lunes, 27 de noviembre de 2023

Gentes humildes en dos obras escultóricas de José Cobo Calderón


Mi visita a las tierras cántabras me está permitiendo disfrutar de un buen número de esculturas y murales que se encuentran al aire libre. Y 
entre tantas obras de arte urbano ha habido dos, hechas en bronce, que me han llamado la atención o, más bien, impactado: el "Monumento a los raqueros", ubicado en el paseo marítimo de Santander, y "El sulero", en el paseo portuario de Santoña. Y en ambos casos, sorprendentemente, salidos de las manos del mismo artista: José Cobo Calderón. 

Los raqueros, una palabra particular de la jerga santanderina, son esos niños que en otro tiempo hacían de su vida una aventura. Eso los llevó a hacer de sus inmersiones en el mar una forma, entre otras, de obtener una parte de los escasos recursos con los que sobrevivían. Buscaban monedas u objetos sumergidos en el fondo de las aguas del puerto o que les lanzaban por diversión paseantes o viajeros de los barcos. 

En la otra escultura su protagonista es un pescador de sulas, uno más de esa variedad de gentes que han hecho de la mar su medio de vida: intrépidos marineros de altura que se alejan de la costa, arriesgando su vida ante la fiereza de las aguas; faeneras de las fábricas de pescado; o, en el caso de la escultura que nos ocupa, un pescador de orilla, habilidoso en el manejo de la nasa llamada mediomundo.   

Sendos homenajes -merecidos- a las gentes humildes.

viernes, 24 de noviembre de 2023

25-N: acabar con la violencia contra las mujeres




(Imagen: tratamiento digital desde un logo hecho por el alumnado del IES Trafalgar, 2017).

domingo, 19 de noviembre de 2023

El mar en la poesía


El mar, la mar…

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste
acá?

Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra

iza al aire este lamento:
¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!

(Rafael Alberti)


Gota pequeña

Gota pequeña, mi dolor.
La tiré al mar.
Al hondo mar.
Luego me dije: ¡A tu sabor
ya puedes navegar!

Más me perdió la poca fe...
La poca fe
de mi cantar.
Entre onda y cielo naufragué.
Y era un dolor inmenso el mar.

(Dámaso Alonso)


Oración en el Mediterráneo

En vez de peces, Señor,
danos paz,
un mar que sea de olas inocentes,
y una vez en la arena
gente que mire con el corazón abierto,
voces que nos acepten
El viaje es tan difícil
que hasta la espuma hiere y hierve,
y es tan alta que ciega
durante la entera travesía
Haz, Señor, que no haya
muertos esta vez,
deja las rocas lejos,
que el viento amaine
y que tu paz por fin
se multiplique
Que después de la balsa
la guerra, la fatiga,
tras los brazos abiertos y sonoros,
haya, Señor,
un poco de pan tierno
y un pescado, tal vez,
del mar
que es también nuestro.

(Ana Luísa Amaral)

("Pateras, de José Luis Tirado)

El mar
 
Qual è l'incarnato del'onda?
Valerio Magrelli
 
¿Qué es en definitiva el mar?
¿por qué seduce? ¿por qué tienta?
suele invadirnos como un dogma
y nos obliga a ser orilla

nadar es una forma de abrazarlo
de pedirle otra vez revelaciones
pero los golpes de agua no son magia
hay olas tenebrosas que anegan la osadía
y neblinas que todo lo confunden

el mar es una alianza o un sarcófago
del infinito trae mensajes ilegibles
y estampas ignoradas del abismo
trasmite a veces una turbadora
tensa y elemental melancolía

el mar no se avergüenza de sus náufragos
carece totalmente de conciencia
y sin embargo atrae tienta llama
lame los territorios del suicida
y cuenta historias de final oscuro

¿qué es en definitiva el mar?
¿Por qué fascina? ¿por qué tienta?
es menos que un azar / una zozobra /
un argumento contra dios / seduce
por ser tan extranjero y tan nosotros
tan hecho a la medida
de nuestra sinrazón y nuestro olvido

es probable que nunca haya respuesta
pero igual seguiremos preguntando
¿qué es por ventura el mar?
¿por qué fascina el mar? ¿qué significa
ese enigma que queda
más acá y más allá del horizonte?

