Si
en la primera parte de este comentario me referí a la novela Lugar
seguro, de Isaac Rosa (1), sin haberla leído y basándome en las
palabras de su autor, me toca ahora escribir sobre ella, una vez que he
concluido su lectura. Ha sido fácil, interesante y hasta divertida. Nos
ayuda ese estilo narrativo peculiar, por personal, que tiene y que, lejos de
complicar el entendimiento de lo que vamos leyendo, nos permite que no nos
perdamos en el cúmulo de situaciones que se van sucediendo a lo largo de las
300 páginas de extensión de la novela.
Su
protagonista principal es Segismundo García, el segundo de una saga familiar de
tres Su protagonista principal es Segismundo García, el segundo de una saga
familiar de tres generaciones con el mismo nombre y que se completa con el
padre, al que a veces menciona con los apelativos (ajenos, no familiares) de
Segismón o Segismundo el Grande, y con el hijo, al que se refiere con el más
sintético nombre de Segis. Segismundo García (hijo/padre) ejerce de narrador de
la historia, en la que se funden los diálogos y sus reflexiones personales, lo
que no supone que eso dé lugar a confusión. Los tres ocupan el grueso de la
novela, a los que hay que añadir otros personajes, que aparecen con mayor o
menor frecuencia, como Mónica (al ex del hijo/padre y madre de Segis), Yuliana
(la cuidadora del padre/abuelo), Roberto
(el empleado del Banco), Alberto (el socio traicionero del padre/abuelo), Gaya
(la líder botijera del barrio Sector Sur), Joselito (el proxeneta y amigo del
padre/abuelo)...
Estamos,
pues, ante la historia de tres generaciones de una familia, narrada de forma
trepidante y sintetizada por lo que va ocurriendo a lo largo de las
veinticuatro horas de un día. Una familia que salió de la pobreza en la figura
del padre/abuelo, que en el caso de las dos primeras han hecho de la picaresca
la razón de sus vidas y que en el de la tercera está en proceso de aprendizaje.
Son obsesos de los negocios, en busca de un ascenso social que en los dos
primeros casos les está resultando entre incompleto y casi imposible, y en el
tercero está dando lugar a muestras de serias dificultades. Es el sino de esa
parte de quienes, confiando en el sueño de riqueza que ofrece sistema económico
que nos domina, acaban sucumbiendo, como chivos expiatorios, por haber sido
utilizados por otros más listos o poderosos, o por haberse movido en los
límites peligrosos de lo prohibido.
Una
historia en la que pugnan y se oponen dos fuerzas en el seno de la sociedad: la
de quienes entienden la seguridad (incluida la adquisición de búnkeres) desde
lo individual y principalmente el privilegio económico, que Segismundo
García (hijo/padre) denomina prepas o supervivales; y la de quienes lo
hacen a base de solidaridad, cooperación, austeridad y respeto por al medio
ambiente, que llama botijeros o ecomunales.
Segismundo
García (hijo/padre) ha encontrado en la construcción de búnkeres a bajo precio
un nicho de negocio más que apetecible, pero se topa con la realidad de quienes
manejan los dineros. Su padre, sumergido en la pérdida de memoria más
profunda, ha sido un hombre nada ejemplar en su vida anterior (ruina y cárcel
incluidas por un negocio fallido de clínicas dentales a bajo coste), lo que le
lleva a un reproche permanente. Y su hijo adolescente, alumno aventajado de la
escuela familiar y de la académica, se ha metido en líos tan peligrosos, que ha
acabado expulsado del colegio exclusivo en el que está matriculado y
amenazado por un joven delincuente con el que ha iniciado un negocio de
apuestas, con sus compañeros de por medio.
Y Segismundo
García (hijo/padre) se debate entre su sueño/paradigma, en el que dice
cosas como éstas: "¿Quieres ver una comunidad solidaria, fraterna,
autónoma, y por supuesto segura? No vayas a una tribu botijera, hijo, ve
a donde viven tus compañeros, los niños triunfadores". Y el desasosiego:
"De golpe, como si toda la adrenalina se me hubiese escapado por una
fisura, por la encía abierta, me vacié, se me esfumó el impulso heroico, y
regresaron el dolor y el agobio por lo sucedido y por el dinero que Segis tenía
que conseguir en veinticuatro horas, y el dinero que yo le había dejado y que
podrían reclamarme, el dinero que el banco me había negado un rato antes, el
dinero que me iba a costar el punto diente. Me entraron ganas de llorar, creo
que empecé a llorar sin haber terminado de reír, como una máscara
siniestra".
Y
en esa pulsión entre el deseo y la realidad, en las últimas líneas del
libro Segismundo García (hijo/padre) deja caer unas palabras que, aun
cargadas de sarcasmo, no dejan de traslucir el estado de dudas en el que se
mueve: "¿Quieres que nos quedemos. Cenaremos gratis. Será divertido.
Podemos hacernos pasar como dos de ellos, comprar un par de pulseritas en el
tenderete, participando en sus conversaciones aguantándonos la risa".
Isaac
Rosa, en cualquier caso, se apunta a la pugna cuando nos deja como colofón del
libro el poema "Después", obra del escritor italiano Erri De
Luca. Y es que, como rezan sus versos finales: "La humanidad será escasa,
mestiza, gitana / y caminará a pie. Tendrá como botín la vida / la
riqueza más grande que transmitir a los hijos".
(Las dos partes del artículo, fechadas el 29-07-2002 y 6-08-2022,
han sido publicadas en forma refundida en la revista electrónica Rebelión, en
la edición del 5-08-2022: https://rebelion.org/lugar-seguro-de-isaac-rosa/).