Continúo con la publicación de poemas sobre Palestina, en esta ocasión de diez poetas de distintos países del mundo que ha mostrado la solidaridad con su pueblo. Uno de ellos se corresponde con la letra de la canción de Lluis Llac "Niño de Beirut", perteneciente al álbum I amb el somriure, la revolta / Y con la sonrisa, la revuelta, de 1982. En su mayoría son poemas reciente, salvo "Halt", del poeta cubano Luis Rogelio Nogueras, que data de 1979, el ya referido de Llach, cuya música puede escucharse a través del enlace.
Palestina llora, pero no se doblega
Palestina,
tierra maltratada
cercada en
su territorio
Estrangulada.
Olvidada
Palestina
arrinconada
Palestina
llora
en su
horizonte cegado
buscando en
el infinito
mirando en
lo que queda
mirando en
la nada
Víctima de
la opresión es Palestina
a la vez
que igualmente heroica
pueblo
cuyas gentes desde la cuna
hasta dejar
la vida
no
abandonan la antorcha
la antorcha
que alumbra su resistencia
resistencia
numantina
El mundo
también llora por Palestina
una y otra
vez ultrajada
por tanta
destrucción bárbara
muerte,
miedo y tristeza
que no se
ha detenido ante nadie ni nada
ni siquiera
ante la inocencia de la infancia
Un clamor
solidario recorre el planeta
pidiendo
ayuda y amparo
¡Que
alguien venga!
Que sea el
verbo emocionado
quien
traiga la paz y la esperanza
Y no la
brutalidad de la bomba y del soldado
¡Que
alguien detenga tan desmedido sufrimiento!
(Miguel
José Claudio Rodríguez).
Si yo fuera palestino
Ya poca
Palestina queda.
Paso a
paso, Israel la está borrando del mapa.
Los colonos
invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera.
Las balas
sacralizan el despojo, en legítima defensa.
No hay
guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva.
Hitler
invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania.
Bush
invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo.
En cada una
de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de
Palestina, y los
almuerzos siguen.
(Eduardo
Galeano).
Lágrimas para Palestina
Es
que caen pájaros de acero del cielo,
caen
techos,
lágrimas
de palestina,
llantos
de la niña que no come maqluba*
y
noches de besos de insomnios
kufiyya
cúbreme del polvo y los llantos,
de
los pájaros de acero,
del
soldado antisemita,
de
la masacre del carnicero
no
vieja,
no
hay tiempo para el musakhkhan**
ni
para el baklawa*** de chocolate
déjalo
en la ventana,
déjaselo
a Yasser para que grite
se lleve las lágrimas de palestina,
déjalo
para las almas de los palestinos que duermen,
de
los hermanos que no volverán
que
dejarán de jugar
de
besar, de llorar...
intifada.
*Plato de arroz con carne, verduras y frutos secos.
**Musaca.
***Dulces rellenos de frutos secos.
(Miguel
González).
El niño que fue Luna
Quizá nací
en el lugar equivocado
entre el
odio dormido y el odio que despierta,
entre el
cazador y la presa,
y fui preso
en el
presente
de la
prisa.
Aprendí
pronto que en la vida somos cojos sin muletas.
Quise sacar
el jugo a ser un niño
y jugar a
embarcar en tantos barcos como pudiera abarcar,
ver en el
viento el bien, oír un “ven” que nunca viví,
oler un
grano de café,
saborear lo
que perdí.
Yo creía
que ser niño era recibir regalos,
sonreír,
sonreír al son, reír en el raíl del Sol y sus rayos,
en meter
gol en el campo, en campar a mis anchas,
en acampar
bajo un árbol y en soñar bajo la manta.
Llegué aquí
creyendo que quizás me enamoraría
de la chica
que lee en el tren o de una melodía,
de la voz
que me guíe por la vía de miradas aladas en silencio
/ y en versos de sangre fría.
Sólo quería
ver llover.
Quería una
tarde de domingo con mucho que sentir y nada que hacer.
Quería
madrugar un lunes y notar el cansancio,
el instante
en el que decides levantarte a las tantas.