(Mario Benedetti)


El mar sobre mis tumbas

A mis padres y hermano, para siempre mecidos por el mar. In memoriam.
La mer fidèle y dort sur mes tombeaux! (Paul Valéry)

El mar fiel duerme allí sobre mis tumbas,
acoge las cenizas apagadas
de cuerpos diluidos en la espuma.
Vientre de agua salada donde, inertes,
-en su líquido amniótico de añiles-
regresan al origen del recuerdo.
 
Dormid en la marea de vaivenes,
hermano,
             madre,
                      padre,
                             eternamente…

Que mis palabras caigan como flores
en la tumba de un tiempo ya imposible.

(Isabel Bermejo)


El mar

Antes que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.
 
¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?

Quien lo mira lo ve por vez primera,
siempre. Con el asombro que las cosas

elementales dejan, las hermosas
tardes, la luna, el fuego de una hoguera.

¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.

(Jorge Luis Borges)


Espérame, porque volveré

Espérame nunca quieto,
siempre salvaje,
siempre en movimiento.
Tu caos es mi calma,
tus gigantes son mis pequeñas cosas.
No me ahoga tanta inmensidad.
Conserva sólo mis recuerdos,
que desde aquí yo los cuido
mientras te prometo que volveré.

Tú sólo guarda tu olor,
que yo ya viajo a través.
Tú sólo guarda la voz de tu sonido,
que ya hablaremos.
Tú sólo conserva la sal,
que ya veremos las heridas.
Tú sólo guarda tu arena
porque volveré
y te mostraré mis relojes,
y también que sólo era cuestión de tiempo
que me salvaras
otra vez.

(Sara Búho)


Casa junto al mar

Azulada por el nocturno oleaje,
entre el ocio lunar y la arena indolente,
la casa está viviendo, decorada de cenizas votivas,
hecha clamor de memorables días dichosos
o palabra más bien, que ahora escribo en la sombra,
apoyando mi sueño en sus muros de solícitos brazos.

La casa está en el sur; es lo mismo que un cuerpo
ardoroso, registro de certeza embriagada,
donde estuvo mi vida, orillas de un emblema marino,
resonante de alegres impaciencias
o de ilusorias lágrimas que otros ojos cegaban.
Sus ventanas, a veces, están dando a mi nombre,
porque son todas ellas como bocas que acunan,
como labios que brillan bajo el furtivo pétalo del cielo,
aberturas que el mar vuelve sonoras
y en cuyo fondo habitan verdades como pechos,
palabras semejantes a manos que se juntan
o acaso esa tristeza que hay detrás del amor.
Recuerdo sus paredes, sus puertas de madera entrañable,
la verídica cal en cuyas lindes
se estaba congregando toda la luz de aquella casa,
sin poder ocultar cosa alguna por detrás de sus lienzos,
sin poder ser distinta a un cristal desnudado,
a un renglón transparente de tiempo sin edad.
Recuerdo también sus rincones más hondos y ocultos,
su razonada disposición de alegría,
la distribución de sus sueños con afán perdurable.
Todo allí se contagia de una idéntica vida,
y es para siempre su estación humana,
los ciclos de su fe, raíz de cuanto soy,
de todo lo que ordena mi palabra y sus márgenes:
las dudas con que erige sus muros la verdad,
los recuerdos que a veces son lo mismo que llagas,
el olvido, ese moho que corroe el rostro de la historia,
lo que está sin remedio convirtiéndose
en una misma forma de aprender a volver,
el miedo al desamor por donde sangra el mundo.

Sí, la casa es un cuerpo: mi corazón la mira,
la habita mi memoria; sé que está restaurándose
como la abdicación del mar en las orillas,
como las germinales herencias del verano,
y quizá sea posible que esta casa no pueda nunca envejecer,
no pueda cumplir nunca más tiempo que el de entonces,
porque sus habitantes son lo mismo que llamas
sin quemar, frágiles al aliento de la grieta más tenue,
y ellos están haciendo que las paredes vivan,
que los peldaños latan como olas,
que cada habitación respire y reproduzca
los irrepetibles y anónimos hechos de cada día.

