Blanco y rojo: МАРТЕНИЦА. El blanco por la piel, el rojo por los "coloretes". 1º de marzo.
Historia, política, sociología, arte, música, geografía, literatura, pensamiento...
miércoles, 1 de marzo de 2023
Mi martenitza de 1984 y el deseo de salud, suerte y larga vida
Blanco y rojo: МАРТЕНИЦА. El blanco por la piel, el rojo por los "coloretes". 1º de marzo.
domingo, 24 de abril de 2022
El santuario familiar de la cultura
miércoles, 16 de marzo de 2022
Karl Marx en mi visita a Londres en 1991
jueves, 13 de enero de 2022
Esa mole blanca y azul que se contempla desde el balcón familiar
El balcón de la cocina de mi casa familiar salmantina ha sido siempre un lugar privilegiado por las vistas que tiene. Orientado hacia el sur y el suroeste, tiene como horizonte los Montalvos, ese pequeño bloque montañoso de pizarras y cuarcitas muy arrasado por le erosión que flanquea por el sur el paso del río Tormes.
sábado, 15 de mayo de 2021
Mi recuerdo de lo que fue el barrio del Castigo
domingo, 13 de diciembre de 2020
La película El atentado y "La canción de la esperanza"
Aunque he mantenido en mi memoria la primera de las dos estrofas, he conservado entre mis papeles una copia que mi hermana Conchi hizo en su día de la letra de la "La canción de la esperanza", cuyos versos son los que siguen:
¡Abajo la opresión,
cantemos igualdad,
sábado, 7 de noviembre de 2020
Expresiones de mi madre
Mi santa madre hacía uso de algunas frases y expresiones que solía repetirlas con más o menos frecuencia. Entre ellas estaba eso de "¡Equilicuantis!", cuando daba con lo que podía parecer inverosímil; "Ni que andemos para arriba ni que andemos para abajo", para redundar algo categóricamente; o "Todo se arregla en la vida menos la muerte", dando una muestra de optimismo ante lo que podría parecer inevitable.
Durante los años de la Transición y siguientes, acuñó otras frases, esta vez dentro de lo político. Una, muy utilizada sobre todo en los primeros años de ese periodo, fue la de "¡Vamos hacia un caos!". Muy apropiada para una persona que había vivido de joven la guerra y que durante los años que la siguieron fue, dentro de su generación, socializada en el miedo, independientemente de lo que pudiera haber pensado o hecho.
Otra de sus expresiones iba dirigida a Adolfo Suárez, jefe de gobierno entre 1976 y 1981, de quien gustaba decir: "Tiene cara de bueno", para añadir "Lo veo en su mirada". Esto último lo hacía cuando, por mi parte, le preguntaba acerca de en qué se basaba para sacar esa conclusión.
No le faltó una apelación al entonces rey, conocido como Juan Carlos I, sobre el que soltó en alguna ocasión eso de que "No es como su abuelo". Se refería a su abuelo Alfonso XIII, claro, de quien era consciente que había sido un mujeriego. Pecados de hombre y de rey, pensaría para sus adentros la pobre. Y como hiciera con Adolfo Suárez, cuando le preguntaba la razón de su aseveración, volvía a argumentarlo en lo de la mirada.
Si mi madre siguiera viviendo, seguro que estaría más asustada que entonces. Lo del caos, en este tiempo de pandemia, le vendría al pelo para seguir repitiéndolo. Distinto ocurriría con lo de Suárez, del que ya conoció que fue defenestrado, aunque no tuviera mucha conciencia de ello. Curioso que quien fuera uno de los protagonistas de la Transición acabara perdiendo la memoria, atacado por esa enfermedad que la devora. ¿Y de Juan Carlos I? No sé si cuantitativamente ha superado a su abuelo en los asuntos de faldas y tal, pero con lo que no hubiera contado la santa de mi madre es que haya sido un verdadero depredador de comisiones, blanqueos, evasiones...
¿Vamos hacia un caos? Pues lo respondo con otras de sus expresiones, que hasta ahora me había guardado en la guantera: "No te acobardes, hijo. No dejes que venza el miedo". Pues eso.
viernes, 24 de julio de 2020
Cuatro estampas y tres poemas del verano de 1979

