La poesía a través de la luz
Una mesa en el centro de la habitación. La luz de una bombilla que descompone con su halo los colores y los transforma en sus secundarios. Un espacio que no está cerrado, sino abierto. Una puerta que nos permite ver, al fondo, un mueble pequeño. Todo son diagonales. Y verticalidad. Composición atectónica, sin que rompa la unidad. Ausencia de deformidad, aun cuando lo parezca. Y una perspectiva que, siendo caprichosa, nos ofrece lo principal. Un cuaderno y un lápiz, o acaso un bolígrafo, en el centro, y escorado hacia la derecha un portalápices. La huella de lo escrito. Poesía, quizás. Expuesta para ser leída e iluminada para facilitarlo. Recuerdo. Memoria. La misma que, después de algo más de cuatro décadas, intento recuperar a través de la imagen.