Mi asistencia al acto partió de la afinidad política con la persona objeto del libro y con el autor, con quien además me unen lazos de amistad. Tomás Iglesias era un destacado y conocido miembro del PTE/PTA, partido en el que milité siendo joven en los últimos momentos de la dictadura y los primeros de la Transición. Su imagen y su actividad eran frecuentemente reflejadas en las publicaciones del partido (como El Correo del Pueblo o La Unión del Pueblo), resaltando, de una manera especial, su fuerte ligazón con los obreros y las obreras del campo y el sindicato SOC, al que asesoró como abogado. Luego, tras la desaparición del partido en 1980, no dejé de conocer sus andanzas, a las que unió el papel que jugó en la defensa de los derechos humanos. Unos años más tarde, en 1999, tuve la ocasión de dedicarle una semblanza (1), después que, ya fallecido en 1996, un grupo de vecinos de Sevilla se opusiera a que su calle recibiera su nombre (pendiente queda que la edite en mi cuaderno). No hace mucho leí el artículo que le dedicó Bartolomé Clavero en 2016, titulado "La forja de un jurista, Tomás Iglesias" (2), basado en su intervención en el acto de recuerdo organizado con motivo del 20 aniversario de su fallecimiento. Y ahora, de nuevo, ha aparecido su figura, después que Antonio Roldán haya tomado las riendas de un trabajo en forma de libro dedicado íntegramente a su persona.
El acto en el que estuve presente fue todo un éxito. Primero, por el aforo completo del salón de actos de la Casa de la Cultura de Conil, Segundo, por la asistencia de numerosas personas que conocieron a Tomás y que se desplazaron desde diversos lugares de Andalucía. Y por último, por el contenido de lo que se habló: empezando por Joaquín Recio, de la editorial Atrapasueños, siguiendo por María Iglesias Real, hija de Tomás y autora del prólogo, después por el propio Antonio Roldán, que descubrió algunos aspectos del libro, y finalmente por las interesantes intervenciones desde el público, abundando en la relevancia que Tomás tuvo como jurista.
La lectura del libro puede llevar a creer que estamos ante una biografía al uso del personaje. Cosa que no es así sensu stricto. A lo largo de las páginas podemos ir descubriendo, por orden cronológico, como fue transcurriendo su vida. Empezando desde sus orígenes en su Conil natal hasta llegar a Sevilla y su Universidad, pasando por los años del seminario diocesano de Cádiz entre los 10 y los 18 años. Pero Antonio Roldán no se ha quedado en los pormenores propiamente biográficos, sino en aquellos aspectos que nos permiten saber cómo se fue fraguando su personalidad. Para ello ha ahondado en su vida a través de testimonios personales (compañeros de estudios, amistades, familiares, compañeros de partido, de profesión...) y de la lectura de una documentación diversa, que se ha basado en los escritos propios de Tomás, bien lo fueran en forma de borradores y apuntes o bien como publicaciones (en medios de comunicación, revistas jurídicas...), todo ello conservado en el archivo familiar. También ha accedido a la biblioteca personal, indagando en el tipo de lecturas y en la forma que tenia de abordarlas. Y junto a todo ello, Antonio Roldán, a luz de su vasta cultura lectora y sumergiéndose en la teoría política, nos van ofreciendo sus propias reflexiones sobre la labor desarrollada por Tomás.
Y el resultado es un excelente trabajo, que nos permite adentrarnos en un personaje muy rico en vivencias y aportaciones, y -me atrevo a decirlo- rara avis en un mundo donde prima lo que cada cual puede hacer para sí, independientemente de lo que quiera hacer para las demás personas. Y es que Tomás fue una persona entregada principalmente en ayudar a la gente desde una perspectiva solidaria, si no fraternal, y democrática. Después que decidiera abandonar el seminario para dedicarse a los estudios de Derecho, paralelamente inició una actividad antifranquista que acabó derivando en la militancia en un partido comunista, el Partido del Trabajo de España. De esa manera aunó su profesión de jurista con la del compromiso político. Y dejó al margen lo que podía haber sido una carrera profesional, para lo que abandonó la tesis doctoral iniciada, y se embarcó como abogado de la clase trabajadora y de las personas represaliadas por la dictadura.
Ya desde 1977 añadió en su labor la necesidad de que, en la conformación de un sistema democrático, no faltara nunca la perspectiva de que se hiciera para todo el mundo, garantista y sin privilegios, esto es, desde una perspectiva radical. Por eso siguió en su afán por seguir defendiendo a la clase trabajadora, donde consiguió en abril 1981 que el Tribunal Constitucional aceptara su recurso sobre la inconstitucionalidad del despido laboral cuando concurre el derecho de huelga, recogido en el texto de nuestra Carta Magna como fundamental. Y por eso mantuvo una postura activa y radicalmente crítica con todo aquello que supusiese una vulneración de los derechos de las personas, como hizo, por ejemplo, contra el terrorismo de estado o contra la conocida como ley de "la patada en la puerta" de José Luis Corcuera, etc.
Y a todo ello Tomás Iglesias añadió un rasgo que haría de él un jurista de prestigio. Y es que a su intensa entrega profesional y su fuerte sensibilidad social unió una enorme capacidad de raciocinio gracias a su vasta formación política y jurídica. Eso le llevó a manejarse con éxito en el campo de la abogacía, con razonamientos jurídicos entre sólidos y atrevidos. Y también, a prodigarse en el campo de la teoría jurídica: primero, a mediados de los 70, con lo que pudo haber sido su tesis doctoral en la rama Historia del Derecho; luego, a principios de los 90, cuando inició una nueva tesis, esta vez dentro del Derecho del Trabajo y colindante con el Constitucional; y siempre aportando sus colaboraciones en revistas especializadas. Eso le sirvió para que con el paso del tiempo fuera aumentando su reconocimiento como jurista de prestigio, que le llevó, por ejemplo, a ser elegido miembro del Consejo Consultivo de Andalucía o que se le propusiese como Defensor del Pueblo Andaluz.
Tomás murió joven, con apenas 47 años, y con él se perdió una excelente persona y un profesional de gran valía. Y siguiendo a Bertolt Brecht, uno de los imprescindibles. Pero su ejemplo y su obra perduran. Y más, con lo que el amigo Antonio Roldán nos ofrece.
Notas
(1) "Tomás Iglesias", en Debate Ciudadano de Barbate, n. 40, noviembre de 1999.
(2) Publicado en Pasos a la izquierda, n. 7, 21-12-2016 (https://pasosalaizquierda.com/la-forja-de-un-jurista-tomas-iglesias/).