Hablando este mediodía con mi hermano Juan Miguel sobre la entrada que he dedicado a la canción "El burro de Villarino", me ha recordado que Tomás Bretón (conocido músico salmantino de finales del siglo XIX y principios del XX, autor de la famosa zarzuela La verbena de la Paloma), introdujo esa canción en una de sus obras. Y raudo me he puesto a indagarlo, con un resultado positivo. En efecto, en su poema sinfónico Salamanca, de 1916, puede oírse durante aproximadamente un minuto (concretamente, a partir del 6'15'') la melodía de nuestro querido burro. La pieza musical está estructurada en tres partes, que se corresponden con temas del cancionero salmantino recopilado por Dámaso Ledesma, estando el tercero dedicado a una riverana. La melodía se percibe primero a través del sonido de un oboe; luego, de una flauta dulce; y como colofón, del conjunto de la orquesta, para finalmente irse diluyendo en la vorágine de la composición. Quede, pues, la muestra de cómo una canción popular mereció ser recordada por un insigne compositor.
Historia, política, sociología, arte, música, geografía, literatura, pensamiento...
miércoles, 8 de mayo de 2024
En el Día del Burro, nada mejor que cantar "El burro de Villarino"
Nos ha recordado nuestro amigo José Manuel que hoy es el Día del Burro. A ello no es ajena su hija Belén, dedicada a su conservación en la comarca portuguesa del Miranda do Douro. Para un salmantino de nacimiento, como es mi caso, el mencionar a ese animal nos lleva a la canción "El burro de Villarino". De origen popular -y muy popular, por conocida y cantada-, tiene su origen en el pueblo que le da nombre: Villarino de los Aires. Situado en los Arribes del Duero, al noroeste de la provincia, y lindante con la comarca portuguesa antes aludida, está en uno de los tramos de lo que se conoce como la raya, esto es, la frontera entre los dos países.
Para conocer mejor esta realidad no está de más leer una entrevista de hace tres años a Luis Falcón, publicada en el Diario de Valladolid. Escritor y periodista, nació en el pueblo y reivindica el carácter singular que tienen las tierras que comparten, cada una en su orilla correspondiente, el segundo río más caudaloso y largo de la Península Ibérica: "la raya húmeda que es el Duero y el Douro. Sobre este espacio geográfico
compartido están el planteamiento político, el geográfico y el sociocultural.
Son más las semejanzas que las diferencias". Y sobre la canción nos dice que "posiblemente
en toda Castilla y León no exista una canción tradicional con más trascendencia
mundial que el burro de Villarino".
Y, en efecto, su melodía, con parte de la letra y/o alguna que otra adaptación, se cantaba durante los años 60 y 70 para denunciar la dictadura franquista. E incluso, más allá del Atlántico, lo hicieron el argentino Atahualpa Yupanqui o los chilenos Rolando Alarcón, Víctor Jara, en compañía de Quilapayún, y este mismo grupo por sí solo.
Hay muchas versiones populares de la canción en cuanto a la letra, no así en su música. E incluso no faltan variantes en el uso de algunas palabras, como murió/muriú, burro/burru, vinagre/vinagre, llevó/llevú, Dios/Dius, hocico/hocicu, mohíno/mohinu..., que no es otra cosa que el eco que va quedando en algunos lugares, sobre todo del medio rural, de la antigua lengua leonesa. En las fiestas de los pueblos y de la propia capital se canta acompañada de la gaita y el tamboril. Dos instrumentos que forman parte del acervo cultural de la mayor parte de la provincia salmantina, especialmente en sus partes central, occidental y meridional. La versión que dejo para que se escuche es de Gabriel Calvo. Vamos allá.
Ya se murió
el burro
que
acarreaba la vinagre,
ya lo llevó
Dios
de esta
vida miserable.
Que tururururú,
que tururururú,
que tururururú,
que tururururú.
Él era
valiente,
él era
mohíno,
él era el
alivio
de todo
Villarino.
Que tururururú...
¿No te acuerdas, burro,
camino de Pereña?
Tú tirabas coces
y yo te daba leña.
Que tururururú...
Estiró la
pata,
arrugó el
hocico
y con el
rabo tieso decía:
“¡Adiós, Perico!”.
Que tururururú...
Todas las
vecinas
fueron al
entierro
y la tía
María
tocaba el
cencerro.
Que tururururú...
A los ocho
días,
después de
haber muerto,
resucitó el
burro
para el
testamento.
Que tururururú...
A Juan dio
la cincha;
a Pedro, la
albarda;
y a Andrés,
las orejas
para unas
sandalias.
Que tururururú...
Al amo, los
dientes;
el rabo, al
criado;
y al ama,
el pellejo
para
hacerse un sayo.
Que tururururú,
que tururururú,
que tururururú,
que bien lo sabes tú.
(Imagen: Lecturas infantiles de España y América; Salamanca, Anaya, 1965).-
martes, 7 de mayo de 2024
"Abre los ojos", de El rey de las ratas
Tranquilo, Marcos, que también hay para ti. Cuando me llegó el mensaje de tu madre con el audiovisual de tu canción "Abre los ojos", tenía medio preparado lo de Beethoven -que no es poco-, pero eso no ha impedido que te haya hecho un hueco. ¡Cómo no, artista! Aquí dejo para escuchar y ver tu grito de rebeldía.
(Realización
y producción: Diego Alonso y Marcos Valverde; cámaras:
Juan Narciso Alcaraz Cansado y Antonio Manuel Morales Morales; grabación,
mezcla y mastering de audio: MalverdeStudios; 2919).
Segundo centenario de la 9ª Sinfonía de Beethoven
Oda a la Alegría
¡Oh
amigos, cesad esos ásperos cantos!
Entonemos
otros más agradables y
llenos
de alegría.
¡Alegría,
alegría!
¡Alegría,
hermosa chispa de los dioses
hija
del Elíseo!
¡Ebrios
de ardor penetramos,
diosa
celeste, en tu santuario!
