domingo, 29 de noviembre de 2009

La demagogia informativa afecta también a los medios alternativos

He redactado un breve escrito, contestación a otro también breve de Insurgente en la edición de hoy, por la utilización demagógica de una noticia en la que IU sale mal parada. Lo he enviado al propio periódico, aunque el servidor me rechaza la dirección que se ofrece, y Kaos en la red, otro periódico digital. Ambos están en un proceso de fusión y se intercambian noticias. Espero que lo publiquen. Por si acaso, lo reproduzco. 

Evitemos la demagogia, que nunca nos beneficia

He leído que el ayuntamiento de Sevilla ha aprobado colocar una estatua de la duquesa de Alba en algún lugar de la ciudad. Lo han aprobado todos los partidos menos IU. Insurgente es un periódico digital alternativo que me gusta consultar diariamente, como tantas otras publicaciones de la red. Tiene, entre sus defectos, hacer de vez en cuando juegos de artificio doctrinal, abusar de la demagogia, utilizar un lenguaje de pureza ideológica de blanco terrenal (que no celestial) y poner unos titulares que, por malintencionados y desvirtuadores de la realidad, no hacen sino reflejar la estrechez de miras.

Este domingo 29 ha tenido a bien titular la noticia así: “El Ayuntamiento de Sevilla, gobernado por el PSOE e IU, aprueba que la Duquesa de Alba tenga una estatua”. Luego en el artículo no se dice nada, porque sería falso, sobre el apoyo de IU a la medida, pero el titular, sólo para quien se quede en el mismo induce a sacar como conclusión que IU ha apoyado la instalación de la estatua de la insigne duquesa, primera de la grandeza de España. Insurgente gusta mucho de utilizar el término falsimedia para referirse a los medios de comunicación del sistema. Coincido en esa apreciación y me resulta curioso el término, como definidor de esa realidad. El problema viene cuando el propio Insurgente publica informaciones, esta vez a través de un titular, que por malintencionado lleva a falsificar los hechos. No es la primera vez que lo hacen y flaco favor hacen a los objetivos que dicen que pretende. El primero como medio de comunicación debe ser dar noticias falsas y, en este caso que comento, inducir a ellas.

Ya sé que varios de los fundadores de Insurgente provienen de la propia IU, que es frecuente que les guste darle estopa, con razón o sine ella. Eso es algo que le ha gustado mucho a la izquierda. Ha sido siempre tan reflexiva, que la ha llevado a la pluralidad. Ese es uno de sus tesoros. Pero mal se puede conservar y enriquecer si no se da tregua con quien acabas de pelearte o, en su caso, separarte. Me recuerda lo que ocurre también en tantos divorcios donde una de las partes o las dos se dedican a lanzarse los trastos a la cabeza, evitando lo mejor: la mera admisión de que es imposible o no deseable la convivencia. Esta es la realidad de la izquierda, donde la tolerancia brilla poco y el sectarismo invade buena parte de nuestro tiempo y de nuestras intenciones. ¡Así nos va a la izquierda!

40 años del instituto Trafalgar

Este año se cumple el 40 aniversario del instituto Trafalgar. Curiosamente cuando empezó a funcionar en 1969 ni era un instituto, sino una sección delegada del Isla León de San Fernando, ni tenía nombre, que lo estrenó en 1976. Llevo un tiempo trabajando sobre su historia, aprovechando varios escritos que he ido realizando en los últimos años. Entre ellos están "La situación educativa de Barbate en 1996 y las perspectivas de futuro" (1996), "La escolarización en Barbate: presente y futuro" (1997)  "La escolarización de la población no universitaria de Barbate en el tránsito al siglo XXI" (2000) o "La realidad educativa de Barbate. Un informe urgente" (2002). En todos estos trabajos he hecho diversos análisis desde la sociología de la educación con el fin de conocer mejor lo que estaba ocurriendo en nuestro municipio. Modestia aparte, no existen otros estudios en ese sentido y que hayan atendido a aspectos como el bajo nivel de escolarización, la evolución de la escolarización, la herencia del pasado, el peso del entorno sociocultural, proyecciones sobre la escolarización... 

En 2005 publiqué junto con Juan Antonio Criado el libro La educación en Barbate durante la época franquista (1938-1975), en el que aportamos los datos que descubrimos sobre los orígenes del instituto e incluso de los intentos, ya en los años 40, de crear un instituto laboral. Fruto del mismo presentamos tres artículos en las jornadas que sobre el 150 aniversario de la Ley Moyano organizó hace dos años en Jerez la Asociación Hespérides, formada por profesores y profesoras de Geografía e Historia. Uno de ellos, "Los centros escolares de Barbate durante el siglo XX" (2008), hace referencia a la historia del instituto, aportando más información de la que aparece en el libro. En otro, "Franquismo y escuela en Barbate (1938-1975)" (2008), se hace un análisis general de la forma en que incidió dicho régimen y, dentro de él, las autoridades locales sobre la educación. En mayor medida sobre la primaria, pero también sobre quienes no podían estudiar la enseñanzas medias. Fue en el contexto de la fase final del régimen, cuando la presión social y las necesidades de mejorar la capacitación de la población para una sociedad en plena modernización económica, llevó a que finalmente se construyera el instituto.

En el verano visité unos días el Archivo Municipal, cuya ordenación y catalogación está llevando a cabo, con un esfuerzo digno de merecimiento, Francisco Conde, excelente alumno, a quien di clase en 1º de BUP el primer año que llegué a Barbate y posteriormente  en COU. Él me proporcionó más documentación, de manera que dispongo de más información para completar el trabajo que realicé con Juan Antonio Criado hace unos años y además de otra que me está ayudando a completar la historia del instituto Trafalgar. 

El trabajo que estoy haciendo sobre el instituto Trafalgar tiene una documental, como no podía ser menos, procedente preferentemente del Archivo Municipal y del propio instituto. Todo llegará, pero por ahora sigo en el empeño.

Ya para acabar, acabo de terminar un artículo que la compañera Olga Rendón me ha pedido para la página electrónica Cuaderno del Trafalgar. Profesora de Lengua Castellana y Literatura, dirige un proyecto integrado para 2º de Bachillerato sobre los 40 años del instituto. La colaboración que le he mandado la he titulado "El instituto Trafalgar, a través de sus 40 años de vida". Por respeto a su petición, dejaré que lo publique primero en su cuaderno y después ya veré si lo reproduzco o simplemente indico el enlace.  

"La lluvia invisible"

Así se titula la obra de Luis Valverde, en la que ha colaborado un grupo de sus alumnos y alumnas. “La lluvia invisible”, esa que cae permanentemente, sin que tanta gente se dé cuenta, pero que moja. O mejor, que humilla, que discrimina, que margina, que mata. Ese chirimiri de palabras, de gestos y de acciones que se expresan en películas, en series de televisión, en anuncios, en chistes, en refranes, en conversaciones, en los prostíbulos… Palabras, gestos y acciones que se enseñan desde la más tierna infancia, que se reproducen en el día a día, que persisten entre quienes no quieren, que se mantienen entre quienes dicen que no pero que sí… Palabras, gestos y acciones que acaban llevando irremisiblemente al burka, a la lapidación, al ácido en la cara o al disparo a bocajarro.


Post scriptum

El propio Luis Valverde ha publicado en la página electrónica de "Barbate, escuela espacio de paz" un breve comentario sobre el contenido de la  obra, sus ayudantes y algunas fotografías más  (http://barbateescuelaespaciodepaz.blogspot.com).




miércoles, 25 de noviembre de 2009

Un desahogo por mi parte

Hoy es 25 de noviembre, día dedicado desde hace no mucho tiempo a llamar la atención sobre la violencia que sufren las mujeres. Ayer pasé todo el día junto con grupo de alumnos y alumnas de ESO, que forman parte del programa Alumnado Ayudante. Estuve acompañado de compañeros y compañeras, varias por primera vez, sin que a nadie le faltara entusiasmo. Llevamos varios años aplicando este programa en el instituto, desde que Montse, Pedro Pablo, Eva y Sofía, en mayor medida el primer año, junto con varias personas más, empezamos esa experiencia. Algunas se han ido, otras han abandonado, se mantienen algunas y ahora se han sumado nuevas. La jornada de ayer fueron unas horas muy bonitas, porque el comportamiento de alumnado, en todos los sentidos, fue bastante bueno. En el programa de actividades, centradas en la dinámica de grupo, hicimos un poco de todo, pero iban tendentes a fomentar la cohesión de grupo, acercarse a determinadas habilidades sociales (empatía, tolerancia, desinhibición...) y estimular hábitos no sexistas. Y en todas estuvieron a la altura, y más, de lo esperado. Alegría e ilusión no les faltó. Y hasta cumplieron con la comida, cuando en otras ocasiones daba pena ver cómo dejaba platos enteros o caso enteros.

Esta mañana cuando llegué al instituto (cansado, después del trajín de ayer) estaba instalada ya la obra que Luis Valverde, compañero, amigo y artista, había hecho con un grupo de alumnos y alumnas. No recuerdo el título (y el puñetero no me coge el teléfono para poder preguntárselo), pero sobre un fondo negro cuelgan del techo, a modo de lluvia, pequeños carteles de denuncia, mientras el busto de una mujer manchada de sangre contempla esa lluvia y la silueta de una víctima sobre el suelo. Aunque con retraso con respecto a la fecha del 25, tenemos previsto también hacer un acto, preparado por el alumnado de Educación Plástica, con el título “Los pilares del amor”. En este caso, tratar el problema de la violencia contra las mujeres desde una perspectiva constructiva. Igual que en 1968 se hizo famoso el lema “haz el amor, no la guerra”, en esta ocasión podríamos decir cosas como, por ejemplo, “más amor y nada de violencia”.