Y tanto
y tanto
y tanto que
contarte,
tantos
infiernos en vida y no vi ni un solo Dante.
Y vi tanto
en tan poco tiempo,
formé en tu
firmamento,
mas la tierra
firme firmó
y se fundió
el cemento.
Se
encendieron las velas
de los
barcos que no piloté,
se
incendiaron las aguas del mar de tus ojos
y sé que mi
error fue pensar que por nacer
me libraría
de la amenaza del amanecer.
Y ahora lo
veo, mientras el fuego florece como un árbol,
mientras el
cielo me mira con un rostro hierático.
Sólo
quería beber lo que vi,
sentir un
“lo siento”,
desvestir
la lencería
de un silencio,
quizá
escribir un libro, ser libre,
abrirme por
dentro,
hacer
crujir a mis anhelos de mimbre.
Hay tanto
por descubrir,
tantos
laberintos en los que perderse era la única manera de salir.
Y tanto
y tanto
y tanto que
dejé.
Como la
flor muerta de sed que bebió la tierra.
Y tanto.
y tanto que
me dejó.
Como el te
quiero que desató esa guerra
entre los
dos.
Cuando el
hacha del verdugo se quedó sin voz
y qué
pronto se hizo tarde.
Qué pronto
me convertí en la Luna
a la que la
sangre aulló.
Quería
mirarte, ganarte y perderme,
quería ser
puntual en el retraso de un beso que llega tarde,
quería
estar agotado,
no poder ni
moverme del cansancio de intentar a tientas con tinta contenerme,
montar en
taxi y decirle “siga a ese sueño”
y no pare
hasta que las ruedas revienten.
Revienten
sin más, por eso quise reinventar,
ser a tu
piel como el aire es al gas,
ser al
papel como un timón es al mar,
como un
ciclón,
quise ver a
la vida y a sus ciclos pasar de largo y alcanzarlos
como un
galgo en forma de canción,
tender en
la terraza los rayos del sol,
tender las
notas del son,
tender la
ropa de ayer
y tender a
pensar,
tender a
imaginar en tal vez,
sólo tal
vez en qué quiero hacer de mayor.
¿Qué quiero
hacer de mayor?
¿Qué quiero
ser de mayor?
Simplemente
quiero ser, ¡quiero ser mayor!
y crecer y
prenderme,
pero no
fuego, prenderme de los campos verdes,
prenderme de
ti,
de lo que
nunca leí,
prenderme
de lo que nunca aprendí,
ser el
mensaje y a la vez emisario,
ser poeta y
a la vez el poemario
de los
versos que invirtieron al corazón y su latir,
ser la
latitud del mapa y a la vez el Corsario.
Y tanto,
Y tanto que
dejé.
Como la
flor muerta de sed que bebió la tierra.
Y tanto que
me dejó.
Como el te
quiero que desató esa guerra
entre los
dos
cuando el
hacha del verdugo se quedó sin voz
y qué
pronto se hizo tarde.
Qué pronto
ascendía a transformarme en la Luna a la que la sangre aulló.
Quise
viajar hasta gastar mis suelas,
pero no
pude
cantar
hasta acabar sin voz,
pero no
pude
ser raíz,
rama y fruto,
pero no
pude
llegar al
final del camino,
pero no
pude
porque nací
cuando murió la justicia
en una
tierra regada con sal y sangre,
porque fui
un niño en un mundo de bestias,
porque la
muerte me acunó antes de despertarme.
(Pablo
Lapeña).
Infant
de Beirut / Niño de Beirut
No
sé bé si era tristesa
o
el dolor antic d'uns ulls d'infant.
Però,
per un moment, del món va ser el retrat
aquella
imatge d'un infant de Beirut.
El
fràgil braç, tendra tragèdia,
brandant
fusell; mort i bandera.
El
cos menut i bru perdent-se en la ciutat,
un
nínxol anònim per l'infant de Beirut.
Al
cel hi té els Deus del "napalm"
i
el tro infernal d'ocells de plata,
en
l'horitzó, només, l'exili sempre amarg,
bressol
i tomba per un infant de Beirut.