Tu
hechizo vuelve a unir
lo
que el mundo había separado,
todos
los hombres se vuelven hermanos
allí
donde se posa tu ala suave.
Quien
haya alcanzado la fortuna
de
poseer la amistad de un amigo, quien
haya
conquistado a una mujer deleitable
una
su júbilo al nuestro.
Sí,
quien pueda llamar suya aunque
sólo
sea a un alma sobre la faz de la Tierra.
Y
quien no pueda hacerlo,
que
se aleje llorando de esta hermandad.
Todos
los seres beben la alegría
en el
seno de la naturaleza,
todos,
los buenos y los malos,
siguen
su camino de rosas.
Nos
dio ósculos y pámpanos
y un
fiel amigo hasta la muerte.
Al
gusano se le concedió placer
y al querubín
estar ante Dios.
Gozosos,
como los astros que recorren
los
grandiosos espacios celestes,
transitad,
hermanos,
por
vuestro camino, alegremente,
como
el héroe hacia la victoria.
¡Abrazaos,
criaturas innumerables!
¡Que
ese beso alcance al mundo entero!
Hermanos!,
sobre la bóveda estrellada
tiene
que vivir un Padre amoroso.
¿No
vislumbras, oh mundo, a tu Creador?
Búscalo
sobre la bóveda estrellada.
Allí,
sobre las estrellas, debe vivir.
¡Alegría,
hermosa chispa de los dioses
hija
del Elíseo!
¡Ebrios
de ardor penetramos,
diosa
celeste, en tu santuario!
Tu
hechizo vuelve a unir
lo
que el mundo había separado,
todos
los hombres se vuelven hermanos
allí
donde se posa tu ala suave.
¡Alegría,
hermosa chispa de los dioses,
hija
del Elíseo!
¡Alegría,
bella chispa divina!
sábado, 4 de mayo de 2024
Respeto, reparación y memoria a las 12 víctimas mortales del fascismo en Barbate
Teniendo en cuenta la gravedad de lo antes referido, me voy a centrar en el caso que mejor conozco: Barbate. En lo que desde 1938 se conformó como un nuevo municipio tenemos conocimiento documentado de 10 vecinos que fueron víctimas de la represión habida tras el golpe militar de julio de 1936. Personas que fueron asesinadas entre finales de julio de 1936 y el 24 de marzo de 1937.
De 5 sabemos dónde las mataron: Francisco Tato Anglada, Francisco Domínguez Benítez, Francisco López Ramírez, José Utrera Rivera y José Melero Ladrón de Guevara. De los cinco restantes lo ignoramos. En tres casos disponemos de alguna pista, pero no certezas: Francisco Braza Basallote, Manuel Abel Romero y Francisco Utrera Rivera. En dos, ninguna: Antonio Oliva Ramírez y Juan Porta Crespo. Todos, menos Francisco Tato Anglada, están desaparecidos. Dos fueron fusilados tras un consejo de guerra: José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera. Los restantes fueron pasto de las patrullas de la muerte. Y a ellos tenemos que añadir otros dos barbateños que, una semana antes del golpe militar, fueron abatidos por las balas de un pistolero fascista: los hermanos Juan y Manuel Caro Marín, de los que sabemos dónde tuvo lugar el atentado, dónde murieron y dónde los enterraron. Pero ya no están en sus tumbas.
Éstas son las víctimas, y lo que sabemos, expuesto muy sintéticamente, sobre sus profesiones, y los lugares y las fechas de su muerte:
Manuel Caro Marín: albañil; Barbate; 11-07-1936.
Juan Caro Marín: albañil; Cádiz; 12-07-1936.
Francisco Braza Basallote: agricultor; ¿La Muela, Vejer de la Frontera?; finales de julio de 1936.
Francisco Tato Anglada: farmacéutico; Fuente del Viejo, Barbate; 21-08-1936.
Manuel Abel Romero: maestro; ¿Pino Gordo, Puerto Real?; ¿22-08-1936?
Antonio Oliva Ramírez: marinero; lugar desconocido; septiembre de 1936.
Juan Porta Crespo: mariscador; lugar desconocido; septiembre de 1936.
Francisco Domínguez Benítez: ¿?; Cádiz; 19/21-10-1936.
Francisco Utrera Rivera: almadrabero; ¿El Puerto de Santa María?; 17/18-02-1937.
Francisco López Ramírez: almadrabero; ¿El Puerto de Santa María?; 18-02-1937.
José Melero Ladrón de Guevara: marinero; Algeciras; 24-03-1937.
José Utrera Rivera: marinero; Algeciras; 24-03-1937.
Les debemos respeto, reparación y memoria.
miércoles, 1 de mayo de 2024
3 poemas para un 1 de mayo
Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?
En
los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron
los reyes los grandes bloques de piedra?
Y
Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién
la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas
de la
dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
La
noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde
fueron los albañiles? Roma la Grande
está
llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre
quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,
¿tenía
sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa
Atlántida,
la
noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo
ayuda a sus esclavos.
El
joven Alejandro conquistó la India.
¿Él
solo?
César
venció a los galos.
¿No
llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe
II lloró al hundirse
su
flota. ¿No lloró nadie más?
Federico
II venció la Guerra de los Siete Años.
¿Quién
la venció, además?
Una
victoria en cada página.
¿Quién
cocinaba los banquetes de la victoria?
Un
gran hombre cada diez años.
¿Quién
pagaba sus gastos?
Una
pregunta para cada historia.
(Bertolt
Brecht)
Lucha de clases
No
todos los que construyeron las catedrales vieron lo mismo.
