Entre el mar y la meseta
Historia, política, sociología, arte, música, geografía, literatura, pensamiento...
jueves, 25 de abril de 2024
Defender a Pedro Sánchez y al gobierno de coalición es un ejercicio democrático
miércoles, 24 de abril de 2024
Se presenta en Zahara de los Atunes el libro Hija del exilio. El cuaderno rojo de Annie
El libro se gestó a partir de 2006, como una búsqueda personal por conocer mejor el pasado de la familia. Y Annie lo hizo a través de los testimonios directos de familiares, que fue recogiendo en su "cuaderno rojo", y sin que haya faltado la indagación en archivos y hemerotecas de España y Francia. Fue así como fue averiguando cosas desconocidas de su familia, que se vio obligada a huir de la capital malagueña, camino de Almería, por la conocida "carretera de la muerte" en abril de 1937. Uno de los episodios más espeluznante de la Guerra Española, con la población civil como objetivo militar de las tropas sublevadas y sus aliados fascistas de Italia y Alemania, que bombardearon impenitentemente por mar y aire a mujeres, niños y niñas, y personas mayores.
Después de dos años, en su mayor parte pasados como refugiados en el municipio barcelonés de Cerdanyola del Vallès, en febrero de 1939 su madre, sus hermanas y algún familiar más hubieron de pasar la frontera hacia Francia, recalando finalmente en el pueblo de Cazères, situado al sur de Toulouse. Su padre, enrolado en un batallón que tenía al mando al dirigente anarquista Ricardo Sanz, también lo había hecho en el mes de enero, pero en su caso fue internado en el campo de "alojamiento" de Vernet, donde sufrió una situación penosa. Después de distintas vicisitudes, la familia logró reagruparse en 1940 en Cazères y un año después nació Annie.
La lectura del libro resulta entre interesante e impresionante, siendo un testimonio más del padecimiento sufrido por tantas personas durante la Guerra Española, víctimas del fascismo. Escuchar el relato sobre las personas que tuvieron que huir de Málaga nos trajo al presente y concretamente a lo que está ocurriendo en Gaza. Con esas palabras fue como concluyó María José Montero Corominas su disertación, dando lugar después a un animado coloquio.
martes, 23 de abril de 2024
domingo, 21 de abril de 2024
El Zapal de Barbate, en los escritos y la fotografía
Vista general de Barbate en los años sesenta;
en la parte inferior de la derecha, junto a la playa, el Zapal
Este año se cumple el 50 aniversario de la demolición de la barriada del Zapal. Fue concretamente el 22 de noviembre cuando las autoridades locales y provinciales llevaron a cabo el acto simbólico que ponía fin a varias décadas de existencia de un espacio habitado por varios miles de personas, donde la infravivienda y la miseria pastaban a sus anchas. Sobre el origen del nombre hay cierta controversia. En la acepción más extendida se considera que es una derivación, ceceo mediante, de sapal, es decir, un humedal habitado por sapos (1). Antonio Aragón Fernández, por su parte, defiende que provendría del poniente onubense, que, a su vez, lo habría tomado de los lugareños de sur de Portugal, referido en este caso a un lugar de marisma (2). En todo caso, no debemos olvidar la estrecha relación que hubo desde décadas entre los marineros de ambos territorios y Barbate. A ésta recalaban para trabajar, principalmente entre finales de invierno y principios de verano, en las almadrabas de la localidad y de Zahara de los Atunes, si bien con el tiempo algunos acababan instalándose definitivamente en la costa gaditana.
A lo largo del siglo XX, hasta 1970, Barbate fue una localidad de inmigración (3), lo que se tradujo en un espectacular crecimiento demográfico: 3.500 habitantes, en 1923; 6.000, en 1930; 10.700, en 1940; 13.900, en 1950; y 20.300, en 1970 (4). El auge de la pesca, así como la manufacturación y comercialización de sus productos (frescos, en conserva o en salazón), fue atrayendo de una manera creciente población de diferentes localidades. En mayor medida, de las vecinas, como Vejer de la Frontera, Conil de la Frontera o Medina Sidonia; pero también de otras provincias andaluzas, como Huelva, Almería y Málaga; de la costa levantina (en este caso, como empresarios o técnicos de almadraba); e incluso, como ya he referido, de Portugal.
Y es en este contexto en el que van surgiendo asentamientos humanos construidos con urgencia y al margen de las mínimas condiciones de habitabilidad. Aragón Fernández (5) distingue un "Zapal chico", construido en la ribera del río, y el que desde los años veinte se fue desarrollando cercano a la playa a lo la largo de una pequeña pendiente que concluía donde el agua de las lluvias se estancaba y, a veces, con la marea alta afloraba del mar. Su crecimiento corrió paralelo al poblacional, dando lugar a un entramado laberíntico de callejones. Llegó a ocupar una superficie de 4 hectáreas y se ha estimado que llegó a "albergar 3.265 personas, repartidas entre 730 familias instaladas en
678 chabolas" (6). Un número que en los años cuarenta supuso la tercera parte de la población total del municipio.
Siendo el chabolismo un fenómeno similar al de tantas otras ciudades y en diferentes momentos, sobre todo del siglo XX, lo ocurrido en el Zapal adquirió, si se quiere, una dimensión bastante extrema, a lo que hay que añadir su duración. Pese a las tres décadas de bonanza económica conocidas tras la constitución de Barbate como un municipio independiente en 1938, teniendo en cuenta el papel estratégico que jugó en la provisión de proteínas en un contexto de dificultades, las autoridades locales y no locales hubieron de esperar al año 1974 para que se procediera al derribo y desmantelamiento de las infraviviendas que conformaban la barriada.
Y un apunte más: después del medio siglo transcurrido, las autoridades locales que les han ido sucediendo han sido incapaces de urbanizar el extenso solar que, situado en el centro de la localidad, permanece como un testigo mudo de lo que tristemente fue. Las mismas autoridades que tampoco han sido capaces de enderezar el rumbo de un municipio que vivió durante décadas volcado en los recursos del mar hasta 1970, cuando se inició el declive de la actividad pesquera.