Morir
a Beirut, morir a Mauthausen,
el
mateix foc en temps distants,
mirall
glaçat d'un món on ja ningú no respon
als
ulls immòbils d'un infant de Beirut.
[No
sé bien si era tristeza
o
el dolor antiguo de unos ojos de niño.
Pero,
por un momento, del mundo fue el retrato
esa
imagen de un niño de Beirut.
El
frágil brazo, tierna tragedia
portando
un fusil; muerte y bandera.
El
cuerpo pequeño y moreno perdiéndose en la ciudad,
un
nicho anónimo para el niño de Beirut.
En
el cielo tiene a los dioses del “napalm”
y
el trueno infernal de los pájaros de plata.
En
el horizonte, nada más, el exilio siempre amargo,
cuna
y tumba por un niño de Beirut.
Morir
en Beirut, morir en Mathausen,
el
mismo fuego en tiempos distantes,
espejo
helado de un mundo donde ya nadie responde
a
los ojos inmóviles de un niño de Beirut].
(Lluis
Llach).
No
busques el corazón de los hombres…
No
busques el corazón de los hombres.
Esta
entre cristales de niños rotos,
(madre,
quiero ir a la escuela).
No
busques los corazones perdidos.
Están
en las calles con la vida rota.
No
me acerques tu alma llena de espinas
(amigo,
quiero abrazarte).
Amor,
duerme y vive feliz en tus sueños
antes
que el amanecer traiga el dolor
(te
amo a pesar del desaliento).
Duerme
y no reces a ese dios que se fue
(dicen
que nació en esta tierra),
ero
quizá nunca estuvo aquí.
No
hay luz en la noche, ni en el dia
(quiero
sentarme con mi perro al sol).
Los
campos están sembrados de piedras
y
en los pueblos las casas están vacías
(quiero
arroparme con mi manta
comer
el pan en mi hogar).
Y
del cielo cae a la tierra
una
desolación interminable
y
absoluta.
(Ascensión
Márquez).
Halt
La
artillería israelí sigue cañoneando campamentos de refugiados palestinos en el
sur del Líbano (de la prensa).
Recorro
el camino que recorrieron 4.000.000 de espectros.
Bajo
mis botas, en la mustia, helada tarde de otoño
cruje
dolorosamente la grava.
Es
Auschwitz, la fábrica de horror
que
la locura humana erigió a
la gloria de la muerte.
Es
Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de nuestra época.
Y
ante los edificios desiertos,
ante
las cercas electrificadas,
ante
los galpones que guardan toneladas de cabellera humana,
ante
la herrumbrosa puerta del horno
donde
fueron incinerados padres de otros hijos,
amigos
de amigos desconocidos,
esposas,
hermanos, niños que, en el último instante,
envejecieron
millones de años,
pienso
en ustedes, judíos de Jerusalén y Jericó,
pienso
en ustedes, hombres de la tierra de Sión,
que
estupefactos desnudos, ateridos
cantaron
la hatikvah* en las cámaras de gas;
pienso
en ustedes y en vuestro largo y doloroso camino
/ desde
las colinas de Judea
hasta
los campos de concentración del III Reich.
Pienso
en ustedes
y
no acierto a comprender
cómo
olvidaron
tan pronto
el
vaho del infierno.
(Auschwitz-Cracovia, octubre 21 de 1979).
*Himno de Israel.
(Luis
Rogelio Nogueras).
Irreverente
Hombres
y mujeres sin rostro, seres agazapados,
detenidos
en el umbral del desconsuelo,
agitan
dibujos negros en las paredes del alma
imperceptibles
a la mirada.
La
palabra mezquina no sale y calla
impávida,
eleva los ojos íngrimos hacia el azul,
ventana
al universo.
Ojo
del tiempo husmeando el pretérito
entre ardientes arenas arábigas.
Pero
en el desierto
el
dolor cubre las calles de Palestina,
el
asedio ya no es una palabra morbosa,
es
una bestia hambrienta de sangre que sale a cazar
seres
humanos, niños sin hogar, sin padres.
