sábado, 31 de diciembre de 2022

Con Pelé ha muerto otro de los grandes del fútbol


Llevaba varias semanas bastante mal de salud y hace dos días ha tenido lugar el desenlace definitivo. Ha sido uno de los grandes jugadores de fútbol de la historia. De ese quinteto de gigantes al que también pertenecen Di Stéfano, Cruyff, Maradona y Messi. Estuvo activo entre finales de los años cincuenta y los primeros de los setenta, desarrollando casi toda su vida en el Santos y, claro está, en la selección de Brasil. Ha sido poseedor de tres campeonatos del mundo y artífice de una cuenta de resultados impresionante entre otros torneos nacionales e internacionales, número de goles y como protagonista de jugadas memorables. ¡Y de qué manera y a qué altura lo hizo todo! Dueño de una técnica prodigiosa, fue habilidoso en el regate -a veces, cuasi de malabarista-, eficaz en los remates de cabeza, poseedor de una buena visión de juego, buen lanzador de faltas y un gran goleador. 

De niño mi padre me transmitía las razones de la fama que arrastraba. También nos contaban que empezó jugando con balones de trapo. Lógico: era de origen africano y su familia, como tantas otras del Brasil racista y clasista, era pobre. Destacó desde muy joven, hasta el punto que con tan sólo 17 años fue seleccionado para el mundial de Suecia de 1958, donde triunfó sobremanera. Fue el inicio de una leyenda que se agrandó con el paso de los años y se ha mantenido hasta nuestros días. 

Tengo en mi memoria varios partidos suyos: los que jugó en los mundiales de Inglaterra, en 1966, y México, en 1970. Del primero, el que jugó contra la selección de Portugal. No se me han olvidado los saltos de dolor que dio corriendo tras ser lesionado impenitentemente, lo que le impidió seguir jugando, con el añadido de que por entonces no se permitía ningún tipo de cambios durante el partido. Su selección fue derrotada, lo que supuso, además, que  quedara eliminada. No pude -no pudimos- con ello poder seguir viendo a quien arrastraba la fama de haber ganado los dos mundiales anteriores, en Suecia y Chile más concretamente. 

Del celebrado en México es de donde tengo recuerdos más frescos. Vi casi todos los partidos que ofreció TVE y que veíamos por la noche, en el comienzo del verano y libres ya de las clases. Para mí fue un espectáculo: por el buen fútbol desplegado en general y, ante todo, por lo que hizo Brasil. Su delantera de lujo fue el resultado del encaje que tuvo que hacer el seleccionador para aprovechar el talento que tenían Jairzinho, Pelé, Tostao, Gerson y Rivelinho. Y entre ellos destacó, por supuesto, Pelé. Por su maestría, por los goles que marcó y por otros dos no-goles que pudieron serlo: uno, cuando lanzó desde medio campo un balón con el portero adelantado -escribo de memoria: creo que era Viktor, de Checoslovaquia- y que no entró por poco; y el otro, cuando engañó a otro portero fingiendo un regate, pero cruzándose con él, para acabar lanzando fuera el balón, también por muy poco. 

Tras su retirada, previo paso por el Cosmos de EEUU junto con otras figuras del fútbol, surgió otro Pelé. Aprovechó su fama para meterse en otros mundos, como  el de los negocios. Fue un personaje que, junto a las obligadas muestras de caridad o su participación en la película Evasión o victoria, llegó a dar otras muestras, en este caso de insolidaridad. Por ejemplo, frente a sus compatriotas, cuando se negó a condenar la dictadura militar de su país; cuando se alejó de sus orígenes sociales; cuando se vinculó a la FIFA y a sus negocios y tejemanejes; e incluso, recientemente, en 2018, cuando saludó el triunfo electoral de Jair Bolsonaro en Brasil. ¡Ay de quienes se olvidan de sus hermanos y hermanas de clase!

Con la muerte de Pelé se abre, por enésima vez, el debate sobre quién ha sido el mejor jugador de fútbol de la historia. Tengo pendiente una entrada sobre ello -el mundial de Catar da pie a ello- y sólo adelanto una cosa: no puede haber comparación entre jugadores que actuaron en momentos diferentes. En el caso de Pelé me quedo con la magia que desplegó sobre el césped y que he podido ver en algunos de los partidos que jugó y en los resúmenes que se ofrecen a través de las redes digitales. 

viernes, 30 de diciembre de 2022

Los restos arqueológicos romanos del Palacio de los Mexía


En mis viajes de ida y vuelta que hago entre el mar y la meseta llevo muchos años haciendo una parada de receso en Torremejía, cercano a Mérida. Y anteayer, paseando por sus calles, volví a ver lo que fue el Palacio de los Mexía, que perteneció a la familia que da nombre al pueblo. Un edificio deteriorado, del que se conservan algunas de las remodelaciones que se han ido haciendo y se hunden en el tiempo. Junto a su portada pueden verse los restos marmóreos de esculturas de la época romana, dedicadas a tres varones togados. Se encuentran adosados -o, más bien, fundidos- a la mampostería que conforma la pared.

Por el 2023 que está a punto de llegar

 

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Mis sellos del centenario del PCE


Intentaron impedir que salieran al público, pero finalmente, desde hace unas semanas, ya están en la calle. A quienes lo promovieron -amantes del nacional-catolicismo disfrazados de abogados cristianos- y a quien les siguió inicialmente el juego -una jueza presta a jugar con la ley-, les ha salido el tiro por la culata. La tirada del sello se multiplicó, por lo que se han editado varios cientos de miles de ejemplares. Esta tarde me han llegado los que pedí. Ahora puedo unir uno a  mi colección y los otros dos entregárselos a quien me los ha pedido. Y ya está.

martes, 27 de diciembre de 2022

Avelino González Fraile en 1936: la recuperación de la memoria de un desaparecido de la represión en Salamanca durante la Guerra Civil


Jesús María Montero Barrado (redacción)
Juan-Miguel Montero Barrado (trabajo de campo)


“Triunfó el Ejército en Salamanca y fracasó la Revolución comunista, ofreciéndose a las autoridades militares todos los hombres honrados y de buena voluntad, sin distinción de ideologías, para constituir la milicia cívica-ciudadana y ayudar a las tropas y guardias de Seguridad”.
(Enrique Esperabé de Arteaga, 1941) [1].

“Sí, fueron cinco falangistas (…). Sacaron de la cama a mi marido, que en paz descanse, el pobre, y le plantaron una pistola en el pecho, y allí, delante de él, me violaron. Unos me tenían cogida por los brazos y otros, por las piernas (…). Además nos robaron todo lo que pudieron”.
(Alejandra, viuda de Desiderio, 1979) [2].

“Los asesinos de la memoria han elegido bien su objetivo: quieren golpear a una comunidad sobre las mil fibras aún dolorosas que la ligan a su propio pasado. Lanzan contra ella una acusación global de mendacidad y fraude (...). Pero no me propongo responder a esa acusación global situándome en el terreno de la afectividad. Aquí no se trata de sentimientos, sino de la verdad”.
(Pierre Vidal-Naquet, 1994) [3].


Nota aclaratoria de 2022

Buscando en la página electrónica de la Asociación Salamanca Memoria y Justicia aparece al principio su nombre y una breve referencia a los datos de filiación de la persona que nos ocupa:

“GONZÁLEZ FRAILE, AVELINO (a) "EL RENOVERO". 56 años. Casado con Serafina Vicente Barrado. Natural de Alba de Tormes. Hijo de Eleuterio González y Demetria Fraile. Víctima mortal”.

Luego, pinchando en su nombre, puede accederse a más información, obtenida a través del Registro Municipio de Pedrosillo de los Aires y alguna más que no se cita. No faltan unas Observaciones, que se expresan en los siguientes términos:

“Asesinado en despoblado de la Dehesa de Castillejo, sobre las dos horas aproximadamente, a consecuencia de lesiones por disparos de arma de fuego. Era de una estatura regular, 1,60 m., aproximadamente, corpulento, pelo castaño oscuro canoso, vistiendo sombrero de paño clase regular color café claro con iniciales A. G., chaqueta y chaleco de igual color pardo verdoso y éste aún más, el pantalón de género ligero, cinturón de correa, botas negras de cordones, tapas de goma corta a los tacones, camisa blanca con listas, calcetines negros. Se ha recogido para conservar, el sombrero, el cinturón, la petaca, el pañuelo y un lápiz”. 

Como va a poder apreciarse a lo largo del trabajo que presentamos, no hay nada nuevo de lo que en 2008 ya averiguamos. La salvedad es que por desgracia no pudimos hacer público en su día el producto del esfuerzo realizado. Han pasado 14 años y se ha avanzado mucho en la tarea de recuperar la memoria de esas víctimas que fallecieron como consecuencia de un golpe militar de carácter fascista que actuó despiadadamente. En su mayoría se trataba de gente humilde, trabajadora, esa amplia mayoría social que se atrevió a hablar de de tú a tú a quienes desde décadas y siglos atrás habían sido sus amos, explotadores...

No era el caso de Avelino González Fraile, que era un labrador acomodado y que cometió el pecado de ser republicano y, además, ser buena persona. Creemos que su muerte hay que inscribirla en una doble vertiente: el castigo a quienes se salían del molde pretendido por los perpetradores del plan para acabar con la República, con el componente de ejemplaridad para hacer del miedo la forma de atenazar cualquier atisbo de resistencia; y la apropiación, cuando fuera posible, de los bienes, o de parte de ellos, de las víctimas. Esto es, una doble represión: política y económica.