Casa sin tiempo junto al mar, cumbre
sonora entre los astros, libre razón con muros,
criatura en donde acaban mis- fronteras,
soy menos si me faltas,
tu paz rige mi vida y la hace humilde,
justifica mi espera tu paciencia,
bogas, persistes, reinas, como un ave en la noche,
acaso ya recibas el nombre de José.

(José Manuel Caballero Bonald)


Del mar azul…

Del mar azul las transparentes olas
mientras blandas murmuran
sobre la arena, hasta mis pies rodando,
tentadoras me besan y me buscan.

Inquietas lamen de mi planta el borde,
lánzanme airosas su nevada espuma,
y pienso que me llaman, que me atraen
hacia sus salas húmedas.

Mas cuando ansiosa quiero
seguirlas por la líquida llanura,
se hunde mi pie en la linfa transparente
y ellas de mí se burlan.
Y huyen abandonándome en la playa
a la terrena, inacabable lucha,
como en las tristes playas de la vida
me abandonó inconstante la fortuna.

(Rosalía de Castro)


Donde habite el olvido

El mar es un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo.

Es como un ruiseñor,
y sus aguas son plumas,
impulsos que levantan
a las frías estrellas.

Sus caricias son sueños,
entreabren la muerte,
son lunas accesibles,
son la vida más alta.

Sobre espaldas oscuras
las olas van gozando.

(Luis Cernuda)


Yo tengo mis amores en el mar
 
¡Hijo del mar, espíritu querido!,
alto ingenio inmortal de la poesía,
escucha desde el mar este gemido
que mi amoroso corazón te envía:
yo te adoro en el mar, y yo he venido
a escuchar en sus hondas tu armonía
y en su brisa tu aliento a respirar,
porque están mis amores en el mar.
 
Muchas noches al rayo de la luna
te he visto en la mitad del Océano
maldiciendo el rigor de tu fortuna
y mi sombra hacia ti llamando en vano;
y a las olas que van una por una
a estrellarse en el muro gaditano,
les digo que te lleven mi cantar
cuando se tornen con la aurora al mar.

Sobre esa torre que en la noche oscura
brilla como la luz de tu mirada,
muchas veces también subo agitada
a mirar tu bajel desde la altura;
y si está su bandera enarbolada,
mi voz en las borrascas te conjura
para que puedan libres navegar
los amores que tengo en este mar.

Pregúntale a la tórtola africana,
si al cruzar por las costas españolas,
no me encontró llorando esta mañana
al pie de las marinas banderolas;
yo le rogué que fuera por las olas
a buscar a tu nave soberana,
y a decirte, poeta, en su cantar
que tengo mis amores en el mar.

Tú de mi juventud primer suspiro,
la primera ilusión de mis cantares,
el fecundo laurel del Manzanares,
cuyas hojas perfuman mi retiro;
tú cuya imagen en las olas miro,
porque eres hijo de los bellos mares,
escucha, si me puedes escuchar,
el amoroso adiós que doy al mar...

Perdón, amigos, si al sonar mi acento
en el último adiós de despedida,
la mente absorta en su ilusión querida
arrebató mi voz por un momento:
unca de la amistad el sentimiento
mi agradecido corazón olvida;
pero mirad cuán grande es mi penar
que dejo mis amores en el mar.

Vagarosa ilusión del alma mía
es ya la imagen que en las olas veo;
pero es la sola dicha que poseo,
y venturosa en mi ilusión vivía;
al dejar esa dicha que tenía,
cuando perderla para siempre creo,
sólo deciros puedo en mi cantar
que tengo mis amores en el mar.

Perdón, amigos, si empecé mi canto
a una memoria de eternal consuelo,
y por amante respetad mi duelo
si al recordar su nombre sufro tanto;
y por amante respetad mi llanto
si en esta agitación y este desvelo
al deciros adiós vengo a llorar
¡porque dejo su tumba en ese mar!