Unos
irguieron torres y pináculos a la luz del sol
y
llegaron al cielo; otros, hundidos en las criptas,
pintaron
infiernos a la luz de las velas, dejando en el suelo
el
lugar para los más anónimos de los muertos. Los
que
llegaron a la cima, recibieron la mirada divina y
vieron
el júbilo de las madrugadas primaverales; los
que
quedaron en el fondo, arrancando a la humedad de las paredes
el
gesto alucinado de los demonios, intercambiaron
obscenidades
y enfermedades. No obstante, la catedral
es
única, y quien la visita, apreciando la totalidad que, dicen,
nació
de una visión del absoluto, no piensa
en
pormenores. ¿Qué importancia tienen para nosotros
los
que trabajaron en la sombra, perdiendo la luz de los ojos con el
minucioso
dibujo, arrancando a lo oscuro, si lo que hoy se ve
es
ese contorno en que la piedra trabaja el cielo? Así,
se
concluye, que es de la desigualdad que nace
la
armonía, y es el desorden humano que hace brotar,
de la
nada, todo lo que admiramos.
(Nuno
Júdice)
El sueño
Los
gérmenes poéticos del sueño resultaron ser, no como los pobres profesores, los
mezquinos críticos realistas trataron de hacernos creer, un nuevo paraíso
inalcanzable, un espejismo, sino los gérmenes nocivos y actuante, los útiles
reactivos para corroer la infame realidad. El sueño no es un refugio sino un
arma.
Los
malos instintos de libertad danzan su ronda diabólica. ¡Fuera la conformidad,
la resignación, la medianía!. En su esputo negro ahóguense los bellacos, los
explotadores, los que aprovechan la miseria de los más, y la maldita
clerigalla, y el abominable espíritu religioso, y los fantasmas cristianos, y
los mitos del capital, y la familia burguesa, y la patria infamante.
La
libertad del hombre, es decir, el sueño acuñado en la realidad, la poesía
hablando por la boca de todos y realizándose, concreta y palpable, en los actos
de todos.
(Emilio
Adolfo Westphalen)
sábado, 27 de abril de 2024
Castilla, Castilla-León, Castilla y León.... ¡ay!
pero siempre vivieron las que acarreaban el ganado,
abrían los surcos con sus manos,
laboraban en las fábricas y los talleres,
o escribían letras con sus uñas.
Y porque son mayoría
y sin ellas nada existiría,
la historia del futuro es la suya
y Castilla-León será una patria más
de todas las patrias del mundo.
(Abril de 1980)
El pasado 23 de abril se celebró el Día de Castilla y León. Conmemora una derrota militar, que, a la postre, lo fue también política. Fue un día lánguido, como lleva siéndolo desde hace años. Bastantes, demasiados... Atrás quedaron esos años de la Transición, con movilizaciones, a veces multitudinarias, reivindicando la autonomía para un territorio que había quedado más bien subsumido desde siglos atrás en la entidad española. Fueron los años en que el Instituto Regional Castellano-Leonés pujó duro por darle personalidad, a la vez que algunos grupos políticos, sobre todo de la izquierda y, mayor medida, de la radical, fueron apoyando esa reivindicación. Los años de manifestaciones en las capitales castellanas y en el propio Villalar, de actos políticos y culturales, de manifiestos, de artículos en la prensa, de libros..
Y de canciones. Recuerdo las de grupos como La Fanega o Nuevo Mester de Juglaría, y el disco que este último editó en 1976 con el título Los Comuneros, basado en un poema de Luis López Álvarez, cuya "Canción de la esperanza" empezaba así:
1521,
y en abril para más
señas,
en Villalar ajustician
a quienes justicia
pidieran.
¡Malditos sean
aquellos
que firmaron la
sentencia!
¡Malditos todos
aquellos
los que ajusticiar
quisieran
al que luchó por el
pueblo
y perdió tan justa
guerra!
Desde entonces ya
Castilla
no se ha vuelto a
levantar
¡ay, ay!
no se ha vuelto a
levantar.
En el pueblo de Villalar, cercano a Valladolid, se enfrentaron en el año 1521 los seguidores del movimiento comunero y las tropas del recién erigido como emperador Carlos I. Heredero de las coronas de Castilla y Aragón desde 1516, mientras entre 1506 y 1520 lo fue siendo de otros estados europeos (Países Bajos, Nápoles, Austria, Imperio Germánico...), su llegada a la Península en 1517 no fue un camino de rosas. Sin entrar en detalles, el proyecto político que traía, confeccionado por su asesores flamencos y borgoñones, y trazado con anterioridad por su abuelos Fernando e Isabel, no encajaba con lo que eran las realidades aragonesas y castellana. La primera, con unas instituciones de carácter confederal, y la segunda, aún teniéndolas ya centralizadas, celosa por mantener su personalidad.
Recuerdo cuando desde el PTE/PTC-L, una vez aprobada la Constitución de 1978, pedíamos para Castilla-León la opción del artículo 151, como sí hizo Andalucía, lo que hubiera supuesto un camino más rápido y seguro hacia la autonomía. Pero no fue así, ante una derecha hegemónica (por entonces, con una UCD mayoritaria), un PSOE timorato y un PCE que no encontraba la forma de identificarse con la diversidad político-territorial más allá de Catalunya, Euskadi y Galiza. En 1983 fue cuando Castilla y León (sin el guion en medio) asumió el rango de comunidad autónoma, pero bajo el artículo 143, que supuso un proceso de descentralización más lento. Los primeros años, al igual que en el ámbito central, con un gobierno del PSOE.
Y al margen de su gestión pronto pudo verse la vocación depredadora de la entonces AP cuando se lanzó a la yugular de Demetrio Madrid, el presidente de la Junta, hasta acabar con su cabeza. Fue cuando aparecieron los José María Aznar, presidente desde 1987, y su guardián Miguel Ángel Rodríguez. Demetrio Madrid finalmente fue exonerado judicialmente, pero su daño fue irreparable. Y, claro está, la maquinaria "reconquistadora" de la derecha, con AP transfigurada en PP y Aznar en su nuevo mesías, fue creciendo sin cesar hasta nuestros días.
