lunes, 31 de octubre de 2022

Lula ha ganado, con la esperanza de que Brasil recupere lo perdido en los últimos cinco años


El candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Lula da Silva, ha ganado las elecciones presidenciales brasileñas. Sus 60'3 millones de votos (50'9%) han superado en 
2'1 millones (1'8 puntos) a los 58'2 millones (49'1%) que ha obtenido Jair Bolsonaro.  Una victoria que, aun apretada, no ha dejado de ser clara. Y en cierta medida, no sorprendente, después que en la primera vuelta de las elecciones  Bolsonaro cosechara más votos de los que le daban los sondeos. La participación, por su parte, se ha incrementado en unos 600.000 votantes (0'36 puntos).

Lula da Silva ha sumado en relación al pasado de octubre casi 3'1 millones de votos (2'5 puntos), mientras que su rival lo ha hecho en 7'1 millones (5'9 puntos). A la  espera de más información y sin que se tenga que dar una correlación directa entre los votos de las dos candidaturas que no lograron pasar a la segunda vuelta, puede decirse lo siguiente: los casi 5 millones de votos de la derechista Simone Tebet podrían haber pasado en buena medida a Bolsonaro; y los 3'6 millones de Ciro Gomes, de centro-izquierda, podrían haberlo sido hacia Lula. A ello habría que añadir el incremento de votantes.

El panorama político brasileño se ha aclarado en parte y, ante todo, por los grupos que van a ostentar el poder ejecutivo, ya que van a dejar de estar en manos de un presidente de extrema derecha, apoyado por una amalgama de fuerzas a cuáles más reaccionarias. Otra cosa son las dificultades con las que se van a encontrar el nuevo presidente y su gobierno. Enfrente van a tener dos cámaras parlamentarias con mayoría conservadora. A ello hay que unir que en el triunfo de Lula existe un importante número de apoyos que provienen de otros grupos, tanto de izquierda como de centro, e incluso de derecha. 

Lula y su nuevo gobierno, por tanto, han de hacer un gran esfuerzo para encontrar el suficiente número de apoyos que les permita aplicar los puntos más esenciales del programa defendido. El primero, primordial, volver a volcarse en las medidas de redistribución de la riqueza, tan exitosas durante los mandatos de Lula y Dilma Rousseff, entre 2002 y 2016, y que fueron dilapidadas por Bolsonaro desde 2019. Medidas que afecten tanto en lo tocante a los subsidios sociales, los derechos laborales o los salarios como a los servicios públicos (sanidad, educación...). Tampoco se debe perder de vista el poner freno a la deforestación salvaje de los últimos años. Y dentro del ámbito más propiamente político, resulta necesario democratizar los aparatos e instituciones del estado, desde el mundo judicial hasta las fuerzas policiales y el ejército, donde las fuerzas reaccionarias han actuado de una forma perniciosa, cuando no antidemocrática.

La victoria electoral de Lula se une a las más recientes de carácter progresista habidas en Colombia, Chile u Honduras, además de las de otros países, un poco más lejanas, como Perú, Bolivia, México, Argentina, Venezuela o Nicaragua, sin olvidarnos, por supuesto del caso de Cuba. Independientemente de la diversidad existente, del margen de maniobra que se tenga o del mayor grado de atrevimiento en las políticas aplicadas, el común denominador está en el freno que están suponiendo a las fuerzas de la derecha, donde, además, están creciendo las más extremas. Un freno a las medidas más neoliberales y a la agresividad del imperio del norte.

Por ahora, no cabe otra cosa que alegrarse de lo ocurrido ayer en Brasil e ir viendo el devenir de los acontecimientos. Y siempre con la esperanza de que ese país recupere, al menos, lo perdido en los últimos cinco años y con ello la ilusión de tanta más gente de la que ha votado a Lula.  


(Imagen obtenida en Resumen Latinoamericano y después tratada digitalmente).

domingo, 30 de octubre de 2022

Las ruinas de lo que fue el Templo de Zeus Olímpico en Atenas


El templo de Zeus Olímpico en Atenas está situado a poca distancia de la Acrópolis, hacia el sureste. Empezó a construirse a finales del siglo -VI, durante el mandato del tirano Pisístrato, pero no logró acabarse durante los siglos siguientes. Su diseño inicial, dentro del orden dórico, contemplaba unas dimensiones inusuales. Y ésa fue precisamente la razón por la que quedó inconcluso durante tanto tiempo. A la muerte del tirano y lo costoso de las obras en un primer momento se unió, ya durante el gobierno de Pericles, en el siglo -V, la idea de que no concordaba con los cánones clásicos de la armonía de las proporciones. Cuando a mediados del siglo -II se retomó su construcción, los capiteles dóricos dieron paso a los corintios, característicos del helenismo. Pero tampoco logró acabarse, por lo que hubo que esperar hasta mediados del siglo II, con el emperador romano Adriano. Las 16 columnas que se han conservado, 15 de ellas bajo arquitrabes, son en nuestros días los testigos de lo que fue, con sus 104 columnas, el templo de mayores dimensiones de su tiempo en Europa. Mi reciente visita a Atenas me ha permitido volver a verlas, si bien en esta ocasión en estado de restauración. Por suerte, esa limitación puedo subsanarla con las fotografías que conservo de mi visita en 1984. Unas ruinas que fueron, además, mi primer contacto directo con el mundo griego antiguo. 

