lunes, 26 de agosto de 2019

¿Qué está pasando en Hong Kong?

Esa es la pregunta que me hago. Difícil de responder, por la complejidad que tiene. No debemos olvidar que nos encontramos en las cercanías del corazón de una de las potencias mundiales que se están disputando la hegemonía en el planeta. Hong Kong, colonia británica hasta  1997, está en China, lo que no resulta baladí. Y en las protestas masivas que está conociendo en las últimos meses no podemos perder de vista el papel que la antigua potencia colonial y los EEUU están jugando. Otra cosa es valorar la dimensión que tiene, como también hacerlo sobre la naturaleza de las reivindicaciones planteadas por la población de la antigua colonia. Y siempre con el trasfondo de la pugna entre potencias.

Como ya he hecho en otras ocasiones, presento extractos de artículos escritos por intelectuales del campo de la izquierda. Los presento por orden cronológico de aparición, pudiéndose acceder completos a través de los enlaces correspondientes. Dos de ellos están basados en la consideración de que lo que está ocurriendo principalmente es un claro  intervencionismo estadounidense y británico. Son los de Hanz Dieterich, conocido profesor universitario mexicano, y Sara Flounders, escritora estadounidense. Por su parte, Au Loong-Yu, veterano activista, escritor y miembro de Pioneer, una organización socialista de Hong Kong, se manifiesta partidario de las reivindicaciones de la población hongkonesa y considera que dicho intervencionismo "es una tontería". El cuarto está escrito por Xulio Ríos, director del Observatorio de política china, mostrando cierta equidistancia, en la que conjuga el derecho que le asiste a China como país soberano y la asignatura pendiente que tiene de democracia.



Heinz Dieterich: “Regime change in China. Hong Kong ¿el nuevo Maidan?” (Aporrea, 25-07-2019)

“El más grave error que puede hacer el gobierno de China es, subestimar el peligro de la subversión occidental en Hong Kong. No se trata de un asunto local, ni de libertades civiles, ni de democracia. Es una ofensiva estratégica de Washington para repetir el desmembramiento de Yugoslavia y de la Unión Soviética, y destruir al Partido Comunista de China (PCC), el único rival serio a nivel global que tiene la élite imperial de Estados Unidos (…).

La ofensiva de Washington está basada en el modelo subversivo occidental de regime change, conocido como "revolución de color" (…). En términos operativos se basa en una red mundial subversiva financiada con recursos estatales y privados (Soros, corporaciones), que generalmente utiliza fachadas de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) o mediáticas (…).

Los manifestantes de la "Región Administrativa Especial de Hong Kong de la República Popular China" –que ni siquiera tiene el rango de una de las veintitrés provincias territoriales (shěng)-- demandan, en nombre de la democracia, que la gobernadora Carry Lam renuncie y que se elija democráticamente al futuro gobernador. Cuando hablan de democracia piensan en la democracia liberal burguesa británica y estadunidense y hablan con un soberano desconocimiento histórico y actual de esos dos sistemas de dominación de las burguesías imperialistas más agresivas y sanguinarias de la historia. Olvidan, que fue la narco-democracia británica que a través de las "Guerras del Opio" impuso a China el cese de la roca Hong Kong, Victoria Harbor y Kowloon. Callan, que ambas democracias burguesas son responsables de millones de muertos en Irak, Siria, Yemen y Libia, para mencionar sólo algunas de las víctimas más recientes de sus guerras de agresión. Y olvidan que la llegada al poder de Carry Lam, comparada con la de Donald Trump, la hace parecer la Madre Teresa de la democracia, frente a Dangerous Donald.

(…) el presidente Xi Jinping comenzó a modernizar al Ejército de Liberación del Pueblo (PLA), consciente de que no se podía confiar en Washington. Hoy día, la fuerza militar más poderosa de la tierra es la de Rusia y la estrecha alianza sino-rusa garantiza, que Washington no puede lograr su objetivo declarado. Más, cuando ya perdió la guerra económica. De ahí, que la renovada agresión de Washington en Hong Kong, Taiwan, Xinjiang y Tibet, no tiene ninguna posibilidad de triunfar (…)".



