Fuegos artificiales
allá
en el río:
huesos
ardiendo.
(Utsumi
Kanko)
Hiroshima y Nagasaki
Homenaje a las casi 240.000 víctimas fatales de Hiroshima y
Nagasaki, ciudades que sufrieron ataques nucleares los días 6
y 9 de agosto, respectivamente, de 1945.
Porque
ya no le queda fe,
porque
su cuerpo humea,
una
boca -rojos los dientes- indulta a los dioses
-una
boca, todas las bocas, mi boca-
el
infierno antes de tiempo,
el
niño en sangre, extraviado entre escombros,
la
madre sin cocina, sin tarea, sin despertador,
el
padre buscando el suicidio,
la
ciudad en llamas plegada sobre sí.
Un
pájaro interroga al dios de los pájaros: por qué
el
aire se inflama hasta el cielo, por qué
los
nidos se achicharran, por qué
la
hierba se calcina de súbito, por qué
el
apareo ya no es posible
hasta
los próximos cincuenta años. ¡Por qué!
Una
niña, colegiala feliz,
no
sabe nada y llora, desnuda llora, llora
el
amor por su muñeca,
el
corazón carbón de su muñeca,
y
nada sabe y llora y sólo nada sabe
de
esa lluvia fea, agua polvosa y gris, y llora
segundo
a segundo a segundo
todo
lo que fue su mundo.
En
bosques bien cuidados
se
cazan mariposas al otro lado de la tierra.
En
campos de golf onerosos
se
relajan los ideólogos de la victoria.
En
alegres tertulias se deleitan los tímpanos,
en
las casas tranquilas
envejecen
las viudas de soldados.
Sigue
el curso de la vida, sigue y sigue,
sigue
la mágica restauración, ya sólo
quedan
los cuerpos sin suplicio, sin rostros, sin nombres,
queda
el alma en la calma del arma mortal,
sólo
el consuelo de la eternidad.
Ay,
esta culpa hereditaria, cómo duele.
Ay,
los monstruos que somos, cómo duele.
Ay,
nuestros espíritus horribles con traza
de
crueldad recurrente, cómo duele.
Ay,
las imágenes interminables
de
la carne apretada en racimos bajo la muerte, cómo duele.
Hoy
se oyen voces entonando
en
los medios del orbe
venerables
noticias de progreso y civilización.
(Óscar
Distéfano)
La bomba de Dios
En
1945, mientras este día nacía, murió Hiroshima.
En
el estreno mundial de la bomba atómica, la ciudad y su gente se hicieron carbón
en un instante.
Los
pocos sobrevivientes deambulaban, mutilados, sonámbulos, entre las ruinas
humeantes. Iban desnudos, y en sus cuerpos las quemaduras habían estampado las
ropas que vestían cuando la explosión. En los restos de las paredes, el
fogonazo de la bomba atómica había dejado impresas las sombras de lo que hubo:
una mujer con los brazos alzados, un hombre, un caballo atado.
Tres
días después, el presidente Harry Truman habló por radio.
Dijo:
“Agradecemos a Dios que haya puesto la bomba atómica en nuestras manos, y no en
manos de nuestros enemigos; y le rogamos que nos guíe en su uso de acuerdo con
sus caminos y sus propósitos”.
(Eduardo
Galeano)
La vida regalada…
Devuélvanme
la gente,
devuélvanme
mi padre,
devuélvanme
mi madre,
devuélvanme
mis abuelos,
devuélvanme
mi persona,
devuélvanme
mis hijos,
y
los hijos de mis hijos,
devuélvanme
una paz,
la
paz humana,
que
nunca termine.
(Sankichi
Toge)
Las flechas disparadas…
Las
flechas disparadas
una
contra la otra
se
encuentran y dividen
el
vacío en su vuelo.
Así
vuelvo al origen.
(Gesshu
Soko)
Lluvia negra
El
cielo se parte;
las
calles desaparecen;
el
río,
¡el
río fluyendo!
¡Ah…
Ah… Ah… Ah…!
¡Ah…
Ah… Ah… Ah…!
La
noche se acerca
a
estos ojos resecos;
a
estos labios inflamados,
escocidos
y tórridos.
¡Ah!
El quejido de un hombre,
tambaleándose,
tu
cara arruinada,
abrasada,
ardiente;
el
gemido de un ser humano,
un
ser humano.
(Tamiki Hara)
Mi niño duerme…
Mi
niño duerme
en
esta tierra azul
con
radiaciones.
(Terai
Sumie)
Seamos parteras
Noche
en el sótano de una estructura de concreto hoy en ruinas.
Víctimas
de la bomba atómica apretadas en la habitación:
Estaba
oscuro –ni una sola vela.