Meteora y los monasterios que parecen suspendidos en el cielo


El paraje de Meteora está situado en el interior de la región de Tesalia, cercano a la ciudad de Kalambaka y junto a la llanura 
bañada por el río Peneo que se abre por el este hacia el mar Egeo. Su visita tiene dos vertientes, a cuál más espectacular: como espacio geológico y como lugar de emplazamiento de varios monasterios. Su geología proviene de la modificación desde la Terciaria de un macizo antiguo formado por granitos, areniscas y conglomerados, como consecuencia de una intensa acción tectónica y erosiva. El resultado ha sido la formación de pequeños bloques elevados, separados entre sí, en los que se superponen estratificados sus materiales. Aprovechando las oquedades de sus paredes, estuvo poblado desde lejanas épocas prehistóricas, pero, ya en los primeros siglos de nuestra, se sabe que fue un lugar de emplazamiento de pequeñas comunidades de monjes ascetas. Huían, como ocurrió en tantos otros lugares, de lo que consideraban un mundo alejado de los principios reflejados en los Evangelios, lo que hizo que con frecuencia fueran considerados como herejes. Los monasterios que hoy conocemos, encaramados en las cimas de los bloques rocosos verticales, datan del siglo XIV, cuando el monje Atanasio Koinotivis fundó el primero de ello, al que llamó Meteora, cuyo significado no es otro que monasterio en el cielo o monasterio en el aire. Hoy es conocido con el nombre de Gran Meteoro. Su arquitectura es la típica bizantina de los primeros siglos del segundo milenio, con la iglesia de planta de cruz griega y la cúpula semiesférica sobre pechinas y tambor. Las pinturas responden también a los cánones bizantinos, pero en algunos casos se denota un menor grado de antinaturalismo.    





 

El recuerdo de Cervantes en Naupaktos, la antigua Lepanto


La ciudad griega de Naupaktos (o Naupacto, en castellano), que durante la dominación veneciana, a lo largo del siglo XV, fue conocida con el nombre de Lepanto, está situada en la orilla izquierda del golfo de Patras. En en realidad, este último, se trata de la entrada del más amplio golfo de Corinto. En 1571 Lepanto saltó a la fama porque en las aguas cercanas tuvo lugar una de las batallas navales más conocidas de la historia. El motivo estuvo en la disputa por el control del Mediterráneo oriental entre el Imperio Otomano y la Liga Santa, la alianza de varios estados de la Europa occidental formada para la ocasión y en la que participó la monarquía hispánica. Aunque el resultado inicial se saldó con la victoria de la Liga Santa, lo que vino después acabó con la consolidación del Imperio Otomano en todo ese ámbito territorial y marítimo. La fama del lugar se ha visto incrementada porque uno de los soldados participantes fue Miguel de Cervantes, que sufrió varias heridas, una de las cuales le afectó de por vida a la movilidad de su brazo izquierdo. Es esa la razón por la que se ganó  en su tiempo el apelativo  de "Manco de Lepanto". Las alusiones que hizo, ya como escritor, al acontecimiento se han reducido al "Prólogo al lector" de sus Novelas Ejemplares, escritas entre 1590 y 1612, y publicadas en 1613, tres años antes de su muerte. Así fue, en tercera persona, como lo refirió: "Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria". Desde el año 2000 Naupaktos mantiene el recuerdo de la presencia de Cervantes, erigiendo una estatua, obra de Jaime Mir, que está ubicada en la antigua fortaleza veneciana de la entrada del puerto. En la inscripción de su pedestal puede leerse:

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA 
1547-1616 
SOLDADO ESPANOL [sic] 
GENIO DE LAS LETRAS 
HONRA DE LA HOMANIDAD [sic] 
GLORIOSAMENTE HERIDO 
EN LA BATALLA DE LEPANTO 1571

 
   
  

(Las dos fotografías de la estatua de Cervantes se han obtenido de la Página personal de José Carlos Canalda).

sábado, 29 de octubre de 2022

Eros, entre la sensualidad serena de Afrodita y la sexualidad insaciable de Pan


Entre las obras del periodo helenístico conservadas en el Museo Arqueológico de Atenas hay un grupo escultórico que me llamó la atención: "Afrodita, Eros y Pan", que se corresponden con las figuras romanas de Venus, Cupido y Fauno. Hechas en mármol y con una estatura natural, s
e considera que proceden de Delos, la más central de las islas del Egeo y, según la mitología, el lugar de nacimiento de Apolo. El grupo está datado en el año -150, en los momentos finales del helenismo y a las puertas de la dominación definitiva del mundo griego por Roma. En la escena se representa a la diosa de belleza y del amor saliendo del baño y siendo acosada por el dios de los bosques, mientras Eros se interpone entre ambos personajes. Una confrontación entre la sensualidad contenida de Afrodita, que sostiene en su mano derecha una sandalia y con la izquierda intenta ocultar su desnudez, y la sexualidad insaciable de Pan. Eros, por su parte, reposa una de sus manos sobre la espalda de su madre, quizás protegiéndola, a la vez que con la otra toca uno de los cuernos de Pan. Como se corresponde con el periodo artístico en que se hicieron las esculturas, el naturalismo está presente, alejado de los semblantes serenos propios del periodo clásico. Incluso el tratamiento del tema puede interpretarse desde la ambigüedad, como puede verse en las suaves sonrisas de Afrodita y Eros, y en la posibilidad de que el último esté jugando con uno de los cuernos de Pan.