Lástima que uno tenga que oír donde trabaja comentarios peyorativos hacia este tipo de actividades. Hay quienes no entienden eso de fomentar la convivencia a través de actividades como las que hace el Alumnado Ayudante, el recordatorio en fechas concretas de la violencia contra las mujeres, la lucha por la paz, el día de la mujer, el día del libro… Lástima también, porque hay quienes desde su púlpito de una autoridad mal entendida pregonan la acientificidad del cambio climático, la bondad de los alimentos transgénicos, la parcialidad de la educación para la ciudadanía…; o dicen formar, tiza en mano, en las materias que son la base de la técnica de nuestros días, como es la informática, sin el instrumento que lo hace posible. Lástima, en fin, porque quienes quizás más despotriquen contra los problemas de nuestros días, son quienes menos esfuerzo hacen por buscar soluciones, que no sean las ineficaces recetas autoritarias y excluyentes.

domingo, 22 de noviembre de 2009

¡Mucho cuidado!

He leído por la red un artículo en el diario Público titulado “Los católicos proponen invadir la política para eliminar la corrupción”. En él se alude a la Asociación Católica de Propagandistas, para quien la solución a los males políticos de nuestros días se encuentra en la aplicación de la moral católica a la vida pública, y con ella la lucha contra la corrupción, el laicismo, la anemia moral, la pasividad política, etc. Días pasados, el que fuera flamante número dos en la candidatura del PP por Madrid en 2008, Manuel Pizarro, ha dicho que la corrupción se combate “haciendo las cosas como Dios manda”. No está mal, viniendo de quien viene. ¿Qué entenderá él por corrupción, después de haberse llevado, dicen, diez millones de euros -casi dos mil millones de las antiguas pesetas- por dejar la dirección de ENDESA, una empresa donde ganó una gran popularidad por oponerse a que La Caixa controlara la eléctrica, favoreciendo a la empresa alemana E.ON?

La otrora tan influyente asociación católica, vivero de conspiradores contra la IIª República y de ministros de Franco en las primeras décadas de su dictadura (hasta que el Opus Dei la desplazó), parece que vuelve a la carga. El motivo de hacer este comentario por mi parte, que no pretende ser largo, es recordar lo que ocurrió en EEUU sólo unos pocos años atrás, desde finales de los 90. Allí fue donde se fraguó esa gran alianza política entre la derecha de los “neocon”, partidarios de políticas económicas ultraliberales, y de los sectores fundamentalistas cristianos, partidarios, a la vez, de la imposición de una moral rígida en la sociedad y el fomento del patriotismo. Su hombre fue George Bush hijo, o jr., dicho a lo yanki, ocho años presidente del país y artífice de una política interior y exterior para el imperio de la que ya conocemos sus resultados: de un lado, en su país, grave crisis económica, quiebra del estado, pérdida de poder económico en el mundo, corrupción, aumento de la pobreza…; de otro, contra otros países, guerras sangrientas en Afganistán e Iraq, resquebrajamientos de estados (Somalia, Paquistán…), amenazas (Corea del Norte, Irán…), intervenciones más o menos veladas en América (Venezuela, Honduras…). ¿Para qué seguir?

Aquí todavía hay un señor, con bigotes, que sigue presumiendo de haber alcanzado con su gobierno el reconocimiento internacional de España como potencia de primera. Fue el que se fotografió, con sus piernas sobre la mesa y no recuerdo si con puro en la mano, con los señores de la guerra Bush y Blair. Ahora vienen esta asociación católica, de negro pasado, y el señor Pizarro, cazador de fortunas, con las palabritas en cuestión. De la jerarquía eclesiástica no quiero extenderme, pues tengo en mente un comentario o artículo específico para ella, pero no para de pontificar sobre lo humano, pues de lo divino no procede referirse.

Voy a acabar esto con una frase que, creo, viene al pelo: “que Dios nos coja confesados y confesadas”.

Con Aminatu Haidar, luchadora saharaui

Aminatu Haidar es una activista saharaui de El Aaiún que no se le ha permitido la entrada en su territorio y a la que además se le ha retirado su pasaporte, siendo expulsada a España por las autoridades marroquíes. La razón oficial ha sido su negativa a cumplimentar correctamente uno de los formalismos que piden las autoridades marroquíes: en la casilla sobre la nacionalidad, escribió “saharaui”. Es cierto que legalmente toda la población del Sahara Occidental tiene la nacionalidad marroquí, incluida la de origen sahararui, lo que resulta congruente con las normas que impone una fuerza ocupante. Sin embargo, la propia Aminatu ha declarado que no es la primera vez que lo ha hecho, sin que haya sido advertida ni sancionada en ocasiones anteriores. El caso es que el 13 de noviembre se le impidió entrar en El Aaiún, cuando regresaba a su casa después de haber recibido en Nueva York el Premio al Coraje Civil 2009 de la Brain Foundation. En el aeropuerto fue detenida por la policía durante 24 horas, que la interrogó duramente casi todo el tiempo, obligándola a que reconociera la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, cosa que, como es lógico, rechazó. Finalmente se le acabó requisando su pasaporte y fue embarcada en un avión con destino a Lanzarote.

Aminatu, a quien llaman la “Gandhi saharaui”, es una mujer que viene desarrollando una actividad de pacífica contra la ocupación marroquí desde hace tiempo, lo que ha sido la verdadera razón para su expulsión a España. El premio que acaba de recibir en Nueva York no es el primero, pues en 2008 ya obtuvo el de Derechos Humanos Robert F. Kennedy y el de Derechos Humanos Juan María Bandrés; en 2007, el Silver Rose Award; e incluso es candidata para el Nobel de la Paz (rechazado, como tantos otros, para concedérselo al jefe del imperio, el señor Obama). La resistencia contra esa ocupación es creciente entre la población saharaui, pidiendo, de partida, el derecho de autodeterminación que permita decidir por sí misma su futuro. Su caso tampoco es aislado, pues en las últimas semanas se sigue con la detención de activistas saharauis y se está impidiendo incluso la entrada de miembros de varias ONGs.

Pero esta violación flagrante de los derechos humanos por parte del gobierno marroquí se ha visto ligada a otro incidente, en este caso protagonizado por el gobierno español, que también está violando los derechos de Aminatu y, sobre todo, mostrando una vez más la traición del PSOE hacia el pueblo saharaui y la cobardía ante el gobierno de Marruecos. Y es que, haciendo un alarde de excusas formales ridículas (¿por qué se permitió su entrada sin pasaporte, tras su requisa en Marruecos, y ahora se niega su salida de España porque no lo tiene?), se pretende atemperar el problema, que ha trascendido al ámbito internacional, sobre todo de la Unión Europea, con una falsa prudencia. Eso es lo que ha pedido el señor Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores español, que, además, a su irresponsabilidad y falta de sensibilidad ha añadido unas recomendaciones paternalistas, como “tranquilidad” y “serenidad”, tanto por el bien de “su salud como por el bien de todos”.

Aminatu Haidar pidió desde el primer momento a las autoridades españoles, tras su llegada forzada al aeropuerto de Lanzarote, su regreso inmediato al Sáhara. Como se le negó la petición, inició una huelga de hambre para reclamar al gobierno español la solución de su problema y el de su pueblo. La respuesta ha sido finalmente su desalojo del aeropuerto, bajo la excusa de su debilidad física. Paralelamente el gobierno le ha ofrecido el status de refugiada política, que la propia Aminatu ha negado tajantemente, porque no se siente como tal. “Ni lo soy ni llegué en patera”, ha contestado al gobierno español.

Por ahora las muestras de apoyo a Aminatu Haidar no han cesado. Izquierda Unida ha llevado el caso al Congreso y su coordinador general la ha visitado. Coalición Canaria también está realizando actuaciones. El actor Willy Toledo  la ha acompañado durante un día y ha denunciado en los medios de comunicación la cobardía del gobierno español. Se han celebrado varias manifestaciones en distintos lugares de España, incluida Lanzarote. Se habla de que en el Sáhara hay bastantes mujeres en huelga de hambre. Mientras tanto, el gobierno marroquí se empecina en la obligación de Aminatu de reconocerse marroquí y el español habla de su apoyo a Aminatu. ¿Es verdad esto último? Como tantas veces, decir lo contrario de lo que se hace es una muestra de la hipocresía de los gobiernos.

Aminatu Haidar ha lanzado un reto, el que se suele plantear con frecuencia  en los conflictos y una de las partes vulnera los derechos de la otra, mientras que la víctima obliga a que se resuelva, buscando las contradicciones de quienes los provocan y quienes los permiten. Y en este caso el gobierno español tiene mucho que decir.


domingo, 15 de noviembre de 2009

Pax imperatoria

El artículo que el pasado 9 de noviembre colgué en este cuaderno con el título "¿Qué pasa con Afganistán?" lo ha publicado la revista Rebelión en la edición de hoy, domingo, 15 de noviembre. En lo que envié a la citada revista únicamente hice unas pequeñas modificaciones en el título, al que puse "¿Qué está pasando en Afganistán?" (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=95234), y algún añadido en su  contenido, sin que haya hecho una alteración sustancial.

También hoy mismo Rebelión vuelve a publicar otro artículo sobre Afganistán, esta vez del escritor paquistaní Tariq Alí: "Atajos en el tiempo. ¿Cómo puede acabar bien todo esto?" (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=95244). El pesimismo que refleja, como ha hecho en tantas otras ocasiones cuando ha tratado este problema, resulta descorazonador. Esa realidad que se está construyendo por designio imperial, a la que se va llamando Af-Pak, un acrónimo basado en las primeras letras de los dos países, sigue su evolución, mientras los estrategas del imperio, ubicados fundamentalmente en Washington, no saben cómo resolver el problema que han creado y que se les está yendo de las manos. El pato lo pagan quienes menos culpa tienen. Sólo quienes son responsables salen de rositas. Hace dos mil años en el marco mediterráneo se hablaba de pax romana. Una paz imperial que, como todas, incluida la actual de EEUU, siempre conlleva guerras devastadoras.

