"En estos tres años, han sido asesinados más de 500 activistas de movimientos sociales y cerca de 150 excombatientes. El 20 de mayo de 2019, Iván Márquez, exnegociador de la paz en nombre de las FARC, declaraba que 'entregar las armas fue un grave error', y ha vuelto a la clandestinidad".
Así comienza el reportaje "'Aquí manda la guerrilla'. Tres años después de los acuerdos de paz entre Bogotá y las FARC", escrito por Loic Ramírez y publicado en el número de agosto de Le Monde diplomatique. Pese a que el título puede llevarnos a engaño, se trata sólo de un comentario que hace un habitante anónimo de una reducida y lejana zona de la selva colombiana donde el ejército y los grupos paramilitares no controlan la situación. En este caso el grupo guerrillero no son las FARC, formalmente desmovilizadas y desmilitarizadas tras los acuerdos de paz que firmaron en 2016 con el gobierno colombiano, sino el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
El enviado especial de la revista francesa ha recorrido varias zonas de Colombia y se ha puesto en contacto con gente que vive en ellas, miembros del ELN, excombatientes de las FARC, activistas sociales... Desde esos testimonios y lo que ha visto con sus propios ojos ha trazado un panorama extremadamente duro de la realidad colombiana: la de quienes siguen sufriendo una violencia estructural que va a más con la acción del estado y la depredación voraz de la oligarquía terrateniente; y la de quienes, habiendo formado parte de las FARC, van perdiendo la esperanza en una reintegración social, ante los incumplimientos del gobierno y el acoso de las bandas de matones.
El resultado: mayor desprotección del campesinado, asesinatos de activistas sociales y excombatientes, detenciones de dirigentes de las FARC, huida hacia los núcleos aislados de guerrilleros que se negaron a entregar las armas...
Por su parte, el ELN mantiene lo que denomina una "guerra flotante", en la que las acciones armadas, dirigidas principalmente contra infraestructuras e instalaciones del estado, se camuflan desde una actividad clandestina en el propio seno de las comunidades rurales donde viven. Con una actividad política en la que no falta cierta vinculación con el movimiento de la teología de la liberación, algo que viene de lejos y estuvo en los orígenes del grupo en los años sesenta. Una actividad social, política y militar que da sentido al título del reportaje: "Aquí manda la guerrilla", porque les permite mantener una situación de statu quo que les defiende de la acción de la oligarquía terrateniente, de sus grupos paramilitares y hasta del narcotráfico. Un grupo muy consciente de que lo ocurrido con las FARC, con su firma de los acuerdos de paz hace tres años, fue un grave error. No porque renieguen del deseo de paz, que la quieren, pero acompañada de justicia, sino porque "No había que ser adivino para imaginarse que el estado traicionaría los acuerdos de paz".
Una situación que ya conocíamos, pero que va a peor. Triste, pero cierto.