Las iglesias de Panagias Kapnikareas y Panagias Goryoepikoos en Atenas: de los cultos paganos a los cristianos bizantinos


La continuidad que se da en los usos de los espacios sagrados, sean religiosos o civiles, son una constante en la historia de la humanidad. Y la religión cristiana, tanto en su iglesia ortodoxa como en la romano-católica, no es ajena a ello. En el centro histórico de Atenas hay dos iglesias que nos sirven de muestra: la de Panagias Kapnikareas, del siglo XI; y la de Panagias Goryoepikoos, también conocida como San Eleuterio, del XII. Tuve la suerte de haberlas visto, allá por 1984, durante mi primera visita a la ciudad, sin tener conciencia de ello durante la que he realizado recientemente. Pero las fotografías "cantan" y ahora puedo recrearme en lo que he podido contemplar entre un lapso de tiempo de 38 años. El nombre de Panagias alude a la Santísima Virgen, que en el caso de la primera, la Panagias Kapnikareas, se le añade la referencia a su entrada en el cielo (la Dormición ortodoxa y la Asunción católica). Fue remodelada varias veces en los siglos precedentes, pero  su culto y sus ofrendas se remontan a las que con anterioridad se hacían a la diosa Atenea, la Partenonas, esto es, la Virgen o la Doncella ateniense. Y en cuanto a la iglesia Panagias Goryoepikoos, que puede traducirse como la Virgen del Socorro, su segundo nombre, San Eleuterio, conecta con Eleuta, la diosa de los partos, muy popular entre las mujeres. En ambos casos nos encontramos ante templos de pequeñas dimensiones, propios de la etapa bizantina que se abre en el segundo milenio. Son de planta en forma de cruz griega, desde cuyo centro se eleva una cúpula semiesférica, que se ve octogonal por el exterior, y que está sostenida sobre pechinas y realzada con un esbelto tambor. Los muros de la primera de las dos iglesias están decorados prácticamente en su totalidad con frescos, destacando las imágenes del Pantocrátor, el Todopoderoso, y la Teotokos, la Madre de Dios. Sus rasgos formales se inscriben en la tradición bizantina de imágenes religiosas tratadas desde el antinaturalismo y el frontalismo.      



Entre el Teatro de Dioniso griego y el Odeón de Herodes Ático romano


Atenas estuvo entre las polis pioneras en hacer del teatro uno de los ejes de la vida pública de sus ciudadanos. Desde la primera mitad del siglo -VI empezaron a representarse las tragedias dedicadas al dios Dioniso y durante el -V su recinto acogió la puesta en escena de las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides, o las comedias de Aristófanes. Lo que al principio fueron una plataforma de madera y unos rudimentarios asientos sobre la pendiente de la ladera sur de la Acrópolis, en la época de Pericles pasó a ser un espacio más ordenado, que incluía unas gradas de piedra. Finalmente, en el -340, ya en el periodo helenístico, fue cuando se construyó un teatro capaz de albergar a 15.000 espectadores y perfectamente definido en su estructura, similar a la de otros tantos de su época, como el de Epidauro. Lo que hoy conocemos son las ruinas que se muestran como huellas del paso del tiempo. Junto a él Pericles mandó construir en la segunda mitad del -V  el Odeón, un recinto de planta cuadrada para la representación de obras musicales. Apenas quedan restos de lo que fue en su día, lo que no ocurrió con el Odeón de Herodes Ático, situado en la misma ladera, pero más alejado hacia el oeste. En este caso nos encontramos ante un monumento que se engarza con el modelo de los teatros romanos, pues fue construido en el año 161, durante el mandato de Adriano. De planta semicircular y con un edificio exento casi en su totalidad, se ha conservado la fachada monumental de su escena.      



El Erecteión y la belleza de sus Cariátides


En el lado norte de la Acrópolis está situado el templo cuyo nombre deriva de uno de los reyes antiguos de Atenas: Erecteo. Por su planta resulta atípico, dada la falta de unidad de sus partes, lo que se explica por la irregularidad del terreno. Aun así, no le falta belleza y, ante todo, contiene una de las obras más reconocibles del arte griego antiguo: el pórtico de las Cariátides. Estamos ante un templo de orden jónico y anfipróstilo, considerado simbólicamente como femenino por la mayor estilización de sus fustes y lo característico de sus capiteles, que están dotados de dos volutas que recuerdan el peinado de las mujeres. El templo propiamente está flanqueado por dos pórticos y constaba en su interior de tres santuarios: junto a la entrada de la cella se custodiaban las estatuas del dios Poseidón y del héroe ateniense Butis; y ya en el fondo, la de la diosa Atenea. El pórtico exterior, orientado al norte, lo forman seis columnas jónicas al uso. Algo que no ocurre con el que mira hacia el interior de la Acrópolis, en el que sus seis columnas se han sustituido por estatuas femeninas. El nombre de Cariátides alude a las doncellas esclavizadas procedentes de la ciudad de Caries, en el Peloponeso, famosas en Atenas por su belleza. Se han conservado casi intactas las seis Cariátides originales, cinco de las cuales en la actualidad se encuentran expuestas en el Museo de la Acrópolis. La sexta, como ocurre con buena parte de los relieves del Partenón, se encuentra en el Museo Británico. 