El título del trabajo hace referencia a la recuperación de la memoria de un desaparecido. No sabemos cuáles pueden ser sus restos ni lo podremos saber: el matrimonio formado por Avelino González Fraile y Serafina Vicente Barrado no tuvo descendencia. Pero creemos que, en sentido amplio, ha habido una recuperación en un doble sentido: conocer dónde fue asesinado y el lugar donde fue enterrado; y, ante todo, sacar a la luz la memoria de quién fue. Quedan, no obstante, cabos sueltos. Uno tiene que ver con la identificación de sus restos mortales. Otro, con los motivos de su asesinato, teniendo en cuenta que su viuda acabó perdiendo el las propiedades que tenían. Por lo demás, decir que aquello que ha resultado imposible recuperar quede como la ignominia de quienes ordenaron su muerte, la llevaron a cabo y la encubrieron.

Y reitero lo dicho con anterioridad: este trabajo es de 2008. Por distintas razones que no vienen al caso, y pese a haberlo intentado, no pudo publicarse. Pasados los años, en el verano de 2020, retomé el intento, llegando incluso a hacer una revisión, teniendo en cuenta que algunos de los aspectos que se reflejaban estaban basados en testimonios orales, careciendo de un soporte documental que lo reafirmase. Ahora, por fin, mi hermano Juan-Miguel y yo hemos tomado la decisión de hacer público el artículo. 

Jesús María Montero Barrado, Barbate (Cádiz), 22 de noviembre de 2022.


Advertencias previas

1

Este trabajo ha sido fruto de una idea que venía gestando desde hacía tiempo, pero que a lo largo de un año aproximadamente se fue precipitando progresivamente hasta lo que ahora se presenta. En la organización que se ofrece de su contenido he preferido mantener el proceso cronológico en la obtención de la información. Si en un primer momento se parte de la simple curiosidad por los orígenes familiares, en este caso por la rama de mi madre, con el tiempo se fue centrando en la búsqueda de información de un pariente lejano al que conocíamos como tío Avelino, que fue asesinado y desaparecido en los primeros momentos de la Guerra Civil. En todo este trabajo he contado con la ayuda inestimable y fundamental de mi hermano Juan-Miguel, que ha realizado una labor de investigación, en gran parte por sus propias iniciativas y en otra pequeña por las indicaciones que le iba haciendo. Sin su labor hubiera sido imposible el resultado que aquí se presenta. No es, pues, mi trabajo, es un trabajo de dos, en el que a mí me ha correspondido la idea y la redacción. No puedo dejar de mencionar también a mi familia, que con sus recuerdos me ha ayudado a refrescar mi memoria y me han aportado datos, algunos de ellos corroborados con testimonios de otras personas. Por último, además de mi propia memoria, conservo algunas notas escritas que fui tomando de las largas conversaciones que tenía con mi madre, cuando acudía a visitarla durante las vacaciones y matábamos el tiempo charlando de todo lo habido y por haber.

Jesús María Montero Barrado, Barbate (Cádiz), 19 de octubre de 2008.


2

Creo que estamos en una etapa apropiada para poder ir sacando a la luz  estos  trabajos que, según mi impresión, son muy importantes para quienes estamos interesados en este tema, que son muchas personas, quizás más de las que pensamos.

Hay algunos casos como este que presentamos, del que hemos tenido que partir de cero por carecer de todo tipo de informaciones, generalmente desconocidas por los familiares más allegados. Muy pocos saben de esta historia, de la vida y muerte del  tío Avelino, que fue sacado de su casa a traición una noche del verano del 36, sin dejarlo vestir, es decir, seguramente con sus calzoncillos pulgueros, que son los que por aquella época utilizaban los labradores y gente del campo.

Como mi hermano Jesús dice en este escrito, ha sido algo que ha ido madurando en su testa durante algunos años, hasta que ha logrado sacarlo a la luz. El  trabajo, desde el principio hasta el fin, seguramente  esté escrito a gusto de mucha gente, porque está dotado de rigor, hechos fehacientes y de una gran información y documentación que se puede observar.

Yo, por mi parte, como su hermano, le he ayudado en lo que podido, dedicando tiempo a viajar, leer documentos y, sobre, entrevistarme con muchas personas. Cuando me propuso colaborar, desde el primer momento comencé a desarrollar el trabajo. Aunque, eso sí, no sin  encontrarme con muchas dificultades, porque la gente no estaba dispuesta a contestar a mis preguntas sobre el tema. Aún mucha gente no quiere hablar de esas cosas y  medida por miedo. Solamente mi argucia, constancia y tesón hicieron que poco a poco llegase a lograr buena parte de la información que  mi hermano  precisaba para terminar un  trabajo  que  con tanta ilusión comenzó.

Juan-Miguel Montero Barrado, Salamanca, 24 de noviembre de 2008.




INTRODUCCIÓN. LA GÉNESIS DE UNA HISTORIA


Recuerdos lejanos de la niñez

Desde niño oí hablar a mi madre del tío Avelino, muerto al inicio de la guerra como consecuencia de “un paseo” a manos de una patrulla de falangistas. Mi madre siempre se refirió al caso como una injusticia contra “un hombre bueno”. El tío Avelino era un pariente lejano de mi madre, casado con una tía lejana por parte de su padre, y a la que se llamaba en casa “abuela” Serafina. El matrimonio había adoptado, además, a una sobrina, llamada Eulalia, que era hija de una hermana de su mujer, la tía Manuela. Eulalia y mi madre, por tanto, eran primas lejanas. Pero para entrelazar más las relaciones familiares, más importante que ese parentesco fue el hecho de que un hermano de mi madre, el tío Manolo, se casara con la tía Eulalia, por lo que las dos se convirtieron también en cuñadas.

En medio de distintos avatares de la vida, las dos cuñadas llegaron a tener una profunda confianza mutua, pese a la diferencia de edad que había entre ambas, ya que mi madre podría tener unos 11 años menos. Después de la muerte del tío Manolo, en 1977, vivieron varios años en los que mantuvieron una relación muy estrecha.

Tras la muerte de su marido la tía Eulalia empezó a ir mucho por casa y siempre dio muestras de cariño hacia el resto de los miembros de mi familia. Ella sabía de mi militancia política en un partido de la izquierda, por lo que estoy seguro que a través de mí, su sobrino pequeño, buscó una complicidad encubierta por algunas similitudes existentes entre mi caso y el de dos de sus familiares más queridos, pues éramos de izquierdas, rojos...

Uno de esos familiares era su propio marido, el tío Manolo, que perteneció junto al otro hermano, el tío Virgilio, a Izquierda Republicana. El otro familiar que sufrió la represión, y esta vez más dura, fue su tío y padre adoptivo, el tío Avelino. La tía Eulalia siempre fue parca en palabras. No me contó detalles de lo ocurrido y yo ni siquiera me preocupé de preguntarle mucho, limitándome a escuchar, pero siempre se refirió a los dos hechos con pena y sobre todo en el segundo, teniendo en cuenta que el destino final fue la muerte despiadada y, como contaré más adelante, intencionada.


El porqué de mi empeño en indagar sobre la muerte del tío Avelino

Desde hace dos décadas ha surgido un movimiento en la sociedad española que busca recuperar la memoria de quienes sufrieron algún tipo de represión durante la Guerra Civil y los años de la postguerra. Es un movimiento que ha calado más en los nietos y las nietas de las personas que vivieron esos acontecimientos[4]. Sus razones son diversas, pero su base se encuentra fundamentalmente en una generación que ha querido saber más de lo ocurrido y para ello está teniendo el empeño de quitar ese manto de silencio y deformación de la realidad que durante los 40 años de dictadura y los siguientes de la Transición se ha levantado. Quienes vivieron la Guerra Civil en el bando perdedor pasaron por la Transición con ánimo conciliador. En parte, por miedo, pero también con la intención de que no se reviviera la violencia vivida en décadas pasadas. Se ha escrito bastante acerca de la actitud de la sociedad española durante los años de la Transición y la preeminencia de la “paz” muy por encima de otros valores como “justicia”, “libertad” y “democracia”[5].

También sobre el comportamiento de los principales partidos parlamentarios, que desarrollaron una política de consenso que culminó en la Constitución de 1978. Pero no es una interpretación unánime. Hay trabajos que plantean otro estado de opinión en esos años, en este caso con unas condiciones más favorable a un cambio político más avanzado, dentro de lo que durante los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición se denominó con el término ruptura democrática[6].

Según ha ido saliendo la información obtenida por las investigaciones de distintas asociaciones de memoria histórica, profesionales del mundo universitario y, justo es reconocerlo, la gran aportación de otras –muchas- personas dedicadas a la investigación histórica y preocupadas por saber más de lo ocurrido[7], me he ido interesando cada vez más por el tema de la represión franquista. No me refiero, en todo caso, al grupo de escritores y publicistas, bien panegíricos iniciales del  régimen o bien los hoy llamados revisionistas, en especial estos últimos porque sus postulados parten de las obras de los primeros, claramente sesgadas e insuficientes en sus fuentes, o de la  negación de hechos documentados[8].

En el caso de Salamanca he intentado conocer más de lo que se ha ido trabajando y publicando. En plena Transición fue muy conocido el reportaje que se publicó en 1979 en la revista Interviú[9] acerca de la represión en la provincia, centrándose en casos concretos de algunas personas y localidades. Sin entrar en el propio carácter periodístico del reportaje, lo cierto es que abrió una especie de caja de los truenos en la medida que sacó a colación un tema que en esos momentos y por distintos motivos no se quería tocar por mucha gente[10].