He estado releyendo estos días algunos escritos de otro tiempo y entre ellos, el libro Iniciación a la historia de Castilla-León (Madrid, Nuestra Cultura, 1982), con autoría de Julio Valdeón Baruque, Ángel García Sanz y Jesús Sanz Fernández. Transcribo, de la página 37, un pasaje del capítulo elaborado por el primero:
"A partir de Villalar, Castilla se identifica cada vez más con el conjunto de los reinos hispánicos. El estado central feudalizado de los Austrias toma a Castilla como soporte. Desde ese momento tiene sentido la acusación que se hace desde la periferia contra Castilla. Pero eso sí, si por Castilla entendemos el pueblo castellano (los campesinos, los menestrales y artesanos, el 'común' en definitiva), tendríamos que responder que él poco tendría que ver en la construcción de aquel estado. En realidad el pueblo menudo lo único que hizo a raíz de Villalar fue pagar tributos elevadísimos, dar su sangre en las costosísimas campañas imperiales de Flandes o emigrar a América como única vía posible para huir de la miseria. En realidad lo mejor de Castilla había sido raptado por sus dirigentes".
Un rapto que continúa en nuestros días.
jueves, 25 de abril de 2024
Defender a Pedro Sánchez y al gobierno de coalición es un ejercicio democrático
miércoles, 24 de abril de 2024
Presentación en Zahara de los Atunes del libro Hija del exilio. El cuaderno rojo de Annie
El libro se gestó a partir de 2006, como una búsqueda personal por conocer mejor el pasado de la familia. Y Annie lo hizo a través de los testimonios directos de familiares, que fue recogiendo en su "cuaderno rojo", y sin que haya faltado la indagación en archivos y hemerotecas de España y Francia. Fue así como fue averiguando cosas desconocidas de su familia, que se vio obligada a huir de la capital malagueña, camino de Almería, por la conocida "carretera de la muerte" en abril de 1937. Uno de los episodios más espeluznante de la Guerra Española, con la población civil como objetivo militar de las tropas sublevadas y sus aliados fascistas de Italia y Alemania, que bombardearon impenitentemente por mar y aire a mujeres, niños y niñas, y personas mayores.
Después de dos años, en su mayor parte pasados como refugiados en el municipio barcelonés de Cerdanyola del Vallès, en febrero de 1939 su madre, sus hermanas y algún familiar más hubieron de pasar la frontera hacia Francia, recalando finalmente en el pueblo de Cazères, situado al sur de Toulouse. Su padre, enrolado en un batallón que tenía al mando al dirigente anarquista Ricardo Sanz, también lo había hecho en el mes de enero, pero en su caso fue internado en el campo de "alojamiento" de Vernet, donde sufrió una situación penosa. Después de distintas vicisitudes, la familia logró reagruparse en 1940 en Cazères y un año después nació Annie.
La lectura del libro resulta entre interesante e impresionante, siendo un testimonio más del padecimiento sufrido por tantas personas durante la Guerra Española, víctimas del fascismo. Escuchar el relato sobre las personas que tuvieron que huir de Málaga nos trajo al presente y concretamente a lo que está ocurriendo en Gaza. Con esas palabras fue como concluyó María José Montero Corominas su disertación, dando lugar después a un animado coloquio.
martes, 23 de abril de 2024
domingo, 21 de abril de 2024
El Zapal de Barbate, en los escritos y la fotografía
Vista general de Barbate en los años sesenta;
en la parte inferior de la derecha, junto a la playa, el Zapal
Este año se cumple el 50 aniversario de la demolición de la barriada del Zapal. Fue concretamente el 22 de noviembre cuando las autoridades locales y provinciales llevaron a cabo el acto simbólico que ponía fin a varias décadas de existencia de un espacio habitado por varios miles de personas, donde la infravivienda y la miseria pastaban a sus anchas. Sobre el origen del nombre hay cierta controversia. En la acepción más extendida se considera que es una derivación, ceceo mediante, de sapal, es decir, un humedal habitado por sapos (1). Antonio Aragón Fernández, por su parte, defiende que provendría del poniente onubense, que, a su vez, lo habría tomado de los lugareños de sur de Portugal, referido en este caso a un lugar de marisma (2). En todo caso, no debemos olvidar la estrecha relación que hubo desde décadas entre los marineros de ambos territorios y Barbate. A ésta recalaban para trabajar, principalmente entre finales de invierno y principios de verano, en las almadrabas de la localidad y de Zahara de los Atunes, si bien con el tiempo algunos acababan instalándose definitivamente en la costa gaditana.
A lo largo del siglo XX, hasta 1970, Barbate fue una localidad de inmigración (3), lo que se tradujo en un espectacular crecimiento demográfico: 3.500 habitantes, en 1923; 6.000, en 1930; 10.700, en 1940; 13.900, en 1950; y 20.300, en 1970 (4). El auge de la pesca, así como la manufacturación y comercialización de sus productos (frescos, en conserva o en salazón), fue atrayendo de una manera creciente población de diferentes localidades. En mayor medida, de las vecinas, como Vejer de la Frontera, Conil de la Frontera o Medina Sidonia; pero también de otras provincias andaluzas, como Huelva, Almería y Málaga; de la costa levantina (en este caso, como empresarios o técnicos de almadraba); e incluso, como ya he referido, de Portugal.
Y es en este contexto en el que van surgiendo asentamientos humanos construidos con urgencia y al margen de las mínimas condiciones de habitabilidad. Aragón Fernández (5) distingue un "Zapal chico", construido en la ribera del río, y el que desde los años veinte se fue desarrollando cercano a la playa a lo la largo de una pequeña pendiente que concluía donde el agua de las lluvias se estancaba y, a veces, con la marea alta afloraba del mar. Su crecimiento corrió paralelo al poblacional, dando lugar a un entramado laberíntico de callejones. Llegó a ocupar una superficie de 4 hectáreas y se ha estimado que llegó a "albergar 3.265 personas, repartidas entre 730 familias instaladas en
678 chabolas" (6). Un número que en los años cuarenta supuso la tercera parte de la población total del municipio.