viernes, 28 de octubre de 2022

El Partenón, modelo de belleza y armonía en el arte


Hablar del Partenón es hacerlo sobre una de las obras de arquitectura más emblemáticas, exponente de un modelo estético de proporción y armonía insuperables. Su nombre deriva del calificativo que le dio la población ateniense a la diosa a la que estuvo dedicado: Virgen, Doncella... Protectora, en fin, de la polis. Situado a la derecha de la Acrópolis, según se entra por los Propileos, su silueta puede divisarse en la distancia desde la vertiente sur. Arquitectónicamente el templo fue obra de Ictino y Calístrates, y tuvo a Fidias como supervisor y, ante todo, como el responsable de la iconografía escultórica que añadió en sus relieves y en la estatua que lo acogió. Estamos ante un templo  construido en mármol; de orden dórico, en cuanto a sus capiteles; períptero, por estar rodeado de columnas; y octástilo, por disponer de ocho columnas en cada parte frontal. Su alzado, como corresponde con los templos griegos, dispone de un basamento en forma de escalinata, las columnas y el entablamento, estando este último compuesto por el dintel y el friso, añadiéndose un frontón en las partes frontal y antefrontal. Su planta, en fin, la forman una pronaos, el santuario o cella, y el opistódomos. Resultan llamativos los efectos ópticos que se introdujeron en las columnas (inclinación hacia dentro y ensanchamiento en la parte central de cada fuste), con el fin de corregir las deformaciones que provoca la visión humana desde la distancia. La cella acogió la escultura de Atenea Partenos, criselefantina en sus materiales y monumental con sus 12 metros de altura. Los relieves tratan sobre distintos aspectos de la mitología y la vida griegas: los tímpanos están dedicados a la diosa Atenea y al resto de los dioses del Olimpo; las metopas del friso exterior aluden a las luchas mitológicas de gigantes, centauros y amazonas, y a la guerra de Troya; y las del friso interior representan las procesiones panateneas. Son una muestra de la maestría de su autor, en la que destacan aspectos como la serenidad de los personajes, el tratamiento anatómico de los cuerpos humanos o la perfección de los pliegues de sus vestimentas. Casi todos los relieves se encuentran en el Museo Británico, después que el conde de Elgin se los llevara a Londres en los primeros años del siglo XIX. Algunos, pocos, correspondientes al friso interior, están expuestos, por suerte, en el Museo de la Acrópolis, a la espera de la devolución que el pueblo griego se merece. 

El templo de Atenea Niké en Atenas, dedicado a dos divinidades


En la entrada de la Acrópolis por los Propileos sobresale, adelantado por la parte derecha, el templo erigido en honor a Atenea Niké. Una dedicatoria que, en realidad, se corresponde con dos divinidades: Atenea, la diosa protectora de Atenas; y Niké, la de la Victoria. De pequeñas dimensiones y con una planta sencilla, es anfipróstilo, disponiendo de cuatro columnas jónicas en cada uno de los lados. Los frisos estaban decorados con motivos alusivos a las divinidades y a las guerras médicas, algunas de cuyas metopas se encuentran actualmente en el Museo Británico. Su interior constaba sólo de una cella, el lugar sagrado por excelencia de los templos, que albergó una estatua en madera de la diosa Niké. Esculpida sin alas, con ello, según se cuenta, se pretendía que la diosa permaneciera en la ciudad. El edificio actual se ha reconstruido en dos ocasiones: en 1835, tras la demolición sufrida con anterioridad en la época turca; y una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, por haber sufrido los bombardeos de la aviación alemana. 

La Acrópolis de Atenas, la más majestuosa entre las polis griegas


Las polis griegas eran unas entidades políticas independientes que abarcaban tanto el núcleo urbano como el territorio circundante. Lo propiamente urbano  estaba ordenado en torno a dos núcleos principales: el asty, en la zona baja y donde se encontraba el ágora; y la acrópolis (etimológicamente, lo más alto de la polis), que fue en un primer momento el recinto amurallado, si bien, con el paso del tiempo, fue adquiriendo también un carácter religioso. En el caso de Atenas, por ser la polis más significativa de ese mundo, su Acrópolis, así como los templos que la contienen, se ha convertido quizás en la imagen más icónica de lo que fue la Hélade. Por las características de la colina donde se encuentra, en su tiempo resaltaba su porte majestuoso desde la lejanía, algo que, incluso en la actualidad, podemos contemplarlo desde los alrededores. Lo que hoy conocemos, en sus murallas y los templos, fue construido durante la segunda mitad del siglo -V a instancias de Pericles, que encargó su dirección a los arquitectos Ictino y Calícrates, bajo la supervisión de Fidias. Coincidió con el periodo de apogeo de la polis, cuyo prestigio alcanzó varias facetas: la militar, por la victoria contra el imperio Persa; la política, por la democratización de las instituciones (para los ciudadanos, esto es, los varones libres); y la cultural, como foco sublime del saber (filosofía), del escribir (literatura) y del hacer (arte). La entrada, orientada al oeste y conocida como Propileos (antepuertas), se realiza a través de una escalinata y un pórtico monumentales, desde donde se divisa, a su derecha, el pequeño templo dedicado a la diosa Atenea Niké. Fue la última obra acabada de la Acrópolis, lo que fue necesario para facilitar el transporte de los materiales de los templos. Ya en su interior, tras una pequeña explanada en pendiente, en que se situó una estatua de Atenea desaparecida, puede contemplarse el Partenón, hacia la derecha, y el Erecteión, hacia la izquierda.