Ya en casa, Jose me convenció para viajar a la Seo de Urgell, desde donde cada día se trasladaba a Andorra la Viella, junto a Espe y su amiga Merche, para trabajar en los grandes almacenes de la ciudad, los famosos Pyrenées. No me lo pensé dos veces y me puse de nuevo en camino. En Lleida conocí a un jornalero andaluz, afiliado al SOC, que iba recoger fruta y juntos hicimos parte del viaje que me llevó a la Seo. Fue en el parque de la ciudad donde había quedado con mi hermano, que me encontró durmiendo, vencido por una noche entera sin haber dormido. En Andorra me tuve que hacer una foto, que aún conservo, y, cada vez que veo, pienso en la impresión que debía causar sin afeitar y despeinado. La cosa resultó desesperante, porque cada día me encontraba con un "si no hay permiso de la policía, no hay contrato" y con otro "si no hay contrato, no hay permiso de la policía".
Derrotado, regresé de nuevo a casa. Allí estaba Jorge, deseoso de la complicidad de mi compañía y en busca de sus aventuras. Un día asistimos al festival que se había organizado en el Pabellón de Deportes con motivo del triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua. Fue bonito, por emotivo, y se hizo con una cinta con canciones de Carlos Mejía Godoy. Entre ellas estaba el poema que Tomás Borge dedicó a Carlos Fonseca, cuyos versos aún recuerdo:"Poseídas por el dios de la furia / y el demonio de la ternura, salen de la cárcel mis palabras / hacia la lluvia. / Y sediento de luz te nombro, hermano, / en las horas de aislamiento. / Vienes derribando los muros de la noche, / nítido inmenso.
Luego me desplacé a Miraflores de los Ángeles, en la sierra madrileña de Guadarrama, donde Seve, me invitó a pasar unos días con él, África y la pequeña Diana. Allí estuvimos, viajando por distintos lugares de la sierra, intentando abrir el suelo con un pico para un huerto imposible y observando por la noche el cielo estrellado. Y como música de fondo, escuchando a Pablo Milanés y la novedad que suponía el rock andaluz con Alameda, su disco homónimo y esa canción que empezaba con "La luna se levanta tiento a tiento, / suenan sones, palmas y quejas, / un manto de cristal al firmamento, / ¡ay!, susurros que la noche deja".
De esas semanas conservo muchos recuerdos. Y también, varios poemas y hasta algunos dibujos míos. Son humildes muestras de lo que vi y sentí.
Mar
viernes, 11 de octubre de 2019
La cesta de flores secas

viernes, 27 de septiembre de 2019
Hace 44 años, pocos días después
miércoles, 29 de mayo de 2019
Recordando a papá, el abuelo, don Juan...

Un maestro de escuela que llevó su entusiasmo a un pueblo perdido de la Sierra salmantina, Valdelageve, allá por los años de la República, cuando empezó a llevarse la cultura a quienes habían estado desde siglos en el olvido; que luego, ya en los años de la dictadura, supo adaptarse, en la villa de Tolosa, a ese mundo tan diferente como era el País Vasco, del que, a su regreso, nos transmitió el grato recuerdo que tenía de sus gentes; y que finalmente, ya en la capital salmantina, hubo de transitar por dos colegios, en Pizarrales y Garrido, hasta recalar en el céntrico colegio Francisco de Vitoria, donde acabó jubilándose. Y fue de uno de esos colegios donde un hijo de esta tierra, reconocido como ilustre en el mundo del deporte, se refirió en una de sus entrevistas a "don Juan" como un caballero castellano. Hablo, sí, de Vicente del Bosque, cuyo reconocimiento, de haber vivido, le hubiera llenado de orgullo.
Tal día como hoy celebrábamos su cumpleaños de una forma austera, porque a él le gustaba destacarse en su familia en el día de su santo. Pero eso es lo de menos. Hoy, como en cada ocasión que podemos, lo recordamos. Y sobre todo a ese abuelo despojado de las tensiones de otro tiempo, feliz por las ocasiones en que reunía a su gran familia y adorado por la recua de nietas y nietos que se iban añadiendo poco a poco.
El abuelo que incrementó su amor por los paseos, sin que le faltara el recuento de los pasos para saber la distancia recorrida. Tributario de sus vueltas frecuentes, a veces diarias, por la Plaza Mayor, donde se juntaba con otros compañeros a modo de tertulia andante. Devoto de la lectura, algo que hemos sabido a bien heredar. Cultivador de una afición que, no por rara, le permitió hacer un acopio de miles y miles de refranes, guardados paciente y celosamente en sus archiveros. Y hasta amante de los toros, que veía con gusto por la televisión, en especial la feria madrileña de San Isidro.
No puedo olvidarme de sus dos estancias en Málaga, paseando alegremente a la orilla del Mediterráneo, comiendo el delicioso pescaíto frito y feliz en el segundo año de ver en mi propia hija una especie de reencarnación de su hija fallecida Pili. En mi memoria han quedado grabadas una de sus últimas palabras, que acabaron siendo para mí de despedida.
Ése era papá, el abuelo, don Juan... Inseparable siempre, hasta su muerte, de su abnegada esposa.
miércoles, 23 de enero de 2019
La poesía a través de la luz
martes, 30 de octubre de 2018
Mi verano del 75 en Madrid
viernes, 28 de septiembre de 2018
La poesía, la música y el amor
Post data de 8 de enero de 2019
No se trataba tanto de "un nuevo lenguaje (...) u otra forma de hacer como lo más que doy de sí", escribí un día de diciembre de 1985. Estaba dedicado a mi hermano Jorge, a quien le seguía diciendo: "gracias por la generosidad e ilusión con que acoges mis colores". ¡Qué tiempos aquellos, hermano!