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viernes, 14 de diciembre de 2018
14 de diciembre de 1988, el día que el país se paralizó
Ese día el país se paralizó. La televisión pública, también. Las calles se vaciaron en muchos sitios. Pero también muchas personas las llenaron manifestándose. El día anterior en numerosos centros de trabajo se celebraron asambleas, se discutió y se votó. Los sindicatos se unieron en la acción: UGT, CCOO, USO, SOC, CGT, CNT... Una UGT, entonces con Nicolás Redondo al frente, cada vez más distanciada de su partido matriz y con las relaciones rotas con el gobierno. Unas CCOO, entonces con Antonio Gutiérrez y Agustín Moreno al frente, en pleno auge, capaces de enfrentarse al gobierno una y otra vez. Y todo, quizás como gota que colmó el vaso, por la bajada en la cobertura de desempleo a la gente joven. Era una medida más del gobierno esquizofrénico presidido por Felipe González y con Carlos Solchaga al frente de Economía: de un lado, aumentó el gasto público, para lo que tuvo que recaudar más en las imposiciones directas (sobre todo, de las rentas del trabajo); y de otro, fue introduciendo medidas de corte neoliberal con reformas como las de las pensiones o la laboral. Lo paradójico fue que, pese al éxito, en los años siguientes se fue rebajando la presión sindical. Se acabó defenestrando del sindicato al incómodo Redondo, pero CCOO empezó a virar de lado. El gobierno prosiguió por la senda neoliberal, incluida la firma del tratado de Maastricht, y desde 1993, con Pedro Solbes al frente de Economía, se dieron nuevas vueltas de tuerca, entre ellas la llegada de los contratos basura. Y lo que pudo ser en diciembre del 88 el inicio de un camino diferente, acabó siendo un recuerdo. UGT y CCOO apoyaron lo de Maastricht, UGT volvió al redil de su partido, se marginó en CCOO a la tendencia liderada por Moreno... Cuando políticamente IU, que tenía a Julo Anguita al frente, iba ganando peso, se maniobró para dividirla y debilitarla. Se presionó desde el todopoderoso grupo PRISA, gurú mediático de la progresía, para que todo se normalizara en torno a un partido que se creía la encarnación de la modernidad. Hoy miramos para atrás y vemos a cada cual en su sitio. A González, Solchaga, Solbes y tanta gente más, sirviendo y cobrando de las grandes empresas; a Redondo, casi centenario, añorando un partido del que cree que se dejó sus esencias; a Gutiérrez, ya retirado, previo paso como diputado por el PSOE; a Anguita y Moreno, también retirados, pero combativos y después de haberse dedicado a la enseñanza... Fue, dicen, la huelga general más seguida. Un 14 D que prometía y que, como dije antes, ha pasado sólo al recuerdo.