Cuando salió el libro, me imaginé que era una novela. Basada en hechos reales, sí, pero una novela. Luego fui sabiendo más de su contenido y de su género. Nada sabía del autor, aunque su nombre pueda resultar muy sonoro y hasta periodístico. Hace aproximadamente un mes decidí encargarlo (a través de la Gure Liburuak de la editorial Txalaparta, que tan útil me sirve), ha estado en lista de espera de otros libros y circunstancias, y hoy mismo, después de cuatro días, he acabado de leer el libro. ¡Ah, el autor y el título del libro!: El hijo del chófer (Barcelona, Tusquets, 2021), de Jordi Amat.
Ha sido un éxito editorial, está claro. Echando un vistazo a su 6ª página, puedo leer que, entre noviembre de 2020 y marzo de 2011, ha llevado nada menos que 7 ediciones. Y leyéndolo, me ha resultado muy interesante y más teniendo en cuenta que se está hablando de Cataluña, un tema atractivo para lo bueno y para lo malo. Pero también -y lo destaco, como gran mérito de su autor. Se trata de un libro muy bien escrito y cuidado en cuanto a su estilo, de manera que su lectura, teniendo un contenido netamente político, donde se mezclan lo biográfico, lo histórico y lo periodístico, parece en la mayor parte de sus 252 páginas un relato novelesco. A veces, vertiginoso. A veces, lleno de suspense. Y siempre, sin que se pierda el hilo argumental.
Confieso que poco antes de la mitad volví a consultar por la red electrónica acerca de su estilo. Porque, sabiendo que no estaba ante una novela sensu stricto, dudé sobre el género concreto. Historia, periodismo, novela... En algunos lugares el libro ha sido calificado como una novela de no ficción. En otros, de una biografía novelada. No hay duda de que lo político y lo literario se mezclan, y quizás por ello he optado por lo que da título a la entrada: relato biográfico novelado. Pero, sea lo que sea, estamos -repito- ante un trabajo muy interesante y de una calidad literaria -no me duelen prendas decirlo- elevada.
¿Y de qué va el libro? Tiene como protagonista principal un personaje real, pero de novela: Alfons Quintá. Y como contexto de fondo, coincidente con lo que fue su vida, una sucesión de etapas históricas: el franquismo del desarrollismo, el paralelo catalanismo moderado, la Transición, la consolidación de la monarquía/democracia/autonomía catalana, el pujolismo y su crisis, y el arranque del movimiento soberanista/independentista. Es decir: en lo concreto, un Quintà que es básicamente periodista, aunque en algún momento de su vida, durante un par de años en la segunda mitad de los ochenta, nada menos que... ¡juez!; y como marco de fondo, el catalanismo moderado/conservador, desde Josep Pla hasta Artur Mas, pasando, ante todo, por la figura del cuasi incombustible Jordi Pujol, el mismo que fue un joven opositor al franquismo, que luego pactó durante la Transición con los jerarcas de los restos de la dictadura y que finalmente acabó siendo el personaje hegemón en Cataluña a partir de 1980.
La biografía de Quintà no tiene desperdicio. No voy a entrar en detalles, pues lo mejor es descubrirlos a través del libro. Por su vida fueron pasando desde niño y adolescente, como hijo del chófer de Josep Pla, personajes como Jaume Vicens Vives, Luis Valls y Taverner, Manuel Ortínez, Josep Tarradellas... y tantos más. Profranquistas, antifranquistas o medio pensionistas. Miembros de la élite catalana que sobrevivieron, se escondieron o se aprovecharon del estado de cosas impuesto durante cuatro décadas. Ese niño y adolescente que, en el seno de una familia desestructurada -con un padre entre vividor, interesado y situado en una atalaya privilegiada-, acabó encontrando, desde su joven madurez, estar en los lugares y los momentos oportunos.
Su evolución política pasó por ser comunista radical e independentista, comunista del PSUC, comunista maoísta, catalanista tarradellista, pujolista, antipujolista, unionista... Como periodista, estuvo como redactor y/o corresponsal de varios medios; fue el creador del primer programa de radio en catalán, en su magazine Dietari, en la cadena SER; se convirtió en el delegado de El País en Barcelona, destapando a finales de los setenta el asunto Banca Catalana; se erigió en el artífice de TV3, la primera televisión catalana y en catalán; pasó un paréntesis entre periodístico y como miembro de la judicatura; se involucró durante cuatro años en el proyecto fracasado de El Observador; y con el tiempo fue derivando hacia territorios contradictorios, pero lejanos de sus años dorados, como su paso por los diarios El Mundo o Avui.
Estamos también ante una radiografía de las élites económicas y políticas catalanas, y de la connivencia de gentes de otros sectores sociales, inferiores, pero que en el devenir histórico van sumándose o situándose, más o menos conscientemente, donde ven la necesidad o la oportunidad. Un mundo donde, con frecuencia, se acaba creando una confusión entre viejas enemistades, nuevas realidades, fantasmas propios y ajenos... Y, ojo, no es un libro anticatalanista ni tampoco españolista. En el fondo retrata a esas élites económicas y políticas que acaban acaparando lo que les rodea. Las mismas que se adornan de banderas para ocultar lo principal: dominar y explotar, engañando.
Y en el relato, siempre omnipresente, Alfons Quintà, con sus complejos, brusquedades, desafueros, estridencias o locuras personales. No en vano, fue en diciembre de 2016 cuando acabó con la vida de la que había sido su compañera durante más de dos décadas y de inmediato con la suya propia. ¿Nos suena a algo esto último?