Hace cinco días se revolvió el panorama político. La presentación en Murcia por parte de Ciudadanos de una moción de censura, avalada por Inés Arrimadas y su entorno, llevó a una respuesta inmediata de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, que convocó elecciones y destituyó a los consejeros de Ciudadanos. Casi de inmediato, Más Madrid y el PSOE presentaron sendas mociones de censura, lo que dio lugar a un lío jurídico por saber qué procedía hacer. El apoyo dado por el PSOE en Murcia y la presentación por éste de otra moción de censura completaron el panorama.
Cuando parecía que todo estaba dispuesto para el inicio de una nueva etapa, al día siguiente el PP murciano, con la ayuda de Teodoro Egea -chanchullos, aparte-, recondujo la situación, haciendo que tres de los firmantes de la moción se retractaran, a la vez que se les incluyó en el gobierno autónomo. Ayer, finalmente, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid decidió dar la razón a la convocatoria de elecciones, algo que parecía previsible, no tanto por la razón jurídica como por lo que se suele hacer en ese tipo de órganos.
Pues bien, esta mañana ha estallado un nuevo bombazo: Pablo Iglesias ha anunciado su renuncia a la vicepresidencia del gobierno y la presentación de su candidatura a la presidencia de la comunidad madrileña. Una apuesta atrevida y arriesgada. Lo primero, porque supone ponerse al frente en una batalla política que tiene a Madrid como el escenario principal del actual momento político. Y lo segundo, porque en caso de no salir bien, el valor de Iglesias quedaría más que devaluado.
Pero la política es eso y la apuesta tiene una lógica contundente. El gobierno de la comunidad madrileña y su presidenta Ayuso lleva siendo desde hace un par de años el principal centro de oposición al gobierno central, con todo lo que eso conlleva. Y lo es tanto, que, además del proyecto político neoliberal y retrógrado en lo social que siguen desarrollando (en la línea de quienes le antecedieron: Alberto Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre...), está haciendo de la gestión de la crisis de la pandemia uno de sus principales arietes contra el gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos. Esto último está llegando a tal extremo, que, amén del componente de irresponsabilidad cívica, no coincide con lo que los gobiernos autónomos en manos del PP (Galicia, Andalucía, Castilla y León y Murcia) están aplicando, acordes con las líneas marcadas por el gobierno central.
La jugada iniciada por Ciudadanos en Murcia le ha salido muy mal al conjunto del partido. Ha agrandado sus diferencias internas y sus integrantes están en clara desbandada, corriendo el riesgo de desaparecer. El PSOE, por su parte, ha visto cómo se ha esfumado la esperanza que tenía de hacer del partido naranja un contrapeso por su flanco derecho a lo que representan Unidas Podemos, dentro del gobierno, y los grupos nacionalistas (PNV, EH-Bildu, ERC, Compromís...), en los apoyos parlamentarios. El semicadáver político Pablo Casado, sorprendido por la iniciativa de Ayuso, sólo se vio aliviado cuando su número dos hizo posible que la moción de censura en Murcia quedara desactivada. Vox, por su parte, se ha estado frotando las manos, sabedor que sigue creciendo y que su peso político, supere o no al PP, vale oro.
¿Y la izquierda? Sin contar el PSOE, Más Madrid fue en 2019 una apuesta de Íñigo Errejón, con el apoyo de Manuela Carmena, que dividió a la izquierda, pues con su actitud se desgajó del proyecto unitario de 2015 que aupó a la propia Carmena a la alcaldía de Madrid y estuvo a punto de conseguirlo en la Comunidad. En 2019, sin embargo, compitieron en las elecciones de la comunidad dentro de ese espacio dos grupos: Más Madrid y Unidas Podemos, cuya división desmovilizó a parte del electorado. Peor fue la cosa en la capital, donde Carmena acabó derrotada y la candidatura liderada por Carlos Sánchez Mato, impulsada por IU y tímidamente apoyada por Podemos, no consiguió representación.
Madrid no es una plaza cualquiera, como ya he señalado. Con la presencia de Iglesias las elecciones madrileñas cobran altura. Hasta ahora han estado compitiendo en ese escenario actores políticos de segunda fila. Pero por el peso que tiene en sí misma y por lo que representan quienes van a ser sus principales contendientes, la cosa puede cambiar. Ayuso, como la líder de facto de la derecha, e Iglesias, como un acicate de primer orden para conseguir que la izquierda sea capaz de ganar a la derecha.
Se está hablando de una candidatura unitaria en la izquierda. Ignoro qué ocurrirá, pero lo iremos viendo. Por de pronto, el propio Más Madrid sufrió hace unas semanas la salida de una parte de sus representantes institucionales, afines a Carmena. De no llevarse a término una candidatura unitaria, la presencia de Iglesias no sólo evita el riesgo de no poder alcanzar el 5% necesario para obtener representación, sino que, ante todo, fortalece la opción por Unidas Podemos como principal referente de resistencia frente a la derecha.
En todo caso, no olvidemos dos cosas: el PP, hasta ahora con la ayuda de Ciudadanos, y Vox, la expresión del fascismo de nuevo tipo, son lo que mejor representan el proyecto político neoliberal y retrógrado. Impedir que se expanda por el resto del país, y menos en el marco del conjunto del estado, debe ser una prioridad.