La llamada
de la tierra
“¿Me han usurpado mi tierra?
¿Me han privado de mis derechos,
y me voy a quedar aquí, uncida al exilio, humillada
y desnuda?
¿Me voy a quedar aquí a morir como una extraña en tierra
extraña?
¿Me voy a quedar?
¿Y quién lo ha dicho?
Volveré a la tierra amada.
¡Por supuesto que volveré!
Y allí se cerrará el libro de mi vida.
Se apiadará de mí su tierra generosa
y dará cobijo a mis cenizas.
¡Regresaré, es necesario que vuelva!
¡Regresaré, comoquiera que sean mis desgracias!”.
Mas siguió desterrada, observando su tierra
y murmurando: “¡Es necesario que vuelva!”.
Mientras, agachaba la cabeza en la tienda,
cerrando el alma a su oscuridad,
cerrando el pecho a su desgracia.
Pero seguía estando ahí, fija, esa idea,
zumbando febril y silenciosa,
hirviendo y ardiendo en su cabeza,
quemando, como el fuego, sus sentidos:
“¡Regresaré, es necesario que vuelva!”.
(Fadwa Tuqán; Nablus, 1914-Nablús, 2003).
Alguna vez
el canto se alzaba…
Alguna vez el canto se alzaba
como dulces sirenas sobre las colinas,
y aun si trabajabas
tus árboles o tus libros
o cocinabas para tu familia
algo simple,
y te lavabas las manos
te peinabas el agua del pelo.
Montañas de arroz, zapatos brillantes,
un huracán de danzas.
Los niños con trajecitos
y vestidos de terciopelo caían dormidos en círculos
después de comerse 47 almendras de Jordania.
¿Quién se casa? ¿Quién ha regresado
de un lugar distante más allá del mar?
A veces ni te enterabas.
Comiste todos los alimentos sin saber.
Besabas las mejillas de quien pasara
abofeteando el tambor, enrojeciéndote la palma.
Más tarde
llena, enriquecida,
tenías una fiesta en la piel.
¿Dónde es que la pelea
se introduce en esta historia?
La lucha se extravió en alguna parte.
Los estudiantes se congregan silenciosamente
en el salón de clases
y la puerta del edificio
es arrancada por una explosión.
Pupitres vacíos
donde la risa solía sentarse.
Aquí vivía la risa
tintineando su monedero de morralla fina
y ahora se esconde.
Ya no llegará al zaguán como un vendedor de
jabones,
el buhonero de las cerillas, el viejo italiano
de la fábrica de Nablus
con su mágico saco de palillos.
Nos han dicho que no estamos
cuando siempre estuvimos aquí.
Su goma de borrar no funciona.
Mira las fotos coloreadas a mano
de jóvenes demasiado perfectos e inmóviles.
Las bombas parten por la mitad
las frases de todo mundo.
¿Quién las hizo?
¿Conoce a alguien que las fabrique?
El viejo taxista
menea la cabeza
yendo y viniendo entre Jerusalén y Jericó.
Ellos no verán, dice con lentitud,
la historia detrás de la historia,
siempre buscan la historia después de la historia,
lo que significa que nunca comprenderán la historia.
Así que esto seguirá y seguirá.
¿Cómo lo soportamos, si sigue y sigue?
Ha durado demasiado.
Nadie recibe ya ni una pequeña postal
del lejano lugar más allá de los mares.
Nadie en la noche oye venir a los soldados
para arrancar de su tibio sueño al olivo.
Rasgar raíces. No es noticia de primera plana
en tu
país ni en el mío.
Nadie escucha el imperceptible sollozo
del terciopelo en el cajón del ropero.
(Naomi Shihab Nye; San Luis, EEUU, 1952).
Muerte en ondulación
La muerte viene a mí,
me saluda con besos
nunca suficientes.
Me besa hasta la muerte,
planta mil besos en mi cuerpo.
en mi cintura y mi pecho.
En mi espalda planta sus semillas
mi enajenada amante.
Con ella
bebo la calle de besos
a escondidas de las miradas de la gente.