Hace años, en 1997, se publicó en Salamanca. Revista de Estudios un monográfico con el título Las guerras en Salamanca (ss. XVII-XX)[11], en el que aparecieron varios artículos relacionados con la Guerra Civil de 1936-1939[12]. Excepto el dedicado explícitamente a la represión de la masonería, otros cuatro artículos sólo se centraban en distintos aspectos de la ocupación del poder y los diversos apoyos al bando sublevado, y un sexto artículo lo hacía a la participación salmantina en el bando republicano. Su lectura me resultó interesante por las aportaciones que hicieron al conocimiento de ese momento histórico.

La reedición en 1997 del conocido libro de Ronald Fraser Recuérdalo tú y recuérdalo a otros[13], pionero en nuestro país de la historia oral, fue motivo para que, por distintas razones, procediese a su lectura por mi parte. Salamanca y sus gentes aparecen con frecuencia con referencias a acontecimientos, personajes o en boca de protagonistas y testigos del momento.

En 2001, se publicó el artículo de Santiago López y Severiano Delgado “Víctimas y Nuevo Estado. 1936-1940”[14], en el que se trataba por primera vez de una manera más extensa la represión en Salamanca durante la guerra civil. Lo leí con interés, incluido el listado de personas represaliadas. En él no aparecía el tío Avelino, entre otras cosas porque, entre  quienes se mencionaba, había constancia legal de su registro por motivos como la estancia en la cárcel o el haber sido incluidos en algún proceso judicial.

Al año siguiente se constituyó la Asociación Salamanca Memoria y Justicia, que en su página electrónica tiene expuesta una interesante y variada información sobre el tema, con un listado de víctimas, testimonios personales, artículos de investigación, reportajes periodísticos, etc.[15].

En el mismo 2002 se publicó otro artículo, esta vez de la profesora de la Universidad Complutense Guadalupe Pérez García, titulado “Represión y control social en Salamanca (1936-1939)”[16]. Aunque la autora se centra especialmente en la capital, ha escrito que las primeras acciones represivas en el medio rural se encargaron a grupos paramilitares de “Falange, Bloque Agrario y Acción Popular”, añadiendo que la mayoría de los detenidos en las “excursiones” falangistas eran  ejecutados directamente cerca de los pueblos”. La naturaleza de estas acciones la ha llevado a concluir que “las dificultades documentales y la necesaria utilización de una compleja metodología basada en la memoria oral nos obligan a dejar aquí la represión en el ámbito rural, sin duda mucho más incontrolada”.

En diciembre de 2006 se celebraron unos actos de homenaje a profesores y estudiantes del mundo universitario que sufrieron represalia durante la guerra y los años posteriores. El acto principal tuvo lugar el día 11, organizado por la propia Universidad de Salamanca. Conservo una colección de lo que se publicó por la prensa durante esos días gracias a la generosidad de mi buen amigo Maximiano Vallejo Llamas[17], hijo de un estudiante represaliado.

Más recientemente ha aparecido de Santiago López y Severiano Delgado otro artículo, basado en el antes aludido, con el título “Que no se olvide el castigo: la represión en Salamanca durante la guerra civil”, dentro de la obra colectiva Esta salvaje pesadilla[18]. Lo leí con detenimiento y, dentro de él, el listado de personas represaliadas. Seguía sin estar incluido el tío Avelino, pero en el contenido había algunas novedades. Se hacía un reconocimiento de que “falta mucho por estudiar acerca de la formación y composición de los grupos” o que “los falangistas estaban bien organizados. Alguien les facilitó el armamento o los vehículos con los que desplazaban de un sitio a otro”. Y a continuación se mencionaban tres formas de liquidación física: las “ejecuciones extrajudiciales por paseo”, de las que hay constancia de 159; las “sacas de la cárcel”, con noticia de 135; y las “sentencias emanadas de los consejos de guerra”, que se han contabilizado en 154 durante los años 1936 y 1940[19].

Por la información que teníamos en nuestra familia el caso del  tío Avelino se encontraría en la primera de las formas. Es decir, la de las “ejecuciones extrajudiciales por paseo”. Según los autores del artículo, por la naturaleza ilegal de la represión, la mayoría de los casos resueltos se ha respaldado a través del recuerdo de familiares o personas conocidas[20], siendo una minoría los que tienen respaldo documental o testimonios fehacientes. Y en una nota a pie de página se hace una corrección sobre su artículo anterior de 2002, en la que se decía que “parecía poco probable que hubiera fosas comunes en Salamanca, ya que sólo se había encontrado una”, toda vez que ya se han descubierto varias en la finca de la Pinilla, Terradillos, Sanjuanejo o Pelabravo[21].

A finales de 2007 salió la obra Testimonio de voces olvidadas, coordinada por Enrique Berzal[22] y  cuyo ámbito de investigación ha sido la comunidad castellano-leonesa. Los datos que ofrecen de las personas ejecutadas superan en número los de otros estudios. El capítulo sobre Salamanca, “Nadie preguntará por ellos: guerra y represión en Salamanca”, ha corrido a cargo de Severiano Delgado y Javier Infante, si bien la cuantificación de las ejecuciones la ha expuesto el propio Enrique Berzal, basándose parcialmente en los datos de Severiano Delgado y Santiago López, de manera que las 600 víctimas que éstos han documentado, Berzal las ha  aumentado a unas 1.000, a modo de aproximación, teniendo en cuenta que “buena parte de la provincia queda aún  por investigar”[23]. Delgado e Infante, por su parte, en su clasificación de las víctimas de la represión mencionan un cuarto grupo, “muy heterogéneo”, poco numeroso y de  escasa o nula significación política, del que destacan que “resultaba conveniente retirarlos en una cárcel o aniquilarlos para hacerse con sus bienes”[24]. Por lo que iremos viendo a lo largo del trabajo, coincide perfectamente con el caso que nos ocupa.

Pese a los pasados en que fue editado por primera vez y mis intentos por hacerme con un ejemplar, en el verano de 2008 conseguí leer la novela La grama, de Agustín Salgado[25]. Siendo una obra pionera en el tratamiento de la represión en el campo salmantino durante la guerra[26], en concreto en los pueblos de La Armuña, resulta altamente ilustrativa del ambiente que se vivió en esos años, al utilizar, entre otras fuentes, testimonios cercanos y vivencias propias. Otro salmantino, Manuel Sánchez[27], también describe parte del ambiente represivo, al tener él mismo protagonista del refugio y posterior huida por ser miembro del POUM. Fue una obra que tuve ocasión de leer hace años, quizás a finales de los años 90.

Por último, en la página electrónica del Colectivo Republicano de Euskal Herria existe una sección dedicada a las víctimas de Salamanca, donde aparecen dos  listados: uno, de los fallecimientos debidos a la guerra[28]; y el otro, de los ocasionados por la represión franquista. Están basados en los trabajos de  Santiago López y Severiano Delgado[29], Luis Calvo Rengel[30] y en el archivo de la Asociación Memoria y Justicia de Salamanca.




EN BUSCA DEL TÍO AVELINO


Los primeros pasos

Fue en el verano de 2007 cuando me decidí a dar los primeros pasos en busca del tío Avelino. Empecé a darle vueltas a la idea de encontrar una explicación a la ausencia de su nombre en las distintas publicaciones leídas. En mi familia no sabíamos sus apellidos, pero teníamos dos referencias: el nombre de pila y las localidades por donde podía haber transcurrido su vida. Se trataba de tres municipios y una pedanía, colindantes entre sí: Cuatro Calzadas, principalmente en el término municipal de Martinamor, donde tenía la vivienda y la finca; Martinamor, de donde era la familia de la tía Eulalia; Buenavista, el municipio donde pertenece una parte de Cuatro Calzadas; y Morille, donde vivía parte de la familia de la tía Eulalia.

Como ya hiciera en vida con mi madre y con la tía Eulalia, ahora volví a preguntar a mis hermanos y hermanas sobre los pormenores de su muerte. La información fue prácticamente la misma, sin que inicialmente aportaran más cosas de las ya sabidas. Sí mencionó una de mis hermanas una frase que mi madre repetía mucho, que yo nunca había oído, y que era que su muerte se debió “a los malos quereres”. Siendo consciente de que era necesario un trabajo de investigación directo para poder saber más, le planteé a mi hermano Juan-Miguel la posibilidad de iniciar la búsqueda. De inmediato me facilitó nombres y teléfonos de familiares de la tía Eulalia, más o menos allegados, con el fin de que yo mismo indagara. Hice dos gestiones en el momento, pero no obtuve  frutos. Eso me llevó a replantearme que esa vía iba a resultar difícil por una razón: el acceso a ese tipo de información requiere confianza. Yo no conozco a esos familiares, por lo que presentarme a secas como el hijo de la tía Felisa iba a resultar prácticamente inútil.


La relación del tío Avelino con la familia Barrado

El tío Avelino se casó con Serafina Vicente Barrado. Ésta y su hermana Manuela tenían parentesco con el abuelo Miguel, del que eran primas lejanas. Las dos dejaron Calvarrasa de Abajo y acabaron afincándose en Martinamor. Manuela  lo hizo después de casarse con Daniel Boyero. Este matrimonio tuvo varios hijos y varias hijas, entre quienes estaba la tía Eulalia. Serafina y Avelino se instalaron en Cuatro Calzadas, pero no tuvieron descendencia. En estas circunstancias era costumbre en los pueblos de Salamanca, como ocurría en otras partes de España, la cesión en el seno de la familia de una hija al matrimonio sin descendencia para aliviar la carga familiar, en una parte, y para disponer de una ayuda, en la otra. La forma de hacer esa cesión podía ser la adopción formal o la simple convivencia de hecho. A la tía Eulalia le correspondió esta última situación, lo que no fue óbice para que se sintiera su hija, aunque no hubiera sido adoptada formalmente, ya que en ningún momento perdió sus apellidos de origen, que eran Boyero Vicente. De esa manera su vida acabó transcurriendo en Cuatro Calzadas, donde tenían su casa y sus fincas el tío Avelino y la “abuela” Serafina.

