viernes, 5 de agosto de 2022

Poemas contra el horror: Hiroshima y Nagasaki, 77 años después

Fuegos artificiales…

Fuegos artificiales
allá en el río:
huesos ardiendo.

(Utsumi Kanko)


Hiroshima y Nagasaki

Homenaje a las casi 240.000 víctimas fatales de Hiroshima y
Nagasaki, ciudades que sufrieron ataques nucleares los días 6
y 9 de agosto, respectivamente, de 1945.

Porque ya no le queda fe,
porque su cuerpo humea,
una boca -rojos los dientes- indulta a los dioses
-una boca, todas las bocas, mi boca-
el infierno antes de tiempo,
el niño en sangre, extraviado entre escombros,
la madre sin cocina, sin tarea, sin despertador,
el padre buscando el suicidio,
la ciudad en llamas plegada sobre sí.

Un pájaro interroga al dios de los pájaros: por qué
el aire se inflama hasta el cielo, por qué
los nidos se achicharran, por qué
la hierba se calcina de súbito, por qué
el apareo ya no es posible
hasta los próximos cincuenta años. ¡Por qué!

Una niña, colegiala feliz,
no sabe nada y llora, desnuda llora, llora
el amor por su muñeca,
el corazón carbón de su muñeca,
y nada sabe y llora y sólo nada sabe
de esa lluvia fea, agua polvosa y gris, y llora
segundo a segundo a segundo
todo lo que fue su mundo.

En bosques bien cuidados
se cazan mariposas al otro lado de la tierra.
En campos de golf onerosos
se relajan los ideólogos de la victoria.
En alegres tertulias se deleitan los tímpanos,
en las casas tranquilas
envejecen las viudas de soldados.

Sigue el curso de la vida, sigue y sigue,
sigue la mágica restauración, ya sólo
quedan los cuerpos sin suplicio, sin rostros, sin nombres,
queda el alma en la calma del arma mortal,
sólo el consuelo de la eternidad.

Ay, esta culpa hereditaria, cómo duele.
Ay, los monstruos que somos, cómo duele.
Ay, nuestros espíritus horribles con traza
de crueldad recurrente, cómo duele.
Ay, las imágenes interminables
de la carne apretada en racimos bajo la muerte, cómo duele.

Hoy se oyen voces entonando
en los medios del orbe
venerables noticias de progreso y civilización.

(Óscar Distéfano)


La bomba de Dios

En 1945, mientras este día nacía, murió Hiroshima.
En el estreno mundial de la bomba atómica, la ciudad y su gente se hicieron carbón en un instante.
Los pocos sobrevivientes deambulaban, mutilados, sonámbulos, entre las ruinas humeantes. Iban desnudos, y en sus cuerpos las quemaduras habían estampado las ropas que vestían cuando la explosión. En los restos de las paredes, el fogonazo de la bomba atómica había dejado impresas las sombras de lo que hubo: una mujer con los brazos alzados, un hombre, un caballo atado.
Tres días después, el presidente Harry Truman habló por radio.
Dijo: “Agradecemos a Dios que haya puesto la bomba atómica en nuestras manos, y no en manos de nuestros enemigos; y le rogamos que nos guíe en su uso de acuerdo con sus caminos y sus propósitos”.

(Eduardo Galeano)


La vida regalada…

Devuélvanme la gente,
devuélvanme mi padre,
devuélvanme mi madre,
devuélvanme mis abuelos,
devuélvanme mi persona,
devuélvanme mis hijos,
y los hijos de mis hijos,
devuélvanme una paz,
la paz humana,
que nunca termine.

(Sankichi Toge)


Las flechas disparadas…

Las flechas disparadas
una contra la otra
se encuentran y dividen
el vacío en su vuelo.
Así vuelvo al origen.

(Gesshu Soko)


Lluvia negra

El cielo se parte;
las calles desaparecen;
el río,
¡el río fluyendo!
¡Ah… Ah… Ah… Ah…!
¡Ah… Ah… Ah… Ah…!
La noche se acerca
a estos ojos resecos;
a estos labios inflamados,
escocidos y tórridos.
¡Ah! El quejido de un hombre,
tambaleándose,
tu cara arruinada,
abrasada, ardiente;
el gemido de un ser humano,
un ser humano.

(Tamiki Hara)


Mi niño duerme…

Mi niño duerme
en esta tierra azul
con radiaciones.

