sábado, 1 de mayo de 2021

Arte y poesía sobre el primero de mayo

¡Es el Primero de Mayo!

¡Es el Primero de Mayo! La idea
brota con el trigo y las flores;
la Humanidad marcha guiada
hacia mejores cielos y tiempos mejores.
¡Basta de esclavos que besan sus cadenas
bajo el látigo de los amos vencedores!
¡La brisa cama en las encinas,
el Sueño vuelve a florecer los corazones!
Las abejas piden cuentas
a los zánganos que saquean el rosal silvestre.
Es la misma savia que sube
en el espíritu y el árbol orgulloso.
¡Paz al niño! ¡Gloria a la mujer!
¡Basta de inocentes castigados!
La familia humana reclama
su parte de cielo con los nidos.

(Clovis Hugues).


Sol de Mayo

En todas partes los trigos ahuyentaron los matorrales.
¿Cuándo, pues, harán desaparecer el hambre?
Cantaremos las nutritivas cosechas
cuando todos los niños tengan pan.
El mes de abril, ornado de vincapervinca,
luce en vano sus hierbas;
el mes de Mayo, cosido de domingos,
hace sonar mil diapasones.
¡Oh Primavera, reina de todo!
Sol de Mayo, cuando todas nuestras frentes
tengan su parte de sol y de rosas,
sólo entonces, sol de Mayo, te cantaremos.
Cantaremos cuando, en la ronda grande,
todos los niños, tomados de la mano,
todos los niños del mundo entero,
entonen el canto del género:
“La edad de bronce, el tiempo de la barbarie
ha pasado, han pasado para siempre;
vamos, niños de todas las patrias,
ha llegado la edad serena, la edad de oro”.

(Ferdinand Cistac).


Marcha del primero de mayo

El mismo corazón late en todas partes,
la misma esperanza triunfal
en este clamor que se exhala;
¡de pie! ¡de pie! ¡de pie!
¡he aquí la internacional!

¡Primero de mayo!
Es la primavera;
como la savia sube a los árboles
también la idea al cerebro,
¡y la social se levanta!
Más alto que nuestros pequeños burgueses,
Oh 1º de Mayo, pasando los mares,
por encima de las fronteras y de las leyes,
brilla nuestro sol sobre ambos mundos.
 
El capital convierte en un infierno
a este pobre mundo en que estamos,
y nuestro pan es más caro
que la carne de los hombres para los explotadores.
Demasiado tiempo nuestro trabajo excesivo
lo pagaron con la miseria
El trabajador no es una bestia
ni menos una máquina.
El orden social,
¡Oh patrones,
ha visto otras metamorfosis!
Los queremos, los tendremos
Los ‘tres ochos’… y otras muchas cosas.
 
El suelo natal es el exilio,
miseria por todas partes.
¿Qué necesita el pueblo trabajador?
Necesita la patria con justicia
De uno a otro extremo del mundo,
que resuene el mismo grito:
¡los proletarios están de pie
y su patria es la justicia!
 
Por eso, con corazón alegre y seguro,
cantamos nuestro PRIMERO DE MAYO
como una fiesta de la Historia;
nuestra unión es la victoria.
Cuando gritamos !adelante¡
a nuestro empuje la tierra se mueve,
y sobre nuestra frente restalla al viento
el gran estremecimiento de la bandera.

(Charles Gross).


Mi primero de Mayo

A todos,
los que marchan por las calles
y detienen las máquinas y talleres.
A todos,
deseosos de llegar a nuestra fiesta,
con las espaldas cargadas de trabajo.
¡Salid el 1º de Mayo,
al primero de los Mayos!
Recibámoslo, camaradas,
con la voz entrelazada de canciones.
¡Primavera mía,
derrite las nieves
¡Yo soy obrero,
este Mayo es mío!
¡Yo soy campesino,
este Mayo es mío!
 
A todos,
tendidos en las trincheras,
esperando la muerte infinita:
a todos,
los que desde su blindado,
apuntan contra sus hermanos,
hoy es primero de Mayo.
Vayamos al encuentro
del primero de los Mayos nuestros,
enlazando las manos proletarias.
¡Callad vuestro ladrido, morteros!
¡Silencio, ametralladoras!
¡Yo soy soldado,
este Mayo es mío!
 
A todos,
a las casas,
a las plazas,
a las calles,
encogidas por el hielo invernal.
 
A todos,
hambrientos de hambre,
estepas,
           bosques,
                       campos.
¡Salid en este primero de Mayo!
¡Gloria al hombre fecundo!
¡Desbordaos en esta primavera!
¡Verdes campos, cantad!
¡Sonad, sirenas y pitos!
 
¡Yo soy de hierro,
este Mayo es mío!
¡Yo soy la tierra
este Mayo es mío!

(Vladimir Maiakovski, 1918).


1º de mayo 1937

No sé qué sepultada artillería
dispara desde abajo los claveles,
ni qué caballería
cruza tronando y hace que huelen los laureles.

