El robo del teléfono móvil de Dina Bousselham, colaboradora de Pablo Iglesias en Estrasburgo cuando éste era europarlamentario, está poniendo al descubierto muchas cosas más cosas de las que sospechábamos. No hay duda que existió (¿sigue existiendo?) una especie de policía política paralela a la oficial, comandada por altos cargos del gobierno del PP , coordinada por altos cargos del ministerio del Interior, puesta en práctica por policías y agentes del CNI, y auxiliada por periodistas que se dedicaban (siguen dedicándose) a airear lo que conviniera. Cosas que ya sabemos, como fabricar pruebas falsas, esconder otras para tapas casos de corrupción, manipular a la judicatura, robar documentos...
Podemos, utilizado en su día para dividir el voto de la izquierda (a costa de IU y del PSOE), generó una gran preocupación en las altas esferas del poder cuando las encuestas le daban mejores resultados que los deseados. Acabar con él, con su partido y/o con quien estuviera en su entorno se convirtió el principal objetivo. Con el montaje de mentiras (cualesquiera que fueran: la financiación desde Venezuela, las relaciones con Irán, la beca de Íñigo Errejón, los ingresos de Juan Carlos Monedero...) se pretendía frenar el efecto Podemos. Y luego, tras los resultados de las elecciones 2015, que hubiera un acuerdo de gobierno entre el PSOE, Podemos, IU... No importaba que se fueran archivando en los juzgados las querellas presentadas, porque el daño ya estaba hecho y con ello, conseguido el objetivo principal.
Ha habido diarios que lo han denunciado, en especial Público y una de sus periodistas: Patricia López. Lo último que hemos sabido es lo del robo del móvil antes mencionado y su relación, entre otros, con el policía José Manuel Villarejo, el periodista Eduardo Inda o el monigote al que llamaban pequeño Nicolás. En ello no falta la presencia de personajes de primer nivel, como la anterior vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz.
Curiosamente los grandes medios escritos (El País, El Mundo, ABC, La Razón...) lo están ocultando o minimizando. Lo mismo están haciendo Pedro Sánchez, Pablo Casado o Albert Rivera, tan dicharateros en otras cosas. Y es que todo esto resulta muy grave. Pone al descubierto que existen unas cloacas en el estado que mantienen una actividad muy intensa. Una actividad que en muchos casos es claramente delictiva.