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viernes, 20 de octubre de 2017
El viaje a la nada de Pedro Sánchez
En 2014 ganó las primarias del su partido para acceder a la secretaría general. Par ello se aprovechó de varias circunstancias: consiguió el apoyo de Susana Díaz, con el consiguiente de la organización andaluza, y el del entorno de Alfredo Pérez Rubalcaba, y con él el de su ancestro directo, esto es, Felipe González. Se impuso al que parecía favorito, Eduardo Madina, que se quedó con las ganas. Fue una victoria del menos malo, como dejó caer con otras palabras el propio González, más temeroso de un Madina al que tachaban de más radical. El apoyo de Díaz pretendía ser la antesala para su presentación como candidata a la presidencia de gobierno. Pero todo empezó a venirse abajo cuando Sánchez sacó pecho y se postuló como candidato. Luego vinieron las dos derrotas electorales, la de 2105 y 2016, que dieron alas a sus contrincantes, entre los que ya se encontraban Díaz y su gente. Primero lo presionaron con lo de las líneas rojas de Podemos y los nacionalistas, abocándolo a un acuerdo con Ciudadanos, que no impidió que su investidura como jefe de gobierno fallara. Luego, en el verano de 2016, tras la segunda derrota electoral, todo resultó más fácil para quitarlo de en medio. Decían de él que era incapaz de ganar elecciones. Además se oponía a que el PP pudiese gobernar, buscando fórmulas para conseguir apoyos para una segunda investidura. Para entonces habían aumentado sus opositores, incluido el propio Madina, que se alineó con quienes le habían ninguneado en las primarias de 2014. Rodeado de incondicionales, aguantó hasta el consejo federal de octubre, no sin sufrir algunas defecciones en el último momento. Defenestrado como secretario general, acabó dejando su escaño. En plena depresión se atrevió a mencionar cosas como que detrás de su salida estaban el ibex 35, que Catalunya es una nación o que era necesario un acuerdo con Podemos. Cuando parecía derrotado para siempre, renació como un ave fénix en las nuevas primarias. Consiguió en mayo de este año el apoyo de las bases frente a las clientelas de la mayor parte de las baronías y las viejas glorias del partido, dejando inicialmente k.o. a su contrincante, esta vez la misma Susana Díaz. A lo largo del verano Sánchez fue atemperando su discurso. En parte, porque las elecciones en las distintas federaciones del partido los resultados o estaban resultando como esperaba, siguiendo Andalucía en manos de Díaz. Pero también por lo que estaba ocurriendo en Catalunya con el desafío del referéndum del 1 de octubre. Cada vez más se fue alineando con la postura del gobierno y las reticencias iniciales a aplicar el artículo 155 de la Constitución han acabado con su apoyo incondicional. Después de un año, Sánchez ha cerrado su propio círculo, quedando en la situación que le marcaron cuando fue desplazado de la secretaría general. Un viaje para nada. O a la nada, porque el PP, con el apoyo inestimable de Ciudadanos, ahora mismo está saliendo más reforzado.