Harto dolor aguarda a mi existencia
lejos del mar que mi tristeza calma,
y harta paciencia necesita el alma
para sufrir, amigos, esta ausencia;
pero si logro al fin con la paciencia
de mi martirio conquistar la palma,
yo volveré después de mi penar
a buscar mis amores en el mar.

Más tarde o más temprano mi barquilla
naufragará en la costa gaditana,
y arrojará la mar hasta la orilla
entre la espuma mi reliquia humana;
y esa poetisa, que me nombra hermana,
os dirá con su voz clara y sencilla:
"Aquí vino su sombra a descansar,
porque están sus amores en el mar”.

(Carolina Coronado)


Los marineros

Para Luis y Stanley

Ellos son los que viven sin nacer a la tierra:
no les sigáis con vuestros ojos,
vuestra mirada dura, nutrida de firmezas,
cae a sus pies como impotente llanto.

Ellos son los que viven en el líquido olvido,
oyendo sólo el corazón materno que les mece,
el pulso de la calma o la borrasca
como el misterio o canto de un ámbito entrañable.

(Rosa Chacel)


Mi ciudad marinera

Yo navego entre brumas
de mi nostalgia,
navegando, navego,
¡barco a la mar!
Pececillos dorados
de sol naciente
los remos levantados
dejo pasar.
¡Allá se va mi pena
remando sola,
perdida en el ocaso
de mi ciudad!
Mi ciudad marinera
sin sol ni sombra,
marinera a lo lejos
perdido el mar.

(Mariluz Escribano Pueo)


A la vora de la mar [A la orilla del mar]

A la vora de la mar. Tenia
una casa, el meu somni,
a la vora de la mar.

Alta proa. Per lliures
camins d’aigua, l’esvelta
barca que jo manava.

Els ulls sabien
tot el repòs i l’ordre
d’una petita pàtria.

Com necessito
contar-te la basarda
que fa la pluja als vidres!
Avui cau nit de fosca
damunt la meva casa.

Les roques negres
m’atrauen a naufragi.
Captiu del càntic,
el meu esforc inútil,
qui pot guiar-me a l’alba?

Ran de la mar tenia
una casa, un lent somni.

[A la orilla del mar. Tenía  / una casa, mi sueño, / a la orilla del mar // Altas proas. Por libres / caminos de agua, la esbelta / barca que yo guiaba. // Conocían los ojos / el reposo y el orden / de una pequeña patria. // Necesito contarte / qué miedo da la lluvia / en los cristales. / Hoy cae sobre mi casa / la noche oscura. // Las rocas negras / me atraen al naufragio. / Prisionero del cántico, / mi esfuerzo inútil, / ¿quién me guía hacia el alba? // Junto a la mar tenía / una casa, mi sueño.

(Salvador Espriu)


Hacia donde el sol se pone

He perdido.
A pesar del esfuerzo.
Quizá la última batalla,
probablemente, la guerra.
Contra la cordura, contra el gozo,
contra el amor también.

Perdí.
Herida y acabada, en medio del lodo,
de cara al suelo, lloro.

Me declaro vencida
delante de ti y me retiro
hacia la soledad
de grises confortables.
Ya nunca más placer ni duelo
en mi nervio candente.
Fueron escudos y lanzas suficientes.

…No obstante,
soy espacio. La derrota
me convertirá en libre.
Y cuando llegue la tarde
recurrente, perdurable,
yo volaré hacia el mar,
al sudoeste, a donde el Sol se pone,
buscando el último rayo,
persiguiendo sirenas.

(Carlota Figuerola)


El joven capitán subió a la cubierta…

El joven capitán subió a cubierta
por recibir la luz de la mañana.
Está la mar cubierta,
infinita en su propia perspectiva,
y con mirada triste
el capitán desgrana
isla, golfos, bahías, cabos, puertos
arrecifes inciertos,
ojos conocidos, corazones
que sienten de verdad y son ciclones
del odio y del amor,
aguas templadas, playas a babor,
y, en fin, la libertad del marinero,
su apuesta de viajar, el embarcarse
buscando en la orilla
ese instinto primero,
ese sueño que luego desmerece,
porque vivir supone naufragarse,
algo que no es estar y se parece
al placer de llegar o de alejarse.