La dramática singularidad del Zapal se ha ido reflejando a lo largo del tiempo bien en forma de escritos o bien a través de la fotografía. Y esto es precisamente lo que se pretende en esta entrada, para lo que he seleccionado fragmentos de 13 obras escritas, de distinta naturaleza, que han ido apareciendo desde hace un siglo. Es lo que han dejado patente literatos de la fama de Alfonso Grosso, en su novela Testa de copo y en el libro de viajes A poniente desde el Estrecho (7), y Juan Marsé, autor de Viaje al sur. Sin olvidarme del polifacético barbateño Francisco Malia Sánchez (autor de relatos, poeta, historiador, dibujante...), con su cuento "La araucaria" o el poema "El Zapal". De los medios periodísticos están José Miranda de Sardi, con su crónica del incendio que sufrió la barriada en agosto de 1925 (8), y José Utrera, con la semblanza que dedicó en 1959 desde el exilio al malogrado Juan Caro Marín, víctima con su hermano Manuel de un pistolero falangista una semana antes del golpe militar de julio de 1936. De Fernando Albi se ha recogido un testimonio de interés desde el documento jurídico que sirvió de base argumental para la independencia de Barbate en 1938. José Gilabert Ramos, Lola Orcha Silva o Manuel Varo, por su parte, rememoran retazos del pasado, publicados en el año 2013 en el libro Soltando amarras, conmemorativo del 75 aniversario de la independencia de Barbate. En este libro aparece también un breve guion cinematográfico escrito por Francisco Aragón Correro y que reproduzco en su totalidad, si bien he optado por hacerlo desde el original (9). Y finalmente no falta la aportación desde una óptica histórica, en este caso a cargo de Antonio Aragón Fernández.
Los textos están ilustrados por los trabajos de fotógrafos como José Reymundo González o Albert Ripoll Guspi. El primero, autor de una extensa obra, ha aportado las imágenes más conocidas del Zapal y sus gentes, algunas de las cuales fueron utilizadas en el Expediente de Segregación redactado por Fernando Albi. Y el segundo, que acabó siendo un afamado fotógrafo catalán, fue el joven que, con tan sólo 19 años, acompañó a Juan Marsé en su viaje por varias provincias del sur en el otoño de 1962, captando imágenes que, pese a todo, no dejan de ser inigualables. Otras fotografías, de autoría desconocida, han sido publicadas en los libros de Fernando Rivera Román y Juan Manuel Daza Bernal.
Y para terminar, muestro una pintura del artista Luis Valverde Luna. Se trata del tríptico donde reflejó, a principios de los años noventa, una panorámica desde lo que había sido el Zapal, con las viviendas colindantes ascendiendo por la colina donde se fueron sucediendo, desde siglos atrás, los primeros asentamientos de Barbate. Toda un mirada ajena a la nostalgia, pero deseosa de un futuro merecido aún por llegar.
José Miranda de Sardi: crónica de un incendio (1925)
(...) yo he visto a esos hombres,
templados al rigor de las tempestades, curtidos por el yodo del mar, tostados
por el sol “inmisericorde”, llorar como niños al mirar sus modestos hogares de
pajas, envueltos en la fulgente cabellera del incendio. Sus dantescas figuras,
agrandadas inconmesurablemente por el terrible fenómeno óptico, danzaban como
sombras macabras de un aquelarre medieval, alrededor de las llamas flexibles y
ondulantes que hacían pasto de las chozas humildes, cebándose en los míseros
ajuares.
Fernando Albi: Expediente de Segregación de las aldeas de Barbate y Zahara de los Atunes (1938)
(...) y esto que es general en toda la población, sube de punto en el barrio denominado del Zapal, verdadero aduar marroquí, que contiene una tercera parte de los habitantes de Barbate, apiñados en chozas ediondas [sic], en verdaderas zahurdas, construídas con los materiales más inverosímiles, con pedazos de madera procedentes de envases de pescado, forradas con trozos de lata, dispersas sin orden ni concierto, sin guardar alineación alguna ni ofrecer tan solo aspecto de calle; y en esas covachas, no mayores que una pocilga cualquiera de dimensiones normales, se hacinan sus tristes habitantes, sin distinción de sexos ni de edades, en asquerosa promiscuidad con sus cerdos, con sus asnos, y con los numerosos parásitos que les invaden, llevando en el rostro las taras de la degeneración, las costras y pústulas de las afecciones de la piel, y en sus cuerpos la más espantosa suciedad, consecuencia todo ello de un régimen de vida verdaderamente cruel e inhumano.
José Utrera: "Estampas de mi memoria" (1959)
Frente a las costas africanas, a la izquierda del cabo de Trafalgar, al pie de una hermosa playa se encuentra el pequeño puerto de pesca de Barvate [sic]. Y justamente allí es donde quiero, amigo lector, conducir tu pensamiento y explicarte lo ocurrido. Y hablarte de la industria de este pequeño pueblecito, de sus trabajadores, de su vida y su lucha por el sustento de cada día, pese a la apatía de este mundo sordo a los gritos de un pueblo encadenado a la más espantosa miseria.
En el 'Zapá', el más popular de sus barrios, vive la mayoría de los trabajadores de este puerto. En verdaderas pocilgas; en barracas de madera y latas, con la techumbre de paja. Para las que se precisaría la pluma maestra de Blasco Ibáñez, para describir su trágica silueta.
Su población es de lo más heterogénea, se compone de trabajadores gallegos, asturianos, valencianos, alicantinos y catalanes. Todos ellos arrojados de sus pueblos natales en busca de pan para los suyos, llegaron durante el transcurso de los años 29, 30 y 31.
Juan Marsé: Viaje al sur (1962)
Todo es informe, callejones de medio metro de ancho, manadas de niños semidesnudos, fogones con brasas ardiendo frente a las puertas, niñas preparando la cena; de los agujeros tapados con redes de pescar salen viejas, mujeres, una muchacha con los brazos en alto sujetándose el pelo, y hay hombres, ayudados por toda la familia, aplanando a golpe de martillo las chapas y clavándolas luego en su barraca, hay viejas como muertas sentadas en los bordes del lecho sin hacer, en interiores sombríos y malolientes. Mirar esos interiores significa ver solamente la cama, alguna silla, un aparato de radio, ropa amontonada, y esa vieja inmóvil que peina sus amarillentos cabellos durante horas y horas, sentada en el borde del lecho, como si esperara la muerte.
