lunes, 31 de mayo de 2021

Con Chile, en la "Canción del Poder Popular"

En septiembre de 1970 Salvador Allende ganó las elecciones presidenciales en Chile, aunque hubo de esperar al mes siguiente para que el cargo fuera ratificado por el Senado, donde la Democracia Cristiana optó por respetar el resultado de las urnas. Una de las iniciativas que se tomaron ante la nueva situación fue la elaboración del disco Canto al programa. El autor del texto y de las letras de las canciones fue Julio Rojas, salvo la del himno "Venceremos", obra de Claudio Iturra. La música estuvo compuesta por Luis Advis y Sergio Ortega, y la interpretación -magistral- corrió a cargo del grupo Inti Illimani. El disco lo formaban 23 canciones, cada una de las cuales estaba dedicada a un aspecto concreto del programa electoral, estando, a su vez, entrelazadas a través de un texto a modo de narración

Una de las canciones -que en realidad es la primera- lleva por título "Canción del Poder Popular" y fue musicada por Luis Advis. Una preciosa pieza, cuyo arranque con el sonido melodioso de una quena acompañada de charango y bombo, que continúa a lo largo de los tres minutos siguientes, nos abre la puerta al mundo de las emociones. Su letra reza así:

Si nuestra tierra nos pide
tenemos que ser nosotros
los que levantemos Chile,
así es que a poner el hombro.

Vamos a llevar las riendas
de todos nuestros asuntos
y que de una vez entiendan
hombre y mujer, todos juntos.

Porque esta vez no se trata
de cambiar un presidente,
será el pueblo quien construya
un Chile bien diferente.

Todos, vénganse a juntar,
tenemos la puerta abierta
y la Unidad Popular
es para todo el que quiera.

Echaremos fuera al yanqui
y su lenguaje siniestro.
Con la Unidad Popular
ahora somos gobierno.

Porque esta vez no se trata...

La patria se verá grande
con su tierra liberada.
Porque tenemos la llave
ahora la cosa marcha.

Ya nadie puede quitarnos
el derecho de ser libres
y como seres humanos
podremos vivir en Chile.

Porque esta vez no se trata...

Hace siete meses, en medio de la campaña del plebiscito por una nueva constitución chilena, el grupo Palimpsesto hizo una nueva versión de la canción. Para ello adaptaron la letra a la nueva situación política, para lo que tuvieron en cuenta el nada menos que medio siglo transcurrido:

Si nuestra tierra nos pide
tenemos que ser nosotros
los que levantemos Chile,
así es que a poner el hombro.

Vamos a llevar las riendas
de todos nuestros asuntos
y que de una vez entiendan
hombre y mujer, todos juntos.

Porque esta vez sí nos toca
cambiar la Constituyente,
será el pueblo quien construya
un Chile para la gente.

Todos, vénganse a juntar,
tenemos la puerta abierta.
Constitución Popular
es para todo el que quiera.

Echaremos fuera al yanqui
y sus neoliberales.
Con la Unidad Popular
seremos todos iguales.

Porque esta vez sí nos toca...

La patria se verá grande
con su tierra liberada.
Porque tenemos la llave
ahora la cosa marcha.

Ya nadie puede quitarnos
el derecho de ser libres
y como seres humanos
podremos vivir en Chile.

Porque esta vez sí nos toca...

Después del apoyo abrumador que hubo en el plebiscito de octubre para que se convocara una Convención Constituyente y después de los recientes resultados en las elecciones para formar dicho órgano, nada mejor que escuchar las dos versiones de la "Canción del Poder Popular". 

En Chile se ha abierto una puerta a la esperanza, de manera que está a punto de acabar la herencia que dejó la dictadura militar en forma de constitución neoliberal. Y ojalá, como anunció el presidente Salvador Allende aquel fatídico 11 de septiembre de 1973, puedan, por fin, abrirse las alamedas por donde paseen las mujeres y los hombre libres. Por Chile, por América Latina y por todo el mundo.

domingo, 30 de mayo de 2021

El monumento en Madrid dedicado a los novios de la muerte


En septiembre pasado, con motivo del centenario de su nacimiento, la revista digital CTXT le publicó un artículo dedicado a la Legión. Su autor, Luis Gonzalo Segura. El título, "Las sombras de la Legión, '¡lo mejor de la historia de España'". Y su contenido, muy atrevido. Porque hablar del Ejército con sentido crítico en este país sigue siendo un tema bastante tabú. Y la Legión es parte del Ejército. Lo de "lo mejor de la historia de España" en el título alude a unas declaraciones de Margarita Robles, a la sazón ministra de Defensa. Luego, a lo largo del texto, se hace un repaso de algunas de las hazañas de ese cuerpo del Ejército que fundaron José Millán Astray y Francisco Franco Bahamonde: las torturas, las decapitaciones y el empleo de armas químicas en la guerra del Rif; las mutilaciones de prisioneros o cadáveres en la represión de Asturias; las mutilaciones y violaciones durante la Guerra Civil; el refugio que supuso para oficiales nazis tras la Segunda Guerra Mundial; y hasta las denuncias de torturas y crímenes de guerra en Irak. Hazañas de quienes hacen ostentación de ser novios de la muerte cuando cantan su himno.

Luis Gonzalo Segura es un militar valiente. Y no lo digo por su valor en el combate, que ignoro, sino por su palabra. Ha sido por esto último por lo que hace unos años, en 2015, fue expulsado del Ejército. Lo que decía no gustaba a sus superiores y eso, en una institución donde prima la disciplina jerárquica, es algo que se acaba pagando. Desde entonces se dedica a escribir -en realidad, ya lo hacía con anterioridad-. Libros y artículos en la prensa. Y también concede entrevistas. La pluma y su voz, como medio de denuncia. Porque fue esto último lo que hizo que fuera primero castigado y finalmente defenestrado. Por hablar de la corrupción, el machismo, el franquismo... en la institución.  

He sacado a colación al artículo de Luis Gonzalo Segura porque en Madrid, por iniciativa del gobierno de su Ayuntamiento, está previsto erigir un monumento dedicado a la Legión, cuyo autor es Salvador Amaya, basado, a su vez, en un boceto del pintor Augusto Ferrer-Dalmau. La escultura, de 3'5 metros de altura y hecha en bronce, y la peana sobre la que iría colocada se elevarían hasta los 6'32 metros. Se ha elegido para ello la Plaza de Oriente. Uno de los lugares preferidos de la dictadura. Fue allí donde Franco, en septiembre de 1975, se dirigió por última vez a sus huestes y denunció una nueva conspiración comunista y masónica. Era el momento en que el mundo se movilizaba contra las condenas a muerte de varios militantes antifascistas. Se cumplieron cinco de ellas, aunque, es verdad, fueron las últimas. Morir matando, pues apenas dos meses después acabó expirando entubado sobre una cama. 