Post data

El martes 17 de noviembre el cuaderno electrónico Política y Sociedad  (http://politicasociedad.blogspot.com/) ha incluido un enlace del artículo.


lunes, 9 de noviembre de 2009

¿Qué está pasando en Afganistán?

Afganistán es una de esas guerras que no han calado en la opinión pública de los países occidentales para que se hayan generado movilizaciones de respuesta a lo que allí está sucediendo. ¿Por qué no se moviliza la gente? Quizás porque los talibán no sean un grupo que haya gozado de simpatía, dado su fundamentalismo religioso, sus medidas retrógradas y la situación a la que han condenado a las mujeres de su país. Creo que en el caso de España también por el miedo que tiene mucha gente de la izquierda social y política a desgastar a un gobierno bajo el riesgo de fortalecer al PP, partido al que no se quiere en el gobierno ni en pintura.

El gobierno del PSOE presidido por Rodríguez Zapatero se ha involucrado en el conflicto desde el principio de su primer mandato en 2004, después de que tomara la decisión oportunista, por los votos que le dio en las elecciones de ese año, de sacar las tropas de Irak. Una presencia española que parece que va a más, máxime cuando el presidente de EEUU, Obama, ha encontrado en el jefe de gobierno español un aliado importante. Esa especie de esquizofrenia política hace que se mire para otro lado en las cosas que no gustan del gobierno del PSOE.

Recuerdos de otro tiempo

Afganistán empezó a ser actualidad en 1979. Antes poco se sabía de ese país. Quienes, por suerte, habíamos estudiado el bachillerato elemental, sabíamos que se encontraba en Asia, entre Pakistán e Irán (más difícil nos resultaría saber que al norte se encontraba la URSS) y que su capital era Kabul. También nos contaban que era el país más pobre de Asia, como se decía lo mismo de Albania en Europa. En mi caso había podido ver, allá por 1972, una película sobre ese país, en el colegio de curas donde estudié hasta 5º (algún día le dedicaré algún comentario al Maestro Ávila de Salamanca), titulada Orgullo de estirpe y que años después la volví a ver por televisión. Por esto último supe que estaba dirigida por John Frankenheimer y que tenía como protagonista el famoso Omar Sharif. La primera vez que la vi me atrajo más por ser una película de acción, muy en la línea de los westerns, que por su contenido. Ya en los 80 y en pleno conflicto militar entre el gobierno, que recibía la ayuda directa de la URSS, y las guerrillas fundamentalistas, armadas por EEUU y Arabia Saudí, apoyadas por las potencias y con apoyo logístico en Pakistán, cuando la vi por segunda vez, comenté sobre ella a algún amigo (¿a Chema, a Manolo, a los dos?, que lo que se dilucidaba en esos momentos en Afganistán era mantener o acabar con lo que la película reflejaba.

¿Y qué exactamente? El título de la película, Orgullo de estirpe, es muy elocuente. Trata de una competición con caballos, llamada buzkashi, cuyos jinetes, avezados en el manejo de esos animales y haciendo uso de una extrema dureza en sus formas, pugnan por un ternero. El triunfo o la derrota tienen relación con una forma de vida donde el honor es lo más importante. Pero no un honor individual, sino el del grupo al que pertenecen, es decir, la tribu, la estirpe. Todo lo que rodea a la película, acciones espectaculares aparte, es una sociedad de carácter clasista e intensamente patriarcal, donde las mujeres quedan relegadas a ser meros objetos, siempre al servicio de los varones.

A finales de 1979, cuando se inició lo que se conoció como invasión soviética de Afganistán, yo todavía militaba en el PT, Partido de los Trabajadores tras la unificación con la ORT, aunque al poco tal unificación se fue al traste y en unos meses lo que quedaba del antiguo PTE acabó por autodisolverse. La postura del partido era crítica con la URSS y más en línea de lo que defendía China. El gobierno de este país se basaba en la doctrina de la libre decisión de los pueblos, de manera que cada país o territorio debía resolver sus propios conflictos internos sin injerencias exteriores. Eso es lo que se decía en las publicaciones oficiales, de manera que sus militantes tendíamos a reproducirlo. No obstante, la postura de China tenía un trasfondo internacional más complejo. De un lado, la ruptura política con la URSS a principios de los 60 le había llevado diez años después a una alianza con EEUU (todavía recuerdo las imágenes por televisión de la llamada “partida de ping-pong” y el posterior encuentro entre Nixon y Mao en Pequín). De otro, teniendo en cuenta que China mantenía litigios políticos y territoriales con India (por ejemplo, el Tibet) y que ésta y Pakistán, a su vez, eran enemigos irreconciliables desde la independencia de la gran colonia británica en 1949, el cuadro geopolítico resultaba claro.

Al principio discutí mucho con algunos compañeros y amigos de clase acerca del problema, defendiendo por mi parte el argumento de mi partido frente a lo que ellos llamaban el internacionalismo proletario, que permitía que un país ayudara a otro en nombre del socialismo. Con el tiempo fui cambiando mi posición, como respuesta a la reactivación de la política armamentista e intervencionista, y los primeros pasos del neoliberalismo, que los EEUU, ya con Reagan, y el Reino Unido, con Thatcher, habían desplegado. Mis conversaciones con Chema y Manolo acabaron por mi parte defendiendo la intervención soviética, como una forma de acabar no sólo con la reacción afgana, que se manifestaba mediante grupos fundamentalistas en lo religioso, medievales en el modelo social y aliados del imperio estadounidense, que además los armaba y utilizaba. Defendíamos los avances que se iban dando en Afganistán mediante la reforma agraria, el fomento de la educación, la incorporación de la mujer a la vida pública, la laicidad… Nos escandalizaban las noticias que obteníamos en "otros medios" sobre la represión que los guerrilleros realizaban preferentemente contra las escuelas y las personas dedicadas a la docencia en las aldeas del país, una forma de acabar con lo que podía resultar el símbolo de una modernidad progresista frente a la tradición oscurantista y retrógrada. Nos recordaba la represión que sufrió el magisterio en nuestro país durante la guerra y la posguerra, también con numerosas personas entregadas a llevar por los lugares más recónditos la cultura y educación negadas secularmente.

Durante mi estancia en Bulgaria en 1984 conocí a una muchacha afgana. Era más joven que yo. Quizás podía tener unos 18 años. Era muy bella y vestía a la manera occidental, como todas la mujeres extranjeras que estudiaban en Sofía, bien en la universidad o bien la enseñanza media. Apenas pude hablar con ella, pues el idioma era, en esos momentos, una barrera. Sí se refirió a su país como un país en guerra, pero con la esperanza de ir mejorando. Su estancia en Bulgaria respondía precisamente a la necesidad de formarse de cara al futuro. Me llamó la atención la timidez con la que actuaba con los varones, con gestos que huidizos que parecían inconscientes, quizás reflejo de la cultura sexista que había limitado la autonomía de las mujeres. Allí en Bulgaria conocí a mucha gente de diversos países y continentes, y las mujeres de los países del Tercer Mundo actuaban con la misma normalidad que lo hacían las mujeres europeas, en ese caso orientales. Me he preguntado muchas veces que habrá sido de esa muchacha, cuyo nombre he olvidado, teniendo en cuenta lo ocurrido en su país al cabo de los años, si es que regresó a él.

Los 80

Hoy percibo esos años, los 80, como el último impulso en los países del Tercer Mundo por buscar desde amplios sectores de la población una salida al dominio de sus oligarquías y el imperialismo estadounidense 
 (1). En Asia fue significativa la revolución iraní de 1979, que desembocó en un régimen teocrático y antiestadounidense que ha acabado pactando con la oligarquía. En el caso de Latinoamérica, tras la derrota política sufrida en el Cono Sur en los años 70 con las dictaduras sangrientas de los Pinochet, Videla y compañía, Centroamérica se convirtió durante un tiempo en un espacio donde las expectativas revolucionarias fueron tomando cuerpo. El triunfo del Frente Sandinista en Nicaragua, también en 1979, abrió un camino que El Salvador, en mayor medida, y otros países intentaron también. La intervención de EEUU, con Reagan y Bush padre al frente, no se dejó esperar, acabando directa o indirectamente con todo atisbo de esperanza en esos países durante muchos años. EEEU no tuvo reparos en invadir la pequeña isla caribeña de Granada; de cercar a Nicaragua hasta ahogarla y provocar la caída del sandinismo; de rearmar a los gobiernos salvadoreño (que cometió las peores tropelías, incluso contra la Iglesia: Romero, Ellacuría y sus compañeros…), guatemalteco y otros; de detener en 1989, previo bombardeo sobre los barrios pobres de Panamá, a Noriega, inservible ya como agente de la CIA; de continuar con el bloqueo contra Cuba; y así un sinfín de actuaciones tendentes a acabar con “el peligro comunista”. La crisis de los regímenes del este de Europa, la caída del Muro de Berlín y el fin de la URSS, a caballo entre los 80 y los 90 supusieron el fin de la época iniciada en 1945. Ya no había Guerra Fría, ni mundo bipolar, sino hegemonía de EEUU y sus aliados.

En Europa occidental fueron unos años de fuerte lucha ideológica, pero también de importantes movilizaciones pacifistas y antimilitaristas. Fue el momento en que surgieron los partidos verdes, que irrumpieron en los parlamentos con cierto aire fresco. En todo caso, la consolidación del sistema capitalista era evidente desde hacía años, legitimado por el sistema político abierto que solía ir asociado y el consumismo dominante. En España asistíamos a la fase final del proceso de integración en ese sistema, que culminó el PSOE en 1986 desde el gobierno mediante la integración en la Comunidad Europea y la ratificación de nuestra pertenencia a la OTAN.

