Acerca de los delitos cometidos, dice Roldán: "Sí, delinquí (...). Por malversación, al apropiarme de un dinero que provenía de los fondos reservados del Estado y que a mí me entregaban mis jefes. Por cohecho, al recibir comisiones de las grandes constructoras por obras llevadas a cabo en cuarteles de
Su estancia en prisión conllevó estar en un régimen especial, lo que conllevó su aislamiento durante diez años: "Yo creo que velaban más por mi seguridad que por la de ellos".
A la pregunta directa sobre su arrepentimiento por los delitos cometidos, Roldán es rotundo: "Totalmente, totalmente, totalmente. No me explico cómo rompí con mi manera de entender la vida. Esto que digo no son palabras, viene de dentro. Aparte de los problemas de orden moral, he destrozado mi vida y la de mi familia. Vamos, es que es así. Podría decir que me sentí empujado, pero el núcleo de la culpa es mío".
En un momento de la entrevista hace uso de una práctica muy extendida en las personas que viven estas situaciones, como es la de evitar dar nombres o que no aparezcan de una forma clara. Habla de sus condiciones de internamiento, que califica de muy duras, pero añade: "sin ninguno de los beneficios penitenciarios que obtuvieron otros (...). Me cuesta mucho dar nombres, no le deseo mal a nadie, solo le digo que el trato que recibí fue discriminatorio".
¿Por qué ese silencio relativo? Así lo explica: "El que yo haya sido un chivo expiatorio no quiere decir que no hiciera todo lo que hice. Dicho esto, es evidente que fui un objeto, como una pelota de pimpón, entre el PP y el PSOE. Para el PP, porque le venía bien para menoscabar al PSOE. Para el PSOE, porque le convenía focalizar todo el mal en una persona".
Entramos, así, en el momento duro de la entrevista. Cuando aparece la persona que estuvo en los círculos del poder, primero con su puesto al frente de la delegación del gobierno en Navarra y luego con su acceso a la dirección general de la Guardia Civil, desde donde estuvo a punto de hacerse cargo de la cartera del ministerio del Interior. Un hombre que conoció desde dentro un departamento de gran relevancia, lo que dimensiona aún más el papel que jugó y, por supuesto, de las personas con las que se relacionó. Y aquí las preguntas que hace Millás van marcando situaciones clave. Pero, ojo, sin olvidar que es necesario distinguir dos aspectos: uno, los delitos económicos por los que fue condenado; el otro, los hechos relacionados con la guerra sucia contra ETA, que vivió en primera fila, pero de los se decidió que no tuvo ninguna responsabilidad.
Empecemos por el primero. Sobre la conciencia que tenía de lo que estaba haciendo: "No reflexionas, formas parte del paisaje, de lo que ves alrededor. Haces lo que se hacía". Y habla de sus primeros dineros cobrados en forma de sobresueldos en 1983 y en Navarra, como delegado de gobierno: seis millones de pesetas. Dinero en negro procedente de los fondos reservados del estado. "Una práctica habitual (...). Yo consideraba que ese sobresueldo era normal". Cobraban también los jefes de policía, que "tenían una cantidad de 500.000 pesetas de libre disposición", y "el gobernador civil de Madrid, el de Barcelona, los tres gobernadores vascos". Y como pagadores, Rafael Vera y Julián Sancristóbal.
Roldán confiesa que recibió en total 27 millones de pesetas, a los que añade otros, más sustanciosos, provenientes esta vez de las comisiones derivadas de la construcción de los cuarteles de la guardia civil: 700 millones de pesetas que, por obra y gracia de la especulación financiera, se doblaron en el magnífico recaudo de las cuentas suizas. De todo ese dinero y su patrimonio en forma de viviendas dice que ya no le queda nada, porque fue embargado para hacer frente a sus responsabilidades penales y porque alguien se quedó con un buen pellizco. Y es que una parte muy elevada, de "unos diez millones de euros", quedó en manos de Francisco Paesa. Sí, del famoso Paesa, una especie de superagente de los servicios de inteligencia españoles, corrupto donde los haya, que primero escondió a Roldán en París tras su huida y finalmente preparó la entrega, encubierta en una farsa de detención, desde Laos. ¿Es cierto lo que cuenta, cuando se sostienen desde otras fuentes que sigue guardando mucho dinero?
En cuanto al segundo aspecto, es decir, su relación con la guerra sucia contra ETA y concretamente con el caso Lasa y Zabala, Roldán empieza diciendo: "Declaré y no hubo más". Para mí, sin embargo, viene el asunto más sustancioso, sin restar la importancia al anterior. Cuando habla de las detenciones de las personas acusadas de pertenecer o colaborar con ETA y su paso por cuarteles y comisarías, no se esconde: "Bien, si no somos hipócritas, uno tiene que entender que si detienes a un señor que ha matado a 23 personas y lo interrogas y confiesa, ¿qué es lo que le ha hecho confesar? Ha habido golpes, presiones físicas que no dejan huella, pero que puedes pensar que se producen. Presiones psíquicas, también. ¿Alguien se cree que declaran lo que declaran sin coacciones". Y ante las preguntas, Roldán se va haciendo cada vez más explícito. Cuando Millás le plantea que si justifica la tortura, el entrevistado responde con otra pregunta: "¿Cuántas vidas se han salvado por confesiones de detenidos que han sido sometidos a tortura?". Luego, cuando se le pide de hecho que diga sí o no, responde: "En abstracto, desde un punto de vista intelectual, le diría que no, pero ante la tesitura de torturar a alguien cuya declaración puede salvar la vida de alguien, le diría que sí".
Llegado a este punto, Millás busca cerrar el círculo. A lo largo de la entrevista ha indagado sobre la corrupción económica y sobre el terrorismo de estado. Me atrevo a decir que sobre lo penal y sobre los derechos humanos. Ha encontrado en las respuestas de Roldán no sólo su arrepentimiento por los delitos económicos que cometió, sino la dimensión que tenían, más allá de ese personaje. También ha encontrado la postura moral de Roldán ante determinadas prácticas en el aparato del estado, que violan los derechos humanos, como es el caso de la tortura. ¿Qué queda pues? Millás va directo y en una pregunta que formula con cierta extensión, reflexiona y concluye a la vez: "Estamos hablando de una época en la que reinaba una atmósfera de corrupción general que, además de innumerables delitos económicos, incluye secuestros y crímenes por los que fueron juzgadas y condenadas personas que ocupaban puestos muy altos en el Gobierno del Estado. ¿Usted cree en la posibilidad de que el presidente Felipe González permaneciera al margen de lo que sucedía". Y la respuesta escueta de Roldán resulta meridianamente clarificadora: "Imposible".
Parece como si se hubiera puesto nombre a la letra que hace veinte años fue muy utilizada y simbolizó el papel y la responsabilidad de las máximas instancias del estado en la guerra sucia contra ETA. La célebre X a la que se refirió el juez Baltasar Garzón cuando empezaba a investigar todas esas cosas. ¿Ha desvelado Roldán la X? Que cada cual saque sus conclusiones.