El templo dedicado a Hefesto en Atenas


Durante el paseo que dimos la tarde de la llegada a Atenas, mientras visitábamos el ágora y su entorno, capté con el teleobjetivo de la máquina fotográfica un edificio clásico. Estaba como semiescondido entre los árboles y me llamó la atención su parecido al Partenón, coincidiendo hasta en el orden dórico de sus capiteles. Días después, ya en la Acrópolis, volví a divisarlo desde lo alto, resolviendo su nombre cuando Giordano me dijo que era el Templo de Hefesto, al que también se conoce como el Hefestión. Su morador religioso era el dios del fuego, renombrado como Vulcano en la mitología romana. Data de la segunda mitad del siglo -V, durante el gobierno de Pericles, y fue construido a la par de los templos que hoy conocemos de la Acrópolis, aunque su finalización fue posterior. Hexástilo, por el número de sus columnas frontales, consta de una estructura similar a la del Partenón en lo exterior (es períptero) y en lo interior (con pronaos, cella y opistódomos). Pese al paso del tiempo, ha logrado mantenerse casi intacto, no así todos los relieves decorativos de sus frisos y frontones. Ya de vuelta a casa, mientras miraba las fotografías de lo que fue mi fugaz visita a Atenas en 1984, en una de ellas aparece, también a lo lejos, el templo que la ciudad de Atenas dedicó al dios del fuego. El mismo que siglos después, como un humilde herrero, fue representado magistralmente por Velázquez en su cuadro "La fragua de Vulcano".   

jueves, 27 de octubre de 2022

En el escenario de la batalla de las Termópilas, un episodio de las Guerras Médicas


En torno al mar Egeo, y extendido hacia los mares Negro y Mediterráneo, surgieron a partir del siglo -VIII las polis griegas, coincidiendo con un 
importante desarrollo en las actividades artesanales y comerciales, una expansión colonial y el empleo de mano de obra esclava en todos los sectores económicos. Las polis eran entidades político-territoriales independientes formadas por una comunidad de hombres libres que participaban, en distinto grado y según el momento, en la gestión de sus asuntos públicos, en los que se excluía a las mujeres, la gente esclava y la gente extranjera. Su esplendor tuvo lugar durante los siglos –V y –IV, cuando en algunas de ellas, con Atenas como exponente, se constituyeron democracias esclavistas. Pese a sus diferencias, tenían en común la lengua, la cultura y la creencia en las mismas divinidades y mitos. El siglo -V fue un momento decisivo para la conformación de ese mundo, después que entre las polis decidieran hacer frente a los ataques del imperio Persa, dentro de lo que se ha denominado como Guerras Médicas. La primera de ellas tuvo la batalla de Maratón como momento culminante, cuando las tropas  atenienses derrotaron en el año -490 a las comandadas por Darío I. Diez años más tarde, en la Segunda Guerra Médica, tuvieron lugar otros episodios de importancia, en esta ocasión con la presencia de Esparta. El primero, en el paso de las Termópilas y con el espartano Leónidas al frente, intentaron frenar el avance persa. Paralelamente, en la isla cercana de Eubea, la flota ateniense hizo lo propio en Artemisio.  Finalmente, meses más tarde, la isla de Salamina fue el escenario de la segunda derrota del ejército persa. La Tercera Guerra Médica, que fue la definitiva, tuvo lugar en el -467 en Eurimedonte, en Asia Menor, poniéndose fin a los intentos persas de conquistar el mundo griego. En el sitio donde se desarrolló la batalla de las Termópilas se han erigido dos monumentos conmemorativos. El primero tiene como protagonista a Leónidas, el jefe militar espartano que se ha considerado como el héroe del conocido episodio de "los 300". El segundo monumento, más humilde, está dedicado a los 700 soldados tespios que lucharon junto a los 300 espartanos y otros tantos ciudadanos tebanos y de distintas polis que murieron en su intento de frenar el avance persa. 



El canal de Corinto, un sueño de siglos culminado en 1893


El territorio continental griego está formado en su parte más meridional por el apéndice peninsular del Peloponeso. Fue donde desarrolló  durante el -II milenio la cultura micénica y donde estuvo situada, en el sur, la polis de Esparta, que empezó a adquirir importancia a partir del siglo -VII con el reformador Licurgo. La comunicación con el resto de los territorios griegos, con la región de Ática como colindante por el este, se hacía a través de un istmo, que ha recibido el nombre de Corinto por la polis homónima asentada en él. Desde muy pronto, que se sepa desde el siglo -VII, hubo interés por construir un canal que permitiera acortar el recorrido de los barcos, de manera que se unieran los mares Egeo, por el este y a través del golfo Sarónico, y el Jónico, por el oeste, por el golfo de Corinto. Han sido varios los proyectos realizados a lo largo de los siglos (con Periandro, en el -VII; Nerón, en el I; Venecia, en el XVII...), pero las dificultades técnicas y los costes tan elevados lo impidieron. Fue a finales del siglo XIX cuando, ya constituida Grecia como estado independiente (proceso que duró de 1821 a 1832), se inició al construcción del canal definitivo, cuyas obras duraron de 1881 a 1893, teniendo a los ingenieros Ferdinand de Lesseps e Istvan Turr como sus artífices. Su longitud de 6'3 kilómetros permite la navegación entre los dos mares, si bien su estrechez de 21 metros y la escasa profundidad de 8 metros limitan que lo hagan barcos de gran tonelaje.  

