Fernando Lugo
ha sido apartado de la presidencia paraguaya. No ha sido un golpe de estado a
la vieja usanza, esto es, a sangre y fuego. Lo han hecho de una forma muy fina,
de tamiz legal, a través del senado. Como la constitución del país contempla
que esa institución pueda juzgar al presidente en caso de delito grave, lo
encontraron días pasados en un suceso dramático ocurrido en Curuguaty el pasado
15 de junio durante la ocupación de un latifundio por parte de un grupo
campesino sin tierras. Seis policías muertos y once campesinos fue el
resultado. La excusa perfecta para que la oligarquía terrateniente y los
partidos que la representan, con la supervisión del imperio, la utilizasen en
la farsa de juicio contra le presidente Lugo. Tan escandaloso ha sido lo
ocurrido, que la mayor parte de los gobiernos de los países latinoamericanos lo
han denunciado, no reconociendo al nuevo presidente, Federico Franco, anterior
vicepresidente y cómplice con su partido de la farsa. En tan sólo 24 horas se
montó y despachó todo.
Paraguay es un
país sui generis. A lo largo de su historia la oligarquía ha gozado
de la mayor estabilidad política posible, no exenta, claro está, de impunidad.
Tuvo a un dictador, Alfredo Stroenner, que gobernó sin piedad entre 1954 y 1986.
Con mano férrea, utilizó su partido, el Colorado, para presentarse como un
demócrata “sin comunismo”. Castigó duramente a la disidencia política, aun
cuando no fuera de carácter comunista, y cualquier conato de resistencia
social. Llegó a proteger a numerosos nazis huidos tras la guerra e incluso a dictadores
derrocados de otros países. Fue, por supuesto, protegido por EEUU, que maniobró
contra él en 1989 cuando, en plena debacle de los países del este europeo, ya
no le servía. El encargado de retirarlo del poder fue su propio consuegro.
Fernando Lugo
fue un obispo que se hizo famoso por su vinculación a la teología de la
liberación. Apodado como “obispo de los pobres”, su popularidad fue aprovechada
por algunos sectores políticos conservadores, que lo utilizaron para desbancar
al Partido Colorado. Ganó las elecciones de 2008 dentro de una alianza de
grupos de centro e izquierda, entre los que estaba el Partido Liberal Radical
Auténtico, que aportó a Federico Franco como candidato a la vicepresidencia. Su
mandato ha sido contradictorio, salpicado de situaciones difíciles y decisiones
polémicas. Se acercó a los gobiernos progresistas de la zona en busca de
una mayor autonomía internacional frente a EEUU y Europa; desarrolló tímidas
medidas sociales; intentó buscar un camino hacia la soberanía energética y alimentaria;
no pudo iniciar la reforma agraria prometida…
Demasiado en un medio social y político hostil, clara expresión de la fragilidad de su poder. Los apoyos directos con los que contaba Lugo han sido escasos: el Frente Guazú y los movimientos sociales dispersos que actúan en condiciones muy duras en una sociedad atemorizada por una tradición de violencia represiva. Es desde ahí donde debe conformarse la resistencia.