Xulio Ríos: “Hong Kong en rumbo de colisión” (Rebelión, 23-08-2019)

"Cuanto más se profundiza la crisis de Hong Kong más parece que todo avanza hacia un túnel sin otra salida que un desenlace trágico. El endurecimiento de la acción policial no desalentó a los manifestantes (…). Hasta ahora, las concentraciones en apoyo de los gobiernos local y central se saldaron con un modesto seguimiento (…).

China ya calificó el actual movimiento de intento de “revolución de color” (una movilización que combina el recurso a la violencia y el discurso pro-occidental). Se basa para ello en la reiteración de acciones minoritarias de grupos radicales que no dudaron en asaltar el Consejo Legislativo o asediar la Oficina de Enlace con el Gobierno central y hasta comisarías de policía. La paralización pacífica del aeropuerto internacional redundará en el relato del grave impacto económico de las protestas y Beijing ya elevó el tono para introducir los “indicios de terrorismo”.

Las autoridades chinas, que validaron la retirada del proyecto de ley de extradición que está en el origen de las primeras movilizaciones masivas, culpan de la persistencia de la crisis a las interferencias occidentales (EEUU y Reino Unido, esencialmente) (…).

El despliegue de banderas estadounidenses y británicas por parte de algunos manifestantes resulta especialmente humillante para China. Y especialmente desafortunado para cualquiera que tenga una mínima memoria de los abusos cometidos por los occidentales en China. Que Londres se rasgue ahora las vestiduras es un ejercicio de manifiesto cinismo cuando durante la ocupación colonial del “Gibraltar del Este” saboteó cualquier propuesta de reforma (…).

El vertiginoso deterioro de la situación está sirviendo al PCCh para presentar ante la sociedad china estos movimientos como de “niños mimados” que se “resisten a la penetración” progresiva de la influencia continental… (…).

Hong Kong es parte de China. Sabido era que la fórmula “un país dos sistemas” tenía fecha de caducidad (…).

¿Cuánto tiempo puede mantenerse este tira y afloja? El 1º de Octubre, China celebrará el 70º aniversario del triunfo del PCCh. Es previsible que Xi Jinping tiente eludir el recurso a medidas extraordinarias, cuando menos antes de esa fecha. Arruinaría la fiesta. Y el 20 de diciembre, Macau acogerá las conmemoraciones del 20 aniversario de la devolución con la prevista asistencia de Xi Jinping. Y, por último, el 11 de enero de 2020, Taipéi celebrará unas decisivas elecciones legislativas y presidenciales en las que la crisis de Hong Kong alienta las expectativas independentistas de revalidar mandato. Las tres fechas son también referenciales para la oposición en Hong Kong y animan a mantener viva la protesta.

El PCCh es el artífice de un enorme milagro en China. Beijing anunciará el año próximo la plena erradicación de la pobreza en su territorio. El “socialismo con peculiaridades chinas” ya no rimará con atraso y miseria extrema. Pero queda aun otra materia pendiente: rimar socialismo con democracia. Y será la clave de la estabilidad en los próximos años”.



“La gente de Hong Kong está sumida en una lucha decisiva contra su propio gobierno y el Partido Comunista de China. Carrie Lam, la ministra ejecutivo del enclave, designada por Beijing a principios de este año, intentó hacer aprobar una ley de extradición que permitiría que los ciudadanos de Hong Kong fuesen extraditados a China continental para ser juzgados por infringir leyes chinas que no se aplican en Hong Kong.

Desde 1997, cuando Hong Kong fue devuelto formalmente por los británicos, el enclave ha sido una región administrativa especial de China, con sus propias libertades protegidas y un sistema legal independiente. El proyecto de ley de extradición es una amenaza directa a este statu quo (…).

El movimiento en Hong Kong ha pasado por tres etapas: la primera fue en junio, cuando millones de personas salieron a las calles. La asamblea legislativa fue sitiada y no hubo violencia. Hubo una radicalización de las protestas y estas se convirtieron en un movimiento de masas (…).