Ebrio de potestad,
feliz como el pirata de Espronceda,
el capitán se queda
pensativo en su propia libertad,
mira al mar y desprecia
la sorda prosa de la tierra necia,
allí donde es lo mismo
decir frontera que decir batalla,
allí donde es mejor el más canalla
y estalla la jauría
de la mercadería,
allí donde la vida es terrorismo,
donde todos los días tienen raza
de animales falderos,
se pudre la verdad en los letreros
y el Príncipe de Gales va de caza.

Mira al mar y deprecia
la sorda prosa de la tierra necia.

(Luis García Montero)


Playa

Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tú no escuchas, absorta.

Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

(Ángel González)


Pausas I

¡El mar, el mar!
Dentro de mí lo siento.
Ya sólo de pensar
en él, tan mío,
tiene un sabor de sal mi pensamiento.

(José Gorostiza)


El mar es un olvido

El mar es un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo.

Es como un ruiseñor,
y sus aguas son plumas,
impulsos que levantan
a las frías estrellas.

Sus caricias son sueños,
entreabren la muerte,
son lunas accesibles,
son la vida más alta.

Sobre espaldas oscuras
las olas van gozando.

(Jorge Guillén)


Soledad

En ti estás todo, mar, y sin embargo,
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre, de ti mismo!
Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
en un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
tu corazón te late y no lo siente...
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!

(Juan Ramón Jiménez)


Itaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios. 
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

(Konstantino Kavafis)


Somos náufragos…

Somos náufragos
Y al mar nos lanzaron
con un mensaje.
Pero no sabemos
Qué deciros
Cuánto tiempo
Apenas si aquella tierra
Era de verdad una isla.

(Manuel Fernando Macías)


Brillo del agua del mar

Anduve como una ciega
que de pronto a ver, llegara:
Brillo del agua del mar
los ojos me traspasaba.

Quería palpar el aire.
Le dije que se bajara
y el aire se me caía
-temblor de luz- en la cara.

Ciudad transparente
la luz en las calles del viento
y el mar en la frente.

(Circe Maia)


Mi padre y el mar

Mi padre y el mar
azul del poniente.
Tres largos oscuros*
han pasado sin verte.

Vienes al alborear
y mi cálido despertar
genuino me parece.

¡Qué alegría poder concertar
un encuentro sin la muerte!

Mi padre y el mar.
Las descoloridas redes
dispuestas para entintar
en los tintaderos** célebres.

Mi padre y el mar
azul del poniente.

Tres largos oscuros ya
separados por la muerte.
Me llamas al alborear
con tu voz estridente:

—Hijo, vamos a navegar
por los mares tenues
donde es posible charlar
unidos por lo indeleble.

Mi padre y el mar
azul del Poniente.

El motor va a estallar
si algo no lo detiene.
Una estela estelar
cubre una ruta celeste
capaz de vadear
las olas agrestes
de los mares lejanos
más allá de la muerte.

Tres largos oscuros ya
que van de la vida a la muerte
Me llamas y en mi despertar
escucho tu voz imponente:

—Hijo, vamos a explorar
islas y lunas crecientes,
que todo lo que fue "ayer"
navega en un siempre presente.

Mi padre y el mar
azul del Poniente.

* Oscuro: lunario, aproximadamente un mes, tiempo que duraba la salida de un barco pesquero.
** Lugar donde se entintaban las redes. 

