viernes, 18 de octubre de 2024

Tres días del 33, una novela de Ramón Pérez Montero que trata de los sucesos de Casas Viejas


Ayer se presentó en Barbate el libro Tres días del 33 (Libros de la Herida, 2022), escrito por Ramón Pérez Montero. Profesor de Educación Secundaria, ya jubilado, de Lengua Española y Literatura, es autor varios libros: de historia ha escrito Crónica del desarraigo (2014); de poesía, La mirada inclemente (2012), Palabra de Adán (2016); de novela, Mi nunca dicha razón de amor (1996), Tarde sin orillas (1998), Princesa en la red (2002), Eras la noche (2020), Relato ilustrado (2022) y, claro está, Tres días del 33 (2023). Tampoco le falta colaborar en varios medios, como Diario de Cádiz y La Voz de Cádiz.

El acto de ayer, muy entrañable, tuvo lugar en La Tienda D'Estraza, donde nos congregamos un grupo de vecinos y vecinas con el fin de conocer algunos pormenores del contenido de un libro que, por distintas razones, nos resulta próximo. Primero, porque Casas Viejas -desde principios de los años noventa, oficialmente, Benalup-Casas Viejas, después de su segregación de Medina Sidonia- no deja de ser un municipio cercano. Y también, porque uno de sus hijos, Francisco Estudillo Orellana, acabó recalando en los años cincuenta en Barbate, donde conoció un fuerte arraigo con su numerosa prole. Y como "Paquito el de la Luz" aparece en uno de los pasajes de la novela (p. 181 y ss.).

Lo que a continuación viene es un texto que fui preparando desde el verano, con el fin de ordenar la información que tenía sobre lo ocurrido en esos tres días de enero del 1933 y que alcanzó dramáticamente una dimensión que inusitada en su momento, y llegó a saltar las fronteras del país y hasta del tiempo.     


1. El tiempo y el escenario

El trasfondola propiedad de la tierra; los sopacas, migrantes de los pueblos colindantes malagueños que al principio buscaban temporalmente trabajo y acabaron asentándose en Casas Viejas; la miseria de una inmensa mayoría y la explotación humana…; la vieja aristocracia, con el ducado de Medina Sidonia, la familia Pardo Figueroa, el marquesado de Negrón…; los nuevos terratenientes surgidos en el siglo XIX a la sombra de las desamortizaciones, como las familias Vela y Espina.

Los antecedentes: a principios de siglo XX fueron llegando las ideas anarquistas; en 1914 se creó el primer sindicato, con José Olmo García a la cabeza; en 1915 se produjo el suicidio Gaspar Zumaquero Vera; años después, con la llegada de la República, surgió el núcleo socialista…

La coyuntura general: una República que, a la vez, ilusionó y desilusionó a quienes la acogieron con esperanza; también una República que desde el primer momento contó con la oposición de quienes desde siglos ostentaban el poder; una reforma agraria que llegó tarde y una aplicación que se retardó; una forma de entender el orden público –represiva- por parte del sector republicano del Gobierno; unas contradicciones entre los grupos obreros (CNT vs. UGT-PSOE) y en el seno del movimiento anarcosindicalista (radicales  vs. moderados, FAI-JJLL vs. treintistas).

Los sucesos: la noche del 10 de enero de 1933 se tomó en asamblea la decisión de acatar la convocatoria de una huelga general que ya había sido desconvocada; durante las primeras horas del día 11 se llevaron a cabo los preparativos (corte de la línea telefónica, excavación de zanjas, acopio de armas, conversación con el alcalde pedáneo, proclamación del comunismo libertario…); al amanecer se dio el asalto al cuartel de la Guardia Civil; desde media mañana fueron llegando los refuerzos, primero de guardias civiles y luego de guardias de asalto; por la tarde, con el teniente Gregorio Fernández Artal al frente, se inició el asedio de la choza de “Seisdedos”; en los primeros momentos del día 12 llegó el capitán de Asalto Manuel Rojas Feigenspan, quien, todavía amaneciendo, ordenó el ataque e incendio de la choza; luego, a lo largo de la mañana, se llevaron a cabo las razias en las calles Medina y Nueva; y como balance, en total, 29 muertes: 3, de guardias; 4, de víctimas colaterales; 9, en la choza; y 13, en las razias. 

