios europeos, como eran Inglaterra y Holanda. No desatina Fontana en referirse a estos dos últimos países, teniendo en cuenta la especificidad de su desarrollo histórico, anterior, diferenciado del modelo francés, más tardío, y lo ocurrido a lo largo del siglo XIX (2).
Me atrevo incluso a sugerir que ese proyecto político no resultaba muy diferente en su naturaleza del que fue abortado dos siglos antes en Castilla y que tuvo como expresión el movimiento de las comunidades. Estudiado desde esta vertiente por varios historiadores, fue José Antonio Maravall (3) quien llegó a calificarlo como "una primera revolución moderna", insertándolo dentro de la línea de construcción de los primeros proyectos nacionales europeos de carácter representativo que empezaron a cristalizar en el XVII en Inglaterra y en Holanda.
Pone el acento Fontana en un hecho importante, que es la voluntad de integración del proyecto político catalán dentro de la monarquía hispánica. Un modelo, este último, que tenía una tradición descentralizada desde que la dinastía de los Austrias se instaló en la Península a principios del siglo XVI y que en el caso de la corona de Aragón se profundizaba en el tiempo mediante el pactismo de naturaleza confederal constituido desde el siglo XII. Esta monarquía compuesta sería el marco que abrigaría el intento de que el modelo catalán se extendiera hacia otros territorios peninsulares, como Castilla o Andalucía. Por eso considera, siguiendo a Albareda (4), que la Guerra de Sucesión planteó la dicotomía entre dos modelos políticos muy distintos: el sistema que apuntaba al progreso y la democratización versus el que defendía el absolutismo y el feudalismo, éste encarnado en la dinastía borbónica.
La derrota catalana y la fuerte represión que le siguió reorientó en gran medida la evolución histórica, más presente en el plano político, y, como veremos, en menor medida en los planos social, económico e incluso cultural. El modelo absolutista y centralista borbónico supuso en Cataluña la desaparición de sus instituciones políticas, sustituidas por la capitanía general y la audiencia territorial, y la transformación de los órganos municipales, que sufrieron una fuerte corrupción mediante la compraventa de cargos. Aquí Albareda es rotundo cuando habla, entre otras cosas, de "un alto grado de militarización" política, que en los cargos municipales llegó a alcanzar en los primeros momentos el 90% (5).
Para Fontana la principal excepción en esta política represiva fue el derecho civil, que se mantuvo "por el miedo que tenían los vencedores de la confusión que pudiera crearse si lo anulaban". Se puede añadir, como Fradera ha planteado, que fue una concesión al partido borbónico catalán (6), en la línea de la excepcionalidad que Felipe V hizo con el régimen foral de las provincias vascas y Navarra, desde el primer momento en favor del pretendiente borbón. Un derecho singular, aún vivo, manifestado en el mundo de las relaciones familiares (matrimonio, herencia...) o contractuales. Sin esto último no se entendería, por ejemplo, la especificidad del modelo agrario y las luchas llevadas a cabo en las décadas posteriores por los rabassaires en defensa de la enfiteusis y la pequeña propiedad (7).
El resultado de la dominación castellana a través de la monarquía borbónica fue una asimilación lenta y muy incompleta. A lo largo del siglo XVIII se conformó una nueva Cataluña, donde pugnaban fuerzas sociales y políticas que buscaban esa asimilación y las que se resistían, a la vez que se iban alumbrando nuevas realidades. Sobre esto último Fontana apunta como lo más novedoso de ese siglo el crecimiento económico y lo que conllevó. Desmantela el mito de la laboriosidad catalana, un recurso muy extendido en ese momento y que todavía hoy perdura. Un mito, por lo demás, creado y utilizado en la propia Castilla por mentes preclaras de la época como Cadalso o Jovellanos.
El crecimiento económico del siglo XVIII y las bases de una nueva sociedad
Fontana, siguiendo a Pierre Vilar en su monumental Cataluña en la España Moderna (8), enraíza ese crecimiento en un proceso histórico que viene de los siglos anteriores y que no se cortó con la dominación castellana. Un modelo económico que tuvo muchas caras. Como el historiador francés nos cuenta en su obra, una era la de los pequeños cultivadores de la tierra que orientaron su producción a la comercialización y acabaron especializándose en mayor medida en los viñedos. También está la cara de los agricultores más prósperos, transformados en vinateros y orientados a otros mercados, incluidos los americanos. Como apunta el propio Vilar al final del último volumen de su obra, "la eclosión de un enjambre de labradores-comerciantes, arrendatarios de derechos, tenderos, arrieros, patrones de barca, mesoneros, empleados y, finalmente, "compañías de personas", en resumen, aquellos que, sólo por su número y pese a la extrema modestia inicial de sus medios, han propiciado que los mercados regional, nacional y colonial estuvieran abiertos a los productos catalanes" (9). En suma, que la ecuación agricultura, comercio e industria, iba tomando cuerpo.
Pese a ello desde Castilla no se vio con buenos ojos ese modelo de crecimiento económico. Fontana menciona la oposición de Campomanes o el deseo por parte de Cabarrús de que fracasara, siempre desde la concepción castellana de una primacía de la agricultura. Dentro de este antagonismo (o, al menos, de estas diferencias) en la concepción de la sociedad hace mención de la expresión acuñada por Ernest Lluch "un proyecto ilustrado de Cataluña". Éste, después de analizar varias obras escritas en el siglo XVIII acerca del fomento de actividades económicas, acaba concluyendo que se ofreció "una conciencia global del país", comparable a lo ocurrido a finales del XIX, conjugando "intentos y propuestas políticas que quieren reformar parcialmente el uniformismo existente" (10).