Siendo el chabolismo un fenómeno similar al de tantas otras ciudades y en diferentes momentos, sobre todo del siglo XX, lo ocurrido en el Zapal adquirió, si se quiere, una dimensión bastante extrema, a lo que hay que añadir su duración. Pese a las tres décadas de bonanza económica conocidas tras la constitución de Barbate como un municipio independiente en 1938, teniendo en cuenta el papel estratégico que jugó en la provisión de proteínas en un contexto de dificultades, las autoridades locales y no locales hubieron de esperar al año 1974 para que se procediera al derribo y desmantelamiento de las infraviviendas que conformaban la barriada.
Y un apunte más: después del medio siglo transcurrido, las autoridades locales que les han ido sucediendo han sido incapaces de urbanizar el extenso solar que, situado en el centro de la localidad, permanece como un testigo mudo de lo que tristemente fue. Las mismas autoridades que tampoco han sido capaces de enderezar el rumbo de un municipio que vivió durante décadas volcado en los recursos del mar hasta 1970, cuando se inició el declive de la actividad pesquera.
La dramática singularidad del Zapal se ha ido reflejando a lo largo del tiempo bien en forma de escritos o bien a través de la fotografía. Y esto es precisamente lo que se pretende en esta entrada, para lo que he seleccionado fragmentos de 13 obras escritas, de distinta naturaleza, que han ido apareciendo desde hace un siglo. Es lo que han dejado patente literatos de la fama de Alfonso Grosso, en su novela Testa de copo y en el libro de viajes A poniente desde el Estrecho (7), y Juan Marsé, autor de Viaje al sur. Sin olvidarme del polifacético barbateño Francisco Malia Sánchez (autor de relatos, poeta, historiador, dibujante...), con su cuento "La araucaria" o el poema "El Zapal". De los medios periodísticos están José Miranda de Sardi, con su crónica del incendio que sufrió la barriada en agosto de 1925 (8), y José Utrera, con la semblanza que dedicó en 1959 desde el exilio al malogrado Juan Caro Marín, víctima con su hermano Manuel de un pistolero falangista una semana antes del golpe militar de julio de 1936. De Fernando Albi se ha recogido un testimonio de interés desde el documento jurídico que sirvió de base argumental para la independencia de Barbate en 1938. José Gilabert Ramos, Lola Orcha Silva o Manuel Varo, por su parte, rememoran retazos del pasado, publicados en el año 2013 en el libro Soltando amarras, conmemorativo del 75 aniversario de la independencia de Barbate. En este libro aparece también un breve guion cinematográfico escrito por Francisco Aragón Correro y que reproduzco en su totalidad, si bien he optado por hacerlo desde el original (9). Y finalmente no falta la aportación desde una óptica histórica, en este caso a cargo de Antonio Aragón Fernández.
Los textos están ilustrados por los trabajos de fotógrafos como José Reymundo González o Albert Ripoll Guspi. El primero, autor de una extensa obra, ha aportado las imágenes más conocidas del Zapal y sus gentes, algunas de las cuales fueron utilizadas en el Expediente de Segregación redactado por Fernando Albi. Y el segundo, que acabó siendo un afamado fotógrafo catalán, fue el joven que, con tan sólo 19 años, acompañó a Juan Marsé en su viaje por varias provincias del sur en el otoño de 1962, captando imágenes que, pese a todo, no dejan de ser inigualables. Otras fotografías, de autoría desconocida, han sido publicadas en los libros de Fernando Rivera Román y Juan Manuel Daza Bernal.
Y para terminar, muestro una pintura del artista Luis Valverde Luna. Se trata del tríptico donde reflejó, a principios de los años noventa, una panorámica desde lo que había sido el Zapal, con las viviendas colindantes ascendiendo por la colina donde se fueron sucediendo, desde siglos atrás, los primeros asentamientos de Barbate. Toda un mirada ajena a la nostalgia, pero deseosa de un futuro merecido aún por llegar.
José Miranda de Sardi: crónica de un incendio (1925)
(...) yo he visto a esos hombres,
templados al rigor de las tempestades, curtidos por el yodo del mar, tostados
por el sol “inmisericorde”, llorar como niños al mirar sus modestos hogares de
pajas, envueltos en la fulgente cabellera del incendio. Sus dantescas figuras,
agrandadas inconmesurablemente por el terrible fenómeno óptico, danzaban como
sombras macabras de un aquelarre medieval, alrededor de las llamas flexibles y
ondulantes que hacían pasto de las chozas humildes, cebándose en los míseros
ajuares.
Fernando Albi: Expediente de Segregación de las aldeas de Barbate y Zahara de los Atunes (1938)
(...) y esto que es general en toda la población, sube de punto en el barrio denominado del Zapal, verdadero aduar marroquí, que contiene una tercera parte de los habitantes de Barbate, apiñados en chozas ediondas [sic], en verdaderas zahurdas, construídas con los materiales más inverosímiles, con pedazos de madera procedentes de envases de pescado, forradas con trozos de lata, dispersas sin orden ni concierto, sin guardar alineación alguna ni ofrecer tan solo aspecto de calle; y en esas covachas, no mayores que una pocilga cualquiera de dimensiones normales, se hacinan sus tristes habitantes, sin distinción de sexos ni de edades, en asquerosa promiscuidad con sus cerdos, con sus asnos, y con los numerosos parásitos que les invaden, llevando en el rostro las taras de la degeneración, las costras y pústulas de las afecciones de la piel, y en sus cuerpos la más espantosa suciedad, consecuencia todo ello de un régimen de vida verdaderamente cruel e inhumano.
José Utrera: "Estampas de mi memoria" (1959)
Frente a las costas africanas, a la izquierda del cabo de Trafalgar, al pie de una hermosa playa se encuentra el pequeño puerto de pesca de Barvate [sic]. Y justamente allí es donde quiero, amigo lector, conducir tu pensamiento y explicarte lo ocurrido. Y hablarte de la industria de este pequeño pueblecito, de sus trabajadores, de su vida y su lucha por el sustento de cada día, pese a la apatía de este mundo sordo a los gritos de un pueblo encadenado a la más espantosa miseria.