Hace unos años leí La forja de un rebelde, de Arturo Barea. En su segunda parte, La ruta, nos lleva a África, al Rif. Sí, a la colonia española instalada en el norte del continente para gloria de sus mandamases y desgracia de los pobres soldaditos que no podían pagar la exención que les libraba de ir a lo que con frecuencia se denominaba como matadero. A Barea le tocó estar allí. Fue testigo directo mientras servía como soldado. Y en su novela nos habla de ese matadero, pero no se olvida de algo importante: que la mayor parte de quienes morían eran esos moritos que luchaban para defender su territorio invadido. En una parte de la novela pueden leerse cosas como éstas:

"Pero ¡los otros muertos! Aquellos muertos que íbamos encontrando, después de días bajo el sol de África que vuelve la carne fresca en vivero de gusanos en dos horas; aquellos cuerpos mutilados, momias cuyos vientres explotaron. Sin ojos o sin lengua, sin testículos, violados con estacas de alambrada, las manos atadas con sus propios intestinos, sin cabezas, sin brazos, sin piernas, serrados en dos. ¡Oh, aquellos muertos!". 

¡Ay de esos mejores! 


(Imágenes: la de la izquierda, tomada en Ejército de Tierra; el resto, en Ctxt).

viernes, 28 de mayo de 2021

Chile: el futuro está abierto tras las elecciones a la Convención Constituyente

Lo ocurrido los pasados 15 y 16 de mayo en Chile, con motivo de las elecciones a la Convención Constituyente, puede considerarse como un paso más del terremoto político que el país lleva viviendo desde hace dos años. Las masivas y sucesivas movilizaciones populares en demanda de la ruptura con el sistema político heredado de la dictadura militar están teniendo consecuencias importantes. El estallido se inició como una respuesta a la subida en el precio del transporte urbano, pero pronto se amplió en todos los órdenes de la vida, ya que, como se gritaba en los espacios públicos, "no son 30 pesos, son 30 años".

La primera de las consecuencias políticas fue que el presidente Sebastián Piñera se vio obligado a convocar un referéndum para que se iniciara un proceso constituyente. Se abría el camino para poner fin al marco legal que arropaba un modelo neoliberal en lo económico y elitista en lo político. Luego vino, en octubre del año pasado, un triunfo arrollador de quienes defendían el cambio constitucional. Y ahora han sido las elecciones para la Convención Constituyente, cuyos resultados han dado lugar a tales sorpresas, que el país ya no será como antes. A ello debemos unir la convocatoria simultánea de elecciones municipales y para las gobernaciones provinciales, donde también se han dado sonoras sorpresas.

El referéndum de octubre y sus particularidades

El modelo aprobado en el referéndum de octubre estableció algunas particularidades, cuyo contenido y sus repercusiones están siendo de gran importancia. Una es la paridad de sexo/género en la representación, de manera que ninguno se imponga sobre otro. Otra es el número de escaños, fijado inicialmente en 155, pero con un añadido: a los pueblos originarios se les reserva 18 escaños, 9 de los cuales son electivos directamente y los otros nueve se suman a los 155, para dar un total de 164. Por último, se prevé la posibilidad de un bloqueo cuando un tercio de representantes lo solicite, evitando de esta manera que una mayoría, aun cuando sea de hasta dos tercios, se imponga a la minoría.

¿Y qué ha ocurrido finalmente? Vayamos por partes.

La participación y los resultados electorales

De entrada, la participación, que ha sido del 41'5%, lo que se sitúa en unos niveles bajos. Pese a ello, conviene recordar que en las elecciones presidenciales de 2017, donde fue elegido el conservador Sebastián Piñera, se quedó en el 46'7% en la primera vuelta y en el 49% en la segunda. Tampoco se llegó a la mitad del electorado en las elecciones habidas en 2013, cuando fue elegida la socialista Michelle Bachelet. Y en los dos casos, sin una pandemia de por medio.   

En cuanto a los resultados, he aquí un resumen:

Chile Vamos (derecha conservadora): 20'56% y 37 escaños.
Lista del Apruebo (antigua Concertación: Democracia Cristina y Partido Socialista): 14'46% y 25 escaños.  
Independientes por una Nueva Constitución (derecha): 8'84% y 11 escaños.
Apruebo Dignidad (Partido Comunista y Frente Amplio): 18'74% y 28 escaños.
Lista del Pueblo (movimientos sociales e independientes de izquierda): 16'37% y 27 escaños.
Pueblos originarios: 17 escaños.
Otros (independientes de izquierda): 11 escaños. 

Resulta llamativo que Chile Vamos, la candidatura más conservadora y con la presencia de los sectores vinculados al pinochetismo, haya obtenido sólo una quinta parte de los votos, 7 escaños por debajo de los 43 necesarios para poder ejercer el bloqueo

La izquierda, por  su parte, ha sumado alrededor del 35% de los votos y 54 escaños entre Apruebo Dignidad (9 de Revolución Democrática, 7 del Partido Comunista, 6 de Comunes, 4 de Verdes, 1 de Convergencia Social y 1 del Partido por la Igualdad) y Lista Popular (26). 

Las posibilidades que ofrece la Convención Constituyente

Nos encontramos, en primer lugar, ante una derrota sin paliativos de los grupos que han sustentado el sistema, tanto en la derecha conservadora como en el centro/centro-izquierda que representaba la Concertación. El propio Piñera lo ha reconocido y en los medios de comunicación del sistema aún se está viviendo una situación de choque.

En el caso de la derecha conservadora llama atención el hecho de que necesitaría el apoyo del centro o el centro-derecha (los 11 escaños de Independientes por una Nueva Constitución y los 2 de una Democracia Cristiana prácticamente desaparecida) para poder bloquear una posible Constitución avanzada. Eso sin tener en cuenta los apoyos que podría conseguir de los independientes no definidos (11) o pendientes de lo que acabe haciendo el centro-izquierda, bien del Partido Socialista (15) o bien otros grupos menores.