El papel jugado por la burguesía catalana es analizado por Fontana de una forma más pormenorizada. Y a través de él se constata el comportamiento ambiguo que tuvo. Resalta la conciencia que tenía como clase del protagonismo en la construcción de un proyecto económico y social nuevo, desarrollado a lo largo de los siglos XVIII y XIX, y que tuvo en la industrialización moderna su culminación. En este sentido señala la importante presencia de la Junta de Comercio y sus representantes en los primeros momentos del siglo XIX. Más concretamente se refiere a la figura de Antoni de Capmany, que en las Cortes gaditanas defendió la recuperación de las libertades catalanas, aunque como contrapartida aceptó a la vez la renuncia al idioma propio. Esa actitud la mantuvo la burguesía durante la primera mitad del siglo, al cabo del cual acabó frustrándose, de manera que empezaron a sentarse las bases de otro comportamiento, cristalizado a finales del siglo. No está de más recordar los estudios realizados por Vicens Vives, e incluso el mismo Fontana, sobre la actitud de la burguesía catalana en el contexto de transición del antiguo régimen hacia el liberalismo, sus relaciones con el régimen de Fernando VII y las expectativas que tenía de cara al futuro. Para Vicens Vives se trataba de liberales, "pero tampoco liberales a ultranza, sino partidarios de la 'libertad moderada y justa'" (11). Para Fontana “las ideas de los libros prohibidos dejaban de ser ideas generales y se convertían en instrumentos para la comprensión del mundo en que vivían. El despotismo había perdido su barniz de ilustración y se mostraba en toda su crudeza” (12).
La frustración de esas aspiraciones provenía, ya en el entorno del liberalismo político, de la desconfianza castellana a los cambios económicos modernos y más concretamente a la industrialización. En parte provenía de una tradición que hacía de las actividades agrícolas el centro de la economía, como hemos visto que ocurrió con los ilustrados, pero ante todo se basaba en el miedo a que los cambios alumbraran la revolución, al conllevar el desarrollo de la industria el consiguiente de la clase obrera y con ella de las ideas socialistas.
Una identidad de orígenes populares, diversa y no exclusiva de ningún grupo
El papel jugado por las clases populares en el mantenimiento de la identidad catalana es resaltado por Fontana. Y lo hace frente a la ambigüedad y las dudas de los sectores sociales más acomodados, donde se tendió ya desde el siglo XVIII a un mayor grado de castellanización en la lengua (13) y se mantuvo en ocasiones el complejo de un acento diferente para hablarla. Una actitud que recuerda a la protagonizada desde el siglo XVIII por las élites flamencas en relación a las clases populares: mientras éstas mantuvieron su propio idioma, aquéllas se sintieron atraídas por el francés, que consideraban como culta (14).
Y es en este contexto donde surgió un movimiento de identidad explícito, que tuvo en la recuperación cultural de finales del siglo XIX como su argamasa. Utilizando las palabras del menorquín Josep Miquel Guàrdia, citado por Fontana, debería ser entendido no sólo en términos estrictamente culturales, sino también como "movimiento político y social". El catalanismo que surgió en esos años fue un movimiento del que Fontana destaca su carácter heterogéneo, no exclusivo de ningún grupo social y ni siquiera con los mismos planteamientos políticos. Por eso distingue los catalanismos reaccionario, conservador, federal, anarquista... En todo caso, significó "un auténtico desafío al poder oficial del Estado-nación" (15).
Historiadores como Josep Termes o Félix Cucurrull (16) han resaltado los orígenes populares del catalanismo político, de manera que esos sectores habrían puesto los cimientos de una conciencia nacional desde la resistencia y el mantenimiento de una identidad propia, antes que la burguesía lo hiciera a finales del XIX. Entre los sectores populares hubo también diversidad de planteamientos, incluso entre quienes apelaban al federalismo, y en los que el idioma jugó un papel importante. Y entre esa diversidad se encontraba la propuesta que Valentí Almirall hizo a través de su proyecto regionalista, hecho desde la conciencia de las dificultades de encaje con España.
Un momento importante fue 1892, con la elaboración del documento conocido como Bases de Manresa, que conformó un programa político y una línea de actuación específica de claro carácter burgués y conservador, a la vez que pactista en relación al gobierno central. Si ese pactismo estaba enraizado en una tradición de siglos, también hay que entenderlo en un contexto específico, derivado en parte de la crisis finisecular, pero también del entramado de relaciones económicas, con los consiguientes intereses, que la burguesía catalana había ido tejiendo con el resto de los territorios del estado. Así se entendería su ataque frontal al separatismo y su opción por una estructura territorial descentralizada. La Lliga Regionalista pasó a convertirse desde principios del siglo XX en un referente político básico, sobre todo desde 1914, cuando capitalizó la constitución de la Mancomunitat de Catalunya. Francesc Cambó y Enric Prat de la Riba emergieron como sus líderes, el primero como interlocutor del partido en Madrid (llegando a ser ministro en dos ocasiones entre 1918 y 1922) y el segundo como primer presidente de la Mancomunitat.