(...) Como hemos podido comprobar: por esos inmundos callejones avanzan orgullosas, sonrientes y santificadas las nobles damas católicas, las espigadas señoritas de la beneficencia parroquial, avanzan iluminadas entre chiquillos cubiertos de moscas y de costras, entre jóvenes madres que diariamente luchan contra la suciedad y diariamente sucumben, entre viejos pescadores que deambulan como sombras y parecen orientarse buscando la mar. Para estas nobles damas, los niños son siempre los menos esquivos, y ellas acarician los rubios cabellos del más guapo y besan al más feo y al más chiquitín, y le dan a la muchacha que repentinamente se ha hecho mujer -¡Jesús, cómo has crecido!- un jersey usado, pero todavía nuevo, para que cubra mejor esos pechos que empiezan a ser para las dignas donantes motivo de santa preocupación moral, de soterrado escándalo y seguramente de cierta íntima y secreta nostalgia.
Fotografía de Albert Ripoll Guspi
Alfonso Grosso: A poniente desde el Estrecho (entre dos banderas)
(1962)
-Mañana habrá levantada. Hay que despertarse muy temprano: a las cuatro.
-No importa.
-Lo que tiene que hacer ahora es buscar alojamiento. En el pueblo hay tres fondas. Puede ir a El Gallo, que está cerca del Ayuntamiento.
El viajero se despide de los cuatro hombres con un apretón de manos, sale del chamizo y toma la carretera. Las barracas de unos feriantes se alinean a la izquierda, muy próximas a la Ayudantía de Marina. La luna queda colgada sobre las chabolas de El Zapal, el barrio de pescadores con sus tres mil y pico vecinos y su enorme tristeza.
El aire tiene un olor insoportable de excremento humano y de pescado en descomposición.
33º - 7,7' N.
5º - 563 W.
La marea gana la playa, centímetro a centímetro. La serpentina luminosa del lomo de las olas estalla en miles de puntos fosforescentes sobre el plano inclinado de la orilla. En las estrechas callejuelas de El Zapal se van apagando las luces de carburo y acetileno. Suenan en el reloj de la iglesia las campanadas de las cuatro.
Alfonso Grosso: Testa de copo (1963)
Y aquellas casas-habitaciones -chozas de ladrillos, adobe, yeso, recortes de bidones y sacos- sin que pudiera justificarlas, al igual que las otras a centenares, desparramadas a lo largo de la arena de la playa entre el balneario y el puerto, tenían aquella punzada constante de dolor purificador.
Dentro del corazón de aquellos hombres, aquellas mujeres, aquellos niños y aquellos viejos -tantas veces engañados y que continuarían siéndolo a lo largo de los tiempos, alucinados por el espejuelo de las promesas de bienes materiales, como si unos y otros, o ambos a la vez, pudieran ser nunca alcanzados del todo, mientras las células nerviosas de la estructura cerebral siguieran supeditadas al terror, sin habérsele permitido la evolución para encontrar algún día la dicha, o, al menos, la esperanza de ella- existía, sin embargo, la ternura y la comprensión llevada hasta los últimos límites de la naturaleza humana, alcanzada por el dolor de una catarsis regresiva de instintos primigenios de sociedad elemental.
Francisco Malia Sánchez: "La araucaria" (1999)
-Os voy
a contar una anécdota a propósito de esto que dices. Cuando el Zapal era el
Zapal y Barbate era Barbate, los chaveas
nos subíamos por el tronco de esta araucaria para tener una visión más amplia
de la llegada de los barcos. Éramos expertos serviolas sin haber cursado ningún
curso en la Marina. Distinguíamos con exactitud cada barco que entraba por su
perfil, la ubicación del puente, la distancia y la disposición del velamen.
Pero a mi madre, tu bisabuela, maldita la gracia que le hacía vernos
encaramados en lo alto de la araucaria. Un día estrenaba zapatos nuevos,
circunstancia que aproveché par subirme a ver la llegada de los barcos que por
aquel entonces varaban en la misma playa. La bisabuela me pilló justo cuando
estaba en todo lo alto y con unas alpargatas en la mano me rogó que me bajara.
Yo lo hice con prontitud y desesperación con tan mala suerte que se me enganchó
uno de los zapatos en una rama. Mi madre
me dio una soba de muy señor mío y,
además, no permitió que me subiera de nuevo a rescatar el zapato recién
estrenado.
-Así aprenderás a hacerle caso a tu
madre —me dijo.
La conversación siguió por otros
derroteros hasta que la noche empezó a caer suavemente sobre los hombros del
mundo.
Acompañé a Juan hasta su casa y de
regreso contemplé una hermosa luna llena de color limón filtrarse entre las
ramas de la araucaria.
Francisco Aragón Correro: "Cuento del Zapal" (2013)
Exterior. Calle de Barbate -1963-. Día.
Ramona deposita un enorme cajón de madera en la puerta de su casa. Kisko, sentado en el suelo, escucha a su madre:
-Con estos tablones taparemos los boquetes del techo de la cocina. Tú vigila, que voy por el martillo.
Ramona entra en la casa. Kisko se queda solo frente al cajón. Su vecina María, sentada a la puerta de su casa, mira y lo sonríe. Una mujer toda vestida de negro se para junto al cajón, se lo echa a cuesta y desaparece por Llano Amarillo, camino del Zapal. Kisko mira a María. María mira a Kisko. Ya no sonríe. Sale Ramona con el martillo en la mano.
-¿Y el cajón? -pregunta Ramona.
-Una zapaleña se lo ha llevado -le responde María.
Exterior. Calle del Zapal -1963-. Día.
Ramona recorre las laberínticas callejuelas del Zapal. Aprieta con fuerza el martillo y los dientes. Kisko la sigue. En su camino se encuentra perros que les ladran, niños jugando a los trompos y mujeres en sus quehaceres domésticos. Llega a un claro donde la zapaleña trocea el cajón con otro martillo, echando la leña a un brasero.
-¡Deja ese cajón! -grita Ramona.
Amabas se amenazan con los martillos y se gritan sin llegar a los golpes. Mueven los brazos sin tocarse. Alrededor comienzan a concentrarse niños y mujeres que miran cómo las dos se disputan el cajón a gritos.
-Me has robao el cajón y necesito los tablones pa mi tejado.