En el otro lado del espectro político, la izquierda, formada en torno a Apruebo Dignidad y Lista Popular, y que ha superado en 6 escaños a la derecha, ha sido, si no la triunfadora, sí la que ha conseguido una representación que puede condicionar que se pueda aprobar una futura Constitución mucho más avanzada que la actualmente en vigor. A ello hay que unir las posibilidades que ofrece la presencia de 18 representantes de los pueblos indígenas, a los que se ha denominado como Pueblos Originales, sin olvidar tampoco el papel que puedan jugar los 12 del Partido Socialista. 

Con respecto a los pueblos indígenas, se trata, de los siguientes: mapuche (con 8 escaños), aimara (con 2), y kawésqar, rapanui, yagán, quechua, atacameño, diaguita, colla y chango (con 1 por pueblo). No debemos perder de vista que la novedad de su presencia proviene de dos factores. Uno es su larga, activa y permanente lucha en la defensa de sus derechos, especialmente la que ha llevado a cabo el pueblo mapuche, si bien, en su conjunto, han participado en las movilizaciones de los dos últimos años. Y el otro factor es que esa reivindicación ha sido defendida  por los grupos de izquierda. Por eso se puede suponer que se acaben sumando a la elaboración de un texto constitucional avanzado, donde tienen muchas cosas que aportar desde una perspectiva alejada de los valores que han sustentado el país desde siglos.

Las elecciones municipales y a las gobernaciones regionales

La información de la que se dispone en este caso es más compleja, pues nos encontramos ante una gran variedad de situaciones. Pero no por ello deja de haber aspectos que llaman la atención, sobre todo en lo relativo a lo obtenido por las candidaturas de izquierda en importantes comunas y regiones. Bien como Frente Amplio o bien en coaliciones más amplias. 

El caso más llamativo quizás haya sido el de la capital, Santiago, en cuya comuna central se ha alzado con el triunfo la candidatura del Frente Amplio encabezada por Irací Hassler, una joven militante comunista. Dentro de la región metropolitana santiaguesa el Frente Amplio ha obtenido también las alcaldías de Recoleta, Maipú, Quinta Normal, San Miguel, Ñuñoa o Til Til. Daniel Jadue ha sido reelegido en Recoleta, pero en esta ocasión de una forma arrolladora, cercana al 70% de los votos. Y Karina Oliva ha pasado a disputar la gobernación al candidato conservador en la segunda vuelta.

En la región metropolitana de Valparaíso, la segunda más poblada del país, el Frente Amplio ha ganado las alcaldías de Valparaíso, Viña del Mar, Putaendo, Quilpué o Villa Alemana. En Valparaíso se ha mantenido Jorge Sharp y la gobernación regional, por su parte, ha pasado a manos del ecologista y activista del agua Rodrigo Mundaca.

El futuro que viene

La grieta abierta hace dos años en el sistema heredado de la dictadura se ha agrandado, de manera que está a punto de desaparecer. Con Pinochet se creó un modelo económico que a lo largo de los años noventa del siglo pasado y loa que llevamos del actual no fue cuestionado ni por los gobiernos de la Concertación de democristianos y socialistas, ni menos todavía por los conservadores de Piñera. 

Eso supuso que la brecha entre riqueza y pobreza se fuera ampliando. Los sectores más desfavorecidos se sintieron impotentes en sus luchas y aspiraciones, mientras en las clases medias en aumento se creyeron el sueño de un mundo idílico basado en la propiedad y el consumo. Mientras tanto, las grandes corporaciones privadas, en la mayoría de los casos ramales de empresas trasnacionales, se fueron apropiando de los ahorros y las pensiones de la gente,  y del suelo, el subsuelo y el agua.     

El país se encuentra ahora dentro de un escenario nuevo, con un horizonte lleno de esperanza para esa mayoría de la población que ha sido castigada por las políticas neoliberales. El siguiente paso estará en las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre. Veremos qué pasa. Como también iremos viendo los resultados de los trabajos que lleve a cabo la Convención Constituyente. 

De lo que no cabe la menor duda es que el futuro de Chile está abierto.

jueves, 27 de mayo de 2021

Hacer de lo común el aire en el que podamos respirar

Durante la Revolución Francesa se acuñó una consigna que se ha hecho muy conocida: liberté, egalité, fraternité [libertad, igualdad, fraternidad]. Una tríada de palabras que con frecuencia, si no en la mayoría de las ocasiones, se pretende disociar. Se hace prevalecer
, así, la primera de esas palabras sobre las otras dos, cuando no convertirla simplemente en la única. Es lo que se defiende desde el liberalismo burgués, una ideología que está cargada de un inequívoco contenido de clase, de manera que la libertad ha acabado siendo reducida a la posesiva libertad de propiedad.

Lo que ocurrió en Francia entre 1789 y 1799 está lleno de enseñanzas, presentes a lo largo de las décadas siguientes. Incluso en nuestros días, en ese país y en el resto del mundo, siguen rondando en muchas cabezas, aunque muchas veces no se tenga conciencia de que así sea. 

En la Convención republicana francesa, allá por junio de 1793, se pronunciaron estas palabras: “La libertad no es sino un vano fantasma cuando una clase de hombres puede dominar por el hambre a la otra impunemente. La igualdad no es más que un vano fantasma cuando el rico, por el monopolio, ejerce el derecho de vida y muerte sobre sus semejantes”. Quien se expresó con esa claridad y rotundidad fue Jacques Roux, uno de los más genuinos representantes de los que por entonces se conocía como enragés (furiosos) y sans culottes (sin calzones), los grupos que mejor reflejaron durante esa revolución las aspiraciones de los sectores populares.

De la misma forma que la libertad sin igualdad se convierte en algo vacío, las dos, a su vez, necesitan de la tercera parte de su tríada: la fraternidad. Pues sólo así será posible que los seres humanos podamos unir solidariamente nuestros destinos sin las estridencias de la explotación, la injusticia, la miseria, la incultura, la intolerancia… 

Es por eso por lo que, desde la perspectiva de respeto hacia los valores de esa tríada de conceptos revolucionarios, debemos situarnos enfrente de quienes sólo se interesan por la libertad para hacer de ella un simple fetiche. Impedir que sea apropiada por quienes disponen de los recursos necesarios para vivir y se los quitan a una buena parte, si no a la mayoría, de los seres humanos. No debemos dejar que eso ocurra y que la libertad quede reducida al arbitrio de una minoría en razón de la riqueza, un color de la piel, un credo religioso, un sexo y/o una orientación sexual...