Las guerras

La que hoy es conocida como la primera guerra de Afganistán fue muy dura. Las víctimas y los gastos fueron cuantiosos. El periodista pakistaní Ahmed Rashid (2) habla de más de un millón de muertes, que la URSS se gastó unos cuarenta y cinco billones de dólares y que EEUU, por su parte, dedicó a las guerrillas cerca de tres mil millones entre 1980 y 1989, cantidad que aumentó entre cuatro y cinco billones hasta 1992; Arabia Saudí aportó la misma cantidad, lo que supuso un total de diez billones si sumamos las ayudas de otros países. Unos datos que difieren de los dados por Vicenç Navarro (3), haciéndose eco del historiador estadounidense Michael Parenti, para quienes EEUU y Arabia Saudí se gastaron en esos años 40 billones de dólares en apoyo de los mujaidines, que contaron a su vez con el apoyo de 100.000 musulmanes fundamentalistas de Pakistán, Arabia Saudí, Irán y Argelia.

Se ha argüido con frecuencia que la falta de unidad entre los grupos guerrilleros se debía a su diversidad étnico-religiosa y política. Que entre ellos fueron surgiendo unos señores de la guerra que acabaron rivalizando por conseguir desde sus propios "feudos" si no el poder total, al menos la hegemonía o una buena posición en el reparto de dicho poder. También se ha dicho que la aparición de los talibán supuso el vehículo principal para acabar con esas luchas intestinas, dada su intención de crear un estado unificado basado en un programa de desarme de la población, fundación de una república islámica y aplicación de la sharia como base jurídico-social del régimen, algo que no chocaba con buena parte de las tradiciones que se mantenían vivas en importantes sectores de la población y que permitía, a su vez, alcanzar la paz tras década y media de guerra. La conquista de Kabul por los talibán en 1996 y la posterior expansión hacia el centro y norte del país, poblados por hazaras (chiíes), uzbecos y tayikos, inició un nuevo periodo en la historia de Afganistán, corto, pero de extremo fundamentalismo religioso y normas sociales retrógradas, en especial para las mujeres, cuyas imágenes con los burkas ocultando todos sus cuerpos empezaron a recorrer el mundo.

Los talibán formaban entonces un grupo surgido en Pakistán, cuyos miembros se habían formado sobre todo en las escuelas coránicas o madrasas. Se ha especulado mucho sobre la razón de su triunfo, pero resultaría sorprendente que hubiera sido sólo por el mero hecho de representar una fuerza cohesionada con un espíritu religioso rigorista por encima de las influencias tribales. En parte representaban la segunda generación de la guerra, formada por los hijos desarraigados de la lucha contra la ocupación soviética, cuya dispersión les llevó en un buen número a Pakistán, donde se formaron en las madrasas (4), mientras la división de los grupos de la primera generación llevó a una situación insostenible desde que 1992 acabaron con el gobierno de Najibullah.

En 1996 Olivier Roy escribió en Le Monde Diplomatique (5) que los talibán fueron una creación de los servicios de inteligencia de Pakistán, dentro de un proyecto de absorción de hecho de Afganistán con el fin de garantizar el suministro de energía desde este país y las antiguas repúblicas asiático-centrales de la URSS, algo que, por otro lado, convenía a los intereses económicos y estratégicos de EEUU. En esos momentos existía un proyecto de construcción de un gasoducto desde las repúblicas ex soviéticas hasta Pakistán por el oeste de Afganistán, financiado por las compañías Unocal, estadounidense, y Delta Oil, saudí, además de otro proyecto posterior de oleoducto. Visto lo ocurrido después, resulta evidente la coincidencia de intereses estratégicos (económicos al margen, que también): fortalecimiento de Pakistán frente a la vecina India; triunfo de Arabia Saudí frente a Irán en la hegemonía fundamentalista islámica; pérdida de influencia de Rusia en la zona; y, ante todo, jugada maestra de EEUU, que podría consolidarse en la región frente a Irán y Rusia, sobre todo.

El análisis me resulta altamente interesante por el momento en que se hizo, sin que se supiera todavía hasta qué extremos iba a llegar el régimen de los talibán y, por supuesto, sin que se supiera que iba a surgir una segunda guerra de Afganistán en 2001, después del episodio de las torres gemelas de Nueva York. Dicho análisis puede extrapolarse a la actualidad y no queda desencajada ninguna pieza. Únicamente, si bien no lo previó Roy, que el esfuerzo bélico que ha iniciado EEUU y le están siguiendo bastantes países más, incluido el nuestro, está resultando muy superior a lo previsto, sin que se sepa todavía por dónde pueden ir las cosas.

Algunas reflexiones

No me atrevo a profundizar por ahora sobre lo ocurrido en Afganistán desde que en 1973 se instauró la república y los sucesivos gobiernos hasta 1992. Mucho se ha escrito de la influencia soviética en dichos gobiernos y en especial en el Partido Democrático del Pueblo (PDPA), equivalente al partido comunista. Dispongo de información contradictoria y muy pequeña. Lo que resulta llamativo es que quienes desde 1979 se dedicaron a financiar a los diversos grupos fundamentalistas y reaccionarios, son los mismos que auparon a los talibán y los sostuvieron en el poder durante varios años, y hoy mantienen a otros grupos cuyo pedigrí democrático brilla por su ausencia.

¿Y qué pasaba en Afganistán, mientras tanto? Pese a la retirada del ejército soviético en 1989, sorprendió que el gobierno afgano, dirigido desde 1986 por Najibullah, resistiera hasta 1992. ¿Por qué? No conozco con detalle lo ocurrido, pero frente a un enemigo fuertemente armado por EEUU y sus aliados, y el golpe psicológico que supuso la pérdida de la ayuda directa de una URSS agonizante, resistir tres años se ha explicado por la habilidad de Najibullah en los intentos de abrirse a algunos grupos de oposición y la promesa de un gobierno de coalición. Se ha mantenido también que su derrota final se debió a la defección de algunos de sus generales, como fue el caso del uzbeko Dostum, todavía hoy en activo. Por mi parte habría que añadir, con todas las reservas que se quiera, el apoyo a las conquistas sociales y políticas importantes conseguidas frente a lo que podía venir.

Para mí resulta evidente que la primera guerra de Afganistán, librada en plena Guerra Fría y con graves, si no de las más decisivas, repercusiones sobre la URSS, lo que hizo fue cerrar el inicio de un nuevo rumbo en la historia afgana. Un viejo territorio colonizado por el Reino Unido y utilizado interesadamente tras el proceso descolonizador, divisiones territoriales y étnicas incluidas (India y Pakistán, hinduistas e islamistas, pastunes de Afganistán y de Pakistán, Pakistán Occidental y Oriental, con India de por medio, división de Cachemira entre Pakistán e India... ¿para qué seguir?). La monarquía afgana representaba no sólo el atraso de un país colonizado, sino el de una sociedad anquilosada en unas estructuras tribales impregnadas de un fuerte clasismo, patriarcalismo y oscurantismo religioso-cultural. El 75% de la tierra era propiedad del 3% de la población (6), dentro de una economía abrumadoramente agraria. Las medidas que empezaron a aplicarse desde 1978, en que el PDPA accedió al gobierno, estuvieron dirigidas a erradicar esa herencia. Fueron pues los grandes propietarios de tierras y el clero retrógrado quienes se opusieron frontalmente a esas medidas, revolucionarias en sí mismas. Y, por supuesto, fueron los EEUU quienes lideraron en nombre de la libertad la financiación de los grupos armados que se fueron formando.

Michael Ignatieff ha reflejado la duda moral que azota a parte de la intelectualidad del sistema, en ocasiones inmersa también en el compromiso político (7). Sus escritos y su comportamiento, a modo de vaivenes, son parte de la responsabilidad compartida, si se quiere en distinto grado, de quienes han conducido a un callejón sin salida la situación en que se encuentra el Medio Oriente, sin que sepan cómo salir de él. “Si quienes actúan en nuestro nombre ejecutan a inocentes, (…) serán perseguidos por sus actos”, escribía al poco de iniciarse la segunda guerra de Afganistán en 2001; de inmediato, conocidas las primeras atrocidades de las fuerzas de la OTAN, añadió en el título de otro artículo: “¿Cómo sabremos cuando hemos ganado”? Él mismo no tuvo duda en apoyar el ataque contra Irak en 2003, pero cuatro años después pedir públicamente a Bush el fin de la guerra. El resultado de todo esto ya lo tenemos. Pero el pueblo afgano (y el irakí) y, por qué no destacarlo, las mujeres afganas (e irakíes) no han conseguido la libertad.


Notas

(1) Hobsbawm (1995, pp. 456-457). 
(2) Rasidh (2002, p. 56). Los datos proceden de una publicación editada por ACNUR, institución vinculada a la ONU.
(3) Navarro (2009). La obra de Parenti se titula Afganistan. Another Untold Story.
(4) Rasidh (2002, p. 79 y ss).
(5) Roy (1999, p. 221 y ss.). El artículo es de 1996 y su autor era entonces el director de investigación del CNRS de París.
(6) Navarro (2009).
(7) Politólogo canadiense, estuvo vinculado en EEUU a grupos trotskistas y participó durante los años 60 en la oposición a la guerra contra Vietnam, de lo que actualmente se muestra autocrítico, y ha llegado a ser también vicepresidente del Partido Liberal en el siglo actual. Los artículos a los que me refiero son los cuatro indicados en las publicaciones consultadas.


