Lo que ocurrió ayer en las
elecciones griegas era imprevisible. Los sondeos habían dado hasta el último
momento un empate técnico entre Nueva Democracia y Syriza. Finalmente ha sido
el partido conservador, con el 29,6%, el que se ha alzado con el mayor número
de votos, con un margen de algo menos de tres puntos sobre la coalición de
izquierdas, que se ha quedado en el 26,9%. En el cómputo total de cada bloque
político, la derecha ha obtenido el 47,7% de los votos, correspondiendo el 44%
a los grupos que han conseguido escaños. La izquierda, por su parte, si
incluimos en ella al PASOK, ha sumado en total el 51,5%, siendo el 49,9% de los
grupos con representación parlamentaria.
La lectura de estos
resultados, no obstante, es más compleja. La subida de once puntos de Nueva
Democracia se ha basado en la recuperación de votos de las pequeñas formaciones
conservadoras que en mayo sumaron 12,4% y el domingo se quedaron en un 3,7%.
Griegos Independientes, a su vez, ha cedido tres puntos, siendo el fascista
Amanecer Dorado el único que ha resistido. Ninguno de estos dos grupos son precisamente
europeístas, por lo que Nueva Democracia poco puede hacer por ese flanco para
encontrar apoyos parlamentarios. En la izquierda tampoco las cosas están
claras. El avance de Syriza se ha hecho, en primer lugar, a costa del partido
comunista (KKE), que se ha dejado 4 puntos (casi la mitad de sus votos del mes
pasado), consecuencia de la rigidez táctica que está empleando con su oposición
a cualquier alianza que nos sea la salida de la UE ; también de los pequeños grupos de izquierda,
que han pasado del 6,8% al 1,6%; e incluso del PASOK, que ha perdido unos
75.000 votos. Izquierda Democrática, una escisión moderada de Syriza, se ha
mantenido. El PASOK, pese a ser uno de los principales responsables del
desaguisado que vive el país, sigue siendo una de las claves del futuro,
defendiendo con Nueva Democracia la política de austeridad dictada desde el
exterior, aunque con algunos matices de última hora.
¿Qué va a salir de todo
esto? Aunque Nueva Democracia ha obtenido el plus de 50 escaños que le confiere
ser la fuerza más votada, no dispone de mayoría en el parlamento. Sólo la
conseguiría a través del otro partido europeísta, el PASOK, cuyo líder, Evangelos
Venizelos, se sacó anoche como condición la inclusión de Syriza en un gobierno
de concentración nacional. ¿Una forma de forzar unas terceras elecciones? ¿De
presionar a la UE ?
Ayer mismo desde las altas esferas europeas ya se empezó a hablar de flexibilizar
las condiciones de pago de la deuda. El propio líder de Nueva Democracia, Andonis Samarás, lo
propuso en los momentos finales de la campaña electoral, buscando así el apoyo
del electorado indeciso. Lógico, en todo caso, teniendo en cuenta la debilidad
con la que contaría el gobierno que se forme. La capacidad de movilización
social, el derrumbe del PASOK y el avance de los grupos a su izquierda, uno de
ellos compitiendo para ser la primera fuerza del país, junto con el riesgo de que
sirva de referente a otros países, son factores que están teniendo en cuenta
los poderes internacionales.
El líder de Syriza, Alexis
Tsipras, ha declarado que su partido ha derrotado al miedo. En parte tiene razón.
Pero, en mi humilde opinión, no en lo principal. Al menos, por ahora. Es encomiable
el esfuerzo que su partido ha hecho por combatir los recortes sociales y ser
expresión de los amplios sectores sociales que se están movilizando. Sin
embargo, las presiones que ha sufrido han sido tremendas. Más todavía, han sido
amenazas. Y muy duras. Por eso creo que ayer venció el miedo.