Madrid acogió ayer una manifestación con el lema "La autodeterminación no es delito". Lo fue también, como derivación, contra la represión y el juicio de la dirigencia del procès catalán. Los datos de asistentes que se han dado son enormemente dispares, yendo desde los 18.000 según la Delegación del Gobierno hasta los 120.000 de quienes organizaron el acto. Solamente teniendo en cuenta que se fletaron alrededor de medio millar de autobuses, en su mayoría procedentes de Catalunya, el número aportado desde la citada Delegación parece demasiado corto. Hay medios de comunicación que han preferido hacer una estimación más ambigua, pero nada capciosa, como referirse a decenas de miles de personas. En todo caso, la presencia de la noticia en los medios de comunicación fuera de Catalunya ha sido bastante escueta, cuando no inexistente, como ha ocurrido en varios medios conservadores.
La manifestación discurrió con normalidad, cumpliendo con el objetivo de llenar el centro de la capital del estado para llamar la atención sobre lo que está ocurriendo en Catalunya. Ya lo habían hecho en Barcelona y en Bruselas, y ahora tocaba en Madrid. Fuera del contenido del lema central, sobre el que incidieron la personas que intervinieron en el acto final, la mayoría de asistentes expresó la voluntad de independencia, lo que se explicitó claramente. Por otra parte, en menor medida, las demandas se centraron en el derecho de autodeterminación. Se trataba de personas de la propia Madrid o procedentes de otros territorios, como Andalucía, Galicia, País Vasco, Castillla... No hubo presencia de Podemos, pero sí de IU de Madrid, Anova, En Comú, SAT, Izquierda Castellana, EH Bildu... Desde quienes organizaron el acto, una plataforma de grupos y personas de Madrid, se ha echado de menos la solidaridad de más gente procedente de fuera de Catalunya y desde ésta se ha agradecido la asistencia de quienes fueron o lo apoyaron.
Me queda como reflexión decir varias cosas. Las luchas nacionales se juegan a largo plazo. Puede que lo ocurrido en 2017, con el antes, durante y después del 1-O, tuviese errores por parte de quienes dirigieron en procés. Por ejemplo, que les faltara perspectiva y mesura a la hora de medir sus apoyos, que eran amplios, pero también limitados. O que la actitud de parte de su dirigencia deje mucho que desear. Resulta evidente que el comportamiento del gobierno que entonces presidía Mariano Rajoy en nada tuvo como horizonte el camino del diálogo. Ni con la represión policial ni con la aplicación del 155. También resulta evidente que la acción de la Justicia en nada está ayudando, teniendo en cuenta la orientación política de sus integrantes en las esferas que están llevando a cabo las acusaciones y el enjuiciamiento.
Las luchas nacionales, con todas contradicciones que puedan tener (de clase, de tácticas, de actitudes...), las protagonizan colectividades de personas. Que se mueven, actúan, se manifiestan, resisten... Y en Catalunya -creo- eso, lejos de disminuir, al menos se ha mantenido. Y puede que generacionalmente vaya a más. Desde el otro lado se ha optado por la represión, la negación, la incomprensión... Considero que a la larga tienen las de ganar quienes tienen sentimientos de crear y/o fortalecer su identidad nacional frente a quienes la rechazan en nombre de lo que sea, incluida la ley.