Publicaciones consultadas

Aguar, Gilbert y otros:  El Atlas de Le Monde Diplomatique. Valencia, Ediciones Cybermonde, abril 2003.
Ali, Tariq: "La “guerra buena” de Occidente en Afganistán se ha vuelto mala. Se precisa una solución local, no de una solución de tipo colonial". Transnational Institute, http://www.tni.org/, 1-07-2008.
"Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos". Departamento de Estado de Estados Unidos / Programas de Información Internacional, septiembre de 2002.
Gopal, Anand: "¿Quiénes son exactamente los insurgentes afganos? Los talibanes tal como son". Visiones Alternativas, http://www.visionesalternativas.com/, 11-12-2008. Gutman, Roy y Rieff, David (directores): Crímenes de guerra. Lo que debemos saber. Barcelona, Debate, 2003.
Hardt, Michael y Negri, Antonio: Imperio. Barcelona, Paidós, 2002.  
Hardt, Michael y Negri, Antonio: Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio. Barcelona, Debate, 2004.
Hobsbawm, Eric: Historia del siglo XX. 1914-1991. Barcelona, Crítica, 1995 
Huntington, Samuel P.: ¿Choque de civilizaciones? Madrid, Editotial Tecnos, 2003.
Ignatieff, Michael: "Nihilismo apocalíptico". En Revista de Occidente, Madrid, n. 246, noviembre de 2001. 
Ignatieff, Michael: "¿Cómo sabremos cuándo hemos ganado?". En Revista de Occidente, Madrid, n. 246, noviembre de 2001.
Ignatieff, Michael: “Yo soy Irak”, El Mercurio (Chile), 6-04-2003.
Ignatieff, Michael: “Bush debe decidir, y pronto”. El País, 06-08-2007.
Leffler, Melvin P.: La guerra después de la guerra. Estados Unidos, la Unión Soviética y la Guerra Fría. Barcelona, Crítica, 2008.
López Arnal, Salvador: "La URSS, Afganistán y el prosovietismo de los años ochenta Catalunya". Rebelión, http://www.rebelion.org/, 28-01-2009. 
Navarro, Vicenç: “Las raíces de la guerra de Afganistán”, Rebelión, http://www.rebelion.org/, 24-01-2009.
Pereira, Juan Carlos (coordinador): Historia de las relaciones internacionales contemporáneas. Barcelona, Ariel, 2001.
Rasidh, Ahmend: Los talibán. El Islam, el petróleo y el nuevo “Gran Juego” en Asia Central. Barcelona, Ediciones Península, 2002.
Roy, Olivier: "Talibanes: sharía más gasoducto". En Geopolítica del caos, Barcelona, Editorial Debate / Ediciones Le Monde Diplomatique, 1999.
Taibo, Carlos: Cien preguntas sobre el nuevo orden. Madrid, Suma de Letras, 2002.
Toboso Sánchez, Pilar: Diccionario de Historia del Mundo Actual. Madrid, Alianza Editorial, 2005.
Wallerstein, Immanuel: La decadencia del imperio. EEUU en un mundo caótico. Tafalla, Txalaparta, 2005.


(Publicado en  www.rebelion.org el 15 de noviembre de 2009).

sábado, 7 de noviembre de 2009

Conciencia y experiencia

Leí el otro día una entrevista al antropólogo francés Claude Levi-Strauss, hecha en el año 2005, que reprodujo con motivo de su muerte reciente la revista Rebelión. Me llamó la atención su título, "Este mundo ya no es el mío", entresacado del final de la citada entrevista, después de una pregunta sobre el futuro: “No me pregunte nada de eso. Estamos en un mundo al que ya no pertenezco. El que conocí y amé tenía 1.500 millones de habitantes. El mundo actual tiene 6 mil millones de humanos. Ya no es el mío”. Ese mundo al que se refería lo vivió desde mediados de los 30, cuando empezó sus investigaciones con las comunidades “primitivas” de Brasil, a las que le siguieron otras tantas de tantos otros países y todos los continentes en un largo y fructífero trabajo científico.

Supe de Levi-Strauss por primera cuando estudiaba la carrera. Recuerdo que desde el 4º curso ya hablábamos sobre él varios compañeros y en especial sobre su influencia en el campo de la Historia, rivalizando, en cierta medida, con la concepción marxista en lo relativo a la noción de estructura. Alberto, Chema, Fernando, Santiago y yo formábamos ese grupo de jóvenes, dedicando largas horas a hablar y discutir sobre la historia. Nos unía, entre otras cosas, la identificación con el marxismo, llegando a realizar algún trabajo para la asignatura Teoría de la Historia, como fue uno basado en el análisis del libro Los métodos de la historia de Ciro F.S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli. Para ello nos nutrimos con la lectura de escritos de Vilar, Fontana, Braudel, Wallerstein, Harnecker, Duby, Le Goff, Althusser, Tuñón de Lara, Godelier, Thompson, Dobb, Brenner y otros más, amén de los clásicos del marxismo del XIX, es decir, Marx y Engels, y los del XX, como Lenin y Gramsci. No faltó la transmisión que Alberto, en mayor medida, nos hacía de sus conversaciones con miembros del departamento de Historia Medieval, por entonces un verdadero vivero de historiadores marxistas.

Ese mismo curso y el siguiente escogí las optativas de Historia Contemporánea que impartía la catedrática Dolores Gómez Molleda y que en 4º centró en el estudio de la teoría histórica. Mi elección fue criticada infantilmente, por no decir sectariamente, por los otros compañeros, que eran “medievalistas” (y, por tanto, marxistas), dada la condición de la profesora, a la que se llamaba con frecuencia con el apelativo de “la Monja”. Si bien ella era proclive a la francesa Escuela de Annales, poniendo especila énfasis en la historia de las mentalidades, y crítica con la corriente marxista, lo cierto es que durante los dos cursos pude acceder a la lectura de numerosas obras, total o parcialmente, que me han ayudado de una manera importante a formarme. Por entonces fue cuando completé mi tendencia a leer profusamente, de manera que no hubo obra que no deglutiera, lo que sorprendía a mis compañeras y compañeros de asignatura, y facilitó que la profesora acabara reconociendo mi labor al final de los dos cursos y me diera su confianza en 4º cuando me encargó un tema de tesina de gran responsabilidad. Cuando le dije que quería hacerla, me contestó: “para ti tengo una cosa más importante. Vas a trabajar sobre la reforma agraria”.

Fue así como pude leer, además de los autores antes citados, a Bloch, Febvre, Carr, Parain, Finley, Schaff, Mandrou, Julliards, Nora, Furet, etc. También gracias a Gómez Molleda pudimos ver y escuchar en persona en esos años a Miklós Molnar, Madelaine Reverioux y François Furet, dentro de unas jornadas de investigación histórica que organizaba anualmente su departamento. Las clases de las materias optativas no eran aburridas y menos pasivas. Aunque a la profesora le gustaba llevar la voz cantante, cosa lógica, permitía, y fomentaba, la participación y discusión. Yo era el que más intervenía, además de por mi carácter de polemista (en el sentido de debatir para sacar algo positivo), porque iba preparado con las lecturas correspondientes y, por supuesto, por mi labor paralela con los compañeros del “grupo marxista” y lo que por mi cuenta hacía.

Como dije antes, Levi-Strauss era visto por entonces como un competidor de la escuela historiográfica marxista francesa y sobre todo la más influida por el estructuralismo de Althusser, en cuanto que desarrolló su teoría antropológica desde presupuestos estructuralistas e influyó en un sector de historiadores, como Le Roy Ladurie o el propio Braudel. Levi-Strauss se salía de la rigidez marxiana de la base material influyendo dialécticamente sobre la superestructura, al considerar que el lenguaje simbólico es la principal vía para analizar las sociedades en su totalidad, en cuanto que tal lenguaje supondría la forma de asegurar a los individuos y los grupos sociales una forma de comunicación entre ellos. A la vez, su estudio permitiría conocer los comportamientos de esos grupos y los modelos de relaciones sociales  establecidos, como las de género, las materiales, etc. Sus investigaciones sobre las reglas del parentesco en las comunidades “primitivas” y dentro de ellas los papeles que juega la mujer, fueron reconocidas en la historiografía marxista, pero no así su aplicación en las formaciones sociales más evolucionadas.

Tras la lectura años después, a principios de los 90, de la obra Los historiadores marxistas británicos, de Harvey J. Kaye, pude comprender un poco mejor esa especie de acumulación de conocimiento que iba adquiriendo, no inconexo, pero sí incompleto. Me llamó la atención de ese libro la diferenciación que el autor hace de las tradiciones marxista británica y francesa. En líneas generales, la primera estaría fuertemente impregnada de la tradición empirista de la isla y la segunda, de la tradición racionalista cartesiana. La concreción de esas dos escuelas coetáneas, pero diferenciadas, ha dado lugar a dos maneras distintas de concebir la investigación histórica. En el Reino Unido ha habido un mayor interés por buscar la progresiva construcción de las realidades sociales, especialmente las de las clases subordinadas, lo que se conoce como historia de abajo-arriba. Es lo que han hecho Hilton en sus trabajos sobre el campesinado medieval; Hill, en los grupos populares en el contexto revolucionario del siglo XVII; Dobb, en la transición del feudalismo al capitalismo; o Hobsbawm y Thompson, en la clase obrera moderna. Para todos ellos las experiencias vividas en las luchas sociales y políticas es lo que ha conformado su existencia como clases históricas. El resultado sería, utilizando la terminología marxista, poner un mayor énfasis en las relaciones sociales y, como consecuencia, establecer una mayor conexión entre lo social y lo político. La aseveración que en su día hizo Thompson resulta muy ilustrativa: analizar la clase como suceso, no como objeto.