-Y yo necesito esos tablones pa calentar a mis hijos.
-Ya tiene suficiente pa tu brasero. Me voy a llevar lo que queda del cajón y lo voy a hacer, aunque tenga que machacarte la cabeza o tú me la machaque a mí.
Llega un municipal pidiendo explicación de tanto jaleo.
-¿Qué pasa aquí?
Las mujeres bajan sus martillos y, sin mirar al municipal, contestan a dúo:
-Aquí no pasa nada.
-Pues si no pasa nada, aire, cada una a su casa.
Ramona recoge lo que queda del cajón y se va seguida de Kisko, llevándose los restos del conflicto. Kisko se da cuenta que no se han cruzado con ningún hombre en todo el recorrido de ida y vuelta al Zapal, excepto el municipal.
-Mamá, ¿dónde están los hombres? -pregunta Kisko.
-En los bares y mejor así, porque si hubiera habido hombres esto acaba en tragedia.
José Gilabert Ramos: "Caseta en el Zapal" (2013)
Todo está aquí, en nuestra memoria, como en esta fotografía: las casetas , los callejones polvorientos, los sombrajos, las cortinas de red, las sillas de anea. Pero sobre todo están, enorme carga de humanidad, los habitantes del Zapal. Un pueblo dentro de otro pueblo, un Barbate segregado de Barbate, un espacio singular entre la calle Zapal, la Higüela, la carretera del puerto y la arena de la playa. Ser del Zapal, en aquel Barbate de posguerra, era estar entre los últimos de la escala social de un pueblo que soñaba con el progreso. Ser zapaleño era un sambenito, casi un insulto. El 'Joyo del Zapal' era percibido poco menos que como el infierno de Dante por las personas decentes de aquel Barbate que soñaba con un chalet en el barrio de los patrones.
Lola Orcha Soler: "Mi vida junto al Zapal" (2013)
Para los que vivíamos más arriba de la cuesta, el Zapal era terreno prohibido, no podíamos bajar a jugar a la esquina de abajo, donde justo detrás se levantaban las primeras chabolas. Allí veíamos a los niños 'zapaleños', que era como decir de otra raza, jugando la mar de contentos, vestidos con minúsculos pantaloncitos cortos y nada más en verano, y cubiertos con pequeñas chaquetas de lana que tejían sus madres o hermanas en los cortos inviernos. Eso sí, la mayoría siempre iban descalzos, y jugaban con el agua que manaba de unos grifos que estaban al principio del poblado, o a la pelota en los enfangados callejones del lugar, vigilados de lejos y detrás de las redes de pesca que conformaban las puertas por madres y abuelas que siempre parecían vestidas de negro luto, eternas viudas del Zapal.
Manuel Varo: "El Zapal" (2018)
(Anclado en e Paraíso. [2018]; p. 241-242).
Desde "la Picota" a "la Escalerilla" se precipitaban huertas y deprimentes cercados en estado de abandono, formando unas barreras infranqueables que impedían a sus habitantes ver el norte. Todas las calles hasta llegar a "la Motilla" eran prominentes y sinuosas cuestas descendiendo a lo que parecía el reino de la miseria. Un estrecho paso, como un rio de arena blanca discurría por el fondo del desfiladero entre cuestas y vallados de tuinas, parecía la frontera de aquel desordenado y maltrecho campamento de madera, cartón y hojalata, expuesto al sol como un laberinto gigante de sinuosos callejones, sobre el que volaba la paciencia y se escondía un purgatorio de impotencia para las personas que allí malvivían.
Exceptuando las mujeres que visitaban la capilla de la Virgen de Fátima, diteros, vendedores y personas que por su trabajo u oficio a diario lo visitaban, no todas las personas del pueblo se aventuraban a adentrarse en "el Zapal".
(...)
De noche sólo se apreciaban las pobres luces de los "quinqueles" o mariposas que tímidamente sobresalía por rendijas y boquetes de las casetas, abriéndose paso en la humilde oscuridad que le rodeaba. En algunas zonas un palo negro provisto de armazón de hierro del que pendía una bombilla reclamaba su espacio de claridad, como queriendo demostrar a la noche que había salido ilesa a las piedras de los niños".
Fotografía de José Reymundo González
Francisco Malia Sánchez: "El Zapal" (2023)
Laberinto de miseria es lo que es,
caserones de madera y hojalata,
confusión que aturrulla y arrebata,
que el 'Zapal' es 'la paz' al revés.
Y al derecho, más vueltas no le des.
Si entras, arderás en la fogata,
eterna se te hará la caminata
y no saldrás del Zapal en un mes.
Que 'Zapal' al revés es 'la paz'
interior del anciano y del rapaz,
del hombre maduro y la mujer.
La alegría permanece sin disfraz
en aquel mundo agreste y montaraz
donde se prefiere el ser al tener.
Antonio Aragón Fernández: "El Zapal:
50 aniversario de su desaparición (1974-2024)" (2024)
A pesar de toda la imagen de miseria que
descubren las imágenes en blanco y negro, de niños siempre descalzos, medio
desnudos y muchas veces llenos de piojos; a pesar de las nubes de moscas, de la
desnutrición y del analfabetismo, a pesar de la ausencia de cualquier comodidad
en aquellos antros, podemos leer, en esas viejas y no tan viejas fotos,
directamente en los ojos de sus ocupantes, una dignidad y una entereza admirables.
El orgullo y la casta de una gente que se sabe injustamente destinada a padecer
un aciago destino. Ignorados por la agenda oficial, después de todo ya se había
encargado la represión de inutilizarlos como preocupación para la buena
sociedad, languidecía la vida en el barrio, tranquilas las conciencias porque
el adjetivo 'zapaleño' designaba antes a un pobre, que a un delincuente.
Notas
(1) Atatué (1999, p. 115).
(2) Aragón Fernández (sin fecha).
(3) Florido del Corral (2002, 176-177).
(4) Montero Barrado (2022).
(5) Aragón Fernández (sin fecha).
(6) Aragón Fernández (2024).
(7) Esta obra se publicó por primera vez en 1990, si bien data de 1962; según Lucía Montejo (2004, p. 112) la autoría la compartió con Manuel Barrios; como se indica en la contraportada del libro, su título original fue Entre dos banderas y no pudo publicarse por haber sido "rechazado por la censura".
