Los resultados de las elecciones andaluzas del pasado domingo pueden marcar un antes y un después. Ha primera vista han tenido una doble cara. Una ha sido la derrota política del PP. Otra, la victoria de la izquierda. A ello hay que unir lo que puede haber de específico entre el PSOE, que frenó su caída en picado y evitó una derrota estrepitosa, e IU, que ha sido la única fuerza que ha crecido en votos, porcentaje y escaños. También, aunque de menor relevancia, que el PA se ha quedado, una vez más, fuera del parlamento y que UPyD no ha logrado entrar.
¿Qué le ha pasado al PP?
En los medios de comunicación del sistema lo que más se ha repetido ha sido lo de exceso de confianza. Es decir, que, pese a las previsiones de las encuestas y la subida de las elecciones generales de noviembre, el PP no ha hecho una campaña intensa, creyendo que tenía un electorado seguro e incluso aumentado. Se ha aducido también al error de la negativa de Arenas a participar en el debate en Canal Sur por la mala imagen dada. Al margen de las reacciones furibundas reflejadas en los medios de comunicación conservadores tras las elecciones, en muchos casos denigratorias hacia el pueblo andaluz, lo cierto es que hasta el último momento en el PP y su entorno social y mediático se las prometían felices.
Sin negar ese factor, creo que hay que considerar otros y más decisivos. Vayamos al grano. El PP ha perdido 165.000 votos sobre las autonómicas de 2008 y, atención, 420.000 sobre las generales de noviembre, cuando consiguió su máximo histórico en Andalucía. Es preciso preguntarse dónde han ido a parar tantos votos. He oído a periodistas y/o analistas que se han ido a la abstención. Puede que sí, pero considero que sólo parcialmente, pues la derecha no es abstencionista. Una parte de esos votos perdidos puede haber ido a UPyD, que ha subido unos 80.000 votos sobre noviembre. Pero me atrevo a decir que buena parte de esos votos perdidos ha vuelto al PSOE. Voy a intentar explicarme mejor.
Las medidas que están tomando el gobierno central y los de las comunidades en manos de grupos conservadores están incidiendo mucho en el sector público y quienes trabajan en él, que están siendo castigados duramente. Parte del electorado más moderado que votó al PP en noviembre ha querido evitar que en Andalucía se haga lo que se ha iniciado con tanto descaro en otras comunidades. La rebaja de sueldos, los recortes en servicios, el despido de quienes no han accedido al funcionariado o la recarga de tareas son motivo suficientes para que más de uno y una se lo haya pensado. Un voto de protesta, en suma. Un voto proveniente del electorado de centro, poco ideologizado, que en parte ha votado tradicionalmente al PSOE con González y Zapatero, que se apuntó al PP en noviembre y que ahora puede haberse alertado del peligro que corre con un partido que ha empezado a gobernar con medidas de ajuste muy duras.
Otro factor a añadir es la prepotencia y lo que eso conlleva. El PP cuando gobierna con mayoría absoluta no tiene complejos. Se ha sentido fuerte porque no vio desgaste, sino todo lo contrario, tras las elecciones de noviembre pese a las medidas que tomaron los gobiernos de las comunidades que ganaron o revalidaron en las autonómicas de mayo pasado. Lo ocurrido en noviembre fue interpretado por el PP como un refrendo a su programa y la base para poder actuar con las manos libres en esa dirección desde el gobierno central. A tal punto han llegado que han inclumplido algunas de sus promesas electorales, aunque vagas, como la relativa a los impuestos.
¿Y el PSOE?
Estoy seguro que lo ocurrido la noche del domingo no entraba en sus planes. Pero lo cierto es que después de haber perdido 650.000 sobre las elecciones de 2008, ese día sólo perdieron 73.000 sobre las generales de noviembre. No cabe duda que es un frenazo en seco a la caída sangrante que venía sufriendo. El PSOE encontró a última hora el apoyo de abstencionistas que acabaron yendo a los colegios electorales para evitar un gobierno de la derecha. También, como dije antes, la desviación de una parte del electorado moderado que en noviembre votó al PP. En cuanto a las pérdidas, sobre las elecciones de 2008 una parte importante se ha ido a IU, como también en relación a las elecciones generales de 2011.
Resulta evidente que el movimiento táctico de José Antonio Griñán no adelantando las elecciones autonómicas para hacerlas coincidir con las generales, como quería el PP, le ha salido muy bien. Ha contado con la ventaja de la actitud del gobierno central del PP y con el miedo de esa parte del electorado que ha acabado retirando el voto al PP.
IU, la gran vencedora
Este grupo ha conseguido 120.000 más sobre 2008, lo que supone un crecimiento del 37%. Sobre las generales de noviembre ha aumentado en 77.000. Ha duplicado los escaños, pasando de 6 a 12, con representación en todas provincias y en cuatro de ellas con dos escaños. En términos relativos ha obtenido el 11,3% de los votos, más de cuatro puntos por encima de 2008. Por provincias destacan en términos relativos Córdoba (13,3%), Cádiz (12,7%), Sevilla (12,1%) y Málaga (12,1%), donde además ha conseguido dos escaños. En cuanto al crecimiento en votos sobre 2008, lo han hecho en mayor medida Cádiz (con una subida del 55%), Almería (52%), Sevilla (48%) y Málaga (40%).