En Francia, por el contrario, se ha hecho más hincapié en la totalidad social como una estructura donde conviven distintos niveles. Desde el paradigma estrictamente marxista se ha destacado el modelo de la base económica / superestructura política e ideológica, la autonomía de cada nivel y la determinación en última instancia de lo económico. Teniendo en cuenta que esta tradición racionalista no es exclusiva del marxismo, otros paradigmas, más o menos próximos con aquél, como el de Annales o el estructuralismo de Levi-Strauss, también se han visto influidos. Incluso en el Reino Unido ha habido historiadores que se les puede encuadrar dentro del marxismo estructuralista, con Perry Anderson como el caso más relevante.

Cuando estos días he estado buscando información acerca de Levi-Strauss, releyendo algún trabajo sobre él (La estética de Levi-Strauss), buscando referencias en varios de los historiadores antes citados o en el antropólogo andaluz Isidoro Moreno (Cultura y modos de producción), encontrando por internet un artículo de Althusser de 1966 (“Sobre Levi-Strauss”) o leyendo, también por internet, pequeños artículos, he podido comprender mejor todo esto.

Para el padre de la antropología estructuralista, la estructura no es una realidad empírica que se pueda observar, sino un modelo teórico desde el que se puede explicar la realidad social. Huye, de esta manera, del modelo inductivo y con él de la observación permanente de los acontecimientos en principio aislados, aunque después puedan ser comprendidos desde su análisis a posteriori. Opta, por tanto, por el modelo deductivo, de base cartesiana y de las ciencias positivas actuales, desde la formulación de una hipótesis a verificar que sirva para construir una teoría explicativa. Para él las diferentes culturas, tan diversas a través del tiempo y en la actualidad, tendrían unos patrones comunes de conductas, mitos o lenguas, lo que permitiría entender sus características y los cambios que se producen en ellas.

Su obra ha sido ampliamente reconocida, incluso por quienes, de alguna manera, le han criticado en mayor o menor grado. Destaca, por ejemplo, el que haya ido perdiendo terreno en los estudios antropológicos, pero también de las otras ciencias sociales, el etnocentrismo dominante en favor de una mayor valoración de la pluralidad cultural. Considerándose él mismo marxista, fue duramente criticado desde ese campo por quienes, reconociéndole sus importantes aportaciones a mundo de la antropología, osó extender su teoría al conjunto de las ciencias sociales y en ella la Historia.

Sin embargo, las palabras con las que abrí este artículo, acerca de que “este mundo ya no es el mío”, quizás sean una manifestación de lo que el paso del tiempo marca en la vida y obra de las personas. En un mundo donde la globalización capitalista ha hecho que se vean cada vez más alteradas todas las sociedades y culturas (y en las más tradicionales, de una manera más feroz) por la penetración más intensa de las prácticas capitalistas, con unos cambios que se precipitan a un ritmo vertiginoso y una superpoblación creciente en los países más pobres, que son los más, ¿qué respuesta podría haber dado Levi-Strauss desde su modelo teórico explicativo de las estructuras socio-culturales, concebido para una época, la que vivió, tan distinta en tantos aspectos? ¿Acaso no fue excesivamente ambicioso en su propuesta? ¿Supone una rendición? ¿Escepticismo?

Creo que al margen de contestar afirmativa o negativamente, que no sevíría de nada, el conocimiento humano no es más que una continua búsqueda por comprender la realidad en todas sus manifestaciones. Si lo que hoy nos sirve para saber más, el que deje de servir mañana no significa que haya sido inútil, pues lo nuevo se construye desde las experiencias pasadas y las aportaciones del presente. Dotarnos de modelos teóricos para intentar comprender la realidad pasada y presente no tiene por qué ser incompatible con aprender de las experiencias vividas. Para quienes nos planteamos proyectos sociales vitales para el presente desde posiciones igualitarias en todos los órdenes de la vida, respetando la pluralidad de expresiones, el dotarse del conocimiento de la realidad sirve de gran ayuda. Pero esa conciencia de las cosas, para que sea útil, no debe separarse de la acción, de lo que Marx llamó praxis o, si se quiere, del suceso del que hablaba Thompson.

martes, 3 de noviembre de 2009

El paso del tiempo

Ha muerto José Luis López Vázquez. Excelente artista. Como tal tocó los dos registros de la interpretación: la comedia y el drama. Y en dos momentos: el franquismo y la democracia. En la comedia durante el franquismo ha estado en lo malo (las “españoladas” casposas), que él hizo bueno, y en lo bueno, donde se salió (¿o no es así con El pisito de Marco Ferrari o Plácido de Luis G. Berlanga, por ejemplo?). En el drama, ¿quién puede olvidar sus interpretaciones en Mi querida señorita de Jaime de Armiñán, La prima Angélica de Carlos Saura o La cabina de Antonio Mercero?

Supe hace años, a principios de los 80, que siendo muy joven militó en las Juventudes Socialistas Unificadas, muy vinculadas al PCE. En los noventa me sorprendió su acercamiento al PP. También por los 80 me enteré que Miguel Gila estuvo militando en la misma organización, llegando a ser incluso soldado republicano, razón por la que estuvo un tiempo en la cárcel. En un programa de radio, también de los 80, llegué a escuchar su reconocimiento por Dolores Ibárruri. Por lo que sé, estuvo vinculado al PSOE de Felipe González. El año pasado leí en un periódico salmantino una entrevista a Miguel Cruz Hernández, catedrático de Filosofía y Psicología ya jubilado, y reconocido arabista. En ella declaró que había sido militante de las JSU y soldado republicano. En los años 60 llegó a ser alcalde de Salamanca y después, gobernador de Albacete. Durante la Transición fue nombrado Director General de Cultura. Cuando estudiaba en la Universidad tuve como profesor al conocido prehistoriador Francisco Jordá (llegó a ser miembro del tribunal de mi Tesis de Licenciatura). Corría el rumor de que en su juventud, durante la República, fue anarquista, lo que ha sido cierto. Lo que nos chocaba era su comportamiento en plenos conflictos políticos. Como decano de Filosofía y Letras (antes de mi entrada en la universidad) fue muy duro con el estudiantado y amigo de la represión. En enero de 1980 nos negó que hiciéramos una asamblea (dos manifestantes habían muerto en Madrid por disparos de la policía), razón por la cual nos levantamos de los asientos y nos fuimos de clase, quedándose con él sólo un grupito de gente. Todavía veo su mirada grave según desfilábamos delante de él, antes de traspasar la puerta.

Hace setenta años, en agosto, fue el aniversario de la ejecución de las llamadas Trece Rosas. Eran militantes de las JSU, excepto la mayor, católica, aunque mujer de un militante del PCE.

Es el paso del tiempo. Es el tiempo, el implacable, como canta Pablo Milanés en una canción. 

lunes, 2 de noviembre de 2009

Deshaciendo mitos desde la Historia

En 1982 realicé los cursos de doctorado en la Universidad de Salamanca, después de haber presentado en marzo mi Tesis de Licenciatura sobre la reforma agraria republicana. Uno de los cursos era "Crisis de la sociedad romana en Hispania", que impartió la profesora Mª Luisa Sánchez de León, poco después catedrática en la Universidad de Palma de Mallorca, donde, creo, sigue todavía. Chema Monsalvo, amigo y compañero, y yo elaboramos un pequeño trabajo sobre los orígenes del cristianismo en la Península. Chema había presentado un poco antes su Tesis de Licenciatura sobre el antisemitismo bajomedieval en Castilla (que la editorial Siglo XXI le publicó). Hoy es catedrático de Historia Medieval en Salamanca. Como una forma de recordar esos años, pero también de tratar un tema que mucha gente ignora, me he atrevido a reproducirlo tal cual. Espero que él me perdone por el atrevimiento. Por otro lado, todos los peros que se puedan poner al artículo deben ser comprendidos, teniendo en cuenta que sólo teníamos 23 años, en mi caso, y 22, en el de Chema. En los tiempos que corren no viene mal sacar a la luz argumentos que ayuden a comprender mejor el pasado, pero también a poner las cosas en su sitio sobre el presente. Y es que la religión cristiana, en su versión católica, mayoritaria donde vivimos, está cargada de muchos mitos. Y éstos, como leyendas, sólo conviene conocerlos, pero no creérselos. Ésa es la diferencia entre razón y fe.  


La cristianización de la península Ibérica en el Bajo Imperio (1)

1. "En el siglo IV el Cristianismo había invadido ya toda la península (...). Para el 409 la Península era ya completamente cristiana". Estas palabras sintetizaban un tópico común en la Historia Antigua de España (2).

En la obra de García Villada encontramos referencias a las fuentes antiguas que servirían de testimonios a su tesis, compartida por la historiografía tradicional. La tesis vendría avalada por la existencia de importantes personalidades eclesiásticas, como Dámaso, Osio (obispo de Córdoba), etc. Hoy en día tiende a minimizarse esta afirmación, así como otros testimonios bastante dudosos, aunque utilizados para demostrar la rapidez y amplitud de la difusión de la religión de Cristo (3). Otras noticias de sínodos (la carta sinodal de Cipriano de Cartago en el 254, por ejemplo), así como diversas noticias sobre persecuciones y martirios (4) parecen avalar aparentemente la tesis expuesta. Incluso no faltan restos arqueológicos que podrían confirmar la relativa importancia del cristianismo (5).

La historiografía actual se muestra crítica con estas opiniones, destacando el carácter fragmentario -al fin y al cabo no faltan los testimonios contrarios a los aducidos- y sobre todo la intención propagandística de las fuentes de los autores cristianos antiguos, deseosos de hacer ver la gran fuerza de la nueva religión. Sobre estos aspectos volveremos más adelante.