Para ser libres sólo sirve que nadie deje de serlo y eso conlleva que tengamos la capacidad de desprender la fraternidad necesaria para que podamos ser y sentirnos iguales. Se trata, en suma, de compartir lo que existe, para hacer de lo común el aire en el que podamos respirar socialmente y hacer con ello el ejercicio más humano que pueda existir.

¿Una utopía? Pues claro, pero no por ello irrealizable. Nos lo ilustró Bertolt Brecht en forma de parábola con ese sastre de Ulm que intentó volar -loco le dijeron- y que acabó estrellándose contra el suelo: “Como el hombre no es un ave / -dijo el obispo a la gente- / ¡nunca el hombre volará!”. Y lo hizo también José Saramago en su novela Memorial del convento y la passarola inventada por el cura Bartolomeu Lourenço de Gusmao, esa máquina voladora sobre la que, al morir, dijo como un consejo: “Cuidadla, cuidadla, puede que vuelva a volar un día”.

lunes, 24 de mayo de 2021

El hijo del chófer, de Jordi Amat: un relato biográfico novelado sobre Alfons Quintà


Cuando salió el libro, me imaginé que era una novela. Basada en hechos reales, sí, pero una novela. Luego fui sabiendo más de su contenido y de su género. Nada sabía del autor, aunque su nombre pueda resultar muy sonoro y hasta periodístico. Hace aproximadamente un mes decidí encargarlo (a través de la Gure Liburuak de la editorial Txalaparta, que tan útil me sirve), ha estado en lista de espera de otros libros y circunstancias,  y hoy mismo, después de cuatro días, he acabado de leer el libro. ¡Ah, el autor y el título del libro!: El hijo del chófer (Barcelona, Tusquets, 2021), de Jordi Amat. 

Ha sido un éxito editorial, está claro. Echando un vistazo a su 6ª página, puedo leer que, entre noviembre de 2020 y marzo de 2011, ha llevado nada menos que 7 ediciones. Y leyéndolo, me ha resultado muy interesante y más teniendo en cuenta que se está hablando de Cataluña, un tema atractivo para lo bueno y para lo malo. Pero también -y lo destaco, como gran mérito de su autor. Se trata de un libro muy bien escrito y cuidado en cuanto a su estilo, de manera que su lectura, teniendo un contenido netamente político, donde se mezclan lo biográfico, lo histórico y lo periodístico, parece en la mayor parte de sus 252 páginas un relato novelesco. A veces, vertiginoso. A veces, lleno de suspense. Y siempre, sin que se pierda el hilo argumental.   

Confieso que poco antes de la mitad volví a consultar por la red electrónica acerca de su estilo. Porque, sabiendo que no estaba ante una novela sensu stricto, dudé sobre el género concreto. Historia, periodismo, novela... En algunos lugares el libro ha sido calificado como una novela de no ficción. En otros, de una biografía novelada. No hay duda de que lo político y lo literario se mezclan, y quizás por ello he optado por lo que da título a la entrada: relato biográfico novelado. Pero, sea lo que sea, estamos -repito- ante un trabajo muy interesante y de una calidad literaria -no me duelen prendas decirlo- elevada. 

¿Y de qué va el libro? Tiene como protagonista principal un personaje real, pero de novela: Alfons Quintá. Y como contexto de fondo, coincidente con lo que fue su vida, una sucesión de etapas históricas: el franquismo del desarrollismo, el paralelo catalanismo moderado, la Transición, la consolidación de la monarquía/democracia/autonomía catalana, el pujolismo y su crisis, y el arranque del movimiento soberanista/independentista. Es decir: en lo concreto, un Quintà que es básicamente periodista, aunque en algún momento de su vida, durante un par de años en la segunda mitad de los ochenta, nada menos que... ¡juez!; y como marco de fondo, el catalanismo moderado/conservador, desde Josep Pla hasta Artur Mas, pasando, ante todo, por la figura del cuasi incombustible Jordi Pujol, el mismo que fue un joven opositor al franquismo, que luego pactó durante la Transición con los jerarcas de los restos de la dictadura y que finalmente acabó siendo el personaje hegemón en Cataluña a partir de 1980.

La biografía de Quintà no tiene desperdicio. No voy a entrar en detalles, pues lo mejor es descubrirlos a través del libro. Por su vida fueron pasando desde niño y adolescente, como  hijo del chófer de Josep Pla, personajes como Jaume Vicens Vives, Luis Valls y Taverner, Manuel Ortínez, Josep Tarradellas... y tantos más. Profranquistas, antifranquistas o medio pensionistas. Miembros de la élite catalana que sobrevivieron, se escondieron o se aprovecharon del estado de cosas impuesto durante cuatro décadas. Ese niño y adolescente que, en el seno de una familia desestructurada -con un padre entre vividor, interesado y situado en una atalaya privilegiada-, acabó encontrando, desde su joven madurez, estar en los lugares y los momentos oportunos. 

Su evolución política pasó por ser comunista radical e independentista, comunista del PSUC, comunista maoísta, catalanista tarradellista, pujolista, antipujolista, unionista... Como periodista, estuvo como redactor y/o corresponsal de varios medios; fue el creador del primer programa de radio en catalán, en su magazine Dietari, en la cadena SER; se convirtió en el delegado de El País en Barcelona, destapando a finales de los setenta el asunto Banca Catalana; se erigió en el artífice de TV3, la primera televisión catalana y en catalán; pasó un paréntesis entre periodístico y como miembro de la judicatura; se involucró durante cuatro años en el proyecto fracasado de El Observador; y con el tiempo fue derivando hacia territorios contradictorios, pero lejanos de sus años dorados, como su paso por los diarios El Mundo o Avui

Estamos también ante una radiografía de las élites económicas y políticas catalanas, y de la connivencia de gentes de otros sectores sociales, inferiores, pero que en el devenir histórico van sumándose o situándose, más o menos conscientemente, donde ven la necesidad o la oportunidad. Un mundo donde, con frecuencia, se acaba creando una confusión entre viejas enemistades, nuevas realidades, fantasmas propios y ajenos...  Y, ojo, no es un libro anticatalanista ni tampoco españolista. En el fondo retrata a esas élites económicas y políticas que acaban acaparando lo que les rodea. Las mismas que se adornan de banderas para ocultar lo principal: dominar y explotar, engañando.    

