Bastante transformado en la actualidad como consecuencia del crecimiento demográfico, en el corazón del antiguo barrio se le ha dado nombre a la plaza en recuerdo de quien fuera el último alcalde de la ciudad antes del golpe militar de 1936. Desde hace pocos años, además, se ha puesto una placa en la que se recuerda su nombre junto al de los otros tres concejales de la corporación salmantina que fueron asesinados: Manuel de Alba Ratero, Luis Maldonado Bomati y Casimiro Paredes Mier.
Casto Prieto Carrasco era médico y catedrático de Universidad. Fue miembro de la primera corporación de la República, al principio como concejal y desde diciembre como alcalde, hasta su destitución en 1934 por uno de los gobiernos conservadores. En las elecciones generales de febrero de 1936 salió elegido diputado por Izquierda Republicana y al poco fue nombrado alcalde de la nueva gestora municipal formada en la capital. Fue detenido al poco de producirse el golpe y estuvo encarcelado unos días en la prisión provincial. Finalmente fue conducido al monte de La Orbada, a unos veinte kilómetros de la capital en dirección a Valladolid, donde fue fusilado junto a personas de distinta procedencia geográfica. No se sabe la fecha exacta, pero se cree que fue a finales de julio. Desaparecido durante décadas, ha sido una de las pocas personas cuyos restos han sido reconocidos tras las tareas de rastreo y exhumación llevadas a cabo en la zona.
Manuel Alba Ratero era ferroviario. Militante del PSOE, era también un destacado representante provincial del sindicato ferroviario vinculado a la UGT. Tras su detención, acabó siendo juzgado por un tribunal militar, que lo condenó a muerte. Fusilado en las tapias del cementerio en junio de 1937, su cuerpo fue enterrado allí mismo en una fosa común.
Luis Maldonado Bomati era periodista, colaborando y trabajando en diversos medios, tanto en forma de reportajes periodísticos como literarios. Comprometido con los valores republicanos ya durante la dictadura de Primo de Rivera, se vinculó en 1931 a Acción Republicana, que años más tarde acabó derivando en Izquierda Republicana. Fue asesinado a finales de 1936, pero su cuerpo sigue estando desaparecido.
Casimiro Paredes Mier era molinero. También estaba afiliado al PSOE y la UGT. Detenido en los primeros días tras el golpe militar, al parecer en noviembre fue trasladado desde la cárcel provincial con destino a Burgos, pero acabó siendo fusilado en la provincia de Zamora, en una finca situada entre Cubo de Vino y Peleas de Arriba.
Cuatro fusilados entre las más de mil personas que en la provincia de Salamanca sufrieron el mismo destino. Era el fascismo en sus primeros momentos.