domingo, 19 de agosto de 2018

El manuscrito del tiempo, por las calles de Salamanca
























De nuevo me he reencontrado con el teatro en vivo de las calles de Salamanca. Un escenario excepcional para recrearse en obras que nos llevan a otros tiempos. Esta, y que valga la redundancia, a través de El manuscrito del tiempo. Un título que  alude a la trilogía de Luis García Jambrina Los manuscritos de Salamanca (2008, 2009 y 2019) dedicada, respectivamente, a la piedra, la nieve y el fuego.

Y una obra que busca refundir las tres novelas a lo largo de un recorrido de hora y medio a través de varios rincones de la ciudad: el antiguo arroyo de Santo Domingo, frente al  Convento de San Esteban; lo que fue el antiguo Colegio Mayor de San Bartolomé, que es el actual Palacio de Anaya; el entorno de lo que fue la Iglesia de San Cebrián y su legendaria Cueva de Salamanca; la Catedral Vieja, con la torre de la Nueva de fondo; la plaza conformada por las Escuelas Menores y Mayores, y la Fachada de la Universidad; la fachada de la Casa de las Conchas; la trasera de la Iglesia de San Benito; y lo que fue la Plaza de la Yerba, hoy del Corrillo.

Con la presencia permanente de
Fernando de Rojas (autor de La Celestina), ejerciendo de pesquisidor y buscando por ello siete figuras de piedra y el enigma que representan, van desfilando distintos personajes, reales o literarios, de finales del siglo XV y principios del XVI (fray Tomás de Santo Domingo, Luisa/Lucía de Medrano, la meretriz Sabela, el bufón Francesillo de Zúñiga, la emperatriz Isabel de Portugal…) o de momentos más recientes (Miguel de Unamuno), y se van mencionando a otros relevantes de la historia salmantina (Beatriz Galindo, el príncipe Juan, el emperador Carlos I, el fraile Juan de Sahagún, el poeta Remigio González Adares…).

No faltan tampoco el peso que ejercía la Inquisición, la alusión a los prejuicios sexistas de la educación, el trasfondo de la peculiar vida estudiantil o la presencia de acontecimientos vividos intensamente en la ciudad, como la guerra de las Comunidades o las disputas entre los bandos.

Divertida puesta en escena, buena interpretación, adecuado texto, marco incomparable… ¿qué más se puede pedir?