domingo, 25 de noviembre de 2012

Cataluña y España: ¿choque de burguesías?

La confrontación entre el PP y CiU y, por derivación, entre los gobiernos catalán y español ha ido en aumento durante la campaña electoral. Aunque, siendo más preciso, lo que más ha aumentado han sido los golpes de efecto lanzados desde los entornos mediáticos de CiU y PP. En todo caso, ser trata de una confrontación distinta, aunque tenga elementos que se relacionan, con la existente entre amplios sectores de la sociedad catalana y el poder central del estado, que en este último caso es apoyado en Cataluña por algunos partidos, sectores de otros y una parte de la población. 

Lo que está resultando una evidencia es el aumento durante los últimos meses del sentimiento independentista. Los datos ofrecidos por la encuesta del CIS del mes de octubre son muy reveladores: el 41% está más de acuerdo en contemplar "un estado en el que fuera posible la independencia". Sobre el recuerdo de las elecciones autonómicas de 2010, sería la opción preferida por casi el 90% de votantes de ERC y SI, el 57% de CiU, la mitad de IC-EUiA y el 45% de otros grupos. Si a ello añadiéramos la opción por "un estado en el que las CCAA tengan mayor autonomía", el porcentaje subiría al 84%. Mantener las cosas como están sólo es apoyado por el 16%, teniendo los  mayores apoyos en el 41% del electorado de Ciutadans, seguido del PSC y PP, en donde son algo superiores al 25%. Disminuir las competencias de las comunidades autónomas o la opción de un estado centralista se reduce al 13%, teniendo los principales apoyos en casi la mitad del electorado PP. En los apoyos a este partido, además, el 34% se declara abiertamente centralista. La manifestación de la Diada del 11 de septiembre puso al descubierto, en primer lugar y ante todo, el anhelo colectivo de buena parte de la población de querer decidir acerca de su relación con el estado; y también, por supuesto, el creciente sentimiento independentista.  

Lo que ocurra al final de la tarde, cuando acabe la votación y se haya hecho el recuento, está por ver, aunque las encuestas han apuntado en una dirección: victoria de CiU sin mayoría absoluta; derrumbe del PSC, que bajaría en torno al 10% (en términos reales perdería la tercera parte de sus votos), que pasaría a repartirse sobre todo entre el PP y Ciutadans; éstos crecerían y en el caso del PP optaría a ser la segunda fuerza en el Parlament; una subida importante de ERC, sin que exista coincidencia en los sondeos sobre el nivel que puede alcanzar; una subida más moderada de IC-EUiA, en parte con votos procedentes del PSC; y la incógnita de la CUP, un grupo independentista y de izquierda radical. 

La perspectiva de los nacionalismos (tanto español como catalán) es la que más se ha visualizado estos días. Y el electorado se ha visto fuertemente condicionado por la misma a la hora de decidir su voto. El resultado de las urnas reflejará previsiblemente una mayoría clara de votos en favor de los grupos nacionalistas catalanes (CiU, ERC, CUP, SI), a los que se podría añadir IC-EUiA, teniendo en cuenta el escoramiento de su electorado en esa dirección.

La dimensión ideológica derecha-izquierda ha quedado en un segundo plano. En un contexto de profunda crisis económica y social este hecho resulta más que preocupante. Y me atrevo a decir que lo que ha ocurrido en realidad ha sido una acción deliberada, con el apoyo de los grupos mediáticos respectivos, para evitar que el debate electoral pudiera haberse centrado en el carácter de las políticas económicas que se están llevando a cabo desde las distintas instancias de poder. Un secuestro a la ciudadanía de algo que es tan sustancial como el debate sobre la forma de relación con el estado. Y no es casual que quienes gobiernan en el ámbito central y en el autonómico estén llevando a cabo a la vez medidas de naturaleza neoliberal muy duras, apoyándose mutuamente en sendos parlamentos. ¿Cómo es posible que quienes coinciden sin problemas en los aspectos sociales y económicos, se estén lanzando unos dardos tan envenenados en lo que se refiere a su identidad nacional?            
   