Y en el relato, siempre omnipresente, Alfons Quintà, con sus complejos, brusquedades, desafueros, estridencias o locuras personales. No en vano, fue en diciembre de 2016 cuando acabó con la vida de la que había sido su compañera durante más de dos décadas y de inmediato con la suya propia. ¿Nos suena a algo esto último?      

domingo, 23 de mayo de 2021

Luna, el corazón y los brazos de la fraternidad

Puede que haya llegado tarde en hacer público mi reconocimiento a Luna, pero eso no importa ahora. Esa mujer que en días pasados protagonizó un acto cargado de humanidad y que ha encogido los corazones de tanta gente. La misma que, precisamente por ello, fue vilipendiada, para humillarla, por los agoreros del mal, del odio, de la muerte... Pero Luna son  el corazón y los brazos de la solidaridad, de la fraternidad necesaria que nos permita construir un mundo en el que no sobre nadie.    

sábado, 22 de mayo de 2021

Unamuno y su muerte, en el centro del debate

No he podido ver, por diversas razones, la película Palabras para un fin del mundo, dirigida por Manuel Menchón, realizada en forma de documental y salida a la luz a finales del año pasado. Acabo de leer, sin embargo, el libro La doble muerte de Unamuno, que ha sido escrito al alimón por el propio director y el novelista Luis García Jambrina. Recién publicado, se trata de una ampliación del contenido de lo que puede verse en la película y también una contestación a las reacciones negativas que suscitó desde el primer momento, teniendo en cuenta que el meollo del trabajo de Menchón tiene un claro mensaje: discrepar de la versión oficial, mantenida a lo largo de los años y aceptada casi unánimemente, sobre la muerte de Miguel de Unamuno.

Entre esas reacciones destaca la de Severiano Delgado Cruz que publicó de inmediato el largo artículo "Ramón Mercader en Salamanca: a propósito del documental Palabras para un fin del mundo, de Manuel Menchón". He leído en diversos medios artículos de opinión sobre la película, si bien ha sido en los de carácter conservador donde se ha fustigado con dureza a su director. Joan Juaristi, por ejemplo, ha llegado a decir sobre el posible asesinato que se trata de "una estupidez siniestra".

¿La razón?, haber puesto en duda el relato oficial de la muerte Unamuno. Para ello ha puesto de relieve dos cosas: una, la más novedosa y arriesgada, la figura de Bartolomé Aragón Gómez, profesor universitario y falangista, que fue el único testigo de la muerte del Unamuno, acaecida en su propia casa en la tarde del 31 de diciembre de 1936; y la otra, ya conocida, el secuestro de su cadáver, prácticamente desde el primer momento, perpetrado por miembros de la Falange salmantina. 

En esta entrada me voy a centrar en el trabajo antes referido de Delgado Cruz. Primero, por tratarse de un historiador solvente, autor, entre otras obras, del artículo "Arqueología de un mito: el acto del 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca", aparecido en 2018 y que se ha publicado con posterioridad ampliado como un libro (Madrid, Sílex, 2019). También, porque, independientemente de la opinión que pueda tenerse, su artículo, muy crítico con la versión de la muerte de Unamuno ofrecida por Menchón, no es una mera yuxtaposición de palabras. Y por último, porque me ha sorprendido la virulencia que emplea, teniendo en cuenta que no estamos ante un publicista de la derecha política y cultural, sino ante un defensor de la memoria histórica, tan denostada por quienes forman parte de ese espectro. 

Repito: no he visto Palabras para un fin del mundo, pero su contenido puede traslucirse de lo que se desarrolla en el libro posterior de Menchón y García Jambrina, así como en el artículo de Delgado Cruz. Y, respetando el orden cronológico, empezaré por este último, cuya fecha de finalización es la del 16 de noviembre de 2020. ¿Qué nos cuenta, pues? Veámoslo a continuación.

La valoración que hace Severiano Delgado Cruz de Palabras para un fin del mundo

En el primer punto nos ofrece una síntesis del relato oficial sobre la muerte y entierro de Unamuno, del que dice "que, con variaciones de detalle, ha sido transmitido desde aquellos momentos y ha sido aceptado pacíficamente por los investigadores de toda índole que se han ocupado de este asunto, que no han sido pocos". Para ello se remite, como fuentes, a lo que se publicó esos días en los dos diarios locales de Salamanca: El Adelanto y La Gaceta Regional, y a algunas obras escritas con posterioridad. Concretamente, las de Emilio Salcedo: Vida de Don Miguel: (Unamuno, un hombre en lucha con su leyenda) (1998); Bartolomé Heredia Soriano: "Bartolomé Aragón, último interlocutor de Unamuno, en Naturaleza y gracia: revista cuatrimestral de ciencias eclesiásticas (2000); Francisco Blanco Prieto: Unamuno, profesor y rector de la Universidad de Salamanca  (2011); y Colette Rabaté y Jean-Claude Rabaté: En el torbellino: Unamuno en la Guerra Civil  (2018).

No conviene perder de vista un hecho importante y que Delgado Cruz refleja en su escrito: el relato sintético que hace de lo ocurrido a primeras horas de la tarde del 31 de diciembre, hasta el fallecimiento de Unamuno, está basado en el testimonio de Bartolomé Aragón Gómez, quien, al parecer, redactó como un informe durante la noche del suceso y que luego transmitió al catedrático José María Ramos Loscertales. Meses después, en mayo de 1937, dicho catedrático lo hizo constar en el Prólogo a un libro escrito por el propio Aragón. Es así como lo cuenta Delgado Cruz: 

"A comienzos de mayo de 1937, la librería 'La Facultad' puso a la venta el libro de Bartolomé Aragón titulado Síntesis de economía corporativa con un prólogo de José María Ramos Loscertales titulado 'Cuando Miguel de Unamuno murió', fechado el 16 de enero de 1937, en el que recogía el informe escrito por Aragón horas después del fallecimiento del rector, con algunas aportaciones propias".      

Más adelante, en el punto cuarto, Delgado Cruz dedica la atención a diversos aspectos del documental, tanto formales como del propio contenido, entre los que se encuentran apreciaciones positivas como ésta: 

"Menchón ha conseguido en Palabras para un fin del mundo reunir una meritoria colección de imágenes fijas y en movimiento sobre Unamuno y su época. Uno de los mejores momentos es una bonita evocación del acto del 12 de octubre en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, donde desarrolla unos efectos visuales poéticos y elegantes sobre los muros del Edificio Histórico. En general, la fotografía y los efectos visuales están muy cuidados, al igual que la música y el sonido".