La formación en 1906 de Solidaritat Catalana, una amalgama de grupos que incluía un arco variopinto que iba desde el carlismo hasta los republicanos federales, pasando por la Lliga y con apoyos incluso en algunos sectores libertarios, fue el primer paso para romper abrumadoramente la hegemonía de los partidos dinásticos. Y en cuanto a la formación de la Mancomunitat conviene matizar que en realidad fue más producto de un acuerdo de Solidaritat Catalana con los partidos dinásticos, especialmente el liberal (17). Tampoco está de más mencionar la existencia dentro del movimiento anarquista de una corriente sensible al catalanismo, como el caso del grupo Avenir, que revindicó el uso de la lengua (18).
Vaivenes políticos y decantamientos de clase
Aunque Fontana no se detiene en el momento de la hegemonía de la Lliga y no hace referencia al periodo de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, no está de más recordar el papel jugado por el ala conservadora del catalanismo en dos momentos de gran trascendencia, que dieron medida de su naturaleza. Uno fue 1917, en plena crisis del sistema de la Restauración, abandonando la Asamblea de Parlamentarios formada por los grupos de oposición tras la convocatoria de la huelga general por la CNT y la UGT. En los años siguientes, en plena conflictividad obrera, "la Lliga será, ante todo el partido de los patronos", como apuntó Tuñón de Lara (19). El otro, 1923, que acabó siendo en cierta medida un ensayo de lo que a partir de 1936 y, sobre todo, 1939 sucedió: su opción por el orden y el interés de clase, ayudando a aupar a Primo de Rivera con el golpe militar. Aunque en el transcurso de la dictadura se dio un distanciamiento tras la pronta disolución de la Mancomunitat, la postura inicial de la Lliga acabó pasándole una factura cara.
En la segunda década se fue formando una corriente nacionalista más radical y de izquierda, diversa a su vez. Termes destaca uno de esos grupos, el Partit Republicá Catalá, que buscó insertarse en el mundo obrero desde el anarcosindicalismo, aunque "la violència social catalana fa impossible la virtualitat d'aquesta alliança" (20). En los años de la dictadura esa corriente fue ganando terreno, participando activamente en su derrocamiento. En el Pacto de San Sebastián de agosto de 1930 estuvieron presentes cuatro catalanes: tres eran de sendos partidos nacionalistas y el cuarto, Marcelino Domingo, antes del PRC y en ese momento ya del Partido Republicano Radical-Socialista. Días antes de la proclamación de
Entre 1923 y 1931 también se formaron grupos obreros con mayor o menor grado de catalanismo, como Unió Socialista de Catalunya, la Federación Comunista Catalano-Balear, el Partit Comunista Catalá y, de la unión de estos dos últimos, el Bloc Obrer y Camperol. Ya durante la república surgieron nuevos grupos, como el Partit Catalá Proletari; en 1935 Cataluña fue escenario de la unificación en el POUM del BOC e Izquierda Comunista, donde tuvo mayor pujanza; y en 1936 se fundó el PSUC, fruto de la unión de dos grupos nacionalistas (USC y PCP) y las secciones del PSOE y el PCE.
La IIª República es destacada por Fontana como el primer intento con posibilidad de crear solidariamente una nación española. Hace uso de unas palabras de Bosch Gimpera, pronunciadas en 1937, acerca de la creación de una España fruto "de la cooperación espontánea y de una unión cordial y libre". Es cierto que ya se estaba en plena contienda bélica, pero también lo es que la restauración de la Generalitat en 1931 y la aprobación del Estatuto de Autonomía en 1932 abrieron un horizonte nuevo. Hubo momentos difíciles y tensiones (en 1931, con la proclamación de la República Catalana o el recorte del Estatuto de Nuria; en 1934, con la derogación de la Ley de Contratos de Cultivo o el propio Estatuto), pero fue un importante avance. En todo caso, mientras los grupos de izquierda tendieron a la negociación y el acuerdo, la mayor hostilidad provino de los sectores nacionalistas españoles centralistas, mayoritarios en la derecha y en muchos casos abiertamente anticatalanes.
La derrota republicana supuso también el fin del horizonte abierto en un nuevo modelo de estado. La burguesía catalana y los sectores conservadores de la sociedad se sumaron en bloque al nuevo régimen, repitiendo el ensayo de 1923. Los Cambó y compañía de
Fontana no se ha olvidado de recordar que la lucha antifranquista aunó la lucha nacional y la social, a la que se fueron sumando con el tiempo diferentes sectores sociales y políticos. Estaban quienes habían resistido desde el primer momento. También participaron las nuevas generaciones, descendientes en mayor medida del bando perdedor, pero no faltaron del bando vencedor, como confesó años después en sus memorias Esther Tusquets, escribiendo que “yo, hija de los vencedores, a pesar de haber gozado de todos los privilegios y todas sus ventajas, pertenecía al bando de los vencidos” (22). Y no faltaron tampoco las nuevas generaciones de inmigrantes asentadas desde los años cincuenta en las zonas industriales, que en amplios sectores participaron muy activamente en las luchas obreras y vecinales, y llegaron a asumir la reivindicación de la autonomía. A finales del franquismo la Asamblea de Cataluña fue la expresión de la voluntad unitaria existente en la gran diversidad de grupos de la oposición al régimen, donde participaban actores políticos, sociales y culturales. El PSUC quizás fuera el grupo político que mejor representó las aspiraciones políticas, democráticas y nacionales, y sociales.