En el 'Zapá', el más popular de sus barrios, vive la mayoría de los trabajadores de este puerto. En verdaderas pocilgas; en barracas de madera y latas, con la techumbre de paja. Para las que se precisaría la pluma maestra de Blasco Ibáñez, para describir su trágica silueta.
Su población es de lo más heterogénea, se compone de trabajadores gallegos, asturianos, valencianos, alicantinos y catalanes. Todos ellos arrojados de sus pueblos natales en busca de pan para los suyos, llegaron durante el transcurso de los años 29, 30 y 31.
Juan Marsé: Viaje al sur (1962)
Todo es informe, callejones de medio metro de ancho, manadas de niños semidesnudos, fogones con brasas ardiendo frente a las puertas, niñas preparando la cena; de los agujeros tapados con redes de pescar salen viejas, mujeres, una muchacha con los brazos en alto sujetándose el pelo, y hay hombres, ayudados por toda la familia, aplanando a golpe de martillo las chapas y clavándolas luego en su barraca, hay viejas como muertas sentadas en los bordes del lecho sin hacer, en interiores sombríos y malolientes. Mirar esos interiores significa ver solamente la cama, alguna silla, un aparato de radio, ropa amontonada, y esa vieja inmóvil que peina sus amarillentos cabellos durante horas y horas, sentada en el borde del lecho, como si esperara la muerte.
(...) Como hemos podido comprobar: por esos inmundos callejones avanzan orgullosas, sonrientes y santificadas las nobles damas católicas, las espigadas señoritas de la beneficencia parroquial, avanzan iluminadas entre chiquillos cubiertos de moscas y de costras, entre jóvenes madres que diariamente luchan contra la suciedad y diariamente sucumben, entre viejos pescadores que deambulan como sombras y parecen orientarse buscando la mar. Para estas nobles damas, los niños son siempre los menos esquivos, y ellas acarician los rubios cabellos del más guapo y besan al más feo y al más chiquitín, y le dan a la muchacha que repentinamente se ha hecho mujer -¡Jesús, cómo has crecido!- un jersey usado, pero todavía nuevo, para que cubra mejor esos pechos que empiezan a ser para las dignas donantes motivo de santa preocupación moral, de soterrado escándalo y seguramente de cierta íntima y secreta nostalgia.
Fotografía de Albert Ripoll Guspi
Alfonso Grosso: A poniente desde el Estrecho (entre dos banderas)
(1962)
-Mañana habrá levantada. Hay que despertarse muy temprano: a las cuatro.
-No importa.
-Lo que tiene que hacer ahora es buscar alojamiento. En el pueblo hay tres fondas. Puede ir a El Gallo, que está cerca del Ayuntamiento.
El viajero se despide de los cuatro hombres con un apretón de manos, sale del chamizo y toma la carretera. Las barracas de unos feriantes se alinean a la izquierda, muy próximas a la Ayudantía de Marina. La luna queda colgada sobre las chabolas de El Zapal, el barrio de pescadores con sus tres mil y pico vecinos y su enorme tristeza.
El aire tiene un olor insoportable de excremento humano y de pescado en descomposición.
33º - 7,7' N.
5º - 563 W.
La marea gana la playa, centímetro a centímetro. La serpentina luminosa del lomo de las olas estalla en miles de puntos fosforescentes sobre el plano inclinado de la orilla. En las estrechas callejuelas de El Zapal se van apagando las luces de carburo y acetileno. Suenan en el reloj de la iglesia las campanadas de las cuatro.
Alfonso Grosso: Testa de copo (1963)
Y aquellas casas-habitaciones -chozas de ladrillos, adobe, yeso, recortes de bidones y sacos- sin que pudiera justificarlas, al igual que las otras a centenares, desparramadas a lo largo de la arena de la playa entre el balneario y el puerto, tenían aquella punzada constante de dolor purificador.
Dentro del corazón de aquellos hombres, aquellas mujeres, aquellos niños y aquellos viejos -tantas veces engañados y que continuarían siéndolo a lo largo de los tiempos, alucinados por el espejuelo de las promesas de bienes materiales, como si unos y otros, o ambos a la vez, pudieran ser nunca alcanzados del todo, mientras las células nerviosas de la estructura cerebral siguieran supeditadas al terror, sin habérsele permitido la evolución para encontrar algún día la dicha, o, al menos, la esperanza de ella- existía, sin embargo, la ternura y la comprensión llevada hasta los últimos límites de la naturaleza humana, alcanzada por el dolor de una catarsis regresiva de instintos primigenios de sociedad elemental.
Francisco Malia Sánchez: "La araucaria" (1999)
-Os voy
a contar una anécdota a propósito de esto que dices. Cuando el Zapal era el
Zapal y Barbate era Barbate, los chaveas
nos subíamos por el tronco de esta araucaria para tener una visión más amplia
de la llegada de los barcos. Éramos expertos serviolas sin haber cursado ningún
curso en la Marina. Distinguíamos con exactitud cada barco que entraba por su
perfil, la ubicación del puente, la distancia y la disposición del velamen.
Pero a mi madre, tu bisabuela, maldita la gracia que le hacía vernos
encaramados en lo alto de la araucaria. Un día estrenaba zapatos nuevos,
circunstancia que aproveché par subirme a ver la llegada de los barcos que por
aquel entonces varaban en la misma playa. La bisabuela me pilló justo cuando
estaba en todo lo alto y con unas alpargatas en la mano me rogó que me bajara.
Yo lo hice con prontitud y desesperación con tan mala suerte que se me enganchó
uno de los zapatos en una rama. Mi madre
me dio una soba de muy señor mío y,
además, no permitió que me subiera de nuevo a rescatar el zapato recién
estrenado.
-Así aprenderás a hacerle caso a tu
madre —me dijo.
La conversación siguió por otros
derroteros hasta que la noche empezó a caer suavemente sobre los hombros del
mundo.
Acompañé a Juan hasta su casa y de
regreso contemplé una hermosa luna llena de color limón filtrarse entre las
ramas de la araucaria.