(Terai Sumie)


Seamos parteras

Noche en el sótano de una estructura de concreto hoy en ruinas.
Víctimas de la bomba atómica apretadas en la habitación:
Estaba oscuro –ni una sola vela.
El olor a sangre fresca, el hedor de la muerte,
La cercanía de la gente sudorosa, los gemidos
Desde fuera de todo eso, y he aquí, una voz:
‘¡El bebé ya llega!’
En ese sótano infernal
En ese mismo momento, una joven había entrado trabajo de parto.
En la oscuridad, sin un solo fósforo, ¿qué hacer?
La gente olvidó su propio dolor, preocupados por ella.
Y luego: ‘Yo soy una partera. La ayudaré con el nacimiento’.
La oradora, seriamente herida, había estado gimiendo solo momentos antes.
Así una nueva vida nación en la oscuridad de la boca del infierno.
Y así la partera nació antes de la madrugada, todavía bañada en sangre.
¡Seamos parteras!
¡Seamos parteras!
Incluso si dejamos nuestra propia vida para hacerlo.

(Kurihara Sadako)


Nagasaki

Me llamo Yanajido. Trabajo en Nagasaki y había venido a ver a mis padres en Hiroshima. Ahora ellos han muerto. Yo sufro mucho por esta pérdida y también por mis horribles quemaduras. Ya sólo deseo volver a Nagasaki con mi mujer y con mis hijos.
Dada la confusión de estos momentos no creo que pueda llegar a Nagasaki en seguida, como sería mi deseo; pero sea como sea, yo camino hacia allá.
No quisiera morir en el camino. ¡Ojalá llegue a tiempo de abrazarlos!

(Alfonso Sastre)


Nagasaki, Hiroshima. ¿Dónde estuviste, Dios?

HARRY TRUMAN, ENOLA GAY, LITTLE BOY, FATMAN.
ASESINO, BONBARDEROS, BOMBAS NUCLEARES, RADIACION.
HIROSHIMA, NAGASAKI, MUERTE, MÁS MUERTE, DOLOR.
¿Dónde estaba la opinión mundial?
¿Dónde estaba el humanismo?
Con todo respeto te pregunto:
¿Dónde estuviste, Dios?
¿Por qué lo permitiste?
¿por qué no detuviste la mano
que las bombas lanzó?
¿Por qué, Señor?
Ciento cuarenta mil muertos
en HIROSHIMA,
en NAGASAKI ochenta mil,
locura posterior, leucemia, dolor, horror.
¿Dónde estuviste, Dios?
Tu creación, Señor: dos islas.
Niños, mujeres ,ancianos,
seres humanos sin culpa alguna
de las ambiciones
de las potencias mundiales,
un hongo nuclear sus vidas cegó;
animales, aire contaminado;
tu creación, Señor!
Y el mundo que aplaudió tal horror:
holocausto nuclear, muerte, destrucción!
sesenta y cinco años hoy
y el mundo ¿qué aprendió?.
Sigue habiendo hambre, explotación,
niños que compiten con las moscas
por migajas de pan.
Y el imperialismo, destructor, invasor,
¿se acabó? NO, sigue siendo peor.
NAGASAKI, HIROSHIMA,
perdónennos, por favor,
por el silencio cómplice
que la masacre permitió.

(Coronela / la negra Rodríguez)


(Cinco poemas sobre Hiroshima y Nagasaki)

Montón de cuerpos
uno encima del otro.
Tierra empapada
con la grasa humana
ardiente de los muertos.


He vuelto a nacer,
doble superviviente
en Nagasaki.
Quemado en Hiroshima,
cazado en Nagasaki.


¿Dónde habrás ido
dignidad del ser vivo?
Toda arruinada,
rota como los cuerpos
en el yermo atómico.


Con veintinueve
sufrí los bombardeos.
No podía soñar.
Pasados los ochenta,
sobreviví a ambos.


Doble superviviente
me han etiquetado
tras tantos años.
Me hice viejo y senil
y mi alma partirá.

(Yamaguchi Tsutomu)


(Ocho haikus sobre Hiroshima y Nagasaki)

El desierto brillaba
más brillante que mil soles
y todo cambió.


Japón estaba claramente
derrotado … y todavía las bombas atómicas
llegaron a sus objetivos.


Las bombas atómicas asesinaron
y mutilaron masivamente
en su mayoría a civiles.


Hiroshima,
ciudad de mil grullas,
pide la paz.


Nagasaki,
que sea la última víctima
de un ataque con bombas atómicas.