La segunda etapa se caracterizó por las manifestaciones y el asedio del legislativo, y la juventud radical asaltó el edificio que alberga al legislativo. Esto fue en julio. Fue una acción tremendamente radical - si hubiera tenido lugar en Australia hubiera habido muertos. Pero en las protestas de julio de HK no hubo ninguna víctima (…).

Agosto ha marcado la tercera etapa, en la que ahora nos encontramos. Es importante destacar que el 5 de agosto hubo una segunda convocatoria de huelga. Y esta vez tuvo éxito. Un sector de la economía de Hong Kong fue decisivo para el éxito de la huelga: los empleados del aeropuerto y de la industria aeronáutica (…).

En cuanto a la composición del movimiento, es notable que los partidos políticos no hayan desempeñado ningún papel importante. Sólo han jugado un papel logístico de información legal y cohesión del Frente Civil Unido. El frente agrupa a sindicatos y ONGs, así como a los partidos políticos (…).

El siguiente componente son los jóvenes, especialmente los jóvenes radicales. Hay alrededor de 10.000 jóvenes, principalmente estudiantes, dispuestos a enfrentarse a la policía (…). Sus inclinaciones políticas son variadas y es raro que se unan a las organizaciones políticas. Son jóvenes estudiantes secundarios y universitarios. Realmente creen en la democracia, pero tienen una comprensión rudimentaria de la política. Pueden ser xenófobos con los chinos continentales (…). Al mismo tiempo, muchos jóvenes creen que es importante ganar el apoyo de los chinos continentales para sus cinco reivindicaciones (…).

El tercer componente es el localista xenófobo, cuyos orígenes son anteriores a los del Movimiento de los Paraguas de 2014. Esta corriente se ha debilitado desde 2016 (…).

El cuarto componente es el obrero: la organización sindical es importante en Hong Kong. Fue un avance que la huelga del 5 de agosto fuese un relativo éxito, sobre todo porque no estaba bien organizada (…).

Por último, la cuestión de la llamada intervención extranjera. Si nos fijamos en el movimiento de base, las acusaciones de que está controlado o financiado por el Gobierno de Estados Unidos es una tontería. Hay dos millones de personas tomando las calles. Hay gente que se enfrenta a la policía, que la llama “cerdos”. Es absurdo decir que están controlados por ninguna potencia extranjera.

(…) el movimiento es significativo por varias razones. En primer lugar, representa el ascenso de una nueva generación. Una nueva generación que ha crecido después de que el gobierno chino se hiciera cargo de Hong Kong. Da una nueva energía a la política en Hong Kong. La nueva generación es más radical (…).

La segunda razón es que este movimiento representa un choque entre dos visiones de Hong Kong. Una de ellas es la visión de Beijing y la otra la de la gente común. El gobierno de Pekín ha tratado siempre a Hong Kong como una entidad meramente económica. Han querido robar a Hong Kong su identidad política (…). La enorme politización de Hong Kong no es debido a la intervención extranjera, sino al Partido Comunista chino (…).

En tercer lugar, hay un choque de dos visiones dentro de Hong Kong - el de la gente común y el de la clase alta y los magnates. Hace treinta años, la clase media compartía la misma visión que los magnates (…) aspiraba a una forma liberal de capitalismo para la isla. Durante los últimos 30 años, los magnates (…) han sido los defensores del punto de vista del capitalismo totalitario de Beijing (…).

Por último, la crisis de Hong Kong simboliza las tensiones del ascenso de China (…). Hong Kong expone la debilidad de China. China es una sociedad de tipo ‘1984’. Es muy difícil que haya cambios allí porque la sociedad es dura y cerrada. Pero Hong Kong es diferente y es una debilidad importante”.



“Los medios de comunicación corporativos estadounidenses y todos los partidos políticos imperialistas de Estados Unidos y Gran Bretaña aceptan plenamente y apoyan con entusiasmo las cada vez más violentas manifestaciones en Hong Kong, lo cual debería alertar a cualquier persona que luche por el cambio y el progreso social. El imperialismo estadounidense nunca es desinteresado o neutral.

