Quizás pueda parecer una obra pesimista, como el propio título indica y como finalmente Brenda y Brando acaban haciendo. Dos personas humildes, como tantas otras, que han de pasar por una sucesión de situaciones con las que se enfrentan impotentes ante el poder arbitrario del sistema que los oprime. Una sucesión también de diálogos, entre absurdos y surrealistas, que ponen al descubierto la hipocresía y el estado de corrupción de quienes detentan el poder en sus distintos ámbitos: político, militar, económico, judicial, religioso...
La guerra se convierte en el marco más propicio para que quienes detentan el poder se perpetúen en el mismo y quienes, como Brenda y Brando, poco puedan hacer. Ignoro si ese pesimismo expresado por el autor es consciente o si sólo se trata de una advertencia de lo que nos puede ocurrir si no tomamos carta en el asunto.