      

La imponente Puerta de los Leones, entre las murallas ciclópeas de Micenas


Micenas es la más conocida de las ciudades de la Argólida. Construida sobre una colina que no llega a los 300 metros de altura y coronada por su acrópolis, se encuentra situada en un lugar estratégico, dominando la pequeña planicie que se abre hacia el este. Ganó importancia en los primeros momentos del milenio -II,  desde el que se fue desarrollando una economía diversificada entre el campo, la artesanía y el comercio. En el uso de los metales se quedaron en el bronce, no llegando al hierro. También se fue estableciendo una estratificación social, en la que estuvo presente, aun residual, la mano de obra esclava. Políticamente se conformó una monarquía centralizada, lo que se explica a través de sus construcciones monumentales. Las murallas ciclópeas que anteceden a la acrópolis contribuyeron a defenderla. Su datación es del siglo -XIII y se cree que pudo haberse construido a la par del Tesoro de Atreo por el mismo monarca. En su parte noroeste destaca la famosa Puerta de los Leones, con una estructura similar al referido tesoro. Sobre su estructura adintelada se superpone un tímpano triangular, en el que están representados en forma de relieve los dos felinos que le dan nombre, cuya presencia y altura de casi tres metros resultaban amenazantes. Se ha escrito, a modo de paradoja, que estamos ante una construcción minoica en lo técnico, pero nada minoico en lo monumental.  

El Tesoro de Atreo, conocido también como la Tumba de Agamenón


En las proximidades de la fortaleza de Micenas se encuentra el Tesoro de Atreo, una de las tantas tumbas conservadas en la región de la Argólida, en el noreste del Peloponeso. Con toda seguridad tuvo un carácter real, de ahí que la construcción también sea conocida como la Tumba de Atreo o, incluso, de Agamenón, su hijo, dado que en la zona se encontró una máscara de oro suya. La sociedad micénica tuvo su momento de esplendor en los siglos centrales del milenio -II, datándose el tesoro o la tumba que nos ocupa sobre mediados del siglo -XIII. Su cultura fue uno de los primeros hitos de la Grecia antigua continental, que aunó su propio desarrollo con la influencia cretense. Entre sus manifestaciones más peculiares estuvieron las tumbas, dado que creían en la vida de ultratumba y por ello enterraban a sus muertos, no los incineraban. Si otras tumbas de la zona fueron excavadas en la roca, con el Tesoro de Atreo estamos ante un túmulo, esto es, una construcción de piedra recubierta con tierra. Así mismo, se trata de un tholos, dada su forma circular. La entrada se inicia a través de un pasillo o corredor abierto, llamado dromos, que concluye en una puerta remarcada por dos robustos pilares que sostienen un dintel y sobre él, un tímpano, que está hoy vacío. Toda la fachada estuvo en su día decorada con motivos geométricos y relieves. Desde la puerta se accede a la cámara sepulcral, en la que lo más llamativo es estar conformada por una falsa cúpula, producto de la superposición en voladizo de sillares horizontales.  

miércoles, 26 de octubre de 2022

Knosos o los orígenes de la primera civilización europea


La isla de Creta fue el territorio de la primera civilización europea, desde que  a principios del milenio -II se sentaron las bases del primer estado y, a la par, de la expansión e influencia hacia las islas más próximas del mar Egeo e incluso la península Balcánica. Su cultura estuvo influida, ya desde el milenio anterior, por el mundo egipcio, lo que no fue óbice para que a lo largo del mileno -II fuera adquiriendo unos rasgos propios. Sus palacios, que reflejaban la fragmentación social existente, no adquirieron las dimensiones de Egipto. Sus artes decorativas, expresadas sobre todo a través de frescos, se alejaron del rigorismo religioso, para dar rienda suelta a los temas mundanos, un colorido llamativo y, dentro de la estilización, un mayor grado de naturalismo. El yacimiento de Knosos es la muestra más conocida de esa civilización que tuvo al rey Minos como principal referente mitológico. Las excavaciones que llevó a cabo Arthur Evans en la segunda mitad del XIX, pese a sus errores, nos abrieron los ojos a las formas artísticas de lo que hoy se conoce también como civilización minoica. Algunos de esos palacios aristocráticos se han ido restaurando en lo posible, mientras se han ido recuperando en distinto grado algunos de los frescos deliciosos que decoraban sus habitaciones y que podemos degustar en el Museo Arqueológico de Heraklion. 

    

El sincretismo greco-romano de la ciudad de Éfeso


Éfeso fue una de las ciudades jónicas de la Hélade situadas en la costa occidental de la península de Anatolia y actualmente parte de Turquía. Por su situación geográfica vivió hasta mediados del siglo -III distintos avatares, alternando su pertenencia entre el imperio Persa y el mundo griego, y dentro de éste, a finales del siglo -V, entre las influencias ateniense y espartana. Cobró importancia y estabilidad con Alejando el Magno y ya con la dominación romana, a partir de la segunda mitad del siglo -II, se convirtió en la ciudad más importante de Asia Menor. Pese a que todo ello confirió a la ciudad un carácter sincrético en lo artístico y cultural, los restos arqueológicos que hoy conocemos son en su mayoría romanos. Como lo es también su trazado urbano, ordenado desde el eje que conforman el decumanus maximus, de este a oeste, y el cardus maximus, de norte a sur. Y entre tantos vestigios del pasado que fui contemplando a lo largo de mi visita, me quedo con dos. Uno, el relieve de Niké, la diosa de la Victoria, que aparece portando su corona de laurel en la  mano de izquierda y una rama de palmera en la derecha. Se cree que está relacionada con la batalla naval de Salamina, acaecida en el año -480 en la isla homónina cercana por el oeste a Ática y en la que las polis griegas frenaron uno más de los avances persas. El otro vestigio es la Biblioteca de Celso, construida a principios del siglo II durante el mandato del emperador Trajano. Se dice que albergó, por su número de volúmenes, la tercera biblioteca de su época, después de las de Alejandría y Pérgamo. El porte vertical de su fachada, que nos recuerda a los escenarios monumentales de los teatros romanos, resulta majestuoso, resaltado desde la perspectiva descendente que marca el decumanus maximus.