En estrecha relación con lo anterior encontramos la polémica cuestión del origen apostólico de la Iglesia española, ampliamente debatido, aun cuando hoy esta problemática se halle desacreditada (vid. infra). La historiografía eclesiástica se ha esforzado en buscar pruebas del origen apostólico de la Iglesia "española", recurriendo para ello a tres núcleos de tradiciones: la que atribuye a Santiago el Mayor el protagonismo de la propagación del cristianismo peninsular; la tradición de los Siete Varones Apostólicos -enviados por los apóstoles a la Península-; y finalmente la tradición que cede este lugar al propio San Pablo, supuestamente venido a la península Ibérica para tal fin. Se trata, sin duda, de afirmaciones polémicas que no resisten, hoy en día, la más ligera crítica.

La propia historiografía eclesiástica actual se orienta hacia posiciones similares a las de otros historiadores o al menos los tiene en cuenta: el cristianismo no tuvo que ser predicado necesariamente por algún apóstol o misionero más o menos célebre. La llegada de militares, comerciantes, esclavos, colonos, etc. supuso un foco de irradiación, quienes forman iglesias bastante incomunicadas entre sí, no plenamente constituidas y centralizadas. El desarrollo y crecimiento se hace desde cada comunidad en base a cada realidad sociocultural y no en base a las directrices de una sede principal (6).

Estas últimas ideas acerca de la difusión del cristianismo -ya lo trataremos- demuestra el importante giro producido en la interpretación "oficial" de la Iglesia. Especialmente valioso es el papel desmitificador -quizás no llevado a sus últimas consecuencias- y la interpretación de la difusión del cristianismo como algo conflictivo y problemático, en correspondencia con las teorías admitidas actualmente.

2. Uno de los temas más problemáticos es el del origen del cristianismo. Como ya hemos visto antes, existen tres tradiciones que hablan de la génesis del mismo en nuestra Península, que, no obstante, están siendo rechazadas como verosímiles según investigaciones más recientes. En el caso de Santiago (7), hasta el año 600 no hay noticias literarias que nos den prueba de su venida y aún tardaría en haber consenso en los años posteriores sobre este aspecto. Esto y los textos visigodos que hablan de la idolatría y los escasos frutos evangelizadores hacen que se pueda prescindir de tal tradición jacobea.

Sobre la presencia de Pablo (8) en la Península únicamente existe su testimonio, reflejado en la Carta a los Romanos, donde hay una voluntad expresa de venir a Hispania, detalle que hoy en día es conside¬rado totalmente intrascendente. En el caso de que esto fuera cierto, es completamente seguro que no ha quedado constancia de su obra evangelizadora.

Y sobre la leyenda de los Siete Varones Apostólicos (9), ésta parece que responde al deseo o necesidad de alguna iglesia local de vincularse a Roma, muy posiblemente surgida a fines del siglo VIII, como réplica mozárabe -sur de la Península- a la extensión creciente de la tradición santiaguista -norte.

Una vez dicho esto, los estudios más recientes parecen demostrar el origen africano del cristianismo peninsular (10). Según Díaz y Díaz esto puede estar en relación con el traslado de la Legio VII Gemina desde el norte de África a Astorga y León. Así, enumera una serie de documentos que lo prueban, tales como las denuncias que hacen las comunidades de Astorga, León o Zaragoza a obispos acusados de libelos y que provoca la apelación de éstos a Roma y Cartago (Cipriano de Cartago, quien otorga la carta sinodal a que hicimos referencia); los soldados y oficiales del ejército martirizados; los testimonios sobre mártires en Tarragona, donde se reflejan unos conocimientos profundos de la técnica militar y el uso de una terminología análoga a la africana (así, statio= ayuno; fraternitas= comunidad; refrigerare, etc.)...

Que sea el ejército el transmisor principal o simplemente uno más es algo secundario. Lo importante es ver ahora la relación entre las formas características del cristianismo africano y el peninsular. Estas similitudes también se ven en otros tantos documentos, como el conocimiento que Agustín tiene de las actas de Fructuoso, obispo de Barcelona, santo a la postre; en el Concilio de Elbira se nota la gran importancia de los presbíteros, de igual manera que en partes del norte de África; la inexistencia de montanismo y donatismo en Tingitania y la península Ibérica podría estar en relación con esto; el texto de los Salmos hispanos -Salterio Visigótico- y varios fragmentos litúrgicos similares a los norteafricanos; el arte paleocristiano, de influencia africana.

La relación, pues, entre Península y el norte de África parece evidente. En este sentido conviene apuntar otro factor, resaltado por Blázquez, que corrobora esta teoría, y es el hecho de las relaciones comerciales entre ambas zonas, que puede favorecer la difusión del cristianismo. En los documentos aludidos, por ejemplo, aparecen comerciantes. Y sobre todo merece la pena destacar que "la penetración del cristianismo en Hispania sigue las grandes vías comerciales y los caminos del avance de la romanización, con lo que coincide en que sus portadores fueran los mismos: ejército y mercaderes" (11).

3. Las sedes y comunidades cristianas del año 350 coinciden en su mayor densidad con las vías de comunicación principales y las capitales de las provincias, decreciendo la densidad hacia el norte y hacia el este. Es decir, que el cristianismo se difundió desde la Bética hasta el norte y noreste. El contacto con la Galia se da en el siglo IV (12).

El carácter urbano de los primeros momentos del cristianismo es algo que nadie duda. Tendrá que ser a partir del siglo III, y en concreto en el siglo IV, cuando veamos la penetración de una forma efectiva en el campo. La correlación entre difusión del cristianismo y romanización parece algo evidente, pues, a pesar de la duda que plantea Blázquez cuando señala el carácter de arma de doble filo que ello supone, ya que piensa que, además de favorecer tal difusión, la obstaculiza al no tender a hacer desaparecer ni la religión ni el elemento indígena (13).

Más difícil nos resulta saber qué clase o grupo social se erige en la base de la nueva religión. Es más, la disparidad de opiniones nos impide tener una mayor claridad sobre el asunto. Para Díaz y Díaz, en el siglo III los miembros de las comunidades son miembros humildes, aunque también se detecta la existencia de elementos de la alta sociedad (14). Esta hipótesis no parece coincidir con las afirmaciones de Arce, para quien las clases altas y el pueblo fueron las más apegadas a la tradición, considerando a las clases medias, sobre todo los curiales, las más permeables al nuevo fenómeno (15). Además, para el mismo autor, el ejército nos constituye un vehículo de difusión del cristianismo (16). Blázquez piensa que la cristianización comenzó en Hispania por las clases altas. Si tenemos en cuenta los datos que nos proporciona el Concilio de Elbira (hacia el 314), la composición social encuentra una explicación. El Concilio demuestra que la nueva religión se había filtrado entre diversas capas sociales y tenía suficiente vigor como para vetar a sus adeptos cualquier actividad desacorde con sus principios. Había ricos y pobres, propietarios de esclavos y esclavos, miembros de las oligarquías dirigentes y humildes. Sin embargo, los cargos eclesiásticos son reservados a las clases adineradas.

Lo que se desprende de todo esto es que el cristianismo tuvo un carácter minoritario en sus primeros momentos, ya no solamente porque amplias zonas de la Península quedaran sin conocerlo hasta muy avanzados los siglos de la dominación visigoda, sino también porque en el siglo IV estaba localizado en ciertos núcleos urbanos, los más romanizados, y apenas incidía más que en una minoría de su población (17).

Esta lenta difusión puede estar en relación, en un principio, con dos inconvenientes: por un lado, el hecho de que las zonas más fácilmente cristianizadas en los primeros momentos lo eran las de habla griega, entre las que no se encontraba obviamente la Península: y, por otro, la imposibilidad actual de precisar los núcleos de judíos existentes en la Península (18).

En cualquier caso, existen varias fuentes que nos documentan acerca de la lentitud de su difusión. San Valerio, que vivió en el siglo VII, sitúa en el siglo IV el inicio de la nueva religión en Gallaecia. La misma idea se encuentra en las actas de Santa Leocadia de Toledo y los mártires Vicente, Sabina y Cristeta de Ávila (19)... Algo parecido nos demuestra Vigil para el norte de la Península, donde perviven las religiones y cultos indígenas (20) o el mismo Arce (21). Así pues, el origen de las fuentes en que se basan los defensores de la rápida difusión de la religión es propagandístico y está alejado de la realidad.

4. A pesar de los datos fragmentarios de algunas fuentes -ya vistas- en el sentido de considerar bien cristianizada la Península, todo parece indicar -los testimonios para el siglo IV son bien elocuentes- que el cristianismo ofrece un doble aspecto de conflictos: a) conflictos dentro del mismo sistema cristiano (herejías) y b) conflictos con el paganismo (22). A ello habría que unir la pugna proselitista con las comunidades judías, aspecto bien conocido por García Iglesias (23).

Con respecto a los conflictos que el cristianismo mantiene con el paganismo, un testimonio de extraordinario valor es el Concilio de Elbira, muchos de cuyos cánones ponen de manifiesto las dificultades de la nueva religión para imponerse a prácticas mágicas y supersticiones indígenas, sacrificios y cultos paganos. Así, varios cánones proscriben los sacrificios y prácticas sacerdotales paganas, la magia y la hechicería, la superstición y los sacrificios a los dioses... El Concilio hace, así mismo, alusión a la escasa o nula asistencia de los fieles a los oficios divinos (24). Algunos cánones del Concilio son enormemente significativos. Uno de ellos (canon 36) prohíbe las imágenes en las iglesias, sin duda como medio para combatir las supersticiones: en realidad la idolatría se mezclaba en el culto a las imágenes de las iglesias cristianas (25), y es verdaderamente difícil distinguir entre devoción y adoración. Las reliquias de algunos mártires, por ejemplo, a las que la Iglesia dotaba de una finalidad devota, eran fácilmente identificables con los tradicionales amuletos, con una significación mágico-supersticiosa totalmente distinta.