Lo ocurrido se fue conociendo por la opinión pública poco a poco: primero, de una forma manipulada y a través de la prensa (Diario de Cádiz, ABC, El Sol…), la versión oficial, que estaba basada en presentar lo ocurrido como un enfrentamiento entre iguales; luego fueron saliendo a la luz hechos reales,  publicados, sobre todo, en la prensa anarquista (en CNT, por Miguel Pérez Cordón; en  La Libertad, por Ramón J. Sender; en La Tierra, por Eduardo de Guzmán; en Tierra y Libertad, por José Miranda de Sardi…); algunas de estas informaciones, con el tiempo, se convierten en libros, fueran reportajes (Guzmán, Sender…) o de literatura (Federica Montseny, Lucía Sánchez Saornil…); desde el 19 de febrero, con la primera visita parlamentaria, se fue sabiendo que la realidad no fue otra cosa que una masacre; la información se fue ampliando a través de las investigaciones y  los testimonios que se hicieron -fueran reales, interesados, cambiantes…- durante las pesquisas policiales y judiciales, y en los propios juicios; eso conllevó la distorsión, manipulación y utilización de parte de lo ocurrido, sobre todo desde los grupos y medios de la derecha, con el claro objetivo de derribar al Gobierno; pasados los años fueron entrando en escena los historiadores y/o antropólogos; primero, en los 50, lo hizo Eric J. Hobsbawm, con su interpretación fallida; luego, en los 60 y 70, Jerome Mintz, que dio la  voz a protagonistas  y aclaró dudas, malentendidos y falsedades; después, en los 70 y 80, Gérard Brey, Jacques Maurice…; más recientemente, José Luis Gutiérrez Molina, Salustiano Gutiérrez Baena, Jesús Núñez Calvo, Tano Ramos…

Lo que se cuenta en la novela, como parte de lo que ocurrió, entra de lleno en las profundidades de la condición humana ante situaciones extremas: primero, ante el dilema de apoyar o no la convocatoria de huelga; luego, en el momento en que se inició; después, tras la derrota; y finalmente, durante la dictadura. Unos comportamientos variados, tales como el miedo, la heroicidad, la cobardía, la traición, la lealtad, la coherencia, los malentendidos, las acusaciones, las falsedades…



2. Un diálogo entre la historia y la literatura

En la novela hay un permanente ejercicio por mantener la memoria:

(...) hay muchos que tratan de borrar las huellas del dolor y del violento torbellino de la muerte (p. 34).

[A veces es] Una Verdad se acaba fragmentando en miles de pequeñas verdades (p. 34).

Pero existen otros buscadores de ese oro de la Verdad. Aquellos [Mintz, Gutiérrez Baena, Núñez…] que, en ese río revuelto, escudriñan entre el cieno de los testimonios y la arena de las pruebas (p. 35).

En ese intento se da una pugna entre lo propiamente histórico y lo literario, pues mientras que para el autor el historiador busca, conecta, tranquiliza…:

ha de recurrir a la ficción lineal del tiempo” y “acaba hilvanando otro relato fantástico (p. 528). 

El novelista tiene otro cometido:

ha de escapar del corsé de esa narrativa canalizada que se basa en una concepción de la historia que se basa en su imaginario valle fluvial. El novelista no puede someterse a esa tiranía del paso lineal del tiempo desde el pasado al futuro, con pausas efímeras en el presente (p. 528).

Como recurso literario en la novela está presente en algunos pasajes el realismo mágico; así, por ejemplo, ya muertos, el guardia civil García Chuecos le dice en un momento a su sargento:

Fíjese usted, mi sargento, quién nos iba a decir que íbamos a hacer este camino juntos (p. 287).

Y también cuando Manuela Lago, una joven que pertenecía al grupo anarquista Amor y Armonía, y que murió carbonizada en la choza de “Seisdedos”, se dice a sí misma:

Ahora tengo las alpargatas blancas manchadas de sangre, mi cara emborronada de terror y de humo, y mi pelo alborotado por el viento de las balas. La verdad es que esa del retrato soy yo, pero ahora mismo como que no me reconozco (p. 510).


3. Algunos pasajes de la narración

En el arranque. Uno de los protagonistas, héroe y "culpable" a su pesar, dice cosas como estas:

Mi nombre y apellíos, na más que pa ustedes lo sepan, Francisco Cruz Gutiérrez. Pero mejor que me mienten ustedes como Curro Zeisdeo, el modo en que to el mundo me conoce.
De oficio carbonero. De toda la vida de Dios (p. 13).

