Hubo huelga general. No sé si ha triunfado o ha sido un fracaso. Todo depende. Ya escribí el otro día sobre quienes no suelen hacerla aduciendo motivos variados ("no vale para nada", "no me lo puedo permitir", "tendría que ser indefinida"...). Hay en el país mucha gente que vota a los partidos de derecha, principalmente al PP, pero también a CiU, PNV... Potencialmente no es gente huelguista, pero seguro que una parte, quizás pequeña, puede haber parado o no la ha hecho por miedo. En general mucha gente no pudo hacer huelga. Quienes no tienen trabajo, que son varios millones, resulta evidente que no la han podido hacer si lo hubiesen deseado. Hay mucha gente que trabaja en la empresa privada y aquí han entrado varias situaciones: el miedo a perder el puesto de trabajo; las amenazas que se han hecho, rotundas (¡el que no venga mañana a trabajar, que se atenga a las consecuencias!"...) o veladas ("vosotros veréis", "la huelga va a arruinar la empresa"...); los servicios mínimos que se han impuesto, siempre en aumento; o la resignación. En las empresas o administraciones públicas donde gobiernan partidos conservadores ha ocurrido algo parecido. Peor lo han tenido quienes tienen contratos precarios o simplemente están trabajando sin ellos. Son los sectores más vulnerables y, por tanto, los que lo han tenido más difícil.
¿Cuánta gente ha ido? Los números varían. Habría que hablar más de sectores y territorios. En el metal, la distribución o los transportes parece que han tenido bastante incidencia. En el sector público ha sido desigual. Desde la asociación Economistas frente a la crisis se ha dado una información interesante, basada en los niveles de consumo eléctrico. Han rechazado la información del gobierno y algunos medios de que el 13% aproximado de descenso en dicho consumo pueda servir de medidor del seguimiento. Para esta asociación ese es el nivel que existe, por ejemplo, durante los domingo y festivos, cuando la actividad económica baja considerablemente. El error, cuando no manipulación, proviene de establecer una relación directa entre bajada de consumo y descenso de la producción. A esto se escapan el consumo doméstico, la iluminación, los equipos informáticos y los electrodomésticos de comercios y servicios, o los equipos de los procesos industriales continuos. En sus cálculos han aportado datos que se sitúan a lo largo dela jornada entorno al 60%, expresados a través de un indicador obtenido mediante un método específico. En cuanto a los territorios, ha llamado la atención que los sindicatos vascos ELA-STV y LAB no la hayan secundado. Sin entrar a valora esa actitud, ha sido un factor que ha incidido negativamente para que en el País Vasco y, en menor medida, Navarra la huelga haya podido tener éxito. No debemos olvidar que esas dos comunidades son de las más combativas en materia sindical y política, y que semanas antes ya habían protagonizada otra huelga general.
Se ha hablado mucho de los piquetes. Existen, claro, porque son inherentes a cualquier huelga. Son, en principio, informativos. Sirven para dar a conocer los motivos y, por qué no, para quienes no pueden hacer la huelga (miedo, amenazas...), que los ven como la posibilidad de hacerla. Quienes se oponen a las huelgas, los sienten, sin embargo, como una amenaza. Desde los medios de comunicación conservadores se los denigra, a los que acusan de las peores de las tropelías. Haber escuchado cualquier emisora de radio y televisión cada día y en cada momento tratando la huelga general y a los piquetes, ha resultado ser la puesta en escena de un guión unívoco y machacón. Han negado que se haya a los centros de trabajo a informar, a la vez que se han arrogado la exclusiva de hacerlo desde sus propios medios, cuando la desinformación ha sido la principal tónica.
Uno de los argumentos que se han repetido hasta la saciedad es el del derecho al trabajo, es decir, a poder estar en el puesto de trabajo. ¿Acaso no lo han ejercido, excepto que haya habido los retrasos que se derivan del conflicto en sí? Una visión del derecho al trabajo que no concuerda con uno de los motivos de la huelga: el escandaloso y creciente número de personas en paro, consecuencia directa de las políticas neoliberales que se están llevando a cabo. El capitalismo nunca ha generado pleno empleo, excepto cuando lo han considerado así sin contar a quienes trabajan eventualmente, a las mujeres que se tienen que quedar en el hogar o la gente que se tiene que ir a la emigración. El derecho al trabajo es, ante todo, disponer de un empleo digno para poder vivir. Lo otro son maneras de encubrir necedades, si no falacias.
Se ha dicho también que ha sido una huelga política. ¿Y cuál no la es? En este caso está inscrita dentro de la oposición a unas medidas políticas del gobierno del PP, como anteriormente ocurrió con el del PSOE, que atentan contra los derechos de las personas y que en ningún momento están arreglando la situación, sino todo lo contrario.
Y entre esta gente que nos gobierna y les apoya está aumentando quienes empiezan a plantearse el derecho a la huelga. Esperanza Aguirre lo ha dicho claramente el otro día y no ha sido la primera ni la única. La huelga es el instrumento más genuino de la clase obrera. Lo que le ha permitido avanzar en su mejora de las condiciones de trabajo y vida. Lo que le dio la robustez colectiva suficiente para poder enfrentarse a enemigos muy poderosos. Quizás la forma de solidaridad suprema, porque aúna las fuerzas mediante un esfuerzo que encierra anhelos de dignidad. Por su eficacia ha sido imitada por otros grupos sociales. A veces con fines también de dignidad o de solidaridad. En otras, con fines particulares, como ocurre con los grupos que actúan corporativamente. Negar el derecho de huelga es atentar contra una de las conquistas sociales, que es parte del patrimonio colectivo de la humanidad.
Se intenta acabar con un derecho, como se viene haciendo con otro, el de manifestación, en este caso limitando su ejercicio. Y las manifestaciones fueron el otro componente de la jornada de huelga. Desarrolladas por numerosas ciudades y pueblos, y alcanzando cantidades nada despreciables. Cientos de miles de personas, posiblemente superando el millón, han salido a la calle. Madrid y Barcelona han sido escenario de las más numerosas, pero en otras ciudades las previsiones han sido superadas con la afluencia de miles y, a veces, decenas de miles de personas.
La muy conocida frase "ladran, luego cabalgamos, querido Sancho" (por cierto, atribuida erróneamente a Cervantes en su Quijote) me sirve para concluir estas reflexiones. No he pretendido mostrarme triunfalista acerca de los resultados de la huelga general ni optimista sobre las posibilidades de que las cosas cambien rápidamente. Todo está por decidir, pese a la regresión que estamos sufriendo. Aunque no sea bastante, satisface que sigamos resistiéndonos, que es una forma de decir que existimos. Lo que no es poco.