El cuadro que tenemos delante se titula "Virsavia", el nombre con que se denomina en ruso a Betsabé, y fue pintado en 1832 por Karl Briullov. Estamos ante un artista ruso fuertemente influenciado por la cultura occidental, consecuencia de su formación académica en la capital del imperio y también en las largas temporadas que vivió en Italia.
Briullov trabajó en el tránsito que se dio entre el neoclasicismo y el romanticismo, si bien la huella de lo primero siempre estuvo presente en la mayor parte de sus obras. En "Virsavia" la vemos, por ejemplo, en la luminosidad con que ha dotado a la figura femenina o en el tratamiento cargado de sensualidad que le da, pese al carácter religioso del tema. No le faltan tampoco al cuadro otros detalles que nos llevan a artistas como Tiziano y su "Venus de Urbino", Velázquez y su "Venus del espejo", e incluso Goya y su "Maja desnuda", como se percibe en los llamativos colores que aparecen, y en la elegancia con que trata al personaje principal y a las propias telas del lecho.
Me ha llamado la atención del cuadro la negrura de la tez que tiene la figura infantil que se sitúa detrás de Betsabé, que contrasta con la blancura de ésta, y la mano que deja posar sobre uno de sus muslos. Posiblemente estemos ante la figura de Eros/Cupido, por cuya iniciativa se ha consumado el amor entre Betsabé y David. El desnudo refleja a la vez belleza y sensualidad, al haberse escogido de la leyenda el momento de la plenitud del deseo, evitando, así, el dramatismo que pudiera desprenderse de la mala conciencia resultante de la transgresión moral cometida. Otra opción clasicista más del pintor frente a lo que podría haber sido un tratamiento principalmente romántico.
Pero hay más. El contraste de color entre Betsabé y Eros/Cupido me ha recordado el que Manet introdujo tres décadas después en su cuadro "Olympia", en este caso con una doncella negra. Una obra, esta última, a la que no le falta la inspiración en los antes aludidos Tiziano, Velázquez o Goya.