Pasados unos años, a principios de los años 30, la tía Eulalia acabó casándose con el tío Manolo. La forma como se ennoviaron se la contó tiempo en su momento la propia tía Eulalia a mi hermano Juan-Miguel. Al parecer partió de los viajes que hacía la familia a Salamanca desde Martinamor y Cuatro Calzadas, razón por la que pasaban de visita por la tienda de curtidos que el abuelo Miguel tenía en la calle San Pablo y donde trabajaban sus hijos Virgilio y Manolo.

En cuanto a las relaciones entre los distintos miembros de las familias Barrado y Diego tuvieron un grado grande de cordialidad, derivada de la vecindad de las fincas y de los propios lazos  familiares. Desde mi familia se han referido incluso a partidas de cartas que echaban los varones, entre los que estaban los tíos Bonifacio Diego, patriarca de la rama más adinerada de la vía materna de mi madre, el propio Avelino González y Manolo Barrado.


La Guerra Civil en la familia

La Guerra Civil fue un tema muy presente durante el franquismo. La forma que la percibí de niño  derivó en mayor medida de la escuela, pero también de la radio, el cine, la Iglesia, las calles, etc., donde constantemente nos la recordaban. Por ejemplo, la calle donde nací acabó llamándose Alférez Provisional; la avenida donde vivimos desde 1960 llevaba el nombre de Héroes de Brunete, que al llegar la democracia se cambió por el de Filiberto Villalobos; y hasta el nombre del barrio, Salas Pombo, aludía a un gobernador franquista, donde obtuvieron pisos bastantes personas relacionadas con el régimen (excombatientes, funcionarios del Sindicato Vertical, falangistas, etc.). En general, el prisma desde el cual se trató lo relacionado con la Guerra Civil fue de un claro sesgo justificatorio de sus orígenes y su desarrollo. Oficialmente sólo hubo víctimas en el bando vencedor, lo que fue reconocido con la colocación de sus nombres en lugares visibles de los municipios (muy especialmente en los muros exteriores de las iglesias) y se cambió la denominación de muchas calles, plazas, barriadas y hasta municipios. Por el contrario, sobre la gente que le tocó perder se echó un manto de silencio, humillación y oprobio. La visión maniquea y deformadora de la realidad llevó a que las personas que se pusieron del lado de la República fuesen tachadas de todo tipo de desmanes y de vicios. La palabra República era sinónimo de desorden y las gentes que la apoyaron eran consideradas malvadas y, cuando menos, incautas. La palabra rojo fue una de las más utilizadas para designar y denigrar a quienes la habían defendido, por lo que tuvo para mí durante mi infancia un significado negativo.

En casa también se habló de la guerra. Mi padre y mi madre lo hicieron en la mayor parte de las veces desde su apoyo al bando vencedor, pero con mucho cuidado. Su relación con el régimen fue distinta, pues nunca mostraron una ostentación favorable, excepto en todo lo que estaba relacionado con las prácticas y la moral católicas. Repitieron algunas veces a la frase muy recurrente de “en los dos bandos se cometieron atrocidades”. Siendo niño alguna vez oí comentar a mi padre y a otro maestro, compañero suyo  en el colegio Francisco Vitoria, que la violencia de la guerra no fue sólo del bando perdedor, sino del vencedor. Esas palabras me impactaron en su momento, pues, teniendo yo unos 9 ó 10 años, rompían con la idea maniquea que nos habían inculcado desde el principio. Sólo en sus postrimerías la situación cambió, cuando, por la militancia antifranquista y la represión del régimen contra dos de sus hijos, las opiniones de mi padre y mi madre empezaron a virar.

La familia de mi madre era en su mayoría conservadora y de fuerte sentimiento católico. El abuelo Miguel era monárquico y mi madre, influida por el ambiente familiar y del momento, llegó a pertenecer durante la guerra a las Margaritas, la agrupación de mujeres jóvenes del movimiento carlista. Como tal desarrolló una labor en el campo de la enfermería.

Los dos asuntos relacionados con la represión que antes mencioné nunca se ocultaron. Los tíos Virgilio y Manolo habían sido del “partido de Azaña”, como decía mi madre. Sabíamos que los dos sufrieron persecución desde el comienzo de la guerra civil, aunque habría que calificarla de baja intensidad, gracias a la labor desplegada por el abuelo Miguel, que los protegió pagando multas y chantajes económicos, lo que le supuso la pérdida progresiva de parte del patrimonio familiar. Mi madre nos recordó, sin especificar, las fuertes sumas de dinero que tuvo que  pagar su padre, el abuelo Miguel, incluso una vez acabada la guerra. Recordaba con rabia que una de las cosas que se llevaron de la casa de su padre fue “una radio muy buena que costó mucho dinero”.

Al margen de eso, ignoro cuál fue el grado del estigma que los dos tíos sufrieron durante el franquismo por su pertenencia a Izquierda Republicana, tanto en lo público como en lo familiar. Sí recuerdo a mi madre repetir en varias ocasiones la expresión con la que el tío Virgilio se refería a la persecución sufrida: “por una jodida peseta”. Ésa era la cuota que pagaban por su militancia política.

El otro asunto que se trató algunas veces fue el del tío Avelino, el padre adoptivo de la tía Eulalia y al que mataron al comenzar la guerra. Decía mi madre que era “republicano” y “muy bueno”, esto último porque ayudó a mucha gente. Con crudeza nos contaba que fueron a buscarlo por la noche a su casa en Cuatro Calzadas y que cuando dijo a sus captores falangistas que esperaran un momento para poder vestirse, uno le contestó con sorna que no hacía falta.

Tras el asesinato de su marido, la “abuela” Serafina malvendió sus propiedades y se fue a vivir con su sobrina y ahijada Eulalia, en cuya casa acabó muriendo pasados unos años. Por lo que podemos ver, el tío Avelino, a diferencia de los tíos Virgilio y Manolo, que tuvieron el apoyo del abuelo Miguel, no tuvo un protector que pudiera salvarle la vida.


Más sobre el tío Avelino

Tras la propuesta que le hice mi hermano Juan-Miguel en el verano de 2007 y teniendo en cuenta la distancia física que hay entre mi ciudad natal y donde resido, me dediqué a buscar nuevas fuentes de información o a releer varias publicaciones. Mi hermano, por su parte, no se quedó parado. Su inquietud permanente le llevó a seguir buscando y preguntando a familiares durante varios meses. Sin que yo supiera nada todavía, después de Navidad, y viendo los escasos resultados, cambió de estrategia e inició una serie de viajes por varios pueblos, entrevistándose con  personas que podían aportarle información. Durante la Semana Santa ya me habló de sus indagaciones, todavía sin referirse a sus pormenores, aunque anunciándome que estuviera  a la espera, pues estaba a punto de conseguir más e importante información. Al poco me envió por correo los primeros datos, que empezaron a ser el punto de partida de una investigación mucho más completa y rigurosa.

El primero de los problemas con el que se topó fue conseguir el nombre completo del tío Avelino. La información que pudo obtener de las llamadas telefónicas y correos electrónicos enviados a familiares fue la misma que ya conocía, salvo dos cosas. Una, que averiguó que la “abuela” Serafina y su hermana Manuela, la madre de la tía Eulalia, se apellidaban Vicente Barrado. La otra, que le informaron acerca de una sepultura en el cementerio de Martinamor donde podían estar los nombres del matrimonio. El 7 de marzo  fue a visitar el cementerio de Martinamor, donde localizó la sepultura de un sobrino de la “abuela” Serafina, muerto en 1933, con una dedicatoria en la que aparecían sus nombres, pero no así sus apellidos respectivos[31]. De este hecho se puede colegir que la sepultura fuese sufragada por el matrimonio y pudiese ser una prueba de la fama de buena persona que tenía el tío Avelino, del que se decía que “hacía mucho bien” y “muchos favores”.

En su empeño por saber más mi hermano se decidió a indagar en los libros de registro municipales, donde fueron apareciendo nombres de la familia de la tía Eulalia, que, por parte del padre, Daniel Boyero Sánchez, eran del pueblo de Martinamor. Entre esos nombres también estaba el de su madre, Manuela Vicente Barrado, cuyo lugar de nacimiento era Calvarrasa de Abajo, el pueblo del que era originaria buena parte de la  familia de mi madre.

Pero sus visitas a Martinamor no quedaron ahí. El 14 de marzo mi hermano logró entrevistarse con un vecino, llamado Roque, que siendo niño conoció al tío Avelino. Le contó pormenores sobre su muerte, algunos de ellos desconocidos en nuestra familia. De esta manera mi hermano supo que su muerte tuvo lugar en el pueblo cercano de Pedrosillo de los Aires, a donde, al parecer, llevaron a otros detenidos de la zona. También supo que el cabecilla de la patrulla que fue a buscarlo por la noche a su casa de Cuatro Calzadas se le conocía con el apelativo de Pepe “el Zampón”, que el grupo provenía de Alba de Tormes y que estaba formado por falangistas. De una forma imprecisa Roque le dijo a mi hermano que el tío Avelino tendría unos 60 años cuando lo mataron, por lo que dedujimos que su fecha de nacimiento podía haber sido en torno a 1880. Volvió a insistir en que era “un hombre bueno” y políticamente  “republicano”. Finalmente le indicó que hablara con Isidro, dueño del Hotel Cuatro Calzadas y actualmente dueño también de la que fue la casa del tío Avelino, situada junto al establecimiento hotelero.

