Ayer, sábado, volví a reencontrarme con el arte esquemático in situ. Fue en las Peñas de Cabrera, en el término municipal de Casabermeja (Málaga). Conocí por primera vez ese arte prehistórico, propio de finales del neolítico y el periodo del eneolítico, con una antigüedad que oscila entre los tres mil y seis mil años, cuando, siendo joven, íbamos de acampada al valle de Las Batuecas, al sur de Salamanca. Años después, ya instalado en Cádiz, pude disfrutar de las pinturas de la Cueva de Los Alemanes, en la Sierra de La Plata, y del majestuoso Tajo de las Figuras, en la Sierra de la Momia. No hace mucho, en la provincia de Almería, nos acercamos a la Cueva de los Letreros, en el Monte Maimón, donde vimos, como pudimos entre rejas, algunas de las figuras conservadas. Visitar esos lugares resulta altamente reconfortante.
La visita fue bonita, como era de esperar, con unas manifestaciones culturales insertas en un entorno natural privilegiado, en las cercanías del río Guadalmedina y en las faldas de una sierra formada por areniscas donde el olivar va dando paso a un pequeño bosque de alcornoques y sobre todo de encinas. Visitamos tres de los numerosos abrigos rocosos catalogados, los 10,11 y 12, pudiendo observar las figuras en color rojo representadas sobre las paredes. En su mayoría, antropomorfas, a veces dando lugar a escenas (danza, caza...), pero también pectiniformes, ramiformes, formas geométricas simples... todas ellas de mayor o menor grado de esquematismo, cuando no de abstracción.
Organizado por el Conjunto de Dólmenes de Antequera, desde 2016 declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, contamos con la presencia de Miguel Ángel como guía. Supimos también por boca de Bartolomé Ruiz, director del conjunto dolménico, que en el proyecto inicial presentado a la UNESCO se contemplaba que fuera del paisaje natural y cultural ubicado en las hoyas de Antequera y Archidona y las sierras adyacentes, entre las cuales estarían las Peñas de Cabrera.