(8) No he podido acceder al ejemplar de El Heraldo de Barbate donde se publicó esa crónica; un fragmento de la misma aparece en el trabajo de Malia Sánchez y Aragón Fernández (1988, p. 128).
(9) Existen algunas variaciones del texto original sobre lo publicado en el libro Soltando amarras; ignoro las razones por lo que se hizo así, pero finalmente, por sugerencia del autor, he preferido el texto de la primera versión.
Publicaciones de referencia
Fernando Albi (1938). Expediente de Segregación de las aldeas de Barbate y Zahara de los Atunes. Barbate, Imprenta Baro; p. 11.
Francisco Aragón Correro (2013). "Cuento del Zapal", en en Rivera, Malia y Daza, Soltando amarras. Barbate, El Tío de los Aullíos; pp. 134-135.
Antonio Aragón Fernández (sin fecha). "El Zapal: un barrio de chabolas en Barbate", en Estampas del Barbate Viejo (https://www.estampasdelbarbateviejo.es/137684712.html).
Antonio Aragón Fernández (2024). "El Zapal: 50 aniversario de su desaparición (1974-2024)", en Viva Barbate, 27 de marzo (https://vivabarbate.es/barbate-cultura/1613654/el-zapal-50-aniversario-de-su-desaparicion-1974-2024/).
Atatué, Grupo de Trabajo (1999). El habla de Barbate y sus zonas. Cádiz.
David Florido del Corral (2002). Un siglo de política e instituciones pesqueras en Andalucía.
Sevilla, Junta de Andalucía/Consejería de Agricultura y Pesca.
José Gilabert Ramos (2013). "Caseta en el Zapal", en Rivera, Malia y Daza, Soltando amarras. Barbate, El Tío de los Aullíos; p. 146.
Alfonso Grosso (1971). Testa de copo. Barcelona, Seix Barral; pp. 40-41.
Alfonso Grosso (1990). A poniente desde el Estrecho (entre dos banderas). Sevilla, Rodríguez Castillejo Editor; pp. 49-50.
Francisco Malia Sánchez (1999). "La araucaria", en Barbate ha sido invadido por la pimienta y otros relatos. Málaga, Klan Destino Ediciones, 2004; pp. 41-42.
Francisco Malia Sánchez (2023). "El Zapal", en Azul y verde. Cádiz; p. 37.
Francisco Malia Sánchez y Antonio Aragón Fernández (1988). "José Miranda de Sardi, periodista y poeta: su papel en la independencia de Barbate", en Autoría Colectica, Cuadernos de estudios de Barbate y su comarca. I. San Fernando, Asociación Cultural Círculo Amigos de Barbate.
Juan Marsé (2020). Viaje al sur, con fotografías de Albert Ripoll Guspi. Barcelona, Lumen; pp. 206-207.
Lucía Montejo Gurruchaga (2004). "Alfonso Grosso y la literatura de viajes de los años sesenta: dos miradas a las tierras andaluzas", en revista Philologia Hispalensis, n. 18. Madrid, UNED (https://institucional.us.es/revistas/philologia/18_1/art_8.pdf).
Jesús María Montero Barrado (2022). "Barbate, entre el horizonte y la realidad de la Segregación (1930-1948)", en el blog Entre
el mar y la meseta, 26 de marzo (https://marymeseta.blogspot.com/2022/03/).
Lola Orcha Soler (2013). "Mi vida junto al Zapal", en Rivera, Malia y Daza, Soltando amarras. Barbate, El Tío de los Aullíos; p. 124.
Fernando Rivera Román y Juan Manuel Daza Bernal (2004). Barbate. Imágenes de ayer. Málaga.
Fernando Rivera Román, Francisco Malia Sánchez y Juan Manuel Daza Bernal (2013). Soltando amarras. Barbate, El Tío de los Aullíos.
José Utrera (1959). "Estampas de mi memoria", en revista Nervio, portavoz de la Regional Andalucía-Extremadura de la CNT-AIT; n. 10, abril. París; p. 2.
Manuel Varo [2018]. "El Zapal", en Anclado en e Paraíso; pp. 241-242.
jueves, 18 de abril de 2024
El mural dedicado a la antigua Imprenta Sur malagueña
Paseaba el domingo pasado por las calles de Málaga y en la plaza Pepe Mena me topé con el mural dedicado a lo que, casi un siglo atrás, fue la antigua Imprenta Sur. Propiedad de la familia de Emilio Prados, éste y el también malagueño Manuel Altolaguirre dirigieron hasta 1929 la revista Litoral, tan vinculada a la Generación del 27, y desde ella se imprimieron también algunas de las obras de los componentes del afamado grupo poético. Aunque no fue ese lugar su emplazamiento real, el muro forma parte de la antigua Casa Cuna o de Expósitos, donde se encuentra actualmente el Centro Cultural Generación del 27, que acoge una exposición permanente de las instalaciones de la antigua imprenta. En el mural, coronado por las colores de las hojas y las flores de un jardín vertical, pueden verse las figuras de Emilio Prados, a la izquierda, y Manuel Altolaguirre, a la derecha, mientras que en la parte central se reproduce un texto escrito por el segundo de los poetas:
Nuestra imprenta tenía forma de barco, con sus barandas, salvavidas, faroles, vigas de azul y blanco, cartas marinas, cajas de galletas y vino para los naufragios. Era una imprenta llena de aprendices, uno manco, aprendices como grumetes, que llenaban de alegría el pequeño taller, que tenía flores, cuadros de Picasso, música de don Manuel Falla, libros de Juan Ramón Jiménez en los estantes.
Imprenta
alegre como circo y peligrosa para mi cuando Emilio Prados, tirador seguro,
dibujaba mi silueta en la pared con unos punzones.
Entre
otras cosas, teníamos en un rincón una escafandra de buzo y en la vitrina una
mano de madera articulada, de las que sirven para agrandar los guantes. Son
recuerdos prosaicos. Pero la imprenta era un verdadero rincón de poesía.
lunes, 15 de abril de 2024
Un poema en el Día Internacional del Arte
pero
no soy capaz de encontrar el momento.
¡Han
pasado tantos años desde que os retraté!
Contemplo
vuestras formas,
los colores
que os cubren,
la
luz que llena el espacio donde estáis.
