Hace un mes visité lo que fue el cementerio de San Rafael, que actualmente, en una de sus partes, ha sido declarado como Lugar de Memoria Histórica. En él puede verse como elemento principal una pirámide recubierta de mármol blanco, donde están grabados los nombres de las personas fusiladas en sus tapias y enterradas en una gran fosa común entre 1937 y 1957. Se tiene constancia documental de 4.471 personas y en 2.840 casos se han recuperado los restos óseos.
Tras la conquista de Málaga en febrero de 1937 por las tropas sublevadas miles y miles de personas huyeron por la carretera de Almería, sufriendo en las semanas siguientes el acoso criminal de las fuerzas aeronavales del fascismo. Fue el momento de la "Málaga arada por la muerte / y perseguida entre los precipicios" que cantó el poeta chileno Pablo Neruda. Fue el momento de esas gentes que "sabían lo que iba a ocurrirles (...), lo mismo que les había pasado a tantos otros en las demás ciudades apresadas", como escribió el doctor canadiense Norman Bethune.
Quienes se quedaron o no pudieron huir hubieron de sufrir la represión del fascismo. La que llevó a varios miles a las paredes del cementerio para luego ser borradas del recuerdo durante décadas. Esas gentes, "obreros" al decir del general Gonzalo Queipo de Llano sin ningún atisbo de vergüenza, para quienes "comenzó una era de justicia por la que habíamos luchado".