No le faltan apreciaciones críticas, como cuando dice que

"el uso de fotografías y fragmentos de películas, unas veces localizándolas mediante rótulos en pantalla, y otras veces sin ello, hace que el espectador no sepa qué lugar está viendo ni a qué fecha corresponde, lo cual da lugar a equívocos".

Pero en su veredicto final, que en un momento parece que podría ser más que positivo, señala:

"podría haber sido un apreciable documental histórico, pero todo se tuerce al final, cuando el cineasta comienza a exponer su teoría sobre Bartolomé Aragón y su relación con la muerte de Unamuno".

Y es que la mayor parte del artículo está dirigido a fustigar el contenido del documental, al que le reprocha su falta de rigor histórico, bien por errores cometidos o bien por no presentar "prueba alguna de sus afirmaciones". Es por ello por lo que llega a expresas muy categóricamente: "resulta evidente que el cineasta desconoce la historia de Salamanca, tiene graves errores de concepto en lo relativo a la historia de la Guerra Civil y maneja los datos y documentos con una falta de rigor espeluznante".

Delgado Cruz manifiesta que la consideración de Bartolomé Aragón Gómez como sospechoso de haber estado involucrado en la muerte de Unamuno es algo que no tiene sentido. El hecho de que fuera la única persona presente cuando tuvo lugar y que gritara varias veces "¡Yo no lo he matado!", antes de que llegara la otra persona presente en la vivienda, la criada Aurelia, no le merece ninguna importancia.

En relación al papel jugado por el cirujano Adolfo Núñez Domínguez, el facultativo que fue llamado de inmediato por la familia de Unamuno para atenderlo y que determinó como causa de su muerte (una “hemorragia bulbar; causa fundamental arterioesclerosis e hipertensión arterial”), se niega a ponerlo en duda. Para ello alude a su larga trayectoria como republicano y al hecho de haber sufrido una dura represalia económica durante los primeros meses de la guerra, como fue la multa de 75.000 pesetas que el impuso a principios de diciembre.

Como alegato final, el artículo acaba de esta manera 

"no hay nada en Palabras para un fin del mundo que nos permita creer en la existencia de este Ramón Mercader de pacotilla en que Menchón pretende convertir [Bartolomé Aragón Gómez]. No hay nada tampoco que nos haga dudar del certificado de fallecimiento expedido por el doctor Núñez, ni del acta de defunción inscrita en el Registro Civil de Salamanca, ni del desarrollo del funeral y entierro. No hay nada, en suma, en este documental tramposo, que erosione la versión de la muerte de Unamuno consolidada en los libros de historia, que no es la 'versión oficial impuesta por el régimen franquista', sino simplemente el relato de los hechos objetivos".

La respuesta de José Luis García Jambrina y Manuel Menchón en el libro La doble muerte de Unamuno

Estamos ante un libro no muy extenso pero sustancioso en su contenido. Aunque no se indican qué partes corresponden a cada uno, creo, sólo como un ejemplo, que pueden distinguirse como propias del primero lo relativo a las alusiones literarias. Bien de las obras, con sus personajes, escritas por Unamuno o bien de las de autores como Jorge Luis Borges, Miguel de Cervantes, William Shakespeare e incluso Sófocles. 

Creo, no obstante, que eso ahora resulta secundario, porque entre los dos autores del trabajo se ha dado una comunión que, partiendo de la propia película Palabras para un fin del mundo, va desarrollándose, ampliando su mensaje, a lo largo de las 152 páginas y 18 capítulos que ocupan el libro. Y lo hacen para defender que "no queremos construir un relato alternativo, sino más bien un contrarrelato", como sostienen en la nota inicial del trabajo, a lo que añaden unas líneas después:

"no es nuestra intención acusar a nadie ni manchar el nombre de ninguna persona en particular; tan solo queremos hacer uso a nuestro derecho a discrepar de la versión oficial y a poner en cuestión un relato de los hechos que, como mínimo, habría que considerar como insuficiente y confuso, cuando no de contradictorio y falaz".

Por mi parte no pretendo hacer un estudio comparado del artículo de Delgado Cruz y el libro que nos ocupa, sino mostrar algunos de los contrastes que ofrecen entre sí. 

Menchón y García Jambrina manifiestan un gran acercamiento a la figura de Unamuno, de cuya personalidad destacan su elevado grado de independencia y coherencia, así como su escepticismo hacia todos los órdenes de la vida y con ello el mostrarse como un permanente polemista, de manera que la palabra, entendida en toda sus dimensión, se erige en la piedra angular de esa figura. Por otro lado, no les falta resaltar lo que consideran que fue el error que cometió al apoyar en un primer momento el golpe militar, de lo que con el tiempo se fue arrepintiendo. Es por eso que, como indican la final del Prólogo, indiquen:

"Detractor de las dos Españas, al final de su vida quedó solo entre las redes y las alambradas de una de ellas, repudiado por los hunos y por los hotros, y ya no logró salir indemne".

Para estos dos autores el momento decisivo en el devenir de la vida de Unamuno durante los meses que van de julio a diciembre de 1936 tiene lugar el 12 de octubre, cuando el Paraninfo de la Universidad salmantina fue el escenario del tan conocido acto de celebración del Día de la Hispanidad, rebautizada en ese momento como Día de la Raza, y que ocasionó el enfrentamiento dialéctico entre Unamuno y Millán Astray. Un acto cuyo contenido real, en cuanto a las palabras que se pronunciaron, ha sido muy bien delimitado por Delgado Cruz, en su antes referido trabajo "Arqueología de un mito". 

Pero lo que Menchón, en su película, y él mismo y García Jambrina, en el libro, destacan no es tanto lo del famoso "¡Venceréis, pero no convenceréis!", como la alusión que Unamuno hizo a José Rizal, héroe de la independencia filipina en 1898, al que mostró como modelo de un buen español. Para ellos ése fue el principal motivo que llevó a la violenta diatriba de José Millán Astray contra Unamuno. Hay que tener en cuenta que el famoso militar formó parte de los contingentes que lucharon en el archipiélago asiático contra los insurgentes filipinos. Como también hay que hacerlo sobre un colectivo en el que caló profundamente en su amor propio esa derrota, en particular, y lo que acabó siendo en poco tiempo le desmoronaron de los últimos restos del imperio levantado en el siglo XVI.

