Fue capaz de proponer la abstención en el referéndum constitucional, por considerar que no daba garantías a los derechos históricos vascos, lo que dotó a su partido de legitimidad en el País Vasco y capacidad para posteriormente poder negociar con los gobiernos del estado. De consensuar el Estatuto de Guernica de 1979 y luego, desde 1986, gobernar en coalición con el PSE-PSOE, siempre con la presidencia del gobierno vasco en sus manos. De negociar hábilmente con los gobiernos de Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González y el primero de José Mª Aznar en asuntos como los derechos forales, el concierto económico y los presupuestos del estado. De negociar entre 1981 y 1986 con las dos facciones de ETA político-militar para que cesaran en la lucha armada. De firmar en 1988 el Pacto de Ajuria Enea, dirigido contra ETA (la antigua ETA militar), con PSOE, AP y CDS. De defender la Ley de Territorios Históricos en el País Vasco, donde se conjugaba la administración autonómica con la de las diputaciones forales provinciales, con el coste de la ruptura de su partido, cuando el sector liderado por Carlos Garaikoetxea acabó formando en 1985 Eusko Alkartasuna. De firmar el Pacto de Lizarra en 1998, cuando su partido participaba en el sostenimiento del gobierno del PP, que abría las puertas a una salida negociada del conflicto armado, en la línea de lo que estaba ocurriendo en Irlanda del Norte. De defender el Plan Ibarretxe, aprobado en el Parlamento vasco en 2001 y rechazado por el Congreso en 2003, que pretendía un nuevo modelo de relación con el estado...
Era inteligente, culto y con gran capacidad de persuasión. Nacido en una familia de tradición carlista, pronto se asoció al nacionalismo dentro del sector conservador y moderado que defendían Juan de Ajuriaguerra. Miembro de la Compañía de Jesús, acabó abandonándola. Licenciado en Filosofía y Letras y en Derecho, pudo haber llegado a ser catedrático, sin que dejara la docencia universitaria. No se separó del mundo de la política, incluso cuando en 2004 dejara su cargo de máximo dirigente del PNV. Así era Xavier Arzalluz. Pura contradicción. De la que nadie se libra. Agur.