La
masacre llega hasta el Capitolio
en
busca de respuestas,
la
indiferencia y la codicia reinan con apatía.
Las
ruinas dejadas por los bulldózer no dan abasto
los
invasores quieren más, hasta expulsar
a
todo un pueblo de su milenario paraíso.
El
expansionismo de Israel es inaudito,
irreverente,
descarado,
quiere
destruir y exterminar a un pueblo sin armas,
sin
protección de las Naciones Unidas,
un
pueblo que clama
a
dioses y mentores judíos
por
la paz que tanto predican.
La
Franja de Gaza pisoteada de nuevo, husmea
ante
el desastre invasor que esconde sus cañones
recalentados
por el asalto.
Hombres
y mujeres sin rostro, niños indefensos,
atemorizados
por las botas y las masacres,
claman
al mundo la cruenta opulencia israelita
respaldada
por despiadados poderosos,
devuelva
su territorio,
sus
necesidades básicas y los deje vivir en paz.
Sus
voces merodean las ruinas de sus hogares
en
busca del pasado, el anterior
a
la llegada del invasor judío impuesto por el dinero,
por
la supremacía del poder.
Hombres
y mujeres sin rostro para el mundo,
con
los miembros rotos deliberadamente,
caricia
de las macanas del ejercito judío,
miran
hacia el universo
en
busca de la palabra prohibida,
¿dónde
están sus dioses en tantos años de represión?
Esa
palabra llamada libertad, se encuentra
tras
las murallas de una inmensa cárcel
construida
para ella y el perseguido pueblo palestino.
(Marianela
Puebla).
Orgía de fuego sobre
el mercado de dátiles…
Orgía
de fuego
en
medio de los abdalíes.
Ulular
de clavos,
cinabrio
y bombas.
Y
calles sin futuro
o
con horrores futuros.
Niños
de Gaza miran el cielo.
Y
pámpanos flameantes caen
sobre
el mercado de dátiles.
Son
címbalos retorcidos.
Lo
sabemos.
Miran
el cielo
con
el asombro de los niños.
Orgía
de fuego
en
medio de los pájaros.
Ulular
de esquirlas
y
brocales de ceniza.
Una
niña toma sus cintillos.
Y
corre hacia la multitud.
Caen
también las salamandras.
Con
rostros humanos.
Con
voces muertas.
Giran.
Danzan.
Jóvenes
de Bagdad y Gaza.
Una
niña toma sus cintillos.
Aturdida
por la llama.
Cegada
por la humanidad.
Son
címbalos retorcidos.
Lo
sabemos.
Se
trata de otras flores y otros muertos.
No
los nuestros. No los nuestros.
Se
trata de otras calles,
de
otras bombas, de otros hijos.
No
los nuestros.
Orgía
de fuego
sobre
el mercado de dátiles.
Abdalíes
bajan sobre el Tigris.
Escuchan
liberaciones
de Ud…
Canciones
de la ribera occidental.
Jóvenes
de Bagdad y Gaza.
Con
rostros humanos.
Con
voces muertas.
Acosados
por
visiones de Luxor.
Recluidos
en
capillas y osarios.
Caen
pámpanos flameantes.
En
medio del desierto.
Se
trata de otras flores y otros muertos.
No
los nuestros. No los nuestros.
(José
Jesús Villa Pelayo).
Por
las calles de Belén
Te
fui buscando
por
las calles de Belén.
Algunos
dijeron
que
antiguos parientes
emigraron
a aldeas cercanas de allí.
Las
aldeas no existen,
las
borraron
para
escribir una nueva historia.
Los
almendros y los naranjos siguen ahí.
Me
dijeron que los turcos,
los
ingleses, los franceses y los judíos
te
empujaron hacia el mar,
El
barco que te trajo
Se
desgranó en Italia y Honduras.
Alguien,
tal
vez, te dijo
que
aquí funciona
“el
asilo contra la opresión".
Los
almendros y los naranjos
siguen
floreciendo en Palestina.
(Luis
Zaror).
(Imagen:. "Fronteras", de Lucía Ippolito).