Sementales corceles,
toros emocionados,
como una fundición de bronce y hierro,
surgen tras una crin de todos lados,
tras un rendido y pálido cencerro.
 
Mayo los animales pone airados:
la guerra más se aíra,
y detrás de las armas los arados
braman, hierven las flores, el sol gira.
 
Hasta el cadáver secular delira.
 
Los trabajos de mayo:
escala su cenit la agricultura.
 
Aparece la hoz igual que un rayo
inacabable en una mano oscura.
 
A pesar de la guerra delirante,
no amordazan los picos sus canciones,
y el rosal da su olor emocionante
porque el rosal no teme a los cañones.
 
Mayo es hoy más colérico y potente:
lo alimenta la sangre derramada,
la juventud que convirtió en torrente
su ejecución de lumbre entrelazada.

Deseo a España un mayo ejecutivo,
vestido con la eterna plenitud de la era.
El primer árbol es su abierto olivo
y no va a ser su sangre la postrera

La España que hoy no se ara, se arará toda entera.

(Miguel Hernández, de Viento del pueblo).


1º de Mayo en la España Leal de 1938

(Coral de primavera)

Primero de Mayo.
Himnos, sangre, flores.
Primavera guerrera de los trabajadores.

-Di, ¿tú qué harás el Primero de Mayo?

-Mi país está en guerra, campesina.
Yo, como buen soldado de los mares,
haré que el pabellón de la marina
flote sobre los vientos ejemplares.

-Di, ¿tú qué harás el Primero de Mayo?

-Mi país está en guerra. Un aguacero
batir quiere de balas sus labores.
Yo, como campesina, marinero,
prepararé mis brazos segadores.

-Di, ¿tú qué harás el Primero de Mayo?

-Mi país está en guerra. Por su cielo,
alas de extraños pájaros ladrones.
Yo condecoraré de gloria el vuelo
de los republicanos aviones.

-Di, ¿tú qué harás el Primero de Mayo?

-Mi país está en guerra. Tercamente
haré hablar al fusil ese lenguaje
que empuje a España valerosamente
a conquistar de nuevo su paisaje.
 
Primero de Mayo.
Himnos, sangre, flores.
Primavera del triunfo de los trabajadores.

(Rafael Alberti, de Capital de la gloria).


Preguntas de un obrero que lee

¿Quién construyó Tebas, la de las Siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a levantar?
Quienes edificaron la dorada Lima, ¿en qué casas vivían?
¿Adónde fueron los albañiles
la noche en que se terminó la Gran Muralla?
Llena está de arcos triunfales Roma la grande.
Sus césares ¿sobre quiénes triunfaron?
Bizancio, tantas veces cantada,
¿tenía palacios para sus habitantes
Hasta en la legendaria Atlántida,
la noche en que el mar se la tragó, quienes se ahogaban,
bramando, pedían ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César derrotó a los galos.
¿No llevaba siquiera un cocinero?
Felipe de España lloró al saber de su flota hundida.
¿No lloró más que él?
Federico de Prusia venció en la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la ganó también?
Un triunfo en cada página.
¿Quién preparaba los festines?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagaba los gastos?
Tantas historias.
Tantas preguntas.

(Bertolt Brecht, 1938, de Historias de almanaque).


El pueblo

De aquel hombre me acuerdo y no han pasado
sino dos siglos desde que lo vi,
no anduvo ni a caballo ni en carroza:
a puro pie
deshizo
las distancias
y no llevaba espada ni armadura,
sino redes al hombro,
hacha o martillo o pala,
nunca apaleó a ninguno de su especie:
su hazaña fue contra el agua o la tierra,
contra el trigo para que hubiera pan,
contra el árbol gigante para que diera leña,
contra los muros para abrir las puertas,
contra la arena construyendo muros
y contra el mar para hacerlo parir.

Lo conocí y aún no se me borra.

Cayeron en pedazos las carrozas,
la guerra destruyó puertas y muros,
la ciudad fue un puñado de cenias,
se hicieron polvo todos los vestidos,
y él para mí subsiste,
sobrevive en la arena,
cuando antes parecía
todo imborrable menos él.

En el ir y venir de las familias
a veces fue mi padre o mi pariente
o apenas si era él o si no era
tal vez aquel que no volvió a su casa
porque el agua o la tierra lo tragaron
o lo mató una máquina o un árbol
o fue aquel enlutado carpintero
que iba detrás del ataúd, sin lágrimas,
alguien en fin que no tenía nombre,
que se llamaba metal o madera,
y a quien miraron otros desde arriba
sin ver la hormiga
sino el hormiguero
y que cuando sus pies no se movían,
porque el pobre cansado había muerto,
no vieron nunca que no lo veían:
había ya otros pies en donde estuvo.