(…) Mis hijos nunca han querío esto del carbón (...). Se creyeron que con la cosa esa de apuntarse al sindicato no les iba faltá la peoná durante to el año (...). Ahí están ahora mis hijos, con más de treinta años ca uno y viviendo conmigo en esta misma choza casarón que yo levanté con mis manos. Ni uno de los dos se ha dao todavía las trazas de hacerse la suya y juntar su propia camá de zagales (pp. 15-16).

12 de enero de 1933. Uno de los dos momentos culmen de la masacre se cuenta así:

Del interior de la choza provenían los alaridos de despedida de quienes preferían descender directamente a los Infiernos, eludiendo de este modo la ira desatada de los hombres. El fuego descosió las últimas puntadas de las tomizas de palma y la techumbre se desplomó con estruendo, convirtiéndose en tapa incandescente, y por mucho tiempo hermética, para el sarcófago de los muros de piedra y barro revestidos con el blanco calcinado de la cal (p. 501).

22 de junio de 1934. Algunos de los acusados de haber promovido al insurrección posan ante un fotógrafo de prensa:
 
El relámpago artificial de la combustión del magnesio de la antorcha los deja deslumbrados en ese tránsito instantáneo a la inmortalidad. La tizne de sus sombras mancha la pared frente a la que posan resignados, en esa suerte de fusilamiento que representa su exposición pública en las páginas de la prensa escrita, con sus indecisas expresiones, a medio camino entre el arrepentimiento del perdedor y el orgullo del héroe (p. 267).

Tras el 18 de julio 1936. Juan Estudillo Mateos, al que llamaban "Calavera", toma la decisión de lanzarse a un pozo, que acabará llevando el nombre de su apodo: 

Pero sabe que en esta ocasión no va a haber perdón para los señalados por sus antiguas ideas libertarias (…). Eso lo empuja a subirse al brocal, a hincarse de rodillas sobre él, a abrir los brazos en una especie de plegaria y a dejarse caer en lo profundo del angosto cilindro forrado de piedras (p. 25).

Un día de 1940. José Suárez Orellana (dirigente local del PSOE) y Juan Rodríguez Guillén "Sopas” (antiguo compañero del PSOE y luego de la CNT), detenidos, se miran cara a cara:

Esposados juntos para ser conducidos al juzgado, Sopas ha vuelto un momento la cara hacia Suárez para decirle: "El enemigo está enfrente de nosotros, Pepe" (p. 33).

El final. La novela acaba con estas palabras, que no dejan de ser un mensaje: 

Nadie os podrá quitar el derecho a que los lirios de las palabras vuelvan a florecer con su aroma a difuntos sobre las tumbas ignoradas de los desaparecidos, sobre la misma tierra negra de los llantos y los lutos (pp. 655-656).


4. Algunos personajes

De Casas Viejas

Antonio Cabañas Salvador, Gallinito: del sector radical del anarquismo y miembro de las Juventudes Libertarias;  “tutor” del grupo Amor y Armonía; muy activo en la preparación de la insurrección, huye al monte cuando llegaron las fuerzas del orden; se entregó y fue condenado; huyó tras el golpe militar y murió en 1937 en el frente de guerra.

Francisco Cruz Gutiérrez, Seisdedos, Curro Seisdedos: su choza fue el escenario más dramático de los sucesos;  “héroe a su pesar”; patriarca de una familia humilde, mitificado por literatura y malinterpretado por algunos historiadores (Hobsbawm, Jackson, Thomas…).

Juan Estudillo Mateos, Calavera: zapatero; veterano anarquista, culto y puro (vegetariano, abstemio, partidario de la unión libre…); entre los fundadores en 1914 del sindicato; opuesto a la insurrección; suicidio en el inicio del golpe militar, dando nombre al Pozo Calavera.

Francisco Estudillo Orellana, Paco el de la Luz: apenas tenía 16 años y estaba afiliado a la CNT; sobrino de José Suárez Orellana, su padre no le dejó salir de casa durante los sucesos, pero acabó siendo detenido durante un tiempo por posesión de una pistola; durante la guerra huyó a Málaga, enrolándose como combatiente; acabada la guerra, estuvo detenido, regresando luego a Casas Viejas; absuelto en la causa judicial abierta, se dedicó a varias actividades, recalando en los años 50 en Barbate; durante la Transición se vinculó al socialismo.