Sí, sois
el arte, la belleza...
¿y también
un deseo de felicidad?
Indago
en la memoria,
me
retuerzo en los recuerdos,
pero
ahí me quedo.
El
motivo se desvanece.
¿Acaso
todo fue una ilusión?
sábado, 13 de abril de 2024
Conmemorando la República a través de 19 poetas republicanas
El 12 de abril de 1931 se celebraron unas elecciones municipales que dieron el triunfo en las capitales de provincia y las principales ciudades de país a las candidaturas de lo que se denominó como conjunción republicano-socialista frente as las monárquicas. Éstas habían ganado en los municipios agrarios y, sobre todo, donde predominaba el latifundio, donde el caciquismo campaba a sus anchas. Fracasaba, de esa manera, el intento por legitimarse planeado por las élites de lo que había sido el régimen dictatorial iniciado en 1923. A partir de ese día surgió una ola de alegría y esperanza a lo largo y ancho del país que desembocó dos días después, el 14, en la proclamación de la República en numerosos municipios, siendo Éibar el primero en hacerlo.
Las mujeres empezaron a cobrar un protagonismo desconocido hasta entonces, abriendo una senda que supuso el reconocimiento desde una óptica feminista, de nuevos derechos civiles. Afloraron mujeres talentosas en el campo cultural (la literatura, el periodismo, la enseñanza, el ensayo, la música, el arte, la interpretación teatral…) y atrevidas en aspectos como el feminismo, las relaciones libres, la orientación sexual…. Ya en los años anteriores bastantes de ellas formaron parte de círculos en los que las perspectivas progresista y feminista iban de la mano, iniciando la disputa por el espacio público. Fue el caso de las conocidas como "Sinsombrero", algunas de las cuales están presentes en la selección de poemas que se propone: Dolores Arana, Luisa Carnés, Rosa Chacel, Ernestina Champourcín, Marga Gil Roësset, María Teresa León, Concha Méndez, Josefina de la Torre O María Zambrano. Concha Méndez y Ernestina Champourcín formaron parte de la Generación del 27, pero han permanecido ocultas entre los varones.
En su mayoría provenían de familias de clase alta o ligadas al mundo de la cultura, teniendo en común un exquisita y polifacética formación, que incluía, además de los estudios universitarios o los idiomas, lo artístico. Clemencia Miró y Josefina de la Torre, en el mundo de la música. Marga Gil Roësset y Rosa Chacel, en las artes plásticas. Precisamente la segunda se casó con el artista Timoteo Pérez Rubio, que durante la guerra fue el responsable de la custodia y el traslado de las principales obras de Museo del Prado a Suiza, ante el temor de ser destruidas por los bombardeos de la aviación fascista. Y en algunos casos hasta destacaron en la practica deportiva, como ocurrió con Concha Méndez y Anna Martínez Sagi. Sólo tres, Luisa Carnés, Lucía Sánchez Saornil y Concha Zardoya, eran de origen humilde, lo que no impidió que hiciesen todo lo posible para que la escritura estuviera entre sus dedicaciones principales. Algunas asumieron un compromiso de solidaridad con los grupos populares y sus luchas para mejorar sus condiciones de vida. María Teresa León, Luisa Carnés o María Enciso se vincularon al comunismo, Lucía Sánchez Saornil o Anna Martínez Sagi lo hicieron al anarquismo, y otras, como Rosa Chacel o Concha Zardoya, reflejaron en sus poemas su sensibilidad social.
Los poemas que se presentan han formado parte del acto político-cultural que IU de Barbate ha organizado el día 12 abril, con el título "Poetas republicanas". Para ello ha contado con la colaboración de componentes del grupo de teatro La Aurora de Barbate, que han procedido a recitar los 19 poemas de otras tantas poetas. Por mi parte, me ha correspondido la tarea de seleccionarlas, preparar las imágenes y presentar el acto, informando sucintamente sobre cada una de las auroras y dando a entender el sentido de los poemas y las imágenes propuestas.
De su apuesta por los valores republicanos pasaron, a partir de julio de 1936, a su defensa frente al fascismo levantado en armas. Los poemas escritos durante el conflicto bélico son una muestra de lo ocurrido. Uno de ellos, el escrito por Carmen Conde, nos trae al presente de Gaza y la muerte de los niños y las niñas víctimas de los bombardeos aéreos. El triunfo de los militares sublevados hizo que durante cuatro décadas se perdieran las conquistas conseguidas. Y personalmente lo pagaron caro, porque estas mujeres sufrieron la cárcel, el exilio hacia otros países, la depuración y/u ostracismo profesional, el exilio interior, las frustraciones familiares...
Se trata de mujeres poco y/o nada reconocidas en la labor cultural que desarrollaron, y en su mayoría han sido olvidadas. Por eso es necesario sacarlas a la luz y reivindicarlas.
1.
NACE UNA ESPERANZA EN UN NUEVO TIEMPO
Primavera
¡Toda la primavera
dormía entre tus manos!
Iniciaste en un gesto
la fiesta de las rosas
y erguiste,
enajenada,
esa flecha de luz que
impregna los caminos.
¡Toda la primavera!
Fervores del instante
transido de capullos,
gracia tímida y leve
del perfume sin rastro,
caricias que
despiertan el sexo de las horas.
Brotaron de tus
palmas en éxtasis gozoso
los trinos y las
brisas. Y tu ademán secreto
despertó en rubores
la pubertad del mundo.
¡Todo vino por ti!
Porque tus manos lentas
ciñeron brevemente mi
carne estremecida,
porque al rozar mi
cuerpo
despertaste una flor
que trae la primavera.
(Ernestina Champourcín)
2.
Mujeres atrevidas, transgresoras…
Mi falda de tres volantes…
Mi falda de tres
volantes
y mi blusa
desprendida,
qué bien me adornan
andares
y brazos del aire
libre.
¡Cómo se ondea mi
falda
desde el volante
primero
perseguida curva
eléctrica
hasta la rodilla
firme!
Y mi blusa
desprendida
viento y calma, sol y
sombra,
cómo juega y se
persigue
desde el hombro a la
cintura.
¡Ay qué me gusta
mirarte
espejito biselado,
cristales de las
esquinas,
gafas de los
estudiantes!