Francisco Aragón Correro: "Cuento del Zapal" (2013)
Exterior. Calle de Barbate -1963-. Día.
Ramona deposita un enorme cajón de madera en la puerta de su casa. Kisko, sentado en el suelo, escucha a su madre:
-Con estos tablones taparemos los boquetes del techo de la cocina. Tú vigila, que voy por el martillo.
Ramona entra en la casa. Kisko se queda solo frente al cajón. Su vecina María, sentada a la puerta de su casa, mira y lo sonríe. Una mujer toda vestida de negro se para junto al cajón, se lo echa a cuesta y desaparece por Llano Amarillo, camino del Zapal. Kisko mira a María. María mira a Kisko. Ya no sonríe. Sale Ramona con el martillo en la mano.
-¿Y el cajón? -pregunta Ramona.
-Una zapaleña se lo ha llevado -le responde María.
Exterior. Calle del Zapal -1963-. Día.
Ramona recorre las laberínticas callejuelas del Zapal. Aprieta con fuerza el martillo y los dientes. Kisko la sigue. En su camino se encuentra perros que les ladran, niños jugando a los trompos y mujeres en sus quehaceres domésticos. Llega a un claro donde la zapaleña trocea el cajón con otro martillo, echando la leña a un brasero.
-¡Deja ese cajón! -grita Ramona.
Amabas se amenazan con los martillos y se gritan sin llegar a los golpes. Mueven los brazos sin tocarse. Alrededor comienzan a concentrarse niños y mujeres que miran cómo las dos se disputan el cajón a gritos.
-Me has robao el cajón y necesito los tablones pa mi tejado.
-Y yo necesito esos tablones pa calentar a mis hijos.
-Ya tiene suficiente pa tu brasero. Me voy a llevar lo que queda del cajón y lo voy a hacer, aunque tenga que machacarte la cabeza o tú me la machaque a mí.
Llega un municipal pidiendo explicación de tanto jaleo.
-¿Qué pasa aquí?
Las mujeres bajan sus martillos y, sin mirar al municipal, contestan a dúo:
-Aquí no pasa nada.
-Pues si no pasa nada, aire, cada una a su casa.
Ramona recoge lo que queda del cajón y se va seguida de Kisko, llevándose los restos del conflicto. Kisko se da cuenta que no se han cruzado con ningún hombre en todo el recorrido de ida y vuelta al Zapal, excepto el municipal.
-Mamá, ¿dónde están los hombres? -pregunta Kisko.
-En los bares y mejor así, porque si hubiera habido hombres esto acaba en tragedia.
José Gilabert Ramos: "Caseta en el Zapal" (2013)
Todo está aquí, en nuestra memoria, como en esta fotografía: las casetas , los callejones polvorientos, los sombrajos, las cortinas de red, las sillas de anea. Pero sobre todo están, enorme carga de humanidad, los habitantes del Zapal. Un pueblo dentro de otro pueblo, un Barbate segregado de Barbate, un espacio singular entre la calle Zapal, la Higüela, la carretera del puerto y la arena de la playa. Ser del Zapal, en aquel Barbate de posguerra, era estar entre los últimos de la escala social de un pueblo que soñaba con el progreso. Ser zapaleño era un sambenito, casi un insulto. El 'Joyo del Zapal' era percibido poco menos que como el infierno de Dante por las personas decentes de aquel Barbate que soñaba con un chalet en el barrio de los patrones.
Lola Orcha Soler: "Mi vida junto al Zapal" (2013)
Para los que vivíamos más arriba de la cuesta, el Zapal era terreno prohibido, no podíamos bajar a jugar a la esquina de abajo, donde justo detrás se levantaban las primeras chabolas. Allí veíamos a los niños 'zapaleños', que era como decir de otra raza, jugando la mar de contentos, vestidos con minúsculos pantaloncitos cortos y nada más en verano, y cubiertos con pequeñas chaquetas de lana que tejían sus madres o hermanas en los cortos inviernos. Eso sí, la mayoría siempre iban descalzos, y jugaban con el agua que manaba de unos grifos que estaban al principio del poblado, o a la pelota en los enfangados callejones del lugar, vigilados de lejos y detrás de las redes de pesca que conformaban las puertas por madres y abuelas que siempre parecían vestidas de negro luto, eternas viudas del Zapal.
Manuel Varo: "El Zapal" (2018)
(Anclado en e Paraíso. [2018]; p. 241-242).
Desde "la Picota" a "la Escalerilla" se precipitaban huertas y deprimentes cercados en estado de abandono, formando unas barreras infranqueables que impedían a sus habitantes ver el norte. Todas las calles hasta llegar a "la Motilla" eran prominentes y sinuosas cuestas descendiendo a lo que parecía el reino de la miseria. Un estrecho paso, como un rio de arena blanca discurría por el fondo del desfiladero entre cuestas y vallados de tuinas, parecía la frontera de aquel desordenado y maltrecho campamento de madera, cartón y hojalata, expuesto al sol como un laberinto gigante de sinuosos callejones, sobre el que volaba la paciencia y se escondía un purgatorio de impotencia para las personas que allí malvivían.
Exceptuando las mujeres que visitaban la capilla de la Virgen de Fátima, diteros, vendedores y personas que por su trabajo u oficio a diario lo visitaban, no todas las personas del pueblo se aventuraban a adentrarse en "el Zapal".
(...)
De noche sólo se apreciaban las pobres luces de los "quinqueles" o mariposas que tímidamente sobresalía por rendijas y boquetes de las casetas, abriéndose paso en la humilde oscuridad que le rodeaba. En algunas zonas un palo negro provisto de armazón de hierro del que pendía una bombilla reclamaba su espacio de claridad, como queriendo demostrar a la noche que había salido ilesa a las piedras de los niños".
Fotografía de José Reymundo González
Francisco Malia Sánchez: "El Zapal" (2023)
Laberinto de miseria es lo que es,
caserones de madera y hojalata,
confusión que aturrulla y arrebata,
que el 'Zapal' es 'la paz' al revés.