Otro de los cánones habla de amos cristianos que toleran a sus esclavos tener y adorar ídolos paganos. Estaría en consonancia con la pertenencia en las masas de las ideas paganas. De hecho, diversos autores antiguos nos hablan de la abundancia de prácticas supersticiosas: acusaciones de magia y hechicería a supuestos herejes, permanencia de sectas gnósticas, excesos en el culto a las reliquias (26)... ¿Acaso el cristianismo no es aceptado como una superstición más? Y ello especialmente entre las masas populares, más apegadas a esas tradiciones. Además del dato de las reliquias, ¿la veneración de santos y mártires no constituye acaso una forma de superstición? ¿No se espera de ellos una eficacia, una injerencia efectiva -y práctica- en sus vidas? Posiblemente el cristianismo es aceptado en su forma, pero con el previo filtro ideológico impuesto por las estructuras de pensamiento de las masas populares, que no hacen sino transmutar el contenido auténtico de una doctrina ya en esta época elaborada -reelaborada si se prefiere- por una jerarquía eclesiástica/élite social que difícilmente podría encajar con las aspiraciones de las clases humildes. La incultura de éstas es, sin duda, uno de los factores, pero hay un trasfondo social incuestionable. La mentalidad de aquellas gentes, que explica la supervivencia de antiguas tradiciones, es el mismo factor que explica la proliferación de herejías -conflictos de carácter "interno" dentro del cristianismo-, pero con un evidente carácter social y en el contexto amplio de las crisis general. Vemos cómo Prisciliano es acusado de realizar prácticas mágicas y de hechicero. Prisciliano conoce todas las herejías anteriores a él ex fabulis vulgi (27).

El pueblo conoce y practica seguramente algunas de ellas, pero en esto no hay únicamente un problema de falta de cultura -o comprensión intelectual de la doctrina-, sino de lucha de clases, pues es bien conocido que las herejías son la expresión religiosa -quizás el único "lenguaje" inteligible entonces, la única ideología capaz de canalizar las aspiraciones colectivas- de un descontento social. La Iglesia, divorciada ya de las masas en esa época, comprometida con el orden establecido, es consciente de los peligros de las desviaciones populares ¿en cuanto herejías o como movimientos sociales?, como se preguntaba Barbero, a propósito del priscilianismo (28).

La dimensión social del priscilianismo habría sido la causa de su expansión, algo que comparte con el resto de las herejías. Vemos, por tanto, que el cristianismo tuvo dificultades no sólo con el paganismo, sino incluso en su propio seno; y aún las seguirá teniendo en los siglos posteriores.


Notas

(1) Este trabajo fue elaborado como parte del curso de doctorado "Crisis de la sociedad romana en Hispania", Universidad de Salamanca, 1982.
(2) García Villada (1929).
(3) Así, el testimonio, bien conocido, de Ireneo. En el año 200 Tertuliano alude a la completa cristianización del mundo conocido, idea compartida por San Jerónimo, Eusebio de Cesares, etc.
(4) Las persecuciones de los primeros siglos en la Península parecen seguir la tónica general. Fueron especialmente duras, al parecer, en época de Diocleciano: martirios de Emeterio y Caledonio, Marcelo, Justa y Rufina, Justo y Pastor.
(5) Para esta cuestión ver Palol (1967).
(6) García Villoslada (1979).
(7) Díaz y Díaz (1967, p. 488).
(8) Ibidem (pp. 428-430).
(9) Ibidem (p. 433).
(10) Ibidem (pp. 423-443). También Blázquez (1978). Sin embargo, García Villoslada (1979, pp. 147-149) rechaza esta posición. Según él los datos arqueológicos nos dan que a partir del siglo IV se advierte una notable influencia norteafricana en la Tarraconense y la costa levantina y, sobre todo, en el siglo VI en la Baetica y la Lusitania. Los restos del siglo IV son sobre todo de oriente y Constantinopla, no habiendo origen norteafricano, pues su influencia es tardía. Además, criticando a Díaz y Díaz, piensa que antes de los siglos V y VI existen documentos escritos que vinculan a Hispania con Roma.
(11) Blázquez (1978).
(12) Díaz y Díaz (1967, p. 442) y García Iglesias (1978). Es evidente que la organización eclesiástica no hace sino reproducir las divisiones administrativas del Imperio: Lusitania-Emerita Augusta (Mérida), Tarraconense-Tarraco (Tarragona), Baetica-Hispalis (Sevilla), Cartaginense-Cartagena y Gallaecia-Braga.
(13) Arce Martínez (1971, p. 247).
(14) Díaz y Díaz (1967, pp. 438-439) se basa en la extracción social de los mártires.
(15) Arce Martínez (1971, pp. 249-250).
(16) Ibidem (p. 250). Esta afirmación se basa en la opinión de Jones, para quien el ejército en el siglo IV, según el origen social de los soldados, era el menos propicio para la cristianización: hijos de soldados y veteranos, gentes del campo y bárbaros.
(17) Es significativo que en amplias zonas del mundo rural, en el noroeste de la península, el primer contacto que sus habitantes tuvieron con el cristianismo fue a través del priscilianismo y no por otros cauces.
(18) Para la primera cuestión, Arce Martínez (1971, p. 246). Acerca de lo segundo, Díaz y Díaz (1967, p. 429) y Arce Martínez (1971, p. 247). Sobre esto puede decirse, por el contrario, que Pablo el apóstol aconsejaba orientarse hacia los gentiles en vez de los judíos (Starr, 1974, pp. 667-669). Así mismo, parece clara la rivalidad entre judíos y cristianos para conseguir adeptos en los primeros siglos.
(19) Arce Martínez (1971, pp. 247-248).
(20) Vigil (1967, pp. 129-138), entre otros trabajos suyos.
(21) Arce Martínez (1971, p. 250).
(22) Ibidem (p. 246).
(23) García Iglesias (1978). Parece, en efecto, que se entabla una competencia entre ambas religiones con el fin de ganar adeptos. Los recelos que la Iglesia tiene con respecto a los judíos quedan en evidencia en algunas disposiciones del Concilio de Elbira: prohibición a los cristianos de comer con judíos; de contraer matrimonio entre ellos; prohibición, igualmente, de que cristianos casados mantuvieran relaciones adúlteras con judías. Es curioso comprobar cómo las penas que se imponen a los cristianos transigentes con los judíos son superiores a las establecidas en relación con los paganos, lo que revela el auténtico temor eclesiástico entre la religión -en alza- de los judíos. La realidad demuestra que el éxito correspondió a los cristianos, cuya predicación, pese a la limitación de los primeros, se extendió más.
(24) Vicens Vives (1963) y Arce Martínez (1971, pp. 250-251). García Villada (1929), que conocía las disposiciones del Concilio de Elbira, consideraba que los cánones no pueden tomarse como documento histórico, reflejo de una época y una situación eclesiástica determinada, por lo que tiende a minimizar este testimonio. Hoy, por el contrario, tiende a considerarse a sínodos y Concilio como fuentes de gran valor histórico.
(25) Para Jones (The Later Roman Empire, pp. 284-602, Oxford, 1964), citado por Arce Martínez (1971), escribe: "el austero monoteísmo de la primitiva Iglesia cristiana no satisfacía ampliamente las necesidades religiosas de la multitud (...). Los cristianos adoraban a un dios, pero creían en un infinito número de demonios, entre los cuales clasificaban a los dioses paganos".
(26) Arce Martínez (1971, p. 254).
(27) Ibidem (p. 254).
(28) Barbero (1977, p. 88): "Se puede admitir que el priscilianismo fue fundamentalmente una secta rigorista que buscaba la perfección individual a través de prácticas ascéticas (...). El dogma no difería del profesado por el cristianismo ortodoxo, pero su separación de la disciplina de los obispos por medio del ejercicio de una moral rígida y un desprecio por los aspectos materiales hizo posible la acusación del priscilianismo como gnóstico y maniqueo" (entre otras acusaciones). El peligro social no estaba únicamente, para la jerarquía eclesiástica, en estos "movimientos sociales". En alguna ocasión se pretendió asociar el despliegue del monaquismo con el priscilianismo, precisamente en Galicia, la región donde mayor vigor tuvieron ambos. Había igualmente en aquél una crítica latente al poder y las riquezas de la Iglesia.


Bibliografía consultada

Arce Martínez, José Luis: "Conflictos entre paganismo y cristianismo en Hispania durante el siglo IV", revista Príncipe de Viana, n. 32, 1971.
Barbero, Abilio: "El priscilianismo, ¿herejía o movimiento social", en VVAA, Conflictos y estructuras sociales en la Hispania Antigua, Madrid, 1977.
Blázquez, José Mª: "Sobre el origen africano del cristianismo hispánico", en Imagen y mito. Estudios sobre religiones mediterráneas e ibéricas, v. 2, Madrid, 1978.
Díaz y Díaz, Manuel Cecilio: "En torno a los orígenes del cristianismo hispánico", en VVAA, Las raíces de España, Madrid, 1967.
García Iglesias, Luis: Los judíos en la España Antigua, Madrid, 1978.
García Villada, Zacarías: Historia Eclesiástica de España, Madrid, 1929.
García Villoslada, Ricardo: "La Iglesia en la España romana y visigoda, siglos I-VIII", en Historia de la Iglesia en España, v. 1, BAC, Madrid, 1979.
Palol, Pedro de: Arqueología cristiana en la España romana, siglos. IV-V, CSIC, Valladolid, 1967.
Starr, Gordon: Historia del Mundo Antiguo, Madrid, 1974.
Vicens Vives, Jaime et alii: Concilios Visigóticos e Hispanorromanos, Barcelona, 1963.
Vigil, Marcelo: "Romanización y permanencia de estructuras sociales indígenas en la España Antigua", en Conflictos y estructuras sociales en la Hispania Antigua, Madrid, 1967.