El teatro de Epidauro; de Dioniso a Asclepio


No es la Hélade la cuna del teatro, pero sí de una forma de entenderlo y representarlo, algunos de cuyos aspectos se han mantenido hasta nuestros días. Surgió como la expresión principal de los rituales organizados en honor del dios Dioniso, el preferido de los habitantes de las polis. En su origen coincidieron con las celebraciones durante los días de la vendimia, con unas representaciones  protagonizadas por jóvenes ataviados con máscaras y agrupados en un coro de voces y danzas que estaba dirigido por el corifeo. Con el tiempo, cuando se introdujo un argumento, fueron tomando otras formas: de tragedia, con Esquilo, Sófocles y Eurípides como principales autores; y de comedia, en la que  destacaron Aristófanes y Menandro. A la vez, fueron ganando presencia uno, dos o tres actores que, a modo de personajes, dialogaban, enfrentándose, con el coro. Los temas en las tragedias versaban sobre las peripecias de las divinidades, y de las guerras contra los persas y entre las polis; y en las comedias se trataban las disputas entre ricos y pobres, entre simples ciudadanos e incluso entre varones y mujeres, en las que no faltaba una fuerte dosis de misoginia. A caballo entre los siglos -VI y -V fue cuando empezaron a construirse los primeros recintos permanentes, para lo que aprovecharon las inclinaciones suaves de las colinas, adquiriendo una forma cuasi circular. Hacia arriba se escalonaban los asientos, dando lugar al graderío o koilon; en la base, formando otro círculo, se situaba la orquesta, donde actuaba el coro; y algo por encima, de frente al público, estaba  el escenario o eskené, que fue ganando importancia por ser el espacio donde se movían los actores. El teatro de Epidauro, que data de mediados del siglo -IV, en el arranque del periodo helenístico, está situado en el ángulo nororiental del Peloponeso. Es posiblemente el mejor conservado, tanto en su estructura como en las escasas modificaciones que conoció. Y se cree que estuvo dedicado a Asclepio, dada la cercanía de un santuario que estuvo dedicado al dios de la medicina



martes, 25 de octubre de 2022

La metopa del templo de Zeus en Olimpia dedicada al Jardín de las Hespérides


El Jardín de las Hespérides es una de las leyendas más curiosas de la Hélade. Estaría ubicado en el extremo occidental de lo que por entonces era conocido en el mundo griego, lo que nos lleva, entre otros lugares, a las montañas del Atlas, la Península Ibérica o incluso a las islas Canarias. Estrabón, en el siglo -I, se refirió a Tartessos, en el valle del Guadalquivir, que había sido entre los siglos -VIII y -V el primer estado peninsular. Entre las obras conservadas en el Museo Arqueológico de Olimpia se encuentra buena parte de los relieves de los frontones y los frisos del templo de Zeus, con datación en la primera mitad del siglo -V. Y entre las metopas de los frisos, dedicadas a los doce trabajos de Heracles (el Hércules romano) , una de ellas está dedicada al Jardín de las Hespérides. Y más concretamente, al momento en que Atlas entrega a Heracles las manzanas inmortales de oro que ha robado del jardín creado por la diosa Hera, esposa de Zeus, y que estaba custodiado por las ninfas Hespérides. En la actualidad el titán Atlas, sostén de los cielos y hermano de Prometeo, da nombre a las montañas norteafricanas. Y también se habla de las columnas de Hércules como los puntos más próximos de los dos flancos continentales del Estrecho de  Gibraltar, consideradas por entonces las puertas del fin del mundo.



Olimpia, la primigenia sede de unos juegos dedicados en honor de Zeus


Olimpia, ubicada en el ángulo noroccidental del Peloponeso, fue uno de los referentes religiosos y culturales de la Hélade. Sede de un culto antiguo dedicado al dios Zeus, se convirtió, al menos desde el siglo -VIII, en el lugar donde se celebraban cada cuatro años unos juegos atléticos dedicados en su honor. Fue tal el prestigio que alcanzó la ciudad, que durante su celebración en los meses de verano se respetó una tregua ante cualquier conflicto bélico que se estuviera dando entre las polis. Incluyendo las semanas que duraba la preparación y el regreso de los atletas participantes, así como el viaje de quienes quisieran asistir al espectáculo. Poco queda de lo que fue su estadio principal, entre lo que se encuentra el túnel de acceso, la línea de salida de las carreras o la exedra, que era el pequeño espacio reservado a los jueces. En la decoración del grandioso templo de Zeus se contó con la participación de Fidias, que fue el autor de una monumental estatua de 12 metros erigida en honor a Zeus en torno al año -430. Criselefantina, por el empleo de oro y marfil, nada se conserva de ella. Recientemente, empero, se ha localizado el taller donde trabajó su autor, un espacio que con el tiempo se convertiría en una basílica paleocristiana. La ciudad, a su vez, fue entrando en decadencia, ya en la época imperial romana, a partir del siglo II. El inicio de su destrucción tuvo lugar en el siglo IV, durante las invasiones bárbaras, culminando en el siglo siguiente con dos sucesivos y devastadores terremotos.