Atrás de las bombas de gas lacrimógeno
la muerte arriba a puerto de nuevo flirteando entre
olas.
La muerte es el cereal que yo muelo
en mi tormento
y me encamino al horno de la revolución
y a los arcos de la prisión.
(Nidaa Khoury; Fassuta, 1959).
Muro contra nuestro
alentó
Cada día, una hora más cruel,
la esgrima de corazones apenas palpitando,
el pálpito de hojas en nuestros jardines secos,
el calor en Gaza, en Jericó,
manteniendo sueños que jamás tuvimos tiempo de
recordar,
una anciana intentando revivir
cualquier fantasía posible,
otra pensando en su esposo
perdido en lo inimaginable,
hombres sobre alambres de púas que dejan
de responder cuando gritamos sus nombres,
demasiado atareados,
intentando cruzar el punto de inspección,
mientras otros beben té,
las mujeres hablan de toques de queda,
mientras una madre pregunta
qué le dirá al niño que lleva adentro
que ella desearía que no viniera.
Somos testigos del octubre en llamas,
y cada mes siguiente es igual,
las calles por las que caminamos
nos recuerdan quiénes somos
y lo que ellos jamás harán de nosotros…
Retratos humanos en esquinas
que olvidamos mirar u olvidamos alcanzar…
fotografías pegadas en muros
como si pertenecieran a ninguna parte.
Un novio y una novia forzados a casarse
en cualquier lugar menos donde era debido,
y, aun así, seguimos preguntando:
¿qué victoria apaga las velas?
¿qué mar habla de otro mar?
Aun si levantaran el muro
más allá de nuestro alcance
sólo conocemos un hogar,
aun si cada vez tomamos rutas distintas
los árboles nos guían,
el viento nos guía
el sol y la luna nos guían,
cuando llegamos hallamos los libros
que no podemos dejar de leer,
los bordados hechos por los refugiados,
la cocina donde vivimos nuestras vidas,
una propuesta de matrimonio,
una muerte,
un nacimiento
y cada día mientras colamos nuestro café,
nos saludamos adecuadamente
y expulsamos el muro de nuestro aliento.
(Nathalie Handal; Belén, 1969).
Ruptura en
racimo
Toda la Historia Sagrada, prohibida.
Libros no escritos predijeron el futuro,
proyectaron el pasado,
pero mi cabeza desenvuelve lo que parece no tener límite,
la violencia creativa del hombre.
¿Qué hijo, el de quién, será?
¿Qué hijo varón perecerá un nuevo día?
La muerte de nuestros niños nos impulsa.
Acariciamos cadáveres.
Lloramos mujeres. Es complicado.
A las putas les pegan a diario.
Se obtienen beneficios,
se ignora a los profetas.
Guerra y diente esmaltaron, echaron sal, a infancias de limón.
Todos los colores corren, nadie es firme.
No busques sombra detrás de mí.
La llevo dentro.
Vivo ciclos de luz y oscuridad.
El ritmo es mitad silencio.
Lo veo ahora, nunca fui una y no la otra.
Enfermedad, salud, violencia tierna:
pienso ahora que nunca fui pura.
Antes que forma, fui tormenta, ciega, tonta -aún lo
soy.
La Humanidad se contrae ciega, maligna.
Nunca fui pura.
Niña consentida antes de madurar.
El lenguaje no puede reducirme.
Experimento de manera exponencial.
Todo es todo.
Una mujer pierde 15, puede que 20, miembros de su
familia.
Una mujer pierde seis.
Una mujer pierde su cabeza.
Una mujer busca en los escombros.
Una mujer se alimenta de basura.
Una mujer se pega un tiro en la cara.
Una mujer le pega un tiro a su marido.
Una mujer se amarra.
Una mujer da a luz a un bebé.
Una mujer da a luz a las fronteras.
Una mujer ya no cree que el amor la encontrará algún
día.
Una mujer no lo creyó nunca.
¿Adónde van los corazones de los refugiados?
Rotos, insultados, colocados en un lugar de donde
no son,
no quieren que no se les vea.
Enfrentados a la ausencia.
Lloramos al otro o no significamos nada de nada.
Mi espina se curva en espiral.