¡Qué bien me veo
pasar
remolino de las
brisas
pequeña y grande,
confusa
huella blanca en el
asfalto!
(Josefina de la Torre)
¡Bésame!...
¡Bésame!
Traga la luna
y lávate la cara.
Se enroscó mi alegría
en los flecos
de la madrugada.
¡Bésame!
Traga la luna
y lávate la cara
antes que nazca
la mañana.
(Dolores Arana)
Recuerdo de sombras
Sobre la blanca
almohada,
más allá del deseo,
sobre la blanca
noche,
sobre el blanco
silencio,
sobre nosotros
mismos,
las almas en su
encuentro.
Sobre mi frente
erguido
el exacto momento,
dices que en una
sombra
vives en mi recuerdo.
Síntesis de las
horas.
Tú y yo en movimiento
luchando viva a vida,
gozando cuerpo a
cuerpo.
Dices que en estas
sombras
vives en mi recuerdo,
Y son las mismas
sombras
que están en mí
viviendo.
(Concha Méndez)
El beso
¿Qué puñales de luna
qué dardos acerados
abren mi cuerpo frío
y me penetran ciegos?
¿A qué vértigos puros
a qué cuencas recónditas
a qué cielos efímeros
a qué vastos incendios
hechizada y demente
me conduce tu beso?
El corazón al rojo
ha marcado certero
la huella perdurable
de este minuto
intenso.
Olvidar. Olvidar
todo el pasado
muerto.
Sentirse florecer
el corazón y el
cuerpo
y en una tierra
virgen
resucitar de nuevo.
¿Qué puñales de luna
qué dardos acerados
abren mi cuerpo frío
y me penetran ciegos?
¿A qué vértigos puros
a qué cuencas recónditas
a qué cielos efímeros
a qué vastos incendios
hechizada y demente
me conduce tu beso?
(Anna María Martínez
Sagi)
Perspectiva
Sobre un fondo de
Trianón… No.
Siglo XX.
Rascacielos. Espíritu en
atalepsia.
New-York. La obsesión
del “yo”.
Freud. Asepsia.
Nueva versión del
histerismo.
Ya no hay Dama de las
Camelias.
Ya todos los lagos
sirven al nudismo.
Ya no tienen donde
morir las Ofelias.
El corazón bien
amordazado
y esposado por
“policemen”.
El arte deshumanizado
y la humanidad
también.
Panorama de la
post-guerra.
Dólares. Cinismo.
Estragos.
La banca del
sentimiento cierra:
Está en suspensión de
pagos.
Galería y taquilla.
Sólo prestarle
importancia a la
cifra y la cabeza.
Siglo XX. ¡Qué
esfuerzo cuesta darle
a la vida un poquito
de belleza!
(Elisabeth Mulder)
Brindo por ti, amor…
Brindo por ti, amor.
Brindo por mi amor por ti,
amor.
Brindo por las hazañas que
haré, amor.
Para mostrar que mi amor es
verdadero amor.
(Zenobia Camprubí)
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de
las cosas!
... Que mi palabra
sea
la cosa misma,
creada por mi alma
nuevamente.
Que por mí vayan
todos
los que no las
conocen, a las cosas;
que por mí vayan
todos
los que ya las
olvidan, a las cosas;
que por mí vayan
todos
los mismos que las
aman, a las cosas...
¡Intelijencia, tú,
dame el nombre exacto
y tuyo
y suyo y mío de las
cosas!
(Marga Gil Roësset)
(Dcha: retrato de Zenobia Camprubí por Marga Gil Roésset)
Muerto al nacer
No aurora fue. Ni
llanto. Ni un instante
bebió la luz. Sus
ojos no tuvieron
color. Ni yo miré su
boca tierna...
Ahora, ¿sabéis?, lo
siento.
Debisteis dármelo. Yo
hubiera debido
tenerle un breve
tiempo entre mis brazos,
pues sólo para mí fue
cierto, vivo...
¡Cuántas veces me
habló, desde la entraña,
bulléndome gozoso
entre los flancos!...
(Ángela Figuera)
3. MUJERES CON UNA
MIRADA SOLIDARIA
Huelga en el puerto
(Teatro, fragmento)
¡Camaradas!
Que mi voz llegue a los obreros,
haga parar a todos los obreros de España,
del norte, su, del este y del oeste.
Que mi voz corra a las aldeas,
a los pobres trigales y los grandes cortijos,
despertando a sus hombres, poniéndolos de pie,
tendiéndoles la mano a los obreros rojos del puerto de
Sevilla.
¡Camaradas!
Que los ferrocarriles no circulen,
que se paren los barcos, frías sus calderas,
que las ciudades teman detenidas
y los burgueses tiemblen, escondidos, mudos en los
sótanos,
y revienten de angustia ante las puertas que aprisionan
las cajas de los bancos.
Mirad de sangre de sus crímenes,
sangre obrera salpicando los rostros de los niños,
provocando la ira de los trabajadores, llamando a gritos
a la lucha,
al frente único de todos los obreros de España,
del norte, su, del este y del oeste.
¡Huelga!
La sangre pide huelga.
¡Huelga!
¡Camaradas,
por solidaridad con los obreros rojos del puerto de
Sevilla!
(María Teresa León)
Los marineros
Ellos son los que
viven sin nacer a la tierra:
no les sigáis con
vuestros ojos,
vuestra mirada dura,
nutrida de firmezas,
cae a sus pies como
impotente llanto.
Ellos son los que
viven en el líquido olvido,
oyendo sólo el
corazón materno que les mece,
el pulso de la calma
o la borrasca
como el misterio o
canto de un ámbito entrañable.
(Rosa Chacel)
Ritual del pan
(…)
Mas, oh pan, tu
beneficio
difícilmente alcanza
a las familias proletarias,
a los pastores y a
los gitanos.
Tu posesión es lucha
que marca
en los brazos huellas
exactas.
Por ti el barrendero,
el metalúrgico,
el albañil, el
linotipista,
deforman sus días,
malgastan potencias y
olvidan poemas.
Tu abrazo duele y tu
victoria cansa.
Oh pan, tan sencillo,
tan sin esfuerzo,
tan iluminado como
eres,
por qué te VENDEN en
los comercios,
por qué manchan tu
memoria,
por qué ofenden tu
miga,
los hombres burgueses
que acaparan los trigos?
