sábado, 6 de agosto de 2022

Lugar seguro, de Isaac Rosa (y 2)

Si en la primera parte de este comentario me referí a la novela Lugar seguro, de Isaac Rosa (1), sin haberla leído y basándome en las palabras de su autor, me toca ahora escribir sobre ella, una vez que he concluido su lectura. Ha sido fácil, interesante y hasta divertida. Nos ayuda ese estilo narrativo peculiar, por personal, que tiene y que, lejos de complicar el entendimiento de lo que vamos leyendo, nos permite que no nos perdamos en el cúmulo de situaciones que se van sucediendo a lo largo de las 300 páginas de extensión de la novela.

Su protagonista principal es Segismundo García, el segundo de una saga familiar de tres Su protagonista principal es Segismundo García, el segundo de una saga familiar de tres generaciones con el mismo nombre y que se completa con el padre, al que a veces menciona con los apelativos (ajenos, no familiares) de Segismón o Segismundo el Grande, y con el hijo, al que se refiere con el más sintético nombre de Segis. Segismundo García (hijo/padre) ejerce de narrador de la historia, en la que se funden los diálogos y sus reflexiones personales, lo que no supone que eso dé lugar a confusión. Los tres ocupan el grueso de la novela, a los que hay que añadir otros personajes, que aparecen con mayor o menor frecuencia, como Mónica (al ex del hijo/padre y madre de Segis), Yuliana (la  cuidadora del padre/abuelo), Roberto (el empleado del Banco), Alberto (el socio traicionero del padre/abuelo), Gaya (la líder botijera del barrio Sector Sur), Joselito (el proxeneta y amigo del padre/abuelo)... 

Estamos, pues, ante la historia de tres generaciones de una familia, narrada de forma trepidante y sintetizada por lo que va ocurriendo a lo largo de las veinticuatro horas de un día. Una familia que salió de la pobreza en la figura del padre/abuelo, que en el caso de las dos primeras han hecho de la picaresca la razón de sus vidas y que en el de la tercera está en proceso de aprendizaje. Son obsesos de los negocios, en busca de un ascenso social que en los dos primeros casos les está resultando entre incompleto y casi imposible, y en el tercero está dando lugar a muestras de serias dificultades. Es el sino de esa parte de quienes, confiando en el sueño de riqueza que ofrece sistema económico que nos domina, acaban sucumbiendo, como chivos expiatorios, por haber sido utilizados por otros más listos o poderosos, o por haberse movido en los límites peligrosos de lo prohibido.

Una historia en la que pugnan y se oponen dos fuerzas en el seno de la sociedad: la de quienes entienden la seguridad (incluida la adquisición de búnkeres) desde lo individual y principalmente el privilegio económico, que Segismundo García (hijo/padre) denomina prepas o supervivales; y la de quienes lo hacen a base de solidaridad, cooperación, austeridad y respeto por al medio ambiente, que llama botijeros o ecomunales.

Segismundo García (hijo/padre) ha encontrado en la construcción de búnkeres a bajo precio un nicho de negocio más que apetecible, pero se topa con la realidad de quienes manejan los dineros. Su padre, sumergido en la pérdida de memoria más profunda, ha sido un hombre nada ejemplar en su vida anterior (ruina y cárcel incluidas por un negocio fallido de clínicas dentales a bajo coste), lo que le lleva a un reproche permanente. Y su hijo adolescente, alumno aventajado de la escuela familiar y de la académica, se ha metido en líos tan peligrosos, que ha acabado expulsado del colegio exclusivo en el que está matriculado y amenazado por un joven delincuente con el que ha iniciado un negocio de apuestas, con sus compañeros de por medio.

Y  Segismundo García (hijo/padre) se debate entre su sueño/paradigma, en el que dice cosas como éstas: "¿Quieres ver una comunidad solidaria, fraterna, autónoma, y  por supuesto segura? No vayas a una tribu botijera, hijo, ve a donde viven tus compañeros, los niños triunfadores". Y el desasosiego: "De golpe, como si toda la adrenalina se me hubiese escapado por una fisura, por la encía abierta, me vacié, se me esfumó el impulso heroico, y regresaron el dolor y el agobio por lo sucedido y por el dinero que Segis tenía que conseguir en veinticuatro horas, y el dinero que yo le había dejado y que podrían reclamarme, el dinero que el banco me había negado un rato antes, el dinero que me iba a costar el punto diente. Me entraron ganas de llorar, creo que empecé a llorar sin haber terminado de reír, como una máscara siniestra".

Y en esa pulsión entre el deseo y la realidad, en las últimas líneas del libro Segismundo García (hijo/padre) deja caer unas palabras que, aun cargadas de sarcasmo, no dejan de traslucir el estado de dudas en el que se mueve: "¿Quieres que nos quedemos. Cenaremos gratis. Será divertido. Podemos hacernos pasar como dos de ellos, comprar un par de pulseritas en el tenderete, participando en sus conversaciones aguantándonos la risa".

Isaac Rosa, en cualquier caso, se apunta a la pugna cuando nos deja como colofón del libro el poema "Después", obra del escritor italiano Erri De Luca. Y es que, como rezan sus versos finales: "La humanidad será escasa, mestiza, gitana / y caminará a pie. Tendrá como botín la vida / la riqueza más grande que transmitir a los hijos".


(Las dos partes del artículo, fechadas el 29-07-2002 y 6-08-2022, han sido publicadas en forma refundida en la revista electrónica Rebelión, en la edición del 5-08-2022: https://rebelion.org/lugar-seguro-de-isaac-rosa/).