La entrevista con Isidro fue inmediata y tuvo también sus buenos frutos. Ratificó lo que le había transmitido Roque, informándole que la casa y la finca que fueran del tío Avelino fueron adquiridas por Bonifacio Diego, a la vez que se comprometió a averiguar algún detalle acerca de los apellidos del tío Avelino, para lo que le emplazó para unas semanas después. Por último, en lo que acabó siendo algo de mucha importancia, le recomendó que se dirigiera al registro de Alba de Tormes, porque tenía idea de que el tío Avelino procedía de ese municipio. Y allí se presentó el 24 de marzo. De entrada se topó con dos problemas: uno, que el personal estaba en huelga; y el otro, que sólo disponía del nombre de pila. Mi hermano, no obstante esas circunstancias, consiguió que le atendieran y que buscaran en el registro del año 1880. Pero no apareció nada.


Avelino González Fraile, natural de Alba de Tormes

Al cerrarse las pistas que anteriormente se habían ido abriendo, volvíamos a encontrarnos con dificultades, por lo que mi hermano acudió a Manuel Sánchez, párroco de Beleña, que le sugirió visitar el Archivo Diocesano de Salamanca, pero, sobre todo, le dejó un ejemplar del libro Martinamor, un pueblo en la Tierra de Alba de Tormes, cuyo autor es el sacerdote Hilario Almeida[32], nacido en el mismo pueblo. La obra contiene una información muy interesante acerca del tío Avelino, porque, pese a ser escueta, se hacen diversas alusiones a su vida y muerte, así como de otros familiares, como Raimundo Sánchez Boyero y Manuela Vicente Barrado, padre y madre de la tía Eulalia, personas casi desconocidas en nuestra familia. Aparece incluso una fotografía del tío Avelino, su esposa Serafina y su sobrina, e hija acogida, la tía Eulalia.

Según se cuenta en el libro, el tío Avelino nació en Alba de Tormes en 1880, siendo su padre Eleuterio González y su madre Demetria Fraile. Se dice también que se casó con Serafina Vicente Barrado, que el matrimonio residía en Cuatro Calzadas, que no tuvieron hijos e incluso que el tío Avelino llegó a ser alcalde de Martinamor en 1925. No falta una alusión al hecho de que “disponía de una máquina para renovar las semillas de cereales para la siembra”, lo que dio lugar a que se le conociera con el apodo de “el Renovero”. Esto último coincide con la información que nos habían transmitido en casa de que era un agricultor próspero.

Hilario Almeida vuelve a referirse en su libro a lo ya sabido de que era “un hombre bueno” y “apreciado”, pero, dentro del tema que nos ocupa, aporta algunos datos nuevos sobre su muerte. Uno tiene que ver con el lugar donde lo mataron, refiriéndose a “la finca de Castillejos”, que en realidad es Castillejo[33]. Otro dato está relacionado con la fecha en que sucedió, de la que se dice que fue en septiembre de 1936, añadiendo de una manera amorfa que fue “víctima de la situación del momento”. Junto a estas referencias recurrentes de su valoración social o el eufemismo sobre las circunstancias de su muerte, hay dos importantes novedades: una mayor concreción del lugar y del mes de su muerte.

En casa siempre se había denominado la forma de su muerte como  “un paseo” o “en la cuneta”. En cuanto al momento, nos contaban que fue “al comienzo de la guerra” o “en el verano del 36”. Pero, por lo que mi hermano fue descubriendo, en Martinamor se sabía que lo habían matado en el municipio de Pedrosillo de los Aires y posiblemente, como se desprende del libro de Hilario Almeida, que el lugar concreto fue la finca de Castillejo. No eran municipios colindantes, pero sí próximos.

La finca de Castillejo se encuentra en el término municipal de Pedrosillo de los Aires, cerca de la carretera nacional y cerca también del pueblo de La Maya. Según el estudio de Santiago López y Severiano Delgado antes referido[34], esa zona fue de las más castigadas por la represión en los primeros años. Incluso se llega a señalar que entre finales de septiembre y los primeros días de octubre fueron fusilados los detenidos de la Cárcel Provincial procedentes de Pedrosillo de los Aires[35].

¿Tiene algo que ver una cosa con la otra? Lo que parece seguro es que el tío Avelino no estuvo en la cárcel, como se desprende de la información aportada por los registros estudiados y como se desprende de los testimonios que se conocen de vecinos y familiares. Lo más que podíamos conjeturar en esos momentos era que su muerte y la de los detenidos en la cárcel que provenían de la zona podrían haber coincidido en los días. Pero eso tampoco estaba claro. En esos momentos de la investigación era necesario saber más cosas, sobre todo en lo relacionado con las fechas concretas. Lo que resultaba claro es que el pueblo de Pedrosillo de los Aires y, dentro de él, la finca de Castillejo fue un importante escenario de fusilamientos.

Una vez que mi hermano supo el nombre de la finca, y con el fin de confirmar la información, hizo varias llamadas telefónicas aleatorias a gente de Pedrosillo de los Aires, preguntando acerca de los fusilamientos. En varios testimonios coincidieron que sí los hubo en la finca mencionada. De todo ello se puede deducir que en Pedrosillo de los Aires ha sido vox populi ese hecho, al menos entre quienes vivieron o conocieron los sucesos de la guerra.



Primera constancia documental del nacimiento de Avelino González Fraile

Una vez que mi hermano supo del libro sobre la historia de Martinamor, con la ayuda del párroco de Beleña se dirigió a Manuel Almeida, también sacerdote y residente  en Salamanca, logrando que le facilitara el teléfono de su hermano Hilario. Las entrevistas con los dos sacerdotes, realizadas el 1 de abril, resultaron ásperas y estuvieron llenas de desconfianza. En sus  intentos por saber algo más sobre Avelino González Fraile y la fuente de la que obtuvo Hilario Almeida su información, lo más que consiguió fue la indicación de que acudiera al Archivo Diocesano de Salamanca.

Y a ese lugar fue al día siguiente, algo que, no obstante, ya había tenido previsto hacerlo con anterioridad. Y fue en el Libro 112-8 y folio 81 donde apareció que Avelino González Fraile, hijo de Eleuterio y de Demetria, nació el 24 de noviembre de 1879 en Alba de Tormes. Así consta por escrito, aunque el año no coincide con el que se indica en el libro de Hilario Almeida, un error que, en todo caso, no es algo que tenga mayor importancia.

Esta última información me la transmitió mi hermano telefónicamente el mismo día que la obtuvo, por lo que le dije que, teniendo ya los datos sobre el nombre completo del tío Avelino, y sobre el lugar y fecha de nacimiento, sería necesario volver al registro de Alba de Tormes, donde, además de poder confirmar dichos datos, debería estar registrada la fecha de su muerte. Como resulta preceptivo legalmente que se comunique a los registros civiles correspondientes de las cabezas de partido las incidencias de las personas nacidas en cada municipio, entre las que están las defunciones, le insistí sobre la importancia de esa visita.


Los datos del registro civil de Alba de Tormes

El día 3 de abril mi hermano se encontró con el Registro Civil de Alba de Tormes cerrado, no así el día siguiente, en que sí logró su objetivo de obtener varias fotocopias de documentos. Además de unas pequeñas variaciones sobre su nacimiento, lo más importante fue la obtención de una información altamente novedosa, registrada después de su muerte. Pero vayamos por partes.

Según consta en el acta de nacimiento, recogida con el “Número 86” del registro, el tío Avelino nació en Alba de Tormes el día 24 de septiembre de 1879. El nombre de pila que aparece no es, curiosamente, Avelino, sino Aledino, lo que debe interpretarse como un error de trascripción, teniendo en cuenta lo que consta en el Archivo Diocesano y el nombre con el que siempre fue conocido. Su padre, Eleuterio González Casanova, era originario de Entrimo, un pueblo de la provincia de Orense, y se dedicaba al oficio de cantero. La familia materna era, por su parte, de la provincia de Salamanca. Su madre, Demetria Fraile Martín, había nacido en La Maya y se dedicaba a “las ocupaciones de su sexo”, mientras que su abuelo, de profesión ganadero, lo había hecho en Frades de la Sierra y su abuela en Pedrosillo de los Aires.

En el margen izquierdo de la hoja, debajo de su nombre, aparece un escrito que reza lo siguiente: “Hoy 1 de Diciembre de 1936 a instancia y petición verbal de parte interesada se expidió certificación literal de esta acta en un pliego clase 3ª serie B número 0.937.514”, con una firma ilegible.  A mi hermano, como también al funcionario, le llamó la atención este añadido posterior a su muerte.

Después de la visita de Alba Tormes, en la misma mañana, mi hermano viajó a Martinamor y con la ayuda de la alcaldesa y del secretario municipal indagó en el registro municipal sobre el acta de defunción, aunque sin resultado positivo. Luego hizo lo mismo en Buenavista y Beleña, sin que tampoco sacara nada en claro. Pero distinto fue lo ocurrido en Pedrosillo de los Aires, donde tuvo acceso a un acta de defunción que, presumiblemente, pudiera pertenecer al tío Avelino.