El
olor a sangre fresca, el hedor de la muerte,
La
cercanía de la gente sudorosa, los gemidos
Desde
fuera de todo eso, y he aquí, una voz:
‘¡El
bebé ya llega!’
En
ese sótano infernal
En
ese mismo momento, una joven había entrado trabajo de parto.
En
la oscuridad, sin un solo fósforo, ¿qué hacer?
La
gente olvidó su propio dolor, preocupados por ella.
Y
luego: ‘Yo soy una partera. La ayudaré con el nacimiento’.
La
oradora, seriamente herida, había estado gimiendo solo momentos antes.
Así
una nueva vida nación en la oscuridad de la boca del infierno.
Y
así la partera nació antes de la madrugada, todavía bañada en sangre.
¡Seamos
parteras!
¡Seamos
parteras!
Incluso
si dejamos nuestra propia vida para hacerlo.
(Kurihara
Sadako)
Nagasaki
Me
llamo Yanajido. Trabajo en Nagasaki y había venido a ver a mis padres en
Hiroshima. Ahora ellos han muerto. Yo sufro mucho por esta pérdida y también
por mis horribles quemaduras. Ya sólo deseo volver a Nagasaki con mi mujer y
con mis hijos.
Dada
la confusión de estos momentos no creo que pueda llegar a Nagasaki en seguida,
como sería mi deseo; pero sea como sea, yo camino hacia allá.
No
quisiera morir en el camino. ¡Ojalá llegue a tiempo de abrazarlos!
(Alfonso
Sastre)
Nagasaki, Hiroshima. ¿Dónde
estuviste, Dios?
HARRY
TRUMAN, ENOLA GAY, LITTLE BOY, FATMAN.
ASESINO,
BONBARDEROS, BOMBAS NUCLEARES, RADIACION.
HIROSHIMA,
NAGASAKI, MUERTE, MÁS MUERTE, DOLOR.
¿Dónde
estaba la opinión mundial?
¿Dónde
estaba el humanismo?
Con
todo respeto te pregunto:
¿Dónde
estuviste, Dios?
¿Por
qué lo permitiste?
¿por
qué no detuviste la mano
que
las bombas lanzó?
¿Por
qué, Señor?
Ciento
cuarenta mil muertos
en
HIROSHIMA,
en
NAGASAKI ochenta mil,
locura
posterior, leucemia, dolor, horror.
¿Dónde
estuviste, Dios?
Tu
creación, Señor: dos islas.
Niños, mujeres ,ancianos,
seres
humanos sin culpa alguna
de
las ambiciones
de
las potencias mundiales,
un
hongo nuclear sus vidas cegó;
animales,
aire contaminado;
tu
creación, Señor!
Y
el mundo que aplaudió tal horror:
holocausto
nuclear, muerte, destrucción!
sesenta
y cinco años hoy
y
el mundo ¿qué aprendió?.
Sigue
habiendo hambre, explotación,
niños
que compiten con las moscas
por
migajas de pan.
Y
el imperialismo, destructor, invasor,
¿se
acabó? NO, sigue siendo peor.
NAGASAKI,
HIROSHIMA,
perdónennos, por favor,
por
el silencio cómplice
que
la masacre permitió.
(Coronela
/ la negra Rodríguez)
(Cinco poemas sobre
Hiroshima y Nagasaki)
Montón
de cuerpos
uno
encima del otro.
Tierra
empapada
con
la grasa humana
ardiente
de los muertos.
He
vuelto a nacer,
doble
superviviente
en
Nagasaki.
Quemado
en Hiroshima,
cazado
en Nagasaki.
¿Dónde
habrás ido
dignidad
del ser vivo?
Toda
arruinada,
rota
como los cuerpos
en
el yermo atómico.
Con
veintinueve
sufrí
los bombardeos.
No
podía soñar.
Pasados
los ochenta,
sobreviví
a ambos.
Doble
superviviente
me
han etiquetado
tras
tantos años.
Me
hice viejo y senil
y
mi alma partirá.
(Yamaguchi
Tsutomu)
(Ocho haikus sobre Hiroshima y Nagasaki)
El
desierto brillaba
más
brillante que mil soles
y
todo cambió.
Japón
estaba claramente
derrotado
… y todavía las bombas atómicas
llegaron
a sus objetivos.
Las
bombas atómicas asesinaron
y
mutilaron masivamente
en
su mayoría a civiles.
Hiroshima,
ciudad
de mil grullas,
pide
la paz.
Nagasaki,
que
sea la última víctima
de
un ataque con bombas atómicas.
Por
cada superviviente
muchos
deben obedecer,
muchos
deben permanecer en silencio.