Por ti para sentirte
desnudo
en la mesa manchada
de grasa,
para que te
mordisqueen los niños,
los obreros van a las
cárceles.
Escucha, oh pan, este
temblor subterráneo,
este ansia de ver el
sol,
que se agita en los
pechos trabajados.
Quieren ser cuerpos
verdaderos,
hombres verdaderos,
montañas, mariposas,
aire.
Quieren viajar sin
aviones,
en barcos de gran
tonelaje y con música.
Quieren jugar a ser
pintores, poetas,
y olvidar el aire fatal
que hasta aquí
respiraron
en las fábricas de
las Sociedades Anónimas.
Oh pan, álzate como
un puño,
erguido, heroico,
tremolante.
Elévate como un puño,
junto al puño del
proletario,
levantado hasta el
cielo,
para ganarte,
para reclinarte sobre
un mantel limpio
que contemple las
rosas del jardín,
los cuadros, el
piano, las estatuas…
(Concha Zardoya)
(Dcha: "La sorpresa del trigo, de Maruja Mallo)
Himno de Mujeres Libres
Puño en alto mujeres
de Iberia
hacia horizontes preñados
de luz
por rutas ardientes,
los pies en la
tierra,
la frente en lo azul.
Afirmando promesas de
vida
desafiamos la
tradición;
modelemos la arcilla
caliente
de un mundo nacido
del dolor.
Qué el pasado se
hunda en la nada.
¡Qué nos importa el
ayer!
Queremos escribir de
nuevo
la palabra mujer.
Adelante, mujeres del
mundo,
con el puño elevado
al luz.
Por rutas ardientes,
¡adelante
de cara a la luz!
(Lucía Sánchez Saornil)
4.
MUJERES QUE MIRAN Y SUFREN LA GUERRA
¿Visteis a las palomas detenerse…?
¿Visteis a las
palomas detenerse y quedar extáticas entre sus alas, a mitad del vuelo?
¿Y escuchasteis como
los ríos se alzaron sobre sus rodillas, soplando raíces de árboles negros?
¿No sentisteis el
dolor del trigo, como olor de senos calientes, en medio de la tarde doblada?
¡Era que morían los
niños entre las bombas de los aviones, bajo los obuses de los cañones del odio!
(Carmen Conde)
Oh, tierra, abre tus brazos…
Oh, tierra, abre tus
brazos
y a tu entraña vayan,
para nacer en bosques
de silencio,
estos hijos que
mueren en plena
sed de vida, en un
ímpetu claro
de victoria.
No habrá bastantes
campos
ni bastantes coronas
y laureles,
para labrar sus fosas
y recoger su sangre,
todos son héroes y su
angustia pura.
Las aguas llevan su
dolor y quejas,
toda la España
huellas
de sus pasos,
y en cada roca queda
hincado
un grito, y en cada
valle
un cántico.
En estas noches
claras,
recostadas en ancha
paz idílica,
un frenesí de muerte
se derrama,
acoge, madre-tierra
estos soldados
y pide a las
estrellas
la eternidad de sus
lejanas lágrimas.
(Clemencia Miró)
Dolor de carne…
Dolor de carne,
entraña estremecida,
frío puñal del aire
atravesado,
se ha prendido
gimiendo en tus esquinas
y el rostro herido y
dulce te ha besado
Silencio y soledad.
El aire envuelve
el lúgubre cantar de
tus heridas,
ramas de un árbol, al
aire levantado,
troncos que fueron de
una luz nacidos,
raíces que el dolor
ha ensangrentado.
Almería del dolor y
de la muerte,
nombre sencillo de
todos ignorado,
una esquina del
mundo, silenciosa,
viviendo su dolor
triste y callado.
la florecida y
andaluza playa
que sueña, el corazón
enamorado.
(María Enciso)
La mujer de la maleta
(cuento, fragmento)
Sólo la mujer
aquella, de madera, no parecía sentir el peso de su maleta. Sus pies avanzaban
rectos, su cuerpo flaco cortaba la niebla y su boca parecía obstinadamente
cerrada.
Sus compañeras habían
vaciado (el saco y la cesta) del pobre bagaje. Ropa y calzado cayeron sobre la
carretera. Botes de leche y de carne rodaron luego hacia la cuneta… Pero la
marcha seguía siendo angustiosa. Un velo helado endurecía los pies y las manos,
y empapaba las pupilas.
Sólo la mujer extraña
no se quejaba. Sólo su maleta estaba intacta y sus pulmones, enteros. Su pecho
no jadeaba y sus hombros se erguían, mientras que en las gargantas de las otras
la fatiga ponía un dogal y sus cabezas menudas iban desapareciendo entre los
hombros.
(Luisa Carnés)
(Dcha: fragmento de una fotografía de Hazen Sise durante "la Desbandá" de Málaga en febrero de 1937)
Romanza de las
rejas
Entre este pórtico y
la romanza de las rejas, hay un puente. Lo pisé en Melilla siendo una chamaca.
El primer año, solo
quise morir; incrustarme en aquellas mismas piedras rezumantes de morbo. La
muerte se hizo sorda.
El segundo año quise
vivir, salir, abrazar, así, con fuerza, con todas mis fuerzas, con mi sangre, a
mis dos pequeñas cachorrillas que seguían enronqueciendo llamándome.
El tercer año,
después del consejo de guerra, fui condenada.
El cuarto año me
adapté a la cárcel. Alguien me llevó libros. Recuperé mi herencia. Leí.
En el quinto año…
¿cómo fue? Sí. Un día sentí deseos de escribir. Había publicado dos novelas, de
niña prodigio; artículos de prensa de Madrid y Barcelona. Era escritora,
también por herencia. Lo iba a ser, por
necesidad.
5.
LA REFLEXIÓN DE UNA PENSADORA
El agua ensimismada
El agua ensimismada
¿piensa o sueña?
El árbol que se
inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se
sueñan?
El mármol fue ave
alguna vez;
el oro, llama;
el cristal, aire o
lágrima.
¿Lloran su perdido
aliento?
¿Acaso son memoria de
sí mismos
y detenidos se
contemplan ya para siempre?
Si tú te miras, ¿qué
queda?
(María Zambrano)
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