En el Registro Municipal de Pedrosillo de los Aires

La consulta en el Ayuntamiento de Pedrosillo de los Aires se dirigió a las actas de las defunciones acaecidas durante el mes de septiembre de 1936. En un principio, todas, menos una, parecía que tenían su nombre correspondiente. La excepción estaba en una que no lo lleva y está registrada en el “Folio cinco” con el “Número 7 de 1936”, en cuyo margen izquierdo se indica lo siguiente respecto a su nombre y apellidos: “Ignorados. Varón, adulto, fallecido el 7 de septiembre de 1936”. Está redactada a las 17:15 horas del día 7 de septiembre de 1936 y pertenece a “un varón desconocido que representa tener primeramente [con dudas] la edad de cincuenta y cinco años”. No consta el lugar de nacimiento, pero a continuación se describen sus rasgos físicos, como “1’70 metros de estatura”, “corpulento” o “pelo negro canoso”, y su vestimenta y algunos objetos personales, como un reloj y parte de un ejemplar del periódico  El Adelanto[36]. Se sigue diciendo que falleció en “el campo, dehesa de Castillejo (...) el día de hoy, siete de septiembre  de mil novecientos treinta y seis, como a las dos horas y treinta minutos, a consecuencia de lesiones por disparos de arma de fuego, según resulta de la declaración facultativa consignada en acta y reconocimiento practicado, y su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de la localidad”.

En ese momento consideramos que pudiera pertenecer a Avelino González Fraile, lo que no resultaba descabellado, en la medida que, siendo el único cadáver del mes de septiembre no identificado, se tenía por desaparecido entre la gente más allegada de la familia tras su detención por el grupo de falangistas. En todo caso, dado la oscuridad que ha rodeado siempre a su muerte, deberíamos tomar esa información como un indicio que no debíamos menospreciar, aunque era necesario corroborarlo.

En esta situación y con estos datos, creyendo que pudiera tratarse del tío Avelino, estuve reflexionando acerca de por qué el cadáver no fue reclamado. Para responderme  a mí mismo argumentaba que  podía resultar un contrasentido en la medida que no constaba en ningún lugar ni su detención ni, por lo sabido hasta ese momento, su muerte. El que no esté su nombre en el registro de la Cárcel Provincial podría probar que no estuvo allí. Pero el que no esté en el registro de Alba de Tormes, donde nació y donde tuvo que haberse comunicado la incidencia, ya es una clara anomalía administrativa. Y el que no apareciera ni en Pedrosillo de los Aires, donde los testimonios habían ido apuntado a que allí fue conducido tras su detención y fusilado junto con otras personas, era más grave todavía. Ya se ha dicho que en nuestra familia, por lo que sabemos por nuestra madre y por la tía Eulalia, siempre se dijo que había desaparecido y de ahí las expresiones “le dieron el paseo” o “murió en la cuneta”. Conviene tener en cuenta que en una cultura como la nuestra resulta de máxima importancia saber dónde se encuentran enterrados los restos de los seres queridos para honrarlos y recordarlos. Por ello, todo resultaba excesivamente raro.

Aun con esa posibilidad me surgieron dudas, de manera que el día 13 abril volví a hablar con mi hermano para que me explicase en qué se basaba para afirmar la posibilidad de que el acta de defunción podía ser el del tío Avelino. Me habló de las dificultades que tuvo para revisar los documentos, siendo el propio funcionario, en un exceso de celo, quien hojeaba el registro, por lo que se limitó a seguirle como buenamente pudo, y sin la posibilidad de indagar con la libertad y el detenimiento necesarios. En parte me dejó tranquilo cuando me dijo que ya había concertado una nueva visita a Pedrosillo de los Aires para el martes 15 de abril y que me tendría al tanto.

Paralelamente, yo mismo envié un correo electrónico a la Asociación Memoria y Justicia de Salamanca, con fecha 14 de abril[37], con la intención de poder obtener más información. La contestación fue rápida en dos correos, el último del 18 de abril. Pero para no adelantarme, prefiero antes detenerme en un hecho de máxima importancia.



Nueva visita a Pedrosillo de los Aires

La mañana del 15 de abril fue el momento y el día en que mi hermano consiguió el acta de defunción. Todo un fruto de su empeño e insistencia, al ser él mismo quien finalmente revisó con más detenimiento los libros de registro, donde, por fin, apareció el documento escrito buscado. De esta manera también se desprendía que el acta de defunción anónima encontrada el día 3 no era la suya.

En el acta de defunción del tío Avelino están escritas dos fechas diferentes y distantes en un año. En el margen izquierdo se numera el folio con el “16 de 1937”, a la vez que se hace constar que pertenece a “Avelino González Fraile - adulto. Falleció el 7 de sepbre 1936” y se indica en la parte inferior “Visitado 31 diciembre 1937. El Fiscal municipal”. En el texto del acta se fecha la inscripción el 8 de octubre de 1937. A continuación se indica la identidad, en la que, además de su nombre, se refiere al municipio de nacimiento, el nombre de su padre y de su madre, y el domicilio “en Cuatro Calzadas, término municipal de Martinamor”. No falta una alusión a su matrimonio, reflejándose el nombre de su esposa, su dedicación a las tareas del hogar y también al hecho de que en el matrimonio “no ha quedado sucesión”. En cuanto a los pormenores de la muerte se ha escrito lo siguiente: “suponiéndose que falleció en despoblado dehesa de Castillejo el día siete de septiembre de mil novecientos treinta y seis, a las dos horas próximamente [sic] (...), a consecuencia de disparo de arma de fuego, según resulta de manifestación facultativa en acta y reconocimiento practicado, y su cadáver había recibido[38] sepultura en el cementerio de la localidad el día de su muerte”.

La inscripción del tío Avelino aparece con diferencias. Se realizó un año después de su muerte efectiva, que, no obstante, se hizo constar en dos ocasiones: en el margen izquierdo y dentro del texto. ¿Por qué ha sido así, cuando, por ejemplo, la persona anónima fusilada también el día 7 de septiembre de 1936 fue inscrita el mismo día de su muerte? Y aquí también cabe unas preguntas que tienen que ver con algo que dejamos antes pendiente: ¿quién pidió verbalmente el 1 de diciembre de 1936 una certificación literal del acta de nacimiento en Alba de Tormes, cuando ni siquiera se había realizado la inscripción de su muerte? ¿Para qué se pidió?

Es decir, coincidiendo con el intento por mi parte de obtener más información, mi hermano había dado con una de las claves de la muerte de Avelino González Fraile: una de las pruebas documentales. En esas actuaciones paralelas entre mi hermano y yo, de los dos correos electrónicos que recibí de la Asociación Memoria y Justicia de Salamanca, en uno de ellos se adjuntaba un archivo en el que aparecía una copia escaneada del registro de defunción de la persona anónima fusilada el 7 de septiembre. Mi contestación, hecha el día 18, aclaraba la situación, y pedía ayuda acerca de los fusilamientos de la finca de Castillejo, además de ponerme a su disposición[39].


Visita a Castillejo y al cementerio de Pedrosillo de los Aires

En su visita a Pedrosillo de los Aires mi hermano estuvo hablando primero con Argimiro Cruz, que fue Alcalde de Pedrosillo de los Aires hasta el año 2007, contándole detalles sobre la represión durante la guerra. La información abundó en algunas cosas ya sabidas, pero también aportando más detalles sobre lo ocurrido a  otras gentes. Le habló de que algunas personas se escondieron en fincas de amigos o de familiares, y de que otras llegaron hasta Francia, sin que se haya vuelto a saber nada de ellas. Para Argimiro Cruz el jefe de la patrulla falangista se llamaba Pepe “el de Alba”, lo que coincidía de hecho con la información de Roque. Dijo también que era de Alba de Tormes y apuntó como dato que estas personas obtenían “ciertos beneficios económicos” por sus servicios, por los que “les daban buen dinerillo por esos trabajos humanos”.

Tras esa entrevista mi hermano se dirigió al que ahora es alcalde del pueblo, Ángel Alonso, que lo acompañó a visitar primero la finca de Castillejo y, más concretamente, el lugar donde se dice que se produjeron los fusilamientos. Posteriormente se dirigieron al cementerio, donde Ángel Alonso le indicó el lugar en el que enterraron a las personas fusiladas. Se trata de un espacio más vacío de sepulturas que resalta dentro del recinto y donde una gran parte de sus cruces han sido levantadas y amontonadas recientemente. También se refirió a que la finca de Castillejo había pertenecido a la casa de Alba, sobre lo que he podido averiguar que fue objeto de expropiación por el IRYDA posteriormente, ya durante el régimen franquista, junto con otras tierras de los municipios cercanos de Salvatierra de Tormes y La Maya, donde llegaron a distribuir algunas tierras de regadío y construir varios poblados de colonización[40].

No obstante, según otros vecinos del pueblo, existe otro lugar donde también se produjeron fusilamientos. Dos versiones que pueden ser perfectamente ciertas al mismo tiempo. En todo caso, los pinos y las encinas fueron testigos mudos durante la noche de la muerte por fusilamiento de varias personas de los pueblos colindantes a Pedrosillo de los Aires. Entre ellas estaba Avelino González Fraile, al que habían -por qué no decirlo- secuestrado en su casa de Cuatro Calzadas para llevarlo no sólo a la muerte, sino al olvido.



Avelino González Fraile, un agricultor acomodado

Mi hermano culminó la jornada del día 15 con la visita a Martinamor, donde una vez más se entrevistó con Roque. Fue una conversación más larga y tuvo mayor confianza. Recibió a mi hermano en el gran patio de su casa y conversaron mientras hacía trasplantes de lechuga u otras tareas. Volvió a repetir muchas de las cosas ya sabidas, pero fueron surgiendo más detalles, como que conoció muy de niño al tío Avelino, dada su edad de 85 años. Lo que sabe de él lo ha ido acumulando en su memoria por lo que ha ido oyendo en casa y en el pueblo a lo largo de su vida.