Un sentimiento de frustración colectiva muy arraigado
Que en la Diada de 2012 salieran a la calle cientos de miles de personas pidiendo la independencia, que los sondeos de opinión muestren un deseo creciente por esa opción o que la cadena humana organizada para la Diada pasada fuera un éxito, no dejan de ser una constatación de su dimensión. Lo más importante, en todo caso, es el anhelo de autodeterminación, cuya puesta en práctica ha de dar la medida del deseo colectivo.
Aunque haya sido CiU el grupo que ha hegemonizado en mayor medida y tiempo la segunda etapa de la autonomía en Cataluña, nunca ha faltado la pluralidad en los asientos parlamentarios tanto en Barcelona como en Madrid. La realidad social y política sigue siendo muy diversa, algo que viene de lejos. Una diversidad donde ha prevalecido la presencia de grupos que han manifestado sin rodeos la identidad catalana en sus distintas formas. En la actualidad lo han hecho CDC, ERC, ICV-EUiA o las CUP. El caso de UDC es revelador de su mayor proximidad a los sectores burgueses y de ahí sus dudas sobre el futuro tras la consulta anunciada. Lo que hagan CDC y UDC, juntos o por separado, sólo lo sabremos cuando llegue el momento, aun cuando exista el precedente de la Lliga en otro tiempo. En cuanto al PSC no le ha faltado haber apoyado una consulta, aunque ahora, ante la disyuntiva de lo acordado, se esté debatiendo entre sus dos almas. Otros grupos, como el PP y Ciutadans, representan la negación de la identidad nacional catalana per se. Son minoritarios social y electoralmente, y en su seno coexisten sectores que optan por mantener el statu quo de 1979 y los que simplemente desearían un modelo de estado centralista.
Desde algunos sectores catalanes de izquierda se defiende que la actual situación sólo favorece a la derecha catalana y, por tanto, al modelo neoliberal dominante en el conjunto del estado. No se identifican con el movimiento soberanista que está haciendo de la autodeterminación una prioridad. Se oponen al independentismo, a la vez que defiende la opción federal, lo que es legítimo, pero no es incompatible con el derecho a decidir. Es cierto que una parte de los sectores populares, sobre todo entre quienes provienen de la inmigración de los años del franquismo, se orienta hacia la inhibición o hacia los grupos de identidad española. Pero no podemos negar la amplitud del movimiento soberanista, que incluye a amplios sectores populares, y tampoco su naturaleza democrática. Desde la izquierda, además, puede abrir otras perspectivas, al dirigirse sobre uno de los pilares del actual sistema, como es el del modelo territorial.
Notas bibliográficas
(1) En catalán se puede acceder a través de la página electrónica del Instituto de Estudios Catalanes http://www.iec.cat/activitats/documents/Conferencia_Fontana.pdf (consultado el 19-12-2013).
(2) Soboul, Albert (1987), La revolución francesa. Principios ideológicos y protagonistas colectivos, Crítica, Barcelona, pp. 58-63.
(3) Maravall, José Antonio (1979), Las Comunidades de Castilla. Una primera revolución moderna, Alianza, Madrid. Otra obra destacable que apunta en la misma dirección es la de Joseph Pérez (1979), La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521), Siglo XXI, Madrid.
(4) Fontana cita de Joaquim Albareda varios escritos anteriores a la obra más reciente La Guerra de Sucesión en España, Crítica, Barcelona, 2010; del mismo autor, “
(5) Entrevista a Joaquim Albareda, El País, 22-05-2010, en http://elpais.com/diario/2010/05/22/ babelia/1274487142850215.html (consultado el 21-12-2013).
(6) Albareda, Joaquim (2010),
(7) Malefakis, Edward (1976), Reforma agraria y revolución campesina en la España del siglo XX. Aruiel, Barcelona, pp. 154-156.
(8) Vilar, Pierre (1987 y 1988), Cataluña en la España moderna, 3 vv, Crítica, Barcelona.
(9) Vilar, Pierre (1988), Cataluña en la España moderna. La formación del capital comercial (v. 3 de la obra), Crítica, Barcelona, p. 452.
(10) Lluch, Ernest (1999), Las Españas vencidas del siglo XVIII, Crítica, Barcelona, p. 217.
(11) Vicens Vives, Jaime (197), "Coyuntura económica y reformismo burgués", en Coyuntura económica y reformismo burgués. Y otros estudios de Historia de España, Ariel, Barcelona, pp. (12) Fontana, Josep (1975), "Formación del mercado nacional y toma de conciencia de la burguesía", en Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX, Ariel, Barcelona, p. 49. Del mismo autor también estás la obra La quiebra de la monarquía absoluta, Ariel, Barcelona, 1974.
(13) Simó, Antoni (2006), "Cataluña Moderna", en Albert Balcells (coord.), Historia de Cataluña, La esfera de los libros, Madrid.
(14) Sellier, Jean y Sellier, André (1998), Atlas de los pueblos de Europa occidental, Acento Editorial, Madrid, pp. 148-149.
(15) Riquer i Permanyer, Borja de (1999), “El surgimiento de las
nuevas identidades contemporáneas: propuestas para una discusión”, en Ayer, n. 35, Marcial Pons, Madrid, p. 50.
