sábado, 25 de agosto de 2018

Lo que fue un erial












































Mientras paseaba a última hora de la tarde, puse mis pies sobre lo que hace medio siglo estuvo ocupado por la Feria de Muestras, convertida en un efímero escaparate de cartón-piedra del desarrollismo franquista. Situado junto al Prado Rico, que alimentaba las aguas del regato Sabadell, se levantó en muy poco tiempo lo que antes había sido un erial de areniscas rojizas por el óxido de hierro y tapizado por hierbas olorosas, cuya parte sur acababa precipitándose hacia la chopera del río. En el centro del escalón se abría la oquedad natural de la Cueva de las Múcheres.

Allí construyeron varias casetas, un pabellón central, un espacio para la exposición de ganado y hasta una cafetería, que se rodeó de un muro simple de ladrillo pintado de blanco. Durante los días de celebración del evento, en pleno verano, la gente se convertía en la protagonista principal, entre sorprendida y emocionada por el ambiente de "modernidad" que se respiraba. Desfilaba como un reguero de hormigas a lo largo de la vía de acceso construida para la ocasión, a la que se puso el nombre de Avenida del Campo Charro. Llenaba con su presencia cada rincón de la Feria, mirando lo que se ofrecía en cada puesto comercial, escuchando las palabras que pronunciaban quienes los atendían o disfrutando de los animales. Los logos publicitarios de empresas e instituciones daban colorido a todo el recinto y los altavoces, puestos a todo volumen, se encargaban de animar con anuncios y música las horas que estaba abierto cada día.

Pero la feria duró poco. Apenas duró un par de años o, como mucho, tres. Y por ello acabó convirtiéndose en un lugar ruinoso, consecuencia del abandono y de la precariedad con la que construyeron las instalaciones. Para mí, como para otros tantos niños, la calzada interior que lo rodeaba fue un excelente circuito para correr con las modestas bicicletas que disponíamos. Resultaba emocionante bajar a toda velocidad la cuesta de la Avenida del Campo Charro, entrar por la puerta principal girando hacia la derecha, circular cómodamente por el circuito durante la mitad del recorrido y, ante todo, subir la rampa final en curva, que se nos hacía larga y pesada.

Pasados unos años, el Prado Rico desapareció, ocupado en parte por un colegio de educación primaria, y sobre el solar de lo que mi padre solía llamar "la feria monográfica" -ignoro por qué- se fueron construyendo varios edificios universitarios. El primero fue el Hospital Clínico y más adelante empezó a destacar la mole de color rojo de la facultad de Farmacia.