José González Pérez, Pepe Pilar: de la tendencia radical, vinculada a las Juventudes Libertarias; participación activa en los sucesos; logró no ser condenado; escondido tras el golpe, al final fue detenido; sobrevivió como pudo (como temporero, recolectando frutos en el campo, dedicándose al contrabando…) y fue acusado de relacionarse con el maquis; sufrió permanentes palizas; mantuvo sus ideales hasta la muerte.

José Monroy Romero, Bailador: veterano anarquista; se mostró moderado durante los sucesos; inculpó a “Seisdedos” como líder de los sucesos; condenado, durante la  guerra sobrevivió escondido; durante la dictadura abandonó la lucha.

Alfonso Osorio Sánchez: de Medina Sidonia, pero con novia en Casas Viejas; fue el encargado de llevar la nota de la convocatoria de la huelga, que entregó a Juan Sopas.

Juan Rodríguez Guillén, Juan Sopas: ex del PSOE y afiliado a la CNT, apoyó en junio de 1931 la candidatura de Ramón Franco; luego montó una tienda de comestibles; fue el receptor de la nota sobre la convocatoria de la huelga, entregada después a Gallinito; sufrió las acusaciones de traidor, por su compañeros (huida pie el 10 de enero, apoyo de Vela…), y de organizador, por el socialista Suárez; tras la guerra abandonó el pueblo y la lucha.

José Rodríguez Quirós, Pepe Pareja: veterano anarquista y puro; participación no entusiasta en los sucesos; durante la dictadura mantuvo sus ideas y su modo de vida; fue el principal colaborador de Mintz.

Catalina Silva Cruz: nieta de “Seisdedos” y hermana de María “la Libertaria”; integrante del grupo Amor y Armonía; conoció la muerte de ocho familiares durante los sucesos (el abuelo materno, el padre, cinco tíos y un primo); huyó durante la guerra y se exilió en el municipio francés de Montauban, donde falleció y está enterrada.

María Silva Cruz, la Libertaria: el apodo le viene del incidente vivido con un guardia civil, cuando se negó a quitarse el pañuelo rojinegro y le propinó una bofetada; ennoviada con Gallinito, tras los sucesos se unió a Miguel Pérez Cordón, que contribuyó a su mitificación; fue asesinada en Paterna de la Rivera y está desaparecida.

Gaspar Zumaquero Vera: presidente del primer sindicato; se suicidó en 1915; había sufrido presiones por las autoridades tras convocatoria de una huelga; supuso la clausura del sindicato y la detención de sus dirigentes.

De las fuerzas de orden público

Gregorio Fernández Artal: teniente de la Guardia Civil; al principio estuvo al frente de los guardias que en la tarde del 11 de enero de 1933 rodearon la choza de “Seisdedos”; luego se negó a acatar las órdenes del capitán Rojas; en septiembre de 1936, estando en el frente de Toledo combatiendo en el bando republicano, conoció una misteriosa muerte y desaparición cuando huía al bando sublevado; hay tres versiones sobre la autoría de su muerte: por los sublevados, por los republicanos, por los anarquistas.

Manuel Rojas Feigenspancapitán de la Guardia de Asalto; veterano de la guerra de Marruecos; llegó en los primeros momentos del 12 de enero de 1933 y se puso al frente de las operaciones, dando las órdenes de quemar la choza de “Seisdedos” y ejecutar las razias por las calles; hizo uso de la joven periodista Josefina Vinuesa para amplificar lo ocurrido; condenado a 21 años de cárcel, que quedaron reducidos dos en 1936, siendo liberado; participó en la represión habida en Granada, habiendo protagonizado a principios de agosto un episodio con Federico García Lorca; con motivo de la muerte de su madre, se inmerso en un escándalo cuando robó un coche oficial para irse de putas; condenado por ello, tras su cumplimiento dirigió en la provincia de Cádiz un batallón disciplinario de trabajadores.


5. Para saber más

Bibliografía

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Suárez Orellana, José (2020). Memorias. Benalup-Casas Viejas, Beceuve.

Filmografía

José Luis López del Río. Casas Viejas. 1983.
Basilio Martín Patino. Casas Viejas: el grito del Sur. 1987.



(Imágenes: Felisa Rico Amores, Francisco Guerrero y Manoli Domínguez Clavijo).