(16) Balcells, Albert (1991), El nacionalismo catalán, Historia 16, Madrid, pp. 18-20. (17) Balcells, Albert (2006), "Cataluña Contemporánea", en Albert Balcells (coord.), Historia de Cataluña, La esfera de los libros, Madrid, p. 697.
(18) Íñiguez, Miguel (2001), Esbozo de una Enciclopedia histórica del anarquismo español, Fundación de Estudios Anselmo Lorenzo, Madrid, p. 60; y Balcells, Albert (2006), "Cataluña Contemporánea", en Albert Balcells (coord.), Historia de Cataluña, La esfera de los libros, Madrid, p. 682.
(19) Tuñón de Lara, Manuel (1992), Poder y sociedad en España, 1900-1931, Espasa Calpe, Madrid, p. 58.
(20) Termes, Josep (2011), "Perspectiva social del catalanismo", en VIA, n. 12, p. 181, http://www.jordipujol.cat/files/articles/JTermes.pdf (consultado el 21-12-2013).
(21) Riera, Ignasi (1999), Los catalanes de Franco, Plaza y Janés, Barcelona.
(22) Tusquets, Esther (2008), Habíamos
ganado la guerra, Zeta, Barcelona, p. 220.
Post data
Este artículo ha sido publicado el 24 de diciembre de 2013 en Rebelión.
sábado, 21 de diciembre de 2013
El poder de las eléctricas
Recomiendo leer el artículo de Juan Torres en Público: ¿Por qué sube tanto el precio de la luz?. Da luz, y que valga la redundancia, a lo que está ocurriendo. Un robo, sin armas, pero por la cara, que es la forma utilizada por las grandes empresas. En este caso, las poderosas eléctricas. Las Endesa, Enel, Gas natural Fenosa, Red Eléctrica, Iberdrola, Hidroeléctrica del Cantábrico... Incrustadas en el aparato del estado hasta la médula. Agradecidas por los servicios prestados con tanta diligencia y descaro. El mismo diario digital dedica también hoy un artículo a la presencia de antiguos cargos políticos que están en la dirección de esas empresas: presidentes de gobierno, ministros, diputados... Los González, Aznar, Solbes, Acebes, Salgado, Roca, Boyer, Folgado, Marín, Palacio... En otro caso, De Guindos, con recorrido a la inversa. PP y PSOE, y también CiU, entregados sin vergüenza. El actual gobierno, con el espectro del ministro Soria, dándoles más prebendas. Y la gente, aguantando.
Postdata
En otro interesante artículo publicado en Público con el título "Las eléctricas y la liberal-burocracia", esta vez teniendo a Pablo Iglesias y Jorge Moruno como autores, aparece un cuadro esquemático, altamente ilustrativo, de quiénes son los excargos políticos que están en los oligopolios eléctricos. He aquí, pues, sus nombres, cargos actuales en las empresas y fotografías.
Postdata
En otro interesante artículo publicado en Público con el título "Las eléctricas y la liberal-burocracia", esta vez teniendo a Pablo Iglesias y Jorge Moruno como autores, aparece un cuadro esquemático, altamente ilustrativo, de quiénes son los excargos políticos que están en los oligopolios eléctricos. He aquí, pues, sus nombres, cargos actuales en las empresas y fotografías.
La ley Gallardón: derechos y excepciones
Ha dicho Sandra Moneo, secretaria de educación e igualdad del PP, que el aborto nunca puede ser un derecho, sino una excepción. Lo ha hecho en respuesta al revuelo que se está montando con la tramitación de una nueva ley que regule la interrupción voluntaria del embarazo. Toda una marcha atrás, que nos retrotrae a antes de 1983, cuando se aprobó la primera que ley de esa naturaleza y que despenalizaba varios artículos del Código Penal. Entonces se disponían tres supuestos: violación, malformación del feto y riesgo grave para la salud de la madre. Un cuarto de siglo después, en 2010, se aprobó una nueva ley, mucho más avanzada, que establecía el derecho de la mujer a interrumpir el embarazo dentro de las primeras 14 semanas de gestación. Pues bien, el proyecto de la nueva ley, impulsado a instancias de Alberto Ruiz Gallardón y aprobado ayer por el gobierno, prevé sólo dos de los supuestos incluidos en 1983: violación y riesgo grave para la salud de la madre, quedando la malformación del feto excluida. Para esto último se alega "la protección del enfermo antes de nacer". El proyecto exige, además, que sean dos profesionales de la medicina quienes tomen la decisión y siempre ha de contar con el permiso paterno y materno en caso de ser menor de edad la mujer afectada. Teniendo en cuenta las restricciones previstas, se teme que se creen las condiciones para que se lleven a cabo interrupciones del embarazo al margen de los circuitos reglamentados. Eso conllevaría mayores riesgos para la salud de las mujeres, algo que la OMS advierte en su informe Aborto sin riesgos que el aborto sin garantías es una de las principales causas de mortalidad y morbilidad materna. Dentro del mismo se recomienda "que las leyes y las políticas respeten y protejan la salud de la mujer y sus derechos humanos". Una vez más se pisotean derechos y esta vez por partida doble: contra la salud y contra las mujeres. No parece que lo entienda el PP con su propuesta, que trata como una excepción lo que es un derecho.