Esas
primeras bombas atómicas…
pequeñas
con la medida de hoy,
de
la locura.
Los
sonidos tristes
del
shakuhachi*
los
quitan el aliento.
*Flauta japonesa.
(David
Krieger)
Poema frustrado
Mi
amigo
que
es un poeta
convocó
a los poetas.
Hay
que escribir un poema
sobre
la bomba atómica
es
un horror,
nos
dijo,
un
horror horroroso,
es
el fin es la nada,
es
la muerte.
Nos
dijo,
no
es que te mueras sólo
en
tu cama,
rodeado
del
llanto y la familia,
el
techo y las paredes.
No
es que llegue una bala
perdida
o encontrada
a
cortarte el aliento,
a
meterse en tu sueño.
No
es que el cáncer te marque,
te
perfore,
te
borre.
No
es tu muerte,
la
tuya,
la
nada que ganaste,
es
el aire viciado,
es
la ruina de todo
lo
que existe,
de
todo.
Nadie
llorará a nadie,
nadie
tendrá sus lágrimas.
Y
eso es lo más horrible,
la
muerte sin testigos,
sin
últimas palabras
y
sin sobrevivientes.
La
muerte toda muerte,
toda
muerte.
¿Me
entienden?
Hay
que escribir un poema
sobre
la bomba atómica.
Quedamos
en silencio
con
las bocas abiertas,
tragamos
el terror
como
saliva helada,
luego
nos fuimos todos
a
cumplir la consigna.
Juro
que lo he intentado,
que
lo estoy intentando,
pero
pienso en la bomba
y
el lápiz se me cae
de
la mano.
No
puedo.
A
mi amigo el poeta,
le
diré que no puedo.
(Mario
Benedetti)
Otro a EEUU
Aquí
se vende de todo,
palillos
de plástico,
virgos
de plástico,
comida
para perros,
comida
para gatos,
comida
para ciervos,
cocidos
enlatados.
Casas
con ruedas,
ataúdes
con ruedas,
corazones
con ruedas.
Guantes
para albañiles,
guantes
para peones,
guantes
para gigantes.
Gafas
para dormir,
gafas
para picar piedra,
gafas
para picar cebolla,
¡Gafas
para picar cebolla!
¡Gafas
para picar cebolla!
¡Gafas
para picar cebolla!
Aquí,
donde la atómica
¡se
venden gafas para picar cebolla!
(Gloria
Fuertes)
Puesto que hay tantos…
Puesto
que hay tantos
pequeños
esqueletos
aquí
reunidos,
estos
huesos más largos
deben
ser del maestro.
(Shoda
Shinoe)
6 de agosto
¿Acaso
podemos olvidar ese destello?
Súbitamente
30.000 desaparecieron en las calles,
en
las profundidades despedazadas de la oscuridad,
los
alaridos de 50.000 se desvanecieron
cuando
los remolinos de humo amarillo se dispersaron,
los
edificios se quebraron, los puentes colapsaron,
los
trenes repletos se detuvieron calcinados.
Una
interminable acumulación de escombros y brasas era Hiroshima.
De
inmediato, una línea de cuerpos desnudos caminando en grupos, llorando,
con
la piel colgando como harapos,
con
las manos sobre los pechos,
pisando
masas de cerebros desmoronadas,
con
la ropa quemada cubriendo las caderas,
los
cuerpos yaciendo en el suelo como estatuas de piedra de Jizō,
/ dispersos por doquier
en
las orillas del rio, tirados uno encima de otro.
Un
grupo se había arrastrado hacia una balsa
Y
poco a poco se transformó en cadáveres bajo los abrasadores rayos del sol
y
bajo la luz de las llamas que atravesaron el cielo del atardecer.
El
lugar donde la madre y el hermano menor fueron prensados vivos,
también
fue envuelto en llamas.
Y
el sol matutino brilló sobre un grupo de colegialas que habían huido
y estaban tiradas en el piso de la armería, sobre excrementos,
con
sus vientres hinchados, sus ojos aplastados,
la
mitad de sus cuerpos en carne viva, con la piel desollada, sin pelo,
/ sin poder decir quiénes eran, quiénes.
Todo
había dejado de moverse
en
un estancado, un ofensivo olor.
El
único sonido, las alas de las moscas zumbando alrededor
/ de las bacinicas
metálicas.
Ciudad
de 300.000,
¿acaso
podemos olvidar ese silencio?,
¿olvidar
en esa quietud
el
poderoso impacto
de
los ojos vacíos de las esposas y los niños que no regresaron a casa
y que
destrozó nuestros corazones?
(Sankichi
Toge)