(Francisco Malia Sánchez)


La llave

En el fondo del mar hay una llave que contiene la única verdad.
Las corrientes oceánicas la mueven de un lado a otro, pero ahí abajo permanece.
Nadie nunca tendrá el brazo lo suficientemente largo como para alcanzarla.
Ninguna botella de oxígeno, ningún experto en apnea podrán lograrlo.
Ahí quedará, sabia y sola.
En el óxido de sus dientes pueden verse reflejados nuestros miedos,
nuestros motivos,
nuestras estúpidas razones
y el origen del principio activo de la muerte y la felicidad.
Pero ahí continúa,
en el fondo del mar,
la llave sabia de la vida.
Nadie la vio nunca, nadie la colocó sobre el fango marino.
Sin embargo, kilómetros de hielo se desprenden de la Antártida.
Inmensas placas que parecerían cortadas con una sierra gigante se deslizan a través del mundo. Si consideramos mundo esta limitada bola terrestre.
Hay una llave en el fondo del mar.
Cuando llegue la gran sequía y el sol abrasador la haga brillar, sola y sabia encima de la arena resquebrajada, nuestro misterio quedará desnudo frente a la devastación.
Pero ninguno de nosotros estará ahí para acariciarlo o para apropiárselo.
Sola y sabia, la llave de las aguas verá nacer el siguiente ciclo de la destrucción.
Ni siquiera nuestra ignorancia habrá sobrevivido.

(Lara Moreno)


El mar

Necesito del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o solo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
No son solo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,
o, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso.

Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,
incesante viento, agua y arena.
 
Parece poco para el hombre joven
que aquí llegó a vivir con sus incendios,
y sin embargo el pulso que subía
y bajaba a su abismo,
el frío del azul que crepitaba,
el desmoronamiento de la estrella,
el tierno desplegarse de la ola
despilfarrando nieve con la espuma,
el poder quieto, allí, determinado
como un trono de piedra en lo profundo,
substituyó el recinto en que crecían
tristeza terca, amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.

(Pablo Neruda)


El mar o el mal…

El mar o el mal erosiona los ojos
¿por qué has enviado la basura
si flota la sangre baldía de la ciudad?
en nombre de luna te castigaré
entre las algas
salto en grito    espárcete
abro los brazos sobre las olas
resplandor de manos
agua límpida salvaje      regresa
la marea vuelve en guerra
gaviotas enlutadas se plastifican
sus patas no dejan ni rastro
la flor del cactus vive dos días
dilatan las pupilas suave brillo
los hombros caen
aliento    araña   segundos
el punto de fuga se hunde en la piel
cosquilleo punzante
ama ligera        la espina       en lo hondo
garganta de pompas
pulida luz titila
piel al filo de jaboncillo cristal

(Violeta Nicolás)


Frente al mar

¿La ola no tiene forma?
En un instante se esculpe
y en otro se desmorona
en la que emerge, redonda.
Su movimiento es su forma.

Las olas se retiran
¿ancas, espaldas, nucas?
pero vuelven las olas
¿pechos, bocas, espumas?

Muere de sed el mar.
Se retuerce, sin nadie,
en su lecho de rocas.
Muere de sed de aire.

(Octavio Paz)


Deseo…

Deseo que, en caso de naufragio,
este peregrino sea olvidado,
este amor ignorado,
rosa, rosa de los vientos,
fue una época de difíciles maniobras.
Los unos huyeron por el mar,
otros, por las selvas y más allá.

(Cristina Peri Rossi)


Invierno

No entiendo el idioma de las velas de los barcos
ni la armónica del mendigo
más allá de las metáforas de la muerte.
En invierno el sol caduca.
Lo asumo mientras tiendo la ropa,
mientras el vaso de leche
estalla en el microondas y lo pone todo
perdido de vía láctea.
Mientras tiendo la ropa
me acuerdo del mar.
Como el mendigo.
El sol es la vela
de un barco que zozobra.
 
(Begoña M. Rueda)


Mar distante

Si no es el mar, sí es su imagen,
su estampa, vuelta, en el cielo.
Si no es el mar, sí es su voz
delgada,
a través del ancho mundo,
en altavoz, por los aires.
Si no es el mar, sí es su nombre
en un idioma sin labios,
sin pueblo,
sin más palabra que ésta:
mar.
Si no es el mar, sí es su idea
de fuego, insondable, limpia;
y yo,
ardiendo, ahogándome en ella.