lunes, 16 de diciembre de 2013
Un intento de reparación a dos ausencias
No estuve en su casa. No
pude y me dio pena. No había hecho mis deberes, es cierto, pero es que las
palabras no me salían. No es que no me pudiera la voluntad, que quisiera
haberla tenido, sino que fue la impotencia del espíritu la que paralizó mi
mente para crear, ordenar e hilar palabras. Imágenes tenía, esbozos de cosas me
habían ido surgiendo, pero surgían débiles, distantes en sí, sin ritmo. Sentí
la imposibilidad de materializar lo que mi mente –no sé si enferma- apenas
entresacaba. No fue por falta de sentimiento, sino ausencia de pulso, lo que me
impidió primero hacer y luego acudir. Por eso me quedé compungido. No ha sido
la primera vez, ya me ocurrió a principios de año. Me resulta difícil decirlo y
explicarlo. Me duele haberlo hecho. Dejé en febrero al vino y en octubre me
quebré con los nómadas. Dos temas que dan para mucho y que me resultan entre
próximos y bonitos.
El vino de Dionisos, de la
eucaristía y el de cada día. El vino en multitud de matices de colores y
sabores. La artesanía de un caldo que surge desde las entrañas de la tierra
para fructificar en racimos que,
molteados, se fermentan hasta la apoteosis. Con él nada mejor que tener en
cuenta el punto y la medida. La clave para saborearlo en su dimensión y la
conciencia de tenerlo sin que nos sobrevenga lo no deseado. En ese equilibrio,
aunque me repita, está la apoteosis.
Y, ¡ay!, los nómadas, el
nomadeo, el nomadismo… El ir y venir sin cesar y sin prisas. El principio de la
humanidad. La herencia que nos queda de los tiempos más remotos. Una realidad
que todavía pervive en gente, en muy poca, manteniendo la esencia del trasvase
continuo, del movimiento permanente. Para la mayoría, sin embargo, le queda un
eco que se alberga en el subconsciente colectivo. El eco que nos lleva todavía
a no parar, a querer trasegar, a buscar, también a curiosear…
Han pasado unos meses y
ahora intento no sé si resarcirme, pero, al menos, sí desahogarme. Cómo nos han
llevado con cariño a sus inocentes debilidades. Cómo han conseguido que, pasado
el tiempo, sigamos saldando la deuda de la amistad contraída. Aunque haya sido
en parte, aunque haya sido para mi propio consuelo, con estas breves líneas,
apretadas por la necesidad y la premura, al menos he roto la impotencia que me
llevó en dos ocasiones a la ausencia.
(Invierno
de 2012)
IU se clarifica
domingo, 15 de diciembre de 2013
Levante en las marismas
La memoria histórica del PTE y la JGRE
Existe desde hace años la Asociación por la Memoria Histórica del Partido del Trabajo de España y la Joven Guardia Roja de España. No sé por qué no me había referido todavía a ella, pese a haber participado en su fundación cuando, allá por 2005, empezaron los primeros contactos de personas que habían pertenecido a esas organizaciones. Fue ese año cuando tuvo lugar en Madrid un reencuentro, que llamaron Fiesta 30PTE, que sirvió de aldabonazo de todo lo que le siguió. Luego le siguieron otros encuentros en diversos lugares, como Cataluña, Andalucía...
El PTE y la JGRE tuvieron una corta vida, entre las postrimerías del franquismo y los primeros pasos de la democracia, pero fue muy intensa y rica en vivencias y experiencias. En la página electrónica que mantiene abierta (http://www.pte-jgre.com/) se puede acceder a muchas cosas. La asociación ha hecho un acopio interesante de documentos escritos y gráficos. También, de entrevistas recientes a personas vinculadas a esos grupos. Hay siempre noticias acerca de actos diversos y homenajes a personas, grupos o movimientos. No faltan artículos sobre su historia. Una de las entradas trata sobre la "Bibliografía sobre nuestras organizaciones" y en la que participé en su día, en 2005, aportando información que había ido recogiendo.
La asociación también ha editado en 2010 un libro, La lucha por la ruptura democrática en la Transición, donde se hacen breves análisis de lo que representaron el PTE y la JGR en su tiempo, acompañados de numerosas ilustraciones fotográficas. La editorial El viejo topo, por su parte, ha editado la obra Pan, trabajo y libertad. El Partido del Trabajo de España, donde se profundiza en el tratamiento de su historia y significado. Está coordinado por José Luis Martín Ramos y en ella han participado también Manuel Gracia Luño (uno de los principales dirigentes del partido), Marta Campoy y Ramón Franquesa. Por mi parte he escrito una humilde historia de ambos grupos en Salamanca, que he titulado De la lucha política clandestina a la legalidad. El Partido del Trabajo y la Joven Guardia Roja en Salamanca (1974-1980). Está sin publicar, aunque a su contenido han tenido acceso algunos antiguos militantes en esa ciudad. Su contenido está basado en un amplio aparato documental (tanto el que he conservado personalmente como el aportado por mi amigo Maxi Vallejo, que también me sirvió para enriquecer el primer borrador del trabajo), así como en interesantes entrevistas, cartas y encuestas que recogí entre antiguos militantes.