Entre kouroi y korai, atletas y sacerdotisas


Pasear por primera vez entre el monumentalismo de los kouroi (plural en griego de kouros) y el hieratismo que desprenden junto a las las korai (plural de kore), me resultó impactante. El  Museo Arqueológico ateniense dispone de dos salas dedicadas a las primeras formas escultóricas de la Hélade, a las que se ha datado entre los siglos -VI y principios del -V. De entre todas ellas, mi vista se detuvo en un primer momento ante el "Kouros de Sunión", un gigante de 3 metros de altura esculpido en el -VII y que fue localizado hace algo más de un siglo. Se encontraba junto a las ruinas del templo dedicado a Poseidón en el cabo más meridional de Ática. Uno más de los atletas desnudos con rasgos orientalizantes, de origen egipcio, caracterizados por su disposición frontal, rigidez gestual y esquematismo anatómico. Y ya en medio de las korai, me recreo ahora, mientras escribo, ante la "Kore Prasikleia", una escultura de dos metros de altura atribuida al artista Aristion de Paros, que le dio luz en los años centrales del -VI. Se conserva intacta, salvo la policromía que recubría su superficie, destacando la flor de loto que su mano izquierda sostiene sobre el pecho, mientras la otra agarra levemente el vestido. Una más, en fin, de tantas otras jóvenes doncellas vestidas, sacerdotisas dedicadas a preservar el culto a las divinidades. 



lunes, 24 de octubre de 2022

Los cuerpos desnudos (masculinos) en la escultura clásica

       Auriga                                                            Zeus / Poseidón  

Entre las obras de escultura exentas más relevantes del periodo clásico de la Hélade, nombre primigenio de la Grecia Antigua, conocemos pocas que sean originales. Las esculpidas en mármol son copias hechas con posterioridad durante la época romana, lo que ha dado lugar a que en la actualidad, por distintas razones, estén dispersas en diferentes países y que en ocasiones existan varios ejemplares. Ocurre, por ejemplo, con el "Discóbolo" (lanzador de un disco) de Mirón, que se encuentra en Londres; el "Doríforo" (portador de una lanza), obra de Polícleto, en Nápoles; el "Apoxiomeno" (el que se raspa el brazo) de Praxíteles, en el Vaticano;  la "Venus de Cnido", también de Praxíteles, en Roma; o la "Ménade" de Scopas, en Dresde. Distinto es el caso de las esculturas hechas en bronce, algunas de las cuales se han conservado hasta nuestros días. De estas últimas, hemos podido ver en días pasados dos esculturas de gran interés y pertenecientes a la etapa de transición de lo arcaico a lo clásico, durante la primera mitad del siglo -V: el "Auriga" (conductor de carros), en el Museo de Delfos, que es lo que se conserva de un grupo escultórico más amplio; y "Zeus lanzando un rayo", en el Arqueológico de Atenas, si bien hay quienes la asocian a Poseidón. Y entre las esculturas de mármol que están expuestas en Grecia hemos podido contemplar dos muy conocidas: el "Diadúmeno" (el que se ciñe la cinta) de Polícleto, de finales del -V, en el Museo Arqueológico de Atenas; y el "Hermes" de Praxíteles, de la primera mitad del -IV, en el Museo de Olimpia. Puede añadirse la escultura dedicada el atleta "Agias", que se atribuye a Lisipo, coetáneo del anterior, que se encuentra en el Museo de Delfos. Todo un culto a la belleza y la armonía del cuerpo humano (principalmente masculino), y al equilibrio y la serenidad espiritual.

       "Diadúmeno" de Polícleto                  "Hermes" de Praxíteles                           "Agias" de Lisipo           

El "Moscóforo", el pastor encontrado en la Acrópolis ateniense


Con el "Moscóforo", el 
joven pastor que porta un ternero sobre sus hombros, nos encontramos ante una de las esculturas más reconocibles del arte griego en su periodo arcaico. La obra data, más concretamente, de la primera mitad del 
siglo -VI. Encontrada en los años sesenta del siglo XIX en las excavaciones que se estaban llevando a cabo en la Acrópolis ateniense, puede contemplarse actualmente en el nuevo Museo que se ha construido recientemente para albergar las obras del recinto sagrado ateniense de la Antigüedad. La obra tiene todos los rasgos propios de ese periodo artístico, con claras influencias del arte egipcio, como la frontalidad, la rigidez, el esquematismo anatómico, la sonrisa arcaica... Y ha sido, así mismo, base para la representación de un conocido tema de la iconografía cristiana: el del Buen Pastor. En este caso se ha cambiado el ternero por un cordero o una cabrita y se identifica simbólicamente la figura del pastor con la del propio Jesús. La que quizás sea la representación más antigua, datada  en la segunda mitad del siglo III, se ha encontrado en las catacumbas romanas de Priscila, en uno de cuyos techos se ha pintado al fresco la figura de Jesús portando una cabrita sobre su hombro, flanqueado a su vez por otros dos animales.