Durante días los medios de comunicación se han centrado en lo ocurrido en la isla de Gran Canaria, donde se ha quemado más del 10% de su superficie. Ahora lo están haciendo en Brasil, donde se han incrementado durante el último año en casi el doble los incendios en la Amazonía. Nada extraño con un presidente, Jair Balsonaro, y su gobierno a los que podría calificarse de pirómanos. Se han olvidado de Siberia, donde los incendios están yendo a más en los últimos años y donde, por lo ocurrido este verano, se ha llegado a una situación altamente preocupante. Y apenas se habla de África, donde la superficie deforestada avanza más que en ningún otro continente. O de Asia, sobre todo en su cuadrante sureste, e incluso de América del Norte, como Alaska, ya en el entorno del círculo polar ártico, y Canadá.
Estamos ante un claro ecocidio, vinculado en gran medida a los intereses particulares de las grandes corporaciones dedicadas a los negocios agrarios. La destrucción de bosques que está ocasionando afecta al equilibrio en el ecosistema y al calentamiento global, pero también afecta, sobre todo en el caso de la Amazonía, a la supervivencia de las poblaciones indígenas que habitan en ella. Un ecocidio que conlleva, además, un genocidio lento.
La fotografía que se muestra proviene no es nada sospechosa. Proviene de la NASA, concretamente de su departamento FIRMS, dedicado a monitorizar mediante satélite los incendios que van surgiendo. O mejor, sucediéndose sin cesar.
Y de paso, un recordatorio para una cita: la huelga mundial por el clima convocada para el próximo 27 de septiembre. Necesaria y más todavía.