Por cada superviviente
muchos deben obedecer,
muchos deben permanecer en silencio.


Esas primeras bombas atómicas…
pequeñas con la medida de hoy,
de la locura.


Los sonidos tristes
del shakuhachi*
los quitan el aliento.

*Flauta japonesa.

(David Krieger)


Poema frustrado

Mi amigo
que es un poeta
convocó a los poetas.

Hay que escribir un poema
sobre la bomba atómica
es un horror,
nos dijo,
un horror horroroso,
es el fin es la nada,
es la muerte.

Nos dijo,
no es que te mueras sólo
en tu cama,
rodeado
del llanto y la familia,
el techo y las paredes.

No es que llegue una bala
perdida o encontrada
a cortarte el aliento,
a meterse en tu sueño.

No es que el cáncer te marque,
te perfore,
te borre.

No es tu muerte,
la tuya,
la nada que ganaste,
es el aire viciado,
es la ruina de todo
lo que existe,
de todo.

Nadie llorará a nadie,
nadie tendrá sus lágrimas.

Y eso es lo más horrible,
la muerte sin testigos,
sin últimas palabras
y sin sobrevivientes.
La muerte toda muerte,
toda muerte.

¿Me entienden?

Hay que escribir un poema
sobre la bomba atómica.

Quedamos en silencio
con las bocas abiertas,
tragamos el terror
como saliva helada,
luego nos fuimos todos
a cumplir la consigna.

Juro que lo he intentado,
que lo estoy intentando,
pero pienso en la bomba
y el lápiz se me cae
de la mano.

No puedo.

A mi amigo el poeta,
le diré que no puedo.

(Mario Benedetti)


Otro a EEUU

Aquí se vende de todo,
palillos de plástico,
virgos de plástico,
comida para perros,
comida para gatos,
comida para ciervos,
cocidos enlatados.
Casas con ruedas,
ataúdes con ruedas,
corazones con ruedas.
Guantes para albañiles,
guantes para peones,
guantes para gigantes.
Gafas para dormir,
gafas para picar piedra,
gafas para picar cebolla,
¡Gafas para picar cebolla!
¡Gafas para picar cebolla!
¡Gafas para picar cebolla!
Aquí, donde la atómica
¡se venden gafas para picar cebolla!

(Gloria Fuertes)


Puesto que hay tantos…

Puesto que hay tantos
pequeños esqueletos
aquí reunidos,
estos huesos más largos
deben ser del maestro.

(Shoda Shinoe)


6 de agosto

¿Acaso podemos olvidar ese destello?
Súbitamente 30.000 desaparecieron en las calles,
en las profundidades despedazadas de la oscuridad,
los alaridos de 50.000 se desvanecieron
cuando los remolinos de humo amarillo se dispersaron,
los edificios se quebraron, los puentes colapsaron,
los trenes repletos se detuvieron calcinados.
Una interminable acumulación de escombros y brasas era Hiroshima.
De inmediato, una línea de cuerpos desnudos caminando en grupos, llorando,
con la piel colgando como harapos,
con las manos sobre los pechos,
pisando masas de cerebros desmoronadas,
con la ropa quemada cubriendo las caderas,
los cuerpos yaciendo en el suelo como estatuas de piedra de Jizō, 
                                                            / dispersos por doquier
en las orillas del rio, tirados uno encima de otro.
Un grupo se había arrastrado hacia una balsa
Y poco a poco se transformó en cadáveres bajo los abrasadores rayos del sol
y bajo la luz de las llamas que atravesaron el cielo del atardecer.
El lugar donde la madre y el hermano menor fueron prensados vivos,
también fue envuelto en llamas.
Y el sol matutino brilló sobre un grupo de colegialas que habían huido 
y estaban tiradas en el piso de la armería, sobre excrementos,
con sus vientres hinchados, sus ojos aplastados,
la mitad de sus cuerpos en carne viva, con la piel desollada, sin pelo, 
                                          / sin poder decir quiénes eran, quiénes.
Todo había dejado de moverse
en un estancado, un ofensivo olor.
El único sonido, las alas de las moscas zumbando alrededor 
                                       / de las bacinicas metálicas.
Ciudad de 300.000,
¿acaso podemos olvidar ese silencio?,
¿olvidar en esa quietud
el poderoso impacto
de los ojos vacíos de las esposas y los niños que no regresaron a casa
y que destrozó nuestros corazones?

(Sankichi Toge)