Invito, pues, a visitar la página electrónica www.pte-jgre.com, sobre todo a quienes participaron hace años en la aventura de hacer la revolución en el contexto de la dictadura y los años siguientes. Somos ya mayores, en su mayoría es gente que ya está envejecida e incluso una parte ya ha fenecido. En todo caso no deja de ser una forma sana de recordar e incluso de ayudar a reflexionar. Prometo dedicar más tiempo en este cuaderno digital a lo que fue esa aventura.
El PTE y la JGRE tuvieron una corta vida, entre las postrimerías del franquismo y los primeros pasos de la democracia, pero fue muy intensa y rica en vivencias y experiencias. En la página electrónica que mantiene abierta (http://www.pte-jgre.com/) se puede acceder a muchas cosas. La asociación ha hecho un acopio interesante de documentos escritos y gráficos. También, de entrevistas recientes a personas vinculadas a esos grupos. Hay siempre noticias acerca de actos diversos y homenajes a personas, grupos o movimientos. No faltan artículos sobre su historia. Una de las entradas trata sobre la "Bibliografía sobre nuestras organizaciones" y en la que participé en su día, en 2005, aportando información que había ido recogiendo.
La asociación también ha editado en 2010 un libro, La lucha por la ruptura democrática en la Transición, donde se hacen breves análisis de lo que representaron el PTE y la JGR en su tiempo, acompañados de numerosas ilustraciones fotográficas. La editorial El viejo topo, por su parte, ha editado la obra Pan, trabajo y libertad. El Partido del Trabajo de España, donde se profundiza en el tratamiento de su historia y significado. Está coordinado por José Luis Martín Ramos y en ella han participado también Manuel Gracia Luño (uno de los principales dirigentes del partido), Marta Campoy y Ramón Franquesa. Por mi parte he escrito una humilde historia de ambos grupos en Salamanca, que he titulado De la lucha política clandestina a la legalidad. El Partido del Trabajo y la Joven Guardia Roja en Salamanca (1974-1980). Está sin publicar, aunque a su contenido han tenido acceso algunos antiguos militantes en esa ciudad. Su contenido está basado en un amplio aparato documental (tanto el que he conservado personalmente como el aportado por mi amigo Maxi Vallejo, que también me sirvió para enriquecer el primer borrador del trabajo), así como en interesantes entrevistas, cartas y encuestas que recogí entre antiguos militantes.
Invito, pues, a visitar la página electrónica www.pte-jgre.com, sobre todo a quienes participaron hace años en la aventura de hacer la revolución en el contexto de la dictadura y los años siguientes. Somos ya mayores, en su mayoría es gente que ya está envejecida e incluso una parte ya ha fenecido. En todo caso no deja de ser una forma sana de recordar e incluso de ayudar a reflexionar. Prometo dedicar más tiempo en este cuaderno digital a lo que fue esa aventura.
lunes, 9 de diciembre de 2013
Nueva victoria electoral del bolivarianismo (y van 18 de 19)
Una victoria más del bolivarianismo. Ha obtenido seis puntos y medio de diferencia sobre la oposición en las elecciones municipales de ayer, ampliando el margen obtenido en las presidenciales de la pasada primavera. Se ha vuelto a confirmar la consistencia del proyecto político que lideró Hugo Chávez hasta su muerte y que continúa ahora con Nicolás Maduro al frente. Un proyecto revolucionario que está suponiendo una importante redistribución de la riqueza del país, impensable hasta hace década y media; la consiguiente mejora de las condiciones de vida de amplios sectores de la población, humildes, que antes habían sido despreciados y ninguneados; y una mayor democratización de la sociedad, concretada en la extensión de los derechos sociales, en una mayor garantía en los procesos electorales y hasta en una mayor presencia de la ciudadanía en las diversas instancias de participación.
Estas elecciones han supuesto, además, una derrota de la oposición, que llevaba meses preparando un escenario de crisis. Una oposición profundamente reaccionaria. Y muy dolida. Por dos motivos. Uno, por lo que representa en sí, expresión de las fuerzas que dominaron a su antojo el país durante tanto tiempo hasta que llegó Chávez. La otra, por la frustración de las dos últimas elecciones presidenciales: las de diciembre de 2012, aprovechando la enfermedad de Chávez, al que intentaron neutralizar con una careta de progresismo, asumiendo incluso conquistas revolucionarias; y las de abril, cuando creyeron que Maduro era una presa fácil de derrotar. Pese a ello buscaron deslegitimar los procesos mediante burdas acusaciones. Como la supuesta inconstitucionalidad de la situación creada tras el agravamiento de la enfermedad de Chávez. O la acusación de fraude en favor de Maduro, lo que fue desmentido por los organismos que supervisaron los recuentos.
En esta ocasión se ha centrado en lo que se ha llamado "guerra económica". Meses fomentando el desabastecimiento de la población en productos básicos o de un importante valor simbólico. Meses de acaparamiento para impedir que lleguen a su destino o simplemente encarecerlos para hacerlos inaccesibles a mucha gente. El pulso ha sido fuerte, intenso. Los resultados de las elecciones del domingo, sin embargo, han demostrado que por ahora la oposición lo tiene difícil. Que el gobierno y quienes defienden la revolución disponen de mecanismos de defensa suficientes para frenar los continuos actos de desestabilización y hasta sabotaje. El escenario creado en gran medida ha recordado lo que ya ocurrió en Chile hace cuatro décadas. Sectores militares, sociales y políticos, bajo el amparo del imperio, que aunaron sus esfuerzos contra el gobierno de la Unidad Popular. Entonces la revolución acabó derrotada y ahogada en sangre. En Venezuela, quizás porque se haya aprendido la lección, todavía pervive. Y parece que con brío.