Y sobre esto no podemos olvidar que Menchón y García Jambrina hacen hincapié en el detalle de la presencia del héroe filipino ("el fantasma de Rizal") en el discurso de Unamuno, algo que hasta ahora o bien no se había tenido en cuenta o bien se había hecho olvidar, si no desaparecer. Es así como lo expresan: 

"se da la circunstancia de que en buena parte de los testimonios o de las reconstrucciones que se han hecho de la intervención de Unamuno no aparece ninguna referencia al héroe filipino, como si su nombre hubiera sido olvidado o silenciado".

En este sentido, mencionan a autores como Luis Portillo (que recreó literariamente el acto, origen del mito desmontado por Delgado Cruz), Hugh Thomas (el primer difusor del escrito de Portillo), Emilio Salcedo (en cuyas sucesivas ediciones de su biografía de Unamuno reitera la ausencia de Rizal) o Andrés Trapiello (que se remite al propio Salcedo). 

Y para rebatirlo, se remiten, de un lado, a la reproducción facsimilar que se conserva en la Casa-Museo de Unamuno de las notas improvisadas que escribió durante el acto del Paraninfo y, de otro, a lo aportado por dos testigos directos de lo ocurrido por haber estado presentes en dicho acto: el catedrático de Derecho Civil Ignacio Serrano y el político conservador Eugenio Vegas Latapié.

El primero escribió unas notas sobre ello, entre las que se encuentran palabras como éstas:

"Hay que darse cuenta que vencer no es convencer y que en último término eso que llama la anti-España (idea esta superficial) también es España y advierte contra el riesgo de caer en una unidad en la ramplonería.
Que también era español el filipino Rizal, que se despidió de la vida con unas palabras en español
(...) En cambio, es francamente inadmisible la última parte de su discurso, la referente a que la anti-España es España también y la alusión a Rizal".

Y el segundo, ya años después, incluyó en sus memorias:

"[Unamuno] de manera inesperada, en su característico juego de ideas y palabras, sacó a colación el fusilamiento de José Rizal, héroe de la independencia de Filipinas, como ejemplo de la brutalidad agresiva e incivil de los militares. Yo mismo sentí un cierto desasosiego al oír pronunciar con elogio el nombre de quien había luchado ferozmente contra España. Y fue precisamente el momento en que Millán Astray se puso en pie y lanzó un grito, [para acabar diciendo]: '¡Muera la intelectualidad traidora'!".

A partir de lo sucedido el 12 de octubre la vida de Unamuno cambió drásticamente. Además de ser desposeído de todos sus reconocimientos honoríficos perpetuos (recto, alcalde...), vivió prácticamente recluido en su domicilio, permanentemente vigilado y limitado en las visitas y/o entrevistas que pudieran hacerle. Su estado de salud y ánimo fue deteriorándose, a la vez que fue distanciándose cada vez más del estado de cosas que fue percibiendo en cada momento que pasaba. 

Para Menchón y García Jambrina

"Unamuno era, por tanto, una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento y provocar un daño incalculable a la causa de los sublevados".

Y es aquí aparece Bartolomé Aragón Gómez, un personaje clave para acercarnos a la comprensión de la muerte de Unamuno. Un profesor en Salamanca (catedrático en la Escuela de Comercio) y fascista de convicción, que se afilió a Falange al comienzo de la guerra en su Huelva natal, donde se encontraba de vacaciones, participando, primero, en acciones militares en la toma de las localidades mineras de la provincia y, luego, como jefe provincial de la Oficina de Prensa y Propaganda. Aunque había conocido con anterioridad a Unamuno, no dejó de ser una relación distante, si bien, a su vuelta a la ciudad castellana en el mes de noviembre, buscó la forma de retomar dicha relación. Tampoco fue su discípulo, pese a que ha sido presentado como tal. 

Lo que Menchón y García Jambrina quieren dejar patente es que buena parte de lo que se ha escrito sobre Aragón Gómez en relación a Unamuno, bien por los testimonios propios del primero o bien por lo que se haya escrito por otros autores, está lleno de contradicciones, errores, incongruencias e incluso falsedades. Y desde esas dudas, teniendo en cuenta el desenlace final habido, es por lo que plantean que la versión oficial o, si se quiere, la más extendida de la muerte de Unamuno debe ser puesta en cuestión. 

No me voy a extender en pormenores, algunos de los cuales contienen elementos no tanto fantasiosos como supuestos o imaginados. En cuanto al papel jugado por el cirujano Adolfo Núñez Domínguez, autor del primer informe de defunción, lejos de responsabilizarlo de una mala praxis por no haber sugerido que el cadáver de Unamuno fuera objeto de una autopsia, apuntan en esta dirección:

"hay que tener en cuenta que el facultativo no estaba en condiciones de poder solicitar que se realizara una autopsia del cadáver de don Miguel ni, desde luego, de sugerir que se llevara a cabo ninguna clase de investigación, pues eso habría significado arrojar sospechas sobre el único testigo, nada menos que un miembro de la Falange y un adepto de los golpistas, muy bien relacionado, además. Recordemos que Adolfo Núñez era un notorio republicano y que había sido castigado de alguna forma por ello, lo que implicaba que su dictamen médico estaba muy condicionado, ya que corría el riesgo de ser duramente represaliado".

Para los autores del libro esta apreciación sería una hipótesis muy aventurada, pero no sólo, 

"pues estaríamos (...), ante una pista proporcionada con gran astucia por el doctor Núñez, que vendría a revelar que en esa muerte había algo oscuro, tal vez de índole criminal; una pista convenientemente solapada y a la vez puesta a la vista para que alguien en el futuro se fijara en ella". 

En este sentido han encontrado una importante valoración en la persona del conocido antropólogo forense Francisco Etxeberria. Partiendo del hecho de que, dado el contexto en que se produjo la muerte de Unamuno (en la que hubo un único testigo, Bartolomé Aragón Gómez, no lo olvidemos), el procedimiento legal debería haber sido la realización de una autopsia. Pero, al no haber ocurrido tal cosa, señala con cautela al final del informe:  

"Como en tantos otros ejemplos históricos que se investigan muy a posteriori, existe en este caso una versión que es la oficial y que sostiene una hipótesis de muerte natural.
(...) Indicios circunstanciales de muerte natural hay muchos, lo complicado es transformar esos indicios en evidencias y, si eso fuera posible, transformarlos en pruebas desde la perspectiva netamente forense". 