CiU es una coalición de dos partidos: Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) y Unió Democratica de Catalunya (UDC). Les separa poco: el primero es el mayoritario; se sitúa dentro de la órbita liberal, frente a la democristiana del segundo; y hace gala de una mayor radicalidad. Han mantenido hasta ahora un equilibrio interno muy estable, coincidiendo en la defensa clara del neoliberalismo y el mantenimiento del modelo de relación con el estado. Son grupos que se insertan en una larga tradición de pactismo con el poder central. A principios del siglo XX destacó la Lliga Regionalista de Cambó y Prat de la Riba, pero también ya en el siglo XVIII y luego en el XIX el pactismo fue la prioridad en la actuación de determinados grupos sociales. La burguesía catalana fue poderosa, por ser dominante en ese territorio y por ser la más desarrollada en el territorio del estado. Una clase astuta, capaz de mantener su primacía aunando la defensa de sus intereses con el regionalismo o el nacionalismo moderado. Y también, según la circunstancia, capaz de aliarse con lo más negro de la esfera central del estado, como ocurrió en 1917 (abandonando la Asamblea de Parlamentarios ante la primera huelga general), 1923 (apoyando el golpe de estado de Primo de Rivera), 1939 (ensalzando la victoria del ejército franquista), 1976 (pactando con el gobierno de Adolfo Suárez) o 1978 (apoyando la Constitución). Y también 1993 (con el pacto de legislatura con el gobierno de Felipe González), 1996 (lo mismo con el de José Mª Aznar)...

¿Pero CiU es Cataluña? Sólo una parte. Importante, aunque desde 1979 la hegemónica, salvo el reciente y confuso periodo de gobierno del tripartito entre PSC, ERC e IC-EUiA, que acabó siendo un bipartito. Es una coalición apoyada por la burguesía, pero también por numerosas personas de los grupos sociales intermedios de las ciudades y del campo que evalúan, en cada caso, el peso de lo identitario y lo social. Hace dos años barrió en las elecciones, acabando con el periodo confuso de los gobiernos del tripartito. La crisis económica, sin embargo, ha puesto al descubierto la realidad de un sistema económico que hace aguas por numerosos sitios. Al ser una coalición de derechas y representar, por ello, los intereses de la burguesía y los sectores que la secundan, las medidas que están tomando generan impopularidad. 

El PP se encuentra en una situación parecida. Tiene los mismos rasgos que CiU, claramente coincidentes en lo que expresan socialmente, aunque rivalizando en el contenido de la identidad nacional. Lo español, que es su seña, es muy fácil de entender fuera de Cataluña, pero no tanto dentro. La campaña electoral le ha servido al PP para dos cosas. La primera, más inmediata, arañar el mayor número de votos entre la población que se siente más española y que, dado su origen territorial y social (la inmigración española, sobre todo andaluza, de décadas atrás), tradicionalmente habían votado al PSC. La segunda, distraer a la población de los efectos perversos de su acción de gobierno. En la medida que tenga éxito en las elecciones de hoy, alcanzando en lo posible el segundo puesto -como ya lo tuvo ganando en Galicia-, podrá además rentabilizarlo políticamente.

¿Qué está ocurriendo, pues? ¿Dónde desembocará la confrontación entre CiU y el PP? Los resultados de esta tarde apuntarán el camino. La radicalidad con la que ha actuado Artur Mas estas últimas semanas no se corresponde con lo que espera la burguesía catalana. Romper con su tradicional opción pactista, que tantos réditos le ha dado, parece poco probable. Mostrarse dispuesta a romper con su representación política más usual, como ya hizo en otras ocasiones del pasado, no parece que tampoco sea lo más probable. 

Negar el derecho del los pueblos a decidir es antidemocrático y aún más teniendo en cuenta el estado de la opinión pública que hay en Cataluña. Pero mientras el debate se centre fundamentalmente en ese aspecto, serán las derechas (catalanista y españolista) las que se lleven el gato al agua. Me temo que esta tarde el triunfo político lo será de ambas. Es decir, de las burguesías respectivas. Lo que le seguirá, por tanto, es más empobrecimiento, más paro, más recortes, menos derechos sociales... ¿Y en lo político? ¿Acaso está habiendo choque de burguesías?