Y al derecho, más vueltas no le des.
Si entras, arderás en la fogata,
eterna se te hará la caminata
y no saldrás del Zapal en un mes.
Que 'Zapal' al revés es 'la paz'
interior del anciano y del rapaz,
del hombre maduro y la mujer.
La alegría permanece sin disfraz
en aquel mundo agreste y montaraz
donde se prefiere el ser al tener.
Antonio Aragón Fernández: "El Zapal:
50 aniversario de su desaparición (1974-2024)" (2024)
A pesar de toda la imagen de miseria que
descubren las imágenes en blanco y negro, de niños siempre descalzos, medio
desnudos y muchas veces llenos de piojos; a pesar de las nubes de moscas, de la
desnutrición y del analfabetismo, a pesar de la ausencia de cualquier comodidad
en aquellos antros, podemos leer, en esas viejas y no tan viejas fotos,
directamente en los ojos de sus ocupantes, una dignidad y una entereza admirables.
El orgullo y la casta de una gente que se sabe injustamente destinada a padecer
un aciago destino. Ignorados por la agenda oficial, después de todo ya se había
encargado la represión de inutilizarlos como preocupación para la buena
sociedad, languidecía la vida en el barrio, tranquilas las conciencias porque
el adjetivo 'zapaleño' designaba antes a un pobre, que a un delincuente.
Notas
(1) Atatué (1999, p. 115).
(2) Aragón Fernández (sin fecha).
(3) Florido del Corral (2002, 176-177).
(4) Montero Barrado (2022).
(5) Aragón Fernández (sin fecha).
(6) Aragón Fernández (2024).
(7) Esta obra se publicó por primera vez en 1990, si bien data de 1962; según Lucía Montejo (2004, p. 112) la autoría la compartió con Manuel Barrios; como se indica en la contraportada del libro, su título original fue Entre dos banderas y no pudo publicarse por haber sido "rechazado por la censura".
(8) No he podido acceder al ejemplar de El Heraldo de Barbate donde se publicó esa crónica; un fragmento de la misma aparece en el trabajo de Malia Sánchez y Aragón Fernández (1988, p. 128).
(9) Existen algunas variaciones del texto original sobre lo publicado en el libro Soltando amarras; ignoro las razones por lo que se hizo así, pero finalmente, por sugerencia del autor, he preferido el texto de la primera versión.
Publicaciones de referencia
Fernando Albi (1938). Expediente de Segregación de las aldeas de Barbate y Zahara de los Atunes. Barbate, Imprenta Baro; p. 11.
Francisco Aragón Correro (2013). "Cuento del Zapal", en en Rivera, Malia y Daza, Soltando amarras. Barbate, El Tío de los Aullíos; pp. 134-135.
Antonio Aragón Fernández (sin fecha). "El Zapal: un barrio de chabolas en Barbate", en Estampas del Barbate Viejo (https://www.estampasdelbarbateviejo.es/137684712.html).
Antonio Aragón Fernández (2024). "El Zapal: 50 aniversario de su desaparición (1974-2024)", en Viva Barbate, 27 de marzo (https://vivabarbate.es/barbate-cultura/1613654/el-zapal-50-aniversario-de-su-desaparicion-1974-2024/).
Atatué, Grupo de Trabajo (1999). El habla de Barbate y sus zonas. Cádiz.
David Florido del Corral (2002). Un siglo de política e instituciones pesqueras en Andalucía.
Sevilla, Junta de Andalucía/Consejería de Agricultura y Pesca.
José Gilabert Ramos (2013). "Caseta en el Zapal", en Rivera, Malia y Daza, Soltando amarras. Barbate, El Tío de los Aullíos; p. 146.
Alfonso Grosso (1971). Testa de copo. Barcelona, Seix Barral; pp. 40-41.
Alfonso Grosso (1990). A poniente desde el Estrecho (entre dos banderas). Sevilla, Rodríguez Castillejo Editor; pp. 49-50.
Francisco Malia Sánchez (1999). "La araucaria", en Barbate ha sido invadido por la pimienta y otros relatos. Málaga, Klan Destino Ediciones, 2004; pp. 41-42.
Francisco Malia Sánchez (2023). "El Zapal", en Azul y verde. Cádiz; p. 37.
Francisco Malia Sánchez y Antonio Aragón Fernández (1988). "José Miranda de Sardi, periodista y poeta: su papel en la independencia de Barbate", en Autoría Colectica, Cuadernos de estudios de Barbate y su comarca. I. San Fernando, Asociación Cultural Círculo Amigos de Barbate.
Juan Marsé (2020). Viaje al sur, con fotografías de Albert Ripoll Guspi. Barcelona, Lumen; pp. 206-207.
Lucía Montejo Gurruchaga (2004). "Alfonso Grosso y la literatura de viajes de los años sesenta: dos miradas a las tierras andaluzas", en revista Philologia Hispalensis, n. 18. Madrid, UNED (https://institucional.us.es/revistas/philologia/18_1/art_8.pdf).
Jesús María Montero Barrado (2022). "Barbate, entre el horizonte y la realidad de la Segregación (1930-1948)", en el blog Entre
el mar y la meseta, 26 de marzo (https://marymeseta.blogspot.com/2022/03/).
Lola Orcha Soler (2013). "Mi vida junto al Zapal", en Rivera, Malia y Daza, Soltando amarras. Barbate, El Tío de los Aullíos; p. 124.
Fernando Rivera Román y Juan Manuel Daza Bernal (2004). Barbate. Imágenes de ayer. Málaga.
Fernando Rivera Román, Francisco Malia Sánchez y Juan Manuel Daza Bernal (2013). Soltando amarras. Barbate, El Tío de los Aullíos.
José Utrera (1959). "Estampas de mi memoria", en revista Nervio, portavoz de la Regional Andalucía-Extremadura de la CNT-AIT; n. 10, abril. París; p. 2.
Manuel Varo [2018]. "El Zapal", en Anclado en e Paraíso; pp. 241-242.
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