Parte de los votos que ha sumado proviene del electorado del PSOE, a quien se ha castigado por la izquierda, bien por la decepción de la política del gobierno de Zapatero como por la continuidad de vicios del pasado en forma de corrupción. Otra parte proviene de abstencionistas y nuevos votantes, que han decidido manifestar por la izquierda su descontento. Seguramente IU ha conseguido apoyos en el movimiento de gente indignada. A todo esto le ha ayudado un mensaje fresco y atrevido, con cierta renovación en las candidaturas en favor de una imagen más joven. El voto a IU ha sido por mucha como una opción de izquierdas que puede ayudar a reconducir el camino tomado desde la crisis.
¿Cómo interpretar los resultados desde la izquierda?
El electorado de izquierdas en general es moderado y reparte su voto entre el PSOE e IU. El primero tiene un electorado más diverso en cuanto a la adscripción política, que abarca desde el centro político hasta algunos sectores que se autoubican incluso en la extrema izquierda. El PSOE es el típico partido de centro-izquierda de raíces socialdemócratas que se ha escorado hacia el centro en las últimas décadas, en la línea del llamado social-liberalismo. Desde 1982 ha jugado un papel importante en la aplicación de medidas neoliberales, la adscripción al atlantismo en política internacional y la integración en la UE. Pese al espejismo del zapaterismo, con la crisis acabó implementando las directrices del poder económico internacional y los dirigentes de la UE. En Andalucía se ha seguido la estela de esa estrategia política, pero desde la llegada de José Antonio Griñán, en parte por necesidad política, se ha mostrado distante de los extremos del neoliberalismo, defendiendo, y haciendo ostentación de ello, el sector público y especialmente la educación y la sanidad.
IU es el grupo que tiene el electorado más a la izquierda, abarcando desde el centro-izquierda hasta la extrema izquierda. Pero independientemente de la autoubicación que haga la gente, es en general moderado. Otra cosa es su militancia, que tiene planteamientos más radicales y, ante todo, se muestra muy crítica con el PSOE, a quien consideran un partido del sistema. Ese distanciamiento ha generado situaciones difíciles, como lo ocurrido en los años 90 en Andalucía con lo de la pinza o más recientemente en Extremadura. Utilizado por el PSOE como prueba de connivencia con el PP, llegando a la manipulación más burda, lo cierto es que el electorado acabó castigando a IU en Andalucía en 1996 y en el conjunto del estado en 2000.
La situación, sin embargo, ha cambiado. El propio Julio Anguita ha declarado que no ocurre lo mismo ahora que con los años de la corrupción y el terrorismo de estado que caracterizó al felipismo. Habría que añadir que el PP mostró su verdadera cara cuando en 2000 obtuvo la mayoría absoluta. Hasta 1996 jugó con la regeneración política, frente a la corrupción, y con un programa moderado en busca del electorado de centro, hasta el punto de rescatar -efímeramente, eso sí- la figura de Azaña y aceptar la ley del aborto.
La ofensiva del neoliberalismo en plena crisis, iniciada por el gobierno de Zapatero, defendida por el candidato Rubalcaba e intensificada por el PP en todos los ámbitos, tiene a amplios sectores de la sociedad entre atenazados y atemorizados, habiendo mucha gente que siente la necesidad de pararla. Diferenciando al PSOE como partido de su electorado, lo cierto es que en éste hay amplios sectores que no están dispuestos a permitir perder más e incluso poder recuperar, al menos, parte de lo perdido. La convocatoria de huelga general y el respaldo mayor que se prevé en relación a la de 2010 está ayudando a crear un clima de unidad. Frente a la derecha, ahora, pero en general contra las medidas neoliberales que se están multiplicando con la crisis. En esto coinciden estos sectores con la mayoría del electorado de IU, más homogéneo y decidido a hacer frente a la derecha. Es una oportunidad que IU no puede perder.
Me atrevo a decir que Andalucía puede ser la punta de lanza de un nuevo ciclo político. Me atrevo a decir también que IU debe hacer un esfuerzo para superar miedos. Hacerlo sobre la base de un acuerdo que frene la ofensiva neoliberal, que defienda el sector público, que atienda a los sectores más desfavorecidos, que defienda la soberanía alimentaria, que desarrolle una política medioambiental clara y que investigue la corrupción de los cargos de la Junta involucrados. Es eso del "programa, programa, programa" de Anguita, pero en unas circunstancias más favorables. Ya no existe el felipismo, salvo reflejos del pasado, y el zapaterismo se ha disuelto en sus propias miserias. Considero que el electorado de izquierdas ha hecho una llamada de atención al PSOE y, sobre todo, a IU. Avanzar no es renunciar y sólo se avanza con decisión. IU dispone de material político suficiente para empezar a cambiar muchas cosas.