(Pedro Salinas)


Los restos de un cadáver marino

Yacían, tendidos, sobre la arena de la playa,
escoltados entre rocas y las huellas de algún perro.
No pertenecieron a un barco,
acostumbrado a forcejear con el poderoso mar.
Eran los de una humilde boya que instalaron en la cercanía.
Aún permanecen atados al metal incrustado en el hormigón
y en su extremo se adivina su pelaje,
que nos recuerda la cola de un habitante de las profundidades.
Quién sabe si los arrancaron del cordaje que se alejaba mar adentro,
si los abandonaron en el silencio de una noche
y si los olvidaron, para siempre, en el paso de los días.
Parecen zaheridos por la inclemente sal marina.
Se han convertido en los restos de un cadáver marino.

(Diego Sánchez)


A ti regreso, mar…

A ti regreso, mar, al sabor fuerte
de la sal que el viento trae hasta mi boca,
a tu claridad, a esta suerte
que me fue dada de olvidar la muerte
aun sabiendo que la vida es poca.

A ti regreso, mar, cuerpo tendido,
a tu poder de paz y tempestad,
a tu clamor de dios encadenado,
de tierra femenina rodeado,
cautivo de la propia libertad.

A ti regreso, mar, como quien sabe
de esa tu lección sacar provecho.
Y antes de que la vida se me acabe,
De toda el agua que en la tierra cabe,
en voluntad tornada, armaré el pecho.

(José Saramago)


En busca de un remedio

Me he bañado en el mar
y sigo sin ser agua.
He frotado mi piel
con una estrella:
ni una chispa.
No sé qué va a pasar
cuando la noche acabe,
y me vean tan gris como los pájaros,
pero sin saber volar.

(Blanca Sarasua)


Frente al mar

Oh mar, enorme mar, corazón fiero
de ritmo desigual, corazón malo,
yo soy más blanda que ese pobre palo
que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
yo me pasé la vida perdonando,
porque entendía, mar, yo me fui dando:
"Piedad, piedad para el que más ofenda".

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
ya me fatiga esta misión de rosa.
 
¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
me falta el aire y donde falta quedo,
quisiera no entender, pero no puedo:
es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
me empobrecí porque entender sofoca,
¡bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.
Mar, yo soñaba ser como tú eres,
allá en las tardes que la vida mía
bajo las horas cálidas se abría...

Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
todo dolor me vence, todo sueño;
mar, dame, dame el inefable empeño
de tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
ah, la ciudad la pudre y la equivoca;
pequeña vida que dolor provoca,
¡que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
debió ser una arteria incontenible
y apenas es cicatriz que siempre duele.

(Alfonsina Storni)


Hai unha morte de río… [Hay una muerte de río…]

Hai unha morte de río
que baleira a súa viaxe na fin da terra
que é o mar eterno.
Pero hai outra morte de río
que, estancada a súa corrente,
sen fin repite a espiral do limo

[Hay una muerte de río / que vacía su camino al fin de la tierra / que es el mar eterno. / Pero hay otra muerte de río / que, estancada su corriente, / repite sin cesar la espiral de limo].

(Eva Veiga)


El mar

Tan arduamente el mar,
tan arduamente,
el lento mar inmenso,
tan largamente en sí, cansadamente,
el hondo mar eterno.

Lento mar, hondo mar,
profundo mar inmenso...

Tan lenta y honda y largamente y tanto
insistente y cansado ser cayendo
como un llanto, sin fin,
pesadamente,
tenazmente muriendo...

Va creciendo sereno desde el fondo,
sabiamente creciendo,
lentamente, hondamente, largamente,
pausadamente,
mar,
arduo, cansado mar,
Padre de mi silencio.

(Idea Vilariño)


Mira el mar infinito…

Mira el mar infinito.
Sobre su pecho sale a navegar un navío
que despliega sus velas, incluidas las de gavia.
Su pendón ondea en lo alto mientras aumenta
su velocidad de manera majestuosa.
Debajo, las olas rivalizan,
rodean al barco, apiñándose,
con brillantes movimientos circulares y espuma.

(Walt Whitman)