Roque no supo decir cuándo llegó el tío Avelino a Martinamor ni para qué, pero sí que se casó con Serafina, y que sus hermanas Manuela y Gregoria, que podrían ser de menor edad, lo hicieron después. Sólo Manuela, casada con Daniel Boyero Sánchez,  tuvo descendencia, de manera que Serafina crio a la tía Eulalia, a la vez que Gregoria hizo lo propio con otra hija de Manuela, la tía Excearia. Cuando el tío Avelino llegó a Martinamor se dedicó a la compraventa de tierras, granos y ganado, acabando por instalarse en Cuatro Calzadas, donde tuvo varias fincas. Relacionada con estas actividades estaba la compra de grano, que limpiaba con sus máquinas, para luego revenderlo. De esta manera fue prosperando en su patrimonio personal. Roque no supo decir si se casó con Serafina Vicente Barrado antes o después de asentarse en el municipio.

Esta prosperidad económica, conocida de siempre en nuestra casa y referida en el libro de Hilario Almeida, le permitió tener a dos o tres personas asalariadas de una forma permanente para las tareas del campo, al margen de los temporeros que contrataba en diferentes épocas del año. Tenía, así mismo, un camión, que conducía un chófer, y un coche. Esta descripción nos permite ratificar que la condición social del tío Avelino era la de un labrador rico o acomodado.

Intentando averiguar el partido político al que pertenecía el tío Avelino, Roque sólo supo decir que “era republicano, como otra gente del pueblo”, y que desde la guerra se llamaba a esas personas con el nombre de “los rojos”. Sobre la persona que dirigió el grupo que fue a detenerlo a casa volvió a repetir lo de Pepe “el Zampón”. Contó que iban por la noche en busca de republicanos, “nunca de día, porque trabajaban”. Por esa razón “algunos pudieron librarse, porque al atardecer desaparecían de casa”, aunque no toda esa gente tuvo la misma suerte, pues “hubo algún confiado que fue cogido”.




CONCLUSIONES


Algunos interrogantes

Avelino González Fraile ha sido durante muchos años un desaparecido. Con este trabajo se han puesto de manifiesto muchas cosas desconocidas: dónde lo mataron y dónde lo enterraron, y también quiénes participaron en su muerte y quién acabó adquiriendo sus propiedades. Quisieron también robarle la memoria. Pero se mantuvo durante mucho tiempo por mi madre y por la tía Eulalia, que nos la transmitieron. Con este trabajo se ha buscado que no se olvide lo que hicieron  quienes lo mataron, para su oprobio, si es que viven, y para que no se repitan historias de esta naturaleza. Y ante todo se ha  buscado  que nunca se olvide al que llamábamos tío Avelino.

Me sigo preguntando si su mujer, la “abuela” Serafina, supo de ello. En casa mi madre lo dio siempre por desaparecido. La tía Eulalia nos dijo lo mismo. Caben muchas conjeturas. Una es que, sabiéndolo, sus familiares más allegados lo callaran. ¿Por miedo? Otra, que sólo lo supo la “abuela” Serafina y lo guardó para su sobrina y ahijada Eulalia. ¿Por la misma razón de antes? Otra posibilidad, en fin, es que no lo supieran nunca. Esa duda permanece y pertenece a la naturaleza de su muerte: matar para silenciar. ¡Y qué mayor silencio  que la simple desaparición como base del olvido!

¿Qué se trasluce de todo esto? El acta de defunción es muy clara a la hora de describir las características de la persona fallecida. El eufemismo “lesiones por disparos de arma de fuego”, que esconde el término fusilamiento, es elocuente. La  hora de la ejecución, muy de madrugada, coincide con las prácticas normales en esas circunstancias. En ningún caso se hace referencia a las razones de su fusilamiento ni a ningún tipo de acusación o sentencia judicial. De todo esto se colige que fue un asesinato político alevoso contra una persona que tenía un posicionamiento político republicano. Tampoco nada nuevo, por lo que vamos conociendo que ocurrió en esos años.

Pero ¿hubo algo más? ¿Quién solicitó verbalmente una certificación  literal de su acta de nacimiento en diciembre de 1936, tres meses después de su muerte? ¿Por qué o para qué?  ¿Hubo otras circunstancias?


Para terminar

La muerte de Avelino González Fraile tiene ciertas diferencias sobre las ocurridas en Salamanca durante esos años. Se sabe que la represión se centró principalmente sobre dirigentes políticos y sindicales, y sobre aquellas personas que habían sobresalido en los movimientos sociales, como la reforma agraria y huelgas, o en el mundo de la cultura. Fue una represión que tenía como objetivo descabezar cualquier atisbo de reorganización o resistencia, así como atemorizar a la población, en previsión de que cualquier movimiento de oposición o resistencia pudiera poner en peligro el poder de las nuevas autoridades. Fue un modelo que se aplicó en todas las provincias donde triunfó el golpe de estado militar de julio de 1936 y sucesivamente en las localidades que fueron conquistando las tropas sublevadas. Y aunque la represión en las provincias “fieles” fue menor que en las que mostraron apoyo al gobierno republicano, no se puede despreciar su dimensión. Los datos que se van ofreciendo sobre las víctimas en Salamanca son variables, pero, como está ocurriendo en la mayor parte de las provincias controladas por el ejército sublevado y vencedor, van aumentando en su cuantía[41].

En el acta de defunción del día 7 de septiembre de 1936 el juez municipal de Pedrosillo de los Aires dispone que el cadáver debía ser enterrado en el cementerio de la localidad. Falta por saber dónde exactamente y si quedan los restos. Con los medios actuales se podrían exhumar y hacer los estudios de ADN correspondientes. Pero Avelino González Fraile no tenía descendencia. Habría que acudir a sus familiares de Entrimo, en la provincia de Orense, de donde provenía su padre, o los de La Maya, Frades de la Sierra o el mismo Pedrosillo de los Aires, de donde provenía su madre.

Su caso ha sido el de un desaparecido. Una persona que se sabe que murió, porque lo mataron al principio de la guerra. Por motivos políticos, por republicano y rojo. ¿También por motivos económicos? La represión económica fue otra de las facetas de la guerra y la posguerra. Existen algunos estudios, pocos, sobre la represión económica[42] y a ella han dedicado algunas líneas Santiago López y Severiano Delgado en uno de sus artículos[43], o el propio Severiano Delgado y Javier Infante en otro, con ejemplos de varias familias salmantinas[44]. No hace mucho se ha publicado la novela de Almudena Grandes El corazón helado, basada en la apropiación del patrimonio familiar de un exiliado por un pariente allegado al régimen de Franco. El periodista Carlos Elordi nos ha contado  el caso de una familia que no pudo recibir como herencia los animales que el padre, un cabrero que acabó ejecutado, quiso dejarles[45]. En medio de todo esto hubo junto a la represión física numerosos actos de pillaje más o menos encubiertos. De lo que se trataba era de acabar con lo que los sublevados consideraban un cáncer, pero haciendo el mayor daño posible.