Estas elecciones han supuesto, además, una derrota de la oposición, que llevaba meses preparando un escenario de crisis. Una oposición profundamente reaccionaria. Y muy dolida. Por dos motivos. Uno, por lo que representa en sí, expresión de las fuerzas que dominaron a su antojo el país durante tanto tiempo hasta que llegó Chávez. La otra, por la frustración de las dos últimas elecciones presidenciales: las de diciembre de 2012, aprovechando la enfermedad de Chávez, al que intentaron neutralizar con una careta de progresismo, asumiendo incluso conquistas revolucionarias; y las de abril, cuando creyeron que Maduro era una presa fácil de derrotar. Pese a ello buscaron deslegitimar los procesos mediante burdas acusaciones. Como la supuesta inconstitucionalidad de la situación creada tras el agravamiento de la enfermedad de Chávez. O la acusación de fraude en favor de Maduro, lo que fue desmentido por los organismos que supervisaron los recuentos.
En esta ocasión se ha centrado en lo que se ha llamado "guerra económica". Meses fomentando el desabastecimiento de la población en productos básicos o de un importante valor simbólico. Meses de acaparamiento para impedir que lleguen a su destino o simplemente encarecerlos para hacerlos inaccesibles a mucha gente. El pulso ha sido fuerte, intenso. Los resultados de las elecciones del domingo, sin embargo, han demostrado que por ahora la oposición lo tiene difícil. Que el gobierno y quienes defienden la revolución disponen de mecanismos de defensa suficientes para frenar los continuos actos de desestabilización y hasta sabotaje. El escenario creado en gran medida ha recordado lo que ya ocurrió en Chile hace cuatro décadas. Sectores militares, sociales y políticos, bajo el amparo del imperio, que aunaron sus esfuerzos contra el gobierno de la Unidad Popular. Entonces la revolución acabó derrotada y ahogada en sangre. En Venezuela, quizás porque se haya aprendido la lección, todavía pervive. Y parece que con brío.
domingo, 8 de diciembre de 2013
Una recuperación a costa de la gente
Acabo de leer en eldiario.es que las previsiones para el próximo año apuntan a una subida de la bolsa y de la rentabilidad de las empresas. Y añade que choca con la realidad de "los descensos salariales y la destrucción de empleo". Lógico. Con menos mano de obra ocupada, menos salarios, mayor facilidad para el despido y mayor laxitud fiscal para las grandes rentas han abaratado los costes de producción de las empresas en general. A eso lo llaman recuperación económica. Los prebostes del gobierno y del PP nos hablan de "brotes verdes", "luz al final del túnel", "salarios que no bajan, sino que moderan su subida" y otras lindezas. Son sus ocurrencias verbales. Y repito una vez más: consentidas.
El guerrero Aznar
El diario digital infoLibre lleva días fustigando a José Mª Aznar. Lo involucra en el negocio de las armas por sus relaciones con la empresa Einsa, donde participan su amigo Miguel Blesa o su propio yerno. El juez Elpidio Silva también lo menciona en sus asuntos judiciales. El diario hoy reproduce seis preguntas sobre las que Aznar mantiene silencio. Fue un presidente guerrero, firmante en las Azores de un pacto con EEUU y Reino Unido que dio origen al ataque contra Irak. Su retiro le está reportando pingües beneficios. Se dedica a sus conferencias, sus entrevistas, sus memorias y también sus negocios. Uno, el de la guerra.
Por tierras del Baixo Alentejo
Estoy estos días en tierras del Alentejo. En su comarca baixa. Más allá del Tajo, como su nombre reza, y tocando cada día el único tramo donde el Guadiana es enteramente portugués. Está llegando el invierno y con él, el frío, aunque se mantiene la herencia de la estación estival. El campo huele aún a seco. Voy yendo de un lado para otro, contemplando sus paisajes, sus pueblos y sus gentes. Veo tierras duras, de contornos ondulantes, con rocas de esquistos y granitos que afloran en la superficie, pero tapizadas aún en amplios espacios por el verdor perenne de sus alcornoques y encinas. Pese a todo, se trabaja la vid, el olivo, el trigo y las legumbres, y se aprovechan sus pastos y los frutos preciados que alimentan a ovejas, cerdos y vacas. La materia primera para elaborar panes, dulces, quesos, vinos, aceites y carnes en sus diferentes formas. En una buena parte es huella del tiempo. La que también adquiere formas materiales como menhires, tumbas, domi, templos, mosaicos, mosaicos, arcos, calles, alcaçovas, murallas, chimeneas... La herencia megalítica, romana, árabe. También, ante todo, la huella de lo que vino después. Ese tiempo de feudalismo y el postrero capitalismo donde se forjó un latifundio feroz que ahogó a sus gentes. Las mismas que hasta no hace mucho se alzaban del suelo. Las que, al decir de José Saramago, conocían "algunos amores, muchos sacrificios, victorias y desastres". Como Catarina Eufemia, campesina y comunista de Baleizao, que la mataron en plena dictadura, pero está aún presente en el recuerdo de cada día. Casi medio siglo después hoy en el Alentejo muchas gentes siguen manteniendo el sueño de esa mujer.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)