Los otros pies eran él mismo,
también las otras manos,
el hombre sucedía:
cuando ya parecía transcurrido
era el mismo de nuevo,
allí estaba otra vez cavando tierra,
cortando tela, pero sin camisa,
allí estaba y no estaba, como entonces
se había ido y estaba de nuevo,
y como nunca tuvo cementerio,
ni tumba, ni su nombre fue grabado
sobre la piedra que cortó sudando,
nunca sabia nadie que llegaba
y nadie supo cuando se moría,
así es que sólo cuando el pobre pudo
resucitó otra vez sin ser notado.
 
Era el hombre sin duda, sin herencia,
sin vaca, sin bandera,
y no se distinguía entre los otros,
los otros que eran él,
desde arriba era gris como el subsuelo,
como el cuero era pardo,
era amarillo cosechando trigo,
era negro debajo de la mina,
era color de piedra en el castillo,
en el barco pesquero era color de atún
y color de caballo en la pradera:
cómo podía nadie distinguirlo
si era el inseparable, el elemento,
tierra, carbón o mar vestido de hombre?
 
Donde vivió crecía
cuanto el hombre tocaba:
La piedra hostil,
quebrada
por sus manos,
se convertía en orden
y una a una formaron
la recia claridad del edificio,
hizo el pan con sus manos,
movilizó los trenes,
se poblaron de pueblos las distancias,
otros hombres crecieron,
llegaron las abejas,
y porque el hombre crea y multiplica
la primavera camino al mercado
entre panaderías y palomas.
 
El padre de los panes fue olvidado,
él que cortó y anduvo, machacando
y abriendo surcos, acarreando arena,
cuando todo existió ya no existía,
él daba su existencia, eso era todo.
Salió a otra parte a trabajar, y luego
se fue a morir rodando
como piedra del río:
aguas abajo lo llevó la muerte.
 
Yo, que lo conocí, lo vi bajando
hasta no ser sino lo que dejaba:
calles que apenas pudo conocer,
casas que nunca y nunca habitaría.
 
Y vuelvo a verlo, y cada día espero.
 
Lo veo en su ataúd y resurrecto.

Lo distingo entre todos
los que son sus iguales
y me parece que no puede ser,
que así no vamos a ninguna parte,
que suceder así no tiene gloria.
 
Yo creo que en el trono debe estar
este hombre, bien calzado y coronado.
 
Creo que los que hicieron tantas cosas
deben ser dueños de todas las cosas.
 
Y los que hacen el pan deben comer!

Y deben tener luz los de la mina!

Basta ya de encadenados grises!

Basta de pálidos desaparecidos! 

Ni un hombre más que pase sin que reine.

Ni una sola mujer sin su diadema.

Para todas las manos guantes de oro.

Frutas de sol a todos los oscuros!

Yo conocí aquel hombre y cuando pude,
cuando ya tuve ojos en la cara,
cuando ya tuve la voz en la boca
lo busqué entre las tumbas, y le dije
apretándole un brazo que aún no era polvo:

“Todos se irán, tú quedarás viviente. 

Tú encendiste la vida.

Tú hiciste lo que es tuyo”.

Por eso nadie se moleste cuando
parece que estoy solo y no estoy solo,
no estoy con nadie y hablo para todos:
 
Alguien me está escuchando y no lo saben,
pero aquellos que canto y que lo saben
siguen naciendo y llenarán el mundo. 

(Pablo Neruda, 1962, de Plenos poderes).


Uno de mayo

Mi tango has sido tú. Recuerdo que te he escrito
con la mejor ginebra que dio mi corazón.
Contigo la tristeza fue quizá menos triste
la soledad tan sólo una mala canción.
Recuerdo que he llevado tu nombre a los suburbios
y he visto como el tiempo te convertía en papel.
Inquieta como un trozo de amor bajo la lluvia
recuerdo haberte visto temblar sobre mi piel.
Vivimos codo a codo, nada nos enturbiaba
en tus ojos la luna parecía charol.
La ciudad me miraba con su mejor sonrisa,
con tu mejor misterio desde aquella pensión.
A ti te he dedicado mis únicos desvelos
y las dudas que uno sólo siente una vez.
Detrás de cada esquina siempre estaba mi abrazo
estrechándote fuerte, esperándote fiel.
Después llegó el destino vestido de uniforme,
nos separó de un golpe y me arrojó hacia el mar,
la libertad, tu nombre, aquél pañuelo blanco
y en el puerto ese tango que faltó por bailar.

(Luis García Montero, 1998, de En pie de paz).


(Imágenes, de izquierda a derecha y de arriba abajo: “El Cuarto Estado”, de Giuseppe Pellizza da Volpedo; “Demostración del Primero de Mayo en la fábrica de Putilov", de Boris Mijailovich Kustodiev; "Unión", de Diego Sánchez; "Mujer con bandera", de Tina Modotti; “Manifestación”, de Antonio Berni; "Constructores", de Fernand Léger).