Notas

[1] Esperabé (1941, p. 207).
[2] Montoto (1979).
[3] Vidal-Naquet  (1994, p. 14).
[4]  Rodrigo (2006, pp. 164 ss.) hace un interesante análisis sobre los factores que explican el interés de esta generación por la recuperación de la memoria histórica.
[5] López Pintor (1981, p. 22) y Aguilar (1996, pp. 348 y ss.), que se basan en las encuestas del Instituto de Opinión Pública de 1966, 1975 y 1976; la segunda, además, en los informes FOESSA de 1966, 1970, 1975 y 1981.
[6]  Existen distintos autores que han defendido una versión diferente a la más extendida, fruto del llamado consenso constitucional, como la de Joan Garcés (2008; la edición inicial es de 1996),  Doménech (2003), Navarro (2003),  Vidal-Beneyto (2007), Gallego (2008), etc.
[7]  No voy a entrar en un debate que no creo necesario y que ha suscitado en ocasiones duras palabras. Espinosa (2007, p. 422), que ha trabajado hasta hace poco fuera del ámbito académico, ha llegado a escribir en un tono muy crítico que “la Universidad (...) no tocará este asunto hasta bien entrados los 90. (...): los aspectos sucios del golpe militar recaerán sobre los peones de la historia, es decir, sobre el grupo de investigadores que, por su cuenta propia y cada uno según sus posibilidades, levantarán acta de la masacre y de las dificultades para llegar a conocerla”.
[8] Entre los primeros está Joaquín Arrarás, Ramón Salas Larrazábal (1977) o Ricardo de la Cierva (2008); y entre los segundos Pío Moa (2005), César Vidal, Ángel David Martín Rubio (1997), Jesús Mª Zavala (2004), etc., quienes, como ocurre en otros países (Alemania, Francia, Reino Unido, Austria, etc.), niegan sin ningún rubor hechos históricos irrefutables y orientan sus escritos como meros publicistas, en la mayoría de los casos con un elevado rendimiento comercial. Espinosa (2005) o Reig (2008), entre otros, hacen una crítica razonada y demoledora sobre ese tipo de publicistas. El historiador francés Vidal-Naquet (1994) escribió en 1980 una importante obra hace años rebatiendo los falsos e insostenibles argumentos del “revisionismo” histórico dedicado a la negación del holocausto judío y la minimización de los crímenes nazis.
[9] Montoto (1979); el reportaje, uno dentro de una serie sobre el tema, se ha reproducido en  https://www.foroporlamemoria.info/documentos/2004/interviu_oct1979.htm.
[10] Aguilar (1996, p. 361) ha llegado a la conclusión de que “el recurso al silencio supuso, para muchos, ciertas renuncias que acabaron convirtiéndose en frustraciones, pero se consiguió el objetivo máximo que todos querían conseguir: la consolidación pacífica de una democracia en España”.
[11] Autoría colectiva (1997).
[12] Luis P. Martín, “La otra cara de la Guerra Civil: la represión de la masonería salmantina”; Josefina Cuesta Bustillo, “El espacio y el poder en Salamanca, al comienzo de la Guerra Civil en Salamanca (1936)”; Josefina Cuesta Bustillo, “La Guerra Civil y la militarización del espacio civil en Salamanca (1936-1939)”; María Luisa de Prado Herrera, “La retaguardia salmantina al comienzo de la Guerra Civil: apoyos sociales y económicos a los sublevados”; Fernando González: “Salamanca, el cine y la Guerra Civil”; y Juan Andrés Blanco Rodríguez, “La participación salmantina en el bando republicano en la Guerra Civil”.
[13] Fraser (1997); la primera edición data de 1979.
[14] López y Delgado (2001).
[15] www.salamancamemoriayjusticia.org.
[16] Pérez García (2002).
[17] La colección tiene recogida la información publicada (en forma de reportajes,  artículos de opinión y entrevistas a protagonistas sobrevivientes, familiares  e historiadores) por los diarios salmantinos El Adelanto, Tribuna de Salamanca y La Gaceta; el vallisoletano El Norte de Castilla; y los de tirada estatal El País y El Mundo.
[18] López y Delgado (2007).
[19] López y Delgado (2007, pp. 126-128).
[20] Los autores del artículo hacen un reconocimiento de la labor realizada por el militante socialista Luis Calvo Rengel (Robledo, 2007, p. 126).
[21] López y Delgado (2007, p. 406).
[22] Berzal (2007); la noticia, obtenida de diversas agencias, la localicé por internet en la revista electrónica Rebelión, con el título  “Al menos 14.500 personas fueron ejecutadas en Castilla y León durante la represión franquista”, publicada el 17 de diciembre de 2007.
[23] Berzal (2007, v. 1, p. 18).
[24] Delgado e Infante (2007, v. 1, p. 298).
[25] Salgado (2001).
[26] La primera edición data de 1981, según refiere a este aspecto María Luisa García-Nieto Onrubia en la Introducción de la edición de 2001.
[27] Sánchez (1976); se trata de un libro dedicado a la figura del dirigente del POUM Joaquín Maurín, con quien, además de compartir militancia, coincidió en la cárcel salmantina y mantuvo una posterior comunicación cuando Maurín acabó instalándose en Nueva York tras su excarcelación.
[28] En este listado aparecen dos nombres que me han suscitado curiosidad: uno es el de Felisa Diego García, tía de mi madre, que fue víctima del bombardeo del 25 de enero de 1938; aunque en el listado aparece como herida, por la información  que nos transmitió nuestra madre, falleció como consecuencia de esas heridas; el segundo nombre es el de Elisea González Fraile, también herida en el mismo bombardeo, y cuyos apellidos coinciden con los del tío Avelino. En esos momentos, como es lógico ignoraba la coincidencia de apellidos, porque desconocíamos los del tío Avelino: tampoco es seguro que exista una relación familiar con el tío Avelino, pues la edad de esta mujer era de 27 años, una diferencia apreciable.
[29] López y Delgado (2001).
[30] Se menciona una obra de Luis Calvo Rengel titulada Semilla de libertad, sin que se aporte lugar y fecha de edición.
[31] “Triste recuerdo te dedican tus tíos Serafina y Avelino a su sobrino Juan Boyero, que falleció en Bilbao a los 28 años el día 27 de octubre de 1933, siendo traslados los restos a este cementerio. RIP”.
[32] Almeida (1999, pp. 611, 612 y 659).
[33] El nombre de la finca, que el autor denomina como Castillejos, aparece en los mapas en singular, como Castillejo.
[34]  López y Delgado (2001, p. 248 y ss.) y López y Delgado (2007, p. 144 y ss.).
[35]  López y Delgado (2001, pp. 252-253).
[36] Un poco más adelante se enumeran más detalladamente las pertenencias personales, tales como “la gorra, el cinturón, reloj, monedero, encendedor, bote para el tabaco y lapicero”, de las que se escribió que se han “recogido para conservar”.
[37] Este era su contenido: “Desde hace un tiempo vengo buscando información acerca de un familiar muerto y desaparecido al comienzo de la guerra en Salamanca, del que, poco a poco, voy consiguiendo cada vez más datos. Además de las escasas referencias familiares, ya dispongo de datos documentales, pero siempre insuficientes, porque, como dije antes, es un desaparecido. Por las noticias que tengo lo mataron en la finca Castillejo, en el término municipal de Pedrosillo de los Aires. Me gustaría saber si disponéis información sobre ese lugar como lugar de fusilamientos y, si fue así, de enterramiento”.
[38]  Como el acta de defunción es un impreso  de imprenta, se han corregido a mano las palabras “habrá de recibir” por “había recibido”.
[39] El contenido del correo electrónico que envié a la Asociación el 18 de abril fue el siguiente: “He recibido vuestros dos correos. Llevo unos días pendiente de lo que un hermano mío, que vive en Salamanca, está haciendo en busca del familiar. En efecto, ese acta de defunción lo conozco y precisamente por ser de una persona desconocida sospechamos que pudiera ser del familiar. Pero, hete aquí, que después de las dudas que teníamos mi hermano volvió a ir a Pedrosillo y con la misma fecha encontró este martes el acta de defunción del familiar, que se llamaba Avelino González Fraile. Estoy realizando, con la ayuda de mi hermano, una investigación sobre la muerte del "tío Avelino". Nos hemos topado,  y seguimos así, con muchos problemas. Pero hay una cosa que me gustaría que me dijerais si lo sabéis: el alcance de los fusilamientos en la finca Castillejo de Pedrosillo de los Aires. Como no voy a cejar en mi empeño de averiguar cuanto pueda del familiar (poco a poco voy reconstruyendo su  historia), e indirectamente  de cuantos allí fueran fusilados, si podéis aportarme información, os lo agradecería. Por mi parte estoy a vuestra disposición, así como que os pondré al corriente del resultado del trabajo”. 
[40] En parte apuntó correctamente, pues, como ha indicado el geógrafo Ángel Cabo (1999, pp., 412-413), los poblados de Castillejo (en Pedrosillo de los Aires), Santa Teresa y Santa Inés (en La Maya), etc., hasta un total de ocho en la zona de Alba de Tormes, fueron objeto de colonización y puesta en regadío. Según Roque, la finca de Castillejo en la actualidad ha vuelto a pasar al patrimonio de la casa de Alba.
[41] Enrique Berzal (2007, v. 1. pp. 17-18) ha resaltado que las 6.562 y 6.727 ejecuciones reconocidas, respectivamente, por Salas Larrazábal y Martín Rubio han sido superadas por las investigaciones que se están llevando a cabo, de manera que las estimaciones hechas superan el número de 14.600, de las cuales unas 1.000 corresponderían a Salamanca; y se trata de datos incompletos, porque falta mucho por investigar, sobre todo en los pueblos.
[42] Moreno (1999, p. 345) ha escrito que “nunca podrá ser cuantificado y documentado, en toda su magnitud, el pillaje incontrolado y arbitrario que se llevó a cabo en toda España contra los bienes y enseres de los vencidos”.
[43] López y Delgado (2007, p. 133 y ss.).
[44] Delgado e Infante (2007, pp. 298. y 335 y ss.) mencionan a la familia peñarandina  Ruipérez, que en algunas de sus ramas sufrió la incautación de sus propiedades y la imposición de elevadas multas.
[45] Elordi (2004, pp. 221-222).




DOCUMENTACIÓN: FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA


Archivos, hemerotecas y registros

Archivo Diocesano de Salamanca.
Hemeroteca de la Gaceta de Salamanca.
Hemeroteca de la Universidad de Salamanca.
Registro Municipal de Alba de Tormes.
Registro Municipal Martinamor.
Registro Municipal  Pedrosillo de los Aires.


Bibliografía y hemerografía consultadas

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Otras fuentes de información

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Colección de recortes de prensa con motivo del homenaje en diciembre de 2006 a personas del mundo universitario salmantino represaliadas; materiales cedidos por Maximiano Vallejo Llamas y publicado en los diarios El Adelanto, Tribuna de Salamanca, La Gaceta, El Norte de Castilla, El País y El Mundo.
Colectivo Republicano de Euskal Herría/Euskal Herriko Talde Errepublikanoa. Listados de las víctimas de la Guerra Civil española, “Víctimas en Salamanca”;  www.errepublika.org/listados.htm (consultado el 31-08-2007).
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Otros lugares visitados

Finca Castillejo (Pedrosillo de los Aires).
Cementerio de Martinamor.
Cementerio de Pedrosillo de los Aires.


Fotografías

Juan-Miguel Montero Barrado.
Ángel Hernández.
Familia González Barrado, reproducida en el libro de Hilario Almeida Cuesta.
Jesús María Montero Barrado.



(Imágenes: 1 y 2, familia González Barrado, reproducida en el libro de Hilario Almeida Cuesta; 3, 4 y 6, Juan-Miguel Montero Barrado; 5, Ángel Hernández; 7, Jesús María Montero Barrado).