¿A qué se debe, pues, tanto en empeño en dudar en torno a la muerte del intelectual bilbaíno/salmantino? Se aportan algunos datos más, como éstos: han desaparecido el certificado médico y el documento que escribió quien constó en el acta del juez municipal como testigo. Nada menos. Pero, atención, ese testigo no era Bartolomé Aragón Gómez, sino Luis Sánchez Zúñiga, convecino del finado.

No me voy a detener en lo referente a la hora del fallecimiento, que se hizo constar en el acta de defunción judicial "a las dieciséis" y que no coincide con lo que aparece en el mandato de sepultura firmado por el párroco de La Purísima, esto es, una hora después. Pero sí en lo que vino poco después: la llegada al domicilio de varios falangistas locales para hacer guardia ante el féretro, mientras otros, desde la Oficina de Prensa y Propaganda, se dedicaban a escribir y/o insuflar panegíricos y obituarios: "rindiendo honores y homenajeando a Unamuno", en suma. Y en lo ocurrido al día siguiente, cuando el féretro fue llevado por las calles de Salamanca a hombros de falangistas conocidos. 

Y todo eso, más que sorprendentemente, ante los ojos de los miembros de la familia. Así es como lo contó en la película de Menchón uno de los nietos, Miguel de Unamuno Adarriaga:

"ya por la mañana, de pronto, sin previo aviso, se presentaron unos falangistas conocidos (...); agarraron el féretro y se lo llevaron sin más; por supuesto, sin pedir permiso a nadie, ni hacer ningún comentario, ni nada más. (...). Fue un robo, casi, casi violento".

Esto último es la razón por la que Menchón y García Jambrina definen lo ocurrido como "la muerte simbólica" de Unamuno y que el título de su libro aluda a su "doble muerte":

"A Unamuno se lo apropió la Falange (...) y los sublevados siguieron utilizándolo después de su desaparición, y ello a pesar del rechazo y desprecio que sentían hace él, o precisamente por eso, nuca se sabe".

Algunas apreciaciones personales sobre el libro

No pretendo profundizar en los aspectos en los que los autores valoran la figura de Unamuno, en cierta -o quizás en gran- medida desde la equidistancia. No es éste un término por el que sienta predilección, siguiendo metafóricamente esos versos de Gabriel Celaya que dicen: "Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse" (¡ay de esos comunistas!). A lo largo del libro han recurrido varias veces, enfatizándolas, a las conocidas palabras de "ni con los hunos ni con los hotros". Casi al final del libro dicen:
 
"Los fascistas lo enterraron como a uno de los suyos, a pesar de que lo veían como a un traidor. Para los republicanos era un traidor, a pesar de haberse enfrentado a los sublevados, En definitiva, fue un héroe al que los hunos y los hotros consideraban un traidor, aunque fuera por motivos diferentes y se podría decir que complementarios". 

¿Qué pretendo decir? Resulta incontrovertible que Unamuno se fue distanciando de los gobernantes republicanos, sobre todo del Frente Popular. También, que nunca sintió simpatías ni por el fascismo ni por su versión española. Cuando se inició el golpe militar no tuvo dudas en apoyarlo, aun cuando los argumentos que dio pudieran resultar pueriles en una figura intelectual de su talla. Eso de que iban a salvar la civilización occidental, de creerse que se trataba de un golpe temporal previo a unas elecciones, de hacerlo también acerca de su carácter republicano... Incluso, como apuntan los autores, de confiar en las buenas intenciones de Francisco Franco. 

El paso del tiempo, según fue conociendo los horrores de los militares a los que apoyó, incluidos los asesinatos de algunos amigos suyos, lo llevó a ir distanciándose. Y como momento decisivo, el acto del 12 de octubre en el paraninfo universitario. Una especie de punto sin retorno, porque supuso la ruptura definitiva de Unamuno con sus antes aliados y la de éstos con él. Que su muerte fuese o no producto de una conjura, es lo de menos, pese a que lo sugerido por Menchón y García Jambrina ofrezca otras vías de acercamiento a lo ocurrido. De lo que no cabe la menor duda es que su figura fue utilizada en todo momento por los sublevados: al principio, porque les ayudó mucho en la legitimación del golpe y lo que le siguió, y después, incluso una vez muerto y más allá de la "sobreactuación" falangista en el momento del velatorio y el entierro, o de los escritos propagandísticos que le dedicaron.

Es cierto que la figura de Unamuno empezó a ser relativizada en el bando republicano cuando se fue conociendo, aunque fuera de una forma difusa, lo del 12 de octubre en el Paraninfo. Severiano Delgado Cruz lo desentraña con claridad en su "Arqueología de un mito". He dicho relativizada, que no recuperada, porque seguía negando la legitimidad republicana, aun cuando empezara a distanciarse  de quienes lo utilizaron para construir la suya. Pese a ello, todavía a finales de octubre Unamuno seguía teniendo confianza en los militares. Así se lo confesó al periodista griego Nikos Kazantzakis:

"En este momento crítico por el que atraviesa España, es indispensable que me ponga junto a los militares. Son ellos los que establecerán el orden, porque tienen el sentido de la disciplina y lo saben imponer. No preste atención a lo que se dice de mí: no me he convertido en un hombre de derechas, no he traicionado a la libertad. Pero de inmediato es urgente instaurar el orden. Verá como dentro de algún tiempo, y esto no será dentro de mucho, seré el primero en reemprender la lucha por la libertad. No soy ni fascista ni bolchevique. Yo estoy solo".

Negar que lo suyo con la República fue un acto de deslealtad, cuando no de traición, no es decir nada descabellado. Salvo situarse en la equidistancia de "ni con los hunos ni con los hotros" o de lo que con el paso de los años empezó a denominarse como la "tercera España".

Aludí antes a un verso del poeta Gabriel Celaya, pero no está de más recordar lo que el historiador británico Barrington Moore Jr. ha aclarado acerca de la confusión tan frecuente entre objetividad y neutralidad en la investigación histórica. Si la primera resulta obligatoria, la segunda no deja de ser una ilusión por imposible.  

Pueril o no la actitud de Unamuno tras el golpe militar, lo cierto es que fue altamente beneficiosa para quienes acabaron ganando la guerra y se adueñaron inclementemente del país durante las cuatro décadas siguientes. Quizás lo que fue viendo y percibiendo con el paso de los días acabó siendo lo que le llevara a incrementar su sentido agónico de la vida.


Documentación de referencia

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Post data

El artículo ha sido publicado en la revista electrónica Rebelión con fecha 29-05-2021 (https://rebelion.org/unamuno-y-su-muerte-en-el-centro-del-debate/).