El precipicio corre hacia y desde los seres humanos.
Dejamos atrás bombas de racimo.
Minas de facto.
Dolor en llamas.
Cosecha de tabaco contaminado.
Cosecha de bombas.
Cosecha de dientes de leche.
Cosecha de palmas, humo.
Cosecha de testigos, humo.
Resoluciones, humo.
Salvación, humo.
Redención, humo.
Respira.
No temas a lo que ha estallado.
Si has de temer, teme a lo que no ha explotado aún.
(Suheir Hammad; Ammán, Jordania, 1973).
Hadeel
Hadeel tiene nueve.
No, disculpen,
Hadeel tenía nueve años.
Un funcionario israelí dijo que lamentan su muerte
“Pero el terrorismo se tiene que acabar,
los misiles se tienen que acabar,
la resistencia se tiene que acabar”
o continuarán, continuaran, continuarán,
bombardeando a Gaza,
hasta que renunciemos a la poca dignidad que nos
queda.
Hasta que elijamos a quién ellos quieren,
firmemos lo que ellos quieren y
muramos, muramos, muramos en silencio
como ellos quieren.
Sonríen y lamentan la muerte como un accidente
ocasional
y lamentan cómo los niños palestinos mueren
en una cámara de tortura colectiva: Gaza.
Ven…
la seguridad de Israel es absoluta y
está escrita con sangre
y con tapadoras
y el arte de las mujeres voceras
porque la muerte es más tolerable si viene de una
mujer.
La muerte, me dicen,
es más cortés y elegante si viene de una mujer.
¿Y quién,
quién le dirá a la madre de Hadeel
ocupada horneando pan y zatar
que las palomas no volverán a volar sobre Gaza,
las palomas no volverán a volar sobre Gaza?
Hadeel se ha ido
y su hermano Ahmed perdió la vista.
Las palomas… las palomas, no volverán a volar sobre
Gaza.
Hadeel…
Ninguna plegaria que recuerde,
ninguna plegaria que recuerde
o que más o menos recuerde
te traerá de vuelta.
Ninguna plegaria que busque dentro de mi te traerá
de vuelta.
Mientras te envuelves en relatos de Palestina
te escondes bajo tu cama
esperando al próximo soldado
que tire abajo tu puerta,
para expulsarnos de una historia
que cargamos sobre nuestras espaldas.
Hadeel… Hadeel… Hadeel…
¿Quién?
¿Quién de ustedes le dirá a Hadeel que nada cambió
/ el día que ella murió?
La siguiente reunión…
el próximo tren…
La siguiente reunión…
el próximo tren…
ni una pausa… ni una lágrima.
¿Merece esto un comunicado de prensa?
¿merece esto un comunicado de prensa?
sólo la perdida de otro palestino
¿merece esto un comunicado de prensa?
la solidaridad desde lejos como una broma de mal
gusto
una mala historia para contarle a un niño.
Pero las palomas,
las palomas no vuelan sobre Gaza nuevamente,
las palomas no vuelan sobre Gaza nuevamente.
Hadeel se ha ido para siempre.
Se ha ido.
No hay palabras finales,
sólo un vacío en el corazón de su madre,
sólo un vacío en el corazón de su madre.
Y me dicen…
continúan diciéndome,
“No llores por los mártires
no llores por los mártires
continúa la lucha
continúa la lucha
continúa la lucha”,
pero por Hadeel,
por Hadeel denme tan solo un momento de silencio,
dame un momento de silencio…
No.
Denme un momento de sincera resistencia,
sincera resistencia,
así podrán mantener la poca dignidad que les queda.
Por Hadeel.
sincera resistencia,
así podrán mantener la poca dignidad que les queda.
Por Hadeel.
(Rafeef Ziadah; Beirut, Líbano,1979).
Poemas extraídos de Poesía Palestina, Mujeres poetas Palestina (Fundación para la cultura y las Artes, Caracas, 2015; https://fundarte.gob.ve/web/wp-content/uploads/2016/03/libro_poesia-palestina.pdf).
(Imagen: "Novia en la primavera", de Jumana Emil Abboud).