En las dañinas acciones participaron manifestantes con casco y enmascarados que utilizan bombas de gasolina, ladrillos en llamas, incendios provocados y barras de acero, ataques aleatorios a autobuses y cierres de aeropuertos y de transporte público. Uno de los actos más provocativos fue un asalto organizado a la Asamblea Legislativa de Hong Kong, donde unos "activistas" destrozaron el edificio y colgaron la bandera de la Union Jack británica. En estas confrontaciones destacan las banderas coloniales de Estados Unidos, británica y de Hong Kong, junto con banderas y otros símbolos desfigurados de China Popular (…).

Hay que afirmar firmemente que si China actúa en contra de estos violentos altercados, no invade Hong Kong. Hong Kong es parte de China. Es un problema interno y el llamamiento a la independencia de Hong Kong es un claro ataque a la soberanía nacional de China (…).

La escalada de manifestaciones está relacionada con la guerra comercial, los aranceles y el cerco militar a China impuestos por Estados Unidos. Cuatrocientas de las ochocientas bases militares estadounidenses en el extranjero (esto es, la mitad de ellas) rodean a China. En el mar de la China Meridional, cerca de Hong Kong, están posicionados portaaviones, destructores, submarinos nucleares, aviones a reacción, baterías de misiles de defensa de alta altitud de terminales e infraestructuras de vigilancia vía satélite. Los medios de comunicación tienen que criminalizar a China para justificar e intensificar esta presencia militar.

El hecho de fomentar las manifestaciones va unido a los esfuerzos internacionales por prohibir la tecnología 5G de Huawei, la cancelación de un estudio conjunto sobre el cáncer y la detención de funcionarios de empresas chinas. La finalidad de todos estos actos beligerantes es ejercer la máxima presión sobre China, dividir a sus dirigentes, desestabilizar el desarrollo económico y debilitar la determinación de China de mantener cualquier planificación socialista (…).

Hong Kong es un territorio robado. Durante las Guerras del Opio de 1842 Gran Bretaña se apropió de este espectacular puerto de aguas profundas situado en el mar de la China Meridional, en la desembocadura del río Pearl, una de las principales vías fluviales del sur de China. Tras unas negociaciones con Gran Bretaña que se prolongaron durante la década de 1980 los británicos impusieron a la República Popular China otro acuerdo desigual (…).

Cuando Gran Bretaña y China firmaron [en 1997] el acuerdo "Un país, dos sistemas" se suponía que iban a acabar todas las intervenciones extranjeras y las reivindicaciones coloniales sobre Hong Kong, y que China iba a recuperar toda la soberanía. Pero los intentos por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña de minar el retorno de Hong Kong habían empezado antes de que se firmara el acuerdo. Poco antes de la transferencia de soberanía y tras 150 años durante los cuales los altos cargos habían sido designados, Gran Bretaña se apresuró a establecer un gobierno formado parcialmente por cargos elegidos, aunque la mayoría eran designados. Rápidamente establecieron y financiaron partidos políticos, compuestos por colaboradores leales.

Se canalizaron tanto abiertamente como en secreto millones de dólares a toda una red de organizaciones de servicios sociales, partidos políticos, medios de comunicación y redes sociales, organizaciones de estudiantes y juveniles, y sindicatos protegidos cuyo objetivo era minar el apoyo a China y al Partido Comunista de China (…).

En los últimos 10 años los salarios se han estancado en Hong Kong mientras que los alquileres han subido un 300 % (…).

Gran Bretaña y Estados Unidos utilizaron durante décadas al pueblo de Hong Kong como mano de obra barata. Ahora están utilizando a esta misma población para su propaganda política barata. Esta maniobra cínica no es sino otra arma en un intento desesperado de impedir que China continúe desarrollándose.

La potencia corporativa estadounidense es incapaz de satisfacer ninguna de las desesperadas necesidades de alojamiento, atención sanitaria, educación y un entorno saludable de las personas que viven ahí. En vez de ello, en un implacable afán de beneficios, se despilfarran enormes recursos en el militarismo para amenazar a países de todo el mundo (…)".