Anoche, cuando conocimos los resultados, escribí un mensaje a un grupo de amigos y amigas: "En estado de shock". No era menos, después de ver cómo todos los sondeos previos habían quedado destrozados por una realidad oculta que había aflorado de una forma en parte sorprendente, pero que nos puede resultar comprensible a posteriori. En relación a lo ocurrido en 2015 se ha dado todo un vuelco.
La derecha, aun dividida, ha ganado las elecciones, con el 50,1% de los votos y 59 escaños. Sorprendente. Como también lo ha sido que el PSOE se haya quedado en un 28%, perdiendo 8,4 puntos porcentuales y consiguiendo los peores resultados de su historia. Y que Adelante Andalucía, con el 16,2%, haya quedado bastante por debajo de lo que Podemos e IU habían obtenido por separado en 2015, sumando entonces el 21,7%. Y sorprendente ha sido, por supuesto, que Vox, el tercer partido de la derecha, expresión de lo que es en la actualidad la extrema derecha europea, haya conseguido el 11% de los votos y 12 escaños, con presencia en todas las provincias.
Voy a tener tiempo estos días para ir exponiendo mis reflexiones. Ahora me voy detener en la participación, donde considero que se encuentra una de las claves de lo ocurrido. De entrada ha habido 300.000 votantes menos que en 2015, lo que supone 4,3 puntos menos, pasando la participación del 64% en 2015 al 59,7% actual. En cuanto a los votos nulos y en blanco, han aumentado en unos 42.000.
¿Por qué digo que en la participación y/o abstención se encuentra una de las claves? A la espera de estudios demoscópicos que lo analicen, me atrevo a decir que el aumento de la abstención ha afectado en mayor medida al PSOE y a Adelante Andalucía, que han sumado 680.000 pérdidas de votos. De ellos 280.000 lo han sido de Adelante Andalucía, que en su mayoría habrían ido a la abstención. Las pérdidas del PSOE, por su parte, habrían ido una parte a la abstención y el resto a otros partidos, quizás en mayor medida a Ciudadanos, el partido más "centrado" de la derecha.
El voto de la derecha, por el contrario, se ha movilizado. En primer lugar, por el deseo obsesivo en el electorado conservador de desplazar al PSOE del gobierno andaluz y a un posible pacto por su izquierda. En segundo lugar, consecuencia de la competencia existente entre los tres partidos contendientes, que en el caso del PP y Cs suponía dirimir quién iba a obtener la primacía dentro del bloque. Y en tercer lugar, por el esfuerzo desplegado en los medios políticos y de comunicación más extremos por dotar a Vox de una plataforma institucional, con un discurso en la línea de la extrema derecha europea.
Los grupos de la derecha apenas habrían sufrido el aumento de la abstención, dándose entre ellos un recomposición de los votos. Las pérdidas del PP, con un total de 310.000 votos, habrían ido en parte a Cs y en su mayoría a Vox, que ha subido 380.000 sobre 2105 (cuando obtuvo 18.000). Cs, que ha aumentado en 290.000 votos, se habría beneficiado de los votos más "centrados" del PP y del PSOE. Y Vox se habría aprovechado de los votos más extremos del PP, a la vez que habría obtenido votos entre primeros votantes o procedentes de la abstención habida en 2015.
En todo caso, lo ocurrido ayer en Andalucía va a tener importantes repercusiones en el conjunto del estado y cada uno de los territorios. Una derecha movilizada, con un discurso en general radicalizado: neoliberal en lo económico y nacionalista español, pero también, en distintos grados, centralista, xenófobo, homófobo, anticatalán, neofranquista... Y dentro de la derecha, el aumento considerable de votos de un partido de su ala más extrema con rasgos fascistas.
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