Su secreto es la travesía nocturna.
Se orientan entre sí palpando oscuridades,
trenzando brumas.
Son los que rompen el cristal, los perseguidos,
los supervivientes, los niños salvajes,
los hermanos de la primavera y el dolor.
Su casa es la casa cien veces derrumbada
y cien veces vuelta a construir.
Su casa no tiene techo,
y es la tuya y la mía también.
Son los que desentierran los labios ocultos para hablar.
Nunca fuimos héroes.
No seremos héroes.
Si acaso, niños que tiran piedras a los trenes.
Ballenas arponeadas dispuestas a resistir.
Cuando nacimos ya habían traducido el mundo en lenguaje equivocado.
Las cifras estaban destinadas.
Las fórmulas tenían veneno.
Tuvimos que aprender a respirar debajo del agua,
y seguimos esperando que la piel del tiempo no nos vuelva locos.
No olvidamos de qué está hecho el camino,
no olvidamos.
Mientras haya luz
y párpados capaces de distinguirla,
mientras haya luz
celebraremos la piel del oso
mientras lo estamos cazando,
agarremos la sartén por el fuego.
Y si no hubiera luz,
si no la hubiera,
buscaríamos un faro en la tormenta,
construiríamos la luz.